nacionalismos

PAÍS VASCO 1

ANTECEDENTES

Viaje a Navarra durante la insurrección de los vascos (Joseph Augustin Chaho, 1835)

Viaje a Navarra...

Independientemente de estos rasgos sublimes que forman hoy su fisonomía nacional, el Vasco presenta gustos e instintos generales a todos los pueblos montañeses. Lleva hasta la idolatría el amor de su país natal, tanto mas excesivo cuanto en general los objetos a los cuales se refiere se hallan más desheredados por la naturaleza. La residencia en estos montes tiene para él un atractivo a que nada iguala, encantos cuya magia nada puede destruir. Los sudores que le costó su cultivo, la sangre con que los regó tantas veces, les hacen más caros a su corazón, y este sentimiento exaltado aumenta más por la pasión dominante de la libertad y de la nacionalidad. [...]

Raza predestinada, que invencible fatalidad empujaba hacia su término, ¿qué esfuerzos generosos y constantes no hicieron los Euskaros para conservar nacionalidad e independencia? ¿Qué olas de sangre no derramaron para seguir a través de las revoluciones sociales la línea política trazada por los ancianos de Guernica? Oponiendo a Roma los Celtíberos; a los Francos, la Aquitania y los reyes de Toulouse; a los Moros, la Castilla; como oponen hoy a la revolución castellana la monarquía de Carlos V. Se mostraron con brillo en todos los campos de batalla en que el destino del Occidente se decidió por las armas durante la Edad Antigua. Las campañas de Aníbal en Italia, las insurrecciones de Viriato y de Sertorio, los sitios de Numancia y de Cala horra, los combates célebres de Munda, de Farsalia, ofrecieron a los Vascos ocasión de desplegar valor incomparable, constituyendo una preparación para la lucha que debían entablar cuerpo a cuerpo con el imperio romano. [ ...]

No —interrumpió el Hombre de la Gran Espada, cuya fisonomía volvió a tomar gradualmente su más noble expresión de audacia y de serenidad?; no, porque los tiempos marcados no se han cumplido todavía. Espera y consuélate. ¿Qué importa, mientras tanto, que nobles víctimas sufran su destino? Mi estrella es sangrienta; cualquier muerte me será hermosa; una vez vencedor, puedo sufrir todo, pues habré hecho bastante par?a conseguir mi gloria. Nuestra raza, demasiado tiempo sepultada en sueño litúrgico, ha despertado a mi llamamiento, alzándose digna del papel excelso que le preparan grandes acontecimientos. He fraguado ante ella el camino del porvenir.

Y el Hombre de la Gran Espada se exaltó al hablar, y su frente se iluminó en la sombra, como esas imágenes de santuario que reflejan misteriosos resplandores.

—Nuestra sangre, derramada en los combates, hará nacer en los montes una generación de héroes. Testigos de las lágrimas de la patria y de nuestras heridas, nuestros hijos, mecidos con cantos guerreros, alimentarán en sus corazones el odio inextinguible de la opresión y se reunirán como hermanos, en torno del roble de la libertad, enarbolando la bandera de la liberación; y cuando su invencible falange guiada por la estrella brillante de Aitor, se precipite en la baraúnda de los pueblos, se la verá como al rayo surcando el horizonte.

Y en tanto que, bardo y profeta, el guerrero de la montaña dejaba vibrar así su voz broncínea, el brazo poderoso permaneció algún tiempo extendido hacia el joven fascinado, cuyo débil cuerpo se agachaba como bajo el imperio de una tracción magnética. Y sobre el horizonte de la colina en que se erguía el gigante, el Vidente, vencido por la ilusión, creyó verle alejarse y engrandecerse hasta alcanzar el cielo con su cabeza sublime. Ahí, semejante a la sombra de Odín, evocada por los Escaldas, o a la más antigua de Aitor, que aparece a veces ante los bardos pirenaicos, la visión, inmóvil durante un instante, descendió lentamente hacia tierra para desaparecer con la realidad.

Joseph Augustin Chaho, Viaje a Navarra durante la insurreción de los vascos (1835)

Convenio de Vergara (31 de agosto de 1839)

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Convenio de Vergara (1939)

Convenio de Vergara

Artículo 1.ºEl capitán general don Baldomero Espartero recomendará con interés al gobierno el cumplimiento de su oferta de comprometerse formalmente a proponer a las Cortes la concesión o modificación de los fueros.

Art. 2.º Serán reconocidos los empleos, grados y condecoraciones de los generales, jefes, oficiales y demás individuos dependientes del ejército del teniente general don Rafael Maroto, quien presentará las relaciones con expresión de las armas a que pertenecen, quedando en libertad de continuar sirviendo, defendiendo la Constitución de 1837, el trono de Isabel 11 y la regencia de su augusta madre, o bien de retirarse a sus casas los que no quieran seguir con las armas en la mano.

Art. 3.º Los que adopten el primer caso de continuar sirviendo, tendrán colocación en los cuerpos del ejército, ya de efectivos, ya de supernumerarios, según el orden que ocupan en la escala de las inspecciones a cuya arma correspondan.

Art. 4.º Los que prefieran retirarse a sus casas, siendo generales o brigadieres, obtendrán su cuartel para donde lo pidan con el sueldo que por reglamento les corresponda: los jefes y oficiales obtendrán licencia ¡limitada o su retiro, según su reglamento. Si alguno de esta clase quisiese licencia temporal, la solicitará por el conducto del inspector de su arma respectiva y le será concedida, sin exceptuar esta licencia para el extranjero; y en este caso, hecha la solicitud por el conducto del capitán general don Baldomero Espartero, éste les dará el pasaporte correspondiente, al mismo tiempo que dé curso a las solicitudes recomendando la aprobación de S.M.

Art. 5.º Los que pidan licencia temporal para el extranjero, como no pueden recibir sus sueldos hasta el regreso, según reales órdenes, el capitán general don Baldomero Espartero les facilitará las cuatro pagas, en orden de las facultades que le están conferidas, incluyéndose en este artículo todas las clases desde general hasta subteniente inclusive.

Art. 6.º Los artículos precedentes comprenden a todos los empleados del Ejército haciéndose extensivo a los empleados civiles que se presenten a los doce días de ratificación de este convenio.

Art. 7.º Si las Divisiones Navarras y Alavesas se presentasen en la misma forma que las Divisiones Castellana, Vizcaína y Guipuzcoana disfrutaran de las concesiones que se expresan en los artículos precedentes.

Art. 8.º Se pondrán a disposición del capitán general D. Baldomero Espartero los parques de artillería, maestranzas, depósitos de armas, de vestuarios y de víveres que estén bajo la dominación y arbitrio del teniente general D. Rafael Maroto.

Art. 9.º Los prisioneros pertenecientes a los cuerpos de las Provincias de Vizcaya y Guipúzcoa, y los de los cuerpos de la División Castellana que se conformen en un todo con los artículos del presente convenio quedarán en libertad disfrutando de las ventajas que en el mismo se expresan para los demás. Los que no se convinieren sufrirán la suerte de prisioneros.

Art. 10.º El capitán general D. Baldomero Espartero hará presente al Gobierno para que éste lo haga a las Cortes la consideración que se merecen las viudas y huérfanos de los que han muerto en la presente guerra correspondientes a los cuerpos a quienes comprende este convenio.

Ley sobre los Fueros (25 de octubre de 1839)

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Fueros (1575)

Ley de 25 de octubre de 1839 sobre los Fueros

Doña Isabel II por la Gracia de Dios y de la Constitución de la Monarquía española, Reina de las Españas y durante su menor edad, la Reina viuda Doña María Cristina de Borbón, su Augusta Madre, como Reina Gobernadora del Reino: a todos los que en la presente vieren y entendieren sabed: Que las Cortes han decretado y Nos sancionado lo siguiente:

Artículo 1.º Se confirman los Fueros de las Provincias Vascongadas y Navarra, sin perjuicio de la unidad constitucional de la Monarquía.

Artículo 2.º El Gobierno tan pronto como la oportunidad lo permita y oyendo antes a las Provincias Vascongadas y a Navarra, propondrá a las Cortes la modificación indispensable que en los mencionados Fueros reclame el interés de las mismas, conciliándolo con el general de la Nación y de la Constitución de la Monarquía, resolviendo entre tanto provisionalmente, y en la forma y sentido expresados, las dudas y dificultades que puedan ofrecerse, dando de ello cuenta a las Cortes.

La Leyenda de Aitor (Joseph Augstín Chaho, 1845)

La leyenda de Aitor
(Agustin Chaho, 1845)

Los várdulos, Gherekiz. - La fiesta de la luna llena.-
El bardo improvisador.

I

Lara, bardo cántabro, de quien el poeta Silio Itálico hace tan brillante relato en su epopeya de la guerra púnica, pertenecía a la tribu de los euskaros várdulos o guipuzcoanos, igualmente famosa por el valor de sus soldados que por la habilidad de sus jóvenes en la mímica la danza, el canto y la improvisación. Lara, que apenas contaba treinta años, había sido proclamado flor de los guerreros y príncipe de los bardos, y los várdulos tenían gran orgullo de que perteneciese a su gente. Las otras tribus de la federación euskara, ni aun con excepción de los suletinos, conocían rival a aquel cantor incomparable.

La conclusión de la paz con Roma, después de las guerras de Aníbal, fue celebrada por los montañeses, durante la fiesta de la luna llena, que duraba tres días, y que en aquellas circunstancias se celebró con inusitada solemnidad. La primera noche se consagraba a la conmemoración de la historia nacional, hecha por los bardos al pie del roble de la libertad. Derogando los usos seculares, los ancianos de la tribu permitieron a Lara, en muestra de consideración, que entretuviese solo a la Asamblea durante la primera noche, con exclusión de todos los demás bardos, y que recitase una leyenda compuesta por él, titulada Aítor. El roble de los várdulos estaba en Gherekiz, y era ya el noveno desde hacía veinte siglos, o sea desde el establecimiento de los euskaros en los Pirineos Occidentales.

Sobre bancos dispuestos en forma de círculo, se sentaron los viejos, y a sus pies, en asientos gradualmente más bajos, las mujeres de edad, las viudas, las casadas, las vírgenes y los niños de la tribu. Enfrente de esa numerosa parte de la Asamblea, los hombres, guerreros todos desde los dieciocho hasta los sesenta años, estaban de pie, ocupando el lugar intermediario, en el que al son de la tibia y del tamboril, debían bailarse las danzas del segundo y tercero día. Cuando apareció Lara, resonó en el valle de Gherekiz formidable aclamación; luego se restableció un profundo silencio.

El bardo, curado de sus heridas, avanzó. Llevaba una larga barba blanca, que le caía hasta la cintura: en su cabeza lucía una brillante mitra, y de sus anchos hombros pendía la rica dalmática que usaban los magos y adivinos en la república Euskara. Y cuando, con paso mesurado y grave llego hasta el centro del círculo apoyándose en una rama de roble cubierta aún de hojas, erguido, dispuesto a tomar la palabra, iluminado con la luz de la luna que irradiaba en todo el paisaje y hacía centellear los bordados simbólicos del traje del bardo disfrazado de viejo, todos reconocieron la imagen de Aitor; el gran antepasado, el patriarca, el padre de la raza indoatlántida y el primer nacido de los euskaros.

En seguida el bardo extendió su brazo derecho horizontalmente, y volvió hacia el cielo su cara, que se mostró bañada en luz. En el profundo silencio que reinaba alrededor del roble y en las montañas, se distinguía el murmullo fugitivo de las brisas en las hojas, y el murmullo tenue de los torrentes lejanos: acompañamiento misterioso de la voz del bardo, dispuesto a evocar sobre el Océano de las edades, las generaciones hundidas y los siglos acumulados en las profundidades del olvido. Abrió la boca, y las primeras palabras que de ella brotaron, fueron como las primeras notas, como los primeros acordes que caen con los dedos de un artista sobre un arpa sonora.

"El tiempo huye, el torrente viaja, el agua del río prosigue su camino. Mi pueblo, desde su origen, fue semejante a un gran río que hace germinar bajo el cielo los tesoros de la fecundidad terrestre. Hoy mis tribus no son más que gotas ímpidas, filtrándose por el hueco de las rocas, a quienes el primer viento cálido secará. Así debe ser; Dios lo quiere, Dios, el señor de la altura, el Jaungoikoa. Sus manos arrojaron las estrellas por los campos azules, del mismo modo que el labrador esparce sus simientes por los parduzcos surcos, y la luz brotó de la noche eterna. Mi pueblo, salido de la noche, tuvo también un día de sol. ¿Qué nos queda de aquel esplendor eclipsado? Noche sin estrellas. Pero la luna, cuyas fases sirven para medir las semanas y los meses, refleja dulcemente la luz del sol escondido tras los mundos. De esta manera, en la noche de nuestra debilidad, la memoria de los viejos y el genio de los bardos son el espejo que refleja la lejana gloria de los primeros días."

Aquí Lara se detuvo y luego con voz sonora prosiguió:

"La garra de¡ águila es fuerte, terrible, y real la garra del león; pero la mano del hombre, ya abra con el arado el seno nutritivo de la tierra, ya agite en los combates el hacha de bronce o la espada de acero, ya teja el lino y la seda en ligeras telas, ya arranque del arpa divinos acordes, la mano del hombre es un instrumento Perfecto> un arma invencible. Ella ha levantado las pirámides en el desierto, ha subyugado a los indomados caballos, y ha doblado bajo los remos las olas tempestuosas del mar. Por ella el hombre ha vencido y dominado (Hes) a toda la creación, esclava hoy de su imperio; y en memoria de ese gran triunfo, en la lengua sagrada de mi pueblo, la mano del hombre se llama eskua, es decir, victoriosa y dominadora.

Tendiendo la mano el hombre pide y suplica, eska, con la mano ofrece y da, esken. Una sonrisa acompañada de un gesto de la mano, expresa la satisfacción, y de ese modo el hombre da las gracias, esker. La mano es el auxiliar de la lengua, y su significación expresiva era inseparable del idioma primitivo. El signo habla a los ojos, el sonido hiere los oídos; ambos se hacen entender al espíritu. ¿Qué otro pueblo poseyó más que el mío la inspiración de la palabra, y la armonía del gesto con el pensamiento? Ese arte elocuente de la mímica, ese movimiento calculado de los brazos, de las manos y de los dedos, acompañaban y a veces suplían al lenguaje articulado; fueron llamados eskuara, es decir, ciencia del gesto, arte de hablar con las manos. La misma palabra sirvió para calificar el idioma primitivo de mi pueblo, llamado él mismo eskualduna.

Los hombres de mi raza, diversamente designados en la lengua de los bárbaros, llevan ese nombre significativo balbuceado en la cuna del linaje humano; su origen remonta más atrás que la invención de la palabra y del gesto; los ojos de los adivinos y de los profetas escrutando los misterios de las creaciones genéricas, no saben ver mi raza más que en el seno de Dios. ¿Qué importa que el río antiguo esté seco, y que apenas queden algunas gotas puras de la noble sangre que engendró a tantos pueblos? Mientras viva un íbero para levantar la mano delante de Dios, de Aitor, invocando su nombre sublime en la lengua sagrada, podrá decir: El padre de mis antepasados fue ilustre entre los recién nacidos de la tierra; el hombre de nuestra raza fue el primer desposado con la naturaleza salvaje, el primer triunfador de la creación, euskualduna!.

El más antiguo de los pueblos que haya habitado, después de nosotros, la Península Ibérica, es el pueblo celta. La fábulas rodean su origen y su historia. Un monstruo, un cíclope, fue su abuelo, y su padre un gigante feroz llamado Celtus, cuyos dos hermanos, Illyrus y Galla, prosiguieron la conquista de Europa. Es del Norte, de la región del frío y de las tinieblas, de donde vino la raza infecta de los gigantes. Nuestros nietos les llaman tártaro, cuando en las veladas de invierno, escuchando las consejas del tiempo pasado, se arriman atemorizados al seno materno, y tiemblan como las hojas del árbol, con el recuerdo de la ferocidad de los bárbaros.

El euskaro y el celta gozan de la misma antigüedad, pero el porvenir no confundirá a las dos razas. Mi pueblo ha sido el creador de la luz social, de la armonía y del bien; el pueblo de Celtus no ha inventado mas que la guerra, no ha sembrado más que ruinas; sus

obras han sido la iniquidad, las matanzas, la superstición y el mal. Le gusta mezclar sus gritos salvajes a los aullidos de los lobos; como ellos anda errante reunido en grupos, durante la noche. Para él el búho es el símbolo de la prudencia de los guerreros que esconden su marcha y caen sobre las víctimas de improviso; mientras que en la poesía de mi pueblo, el pájaro de las tinieblas es el emblema de la ignorancia y de la estupidez.

Cuatro cosas distinguen al euskaro del celta: la lengua, la religión, las costumbres y las leyes.

El celta habla un idioma áspero como las escarchas que cubren su cuna. Sus labios congelados no lo han enriquecido con las inflexiones labiales que hacen tan dulce el verbo euskaro. Las palabras son nebulosas y suenan como los silbidos agudos del vendaval entre los pinares de su tierra.

Cuando el hombre y la mujer euskaros fueron colocados por mano del Criador en los jardines terrestres, se miraron con amor, y la mujer dijo al hombre: Tú eres mi fuerza, tú eres el varón a quien mi corazón escoge: Zu ene arra. Y desde entonces el marido de la mujer se llama senarra en la sagrada lengua. El hombre y la mujer se dieron la mano, eskua, y en la embriaguez de aquella unión encantadora, dijeron on, ¡está bien! nada más dulce. Y el casamiento se llama eskuontza en las tribus, porque los amantes se hacen esposos dándose las manos. A los recién casados se les servía miel, eztÍ, símbolo de los placeres perfectos, y de ahí se llamaron a las fiestas nupciales ezteya. ¿Qué otro pueblo se inspiró mas en la Naturaleza y dotó a sus instituciones de más encanto y sencillez?"

Al llegar a este punto, los ojos del bardo inspirado brillaban con fuego mágico; su mano izquierda se inclinaba a la tierra; la derecha cha subía al cielo. Un murmullo de aprobación mostró el contento del auditorio. Lara se interrumpió un instante; parecía esperar que una nube flotante en los aires hubiese velado el disco de la luna y arrojado sobre los montes su manto de sombra, para continuar su paralelo entre el pueblo civilizado del Mediodía y el pueblo del Norte tenebroso.
"No hay que juzgar a los celtas de entonces por los de ahora que, unidos a mi pueblo, se llaman celtíberos; ni por los galos, cuyas costumbres ha dulcificado su contacto con los griegos y nuestros hermanos de Aquitania. Es necesario tomar al celta en su cuna hiperbórea. El hombre del Norte es notable por su alta estatura; es verdaderamente gigante. La sangre enrojece y colora con ardiente tinta sus blondos cabellos espesos; sus ojos de azul verdoso, donde se leen pensamientos feroces, imitan el color del Océano sombreado por los reflejos del cielo tempestuoso. El bárbaro andaba desnudo durante la primera edad, con su cutis comparable a la nieve, o a la piel del oso anfibio que recorre las costas del mar de hielo. Vivió largo tiempo errante con el producto de su caza, persiguiendo hasta en los bosques de las Galias, lanza en mano, al reno y al buey salvaje. Su ardor inquieto y la extremada movilidad de su carácter impaciente, le impidieron entregarse a la vida pastoral, y al trabajo del campo; le agradó más verter la sangre y robar, que no el seguir con paso tranquilo las huellas de un rebaño, o esperar a la orilla de los setos los frutos tardíos con que la tierra paga los sudores del labrador.

¡Cuán diferentes los hombres de nuestra raza! Su estatura era proporcionada, su fuerza medida; la acción del clima meridional rizó y obscureció su larga cabellera, dio los reflejos del cobre al cutis de sus caras. Nuestras muchachas se enorgullecían cuando los bardos comparaban su belleza a la del melocotón, cuya piel dorada ha recibido del sol el perfume y las tintas rosadas que anuncian su madurez.

Los euskaros, los iberos, habitantes de los continentes más fértiles y favorecidos por la Naturaleza, fueron los primeros pastores y agricultores durante la edad de los Patriarcas.

En cuanto a mí, aunque primer nacido de los antepasados, no viví en la edad antidiluviana, y por lo tanto no he asistido a las maravillas de la Creación de Dios; ignoro la historia de mis abuelos, porque la invasión de las llamas y el diluvio de las aguas, que fueron para la tierra de los hombres una segunda creación, separaron mi vida de las edades anteriores. Yo llevo como mis padres

el nombre de Patriarcas; tronco de una posteridad, más numerosa que las estrellas del cielo: el huracán devoró a mis hijos sobre toda la faz de la tierra; pocos se escaparon. Los bardos comparan ese pequeño número a las olivas que permanecen en el árbol después de la cosecha, a los racimos que penden de los amarillentos pámpanos después de la vendimia. A ellos y a mí llaman las generaciones los "grandes antepasado", y la palabra askazi, consagrada al parentesco en nuestra lengua, es lo mismo que askoazi, o sea, semilla original o del principio.

La tempestad fue violenta y terrible; duró un año, cuyos meses fueron siglos. El oriente del cielo fue destruido, y nadie sabe dónde estaba el Occidente de las viejas edades, porque el sol permaneció invisible para nosotros, detrás del pabellón tenebroso de las nubes. Las señales que aparecian nos amedrentaban. ¿Dónde estaba durante aquellos días de tumulto y de destrucción? ¿Dónde? Escondido, elevado (gordatu) sobre inaccesibles alturas. Me abrigaba bajo una roca herida por el rayo (arri), y aquella cima tutelar fue mi arca (arkha). El águila venía sobre mi roca exhalando gritos de queja; le di el nombre de arrano; el león tembloroso se acostaba a mis pies, gimiendo como un perro. Ya habéis oído en una fábula, que a la vista de la Gorgona, los hombres y animales se tornaban piedras; yo he visto en aquellos días calamitosos, a todos los seres de la Creación secarse con el terror.

He ahí por qué con la misma palabra arritu expresé la idea del hombre petrificado y la del hombre espantado; comparación enérgica que los bárbaros tomaron a la letra, y de la que hicieron una fábula. El espanto causa una conmoción, un escalofrío mortal, un sacudimiento que corre bajo la piel; detiene la sangre en las venas, y hiere a los seres vivientes con estupor tal, que les arrebata hasta la facultad de moverse y de hablar: tales son, en efecto, las imágenes que expresan en mi lengua las palabras dedicadas al pánico y al horror. Mis labios temblorosos permanecieron largo tiempo mudos; la palabra había muerto en mí y expresé el silencio por un vocablo (itz?il), que significa el aniquilamiento de la palabra.

Cuéntase en una fábula que un príncipe fue convertido en bestia durante algún tiempo; que sus uñas crecieron como si fuesen garras; que se cubrió de largos pelos su piel; yo soy aquel Rey de la fábula. Hoy vuestros campos cultivados se cubren de doradas cosechas; y durante los hermosos días de las republicas euskaras, la Iberia fue el granero de Europa, y en las medallas era representada bajo el emblema de una hermosa mujer de voluminoso pecho que tiene en sus manos espigas de trigo. Mas reparad en la palabra alha que empleáis para designar el pasto, y en la palabra alhor, con la que designé los campos, y comprenderéis que el primer campo de mi herencia fue un terreno inculto, donde según el sentido de la fábula, paste la hierba como un buey.

También se os ha contado una alegoría que narra cómo en la cima de una enorme montaña una muchedumbre innumerable sufrió los efectos de encantamiento secular, adquiriendo la forma de rocas y de piedras. Un héroe joven, escogido por el destino, guiado por la rotación de una bola que corría delante de él, y por el canto divino de un pájaro luminoso, llegó a la cumbre de la montaña, encontró sobre la rama de un laurel más alto que los cedros, al fénix sosteniendo en su pico una mata de oro que cogió; y de pronto, deshecho el ensalmo, las generaciones metamorfoseadas recobraron sus formas primeras y proclamaron por Rey a su libertador. Asimismo se cuenta que después del diluvio, el primer hombre y la primera mujer arrojaban piedras, de las que nacían otros hombres y mujeres. Estas alegorías, que entre nosotros sirven para diversión de los niños, se refieren a los Patriarcas salidos de las cavernas y de las rocas, y a la fundación de las sociedades nuevas después del diluvio. Henchido de reconocimiento hacia el arca que fue nuestro asilo, admirado con la conversación de aquellas altas montañas escapadas al naufragio del viejo mundo, consagre la idea de su duración secular dando el mismo nombre mende, mendi, a los siglos y a las montañas.

No es, pues, sin razón, que mis descendientes me llamen antepasado de las montañas, arbasoa, padre descendido de los altos lugares, aitagoya. La pizarra plateada, la rojiza teja cubren vuestras casas blancas, inmensa bandada de palomas dormidas en los valles pirenaicos; pero el nombre de hegatcha que llevan nuestros techos, fue imaginado a causa de los salientes de la roca que largo tiempo me sirvió de abrigo. Las puertas de vuestras habitaciones están hechas con robles, las de los ricos y de los jefes, sembradas de clavos dorados, parecen con su pintura hechas de bronce, pero la hospitalaria puerta en que la mujer, joya de su marido, suspende guirnaldas de flores el día del solsticio, conserva aún el nombre de atea, significando el montón de piedras que yo reuní para esconder y cerrar la entrada de la caverna en que vivíamos como en un sepulcro tenebroso. Y durante la noche profunda que ocultaba el cielo, inundado con los torrentes de lluvia que caían como cascadas de las apretadas nubes, ningún sendero conducía a mi guarida, ninguna claridad guiaba mis pasos ni instruía mis ojos; buscaba a ciegas mi puerta, atea, y la encontraba por instinto; y llamaba atuna a ese instinto nacido de la costumbre, que dirige al hombre en la obscuridad y le hace encontrar bajo su mano los objetos que no ve.

II

Mi compañera no me abandonaba. Cuando los gritos de mi primer nacido alegraron los ecos de nuestra húmeda caverna, la madre no quiso permitirme salir a buscar comida; aquella mujer fuerte se encargó de proveer a nuestra subsistencia mientras yo permanecía en nuestro lecho de pieles, calentando con mi velludo pecho el lloroso fruto de nuestros amores. ¡Tal era el miedo que tenía que alguna fiera acudiese durante mi ausencia a la caverna, atraída por el lloro del niño, y no pudiese ella defenderle! Los hijos de mi raza, respetuosos a las vicisitudes de la carrera de su abuelo, han conservado costumbres conmemorativas, que los extranjeros juzgan extrañas porque desconocen su origen. Así, cuando una mujer pare, el esposo toma un instante su lugar, como si la aspiración de un aliento varonil debiese comunicar su fuerza al ser débil y pequeño dotado de impresionabilidad magnética.

Los hijos de mi sangre no han adoptado las ceremonias crueles y supersticiosas introducidas por los celtas en sus funerales. Yo he establecido la costumbre de transportar los muertos a la cumbre de las montañas; allá todos los Patriarcas tuvieron sus sepulturas; muy a menudo en las mismas grutas donde vivieron enlutados y dolorosos. Llamé a la tumba obia, el mejor lecho, el lecho del mejor descanso, en oposición al lecho del sueño en que tantas pesadillas agitan al hombre y donde encuentra menos alegrías que dolores. La noche consagrada al sueño, el reino de las tinieblas, fue llamado ílona, buen reposo de los seres; y la muerte natural iltza, gran sueño o noche grande. Hoy en inmensas praderas cada pueblo tiene su región de los muertos, elerria; la flor de los difuntos, Ililia, mezclada a la balsámica rosa, crece en cada monumento de la ciudad de las tumbas; pero el euskaro se acuerda siempre de que sus abuelos, desnudos, hambrientos, casi salvajes, vivieron y murieron en sus cavernas. En esta edad más próspera, cada jefe de familia se llama, jaon, señor en su casa, como Dios en el Universo; y castillos espaciosos, cómodos palacios, Jauregui, sirven de vivienda a los hijos de aquel que entraba rastreando en su caverna.

Los animales que me habían seguido en tropel al arca de las montañas, habían abandonado su naturaleza tímida o feroz. El estupor general que hirió a todos los seres con los ruidos formidables de los elementos conjurados en aquella lucha suprema, encadenaba el apetito de los más voraces y la maldad de los perversos. Las serpientes se deslizaban inofensivas entre mis pies; la gacela y el tigre huían juntos por el mismo camino bajo torrentes de lluvia, ahuyentados por cien truenos. No os extrañéis de que más de veinte palabras representen al rayo en la lengua de los Patriarcas. Es preciso haber sido testigo como yo para formarse una idea de aquél espectáculo. Es preciso haber visto los cuadrúpedos, los pájaros, todos los seres vivientes del viejo mundo y el hombre mismo abrigarse, amontonarse, apretarse en masas y como rebaños en algunos bosques, en los flancos y en las cimas de las montañas azotadas por el huracán. Es preciso haber oído, como yo, gruñir, silbar, aullar, rugir y quejarse a millones de voces a la vez; en el estruendo ensordecedor de todos aquellos gritos diversos expresando con las notas más estridentes y horribles el sufrimiento, el hambre y el terror, nada se perdía ni siquiera el zumbido de los insectos pasando en torbellinos por entre las nubes.

De ahí lo que era un bosque durante el diluvio; de la palabra oyu, que significa grito, yo le dí el nombre de oyan, a Fin de que se supiese que todos los ruidos de la creación animada, todos los gritos de la naturaleza viva, se encontraban reunidos en el horror sublime de un inmenso y triste concierto.

Sin embargo, el globo estaba entregado a la acción del fuego poderoso que duerme hoy en sus entrañas. Ese fuego entonces brotaba por mil volcanes que se abrían por todas partes. La tierra estaba enferma y calenturienta. Y es en virtud de esta poderosa analogía, que aun a propósito del hombre y de todas las encarnaciones vivas, definí a la fiebre como un fuego, una incandescencia, llamándola sugar, puesto que su designa el fuego, garla llama, y er erre la combustión.

El enfermo, es decir, aquel en quien el principio y la fuente de la vida están secos por un fuego interno y devorador, fue llamado ería, y la debilidad calenturienta y enfermiza del hombre erbaltazan. La muerte fue para mis ojos la consunción, la combustión final del ser. El incendio terrestre devoró a millones de seres, a innumerables pueblos, a continentes enteros. En memoria de este gran acontecimiento, y para consagrar las verdades de observacion concebidas por mi espíritu, llamé a la muerte violenta, erioa, es decir, incendiario.

Fiel a esta gran idea, definí la pena como un mal que mina quemando, errea, y la tristeza suxua, es decir, un fuego que seca los corazones. Las montañas, con la erupción de los volcanes, hacían oír estruendos formidables; decía yo que entonces comenzaban a arder (erre?hasten); desde entonces aplicamos la palabra erastea al ruido de todas las cosas que mugen.

Con una transposición silábica imaginé la palabra as?erretzia, que en su valor radical significa principiar a arder, y en el lenguaje usual entrar en cólera, en furor, por alusión al furor de las llamas cuyo progreso irresistible formó tan inmenso incendio. La calcinación producía un ruido particular como un trueno incesante mezclado a vientos furiosos y al clamoreo rabioso del mar; aquel rugido continuo, profundo, del Océano de fuego sacudiendo con cólera indecible sus devoradores torbellinos, lo expresé con la palabra erreotsa, que significa voz del fuego y se aplica a todo gran ruido.

Torbellinos de humo negro y sofocante, ke, salían de los flancos entreabiertos de la tierra, cuya rápida irrupción señalaba la furia del elemento destructor; de ese recuerdo viene la palabra kechu, aplicada a la cólera del hombre y a la de los elementos.

Después, cuando las llamas violentamente empujadas por los vientos, se esparcían a lo lejos, ante la imagen del fuego invasor imaginé la palabra erasotze, que expresa las ideas de ataque e inva~ sión, de donde también procede erauntsi, aplicada a una lluvia de fuego o de agua que cae con violencia. La tierra rodeada de llamas me parecía en estado de demencia, y creé la palabra ero, que se aplica a la demencia de los elementos, de los animales y del hombre.

En fin, cuando el esfuerzo del fuego hubo reducido a cenizas las montañas con sus rocas graníticas, los continentes con sus ciudades cayeron, y se hundieron en el lago del fuego los países y los reinos. He ahí por qué la palabra er?or?i, significando en su sentido radical lo que está quemado enteramente, expresa la idea de toda caída, el movimiento de toda cosa que se deja vencer por su peso. Tal fue el gran incendio, al que llamé suo1dia. Las tierras habitables, los jardines del hombre del porvenir, los territorios que habían de pertenecer a mis tribus, salieron de la hoguera como sale del horno del alfarero, después de ser cocido, un elegante vaso de barro; los llamé erríak o lo que ha sido quemado; de ahí el que las siete provincias de la federación bascocantábrica se llamen hoy Pirineos, Eskual Erriak. Del fuego, su y de la llama gar, digo que la tierra permaneció pura, garbi, como el oro purificado por

el crisol, y blanca, sur¡, como la lana de los corderos recién sacada del lavadero. Al fuego, cuya mordedura quema y mata como la de la serpiente, a la llama que mueve sus lenguas ardientes como dardos salidos de la boca de un dragón, al elemento ígneo, su, inalterable y sutil, consagré la serpiente, sugia, el más vivo y taimado de los animales; el dragón fue llamado sugulna. Así el gran lago de fuego que el huevo-mundo encierra en su cáscara terrosa, lleva naturalmente un nombre alegórico, que significa igualmente gran fuego, gran dragón, gran serpiente, y se cuenta en nuestras fábulas que la gran serpiente nació de un huevo, que es el huevo-mundo, el huevo terrestre. Y es llamado leen, primero, y eren último; es decir, aún devorador y destructor; es el negro surturde los celtas que debe un día incendiar los mundos; es el leeren, primer poder de la tierra, a quien la superstición de los aquitanios, nuestros vecinos, ha convertido en dios de guerra y destrucción.

Del radical gar, que significa llama, formé además la palabra garai y garaitze, que expresan la idea de la superioridad y de la victoria, y por último garratz, que califica a toda cosa invencible y terrible.

Después del triunfo del Dragón, el elemento líquido que humedecía el suelo de los viejos continentes fue absorbido por las lavas; los mares, el gran oceánico mismo, se secaron como una gota de agua arrojada en una ardiente hoguera, y la fuerza del calórico transformó aquella masa en vapores inmensos que se elevaron hacia el cielo a alturas inconmensurables, reflejándose en aquellas móviles cortinas los siniestros resplandores del incendio interior. Después, como el ejercito de las nubes se dirigía arrastrado por el ala de los vientos, semejante a un enjambre de pájaros tenebrosos, hacia los lugares preservados de las llamas o enfriados después de su purificación, los vapores condensados por la frescura de la atmósfera, se resolvieron en cataratas de lluvia. Además, el lecho Océano se levantó con las sacudidas de los volcanes, y sus aguas se derramaron por las tierras bajas: de este modo tuvo lugar el gran diluvio de aguas; al que los euskaldunas occidentales llamaron ualdia, y los euskaros del Indostán ualsara, en su dialecto.

Yo he visto, ¡oh hijos de mi vejez!, que no asistíais con vuestro padre a esa sentencia del Altísimo, a ese huracán renovador de las obras divinas. Yo he visto desde la cumbre del arca en que flotaba sobre las ruinas del destruido mundo, yo he visto durante largo tiempo a la tierra habitable, cubierta de agua y de limo, parecerse a dormido lago; y la llamé lurra (lo?ur), para recordar su imagen. Cuando pasó el tiempo, las aguas se retiraron; los mares y el Océano encontraron su nuevo lecho preparado. A la sombría tempestad del diluvio consagré un pájaro negro, el cuervo, que se nutre de cadáveres, emblema de muerte y destrucción. Al reino oceánico, al agua, que tiene la facultad de elevarse en forma de vapores al azul firmamento, consagré un pájaro de su color, que es la paloma torcaz. Y la paloma, urso, recibió el mismo nombre que el agua, ur, en todos los dialectos de nuestra lengua, puesto que los euskaros ¡tan¡tas la llaman también bareska. Pero cuando el cielo azul reapareció, cuando el cristal azul de las aguas reflejó el azul olímpico del cielo, y brotó la oliva, símbolo de paz de la Naturaleza, el agua encontró su camino, el arco iris brilló en el horizonte, y el sol, sacudiendo sus húmedos rayos, se acostó en el seno de los mares: yo entonces llamé ostadarra, rama o cuerno florido al iris, magnífico ramo de luz en que la vista admira todos los tintes de la rica pintura con que el sol matiza la hierba, las flores y los frutos. Entonces conocí que había llegado el tiempo destinado a la gloria de mi raza.

El euskalduna, bajando de las montañas donde estuvo escondido durante el diluvio, tomó su asiento en la tierra bañada por el sol, y colocó su morada en un territorio templado y apacible. Así en nuestra lengua las ideas de residencia, de morada, de habitación, se expresan con las palabras egon, egongia, que significa un lugar donde hace buen sol.

Aquellas risueñas moradas, en cuyo seno las tribus de mi raza se detuvieron, eran floridas como jardines. De ahí que para designar los jardines cultivados que rodean sus casas de los Pirineos, mis hijos no hayan recibido de mi más que la palabra baratze, que por definición significa un lugar de detención, un lugar agradable en el que se descansa. Y la misma definición conviene en todas las lenguas orientales a la palabra paraíso, que designa un jardín. El gym1e o paraíso de los escandinavos no es otra cosa que el Mediodía. La Bética española, en donde los euskaldunas recibieron de los griegos un nombre histórico, ha sido un paraíso terrestre, el mas hermoso, el más fértil y el mas delicioso jardín de los iberos.

III

La necesidad del agua y el inconveniente de tenerla que ir a buscar a lo lejos, sea para los usos domésticos, sea para el riego de los campos, nos hizo escoger la proximidad de los ríos para construir nuestras casas, que más tarde constituyeron ciudades florecientes. Y como los manantiales de las aguas se encuentran frecuentemente en las montañas, entre rocas, arri, muchas de nuestras ciudades primitivas llevan ese radical en sus nombres; la palabra ole, que indica las fraguas y también las cabañas, se encuentra muy a menudo, del mismo modo que el vocablo zubí, puente; pero el agua, ur, y la fuente ítur, son los elementos mas comunes de los nombres primitivos, en los que las rocas, las fuentes, las aguas, los puentes, las alquerías reciben calificaciones locales. Así, a lo largo de los ríos indostánicos se elevaban Abur, Ikur, Magur, Kalur, Akur, Korinduir, Mantílur, Apotur, Mapur, Balcokur, Korr?cliur, Ipokur, Paliur, Podoperur, Gorriur, Mastanur, Tenur, Silur, Iatur, Pur, Poleur, Modur, Ithagur, Nagiur.

El África, donde los ríos son más escasos, no ofrece tan gran número: Urbara, Butura, Buturiza, Zubíur.

Los ríos de la Península Ibérica presentan muchos: Urbiaka, Urbion, Urcia, Uria, Urion, Urgia, Urzo, Urcesa, Ilurbola, Iri?Ilurgi, Ituriaco, Anastorgiz, Ipazturgiz.

Con los radicales su gar, eiar, erre, que significan fuego, llama, sequedad, combustión, calificamos a las ciudades africanas Sugarra, Suara, Eyarzeta, y los montes llamados Errebide, o sea caminos abrasados, que las tribus jamas franquearon hacia el Mediodía para entrar en el gran desierto.

Con los radicales zubi, puente, ur, agua, e ir¡, ciudad, nuestros pueblos de África y del Indostán tuvieron tres ciudades, llamadas Zubiri, y otras tres llamadas Zubura, Zubia y Zubiur. Otras ciudades africanas indostánicas recibieron el nombre de la roca, arri, calificado por diversos epítetos indicando circunstancias locales; cavidades, chile-, una posición elevada, gain; la extensión, zabal; una posición dominada por la montaña, pe; la pobreza, char, como: Arramaya, Arzabal, Arbalte, Arbaka, Arrochotu, Archile, Ampara, Arragara, Arretachara.

El África tuvo tres ciudades pastorales, Olapia, ciudad dominada por las cabañas; Otsola, ciudad de las chozas frías; Olabasa, ciudad de las chozas desiertas. Pero entre todas estas ciudades famosas, la más ilustre fue la ciudad consagrada al sol: Argia, Argion y Argiri, cuyo nombre llevaron nuestras tribus cuando fundaron colonias entre los Indopandones, en España y en el corazón de la Italia. ¿ Qué se han hecho todas esas ciudades antiguas y los pueblos afortunados que las rodeaban, semejantes a un coro de vírgenes cogidas por las manos, que bailan en alegre círculo alrededor de una madre adorada? Han sido arrancadas de la herencia de mi pueblo en esa Península, en las Galias, en Italia, en África, en Asia y en todas partes.

¡Nos burlábamos de los hijos de la Escarcha, nos reíamos de los hijos de aquel que fue llamado feo y tenebroso, Chus, es decir, quemado, sin reflexionar, en nuestra pacífica tranquilidad, que los bárbaros de blonda cabellera blandían hachas terribles, y que el negro, no menos bárbaro, lanzaba flechas envenenadas, humedecidas en el veneno de los áspides!

Hoy los infieles ocupan las murallas que nuestras manos edificaron; bañan sus caballos de guerra en los ríos cuya agua murmurante servía para las abluciones de los hijos de mis tribus. Y he dicho con la amargura y con la resignación de mi alma: el tiempo huye, el torrente viaja, el agua del río sigue su camino, las montañas sólo están inmóviles, pero las cimas se ven heridas por el rayo, como cada siglo de la Historia por los decretos eternos...

El euskaro, como el celta y el negro, había sido colocado desnudo sobre la tierra. El epíteto gorri (rojo) que siempre unimos a la idea de la desnudez completa, recuerda que la piel de mis primeros hijos era más roja y cobriza que la de sus descendientes, hoy que la influencia de los climas más templados o fríos va borrando insensiblemente el color.

Los primeros vestidos recibieron el nombre de pilda, que significa reunión. Las hojas de los árboles, las pieles de fieras, componían aquella extraña y salvaje vestimenta. Las enredaderas tejidas nos servían de calzado como lo indica la palabra abarka, que aún se conserva: esto en cuanto a los jefes, porque los hijos todos de mis tribus corrían descalzos por los peñascos cubiertos de nieve, costumbre que aún hoy practican muchos de mis hermosos hijos de las montañas, y con este desprecio de los rigores del invierno adquirían sus organismos más fibra y resistencia que los de los celebrados lacedemonios. Para romper las pieles, antes de coserlas con gruesas espinas (orre-atz), usábamos nuestros dientes; eran las primeras tijeras que nos dio la Naturaleza; y a su imagen fueron formadas las tijeras de acero, y el nombre de la boca con sus dientes desgarradores (ayosturra) fue asimismo el nombre de las tijeras, en recuerdo de su invención y de las edades en que trabajábamos para establecer las artes útiles. Entonces aun tomábamos el agua con el hueco de la mano para aplacar la sed, y la parte interior de la mano recibió el nombre de ao?ur, para significar que llevó el agua hasta nuestros labios.

Antes de la cultura de los cereales, la encina, el roble verde y el nogal nos proporcionaron su fruto, de donde sacábamos aceite y una harina a propósito para hacer pan. Hoy las mujeres cántabras amasan la harina de la bellota con leche, y mezclando manteca de vacas y miel, hacen tortas tan agradables al gusto, que las formadas con trigo sólo, no les son superiores. Es así que el roble, aritza, recibió entre todos los árboles un nombre que significa árbol de vida, árbol nutritivo, y desde el origen hicimos de él un símbolo de la vida, de la gloria y de la independencia de nuestra raza. Y así como en otros tiempos nos proporcionaba el alimento, del mismo modo cubre hoy con sus poderosas ramas la reunión de los ancianos del pueblo, de los prudentes viejos (bilzaarra): asambleas augustas en las que la equidad pronuncia sus oráculos, en las que el puro amor de la patria dicta las resoluciones que rigen los destinos de las tribus. Así se explica, con nuestra historia, aquella fábula de un pueblo nacido en bosques de robles que dictaban oráculos.

Los cerdos, atraídos por la abundancia de la bellota, se habían multiplicado en esta Península. La Turdetania estaba llena de ellos, cuando nosotros llegamos, y a ellos debe esa provincia el nombre que le dimos.

Los encontrábamos acostados en rebaños entre las charcas de los bosques. Aquel animal, tan útil y despreciado, recibió el nombre de urde, para indicar que le gusta sumergirse en el fango, en la orilla de los lagos y de los estanques.

Con la onomatopeya be, hice el nombre de la baca (beya) y el de toda especie de ganado (abere). Los rebaños contenían la riqueza de los iberos, y en el idioma patriarcal la palabra rico (aberatsu), significa poseedor de rebaños.

Vosotros veis en un día sereno al astro rey del firmamento proseguir su gigantesca marcha de Oriente a Occidente, y durante las noches silenciosas, y en la misma dirección, caminar al ejército celeste, a las brillantes estrellas desparramadas en los campos de azul, como innumerables rebaños cubiertos de deslumbradora lana; pues más numerosos aun, nuestros rebaños en la edad pacífica, acampaban alrededor de mi tienda y recorrían alternativamente, de Norte a Sur y de Sur a Norte, las llanuras ibéricas.

La agricultura alcanzó rápido vuelo entre las tribus que no se limitaron a la vida pastoral, cuando el labrador hubo encontrado entre los animales domésticos su ayuda natural.

Mi lengua atestigua que desde el principio mis tribus rechazaron la pereza de otros pueblos ictiófagos, nómadas o cazadores, a quienes ese género de vida mantiene en estado salvaje en las islas y más allá del Océano occidental. Una fábula cuenta que el jefe de mi pueblo hundió en el seno de la tierra un puñal de mango de oro, símbolo de la agricultura. En efecto, nuestras Repúblicas agrícolas, semejantes al roble consagrado, echaron profundas raíces en el nutritivo suelo.

Todos los períodos del día, todas las comidas señalaron con sus nombres significativos las alternativas del trabajo de los campos. ¿Qué es la mañana, goiza?: es el despertar del hombre y de la creación, el momento en que el señor de la casa echeko?jauna, el jefe, buruzagia, el puruza de nuestros hermanos los indios, es decir, la cabeza, el director de los trabajos, dejaba el lecho y llamaba a sus hijos y servidores.

Durante la época salvaje, que fue de corta duración para los aborígenes de mi pueblo después del Diluvio, íbamos de madrugada, goíz, al pasto, ala, bajo los arboles, en los campos, alor. la palabra gosalatzea expresa la comida de la mañana. Pero después de la fundación de la sociedad culta, el desayuno fue llamado askaria, o comida del principio de los trabajos, y la comida baraskaría, porque suspendía los trabajos.

Después de este reposo tan necesario en los momentos en que el calor del día adquiere su mayor intensidad, cuando el labrador uncía sus bueyes al arado, aquel resto de la tarde fue llamado arraas?al?dia, es decir, época del trabajo recomenzado. Al crepúsculo de la tarde los ganados eran conducidos a sus apriscos, y esa hora coincidía con la aparición del planeta brillante que dió el nombre de Hisperia a la España de los íberos. El Vesper fue llamado por nosotros Artizarra, estrella de la oveja, o más bien del pastor.

No sabíamos aún extraer el hierro de las entrañas de la tierra. De todos los metales solo el oro nos era conocido, y se convirtió en símbolo de aquella edad feliz. El ardor del grande incendio había cubierto con el la tierra; los ríos de Iberia lo arrastraban en forma de brillantes pepitas entre sus arenas. Con el fuego trabajábamos aquel metal tan dúctil, el mas bello de todos; servíanos para los usos más viles, y la tradición conservada entre los celtas, de que los íberos tenían de oro las rejas del arado, es cierta al pie de la letra. ¡Ay! la avaricia insensata de los extranjeros nos envidió el lodo brillante que hollábamos con los pies, y para arrebatárnoslo, hicieron pavesas nuestras ciudades y asesinaron a nuestras tribus.

La prudencia de nuestros ancianos había previsto aquella catástrofe; pero era ya tarde cuando prohibieron el uso del oro. Todo era arrojado al mar o a los precipicios de nuestras montañas.

Durante veinte siglos los íberos no han guardado de él ni por valor de un grano de arena; las monedas y las medallas salidas de nuestras fundiciones son todas de plata. En cuanto al oro, recibió en la lengua sagrada el nombre de urre, por el agua, ur, en la que se recogía. jamás fuimos a buscarlo al fondo de las minas; la prudencia y la humanidad de nuestros viejos no permitían que hombres nacidos para respirar el aire puro y bañarse en luz del sol, tuviesen la locura de encerrarse vivos en las entrañas negras y húmedas de la tierra para arrancar, a precio de sudores mortales, el funesto metal, primera causa de las invasiones extranjeras y de nuestras mayores desdichas.

El agua fue llamada ur con palabra imitativa que pinta en el oído el murmullo sordo y continuo de las ondas, cuya fluctuación inacabable es la imagen del tiempo móvil que mide la duración de los seres y que los seres llevan con ellos.

El Nilo, cuyas orillas habitaban mis tribus antes de ser expulsadas por la raza de color de hollín, de aplastadas narices y lanígeros cabellos, nos servía con sus inundaciones periódicas para contar los años agrícolas. Así el nombre del año en nuestra lengua urte, significa inundación.

La estrella brillante, cuya aparición precedía a las salidas de madre del río egipcio, aquella misma a que los negros después de nosotros llamaron el Gran Perro, era el emblema poético del perro, que con la mirada centelleante ladra a la aproximación del peligro.

No es, pues, por casualidad, por lo que ha sido llamado el perro del pastor entre nosotros zakur, y entre las tribus indostánicas kukur, de una palabra que significa mensajero de las aguas.

IV

Cuando principiamos a contar los años por las inundaciones del Nilo, inventamos el reloj de agua o clépsidro; y del nombre del agua fue llamado neurri, que expresa toda especie de medida. La palabra cadenciosa, el verso poético, el metro del bardo improvisador, se llamó también Itz-neurtu.

El agua del clépsidro, cayendo gota a gota de una división a otra, marcaba con su derrame total una hora determinada. Toda el agua del clépsidro significaba la hora en general, orena. La hora exacta o el intervalo de tiempo transcurrido se llamó, naturalmente, danuria, es decir, agua que queda, puesto que el intervalo actual no podía determinarse más que por la medida o altura del agua en un momento dado.

Antes de expresar mejor las ideas del espacio geométrico y de las distancias, indíquelas con la idea del tiempo necesario para tecorrerlas, y relacioné esa idea con el clépsidro, tomando de este ingenioso instrumento los términos que expresan lo próximo y lo lejano: urbil, cerca, se define por la proximidad de la hora, cuando el agua, ur, estaba reunida, bíl, en el recipiente del reloj; la definición contraria se aplica a urrun, que significa lejos. La pequeña cantidad, apurra, el fin y la terminación de las cosas, urentzia, son ideas que exprese siempre con alusiones sacadas del clépsidro.

¡Con cuántas expresiones felices enriqueció el reloj de agua a nuestra lengua, tan natural y sabiamente figurada!

La gota, cayendo por segundos, rizaba la superficie límpida del recipiente formando círculos; así el círculo se llamó kurkur, y un circuito, una vuelta, ingur.

Estos círculos del agua, ur, repetidos frecuentemente, usu, y multiplicándose como arrugas, formaron la palabra ulzur, que significa toda especie de pliegues, y particularmente las arrugas de la frente humana.

El agua rizada de este modo, rompía los rayos solares, perdía su transparencia y se enturbiaba con móviles sombras; de belz, negro y de urí forme la palabra belsuri, que expresa con poesía la contracción de las cejas y las arrugas amenazadoras de la frente irritada del hombre y del león.

Después de haber llenado el clépsidro, o después de la cesacion de las gotas, el agua límpida presentaba una superficie lisa en que me miraba, y de aquí imagine la palabra idauria, ichura, que expresa la imagen, la fisonomía, el parecido.

En el agua agitada del clepsidro ví una imagen de los pensamientos tumultuosos causados por la turbación y la emoción del alma, y creé una hermosa expresión, uriduritu, que significa conmovido, turbado, y en su definición semejante al agua agitada.

Los desvelos y los trabajos de los padres son como el rocío; hacen germinar frutos inmortales que los hijos reciben en herencia, y nada iguala a la alegría del hombre primitivo que en medio de una naturaleza enemiga, enriquece con descubrimientos ingeniosos el tesoro de las artes. ¿Por qué no lo he de confesar? El primer clepsidro que coloqué en mi morada, cerca de mi cama para señalar las horas de la noche, ahuyentó el sueño de mis ojos; escuché la gota sonora caer con ruido armonioso; después, cuando mis párpados se cerraron un momento, se transformó el ruido que hería mis oídos en las percepciones vagas e indistintas de aquel semisueño; una visión profética surgió de mi turbado espíritu: dos fantasmas, dos espectros, el negro y el hombre blanco se acercaban a mi lecho con pasos cortados, tendiendo hacia mí sus manos terribles. Entonces quise gritar y me desperte sobresaltado.

Mi compañera dormía tranquilamente a mi lado, mis hijos dormían también en sus cunas; una pequeña lámpara irradiaba su luz tenue sobre las paredes iluminando aquella tranquila escena, y la gota de agua caía aún, caía siempre, como los siglos caen gota a gota en el clépsidro infinito, en el Océano sin orillas de la Eternidad. Y entonces, con la idea de aquella gota de agua cayendo con medida como un paso de hombre, llamé al paso del hombre urats, que significa ruido de agua. Y andando por la orilla de los ríos, cuyas olas se elevaban, caían cadenciosamente y como a compás de mis pasos, reconocí que la analogía de que me había valido era doblemente exacta. Y canté por la primera vez como un bardo: "El tiempo huye, el torrente viaja, el agua del río prosigue su camino hacia el profundo Océano, receptáculo terrestre de uno de los clépsidros de Dios."

La imagen del río detenido en su marcha, uka-ur, me proporcionó la palabra ukuru, que expresa la inmovilidad. Hijos de mi sangre y de mi pensamiento, escuchad una profecía que mi experiencia del pasado lega al porvenir. Cuando el río detenga su paso cadencioso, cuando los torrentes dejen de correr, y en los valles los manantiales disminuidos exhalen los primeros vapores ocasionados por la fiebre del fuego interno que trastornará al globo, todo esto será una señal y una prueba de que la última gota del clepsidro genésico habrá marcado el fin de los tiempos. Entonces corred a la cima de las montañas, fabricaos un arca; el Dragón desencadenado rugirá en el pozo del abismo, y el juicio del Altísimo no estará lejos."

A estas últimas palabras, la voz del bardo, acompañada de un gesto teatral y pintoresco, adquirió sonoridad extraordinaria; la asamblea se sobrecogió, y muchos viejos sentados bajo el roble se levantaron a medias, dando gritos de sorpresa y admiración.

La evocación de la última hora del mundo, representaba los cuadros más capaces de inspirar ese terror trágico que es el triunfo del arte, y Lara, el cantor de Cantabria, no lo ignoraba.

Todas las miradas interrogaban el horizonte, como con el temor de apercibir algún signo espantoso; pero la calma más majestuosa reinaba en las montañas; la luna, semejante a la lámpara nocturna de Aitor en la hora silenciosa de las visiones, brillaba en un cielo sin nubes, en medio de un ligero vapor blanquecino, que velaba su disco sin obscurecerle. Se oía distintamente el rumor de las hojas movidas por la brisa de la noche, y el murmullo sonoro de las cascadas y de los torrentes lejanos; prueba de que el clépsidro terrestre tenía muchos siglos aún que dejar caer en su receptáculo Oceánico.

"Ya el labrador había encontrado en los animales domésticos sus auxiliares naturales, y la agricultura tomó, entre las tribus que no se limitaron al pastoreo, un desarrollo considerable. Fue necesario regular el orden de los trabajos bajo el tipo del de las estaciones: por consiguiente, fue preciso estudiar con atención suma el curso de los astros, para cuyo resultado era necesario el señalamiento de los números y la previa invención de las reglas de la numeración.

Un hilo, ari, nos sirvió en un principio para medir la dimensión de los cuerpos, de donde se formó la palabra iz?ari, que significa toda medida geométrica.

Las hendiduras hechas en ramas de árbol fueron los primeros guarismos de nuestros cálculos; como aún no se había inventado el cuchillo, los dientes servían para ese objeto: así es que la hendidura hecha con un instrumento cortante, conserva todavía el nombre de ozka, que procede de orzka y significa dentellada. Contábamos con los dedos, y las primeras cifras representativas de los números no fueron otra cosa más que el dibujo geroglífico de los dedos y de las manos: I.II.III.

Para escribir el número cuatro con los menos signos posibles, nos servimos de la cifra IV, es decir, la mano menos un dedo, o cinco dedos menos uno, porque la cifra cinco no es sino el dibujo o rasgo jeroglífico del contorno de una mano abierta, V.

Las unidades o dedos colocados a derecha o izquierda del cinco y del diez, según que era necesario aumentar o disminuir su valor, completaron el sistema de nuestras cifras escritas.

Los diez dedos de las manos nos dieron un sistema de numeración por adiciones decimales, sistema natural, preferible a todos los demás.

El número diez fue llamado por consecuencia amar, es decir, macho y hembra, como creador de la generación de los números, de donde los bárbaros le dieron el nombre de casa ¡en . Y los egipcios han estado tanto mejor fundados Para apellidar el número diez casamiento, cuanto que en la lengua sagrada la palabra esk-?ontze se traduce por la unión de las manos.

Así la cifra diez, X, no es otra cosa entre nosotros que el dibujo geroglifico de dos manos en sentido opuesto unidas por el mismo puño.

Han sido los íberos quienes han creado en Occidente la ciencia del cálculo.

Mis nietos, aguerridos en sus luchas contra los bárbaros, desde su establecimiento en los Pirineos, han combatido a la dominadora de los pueblos, y nuestros bardos instruidos reconocieron en los monumentos y templos idólatras, las cifras primitivas que los bandidos de Rómulo llaman romanas, aunque pertenecen a la escritura de los antiguos íberos.

Una vez conocidas las reglas del cálculo, descubrimos fácilmente las leyes que presiden a los fenómenos celestes.

La presencia y ausencia del sol en el horizonte señalaban naturalmente las divisiones del día y de la noche, respecto al orden del trabajo y de los usos civiles.

Del nombre del sol eguzki, eki, por el que el hombre ve, el día fue llamado eguna, es decir, período lleno de la bienhechora claridad.

La idea de la privación de la luz, gabia, sirvió para calificar a la noche.

El reinado de las tinieblas o de la obscuridad fue llamado ¡lona, es decir, dulce muerte, o buen reposo, sueño bueno de los seres.

El crepúsculo de la mañana y de la tarde, el alba, la aurora, la sal ¡da y la puesta del sol, recibieron nombres interesantes por su precisión y poesía.

La marcha del sol que abraza un círculo de estaciones más extenso, pareció a propósito para representar los principales períodos del año civil; la luna, cuyas revoluciones son de más corta duración, divididas en fases regulares, nos pareció una antorcha teguladora de las semanas y de los meses.

En este sentido fue llamada argízaria, luz media, luz que sirve para medir el tiempo; y de la concordancia de los ciclos lunares con los años solares, debió resultar la perfección del calendario civil y de nuestra cronología.

Los obeliscos, pil-ar, o lo que es lo mismo, reunión de piedras, levantadas en forma de columnas en las plazas públicas, y aun en los desiertos, sirvieron de gnomonos horarios a los Patriarcas; las líneas marcadas y la proyección de las sombras nos hacían reconocer las horas, según las estaciones.

La observación atenta nos hizo descubrir que la claridad de la luna en un disco poco radiante, carecía totalmente de calor. De esto dedujimos que esa claridad no tenía foco propio y vivificante en el astro de que emanaba; y para caracterizar su naturaleza inmóvil, durmiente y helada, fue llamada illa, con palabra que expresa a la vez en nuestro lenguaje la inmovilidad, el estremecimiento y la muerte.

Esta primera observación sobre la naturaleza de la luz lunar reflejada sobre la tierra, donde parece dormir sin calentarla, hizo pensar que visto el alejamiento de ese gran fulgor, era imposible atribuirlo a un efecto de fosforescencia.

Desde entonces el alejamiento de las estrellas y la debilidad de los resplandores siderales, no permitieron ya la duda de que la luna no reflejase la luz del sol, cuyos rayos, a pesar de la inmovilidad aparente de su globo inflamado, lanzados con una fuerza y una rapidez que maravillan el pensamiento por las llanuras del aire, atestiguan un torbellino inmenso.

Los bardos, cuyo lenguaje buscaba las imágenes poéticas, del mismo modo que el de los sabios la claridad, llamaron a la luna illaryia, es decir, luz durmiente o muerta, o luz que se apaga y brilla en las tinieblas de la noche.

A los íberos deben los europeos su semana de siete días, instituida por mí, según el aspecto de la luna durante su revolución sinódica, que puede dividirse en dos quincenas, amabost, y en cuatro semanas o fases de siete días cada una, a cuya totalidad designo con el nombre de illabete. Contábamos por noches, y el nombre de la semana, aste, significa un principio de fase o de período lunar. Comenzábamos la cuenta de los días y de las semanas con la nueva luna.

El lunes fue llamado arte?leena o primer día de la fase de obscuridad; el martes aste?artia, o sea el intermedio de ese período; el miércoles aste?azkena, o sea último del principio o semana.

Los días complementarios recibieron nombres significativos, que aluden al período de lunación.

Con las palabras se¡, seis, illa, luna, y aste, semana, se formó el vocablo seillastia, que designa de lunes a sábado la seísena consagrada al trabajo de los campos.

Los días de la seisena fueron llamados astegunak, días de semana o trabajo.

El séptimo día recibió el nombre de igandia, de igan, subir, elevarse, franquear; para decir que en ese día alcanzaba la luna un grado de iluminación, o franqueaba uno de los cuatro períodos del mes sinódico.

Este día fue consagrado al reposo y celebrado con fiestas, y la denominación que recibió era justa, sobre todo con la luna llena que dio la idea.

En las brillantes noches que seguían, yo instituí las fiestas de la luna llena, que fueron llamadas jai?arin, es decir, noches alegres, enloquecedoras, durante las que mis hijos de la montaña se dirigen al altísimo, goyena, al buen Señor del Universo, a Dios, Jaun?goi koa, con sus himnos de alegría, bailando hasta rayar el alba, con gracia y ligereza, al son de armoniosas flautas y de sonoros tambores.

Las fases solares nos sirvieron para determinar la verdadera extensión de los años.

El brillo del sol era permanente, diferenciándose bajo todos los puntos de vista de la claridad lunar; pero, del mismo modo que la luna, el sol relativamente a la tierra tenía sus períodos de exaltación y debilidad, señalando dos grandes divisiones del año, como la luna llena y la nueva luna marcaban dos grandes divisiones del mes.


V

Visto que durante el estío por el mes de junio la tierra está en su mayor alejamiento y el sol en su más grande elevación o afelio, el mes de junio recibió en euskera el nombre de Ekain, Ekigain, es decir, exaltación solar; y para consagrar mejor ese hecho astronómico, la palabra Ekaín está únicamente empleada para designar el mes de junio en casi todos los dialectos de la lengua de mi pueblo, mientras que todos los demás meses, designados por circunstancias relativas al trabajo de los campos reciben, según las tribus, nombres tomados de la luna. Y como durante el afelio solar, el polo norte de la tierra se inclina hacia el sol, el astro del día aparece más pronto a nuestros ojos y se oculta de ellos más tarde, estando compuesto por el mismo el Ekain de los días más largos y calurosos del año.

El solsticio de invierno en el mes de Diciembre, fue para los íberos la fiesta del nuevo sol, Eguberria, correspondiente a la nueva luna, Ilberria, del mismo modo que el Ekain correspondía a la exaltación de la luna llena. Y este solsticio se llamaba también Egubera o abajamiento solar, a causa de la aproximación de la tierra en su perihelio de invierno. Y como durante esta época la tierra tiene su polo meridional inclinado hacia el sol, el astro del día se muestra más tarde a nosotros y desaparece más pronto del horizonte. Fue, pues, entre el solsticio de invierno, Eguberría, y el solsticio de verano Ekania, la época en que los adivinos señalaron la mayor desigualdad de los días y de las noches.

Estudiando sus fases de aumento y disminución, se reconoció que los polos de la tierra se levantaban de sus inclinaciones alternativas hacia el sol, y que esta posición producía la igualdad de los días y de las noches en los equinoccios de la primavera y del otoño.

Gracias a estas cuatro épocas de los equinoccios y de los solsticios que se entrecortan de un modo regular, el año fue dividido en 
cuatro estaciones de tres meses cada una; la primavera, Bedaste, principio del verdor de los campos; el estío, Uda, época de la sequía; el otoño, Larrasten, época de las últimas cosechas, de los últimos laboreos; el invierno, Neyia, época de la muerte y del sueño, en la que el calor de la Naturaleza se metamorfosea en hielo, en que la savia se agota. Pero el año conservó siempre en esta Península el nombre de Urte, inundación, que los primeros padres le hablan dado, aludiendo a las inundaciones del Nilo; y entre nosotros el mes Januario de los Etruscos, se llama aún Urtarilla, es decir, luna que toma o comienza el año, o sea la salida de madre del río.

Un hecho notable que prueba que desde el origen los adivinos habían establecido en nuestro calendario la concordancia de los meses lunares y de los años solares es, que fuera del sexto o duodécimo mes, cuyos nombres están tomados del sol, todos los demás reciben su calificación de la luna, Illa, con la designación de los trabajos agrícolas o de otra circunstancia tomada de la vida de los campos.

Febrero, 0tsa?illa, Zezeilla, es el mes del frío o del lobo, y del toro, según las tribus y los dialectos.

Marzo, Epailla, la luna de las siegas o de las cortas.

Abril, Yorrailla, Opailla, luna del escardeo y de las primicias.

Mayo, Orilla, de las hojas.

Junio, Garagarilla, Ekania, Errearo, estación inflamada, hirviente, la de la exaltación solar.

Julio, Uztarilla, luna de las cosechas.

Agosto, Agorilla, luna de las sequías

Octubre, Urzieta, Urrilla, luna de las lluvias, y Bildilla. luna de las vendimias y de las últimas cosechas.

Noviembre, Azilia, luna de las siembras.

Diciembre, Lotzailla, luna del sueño, durante la que la Naturaleza duerme cubierta por las nieves y el labrador descansa.

Como veis, esta nomenclatura es exacta y significativa, y en su conjunto caracteriza admirablemente el clima de la Península Ibérica y la agricultura de nuestros mayores.

El desarrollo del trabajo social hizo nacer nuevos intereses, necesidades e ideas desconocidas a la ruda sencillez de los primeros siglos.

Las primeras creaciones abrazaban lo estrictamente necesario; las cosas útiles vinieron después y ensancharon el círculo de nuestras invenciones, mientras llegaba el tiempo de que el genio de mi pueblo se preocupase de la investigación de la verdad, de los esplendores inefables de la pura luz y de la belleza de las artes, hijos de la riqueza y del ocio, que terminan triunfalmente la obra de la Humanidad bajo el sol.

La institución de la vida agrícola y pastoral se vio acompañada de las artes serviles; las primeras ciencias introducidas en nuestra sociedad, como son la medicina y la astronomía, no rebasaban la línea de las cosas útiles y necesarias.

Fue preciso relevar de los trabajos manuales a los hombres eminentes, que consagraban sus noches a estudios de un orden superior; las funciones que les señalamos en nuestras Repúblicas, se han convertido entre los bárbaros infieles en fuente de supersticiones ridículas, degradantes, u objeto de especulaciones inmorales y en odioso charlatanismo.

El Egipto, la Caldea y la India tuvieron, después de nosotros, sus adivinos, cuyo oficio es el de domesticar serpientes, engordar cocodrilos, adorar ídolos vetustos de dorada corteza, mientras que ellos mismos se nutren con la astucia y los sudores del pueblo imbécil a quien sujetan con el terror de los fetiches.

Pero los adivinos de la Iberia son justamente llamados igerle, es decir, escrutadores, porque han lanzado una mirada curiosa y penetrante a los más profundos arcanos de la Naturaleza, y también se les llama azti, en el sentido de indicar.

En todas partes donde el sacerdote impostor de los bárbaros no muestra más que hechizos imaginarios, preparados prestigios en el cielo, donde el astrólogo charlatán pretende leer el destino, los adivinos de mi pueblo no quieren apercibir mas que la armonía silenciosa de los astros, y los números escritos por la divina mano con caracteres de fuego: no predicen más que la verdad en la sucesión de los tiempos, y el orden de las estaciones.

Se ve en las orillas del Indus y del Ganges, como el carro del brahamin insolente y cruel, cargado con monstruosos ídolos, aplasta con su rueda cortante al pueblo bestial, prosternado en el polvo del camino y en las avenidas de la pagoda, centro infecto de prostitución.

Digno émulo de los druidas galos, el mago usurpador hace pesar sobre el Irán el centro de una teocracia despótica; y entre las tribus de mi pueblo, el íbero se inclina con respeto filial delante de sus magistrados llamados padres de la patria, honorables, agureak.

Todos nuestros ancianos reciben el mismo título.

El hombre libre recibe en la edad la corona de blancos cabellos del sacerdocio natural, y ejerce su autoridad y censura sobre las costumbres. El freno de su disciplina es poderoso en sus Repúblicas. Tiene jefes y guía políticos, geíen, pero este nombre de jefe significa. el más anciano. No reciben leyes más que de la virtud y de la experiencia; los castigos son impuestos por manos paternales, y nuestra lengua atestiguará ante el porvenir que el pueblo elegido por Aitor ignoró en el Occidente de Europa hasta el nombre de los crímenes y vicios embrutecedores con que los bárbaros se mancharon. Otra gloria particular de mi pueblo, es que en la edad de la decadencia y corrupción, sólo entre los pueblos de la tierra ha conservado la fe natural y el culto de Dios, sin sombra de idolatría.

VI

El íbero no ha construido para el Señor de arriba templos, siempre mezquinos comparados al gran Ser que llena con su fuerza la inmensidad del eterno.

Dejemos, pues, al bárbaro sus antros, sus cavernas, sus altares sangrientos, sus sacerdotes, funámbulos y brujos. Que para nosotros el brujo sea siempre el paciente herborista que analiza las plantas y compone con sus jugos brebajes saludables, belarguilla. Dejemos a los celtas supersticiosos sus sacerdotes del roble, sus druidas tan diferentes de nuestros sabios ancianos que se sientan sobre bancos de césped bajo el árbol de la libertad: donde, condenando con anatemas y maldiciones la carnicería de los sacrificios y la efusión horrible de sangre humana con el cuchillo sagrado, el hombre libre de mi raza no se sacrifica jamás más que por la patria; donde la voz del cielo no reclamó jamás otra sangre sino la de los jóvenes guerreros, que combaten noblemente, no para conquistar tierras ni esclavizar hombres, o enriquecerse con el botín robado, sino para defender los floridos altares levantados a la independencia y a la libertad primitivas, en el santuario de las montañas.

Los seres animados experimentan sensaciones de bienestar y de dolor. Tienen una voz, quejumbrosa, mintzo, para el sufrimiento, min; una sonora y armoniosa, hotz, para el júbilo y la alegría, boztario; tienen un grito en los peligros, otro grito en el amor y el placer. Sólo el hombre tiene una palabra inteligente, hel, tiene un lenguaje razonado, conversa con sus semejantes, elhesta.

He dado un nombre a cada cosa. Pues bien, toda cosa creada por Dios, sale de la noche, gau, y vuelve a la nada.

Las cosas creadas, los seres, por consecuencia, se llaman gaízak o hijos de la nada, según el verbo de la inteligencia dado a mi pueblo. Todo es nada y vanidad en el mundo, excepto el yaon sublime, excepto el Señor Dios. Sólo Él llena la inmensidad del espacio y la eternidad de los tiempos. Todo lo que no es El, no es sino fantasma ilusoria, forma vana, fugitiva apariencia destinada a sumergirse en las tinieblas de la noche eterna.

La realidad de cada ser creado, itz, está en la idea que representa. Esta idea está expresada en el nombre que se le ha consagrado: de donde el nombre de las cosas se llama en euskaro iz-ena, es decir, principal pertenencia o propiedad de las cosas.

La facultad que le permite al hombre de percibir la idea de las cosas, de expresarlas con sonidos inteligibles, constituye para el privilegio del verbo, de la palabra llamada itza

El lenguaje mismo se llama itzkontza de una palabra compuesta que significa feliz descubrimiento, buena invención o improvisación de nombres.

La garganta humana se llama itz-tarria o productora de la palabra, porque es el instrumento en que resuena esta armonía, el sitio y órgano de la improvisación.

El eskuara de mi pueblo es el más bello de los dialectos primitivos, como también es el más antiguo, es todo luz, y no expresa sino la verdad.

Se os ha contado que el Señor Dios en el principio hizo una estatua de barro, que debía ser luego el hombre, y que la animó con un soplo divino.

De este modo toda simiente, azi, todo principio, aste, reciben su nombre de la palabra ats, que significa soplo, aliento.

El origen mismo de las cosas se llama atsarre, principio, es decir, recibimiento de la respiración y del soplo.

El hombre comprendió en seguida cuán fugitiva y precaria era su existencia, y vio, que en el instante en que el soplo vivificante, ats, le fuese arrebatado, ken, llegaría inmediatamente para el instante con justo titulo llamado asken, es decir, último.

Sus ojos apenas abiertos a la luz, se cerraron con el peso del sueno al aproximarse la noche; experimentó el desfallecimiento del sueño; fue para él como una primera muerte, la imagen conmovedora de la muerte final.

Vuelto de ese aniquilamiento fugaz, consideró el despertar como un renacimiento, como una resurrección que fue llamada 1 iratzar, es decir, acto por medio del que se recoge con el sentimiento de la respiración, el sentimiento de la existencia y de la vida.

Todos los seres que se mueven y respiran en la tierra nacen de un huevo que el macho fecunda, que la hembra depone o deja germinar en su seno.

He aquí por qué el huevo es llamado aur-oltzia, envoltorio o vaso del niño; porque todas las maravillas de la generación, la M huevo humano es la más admirable de toda la cadena de los seres.

Los esplendores de la Naturaleza causaron al euskaro una admiración intensa y duradera.

Las palabras que la definen en nuestra lengua pueden aplicarse a las obras divinas y a las imitaciones de los hombres: hay formas armónicas, seres organizados, cosas perfectas en la creación de Dios, y no materia primordial.

Por eso la materia se define, según la verdad, con la palabra ekhe¡, es decir, eghinghei, lo que está destinado al ser o a la forma.

En el orden de las creaciones divinas, lo que es, ekhei, lo que ha de ser, no existe más que en estado de idea preconcebida.

El elemento de los cuerpos, la materia organizada, nos pareció impenetrable en sus divisiones, y sin embargo, divisible hasta lo infinito, que tiene por término el vacío absoluto, la nada perfecta; y concebimos entonces la existencia de los corpúsculos de los átomos, que no tienen ni forma ni color perceptible a nuestros groseros sentidos, y que forman, sin embargo, en sus múltiples combinaciones, todos los cuerpos, desde las montañas graníticas hasta los impalmables vapores que se pierden de vista en los campos del aire, y el átomo fue llamado ar.

A primera vista, el granito, las piedras preciosas, y de entre ellas la mas dura, el diamante, se nos figuraron las agregaciones más íntimas y sólidas de las formas creadas: las piedras y el granito, el cristal de roca y el diamante, fueron denominados con voz genérica, arri; y el polvo, la menuda arena, que proceden de su división molecular, ariña.

La transposición de esta palabra forma inhar, expresión brillante que designa los átomos luminosos.

Los átomos ar, inhar, sencillamente yuxtapuestos, no podrían formar ni las masas consistentes de los cuerpos, ni los sutiles vapores: quedarían como granos de polvo o arena, sin las presiones que les dan su adherencia.

Esta facultad de adherencia, la de tomar, coger, absorber, fue expresada con el mismo sabio radical ar, sin más diferencia que la tomada de la aspiración de los acentos, con objeto de evitar confusiones.

La primera de las potencias naturales y de las fuerzas atractivas es el amor: se supuso que los átomos estaban dotados de ella, y por consecuencia el principio varonil, fecundante, vivificante, fue llamado como el átomo, ar.

Todo lo que es fuerte, atractivo, potente y vigoroso, recibió la calificación de azkar, es decir, asko-ar, suficientemente varón.

En fin, la fuerza misma fue llamada indar, lo que está en el varón o en el átomo, o, con expresiones más sabias, la potencia atractiva, que es el principio constitutivo de los cuerpos.

Así la luz y el fuego se consideraron como el tipo de las encarnaciones viriles, de¡ mismo modo que el agua fue consagrada al elemento femenino.

En todas las formas de la creación divina, se presentaron desde luego dos a nuestra admiración, soberanamente bellas y perfectas, y que son encarnación de la luz: la una compuesta de átomos brillantes, ar, la otra de átomos nebulosos que concebíamos bajo el aspecto de gusanos infinitamente pequeños, arra; y de este radical doble combinado con la terminación ghi, que significa reunión, agregación, el verbo sagrado de mi raza formó el nombre de la carne, de la encarnación, araghi, y el nombre de la luz, arghi, conservados aún por los euskaros del Indostán.

Bajo el punto de vista de las obras eternas, las ideas de la creación y del movimiento son inseparables: la idea del reposo absoluto no se concibe más que en la nada de los seres, en el vacío tenebroso. Así el movimiento y la creación se expresan en el lenguaje euskaro con las palabras ighi, eghin, y palabra ighi, designa por sí misma una agregación de seres.

Siendo la luz la más bella de las encarnaciones de la vida universal, es considerada como la primera creación de nuestro mundo particular.

Esto expresa el nombre del sol, iguzkhia, ekhia, que significa autor de la luz, aquél por quien se ve, y en otro sentido Creador; denominaciones tanto más justas, cuanto que el sol, creador del día, de los colores y de la vida sublunar, es considerado como el foco viviente de donde se lanzaron, en el albor de los tiempos genésicos, los planetas incandescentes y el nuestro, cambiado en tierra habitable por su enfriamiento.

Es el sol, ekhia, que fue la primera materia creada, khei, por la mano del criador, egilla.

De él procede la luz física, el día bienhechor, eghiona; el día, emblema de la inteligencia divina, sol infinito, centro y foco de la luz espiritual, de la verdad, egbia: palabra sublime que expresa a la vez el campo de las creaciones, egkinghia, y el campo de las visiones, ekusghia.

Habréis visto a un monte, severo durante el crepúsculo, sonreír en la aurora, cuando verdean sus colinas floridas y los primeros rayos del sol convierten en diamantes a las gotas de rocío: tal es la frente del hombre, cuando sale del sueño de la noche.

Ahí la voluntad divina colocó los dos ojos, begh¡ak, es decir, los dos soles, bi?ekhiak, las dos inteligencias corporales, las dos verdades, bi?eghiak; los dos espejos donde la imaginación toma prestadas sus evocaciones, de donde el entendimiento llama al tribunal del sol interior y del ojo espiritual las maravillas del mundo externo.

Es por los ojos que el hombre ve: ikus, ekhas: es por esta visión reflejada en el cristal interior, que la inteligencia se instruye, aprende, concibe, ikhas, es decir, ikhus?as, principia a ver la verdad.

El hombre adquiere la ciencia con los ojos del cuerpo y del espíritu, y la trasmite por medio de la palabra que pinta las cosas a la imaginación, y traza las ideas al entendimiento, erykhats, es decir, las muestra, las hace ver, las enseña, ikus?eras.

Así los ojos del hombre son los astros iluminadores de su pensamiento, del mismo modo que el sol es el ojo de la Naturaleza.

El ojo vigilante significa un guardián, y el sol también es llamado beghiraria, argus o guardián celeste.

Los ojos, según la poesía inspiradora del idioma de mi pueblo, son el emblema de la ciencia y de la prudencia, como los cuerpos son un emblema de fuerza, de brillo, de luz y de imperio: un cordero que tiene siete cuernos y siete ojos, ha sido el mito de la verdad solar, el símbolo de las civilizaciones euskaras. "

Aquí el bardo, después de haber tenido las manos levantadas hacia el cielo, dejó caer la diestra con la rama de roble; extendió el brazo izquierdo, lentamente, hacia el horizonte del mediodía, como para interrogar de nuevo a la inspiración de sus recuerdos.

Pareció aquello una señal, pues una triple salva de aplausos acogió aquella parte de la venerada leyenda.

La atención y el interés del auditorio estaban sumamente excitados. El silencio que se restableció en un momento, indicio del placer que los espectadores tomaban en esa diversión poética, probó la impaciencia con que se esperaba la continuación del bardo, Lara, o mejor, Aitor, porque el joven improvisador estaba profundamente absorbido en la personalidad de su papel. Concluyó su narración sus ojos negros brillaban con fuego mágico; la inspiración le dominaba, y a medida que proseguía en su improvisación, su voz adquiría nueva alma, su gesto aumentaba en majestad.

"El hombre es, después de Dios, el primer poder de la tierra, el representante, el obrero del Gran Espíritu.

Toda obra salida de sus manos es la representación de una - idea preconcebida por él, imitando el proceder divino: es el creador del mundo social y el imitador de Dios.

Compuesto de espíritu y de materia, el hombre es considerado justamente como la imagen del Gran Ser y el compendio del Universo. En su cabeza y detrás de los ojos, como el altísimo, gohiena, velado por los astros del firmamento, se encuentra el espíritu terrestre, la luz perecedera, gogoa, es decir, la sensación culminante, lo que hay de más alto, lo que está elevado, lo que se cierne sobre la memoria y la imaginación.

La memoria es el espejo de la inteligencia, y fue llamada en euskara oro-itza, es decir, el verbo oculto, la palabra universal, el libro interior en que reviven las sensaciones y las imágenes, las ideas y los colores.

El bruto no ha recibido como el hombre el don de la inteligencia; no tiene más que el grito de las pasiones nacidas a impulsos de groseros apetitos, no piensa, y en vez de ideas, no tiene sino sensaciones aisladas y sentimientos ciegos; es incapaz de raciocinio.

El bruto está, pues, sin libertad moral; el pensamiento no modifica jamás sus impresiones irresistibles, sus necesidades imperiosas, cuya armonía preestablecida forma el instinto. Y como el instinto animal reside en los sentidos, y principalmente en el olfato, de la palabra ats, que significa soplo, la respiración, la lengua sagrada hizo la palabra atmu, que califica y define el instinto.

El hombre es llamado en la lengua sagrada ghizon, es decir, el más excelente de los seres sublunares.

La justicia, cuyo sentimiento es innato en su corazón, el orden, cuya belleza y magnificencia son comprendidas por su espíritu, deben ser el fin de sus pensamientos, de sus palabras, de sus acciones y de sus obras. Y en este sentido, el deber del hombre, tomado en la significación más extensa que comprende esa palabra sagrada, se llama en la lengua de mi pueblo eghinbidia, o sea, literalmente, "sendero de las creaciones, camino de las obras."

VII

Los euskaros, más que todos los pueblos primitivos, fueron los hombres del deber.

Crearon la palabra, el arte y la ciencia; adoraron la verdad, practicaron la justicia, fundaron la sociedad y con ella la libertad civil, principio de orden y armonía; y antes que aceptar la servidumbre de los bárbaros o imponerla a las tribus infieles, se resignaron a huir y a emigrar; hicieron un pacto con la muerte.

El extranjero, al contrario, fue el padre de la esclavitud, imaginó la guerra, produjo la iniquidad; pueblo cruel, supersticioso, idólatra, se olvidó de Dios alzándose contra sus leyes providenciales; esta resolución fue resultado de las tinieblas espirituales y de las malas inspiraciones del error. Por eso el error y la mentira recibieron en la lengua sagrada el nombre de ghezurra, que significa "manantial inagotable de todo rnal", y el mal mismo fue llamado gaitz, o producción tenebrosa consagrada por palabra engañadora.

Pero el mal 0 el bien, que son del hombre, pertenecen menos a los individuos que a los pueblos.

El individuo no es nada, sino por su agregación a la humanidad colectiva; es la gota en el torrente.

En una sociedad fuerte como la de mi pueblo, en que la ley reina, en que las costumbres son santas, los ejemplos prudentes, la opinión ilustrada, el freno de la disciplina poderoso, prontamente se reprime el mal individual, y no echa raíces ni en los espíritus ni en los corazones.

La virtud solitaria en medio de un pueblo corrompido, es como un cordero entre lobos, es como la claridad de una lámpara que sólo ilumina un punto en la lobreguez de la noche. Así es que el porvenir prepara en sus vías providenciales una gran revolución a la humanidad idólatra, a los bárbaros feroces y supersticiosos.

Escuchad una vieja profecía caída del cielo al espíritu de los sabios, profecía que circula por el mundo entre los infieles, como una palabra misteriosa, como un murmullo precursor de los grandes acontecimientos.

Dios reaparecerá y con Él sol de las inteligencias.

La verdad de los primeros días ahuyentará las tinieblas, y las aclamaciones de los pueblos esclavos saludarán a su libertador.

¿Qué dicen los bardos y los adivinos acerca de la inteligencia suprema?

La comparan a un río inagotable de luz, a un océano sin orillas de fuegos y claridades. Así de dos palabras consagradas al agua inagotable y al fuego purificador, zu, ur, la lengua inspirada de mi pueblo da el nombre de zuhur a todos los viejos, a todos los sabios, cuya mirada interior contempla la verdad de Dios. Dios es todo luz y todo espíritu; sus privilegios supremos son la eternidad, la inmutabilidad, la infalibilidad, la independencia, la soberanía, el libre arbitrio, la justicia, la misericordia y, por encima de todo, la bondad. Por eso fue llamado en la sagrada lengua Jao?onGoikoa, buen Señor de arriba. Y a los hijos de mi raza, cuya mirada era sencilla y recta, no les fueron necesarios ni reflexiones penosas, ni el espectáculo degradante de la idolatría de los bárbaros. En la serenidad de los primeros días que siguieron a las creaciones genésicas, en el jardín terrestre en que el Padre Supremo le había colocado, el euskaro dotado de gracia, de belleza y de bondad, no se levantaba del tálamo nupcial para crear el culto supersticioso de los fetiches, ni para incensar el sol naciente. Entre las irradiaciones de la aurora y entre las sombras de la noche, cantaba el himno del Eterno Bethikoa. Y entonces, embriagado de felicidad, exaltado por el agradecimiento, inundados los ojos con las claridades del cielo y el espíritu con los esplendores de la verdad, proclamó el Ser supremo con un grito verdaderamente inspirado, el más hermoso, el más expresivo de los nombres divinos: ¡Jao! que resume todas las potencias de la palabra, todas las armonías del verbo: nombre sagrado, resplandeciente, que es para los hijos de mi raza predestinada un grito de júbilo, un grito nacional, mediante el que los infieles reconocen al hijo de las montañas, al euskaro, del mismo modo que el cazador reconoce al león del desierto por sus rugidos sublirnes."

Y aquí, los jóvenes bárdulos, reuniendo sus voces atronadoras, interrumpieron al bardo y lanzaron su grito nacional, cuyas sílabas, tres veces repetidas, ¡¡a, ¡a, ¡a, o, o, o! reproducen exactamente el nombre divino. Y cuando aquellas aclamaciones vibrantes hubieron cesado, y los ecos de las montañas se apagaron, un viento fresco, salido de las profundidades del valle de Gherekiz, vino a agitar el árbol de la tribu, sacudiendo su follaje... parecido al soplo misterioso y terrible que rozó la paz del Profeta para anunciarle el paso del espíritu.

En cuanto a mí, fiel imitador de los antiguos bardos, no me atrevo a describir aquí las fiestas de la Religión de los cántabros; esa pintura pediría otro cuatro y otros pinceles, y me limito a señalar que la leyenda de Aitor revela el sentido histórico y las riquezas filosóficas de la lengua ibérica, tanto como lo permitían las dificultades de la narración.

¡Donde yo he espigado, que otros busquen cosecha más hermosa!

Agustin Chaho, 1845 ( Traducido del francés por Arturo Campión.)

{slilder Discurso de Pedro de Egaña en el Senado (Madrid, junio de 1864)}

Discurso de Pedro de Egaña en el Senado. Madrid, junio de 1864

 

Esa organización (foral) que dura hace más de mil años sin que hayan podido conmoverla y menos destruirla las tempestades políticas que han derruido imperios, destronando dinastías, y hasta hundido nacionalidades de gran fuerza; mientras que aquel pobre rincón ha mantenido incólume esa nacionalidad que ha parecido al Sr. Sánchez Silva tan poco digna de respeto, que ni siquiera la considera acreedora a que se la guarden los fueros de la desgracia.

Oigo que un Sr. Senador amigo mío se extraña de que use la palabra nacionalidad claro es que al hablar en la época y momento en que he hablado de nacionalidad, este Sr. Senador conocerá muy bien que siendo aquellas provincias parte de España, no había de hablar de una nacionalidad distinta de la española; pero como dentro de esa gran nacionalidad hay una organización especial que vive dentro de ella con su vida aparte, por eso usaba la palabra nacionalidad al hablar de las provincias vascas. Conozco que tal vez hubiera sido más exacta la palabra organización; de todas maneras, si a S.S. no le parece conveniente la de nacionalidad, la reemplazaré desde luego con la de organización especial.

 

Fuente. Diario de las Sesiones del Senado. Debate sobre los Fueros vascos del 13 al 21 de junio de 1864: 689-690.

Jaungoicoa eta Foruac (Arístides de Artiñano, Bilbao, 1869)

La causa vascongada ante la revolución española, Bilbao, 1869

Arístides de Artiñano, Jaungoicoa eta Foruac.

Vizcaya [...] tiene indeclinablemente que defender, proteger y amparar a todo trance, sin vacilaciones ni concesiones, la unidad católica., No se crea que exageramos: del Solar vizcaíno, más que de otro pueblo cualquiera, puede decirse que la unidad religiosa ha sido el baluarte firmísimo en que se cobijaron y ampararon todas, absolutamente todas sus libertades; la religión las unió y fortificó, la religión las prestó ese sello original y verdadero que las distingue y separa de las modernas y mal llamadas libertades. [...] Aquí jamás se ha rendido culto más que al verdadero, al único Dios; aquí nunca ha imperado en grande, ni pequeña escala, más que la Iglesia católica Los vascongados han enlazado siempre la idea religiosa a su libertad, teniendo por única divisa: Jaungoicoa eta Foruac (Dios y Fueros); antes Dios que los Fueros [...].

He ahí el problema de vuestro porvenir. Escoged entre la revolución de Setiembre que os azota el rostro, o Don Carlos que uniéndose a vosotros, lleva grabado en sus pendones, la integridad foral.

La elección no es dudosa, si la familia euskera conserva todavía en su corazón, perenne e inmutable, el grito de sus mayores: Jaungoicoa eta Foruac.

Fuente: V. Garmendia (ed.), Jaungoicoa eta Foruac. El carlismo vasco navarro frente a la democracia española (1868-1872). Algunos folletos carlistas de la época, Universidad del País Vasco, Bilbao, 1999: 129-171.

Jose Mari Iparraguirre (1820-1881)

iparraguirre

Jose Mari Iparraguirre (1820-1881)

GITARRA ZAHARTXO BAT

Gitarra zahartxo bat da
neretzat laguna.
Honela ibiltzen da
artista euskalduna:
Egun batean pobre
beste batez jauna,
kantari pasatzen det
nik beti eguna.

Nahiz dela Italian
orobat Prantzian,
bietan bilatu det
anitz malizia.
Ikusten badet ere
nik mundu guzia
beti maitatuko det
bai, Euskal-Herria.

Jaunak ematen badit
neri osasuna
oraindik izango det
andregai bat ana.
Hemen badet prantzesa
interesaduna
bainan nik nahiago det
utsik euskalduna.

Agur Euskal-Herria
bainan ez betiko,
bost edo se¡ urtean
ez haut ikusiko.
Jaunari eskatzen diot
grazia emateko
nere lur maite hontan
hezurrak uzteko.

UNA VIEJA GUITARRA

Una vieja guitarra
es mi amiga.
Artista vasco
voy por la vida
un día pobre
otro, hecho un gran señor,
mientras cantando transcurren mis días.

Tanto en Italia
como en Francia
he encontrado
mucha malicia.
Y aunque llegue a ver
el mundo entero,
seguiré amando siempre
a mi País Vasco.

Si el Señor
me concede salud
llegaré a tener todavía
una buena novia.
Aquí, tengo una francesa
acaudalada
pero preferiría una vasca
aunque no tuviera un centavo.

Adiós, País Vasco,
aunque no para siempre.
No he de volver a verte
hasta que transcurran cinco o seis años.
Y al Señor le pido
que me conceda la gracia
de que un día descansen mis huesos
en esa adorada tierra.

GAZTE GAZTETATIKAN

Gazte gaztetatikan
Herritik kanpora,
estranjeri aldean
pasa det denbora.
Herrialde guzietan
toki onak ba dira
bainan bihotzak dio:
”Zoaz Euskal-Herrira."

Lur maitea uztea
da negargarria.
Hemen gelditzen dira
Ama ta Herria.
Urez noa ikustera
bai, mundu berria;
oraintxe, bai, naizela
errukigarria.

Agur nere bihotzeko
amatxo maitea,
laxter etorriko naiz
konsola zaitea.
Jaungoikoak nahi ba du,
ni urez joatea:
Ama, zertarako da
negar egitea?

ADIÓS AL PAIS VASCO

A temprana edad
abandoné mi Pueblo
habiendo consumido mis días
en el extranjero.
Ciertamente, el mundo está lleno
de lugares hermosos
pero mi corazón insiste:
”Vuelve a tu País Vasco”.

Es muy doloroso
abandonar la tierra querida
dejando atrás País
Madre y Pueblo.
Y aunque surcando mares
voy a descubrir el Nuevo Mundo,
es ahora cuando me siento
más miserable y digno de compasión.

Madre querida,
corazón mío, adiós...
Pronto regresaré
para consolarte.
Pero ahora,
si Dios ha decidido
que me aleje por los mares
Madre, ¡para qué llorar!

¡GORA EUSKERA!

Askoitian da gizon bat
behar duguna maita,
Franzisko Aizkibel jauna
euskaldunen aita;
txit da giron prestua
eta jakintsua,
errespeta dezagun
gure maisua.

Pakean bizitzeko
gure mendietan,
Euskera hitz egin behar da
batzarre danetan;
ta euskaldunen izena
geroko ehunkietan
famatua izango da
alde guzietan.

 

¡VIVA EL EUSKERA!

Hay en Azcoitia un hombre
que merece nuestra
más alta estima:
Francisco Aizquibel,
padre de los vascos.
Hombre probo,
sabio, respetable
y maestro de las letras

Para vivir en paz
en nuestras montañas
hay que hablar euskera
a todas horas.
Así, el euskera
será reconocido
y perpetuado en los siglos venideros.

OROITZA

Elizondo uri
eder politean
euskalduna ugari
bildu da pakean
esanaz: Batu gera
bai, zori onean;
gorrotorik gaur ez da
gure batzarrean.

Nafarren elkargoa
buruzai degula
zer zorionekoak
maitatzen ba gera!
Euskaldun on guztiak
zerura begira
esan Euskal-Herria
salbatu dedila.

Mundu berrian ere
gaur euskaldun onak
nahigabetuak daude
bihotza dutenak.
Galtzen gure euskara,
onra ta ohiturak
¡arren, ez galdu doiak
Jainkoak emanak!

Nafarren bide onak
gaur Laurak-batean
da hartu behar dana
herrien onean.
Euskaldun on guztiak
betiko pakean,
es degu nahi gudarik
anaien artean.

RECUERDO

En el lindo pueblo
de Elizondo
se han reunido pacíficamente
gran número de vascos
diciendo: Nos hemos
reunido en buena hora
y sin rencores
en esta fiesta nuestra.

Tomando como ejemplo
a la sociedad navarra,
¡qué felices si nos amamos
los unos a los otros!
Gritemos todos los vascos
con la mirada
puesta en el cielo:
¡Qué el País Vasco se salve!

En el Nuevo Mundo
los vascos de corazón
se hallan preocupados
porque se están perdiendo
la lengua
la honra y la tradición.
¡No perdáis los dones
concedidos por Dios!

Los buenos ejemplos de los Navarros
‑ cuatro provincias en una unidad ‑
son los que hemos de seguir
para bien de los pueblos.
Que los vascos de buena voluntad
convivan en paz eterna
porque no queremos guerras
entre hermanos.

EUSKAL-HERRI ETA AMERIKA

Gure Euskal-Herritik
Ameriketara
zenbat euskaldun gazte
pozez joaten dira
gurasoak utzita
ondasunen bila
esanaz: Ama, laxter
etorriko gera.

Egin ama trísteak
damuzko negarra
ontziak onezkero
pasa zuen barra.
Ezkutatzen danean
agiri ez dala
zeinek daki, ¡ai! zer dan
ama baten pena.

Es pentsatu han danak
aberats dirala
pobreak ni bezala
milaka dira.
Hara dijoazenak
ondasunen bila
gutxi itxultzen dira
beren sorterrira.

Eman, adiskideak,
munduari buelta,
hau bainan lur oberik
inun ere ez da.
Eta zerutxoren bat
bilatu nahi bada,
hemen bertan ditugu
Donosti ta Deba.

EUSKAL-HERRIA Y AMERICA

¡Cuántos jóvenes vascos
marchan contentos
a América
desde el País Vasco,
en busca de riquezas,
abandonando a los padres
diciendo: Madre, pronto regresaremos.

Madres entristecidas,
llorad de pesar
porque a esta hora la nave
pasó los límites del puerto.
Y cuando esa nave se esconde,
cuando ya no se la ve...
¡quién sabe lo que es
el dolor de una madre!

No vayáis a pensar
que allá todos son ricos.
Pobres como yo
hay miles.
Tened en cuenta
que los que allá van
en busca de bienes,
muy pocos volverán.

Dada la vuelta al mundo
amigos
que no encontraréis en la tierra
mejor lugar que éste.
Y si queréis descubrir
algún cielito,
he aquí bien cerca
Donosti y Deva.

HARA NUN DIRAN…

Hara nun diran
mendi maiteak!
Hara nun diran zelaiak!
Baserri eder
zuri-zuriak,
iturri eta ibaiak.
Endaian nago
zoraturikan
zabal-zabalik
begiak.
Nere baino
lur hoberikan
ez du Europan guziak.

Oi, Euskal-Herri
eder maitea!
Hara hemen zure semea
bere lurrari
mun egitera
beste gabe etorria.
Zuregatikan
emango nuke
pozik, bai, nere bizia.
Beti zuretzat
hil arteraino
gorputz ta arima guzia.

MI REGRESO

¡He ahí
las montañas queridas!
¡he ahí los prados!
Hermosos caseríos
blancos,
fuentes y ríos.
Estoy en Hendaya
enloquecido
y con los ojos
abiertos de par en par.
Tierra más hermosa
que la mía
no hay en toda Europa.

Oh, País Vasco,
tan hermoso, tan amado!
He aquí a tu hijo
que regresa
para besar
tu suelo.
Por ti
daría mi vida
sin pena alguna.
Por ti
mi alma y mi cuerpo
por toda la eternidad.

GERNIKAKO ARBOLA (1853)

Gernikako Arbola
da bedeinkatua
euskaldunen artean
guztiz maítatua.
¡Eman da zabal zazu
munduan fruitua!
Adoratzen zaitugu
Arbola santua.

Betiko bizi dedin
Jaunari eskatzeko
jarri gaitezen danok
laxter belauniko.
Eta bihotzetikan
eskatu eskero
Arbola biziko da
orain eta gero.

Erregutu deiogun
Jaungoiko Jaunari
pakea emateko
orain eta beti.
Eman indarra ere
zedorren lurrari
eta bendezioa
Euskal-Herriari.

EL ARBOL DE GUERNICA (1853)

El Arbol de Guernica
es el símbolo bendito
que aman
todos los vascos.
¡Germina y extiende
tu fruto por el mundo!
Te adoramos
Arbol santo.

Para que perdure
este símbolo sagrado
doblemos la rodilla
e invoquemos a Dios.
Si se lo pedimos
de corazón
el Arbol sagrado
vivirá perennemente.

Pidamos a Dios
que con la paz, fecunde
la Tierra que sustenta
el Arbol secular.
Y que su bendición
y fortaleza
derrame generoso
sobre el País Vasco.

EL REINADO DE ALFONSO XII

Dos palabras sobre el carlismo vascongado (Sagarmínaga, Bilbao, 1875)

Dos palabras sobre el carlismo vascongado
(Fidel de Sagarmínaga, Bilbao, 1875)

Que las Provincias Vascongadas y Navarra han sido si no la cuna, el teatro principal del carlismo, es cosa de todos reconocida; solo cuando en aquella región ardió de veras la guerra, pudo creerse formalmente amenazada por el absolutismo la libertad de España [...]. ¿Cuáles pueden ser, pues, las causas de que aquel país [...] haya tomado una parte [ ... tan principal, en más de una ocasión, en defensa de principios comunes a la nación entera?

¿Será el apego a sus Fueros? Tenemos que contestar negativamente, y de la manera más absoluta a esta pregunta. [...] Nadie podrá sostener con fundamento, que la hostilidad del Gobierno a sus instituciones peculiares haya podido justificar la insurrección carlista. Ningún peligro las amenazaba [...]

Lo diremos sin esbozos ni rodeos: la idea generadora, motriz y eficiente del carlismo, no es otra que la idea religiosa. [...]

LOS CURAS Y LAS MUGERES: he aquí, pues, la personificación del carlismo vascongado. Sin la predicación político-religiosa de los unos, sin la exaltación y frenesí de las otras, ni los generales carlistas llegaron a acaudillar soldados, ni los flamantes corregidores a vestir toga, ni los ambiciosos de profesión a encumbrar personas.

Si son tan obvias las causas generadoras del carlismo ¿para qué buscar culpas imaginadas en las instituciones forales del país vascongado?

La abolición de los fueros vascongados, en concepto de castigo de la rebelión carlista, podrá ser un golpe muy aplaudido de ciertas gentes, de esos que llaman de efecto, y casi nunca dejan de producir malísimos resultados, porque no cortan males, enconan ánimos, deifican la violencia [...].

Fuente: E García de Cortázar y M. Montero, Historia Contemporánea del País Vasco, Txertoa, San Sebastián, 1980: 123-124.

Ley sobre los Fueros (21 de julio de 1876)

fueros

Fernando el Católico jurando los Fueros de Vizcaya en Guernica (siglo XVI)

Ley de 21 de julio de 1876 sobre los Fueros

Don Alfonso XII, por la gracia de Dios Rey constitucional de España: A todos los que las presentes vieren y entendieren, sabed: que las Cortes han decretado y Nos sancionado lo siguiente: 
Artículo 1.º Los deberes que la Constitución política ha impuesto siempre a todos los españoles de acudir al servicio de las armas cuando la Ley los llama, y de contribuir en proporción de sus haberes a los gastos del Estado se extenderán como los derechos constitucionales se extienden a los habitantes de las provincias de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava del mismo modo que a los de las demás de la Nación.
Artículo 2º Por virtud de lo dispuesto en el artículo anterior las tres provincias referidas quedan obligadas desde la publicación de esta Ley a presentar, en los casos de quintas o reemplazos ordinarios y extraordinarios del Ejército, el cupo de hombres que les corTespondan con arreglo a las Leyes.
Artículo 3º Quedan igualmente obligadas desde la publicación de esta Ley las provincias de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava a pagar, en la proporción que les corresponda y con destino a los gastos públicos, las contribuciones, rentas e impuestos ordinarios y extraordinarios que se consignen en los presupuestos generales del Estado.
Artículo 4.º Se autoriza al Gobierno para que dando en su día cuenta a las Cortes y teniendo presentes la Ley de 19 de Setiembre de 1837 y la de 16 de Agosto de 1841 y el Decreto de 29 de Octubre del mismo año, proceda a acordar, con audiencia de las provincias de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, si lo juzga oportuno, todas las reformas que en su antiguo régimen foral lo exijan, así el bienestar de los pueblos vascongados como el buen gobierno y la seguridad de la Nación.
Artículo 5.º Se autoriza también al Gobierno, dando en su día cuenta a las Cortes: Primero. Para dejar al arbitrio de las Diputaciones los medios de presentar sus respectivos cupos de hombres en los casos de quintas ordinarias y extraordinarias. Segundo. Para hacer las modificaciones de forma que reclamen las circunstancias locales y la experiencia aconseje, a fin de facilitar el cumplimiento del art. 3.º de esta Ley.
Art. 6.º El Gobierno queda investido por esta ley de todas las facultades extraordinarias y discrecionales que exija su exacta y cumplida ejecución.

La fundación de la Asociación Eúskara de Navarra (Arturo Campión, 1878)

Memorias Históricas de Vizcaya (Fidel de Sagarmínaga, 1880)

Memorias Históricas de Vizcaya

El pueblo vasco-navarro, bajo los nombres exactos o supositicios de ibero, vascón y cántabro, sin enumerar otros menos genéricos, tiene en verdad larguísima historia. Cuentásele con razón entre las pocas generaciones prehistóricas de Europa, que han sobrevivido a las vicisitudes de los siglos, y es testimonio vivo de las antiguas transmigraciones populares, que cambiaron la faz de los territorios en tiempos ya remotos. Sobre su origen, la calidad de su lengua, y su relación o parentesco con otros pueblos, han disertado prolijamente los doctos, y es punto que se contravierte a menudo, porque no puede echarse en olvido cuando de los primitivos pobladores de las naciones meridionales se trata. Nadie niega nuestra singularidad histórica; pero es cierto que los vascongados, materia de estudio para los arqueólogos e investigadores de antigüedades, no se satisfacen en manera alguna con la gloria que por este concepto les resulta, sino que desean también unirla estrechamente con la no menos envidiable de conservar sin mengua sus instituciones políticas. No nos consuela el que nos llamen los aborígenes o primeros pobladores de España, de la desgracia, que por tal la reputamos hoy, de ser iguales en derechos y en deberes a los demás españoles, dado que tal sentencia envuelve la abrogación de nuestros derechos seculares, y el supuesto necesario de que no sabíamos cumplir con nuestros deberes, en calidad de miembros de la monarquía. Y como en la conservación de nuestros derechos, y en el cumplimiento de nuestros deberes, hemos puesto el mayor empeño, y cifrado nuestra gloria, al mismo tiempo que en la vetusta ascendencia ibérica; dicho se está que preferiremos continuar siendo iberos como de antiguo, en buena paz y compañía con celtas y romanos, y aún con griegos y cartagineses, si fuere preciso, manteniendo cuidadosamente la facultad de regirnos a nuestra manera, que de padres a hijos se ha transmitido en esta tierra, según testimonios históricos, con leves interrupciones, desde el siglo de Estrabón hasta el reinado de D. Alfonso XII.

La ley de julio de 1876 trastorna nuestra historia antigua y moderna, porque propende a concluir con nuestras tradiciones, desvirtúa la originalidad de nuestro pueblo, y nos convierte en provincias sujetas a un régimen que ni labrará nuestra felicidad, ni contribuirá tampoco a fomentar la ajena. Pónese, pues, ahora a ruda prueba, como ya otras veces se ha visto, la fortaleza del pueblo vascongado; pero también, como otras veces, el tiempo acabará por demostrar la sinrazón de ciertos proyectos y la vanidad de algunas medidas que en nuestro daño se expidieron u ordenaron.

La nación vizcaína —no se asombre alguno de mis lectores; así se nos llamaba bajo los reyes absolutos; hoy el absolutismo está en la unidad nacional— fue siempre muy apegada a lo suyo. Llegó un tiempo en que se puso de moda el liberalismo a la francesa, con algunos toques y ribetes de origen británico, y aquella divinidad inconstante y veleidosa, que vence hasta los ánimos más rebeldes y los obliga a ceñirse al gusto del día, también tuvo en Vizcaya favorecedores que le rindieron homenaje, y juzgasen que la constitución española nos traería un nuevo milenario. Que yo también vestí ese traje, no hay para que decirlo; la confesión no es vergonzosa; si al censurar los errores ajenos se callaran los propios, tendría poca autoridad la censura. Pero la experiencia, que va siendo ya larga, me ha enseñado que el liberalismo unificador, centralizador y absorbente a que me refiero, no es traje que sienta bien a los cuerpos vizcaínos, y que obraremos cuerdamente en dejarle por completo, vistiéndonos algo más a la usanza antigua de la tierra.

Los vascongados y los navarros que nos encontramos ya en el mismo caso, debemos procurar que se restablezca el antiguo y genuino sentido de la unidad de España, en lo que nos concierne, porque sólo de este modo lograremos el fin apetecido, sin perjuicio, ciertamente, sino con ventaja, para los demás españoles; pero a condición, entiéndase bien, como ya lo tengo expuesto más de una vez, y habré de exponerlo todavía, de que no pretendamos tampoco entrometernos en los asuntos generales del estado, sino a título de reciprocidad, es decir, en los casos en que la intervención no lastime los derechos forales, y se convierta, por lo tanto, en arma mortífera para los Fueros, puesta incautamente en manos enemigas, por olvido de nuestra propia conveniencia. [ ... ]

Es preciso hablar con absoluta franqueza. Los que como yo piensan, no quieren parodias de régimen foral compatible con la ley de 21 de julio de 1876. Creeríamos romper los timbres de nuestro linaje si tal cosa consintiéramos. [ ...]

Tal es nuestra doctrina. Los que no la sustentan son nuestros adversarios políticos en la tierra vascongada. Más todavía; los que así pensamos, queremos el concurso de los vascongados y navarros que pertenecieron a los diversos partidos, para que todos juntos no tengan en adelante más que una sola bandera, y que ésta sea la restauración de nuestras instituciones íntegras, porque conviene que todos nos unamos para contrarrestar mas fácilmente las últimas tentativas de arreglo de la transigencia, que no acierta a retirarse, por lo visto, sin dejarnos un recuerdo imperecedero de la tenacidad con que mantuvo sus propósitos, no obstante la voluntad harto conocida del país.

Fidel de Sagarmínaga, Memorias históricas de Vizcaya (1880)

LE REGENCIA

"Fuerismo, regionalismo y federalismo" (Arturo Campión, España Regional, 1887-1888)

Fuerismo, regionalismo y federalismo

El fuerismo es la tendencia o aspiración política que se propone reconquistar los fueros de que ha sido despojado el país basco-nabarro y retener, mientras tanto, los que aún conserva. Es un fenómeno local, debido a causas locales. En cuanto afirmación concreta y determinada es de origen reciente, nacido a consecuencia de los últimos atentados niveladores del Gobierno Central.

Las opiniones que a los bascos y nabarros dividen, diseminándolos por diversos partidos y sectas diferentes mutuamente enemigos, tocan todas a doctrinas referentes a la gobernación y régimen del Estado. El sentimiento fuerista es común, ya que no universal, entre los hijos de estas provincias, y en ocasiones de peligro solía condensar en una las voluntades más contrapuestas. Es decir, que las inteligencias y los corazones basco-nabarros coinciden en un punto especial, aunque discrepen totalmente en los demás.

De este hecho innegable tomó su arranque el propósito de formar un partido fuerista, éuskaro o de unión basconabarra: que con estos varios nombres se le ha designado. Puesto que todos amamos los fueros—se decía—, descartemos lo que nos divide y adoptemos lo que nos une. Como por otra parte era incuestionable que la pérdida de esos fueros había venido por nuestra intervención en las querellas y competencias de los partidos ultra-ibéricos y que la desunión doméstica había proporcionado la coyuntura favorable para destruir nuestras instituciones, el más rudimentario sentido común marcaba claramente los nuevos derroteros que eran de seguirse.

Que la causa de los fueros no era la causa de los partidos, acababan de demostrarlo los acontecimientos. El partido carlista los abandonó como botín de guerra, el partido liberal clavó en ellos sus bayonetas vencedoras. Ambos rivalizaron por mostrarse más ingratos. Ningún motivo racional podía impelirnos a permanecer afiliados con quienes habían provocado y causado el mal. Hora era de que los fueros, que son "tan gran personaje como D. Carlos o la libertad", dispusieran de un partido exclusivamente consagrado a su custodia y restauración. [ ... ]

No están, por lo tanto, en el caso las provincias Bascongadas y Nabarra de unir esencialmente la causa de sus libertades a la causa de una institución o forma política determinada. El fuerismo lo ha comprendido así desde el primer día, y en este punto se ha colocado muy lejos de todo dogmatismo, como quien se mueve en la tibia atmósfera de un prudente escepticismo enseñado por la experiencia. El fuerismo no se propone derribar ministerios, ni cambiar dinastías, ni proclamar repúblicas. Dejar esas cosas a las disputas de los hombres, sobre todo, de los hombres que han de ser los que de ellas se beneficien. Entiende que son igualmente peligrosas las simpatías y las antipatías a prior¡, y ni cierra herméticamente su puerta ni se la abre tampoco a todo el mundo. El fuerismo no tiene porqué ponerse de acuerdo con ningún sistema o doctrina de política general; aspira a convertirse en fuerza viva del país, estando seguro de que si llega a serlo, los sistemas y doctrinas aludidos buscarán el modo de acordarse con él. [...]

La doctrina fuerista completaba el principio cardinal de la unión de los bascos y nabarros entre sí, obtenido por la previa eliminación de los partidos ultra-ibéricos, con la unión de las cuatro provincias. La antigua divisa Yrurak-Bat (las tres una), cedería su puesto a la de Laurak Bat (las cuatro una).

Abonaban la unión provincial parecidas razones de estricto sentido común, a las que militaban en pro de la unión personal, además de las muchas que se deducían de varios antecedentes históricos, de la identidad de raza, comunidad de lengua y costumbres, contigüidad del territorio aforado y consustancialidad del derecho a mantenerse en el disfrute de los fueros y exenciones, revelada por los solemnes pactos de incorporación a la Corona de Castilla. Bajo este último concepto era imposible proclamar un principio político o jurídico contra la constitución foral de una de las cuatro provincias, que no hiriese directamente a las de las otras tres. Esto explica que las vicisitudes por que han ido pasando durante las postrimerías del absolutismo y los albores de la monarquía constitucional fueran idénticas y que los diputados de las provincias éuscaras concertasen, en más de una ocasión, las medidas defensivas y reivindicatorias convenientes a sus derechos. La Ley de 1841, relativa a Nabarra alteró, según veremos luego, este estado de cosas.

Así la unión de los basco-nabarros como la de sus respectivas provincias, aunque elevada a la importancia de dogma fundamental por el motivo de las innumerables ventajas prácticas que había de reportar, no rebasaba, en suma, la modesta esfera de los procedimientos adecuados a conseguir el triunfo de ciertas ideas. Estas ideas se compendian en el hermoso y ya tradicional lema de Dios y Fueros.

Arturo Campión, España regional (1887-1888)

Pieglos histórico-políticos (Sabino Arana, 7 de abril de 1888)

arana1

Sabino Arana (1865-1903)

Pliegos histórico-políticos (I)

ADVERTENCIA

Hoy presento al público un artículo escrito el 21 de abril de 1886(1), con motivo de varios remitidos que el mismo mes aparecieron en El Noticiero Bilbaino y que, como el lector recordará, dejaron tan mal parada a nuestra pobre Bizkaya, no precisamente porque los disparos de sus autores fuesen capaces de alcanzar ni a los pies de la vieja nación, sino porque, suscritos como iban dichos artículos por apellidos euskerianos, parecían o pudieran parecer a algunos ser expresión de las verdaderas ideas bizkainas.

Este mismo suelto fue remitido bajo seudónimo, a los pocos días de escrito, a la Redacción de aquel diario, el cual, con todos sus alardes de defensor de los intereses vasco-navarros, alegó tantos y tan grandes reparos para su inserción, que le obligó a retirarse más que a escape; y fuése en seguida, si mal no recuerdo, a buscar salida por otra parte y tocó a las puertas de otros dos periódicos, también diarios y muy apologistas también de todo lo que se refiera al bien de Bizkaya, a saber: El Vasco y La Unión Vasco-Navarra. Iguales dificultades, la misma solución. Y volvió a mi poder y volví a remitirlo, pero esta vez a la revista titulada Euskal-erria, la cual es tan buena sin embargo de su nombre (que debiera ser muy malo para ciertos elementos), que me contestó no admitía polémicas en sus apacibles páginas.

Muchas, muchísimas gracias debo dar a los cuatro periódicos; pues, hablando con sinceridad, si no hubiesen sido tan desdeñosos para con mi humilde escrito, me habrían obligado a retractarme ahora de haberlo publicado en sus patrióticas columnas. Porque... ¿qué quieren ustedes?: soy bizkaino y... no puedo dejar de serlo hasta que Dios me lleve de este mundo.

Que ahora salga a la luz este escrito no tendrá para muchos maldita la oportunidad, al paso que para algunos no carecerá de ella por ser siempre de actual interés los puntos que en él se tratan. El agradar a los primeros no me preocupa: sólo quisiera en parte demostrar a los últimos los derechos y aspiraciones de Bizkaya.

Barcelona, 7 de Abril de 1888.

J. - G. ETA L. - Z.

OBSERVACIONES / ACERCA DE LOS REMITIDOS DE LOS / SRES. OLEA Y UNAMUNO

Ante la conferencia sobre los Orígenes de la raza vasca, dada en El Sitio, por D. Miguel de Unamuno, y los cinco remitidos que entre este señor y D. Ismael de Olea se cruzaron en las columnas de El Noticiero Bilbaino, sería indigno permaneciera indiferente quien buen bizkaino pretende ser: porque, de tanta trascendencia y tan fundamentales son las cuestiones que por dichos señores se han agitado, que, dejar intactas las opiniones emitidas con tal ocasión, fuera lo mismo que aceptarlas y manifestarlas al extranjero espectador como propias del pensar y sentir del genuinamente bizkaino, tanto más cuanto que es regla absoluta de criterio en el vulgo el refrán quien calla, otorga.

Los puntos de que hablaron los señores Olea y Unamuno pueden reducirse a los siguientes: 1º, del origen de la raza euskeriana; 2º, de su historia, 3º, de su política(2), y 4º, de su lengua.

Yo no salgo a escena para comenzar largas y profundas discusiones, sino sólo para recordar lo que todo el mundo sabe y lo que, respecto a asuntos de tanto interés, constituye el pensamiento del bizkaino patriota.

Me limitaré, pues, a brevísimas observaciones. Expuestas que hayan sido, me retiro, porque no cabe respuesta.

I

DEL ORIGEN DE LA RAZA EUSKERIANA

Si fantástica, ridícula e hija únicamente de la inventiva de algunos autores es, en realidad, la opinión que afirma la fraternidad de la raza euskeriana respecto a la ibera, celta o cualquiera otra de las que forman el comienzo de la historia de esta península, no menos infundada y gratuita es la que el señor Unamuno expuso en su conferencia, al estimar que el origen de nuestra raza es el mismo que el de la turca, húngara y finesa.

Ni la Historia, ni la Arqueología, ni la Craneología pueden proporcionarnos datos de luz sobre el particular (así opina el Sr. Unamuno y no yerra); porque no se conserva historia de aquellos remotos tiempos ni contamos con monumentos arqueológicos que puedan orientarnos, ni significan nada las diferencias y analogías craneológicas, ya que el andar de los tiempos todo lo transforma, como lo estamos palpando. El único medio de investigaciones prehistóricas que nos quedan respecto a esta raza es, pues, su propio singular idioma. También esto opina el Sr. Unamuno y tampoco yerra.

Mas, ¿quién, fundándose en este orden de estudios, es capaz de fallar como consecuencia ni siquiera probable, una proposición que no sea puramente arbitraria y caprichosa, puesto que tan escasas son las analogías, ya lexicológicas, ya orgánicas, que al Euskera con otros idiomas correlacionan?(3) El solo pretenderlo sería incalificable.

Es necesario acopiar el mayor número posible de datos, y no desde el muelle asiento de una butaca y con el telescopio de los libros, sino palpándolos frente a frente, y, una vez recopilados, deducir lógicamente la consecuencia cierta o tan sólo probable.

Es bien sabido que el origen de la raza euskeriana desconócese hasta hoy por completo: su lengua carece de hermanas y de madre conocida.

Quien en contra de esto algo afirmare, tiene, si no quiere predicar en desierto, obligación de demostrarlo (en lo que no se ha ocupado el Sr. Unamuno), lo cual es muy difícil, si no imposible por ahora.

II

DE LA HISTORIA DE EUSKERIA

Dice el Sr. Unamuno en su segundo remitido, que "lo que ataca y seguirá atacando con dureza son las patrañas históricas, las leyendas tradiciones puramente fantásticas, las aberraciones de los neo-euscaristas, etc.".

En este particular digo lo mismo que el Sr. Olea: "¿Hay en tal propósito nada de nuevo y estrambótico y que merezca alarmar a nadie?" Y ¿a qué viene, añado yo, esta enérgica resolución, si lo que el Sr. Unamuno podrá demostrar está ya en la mente de cada uno de los euskerianos, y si con sus conclusiones ni desvanecerá ilusiones, que no existen, ni se marchitarán glorias de Euskeria que nada importan? Porque, ante las glorias excelsas que adornan a esta nación (sin mentar las del orden religioso), por ser su origen tan antiguo como desconocido, bellísima y singular su lengua, por no haber sido jamás conquistada y por contar con una Ley propia e indígena admirable, ¿qué leyenda, tradición o hecho histórico puede ya halagar el corazón del euskeldun, y qué gloria podrá presentársele que no sea tenida por pueril o de un orden ínfimo e insignificante respecto a aquellas que nadie será capaz de negarle si no quiere llamarse necio?

Es, pues, de suplicar al Sr. Unamuno no pierda el tiempo en semejantes pueriles impugnaciones.

Dice que él "admira, no a la Vasconia legendaria de pasados siglos, sino las actuales Provincias Vascongadas industriosas y viriles" (?). Y ¿se cree el Sr. Unamuno capaz de admirar lo que no ha existido?

Podrá tener libertad de albedrío para admirar o no admirar lo que ciertos libros relatan; pero la Vasconia legendaria, no puede el Doctor admirarla ni dejar de admirarla, porque no ha existido; pues supongo que no creerá que esta nación ha sido en los pasados siglos algún ente puramente ideal y fantástico.

Pues bien: la Euskeria que los que se precian de patriotas han admirado y amado siempre, es precisamente la antigua, real y práctica, y no la ideal cuya existencia supone el Sr. Unamuno, ni mucho menos las actuales Provincias Vascongadas industriosas y viriles (!).

Para darles este último epíteto es preciso que el Sr. Unamuno no mire o mire sin ver la relajación y miseria que hoy invade por grados esta nuestra querida patria.

Y ¿qué nos importa que la industria se acreciente, si el único efecto de su desarrollo actual es la multiplicación de mendigos, y la acumulación de la riqueza está restringida en favor de unos cuantos particulares?

¿Podrá llamarse patriota el que quiere o admira a su patria en tan triste y miserable estado?

III

DE LA POLITICA DE BIZKAYA

Tanto el Sr. Unamuno como el Sr. Olea están conformes en admitir como histórica la autonomía de Bizkaya; mas discrepan uno de otro en que el Sr. Olea las considera, al parecer, como utilidad de derecho en nuestros días, y el Sr. Unamuno como derecho de utilidad. No obstante, el bizkaino no está conforme ni con la opinión común ni con las especiales de estos señores.

Bizkaya nunca ha sido autónoma en el sentido que hoy tiene esta palabra, (4) y no es pequeña aberración la de los que afirman como hecho histórico la unión, ya voluntaria, ya forzada, del Señorío de Bizkaya al Reino de Castilla.

No ha habido tal: la unión única, que se verificó en 1379, fue la de dos títulos diversos, cuales son el de Señor de Bizkaya y Rey de Castilla en una sola persona, D. Juan, hijo del Rey de Castilla D. Enrique de Trastamara, y de la Señora de Bizkaya Dª Juana Manuel, cuarta nieta de Diego III, XII Señor de Bizkaya desde Arrigorriaga;(5)unión material y meramente extrínseca, en manera alguna formal e intrínseca; unión indiferente en sí, aunque de resultados desastrosos, como lo estamos viendo; unión semejante, en fin, a la de los títulos de Emperador de Alemania y Rey de España, verificado en la persona de D. Carlos, hijo de Felipe el Hermoso y de Dª Juana la Loca; unión, no de Estados, tan sólo de títulos, y no sustancial y formal, sino meramente accidental y circunstancial, y no voluntaria ni forzada, sino natural y debida al carácter hereditario de ambos títulos. (6)

¿Es, pues, esto autonomía de Bizkaya respecto a España? Si tal se concede, habrá asimismo que afirmar de España y Alemania recíprocamente; (7)lo cual a nadie hasta la fecha se le ha ocurrido, y supondría un muy diverso concepto del en que hoy se toma la palabra autonomía e idéntico al de independencia absoluta.

Autonomía, en la acepción que tiene en el lenguaje común, es la forma en virtud de la cual una parte política es, bajo un respecto especial, independiente de su todo, al que la unen dependencias generales. (8) Aplíquese la proposición menor a Bizkaya con su historia en la mano, y dedúzcase luego la conclusión.

Cree el Sr. Olea que la autonomía conviene hoy a Bizkaya con utilidad de derecho. Que Bizkaya tiene derecho a eso que aquel señor considera útil, esto es a la autonomía, es evidente que sí, pues que toda sociedad, como todo individuo, está en derecho, hablando en absoluto, de practicar actos de generosidad y esplendidez y de desprenderse de lo que posee o, lo que es lo mismo, de no exigir una parte de la restitución que se le deba.

El Sr. Unamuno, por su parte, dice que el derecho que Bizkaya tiene en nuestros días a la autonomía es engendrado puramente por la actual utilidad de ésta. Mas, la utilidad, ¿es jamás causa de derecho? De admitirlo habría que legitimar los mayores crímenes imaginables y admirar la posibilidad de la existencia de dos opuestos derechos, lo cual es un absurdo. Pero tan no es verdad el supuesto del Sr. Unamuno, que existen, en efecto, infinidad de derechos cuya realización no produce ninguna utilidad, y sin número de actos útiles cuya omisión es una obligación moral. Podrá un derecho redundar en utilidad; pero que ésta engendre derecho..., aberración mayor no puede darse.

Alega el Sr. Unamuno que los derechos históricos no son derechos, y que, por consiguiente, no tiene Bizkaya, desde este punto de vista, derecho actual a la autonomía. Y ¿quién apela a la existencia de derechos históricos para probar el que ahora afirman estos señores pertenece a Bizkaya? ¿No nos es suficiente saber que la Historia es, como historia, un conjunto de datos testificantes de la existencia de los derechos natural y legítimamente habidos o adquiridos? Si, pues, por una parte, el derecho legítimo o verdadero es en absoluto, eterno y nos demuestra, por otra, la Historia que Bizkaya ha sido los pasados siglos legítimamente independiente, por serlo innata y originariamente, ¿podrá negarse que tenga en la actualidad derecho a una independencia ya absoluta y entera como antes, ya relativa, parcial y especial, como la quieren los Sres. Olea y Unamuno?

Hemos dicho que ambos Sres. opinan la utilidad actual de la autonomía en Bizkaya. Pero tampoco esta opinión está conforme con la del bizkaino. Éste considera la autonomía, no sólo como inútil, mas también como perjudicial y mortífera. Ni aun en el caso de que fuera aceptada como medio político de ulteriores fines decisivos, pudiérase tenerla como útil. A estos fines cree el buen bizkaino que nunca se llegaría, y lo que si, por cierto, conseguiría Bizkaya es su muerte definitiva. Que si semejantes medios pueden tal vez conducir a la nación irlandesa, por ejemplo, a una satisfactoria solución, no así sucediera en Bizkaya, que se encuentra en muy diversas circunstancias, ora atendamos a su sociedad, ora al suelos que ésta pisa; (9) y, si una unión de títulos que, en sí, nada atentaba contra la independencia absoluta de esta nación, ha tenido tan funesto desenlace como el que con poca vergüenza deploramos, ¿o se sigue a fortiori que el mismo resultado y realmente exterminador acarrearía a Bizkaya la sujeción y deberes que la política autonómica supone? Mucho más dijera; pero no necesito indicarlo.

Sólo diré y aconsejaré no desoigamos las lecciones de la experiencia; que harto infalible maestra es para que sea despreciada. Y ¡ay de Euskeria el día que abrazara la autonomía: ese día atraería sobre su cabeza la sentencia de muerte!

IV

DEL EUSKERA

Propiamente sobre la lengua euskérica nada se ha hablado ni por el Sr. Unamuno ni por el Sr. Olea.

El primero, sólo se ha referido a las teorías de algunos tratadistas y a la moderna Literatura Vascongada.

Se queja este señor de que "aún muchos repiten como última palabra del Credo las afirmaciones de Larramendi, Astarloa, etc.". Sobre este punto tenemos ya escrito lo debido en las "Observaciones al artículo del elemento alienígena en el idioma vasco" que el señor Unamuno publicó en la Revista de Vizcaya, y no volveremos aquí a ocuparnos de ello.

"Lo que ataqué y seguiré atacando con dureza... es esta literatura vascongada, fría, estéril y escrita en un dialecto que sólo sus inventores entienden." Lo que nadie entiende es ciertamente a qué se refiere en este párrafo el Sr. Unamuno. Determine y especifique los errores, teorías y arbitrariedades a que alude y entonces habrá lugar a que alguno alce el dedo. Ya en la Revista de Vizcaya "ha dado pruebas de sus doctrinas" y ha escrito algunos párrafos sobre la moderna escuela; así, pues, remitiendo al lector al folleto que he prometido, me excuso de ser prolijo en esta ocasión.

"Aunque creo haber probado que basco debe escribirse con v, desde hoy escribiré por patriotismo con b." O las razones que el Sr. Unamuno posea y la prueba que haya dado para que basco se escriba con v son muy débiles, o el patriotismo de este señor es en este caso particular completamente falso, pues el verdadero nunca puede oponerse a la fría razón, guía de todos nuestros actos. Y como esta última verdad ha declarado también el Sr. Unamuno al decir "ante todo y sobre todo la verdad, por encima del sentimiento", (10) resulta que este señor, o trata de engañar a sus lectores (lo cual es indigno del escritor), o es del todo inconsciente (lo cual es muy impropio de un Doctor en Filosofía).

Dice, por fin, el Sr. Unamuno en su último remitido que "está dispuesto a discutir eso... del sistema de Astarloa" (letras significativas). Pero, ¿con quién? ¿Habrá alguien que, para emprender esta discusión, se atreva a hacer suyas las razones que Astarloa da en una de sus obras(11)en favor de su sistema? No quiera el Sr. Unamuno hacerse cómplice de un traspaso del séptimo mandamiento del Decálogo.

No es el Sr. Unamuno el que se ha opuesto a este sistema. Todos los euskerálogos posteriores a Astarloa lo han rechazado, motejándole unos y ridiculizándole otros con calificativos nada decorosos. Pero hasta ahora nadie lo ha deshecho con las armas del verdadero hombre: las frías razones. Y conste que mientras no se hayan destruido los argumentos del sabio durangués, queda en pie su teoría y la razón por su parte.

Tome en sus manos el Doctor la obra del filólogo bizkaino, y comience desde su primera página a refutar sus doctrinas. Nosotros haremos de espectadores y jueces; por manera que, si sale por ahí algún sofístico argumento, no dejará de haber afortunadamente alguno que alce el dedo.

Pierda cuidado el Sr. Unamuno: hay quien piensa serle más atento de lo que él se figura.


1. Algunas de las notas son de la fecha de esta advertencia.

2. En este punto hanse referido exclusivamente a la Política de Bizkaya; por eso nuestras observaciones habrán de reducirse también a lo que atañe a la misma.

3. En breve serán publicadas en folleto unas "Observaciones al artículo del elemento alienígena en el idioma vasco", escrito por el señor Unamuno y publicado en la Revista de Vizcaya.

4. La palabra autonomía, originada de las griegas a´nt´oz propio, privativo) y n´´omoz orden, regla), significa gobierno independiente; no obstante, casi nunca se usa dicha palabra en un sentido tan completo, pues el que más generalmente se le da es el relativo que decimos más adelante tiene en el lenguaje común. Y creo yo sea ésta la acepción que tenga en los remitidos de los señores polemistas de El Noticiero Bilbaíno; si no lo hubiera creído, no habría hablado palabra. Es también la acepción que se le ha atribuido por todos los escritores y periodistas euskerianos desde la última guerra civil, pues todos son políticos ultraibéricos, ya eclécticos, ya especialistas, y, siendo políticos españoles, no pueden menos de ser o nivelistas o autonomistas por regiones; es la misma acepción, en fin, que tiene en las páginas de los periódicos euskerianos que, considerando a Bizkaya como una de tantas regiones de España, la equiparan en derechos con todas ellas y muy especialmente con Cataluña; estúpida y ridícula monomanía de todo el que no sabe un átomo de historia en este asunto y que, por ser asaz miope, no alcanza a ver más allá de las cinco letras de que la palabra Fuero se compone.

5. Véase El Señorío de Bizkaya, del señor ARTIÑANO, pág. 82.

6. De suerte que D. Juan, hijo de Enrique II de Castilla y León, fue I (Rey) del nombre de estos reinos, y IV (Señor) en Bizkaya, como D. Carlos era I de España y V de Alemania.

7. Pero la independencia de estas naciones no alcanzaba aún el grado de la que existía entre Bizkaya y Castilla-León, pues aquéllas estaban unidas con vínculo indisoluble con su Rey, que era uno mismo, al paso que los bizkainos jamás han sido vasallos de su Señor, creado y conservado tal por la voluntad del pueblo.

8. La independencia que supone es, pues, meramente relativa y suele ser reducida comúnmente a la esfera administrativa.

9. ¿Será posible, v. gr., que Polonia llegue a disfrutar por ningún medio de sus antiguos derechos? Y, no obstante, Bizkaya se encuentra en condiciones aún más desfavorables, porque aquélla cuenta con la distinción religiosa, y la religión ha sido siempre una causa principal de las transformaciones de los pueblos.

10. Remitido del 12 de Abril.

11. Discursos Filosóficos sobre la Lengua Primitiva.

Bizkaya por su independencia (Sabino Arana, 1892)

Bizkaya por su independencia*

Advertencia

Gnothi seauton.
Conócete a ti mismo.
SÓCRATES.

Aunque este pequeño trabajo vio ya la luz en los seis únicos números de una revista científico-literaria intitulada La Abeja, que vivió en el primer semestre de 1890; como no se completó su inserción y son muy contadas las personas que han podido leerlo en aquellas páginas y es tan necesario a los bizkainos el conocimiento de ciertos capítulos de la historia de su Patria, publícole hoy por completo en el idioma en que fue escrito(1) , para hacerles recordar Cuatro Glorias verdaderamente Patrias y nacionales a aquellos de mis compatriotas que por desgracia ignoren la lengua de su raza.

Del radical extravío que ha experimentado el espíritu bizkaino, merced a las exóticas ideas de los bizkainos más influyentes, testigo ha sido el presente siglo: en esta época ya no se habla una sola vez de independencia, y así en la adversidad como en la fortuna, Bizkaya(2) ha de pensar y sentir como siente y piensa la nación española; y entre tantos libros como a luz han salido de plumas bizkainas, tantos oradores que han abogado por nuestras libertades y periódicos tantos que al aparecer han protestado no pretender otro fin que la defensa de los intereses euskerianos, ni una sola voz se ha levantado que haya definido y proclamado la verdadera y única política bizkaina, ni una mano que a este pueblo desventurado le haya mostrado en la historia lo que fue e indicándole en lo porvenir lo que debe ser. Todos se llaman patriotas; mas los periódicos, por ejemplo, titulándose de continuo defensores de los intereses vaskonabarros y amantes de nuestras instituciones, se dan tal maña para conducirse como tales, que… lo mismo que publicaciones bizkainas pudieran ser riojanas o burgalesas…

Que una simple villa (para ellos la rica y encumbrada capital: a lo maketo) se engulle a una anteiglesia entera… ¡Psché! Una anteiglesia menos ¿qué importa al mundo?…

Que el Catecismo se enseña en castellano a niños que no entienden una palabra de semejante idioma… Y ¿qué?

Que esto se va, si a la invasión española le abrimos nuestras puertas de tal manera… que la mayor parte de los cargos y empleos provinciales y del municipio bilbaino están en manos de gente extraña… ¿Qué nos importa?

Pero si las botazas alemanas han pisado las costas de las Carolinas con intenciones aviesas… si los indios filipinos tratan de romper las cadenas con que el español los oprime… si el yankee hace el amor a Cuba… si un buque chileno ha secuestrado a cuatro o cinco españoles… ¡Oh! ¡Entonces el espíritu patriota estalla, se enardece la sangre y la pluma rasga el papel con indignación al ver en peligro la integridad de la patria o ultrajada la dignidad nacional!!!

Ante esta actitud natural y característica de los periódicos bilbainos (no exceptúo a ninguno), no puede menos de reconocérseles, en honor de la verdad, que si ya no bizkainos patriotas, son entusiastas patriotas españoles, exactamente como los de Santander y Cuenca, verbigracia(3).

Si se trata de glorias nacionales (!) quién recuerda con placer y conmemora el 2 de mayo de 1808; otro, el de 1874; éste, la revolución del 69; esotro celebra la jura de los Fueros por D. Carlos de Borbón y Este, el Señor que más contrafueros ha cometido; aquél, el establecimiento de la Unidad Católica en España por Recaredo y el Concilio III de Toledo, como si Bizkaya tuviese que ver algo con Recaredo ni con los Concilios ni códigos españoles. Y nadie se acuerda de los héroes y mártires de nuestra libertad, ninguno, de las glorias de la independencia bizkaina.

Así retrata y educa la prensa actual al pueblo bizkaino. Así se encuentra Bizkaya, que sostiene tales publicaciones, careciendo de un periódico verdaderamente patriota: dominada por el españolismo, y apareciendo a los ojos de Europa como quieran pintarla los periodistas extraños y extranjeristas, a saber, como provincia española por su naturaleza e historia y por su propia voluntad y espontáneo afecto.

Abando, día de San Andrés de 1892.

Cuatro glorias patrias

I

ARRIGORRIAGA

El año 867 del nacimiento de Cristo, D. Alfonso III, que a la sazón reinaba en Asturias y León y que después mereció de los historiadores el sobrenombre de Magno, no considerando suficiente para desahogar sus bríos belicosos la guerra que tenía que sostener contra Mohamed de Córdoba, y juzgando, sin duda, igualmente lícita que la reconquista de su nación la conquista de estados cristianos que ningún daño le hacían, se propuso someter a su obediencia a las naciones independientes situadas al oriente de sus dominios y reuniendo gruesas tropas, marchó sobre Alaba, cuya población, realmente hispano-euskeriana, pues su parte montañosa y euskelduna estaba asociada a la Confederación Bizkaina, obedecía entonces a un tal Eilón, que se llamaba Conde; y sorprendiendo a aquel pequeño estado, pudo hacer prisionero a su señor sin encontrar la menor oposición en los naturales, los cuales, sobre hallarse desprevenidos, estaban tal vez descontentos con Eilón hasta el extremo de desampararlo y de someterse voluntariamente a la autoridad de D. Alfonso, que era por otra parte bienquisto entre ellos desde el día que en sus brazos se había refugiado al ser invadido el reino de León por Froila Bermúdez(4). Eilón fue conducido a Oviedo donde, encerrado en un calabozo, acabó sus días.

Suponiendo el rey leonés que las tierras cuyos destinos regía su cautivo, se extendían desde el Ebro al mar Cantábrico, confiaba en que, teniéndolo en rehenes, todos aquellos pueblos montañeses que, entre las llanuras de Alaba y los mares, vivían libres de la dominación sarracena y que hablaban cierto lenguaje bárbaro y grosero(5) quedarían sometidos a su poder y le enviarían de consiguiente el impuesto anual acostumbrado en semejantes casos.

Pero se engañaba el monarca español, porque aquellas gentes seguían en su apartada tierra sin acordarse para nada del presuntuoso rey asturiano, y no prestando obediencia más que a su Jaungoikua y a sus leyes consuetudinarias. Irritado D. Alfonso ante esta actitud negativa de los bizkainos, lógica y natural, puesto que nadie los había domeñado, mandó a su hermano o pariente Odoario u Ordoño que, al frente de un ejército poderoso se dirigiera presto a la conquista de Bizkaya.

Esta pequeña nación euskelduna abarcaba en aquellos tiempos (888) más extensión de la que actualmente le corresponde: por el poniente se extendía tal vez hasta lo que hoy es Castro-Urdiales y valle de Mena inclusive, por el oriente le pertenecía toda la región bañada por el río Deba, y por el mediodía los valles de Aramayona y Ayala(6). Mas dentro de este territorio se encerraban un estado y una confederación de repúblicas, a saber, el Señorío de Durango y la agrupación política de las demás anteiglesias y valles, independientes e iguales entre sí y que formaban confederaciones menores, origen de las que después se llamaron merindades y gobernadas por asambleas generales.

Libres e independientes en absoluto, a la vez que entre sí harmónica y fraternalmente unidas, gozaban esas pequeñas entidades políticas, regidas por leyes nacidas en su mismo seno y fundadas en la religión y la moral, de una existencia perfectamente feliz, sin jamás pasárseles por las mientes el extender sus dominios por nuevas tierras, ya que tampoco, según su índole y naturaleza, nada podían ganar con esto sus anteiglesias y valles.

Mas cuando se oye un grito de alarma en los montes del EUSKELDUN , y el señor de casa, de pie delante de su puerta, escucha y dice: ¿quién va? ¿qué se quiere?, y el perro, que duerme a los pies de su amo, se yergue y hace resonar el eco de sus aullidos por todas las estribaciones de Altabizkar, y en el collado de Ibañeta se Siente un ronco fragor, que se acerca, repercutiendo a derecha e izquierda en las rocas, sordo ruido de un ejército que avanza… los nuestros le contestan desde los altos, haciendo oír el sonido de sus cuernos, y el señor de casa aguza sus Fechas(7); cuando advertían la proximidad del extranjero armado, que, como el águila a su presa, trataba de sorprenderlas en medio de su paz y tranquilidad… entonces, sus antes pacíficos moradores,

Al oír la basca tibia en son de guerra
Trocaban el chartés por la coraza,
La antigua laya por la férrea maza(8).

Con tales gentes tenía que habérselas el hermano de D. Alfonso: y ciertamente, a juzgar por los efectos experimentados, más le hubiese valido estar duermes.

No eran pueblos afeminados y envilecidos por el lujo, la molicie y la corrupción toda aneja a las naciones encumbradas ¡lícitamente, ni gentes tan estúpidas e indolentes que prefiriesen la esclavitud rica a la libertad pobre, no: eran hombres de una raza vigorosa que amaba la independencia más que la vida, que había de vender su libertad por su sangre y muy cara cada gota de ésta que hubiese que derramar; pueblos eran, en fin, que no temían el ataque de frente, noble y franco, que siempre les pudiese permitir la libertad de morir matando antes de verse esclavos.

Testigo de ello serán esas cerradas huestes españolas que al mando de Ordoño, van llegando silenciosas, y atravesando los valles de Orduña y Amurrio, se internan en Bizkaya por las heredades de Luxaondo (Luyando). La penetrante vista del pastor montañés las ha descubierto ya desde los altos de Izarra y Orduña; transmítese de monte en monte y de caserío en caserío la noticia de la proximidad del extranjero armado, que sometió hace años a los vecinos alabeses; en las cimas más elevadas resuena el toque de alarma y llamamiento a guerra de tantas bocinas como regiones cuenta Bizkaya, y su eco, repercutiendo hasta los últimos valles y barrancos, enciende la fiebre del combate en el corazón del bizkaino; cada anteiglesia y cada valle organiza su reducido pero aguerrido grupo de combatientes, y hasta el señorío de Durango presta sus hombres al frente de su Jaun Santxo Estegiz por la causa común de la independencia… y antes de que el extranjero pise tierra bizkaina, ya se encuentran los montes de Padura y Ugao(9) coronados de grupos de labradores, pescadores, herreros y pastores convertidos en guerreros, que hormiguean impacientes por comenzar la lucha y están dispuestos a obligar al español invasor o a retroceder hasta el límite de sus tierras o a pasar por encima de sus propios cadáveres para penetrar en Bizkaya.

La soledad y desierto que extraña al invasor al entrar en territorio bizkaino, como quiera que encuentra abandonados los caseríos y ni en el monte ni en el llano distingue ser alguno viviente, no indica, pues, que los habitantes se hayan retirado a las cumbres para dejarle libre el paso, sino que es el preludio de la tormenta de sangre que ha de depararle la emboscada que aquéllos le tienen preparada.

Ordoño, sin embargo, por no comprenderlo, por confiar demasiado en las fuerzas que mandaba o porque no conocía más sistema de guerra que el empleado en los llanos, avanzó resuelto, siguiendo el curso del río. Mas apenas sus espesas tropas llegan a la angosta vega de Padura, un extraño concierto de cuernos que de las alturas parte les obliga a detener el paso, e inmediatamente un terrible coro de robustas y terribles voces atruena los aires: es el grito de guerra del euskeldun, el belicoso irrintz (10), que, lanzado por los fornidos pechos de los bizkainos que desde los altos acechan a los españoles, si no hiela la sangre de éstos, por ser soldados avezados en las batallas, es la señal de que presto habrá de derramarse hirviente por el suelo bizkaino.

Rápido como el rayo, lánzase el tropel bizkaino sobre el invasor con la fiereza con que suele el león sobre el antílope; y con la agilidad y la destreza y el vigor propios de su raza, ataca, hiere y mata, se revuelve, salta atrás y vuelve a arremeter, y

Como parten la carne en los tajones
Con los cortos cuchillos carniceros
Y cual de fuerte hierro los planchones
Baten en dura yunque los herreros;
Así es la diferencia de los sones
Que forman con sus golpes los guerreros,
Quién la carne y los huesos quebrantando
Quién templados arneses abollando(11).

Rudo es el combate, sosteniéndose con vigor por ambas partes: los unos, veteranos y acostumbrados a luchar desde su adolescencia contra los musulmanes; los otros, gente vigorosa y ágil y de innata destreza y fieros por su independencia… ninguno dé los dos bandos cederá de buen grado un solo pie de terreno.

Mas observan los bizkainos que los golpes que dirigen a muchos de sus enemigos resultan infructuosos, pues cubiertos éstos de una completa armadura, se presentan invulnerables al hierro más certero y rudo; y viendo que ni uno ni varios golpes son suficientes a derribar al contrario, comienzan a desesperar de la victoria y a desalentarse. Pero, al cabo, advierte un bizkaino, gracias a los movimientos de su rival, la abertura que muestra la armadura entre su parte inferior y la coraza, y asestándole, rápido, en dicha parte, un golpe terrible que lo tiende mal herido, se vuelve a sus compañeros, gritándoles: sabelian, sabelia, sarrtu!(12) Veloz este grito cunde por todo el campo, y reanimando los fatigados pechos y los cansados brazos de los bizkainos, que ya han descubierto un blanco para sus acerados chuzos y espadas, causa horrible mortandad entre los españoles.

Éstos, sorprendidos por tan brusca eficaz acometida, y viendo caer a su lado a tantos compañeros, fuera de combate a sus mejores jefes y bañado en sangre y muerto a su mismo capitán Ordoño, quien, como se le cayera el casco, peleando contra una varonil mujer bizkaina, recibió de ésta tan recio golpe de hacha en la cabeza, que lo derribó exánime por tierra(13), decaen de ánimo y, perdidos el valor y la fuerza, comenzando por sólo defenderse, acaban por volver las espaldas al bizkaino y por correr como gamos ansiando poder desandar el camino en hora mala andado para realizar la criminal conquista de un pueblo pacífico.

Y los ágiles bizkainos,

Qual suelen escapar de los monteros
Dos grandes Jabalís fieros cerdosos
Seguidos de solícitos rastreros
De la campestre sangre codiciosos,
Y salen en su alcance los ligeros
Lebreles irlandeses generosos;
Con no menor codicia y pies livianos
Arrancan tras los míseros hispanos(14).

Cubierto de cadáveres queda el campo, y enrojecido de humeante sangre(15); pero los bizkainos no abandonarán su presa hasta hacerla trasponer los límites de su patria.

¡Angustiosa carrera la de los fugitivos! Unos, jadeante el pecho y rendidas las piernas, se dejan caer, abatidos, al tropezar en el cadáver de su compañero; otros, arrojan las armas para correr con más presteza, y sólo las echan de menos cuando se sienten detenidos por una mano férrea que los hace prisioneros; quién, víctima de horrible pánico, se abalanza sin reparar en el terreno que pisa, y encuentra en una zanja el término de su libertad; quién, detiénese desesperado a librarse del golpe del bizkaino que le llega a los alcances, mas cuando vuelve el rostro le ha destrozado el cráneo una pesada maza.

Pero ya traspasan las fronteras de Bizkaya, y el hijo de esta nación, al llegar al límite de su patria, hace alto, que no le importa pasar más adelante, y lanzando una mirada altiva a las destrozadas huestes españolas que se alejan por el campo, clava su daga en el vetusto tronco de un robusto roble(II) que allí se levanta, en doble señal de victoria y de reto a quien osare en son de guerra poner la planta en tierras de Bizkaya.

Y ahora, señor de casa, puedes ya marcharte con tu perro, e ir a abrazar a tu mujer e hijos, a limpiar tus flechas y retirarlas con el cuerno, y luego tumbarte sobre ellos y descansar. Por la noche las águilas acudirán a devorar esos pedazos de carne machacada, y esos huesos blanquearán eternamente(16).

¡Venturoso día para Bizkaya!(17) Cierto que la sangre de muchos de sus hijos se ha vertido en el campo de batalla al par que la extranjera, contándose entre ellos el valeroso Estegiz, que partida la frente en dos pedazos por un bote de lanza, sucumbió en lo más recio de la pelea(18);

Mas, ¿qué importa? A tanto precio
Cuesta lo que vale tanto,(19)

y la libertad de Bizkaya bien vale la sangre de sus hijos.

Pero no será ésta la única vez que tengan que derramarla abundante, pues si un rey español ha escarmentado, otros le sucederán que, en sus miras ambiciosas, proyectarán la conquista de esta vieja nación. Comprendiéndolo así los bizkainos, resuelven la confederación de todos sus pequeños estados, la elección de un caudillo para el caso de guerra con el extranjero y la recopilación y traslación escrita de sus leyes consuetudinarias.

Al efecto, habiéndose reunido los bizkainos en junta General o Batzarr,(IV) como el Señor de Durango no hubiese dejado sucesión masculina, convinieron en que entrara el Duranguesado a constituir una de tantas merindades o agrupaciones de pueblos independientes en la general Confederación Bizkaina; diose forma a las leyes de costumbre, y se escribieron; formuláronse los pactos entre los bizkainos y el que había de ser su jefe, y unánimemente propuesto para este elevado cargo un joven de veintitantos años llamado Lope, natural de Busturia (que más tarde se casó con Dalda, hija de Estegiz), el cual se había distinguido en la batalla de Padura por su táctica y valor, habiéndolos jurado solemnemente, fue aclamado por los bizkainos su Jaun (Señor), siendo conocido en la historia con el sobrenombre de Zuria (el Blanco)(V).

De aquí data el Señorío de Bizkaya, mas no, como pretende algún historiador español, su independencia: la cual es tan antigua como su sangre y su idioma.

II

GORDEXOLA

Cinco siglos escasos después del merecido desastre sufrido por las tropas españolas en los campos de Padura, daban los bizkainos una nueva prueba del amor a su patria y del vigor de su raza.

Mas en esta segunda fecha era ya republicano-señorial la forma política de Bizkaya, institución que, por su especial carácter y por las bases en que estaba cimentada, sirvió a causar cierta degeneración del espíritu genuinamente bizkaino. Si alguna falta, en efecto, habían cometido los bizkainos contra el carácter de su nación (por seguir la tendencia de su siglo de confiar la jefatura del estado a un solo hombre) al nombrar un Señor de Bizkaya, que, aunque no monarca político, había de ser, además del goce de otras atribuciones, monarca militar, carácter capaz de sintetizar todas las ilusiones de un hombre de aquella época, de distraerle de su misión principal y de inspirarle miras ambiciosas, siempre perjudiciales al pueblo que capitaneara; en gravísima falta incurrieron al comprometerse a servir a tal Señor en cualquiera guerra que por sus particulares intereses emprendiera ya dentro (sin sueldo) ya fuera (con sueldo) del territorio bizkaino(VI).

No tardó esta realmente antiforal institución en producir los resultados que los bizkainos no previeron o no quisieron prever.

Ávidos de gloria y de honores exóticos los Señores de Bizkaya, enlazáronse con mujeres españolas de noble estirpe, y tomando parte activa en la reconquista de España, si bien en particular algunas veces, la mayor parte a las órdenes de uno u otro rey de la vecina nación, llegaron a adquirir títulos de nobleza española y a aceptar gustosos el de súbditos castellanos(VII), consiguiendo más tarde que el Señor de Bizkaya fuera de sangre puramente española y concluyendo (1379) por que este título y el de Rey de Castilla recayeran en una misma persona; hecho al parecer indiferente, puesto que no hería directamente a la independencia de Bizkaya, pero única causa en realidad de todos nuestros males. Por eso, en la época que nos ocupa era un noble extranjero, un español, un hermano del mismo D. Pedro I de Castilla-León el legítimo Señor de Bizkaya; por eso, las guerras de independencia que Bizkaya tuvo que sostener en este tiempo contra España, no fueron motivadas únicamente por tentativas de conquista por parte de la nación latina, sino también, aunque indirectamente, por la enemistad particular que entre sus respectivos Señor y rey existía.

Hallábase por aquel tiempo sumida España en las más crueles luchas intestinas.

Los pasados desórdenes de Alfonso XI produjeron en el reinado de su único hijo legítimo D. Pedro los efectos que eran consiguientes. La reina viuda Dª María acariciaba la coyuntura de vengar los celos que la devoraban; el joven príncipe, de natural irascible y libidinoso, y aconsejado por el ambicioso portugués D. Juan Alfonso de Albuquerque, había de dar rienda suelta a sus pasiones… El doble asesinato de Dª Leonor de Guzmán, la impúdica dama de D. Alfonso y de Garci-Laso de la Vega, y las torpes relaciones que D. Pedro, acaso por instigaciones de Albuquerque, inició con Dª María de Padilla, natural de Sahagún, que no obstaron para que celebrara matrimonio con la desgraciada Dª Blanca, hija del Duque de Borbón Pedro I, y que mantuvo criminalmente aun después de verificado este enlace sacramental: tales fueron los primeros actos realizados por aquel rey español, que causaron la indignación de su pueblo y labraron la sangrienta agitación y el trágico fin de su reinado(VIII).

Cuando Gehara'tarr Mentzia, viuda de Abendaño'tarr Martin y aya de Nuño de Lara, Señor de Bizkaya y niño aún de tres años, la cual se encontraba en Paredes de Nava (Palencia), supo la noticia del asesinato de Garci-Laso, temiendo por la vida del tierno infante que a su custodia estaba encomendado, convino con los caballeros bizkainos que le escoltaban en huir de la crueldad de D. Pedro y refugiarse en Bizkaya. Partieron, pues, para su patria, y después de pasar el Ebro, tuvieron la precaución de cortar un arco de Puentelarrá, y tras una marcha penosa pudieron llegar salvos a territorio bizkaino, en cuya villa de Berrmeo se guarecieron.

No sin fundamento recelaron de D. Pedro, el aya de Nuño y sus acompañantes, pues apenas el rey castellano fue enterado de su partida, salió en su persecución seguido de los hombres de guerra que creyera indispensables. Viérasele acelerar la marcha, gozándose anticipadamente en el feroz placer de acuchillar a quien algún día pudiera estorbarle, a un inocente niño. ¡Notable hazaña! Mas habiendo llegado a Santa Gadea, supo que los fugitivos habían arribado ya a tierras del Señorío, por lo que, temeroso tal vez de las armas bizkainas, retiróse muy a su pesar, prefiriendo proceder a la celebración de las Cortes de Valladolid, que tenía proyectadas. juzgó conveniente, no obstante, no cejar en su primer empeño de prender y quitar de la vista al Señor de Bizkaya, y ya que personalmente no se atreviera a penetrar en este país, encargó desde el mismo Santa Gadea a D. Lope Díaz de Rojas se apoderara de grado o por fuerza de la persona de Nuño.

Apresuróse Díaz de Rojas a cumplir la orden de su rey, y dirigiéndose a los bizkainos, intimóles le entregaran a su Señor; mas como aquellos se negaran a acceder, vuelto a Castilla, reunió numerosa gente de armas, e invadió con ella el valle de Orozko, cuya casa-fuerte del mismo nombre, defendida por Arrpide'tarr Iban, Bedia'tarr Martin y alguna gente, se le entregó después de dos meses y medio de cerco, en virtud de una capitulación por la que quedaban respetadas las vidas de los sitiados. Asedió seguidamente a la casa-fuerte de Untzueta, del mismo valle, ocupada por la gente de Abendaño'tarr Iban, hijo de Martin; pero a pesar de la inmensa superioridad numérica de sus tropas y de las máquinas de batir con que contaba, no sólo no consiguió tomarla, sino que consideró prudente retirarse a España, ante el peligro de ser atacado por las fuerzas de los bizkainos, que, desapercibidos y poco avisados en un principio y en aquellos tiempos distraídos y divididos por las guerras interiores de banderías, se unieran y formaran por último para defender la patria y encamináranse al encuentro del invasor.

No fue esta sola la invasión que el monarca castellano dirigió contra Bizkaya: otra distinta envió al mismo tiempo por el occidente, esto es, por las Encartaciones, al mando de D. Fernán Pérez de Ayala, quien para baldón y oprobio de su nombre llevaba sangre bizkaina en las venas. Como el ejército que guiaba Rojas, el capitaneado por Ayala encontró desprevenidos a los bizkainos, por lo cual le fue fácil penetrar hasta el interior de aquella comarca, ocupar el castillo de Arangoiti y posesionarse de los puntos más estratégicos; hasta que vencido y rechazado por los bizkainos, que en número de diez mil habíanse reunido y organizado, tuvo que retroceder a Castilla, consiguiendo solamente dejar asolados los campos de Gordexo1a (Gordejuela) y con esmero fortificado y guarnecido Arangoiti, que fue también en breve recobrado por los bizkainos.

Así pudo Nuño librarse del furor tiránico de D. Pedro, y Bizkaya de la humillante esclavitud. Pero no estaba aquél destinado por la Providencia a desempeñar el elevado cargo de Señor de Bizkaya: creíale seguro su aya en la villa de Berrmeo, mas la parca de la hora incierta se apresuró a cortar el hilo de la vida de aquel niño de cuatro años, último de los Laras (1359).

Sucedióle en el Señorío su hermana mayor Dª Juana, primera de este nombre, la cual, habiéndose unido en matrimonio con D. Tello, hermano bastardo de D. Pedro, como hijo de Alfonso XI y de Dª Leonor, cometióle la parte activa de su título, previo el juramento de guardar y hacer guardar, observar, cumplir y ejecutar inviolablemente los fueros, libertades, buenos usos y costumbres del Señorío, que el pueblo bizkaino exigía en semejantes casos.

Era D. Tello uno de los nobles que con sus hermanos D. Enrique Conde de Trastamara, y D. Fadrique, gran Maestre de Santiago, y el de Albuquerque, malquistado ya con el rey por la privanza de que cerca de éste disfrutaba la familia de la Padilla, acaudillaban el partido enemigo del monarca, pretextando defender la dignidad de Dª Blanca, repudiada a los dos días de la bendición nupcial.

D. Pedro halló al pronto ayuda en los infantes de Aragón, a uno de los cuales, D. Juan, brindóle con la promesa del Señorío de Bizkaya, pensando seguramente llevar a cabo la conquista de este pequeño estado; y a fin de facilitar de alguna manera el cumplimiento de su palabra, hízole casarse con Dª Isabel, la otra hermana de Nuño. Pero también los aragoneses le abandonaron en Tordehumos, y viose precisado a retirarse a Tordesillas con las escasas fuerzas que le quedaban.

Finalmente, después de varias tentativas de avenencia con el rey por parte de los coaligados, obtuvieron éstos que la reina madre Dª María les abriera las puertas de la ciudad de Toro, y que el mismo D. Pedro se presentara a ellos para conferenciar sobre el mejor modo de dar fin a toda enemistad. Dueños ya entonces de la persona del monarca, hiciéronlo cautivo y empuñaron las riendas del Estado. A D. Tello se le encomendó la guarda y custodia del judío Samuel Leví, tesorero del rey.

Mas el hijo de Dª María, que no había aún desesperado de sentarse libre de nuevo en el trono, trató de atraerse por segunda vez a su partido a sus primos los infantes de Aragón, y habiéndolo alcanzado con la promesa de concederles las tierras y dignidades con que primeramente los halagó y otras no menos pingües y elevadas, púsose en salvo, aprovechando una salida de caza en día de niebla, y se refugió en Segovia.

Débiles y faltos de carácter los coaligados, e inhábiles para proseguir con tenacidad y bríos la guerra y para gobernar el pueblo(VIII), desistieron de continuar por entonces la oposición y se dispersaron yendo cada cual a sus tierras, volviendo D. Tello al Señorío de Bizkaya.

Le había llegado, pues, a D. Pedro la hora de ejercitar la venganza, ya que él no conocía la justicia: por donde quiera que pasa dejan sus pies huellas sangrientas, y no hay virtud que respete, ni llanto, no ya que le ablande el corazón, pero ni siquiera que le determine a hacer justicia. Habíale llegado la hora de desbordar todas sus impetuosas pasiones, y no había de dejar piedra que remover para saciarlas.

Acordóse en malhora del Señorío de Bizkaya, y renaciendo en él los deseos de someterlo a su poder, lo cual le proporcionaría indirectamente ocasión de vengarse de su hermano D. Tello, primero y único de este nombre en Bizkaya, y de librarse del importuno D. Juan de Aragón, que de continuo le recordara la promesa que le había hecho, se propuso invadir el Señorío, para lo cual mandó considerables tropas al frente del infante D. Juan de la Cerda.

Ocurría esto el año de 1355; y ya hemos insinuado que las circunstancias en que entonces se encontraba Bizkaya, eran muy diferentes de las que acompañaron a la batalla de Padura: no era ya este estado euskeriano una Confederación de Repúblicas, sino una República Señorial; su Señor, un extranjero, a quien, aunque particular enemigo del invasor, importábanle más su propio nombre y vida que el bienestar y la independencia de Bizkaya, y que podía perfectamente abandonar a ésta cuando no encontrara otro medio que el de hincar espuelas en los ijares de su caballo para ponerse en salvo; y hallábase además agitado y dividido el país por las sangrientas guerras civiles que entre los partidarios de Ganboa y de Oñaz durante dos siglos(20) se sostuvieron.

No estaba, pues, Bizkaya en condiciones muy favorables para augurar la victoria necesaria a su libertad. Sin embargo, grande es el amor de los bizkainos a su patria, y en tan inminente riesgo de verla esclavizada, han de olvidar sus profundos rencores y enemistades y uniránse en apretado haz por la defensa de sus libertades; y bueno es que el ejército vaya capitaneado al combate por un solo jefe, pero si éste falta, cada soldado entusiasta es un caudillo, cuanto más tratándose de gente bizkaina, cuya característica afición a dirigirse individualmente la suele hacer indisciplinada.

Pero es de presumir que los dos bandos en que Bizkaya se hallaba dividida formaran dos distintos cuerpos para resistir al invasor, acaudillando, al efecto, a los partidarios de Ganboa Abendaño'tarr Iban, y a los de Oñaz Muxika'tarr Peru.

De esta suerte, así como en Padura fueron dos, el de la Confederación y el de Tabira, los lobos que vencieron al león español: así en Gordexola serán también dos los lobos que habrán de destrozarle: el de Oñaz y el de Ganboa.

Ebrias de gozo ante la perspectiva de una conquista, avanzaban suspirando por llegar a tierra bizkaina las tropas españolas. Acostumbradas estaban a vencer a sus hermanos, mas los bizkainos lo estaban a rechazar al extranjero… Bien montada y aguerrida era la caballería de que casi exclusivamente se componían; pero la agilidad y la destreza del enemigo y la configuración del suelo que ocupaba habrían de hacer embarazoso lo que parecía ofrecerles una ventaja.

Al llegar al valle de Gordexola, ofréceseles a la vista el ejército bizkaino ya preparado a la lucha; las huestes españolas aceptan la batalla que les presenta, y dispuestos los varios cuerpos de milicia en el debido orden, dase la señal del combate.

No es corta la pelea; pero, al fin, desordenada y deshecha la caballería española, vuelve grupas y se apresura a refugiarse en las vecinas tierras de Burgos.

¡Nueva gloria para Bizkaya, nueva fecha memorable y digna de esculpirse en letras de oro!

¡Gloria a Muxika y Abendaño! ¡Honor a Tello!

III

OTXANDIANO

No desiste D. Pedro el Cruel de conquistar el Señorío de Bizkaya, a pesar del descalabro que detuvo y rechazó a su ejército en el valle de Gordexola.

Hijo y sucesor del rey español que con ridículo cinismo se intituló por algunos años Señor de Bizkaya, no podía consentir fuese independiente y tuviese por Señor a un enemigo suyo un pueblo que él juzgara parte integrante de la nación española, simple condado regido por un súbdito castellano y casi feudo hereditario de su corona. Movíanle, además, a esta conquista su insaciable ambición y su carácter tirano y avasallador, no menos que, según dije en el anterior artículo, el compromiso que muy a su pesar contrajo con su primo D. Juan y la sed de represalias que le abrasaba por los ultrajes que en otro tiempo recibiera de su hermano D. Tello.

Arma, pues, una numerosa y marcial caballería, y el mismo año de 1355 (que le urge la realización de sus planes y los días le parecen años) poniéndola bajo el mando del mismo D. Juan de la Cerda, la dirige contra Bizkaya, no por el oeste, como la vez primera, sino por la villa de Otxandiano, que pareciéndole tal vez más accesible, se le ofrecía en caso afortunado muy adecuada para cuartel de las tropas y centro de operaciones, y para una fácil retirada, en el caso más desgraciado.

Pero, fatalmente para D. Pedro, la noticia de la invasión ha llegado oportunamente a oídos de Tello y de los bizkainos; hanse unido de nuevo los bandos de Ganboa y de Oñaz por la causa común de la independencia de la patria, y puestos a las órdenes de sus respectivos capitanes Abendaño y Muxika, aún no han pasado los caballos españoles del llano a la montaña y serpentean por las primeras estribaciones del Gorbea, cuando se encuentran ya apostados en Otxandiano, ansiando el momento de la pelea, que los acredite de dignos hijos del pueblo que prefirió siempre la muerte libre a la vida esclava. También Tello peleará con valor, aunque no dispuesto a emplear todo su esfuerzo y a morir en el supremo caso, pues si le molesta la idea del perpetuo destierro, menos halagüeñas le son las sombras de la muerte que, al fin y al cabo, no le interesa tanto como su vida la libertad de un pueblo que le es extraño y que retribuye su dignidad y oficio de Señor con censo bajo.

Ya es muy corta la distancia que separa a ambos ejércitos; y nuestros arqueros, por medio de escaramuzas a que se prestan tanto lo accidentado de nuestro suelo y la presteza de nuestros montañeses, causan no pocas molestias al enemigo, quien, antes de llegar al terreno de la batalla, se ha visto ya obligado a abandonar algunos caballos a su paso por los montes.

Llegó la hora decisiva. 0 los españoles vuelven a su tierra derrotados y duramente escarmentados; o Bizkaya cae bajo el poder del rey castellano y se convierte en provincia de España. Pero… son bizkainos del siglo XIV los que se encuentran apostados en Otxandiano; son bizkainos que, si bien algo degenerado su espíritu político(21), comprenden perfectamente aquella dura alternativa, y que en su corazón nacionalista la contestan todos y cada uno: o libro a mi patria Bizkaya de la ambición española, o no vuelvo a abrazar a mis padres y a mi esposa ni a recibir las caricias de mis hijos, y dejo mi cuerpo en estas montañas para cebo de los buitres de Gorbea y Anboto.

Comienza la lucha con las cerradas descargas de los honderos y los arqueros, que se anticipan a la primera carga de la caballería española, haciéndole no pequeño destrozo. Mas ésta recibe presto la orden de ataque y se lanza impetuosa sobre el grueso de la infantería bizkaina, que a pie firme la espera, le dispara primero los venablos y aguarda, armada de espadas y jabalinas, hachas y mazas, el rudo choque.

¡Oh patriotismo de nuestros padres! ¡Oh sangre bizkaina que bulles en las venas y saltas copiosa al suelo, regándolo por sustentar al Roble de tus libertades! ¡Pluguiera a tu Jaungoikua que ese cuadro a un tiempo glorioso y sangriento se presentara vivo ante el siglo XIX para enseñanza de estas generaciones degradadas!

…………… ¡Gloria a Bizkaya! Ved cómo atraviesan rápidas el campo monturas sin jinetes, cómo corren desalados caballeros sin caballos que luego son muertos o hechos prisioneros; allá lejos, huyendo agitados y pavorosos, algunos grupos de jinetes que vuelan más que corren, y aquí, a vuestros pies, cráneos destrozados, carnes maceradas, miembros rígidos, caballos yertos, armaduras desarmadas, cascos abollados, armas rotas, cuerpos inanimados, charcos de sangre… Son los restos del ejército español que pretendió conquistar a Bizkaya.

¡Bizkainos, vuestra es aún Bizkaya!

..........................................................................................................................

¡Y tú, oh poderoso rey español, puedes ya engarzar en tu preciosa corona el rico brillante del Señorío de Bizkaya, y llamar al infante D. Juan para, en cumplimiento de la promesa que le hiciste, nombrarle su depositario y custodio!

¿Lobitos bizkainos al león español? Veni, vidi, vici!

¡Si son de manteca sus brazos, de chufas su sangre y arcilla su hierro!

¡Regocíjate, oh nuevo Alejandro: las generaciones venideras ensalzarán tu nombre, y cuando, transmitiéndose de siglo en siglo la tradición de tus gloriosas victorias, todo español, desde el condecorado prócer hasta el harapiento mendigo, las relate a sus hijos, al pronunciar tu nombre exclamará: he ahí al Gran Conquistador!!!

IV

MUNGIA

El alud, al desprenderse de la elevada cumbre, comienza lentamente a descender por la pendiente de la montaña, pero aumentando en velocidad a medida que se aleja de su primer asiento, precipítase, al fin, con vertiginosa rapidez en la profunda sima, donde, dividido a los choques en mil pedazos, se esparce y confunde con la espesa y fangosa nieve allí amontonada. No de otra suerte se apartó Bizkaya de su primitiva base al adoptar la forma señorial con estatutos tan contrarios a su espíritu político, y alejándose gradualmente de su nacionalidad por la pendiente del españolismo, se derrumbó con estrépito y fragor en el extranjero antro, donde, disforme y despedazada, perdió su entidad y confundióse con la nación extraña.

¡Quién lo dijera… Las leyes destructoras de nuestras libertades, cuya pesadumbre nos agobia tanto en este siglo, tan íntimamente enlazadas como el efecto a su causa ocasional, a la faustosa proclamación de Jaun Zuria!

Y ¡ojalá que en este punto terminara nuestra desgracia, y que el círculo de decadencia de diez siglos, formado por las fechas de esa causa primero y su último efecto, se cerrase con murallas de granito y lo salvara Bizkaya para salvar su vida y libertad, restaurar su nacionalidad y cimentarse en el firme asiento que abandonara el siglo IX!

¿No es acaso posible que ese alud deshecho en trozos mil se liquide y evapore al calor de la regeneración, y despojándose de toda materia extraña, se eleve en alas del patriotismo a las altas regiones de la libertad, donde condensándose sus elementos, desciendan todos agrupados a posarse sobre robusta e inaccesible roca que le sirva de perpetua base (22)?

Pero, ¿por qué a tan duro extremo haber llegado? ¿Por qué este pueblo demócrata (23), verdadero legislador de sí mismo, no reconoció su error y borró de una plumada tan infausta institución, evitando así toda extranjerización y atajando su tremenda caída, antes de que en este maldito siglo de la esclavitud y las tinieblas, se hiciera penosa la restauración por su total derrumbamiento?

No es difícil señalar la causa: por la influencia moral que el parecer y opinión de las personas más ilustradas (?) de un pueblo, ha ejercido siempre en sus destinos.

Me explicaré indicando las causas concretas.

En aquellos tiempos esencialmente guerreros que subsiguieron a la invasión sarracena del siglo VIII, mientras el pueblo bizkaino en general vivía pacífico en su montañoso territorio, sin acordarse de trocar

La antigua laya por la férrea maza

más que en los casos en que la ambición musulmana o la española le obligara a ello, algunos bizkainos de boyante posición, cuyo corazón latiera agitado por saltárseles del pecho al percibir el eco del sangriento rugido que allende el árbol Mallatu lanzaba Marte, fascinados por el estruendo de la guerra y deseosos de probar el temple de sus aceros, organizaban y asalariaban pequeños ejércitos de gente belicosa y transponían las fronteras de su patria en busca de aventuras. Ved ahí, sólo en la repetición de este hecho, uno de los elementos causales de la forma señorial y sus bases: el militarismo.

Relacionados aquellos caudillos, en sus excursiones por las tierras extranjeras, con la nobleza gótico ?española, fueron víctimas de los efectos consiguientes a semejante roce, verificándose en sus ideas y aspiraciones un doble movimiento de exósmosis de su espíritu político bizkaino y endósmosis del exótico o español. Y he ahí la segunda concausa de la forma señorial y sus bases: el monarquismo.

Pero el carácter esencialmente tradicional de un pueblo no se tuerce y transforma en poco tiempo y de una sola vez, mucho menos si ese pueblo es el bizkaino, de tan invencible tenacidad en sustentar las ideas que le sean innatas o haya adquirido por la convicción. Así es que si, en tan adecuada ocasión como después de la victoria de Arrigorriaga, decide Bizkaya, gracias a la influencia que en la opinión de sus hijos ejerciera la de aquellos bizkainos aventureros adoptar la forma señorial, cuida bien de no conceder al Señor todas las atribuciones propias de un soberano, sino únicamente parte del poder deliberativo, del ejecutivo y de la jefatura militar, reservándose totalmente el poder legislativo; y si estatuye el servicio militar asalariado para fuera del territorio y sin sueldo dentro de él por los intereses particulares del Señor, de hecho se niega en la historia repetidas veces a prestarle sus armas cuando no se trata del bien común.

Instituida, empero, la forma señorial, necesariamente había de irradiar su acción moral al pueblo y habían de arraigarse en éste las tendencias exóticas y antitradicionales que importaron aquella institución al estado primogénito de Euskeria. Cedió, pues, la base de Bizkaya y comenzó su decadencia; su decadencia, sí, y nadie se asombre de esta expresión: que si, en los siglos sucesivos y a medida que más íntimamente se relaciona con España, parece engrandecerse el estado bizkaino desde ciertos puntos de vista y a los ojos de ciertos videntes es el engrandecimiento gradual del alud por la adhesión de las extrañas nieves que a su paso encuentra, las cuales, acreciendo su peso, sólo sirven para apartarle más de su primera posición, acelerar la rapidez de su caída y hacer más completo su destrozo.

El servilismo militar, la avidez de glorias militares, el monarquismo y las tendencias aristocráticas ocasionan pronto, en efecto, el españolismo, esto es, la idea de la unión(24) de Bizkaya a España por medio de la designación del monarca español para Señor de Bizkaya, primera causa ya directa de la ruina de este estado.

Bizkaya cae, pues, y rueda hacia el abismo…

Ofuscada y tenaz, sólo el terrible golpe de su caída en la lóbrega sima de la esclavitud (siglo XIX) podrá despertarla y mostrarle la única vía de purificación para salvarse y renacer como lo exige su dignidad y lo reclama la sangre que ha regado sus montañas(25).

Mil ocasiones se le presentan, en el transcurso de los tiempos, de reconocer la causa de sus males y volver sobre sus pasos, estatuyendo en conformidad con su carácter de independiente y demócrata la forma señorial, o mejor, aboliéndola y arrancándola de cuajo; pero su extremada ceguedad le vela en cada una de ellas el remedio, y cae en un nuevo y mayor yerro al querer enmendar el primero.

En estas consideraciones, que estampo por necesarias para la debida inteligencia de los sucesos que son objeto de este artículo, sólo una de ese sinnúmero de ocasiones citaré, ya que se relaciona con los hechos referidos en los dos últimos capítulos y es capaz por sí sola de comprobar las precedentes afirmaciones.

Cuando Bizkaya contempló los campos de Gordexola y Otxandiano tintos en la preciada sangre de sus amados y valientes hijos, púsose a deliberar sobre los medios de evitar los daños de la guerra, sin perder un ápice de su constante libertad ni menoscabar en lo más mínimo su decoro y dignidad; y comprendiendo que uno de los móviles que impulsaban al rey español D. Pedro a su conquista era el vehemente deseo de vengarse de su encarnizado enemigo D. Tello, acordó, para que el monarca castellano no pudiese alegar pretexto alguno justificativo de su conducta, negar el apoyo de sus armas a Tello en los casos en que el peligro de la vida y hacienda de éste sólo obedeciese a la enemistad particular que entre él y su soberano ocurriera. De este modo, una vez comunicado el acuerdo a D. Pedro, éste podía, sin temor a que Bizkaya se opusiese, perseguir a su hermano donde quiera y hacer justicia en él aun dándole la muerte, y si Bizkaya se lo permitía, penetrar en el Señorío particularmente y aun con armas para prender a su rebelde súbdito.

Pero si el acuerdo de Bizkaya es en el fondo y en su primera fase del todo razonable, pues reconoce la inconveniencia del servicio militar establecido, el modo como lo lleva a efecto revela, por el contrario, su ofuscado empeño en continuar por el camino de su ruina.

Clara y evidente se le mostraba, en efecto, a Bizkaya la causa de los males que quería remediar, y en su mano estaba el destruirla para evitar no sólo aquellos sino que también las más crueles desgracias de que hoy no podemos escudarnos con tanta facilidad. ¿No palpaba acaso los graves inconvenientes que acompañaban al tener por Señor a un súbdito extranjero? Y ¿no veía, por otra parte, los no menos graves infortunios, como las disensiones entre familias, la formación de partidos, las luchas intestinas, la aristocracia, etc., que se habían de seguir de conferir el título de Señor a un ciudadano bizkaino? Si, pues, no hay medio entre extranjero e indígena; si tanto en uno como en otro caso tantas calamidades son consiguientes; si las distintas y limitadas atribuciones del Señor pueden ser perfectamente desempeñadas por otras personas, morales 0 físicas, elegidas por el pueblo para un tiempo dado; si la supresión del cargo y oficio de Señor produce la economía del censo de sangre y hacienda que le es anejo; si Bizkaya, en fin, puede jurídica y materialmente abolir la forma señorial, ¿por qué persiste no sólo en mantenerla, pero en mantenerla íntegra y sin modificación alguna?

Conócete a ti mismo, aconsejaba con mucha razón Sócrates, según Jenofonte, y es la máxima que con más oportunidad podía dirigírsele a Bizkaya. No ha habido pueblo que se haya conocido menos a sí mismo que el bizkaino(26) . El pueblo en general no tenía conciencia de su ser ni de su valer; los bizkainos de posición más elevada, si bien amaban aún con ardor la independencia, estaban ya extranjerizados. Al fin las tendencias de éstos privaron y triunfaron, y Bizkaya no pudo despertar.

Planteada por Bizkaya la hipótesis de que su Señor incurriese en deservicio del rey castellano, érale preciso designar otra persona que sustituyese a Tello en el cargo señorial, que quedaba vacante y no era suprimido, y al efecto los bizkainos ¡deplorable obcecación! se fijan para encomendárselo, en el mismo monarca español, en el rey D. Pedro el Cruel, en el mismo extranjero que en el año anterior había a sus tropas mandado dos veces invadir el Señorío y otras tantas hacía cinco años. ¡Tal consiguió la alienígena política de Abendaño y de los que, como él españolizados, cifraban sus ilusiones en el militarismo y en las glorias españolas!

D. Pedro, que no otra cosa deseaba, aceptó gustoso las proposiciones de Bizkaya, y apenas los asuntos internos de sus estados se lo permitieron, se dirigió al Señorío en persecución de su hermano bastardo y enemigo D. Tello, para tomar venganza de los daños recibidos(IX). Este, desamparado de los bizkainos, apeló a la fuga y se refugió en Bayona, cesando de hecho en la posesión del Señorío (1358). Pero ocho años después, a principios de 1366, cuando D. Enrique de Trastamara invadió a Castilla, no pudiendo D. Pedro atender a la ocupación del Señorío y abandonándolo, entró en él Tello, siendo de nuevo reconocido como legítimo Señor por los bizkainos. Nueva prueba de la incalificable ceguera de este pueblo: ¿qué amor podía sentir hacia Bizkaya quien, cuando peligraba su vida, se vio por ella abandonado?

He ahí cómo Bizkaya tuvo ocasión de advertir su yerro y de rehacerse, cómo, obcecada, la despreció y cómo la conducían por tales caminos de destrucción y muerte los naturales que más títulos tenlan para conocerla y amarla.

Tan cierto es esto último como que nadie hay que desee su propio daño, y no es el pueblo bizkaino una excepción de la regla. SI, pues este estado comenzó a caer al instituirse la forma señorial y no ha habido en el transcurso de diez siglos un conato de regeneración y le hemos visto sepultarse a nuestros pies, incúlpese a quienes, conociendo su historia y sus leyes, nada hicieron por atajar el paso agigantado con que caminaba hacia la muerte.

Y ¡cuántos bizkainos que en esa clase pueden incluirse han sido y serán aclamados ilustres por las extranjerizadas generaciones de los tiempos sucesivos! No pretendo se les niegue el honor que bajo ciertos y determinados puntos de vista les sea tributable: pero, si no desconocían las instituciones y la historia de Bizkaya, ¿por qué no encauzaron bizkainamente las corrientes políticas de su tiempo?; y si eran de corazón patriota, ¿por qué loar su inteligencia y su saber en lo tocante a la patria?

Por lo que acabo de relatar se echa de ver lo bien marcada que estaba ya la tendencia de los bizkainos a la adjudicación del cargo de Señor a favor de personajes de la corte española.

Merced a esta tendencia, cuando habiendo muerto sin sucesión Tello en 15 de octubre de 1370, y aun Dª Isabel, la hermana menor de Nuño y viuda de D. Juan de Aragón(27), recayó la herencia en Dª Juana Manuel, esposa de D. Enrique el Bastardo, ya rey de Castilla-León, como sexta nieta de Diego III de Bizkaya, no tuvieron los bizkainos el menor reparo en designarla para Señora, a pesar de que veían inminente la unión de ambos poderes en el primer sucesor de dicha Reina de España y presunta Señora de Bizkaya, si ya no proclamaban al mismo rey D. Enrique de Trastamara, como antes lo hicieron con D. Tello.

Pero Dª Juana propuso al Señorío la renuncia inmediata de sus derechos en su hijo D. Juan, y los bizkainos, a quienes parecía faltarles tiempo para satisfacer sus errados ideales, reunidos en junta General en 1371, aclaman Señor de Bizkaya al heredero del trono castellano, confiándole a la dirección y tutela de sus padres hasta la mayor edad. Juan III pasó a Bizkaya el mismo año y juró los Fueros en Gerrnika, de la anteiglesia de Luno(X), y en la villa de Berrmeo.

Muerto el 30 de mayo de 1379 el rey de Castilla?León D. Enrique II, le sucede en el trono de dicho reino su hijo D. Juan, que ya para entonces hacía ocho años que era Señor de Bizkaya, realizándose de esta suerte la mil veces maldecida unión de ambos poderes, Real de España y Señorial de Bizkaya, en una persona: efecto de la institución señorial, y causa, a su vez, más determinante de la esclavitud que hoy nos oprime. ¡Cinco siglos hacía que Bizkaya se había apartado de su constitución tradicional al adoptar la forma señorial; otros cinco más tarde, debilitada por el extranjerismo, habría de ser despedazada por las garras del león español(XI)!

A Juan III de Bizkaya y I de Castilla-León, le sucedió en ambos estados su hijo Enrique III del Reino y I del Señorío, que a la sazón (1390) no contaba más que once años de edad. Éste, apenas salió de la tutela y aún antes de celebrar las Cortes de Madrid, se dirigió a Bizkaya a fin de prestar el juramento indispensable para obtener el título de Señor, llevándolo a cabo en Aretxabalaga, en la villa de Larrabetzu, en Gerrnika y, por último, en la villa de Berrmeo, y siendo en consecuencia reconocido y proclamado Señor por los bizkainos.

Habiendo pasado a mejor vida D. Enrique el Doliente en 1406, heredó la corona de Castilla-León su hijo Juan II, que aún no había cumplido dos años. Negáronse los bizkainos a satisfacer el censo señorial mientras no jurasen los Fueros la madre y el tío del infante, tutores suyos y regentes en su menor edad, exigiendo además que, no bien llegase D. Juan a los catorce años, pasase a Bizkaya a cumplir el mismo juramento, si los bizkainos habían de tenerle por su Señor y pagarle las rentas convenidas. Ambas juras, la de Dª Catalina y D. Fernando y la de D. Juan, se efectuaron oportunamente, y el Señorío siguió viviendo vida normal hasta la muerte de Juan II de Castilla-León y IV de Bizkaya (1454), por la que ocupó el trono de San Fernando Enrique IV el Impotente, a cuyo tiempo pertenece el suceso que es objeto de este artículo.

El siguiente año de 1455, expúsole Bizkaya a D. Enrique la obligación que tenía de jurar los fueros, buenos usos y costumbres, etc. para suceder a su padre en el Señorío, y le intimó a que así lo hiciese personándose en el mismo estado bizkaino, como lo ordenaban las leyes y lo habían cumplido sus predecesores. El príncipe castellano alegaba varios asuntos de urgencia que ventilar en su reino; pero comprendiendo la razón del requerimiento de los bizkainos y temiendo quedarse sin el título señorial, les contestó que porque ellos viessen que su intención e voluntad era e es de les guardar los dichos sus privilegios, fueros, usos e costumbres, segun que les fueron guardados en tiempo del rey D. Juan, su señor e su padre de esclarecida memoria::: que Juraba e Juró, prometía e prometió por su fee real, como rey e señor, de guardar e mandar guardar á las dichas villas e lugares, e tierra llana del dicho Condado e Señorío de Vizcaya, e á todos los caballeros e escuderos e fijosdalgo de ella, todos sus privilegios e fueros e usos buenos e buenas costumbres, e el fuero e quaderno por donde se rigen e gobiernan e deben ser regidos e gobernados, e sus libertades e mercedes e tierra e libranza de ellos, e los oficios de alcaldías, prebostados e merindades::: Item, que su señoría, cesantes otras arduas necesidades, lo más presto que podrá irá personalmente á la dicha tierra e Condado de Vizcaya, e les fara su jura acostumbrada en aquellos lugares en que se debe facer.

Conformáronse los bizkainos con esta promesa y esperaron pacientes diese término D. Enrique a tan arduas necesidades como le retenían en su reino.

Una vez satisfechas éstas, se presentó, en efecto, el rey castellano en Bizkaya, y reunida la Asamblea General so el Arbol de Gernika el 10 de marzo de 1457, estando ende presente el muy alto e muy poderoso señor rey de Castilla e de León::: Dixeron al dicho señor rey que, por quanto es de fuero e uso e costumbre, cuando viene el Señor nuevamente en Vizcaya recibir el Señorío de ella, el tal Señor les ha de facer juramento::: el dicho señor rey dixo que él era allí venido á facer el dicho juramento e que le placía de lo facer: e luego dixo que Juraba e Juró á Dios e á Santa María e á las palabras de los Santos Evangelios, do quier que estaban, e á la señal de la Cruz, que con su mano derecha corporalmente tañió, la qual fue tomada del altar mayor de la dicha Iglesia, con un Crucifixo en ella, de guardar á todos los dichos caballeros, escuderos, fijos-dalgo e labradores, e otras personas de qualquier estado, calidad e condición que sean del Señorío de Vizcaya, sus fueros e privilegios, buenos usos e buenas costumbres, e franquezas e libertades e mercedes e tierras e oficios, assí e segun que más cumplidamente les fueron guardados en tiempo del Señor D. Juan, de gloriosa memoria, su padre, e de los otros reyes, e Señores que fasta aquí fueron e vinieron en Vizcaya, etcétera. Mostróse, pues, D. Enrique deseoso de obtener el título señorial y plenamente sumiso a las ordenanzas del Fuero de Bizkaya, por lo que, a su juramento, al parecer veraz, siguióse su proclamación por los bizkainos.

Pero a principios de 1470 llegó a oídos de éstos la ingrata nueva de que su Señor había ya enajenado o trataba de llevarlo a efecto, por venta o por cesión, varias tierras y villas del Señorío, y justamente indignados, propusiéronse tomar serias y definitivas resoluciones.

Antes, sin embargo, de que fuesen adoptadas, comprendiendo D. Enrique que los bizkainos no acatarían de buen grado sus feudales pretensiones de soberanía, decidió someterlos por la fuerza, y llamando al Conde de Haro, Fernández de Velasco, su más leal servidor, le encargó, entregándole al efecto cinco qüentos, lo conquistara con las armas.

El Buen Conde de Haro, según le llamaban los españoles legitimistas o partidarios del imbécil rey D. Enrique contra su discreta hermana Dª Isabel, reunió grandes tropas de caballería e infantería, y encomendándolas a las órdenes inmediatas de sus hermanos D. Sancho y D. Luis y el Conde de Salinas, dispúsose a atacar al Señorío.

Los bizkainos Abendaño'tarr Peru y Muxika'tarr Iban, caudillos respectivos de los bandos de Ganboa y Oñaz y que a la sazón se encontraban en España, no bien tuvieron noticia de los proyectos de subyugar a Bizkaya que abrigaba el de Haro y de los aprestos que con este objeto estaba haciendo, se apresuraron a volver a su patria, donde, organizando sus huestes, preparáronse a resistir a la invasión castellana. A ellos se unieron con su gente el Conde de Treviño y el Adelantado Padilla, que, enemigos declarados de su rey y particularmente del Conde de Haro, no querían despreciar la ocasión que se les presentaba de vengar sus ideales.

Ya organizado el ejército bizkaino, no se trasladó a la frontera para detener al enemigo, sino que, dejándole internarse en las montañas para hacerle más embarazosa la retirada, acampó en la anteiglesia de Mungia, de la merindad de Uribe, y esperó a que las tropas españolas acudiesen al terreno mismo de combate que él escogiera.

El 26 de abril, las fuerzas castellanas, que, suponiendo que una victoria completa alcanzada sobre el núcleo de las bizkainas decidiría la sumisión del Señorío, despreciaran la ocupación de las villas y casas-fuertes y se dirigían al encuentro del ejército indígena, avistáronle por fin, en dichos lugares, donde, con los contados alabeses y españoles rebeldes que ya se le habían agregado, ocupaba las primeras posiciones.

Pero el de Haro deseaba proporcionar descanso a sus soldados antes de dar la batalla y la aplazó para el día siguiente, pernoctando frente al enemigo.

Apenas alboreaba el día 27, sábado, cuando el Conde de Haro imprimía a su gente un definitivo movimiento de ataque, que era correspondido por los bizkainos con otro de defensa que variaba en parte su primera disposición.

En medio de un silencio profundo, síntoma de espantosa tempestad, sólo interrumpido de vez en cuando por las voces de los jefes subalternos y el relincho de los caballos, suena estridente el clarín de ataque, que es inmediatamente contestado por el bélico santso de los bizkainos; extraño grito de combate que no se sabe lo que expresa más, si la fiera tenacidad por la independencia o el loco placer por la muerte. Vuela a rienda suelta, a través de la vega, la ruidosa caballería, dejando en pos de sí espesa polvareda que se eleva en remolinos para mezclarse, al caer, con la caliente sangre que habrá de derramarse; saludándola las secas descargas de los arcabuces, cuyo eco, repercutiendo de monte en monte, va a anunciar a los moradores de los apartados caseríos la hora de la muerte de los queridos hijos de sus entrañas… y al primer silencio sucede en el campo de batalla el salvaje concierto de Marte que forman los disparos del arcabuz, el choque de los aceros, el silbido de las balas, las blasfemias del impío, los gritos de rabia, las súplicas del cobarde, los ayes del moribundo…

Entretanto el astro del día asoma su impasible faz por el horizonte, prodigando a los combatientes luz abundante para distinguir el blanco de su aguzado hierro y mortíferas balas, y abundante calor con que mantener el fuego de su sangre… y a una carga de caballería sucede otra, y a una descarga de plomo otra descarga, y las lanzas y las jabalinas ya rotas son reemplazadas por las espadas, y las hachas y las mazas por las astas de las picas, y las balas por las piedras, y unas fuentes de sangre se siguen de otras nuevas y el campo se cubre de cadáveres… ¡que sobra tierra en Bizkaya para enterrar al invasor, y el Árbol de su libertad no tiene más savia que la sangre de sus hijos!

El sol, dirigiéndose al cenit, ha alcanzado ya lo más alto de su carrera, y parece detenerse impávido a contemplar el sangriento campo que sus rayos bañan, el cual, agotados los refuerzos de ambos ejércitos enemigos, que sólo mantienen ya de reserva el número indispensable de hombres formado' por los que en las primeras horas del día pudieron salir ilesos, se encuentra también en lo más rudo de la pelea. Nadie avanza ni retrocede: agítase en el centro el inmenso oleaje del grueso de las fuerzas, que no quieren ceder un palmo de terreno; y por todas partes esparcidos se distinguen grupos reducidos de guerreros salidos de sus filas o restos de columnas destrozadas, que sólo desaparecen al caer tendidos todos los de un bando.

Mas ya el ser de luz(28) declina sobre el ocaso, y pronto las sombras de la noche se extenderán sobre la tierra. Continúan los combatientes dando tajos, martillando cráneos y partiendo corazones, pero tras tan larga lucha, fatigados y jadeantes, cegados por el humo y el polvo, flaqueándoseles las piernas y caídos los brazos, no son ya tan recios los golpes que dirigen al contrario… mas nadie retrocede un paso, si no es para tomar aliento y lanzarse con más furia y arrojo sobre el enemigo…

Quien tenga suficiente energía para rehacerse de ánimo y con fiero empuje pueda dar la acometida que al principio de la batalla… ¡ése será el vencedor!

Un ronco rugido de indignación sale por fin de los pechos bizkainos, al representarse el peligro de su patria y ver a tantos hermanos inánimes a sus pies… aprietan con rabia en sus puños el temido acero, y embistiendo al enemigo con un valor digno de su raza y de la causa de la libertad, siembran el pánico en las huestes españolas y las obligan, tenaces a emprender la huida, tendiendo en el campo de batalla a un gran número de distinguidos caballeros castellanos, haciendo prisioneros a D. Luis de Velasco y al Conde de Salinas y causando luego, en la persecución, cruel estrago en la infantería enemiga.

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Esta es Vizcaya
Buen Conde de Haro,
Esta es Vizcaya
No Vilhorado.(29)

De esta suerte sabe Bizkaya sacudir el yugo extranjero. ¡Ah! Si Bizkaya se conociese a sí misma y por tanto a sus enemigos…

¡Despertad, bizkainos; abrid los ojos a la historia de vuestra Patria y conoceos! ¡Conoceos, y si la sangre que corre por vuestras venas no desmiente su origen… salvos seréis!

Tan descomunal derrota le hizo comprender a D. Enrique no era empresa fácil la conquista de Bizkaya, y optando por otros medios de inteligencia más suaves, como su astuto valido D. Duan Pacheco, Maestre de Santiago y antes Marqués de Villena, le convenciese de que era posible no tuviesen aún los bizkainos pruebas bastantes del enajenamiento de sus tierras por su Señor y que atribuyeran el atentado del Conde de Haro a iniciativa particular del mismo prócer resolviese a dirigir a los bizkainos una protesta de fidelidad, que en Cédula expedida y firmada en Segovia el 19 de julio del mismo año de 1470, fue concebida en los términos siguientes:

Sepades que yo estoy informado que algunas personas han dicho é divulgado que yo he dado e fecho merced de esse dicho mi Condado e Tierra llana e Encartaciones, e de algunas villas e lugares e tierras de él á algunos caballeros e personas::: de que vosotros podíades rescibir alguna alteración; e porque yo non mandé ni fecho merced de esse mi Condado::: ni tal por pensamiento me passó; antes porque esse mi dicho Condado es::: uno de los mis Títulos, e por ser por si tan noble e situado en los confines de ellos e Junto con los mares de los dichos mis Reynos, e frontera con los Reynos comarcanos::: siempre ha sido e es mi voluntad de que esse mi dicho Condado sea e permanezca en la dicha mi Corona Real, e que no se pueda dividir ni apartar de ella, etcétera.

Pero bien enterados los bizkainos de la verdad de la alienación del Señorío, que se le imputaba a D. Enrique, y de que la invasión dirigida por el Conde de Haro había sido ordenada y costeada por el mismo Señor, y plenamente convencidos de la falsedad de sus palabras, acordaron destituirle del cargo señorial, como lo realizaron, eligiendo a Dª Isabel, la hermana del mismo D. Enrique, para el desempeño de dicho oficio.

Al efecto comisionaron en 1473 a un vecino de Bilbao, para que con los poderes de las Anteiglesias, Villas, Ciudad, Duranguesado y Encartaciones, se presentara a Dª Isabel(30) , para invitarla a aceptar el nombramiento. Y Dª Isabel, accediendo con agrado, hizo expedir y firmó en Aranda de Duero el 14 de octubre del mismo año de 1473 la Cédula correspondiente, cuya Cláusula de pleito homenaje y juramento dice así: Yo, como Princesa, e Señora de las dichas Villas e Tierra-llana del dicho condado e Señorío de Vizcaya con las Encartaciones e sus adherencias, hago pleyto homenaje:: e Juro á Nuestro Señor Dios e á la Virgen Santa María su Madre, e á esta señal de la Cruz t que corporalmente tengo con mi mano derecha e por las palabras de los Santos Evangelios (do quier que están) de hacerpor ratos, gratos, firmes e valederos, para agora e en todo tiempo, los dichos privilegios generales e especiales, fueros, usos e costumbres, franquezas e libertades de las dichas Villas e Tierrallana del dicho Condado e Señorío de Vizcaya con las Encartaciones e sus adherencias, e de Cada una de ellas; e que no iré ni verné contra ellos, ni contra cosa alguna de ellos, agora ni en ningún tiempo que sea, por los menguar 6 quebrantar en todo ni en parte, ni por otra razon que sea ó ser pueda de fecho o derecho: E assimesmo, que no daré ni tornaré ni cambiaré ni enagenaré, agora ni . en ningún tiempo que sea, las dichas Villas e Tierra-llana del dicho Condado e Señorío de Vizcaya con las Encartaciones e sus adherencias, ni cosa alguna de ello, en persona ni personas algunas de cualquier ley, estado ó condición que sean::: E assimesmo, que defenderé e ampararé, agora e de aquí adelante e en todo tiempo que sea, a las dichas Villas e Tierra-llana con las dichas Encartaciones e sus adherencias, de todas las personas del mundo, con mi persona e estado e todo mi leal poder; e prometo ansi mesmo que quando, por permission de Nuestro Señor Dios, Yo fuere Reyna e Señora de estos dichos Reynos e Señoríos, ratificaré, aprobaré e confirmaré esta dicha mi carta de Privilegio, e todo lo en ella contenido e cada cosa e parte de ello, e mandaré dar de ello mi Carta de Privilegio la más fuerte e firme que ser pudiera, etcétera(31).

Teniendo D. Enrique por deshonrosa afrenta esta tan directa destitución de que era objeto, encargó al Maestre de Santiago y al Condestable de Castilla D. Pedro Fernández de Velasco, se dirigieran al Señorío en súplica de su rehabilitación en el cargo, prometiendo y jurando el fiel desempeño del mismo y aun la concesión de mayores franquicias si cupiese. Pero los bizkainos desoyen las súplicas y desprecian altivos las proposiciones del perjuro español.

Nuevamente quiere éste avenirse con el Señorío y recuperar lo perdido, y para conseguirlo trata de encomendar el asunto al arbitraje del entonces rey de Francia Luis XI, que hacía en aquellos tiempos de árbitro indispensable en las diferencias internacionales. Mas los bizkainos se ríen de semejante arbitraje, y desechan esta nueva proposición. ¿Qué les importaba a los bizkainos del parecer de rey ni gobierno ninguno? ¿Ni qué colisión de derechos (puesto que el rey de Castilla-León no tenía ninguno al Señorío de Bizkaya) había en el asunto, que hiciese oportuno un arbitraje?

Viéndose de tal manera humillado el tímido y estúpido rey D. Enrique, que, no obstante serlo en sumo grado, tenía de vez en cuando, como un niño, sus pequeñas rabietas; puerilmente irritado, pues no alcanzaba a más, mandó al Conde de Haro hiciese de nuevo cruda guerra a Bizkaya.

Penetró el de Haro repetidas veces en el Señorío, pero siendo en varios encuentros duramente derrotado, retírase, escarmentado, a España, resuelto a no proseguir una guerra que tanta sangre y dinero le costara inútilmente; volviendo con esto Bizkaya a su pasada paz y tranquilidad.

***

Termino aquí el IV y último de los artículos que, sobre algunas de las guerras que Bizkaya ha sostenido contra el extranjero, me propuse publicar para demostrar a ciertos bizkainos lo que ha hecho BIZKAYA POR SU INDEPENDENCIA y lo que nos importa conocer la historia patria.

Si ha resultado en parte prolijo y hasta difuso, débese al empeño que he tenido de fijar convenientemente los conceptos relativos a determinados puntos histórico-políticos de Bizkaya.

¿Quién, verbigracia, no ha visto en letras de molde u oído a personas que parecen eruditas hablar de un cierto pacto que se verificara entre Bizkaya y Castilla? Y sin embargo, ese pacto no ha existido jamás.

¿Quién no ha leído en escritos que, por ocuparse en esta clase de asuntos, debieran aparecer revestidos de la mayor precisión, afirmar la existencia en la historia de una cierta unión de Bizkaya a Castilla? Pues bien: si se ha de hablar con propiedad, nunca tampoco se ha efectuado semejante unión.

Lo explicaré en términos llanos.

Bizkaya, libre y soberana absoluta de sus actos, tuvo por conveniente el instituir la forma señorial, y la instituyó(32). Luego esa Bizkaya podía en derecho abolir la misma institución, cuando no la considerase conducente al bien del estado.

Adoptada ya la forma señorial, Bizkaya le proponía a la persona que bien le pareciese el desempeño del cargo de Señor, y por no molestarse en buscarla, acostumbraba dirigirse al inmediato heredero del anterior Señor(33).

El propuesto podía desdeñar el nombramiento(34) como podía Bizkaya proponérselo a quien no fuese el heredero del Señor que anteriormente lo disfrutara(35).

Bizkaya le prometía al propuesto recompensarle el ejercicio del cargo con la moneda (bienes censuarios), la fonsadera (servicio militar) y losyantares (habitación y sustento dentro del territorio)(36); y aquél pesaba este sueldo y la dignidad del cargo, y los comparaba con las obligaciones del mismo. Si le parecían equitativos, accedía al nombramiento, y entonces Bizkaya le exigía el juramento(37) como garantía de fidelidad en el desempeño de las funciones que iba a encomendarle; y prestado el juramento, Bizkaya prometía al prestador satisfacerle fielmente la moneda, la fonsadera y el yantar, mientras él fuese también su fiel Señor; y lo proclamaban por tal.

Nombrado el Señor, si no cumplía rectamente las obligaciones del cargo(XII), faltaba al juramento prestado, y daba motivos a Bizkaya para destituirle(38), y si ésta no retribuía por su parte el oficio de Señor como lo había pactado, faltaba también a su compromiso, y el Señor tenía motivos para abandonar el cargo(39).

Aparte de esto, Bizkaya podía exigir a su Señor la modificación de las bases del convenio, y si a ello no se avenía aquél, destituirle(40); en cambio, el Señor era libre de pedir al Señorío mayor recompensa que la estipulada, pero si éste no se conformaba, veíase obligado a contentarse con lo que percibía o a dimitir(41).

Además, aun cuando el Señor cumpliese fielmente su cometido, y sin suprimirse la institución señorial, tenía Bizkaya derecho a relevarle del cargo para cedérselo a otra persona, como tiene el amo derecho a despedir a un criado fiel para sustituirle con otros(42); y el Señor, por su parte, a u n recibiendo íntegra la retribución, podía renunciar al título de que disfrutaba, como tiene derecho el criado a despedir a su amo(43).

Ocurrió, andando el tiempo (1379), que el Señor de Bizkaya (Juan III) heredó la corona de Castilla-León, en la que más tarde se refundieron todos los poderes reales de las distintas regiones de la nación vecina: y de ambos títulos de Señor de Bizkaya y rey de España gozaba desde entonces una misma persona.

Realizóse, pues, la unión de ambos títulos en una persona, mas con carácter accidental y no fundamental, local y no sustancial, subjetivo y no objetivo: al que era Rey de España le incumbían desde entonces los derechos y le obligaban los deberes anejos al cargo de Señor de Bizkaya, exactamente como a un padre de familia le pertenecen los deberes y derechos de su estado distinta y separadamente de los que pueden corresponderle, por ejemplo, como empleado de un comercio(44).

Cuando la persona que reuniera aquellos dos títulos gobernaba en los asuntos de España, no actuaba como Señor de Bizkaya, sino como Rey de España; y viceversa, cuando se ocupaba en los intereses de Bizkaya, no obraba como Rey de España, sino como Señor de Bizkaya. Y no podía darse en rigor un caso en el que pudiese ejercer a la vez y respecto al mismo objeto como depositario de ambos poderes.

Bizkaya, de consiguiente, al firmar el convenio o pacto señorial con una persona de esa clase, no pactaba con el rey de España, como tal, sino con quien, por coincidencia casual o ya buscada(45), llevaba dicho título.

Pero mucho menos puede sostenerse se efectuara unión política entre Bizkaya y España, pues sobre este punto no cabe siquiera motivo ninguno de duda para la inteligencia menos clara y enterada, ya que la unión que entre ambos estados existiera, podía ser únicamente la producida por la unión de títulos anteriormente definida y tal, por consiguiente, que fuese incapaz de determinar relaciones intrínsecas y sustanciales.

Yerran, en consecuencia, los que indicaré aseguran y repiten como verdad inconcusa que España (ellos dicen el gobierno central) al someter en este siglo a Bizkaya, ha quebrantado el pacto que firmara con este estado euskeriano (ellos dicen región autónoma); porque no se ha realizado pacto ninguno.

Si España ha conculcado algún derecho por ese acto, es únicamente el derecho internacional natural. Pero ¿puede sostenerse no diera Bizkaya motivos para ello al transgredir el mismo derecho de gentes, por aferrarse en el cumplimiento del servicio militar que se obligó a prestar al Señor?

Lo que hay es que el españolismo había invadido ya en el orden de las ideas y sentimientos al pueblo bizkaino… y nada más.

Si los bizkainos son hoy, pues, víctimas de la opresión más humillante, cúlpense a sí mismos.

Uniéronse con los españoles, haciendo de sus distintos y diversos destinos una causa única y común… Carguen hoy con las consecuencias: gobernados están por un poder español y regidos por leyes españolas.

CONCLUSIÓN

REFLEXIONES

Ayer.- Bizkaya, Confederación de Repúblicas independientes, lucha contra España, que pretende conquistarla, y la vence en Arrigorriaga (888), permaneciendo libre. - Bizkaya, República Señorial independiente, siendo súbdito de Castilla-León su Señor, lucha contra España, que pretende conquistarla, y la vence en Gordexola y Otxandiano (1355), permaneciendo libre. ? Bizkaya, República Señorial independiente, siendo su Señor a un tiempo Rey de Castilla-León, lucha contra España, que pretende conquistarla, y la vence en Mungia (1470), permaneciendo libre.

Hoy.- Bizkaya es una provincia de España.

Mañana.- ¿.....................................................................................................?

Tienen la palabra los bizkainos del siglo XIX, pues que de su conducta depende el porvenir.

NOTAS

I

Oyu bat aditu izan da
Euskaldunen mendien artetik,
Eta Etxeko Jaunak, bere atearen aintzirrian txutik,
Ideki ditu bearriak eta erran du: ¿ nor da orr? ¿ zer nai dute?
Eta txakurra, bere nausiaren oinetan lo zagoana
Altxatu da, eta karrasiz Altabizkarren inguruak bete ditu.
Ibañetaren lepoan arrabots bat agertzen da;
Urrbiltzen da, arrokak ezkerr eta eskuin Jotzen dituztelarik:
Ori da urrundik eldu dan armada baten burruma…
Mendien kopetetarik gureak errespuesta ematen diote,
Bere tutuen soinua adi erazi dute,
Eta Etxeko Jaunak bere dardak zorrozten ditu.

II

Este roble, que estaba en jurisdicción de la anteiglesia de Luxaondo y era tal vez uno de los árboles junteros de aquella época, señalaba el límite de Bizkaya.

Desde este día se le conocía con el nombre de Mallatu, que quiere decir magullado, hendido, y a él se refiere aquel antiguo cantar bizkaino que dice:

Odoldurik eldu giñian
Mallatu areitz onetara(1),
Eta urren dagozanak bere
Ajan ikusiko gaitube.

El cual, vertido al castellano, significa: «Ensangrentados llegamos a este roble que hemos acribillado, y también los que están en las cercanías nos verán llegar del mismo modo, si se vuelve a atentar contra nuestra libertad."

Hoy no existe el memorable árbol: una mísera cruz de piedra que se levanta en la carretera que va de Bilbao a Orduña, al pie del monte Luxa y cerca del río, marca el lugar donde crecía; en su pedestal se lee: "Este es el sitio donde estaba el árbol Malato de que hablan las historias y la ley quinta, título primero del Fuero del M. N. y M. L. Señorío de Vizcaya. Año de 1730."

La Diputación de 1729(2) fue la que hizo erigir tan grandioso obelisco; y grabó la inscripción en castellano, sin duda para que en caso de una nueva invasión de los españoles, la entendieran y, al recordar al histórico roble, retrocedieran temerosos a su país.

Pero las demás Diputaciones han sido aún más ostentosas, como lo demuestran los magníficos monumentos que en Arrigorriaga, Otxandiano, Mungia, Gizaburuaga, Yurreta, etcétera, se levantan testificando las glorias de la independencia bizkaina y son la admiración del viajero que visita nuestro país, las numerosas estatuas de héroes y hombres ilustres de Bizkaya, que están enseñando a los naturales el modo de ser dignos hijos de su Patria y de perpetuar su nombre; la esplendidez con que se atiende el asunto de la beatificación de Berrio-Otxoa, etcétera, etcétera.

Tanta magnificencia por parte de las Diputaciones, bien que sea con fines patrióticos ejercida, llega ya a constituir un derroche tal de los fondos de Bizkaya, que nunca se lo podremos disimular ni perdonar, porque indudablemente que hay otros muchos objetos en qué emplear con más fruto el dinero y que son asequibles con menos dispendio, como es, por ejemplo, la edificación de un suntuoso palacio para una corporación de índole advenediza, obra que interesa y reporta utilidad a Bizkaya en un grado mayor sin comparación que aquellas otras, que son por demás peregrinas y extravagantes.

III

…Etxeko Jauna, joaiten altzera zure zakurrarekin
Zure emastearen eta zure aurren besarkatzera, zure dardak garbitzera
Eta altxatera zure tutuekin, eta gero euen gainean etzatera eta lo egitera.
Gabaz arranoak jeiten dira aragi puska lertu oriek jatera,
Eta ezurr oriek oro zurituko dira eternitatean.

IV

La junta o asamblea se significa en Euskera con la voz batzarr.

Aseveran todos los autores que de este particular hablan que estas reuniones se celebraban en Bizkaya, bien que ya no en el siglo IX, al menos primitivamente, por los ancianos del pueblo. Me es muy dudosa la exactitud de esta especie histórica: no digo yo que, constituyéndose en los primeros tiempos dichas juntas por los cabezas de familia (lo cual es cierto, como se colige del sistema de gobierno de las anteiglesias), no asistiera a las mismas un buen número de ancianos, pues parece natural que todo grupo de dos o tres o más familias cuyo padre común viviera estuviese en ellas representado por éste, que habría de contar una edad avanzada, y esos grupos de familias no escasearían seguramente en una raza vigorosa y de costumbres sanas; lo que no puedo conceder, porque no hallo razones que lo apoyen, es que aquellas asambleas fuesen constituidas única y exclusivamente por ancianos.

Pero mi propósito, al escribir esta nota, no ha sido tratar el asunto desde el punto de vista histórico, sino respecto al origen de la palabrabatzarr(3) que, erróneamente analizada por aquellos autores, les ha servido para comprobar su juicio, si ya no para concebirlo y enunciarlo. Dicen que el vocablo batzarr ya por si sólo significa analíticamente Junta de ancianos, por estar compuesto de batz (unión) y zarr (viejo); y esta etimología es desacertada (no a mi parecer, sino al de quienquiera que conozca las leyes etimológicas del Euskera), no obstante haber sido admitida y prohijada por euskerálogos de renombre. No tengo la menor duda en esta parte negativa de la cuestión, esto es, de que la etimología de batzarr no es batz-zarr; ahora, cuál es la verdadera, ésta es la parte afirmativa en que no hago más que emitir mi opinión. La demostración de la primera y la solución que tengo por probable en la segunda, pueden verse en el III de mis Pliegos Euskeralógicos.

V

Parece que Lope I fue hijo de un bizkaino llamado también Lope, Señor acaso de la Merindad de Busturia, y de María, infanta de Escocia.

No se sabe fijamente el lugar donde naciera el primer Señor de Bizkaya: por una parte, asegúrase que su abuela paterna era natural de Morga'ko Meakaurr, anteiglesia interior comprendida hoy en la Merindad de Uribe, donde poseían los primeros Señores un palacio llamado Isasi y en cuya parroquia fue sepultado Muño, hijo y sucesor próximo de Jaun Zuria; y por otra, los ascendientes de este último fueron marinos y probablemente Merinos de Busturia, en cuya anteiglesia del mismo nombre y barrio denominado Aldamira, en un palacio que luego fue reedificado por el segundo Señor, vivía el joven Lope cuando partió para la batalla de Padura, bien al lado de su padre o bien capitaneando él mismo a los hombres de aquella Merindad.

Yo me inclino a creer era natural de Azpe de Busturia (4), pues con los datos últimamente expuestos concurren a comprobarlo los siguientes: 1º la etimología de Busturia; 2º la anteiglesia que tenía el primer voto y asiento en las juntas Generales.

1º El nombre de Busturia no se analiza, como afirman Iturriza y otros, en Busti-uria (pueblo mojado o pantanoso) de busti (mojado) y uri (pueblo), porque en caso de tener este origen significativo, sería Ur-bustia el nombre, ya que aquella construcción es esencialmente anti-euskérica, porque el Euskera no admite la anteposición del adjetivo (busti) al sustantivo (uri). La etimología de Busturia es probablemente Buru-Zuria (el jefe Blanco), que se sincopó inmediatamente en Burzuria o Burtzuria y luego se convirtió en Busturia, como las formas bertze (otro) y bortz (cinco) del Euskera lapurdino se permutaron en beste y bost del bizkaino; de suerte que la anteiglesia de Azpe se llamó por ser residencia y naturaleza de Jaun Zuria, Busturia'en Azpe (Azpe del jefe Blanco)(5). Que el vocablo buru (cabeza) significó metafóricamente jefe lo prueba entre otras la etimología de Butron, que es indudablemente Burutorron (Torreón del jefe), pues fue aquel castillo cuna de varios cabecillas del bando oñacino.

2º En este punto obran los siguientes datos: a) a la anteiglesia de San Andrés(6) le correspondía desde el origen de las juntas Generales el primer voto y asiento en las mismas(7); b) el orden en que están situadas sobre el brazo de mar y río de Mundaka del mar al interior, las anteiglesias que tenían los primeros votos y asientos en las juntas, es el siguiente: Mundaka, San Andrés, Busturia, Murueta, Forua y Luno; c) este orden coincide con el de los votos y asientos de las mismas anteiglesias en la primera época, a excepción de la prioridad de San Andrés; d) hay un islote en dicho brazo de mar que, a pesar de estar situado al pie mismo de Busturia, es jurisdicción de San Andrés, y el cual se llama Sandiendere o Sandi-Andere (San Andrés), porque en él se levantaba, aun en tiempos de Iturriza (1786), la parroquia de la anteiglesia que nos ocupa, comunicándose con la tierra firme, según el mismo historiador (8), por un puente de piedra de cinco arcos, construido tal vez con aprovechamiento de los machones naturales a que se ha reducido el istmo primitivo (9); e) la anteiglesia de San Andrés es la más reducida de Bizkaya (contando hoy solamente setenta vecinos y en los tiempos de Iturriza veintinueve fogueras y dieciocho casas parroquianas) lo cual prueba que es relativamente moderna, ya que las anteiglesias primitivas irían ensanchando su jurisdicción a medida que aumentaba el número de sus familias y tiempo sobrado tuvieron para que esto se realizara considerablemente. De los anteriores datos creo se puede inferir, sin mucho aventurarse, lo que sigue: "Lope, hijo primogénito del Señor de la Merindad de Busturia, que después de ser nombrado por la asamblea Señor de Bizkaya, residía como antes en su palacio de Aldamira (Busturia); deseando conmemorar la victoria alcanzada contra la invasión española el día de San Andrés, hizo edificar en una isla situada al pie de su residencia una iglesia bajo la advocación de dicho apóstol, designándole por feligresía algunas familias que, procedentes de Mundaka y Busturia, habitaban ya los terrenos comprendidos entre ambas anteiglesias (los cuales o eran realmente baldíos (10) o bien propiedad de él mismo), otorgando a la nueva población el carácter y título de anteiglesia y concediéndole el primer voto y asiento en las Juntas Generales, con preferencia a Mundaka, por haberse constituido por motivo tan glorioso como la independencia de Bizkaya." Esto es totalmente verosímil(11) . ¿Hay otra explicación más satisfactoria del hecho de haber sido Mundaka pospuesta a San Andrés en la Sala de juntas, cuando por su situación geográfica le correspondía a aquella anteiglesia el primer voto? Admitida mi hipótesis, queda de nuevo corroborado quejaun Zurza nació en Busturia, pues que el ser natural de ésta sería lo que le moviera a ejecutar aquellas cosas.

Lope I tuvo dos hijos: un varón, llamado Muño, que le sucedió en el Señorío, y una hembra, Alda (12), que se casó con Albiz'tarr Diego o Jago(13) Esta descendencia la tuvo de Dalda, la hija de Santxo Estegiz, con quien se unió en segundas nupcias. Su primera mujer, Iñiga, había muerto sin dejarle sucesión.

Llamábanle Zuria (el Blanco) a Lope I, porque realmente fuese blanco de rostro, o por el color de sus vestiduras. Yo tengo por más probable el último motivo, pues es raro lo primero en un hombre cuyas exclusivas ocupaciones serían la guerra por mar y por tierra y la montería en las épocas de paz. A no ser que dijesen blanco por rubio, que no es extraño lo fuese Lope si, como cuenta la tradición, era escocesa su madre.

VI

Dice la ley V del título I del Fuero de Vizcaya: Otrosí, dixeron: Que havian por Fuero e Ley, que los Cavalleros, Escuderos, Omes, Hijos-dalgo del dicho Condado, e Señorio assi de la Tierra llana, como de las Villas, e Ciudad de él; é sus adherentes, siempre usaron, é acostumbraron ir, cada, y quando que el Señor de Vizcaya los llamasse, sin Sueldo alguno, por cosas, que a su Servicio los mandasse llamar; pero esto fasta el Árbol Malato que es en Luxaondo: Pero Si el Señor, con su Señoría, les mandasse ir allende del dicho Lugar, su Señoría les deve mandarpagar el Sueldo de dos meses, si huvieren de ir a aquende los Puertos; é para allende los Puertos, de tres meses é assi dando el dicho Sueldo ende, que los dichos Cavalleros, Escuderos, Hijos‑Dalgo usaron, é acostumbraron ir con su Señoría a su Servicio, do quier que les mandasse; pero no se les dando el dicho Sueldo, en el dicho lugar, nunca usaron, ni acostumbraron passar del dicho Arbol Malato.

Ley tal es radicalmente opuesta al espíritu bizkaino. ¡Este pueblo noble, altivo y viril, empuñar las armas para satisfacer los caprichos de un hombre, y hacerse acaso cómplice y responsable de los crímenes que fuera de su tierra pudiera éste cometer! La sangre de los bizkainos sólo por Dios o por Bizkaya debe derramarse, jamás por un hombre aventurero, ya le agite la fiebre de combate, ya le fascine el brillo de una corona, y asístanle o no derechos ciertos en que apoyar sus pretensiones.

VII

Ha habido quien se ha fundado en esto y en el nombre de Condado con que se llama a Bizkaya en los documentos antiguos, para afirmar que este estado dependía de España y que no era más que uno de tantos señoríos y condados como en la última existían. Semejantes autores se fijan más en el nombre que en la cosa, y tal vez hayan revuelto muchos pergaminos, pero, o carecen totalmente de criterio historial y no han nacido para historiadores, sino sólo para desenterradores de documentos y roedores de archivos, o los mueven y guían intenciones poco rectas y nobles, semejantes a las que tuvo el canónigo masón Llorente al escribir sus Noticias Históricas de las tres Provincias Vascongadas.

VIII

Tal era la condición de los hijos de Alfonso XI. El mismo D. Pedro el Cruel, merced a la torcida educación que recibiera de su ayo Albuquerque, era iracundo, pero débil; soberbio, pero bajo; lascivo, pero incapaz de amar de veras a nadie ni nada. Este tirano español, multihomicida y trígamo(14) no tenía la menor noción de virtud alguna: no servía, en una palabra, ni para rey ni para militar ni para simple ciudadano.

IX

Ya que incidentalmente y sólo como prueba de un aserto emitido he citado este hecho histórico, voy con la brevedad posible a relatarlo en todas sus partes, para satisfacer la curiosidad de la mayoría de mis lectores.

Abendaño, que veía la imperiosa necesidad de paz que Bizkaya tenía y que comprendía que el sol que más alumbraba por entonces era D. Pedro, fue quien, por sus propias miras particulares, hizo primeramente al monarca castellano aquella proposición. D. Pedro contestó que le precisaba, para conformarse, la seguridad y garantía de la voluntad de los bizkainos. Entonces obtuvo Abendaño, que debía de ser el capitán más afamado de los bizkainos, se adhirieran a sus propósitos veintitantos caballeros, jefes tal vez los más principales, y las villas de Bermeo, Lekeitio, Durango y Bilbao, y conferenció con Tello y Juana, Señores de Bizkaya, los cuales, viendo perdían el apoyo de las armas bizkainas y juzgando, por otra parte, asaz afirmado ya en las manos de D. Pedro el cetro castellano, decidieron prudentemente firmar la correspondiente escritura y, en las cosas de España, seguir el partido de D. Pedro.

Dicho documento, otorgado en Bilbao el 21 de junio de 1356, decía: Que primeramente, lo que Dios no quiera, si desirviere D. Tello al dicho señor rey D. Pedro en las posturas que con él pone, que non le acojamos a dicho D. Tello en Vizcaya, en Villas ni en la Tierra; e si Da Juana nuestra Señorafuere con D. Tello a deservicio del rey, que non la acojamos oras que a D. Tello en el dicho Señorío de Vizcaya; e si la dicha Da Juana no fuere con D. Tello en deservicio del rey y viniera a Vizcaya, que la acojamos en todo el Señorío de Vizcaya, e la hayamos por Señora, a servicio del rey, e de la dicha Dª Juana sin D. Tello; e obedezcamos cartas e mandatos del dicho señor rey D. Pedro, seyéndonos guardados nuestros fueros, e usos, e costumbres, e privilegios. E que non le acojamos al dicho Señor D. Tello en el Señorío de Vizcaya, ni le ayudemos ni le demos ayuda ni le defendamos ni le hagamos ayudar en mar ni en la tierra. E sin fincar quisiere la dicha Da Juana en el Señorio, que finque ella e nos con ella, no desirviendo a dicho señor rey D. Pedro. E si la dicha Dª Juana fuere con D. Tello en deservicio del rey, que nos los dichos vizcainos y villas, que le recibamos por Señor de Vizcaya, e le cognoscamos Señorío al dicho señor rey D. Pedro, airado o pacado, con pocos o con muchos, viniendo el dicho señor don Pedro en Arechabalaga, que es en Vizcaya, faciendo tañer las cinco bocinas, seyendo junta General, segun uso de Vizcaya. jurando el dicho señor rey D. Pedro que nos mantendrá e guardará a Villas e a toda la Tierra de Vizcaya en nuestros fueros, e usos, e costumbres, e privilegios, según que nos 1 . uraron los Señores que fueron fasta aquí en Vizcaya.

Rigurosamente hablando, este convenio era malo, porque no fue prestado por Bizkaya en Junta General, sino sólo por cuatro villas y unos cuantos capitanes que tendrían facultades para guiar al ejército en la guerra, pero carecían de atribuciones para otorgar una escritura política. Nada importa que Tello la suscribiera, pues faltaba la otra parte: Bizkaya. El convenio debió establecerse entre el Señorío y el Señor, y luego comunicárselo a D. Pedro.

Sin embargo, aunque Bizkaya no intervino en el convenio expresamente, tácitamente lo aprobó, pues lo consintió. Prueba de ello son su primer silencio cuando aquél se hizo público, y su posterior abstención de defender a Tello, cuando D. Pedro le perseguía.

Este proceder de Bizkaya no fue correcto. Si buscaba la paz, privando a D. Pedro de todo pretexto de agresión, tenía dos caminos para alcanzarla: derogar de raíz la forma señorial (y era el más recto), o exigir a su Señor si quería continuar en su puesto, la reforma y modificación del servicio militar que con él había pactado. Pero no debía hacer caso omiso de este contrato mientras la institución señorial rigiera en el estado; ni tampoco negarle sus armas al Señor cuando éste, por sus particulares intereses, las demandase, mientras permaneciese en vigor la ley que prescribía este servicio militar.

Ciertamente que Bizkaya estaba en derecho, siempre que quisiera, de dirigir a su Señor la siguiente o parecida comunicación: "si desirves al rey castellano, como súbdito suyo que eres (y será para mí prueba de ello el que aquél te persiga), yo no te tendré por Señor". Pero ni esto siquiera hizo, ni, haciéndolo, habría cumplido con las formalidades que en lo ordinario y normal se requieren.

Ni cabe objetar que Tello no era Señor por sí mismo, sino por su matrimonio con Juana de Lara. Porque esto podrá explicar el origen del título señorial. de Tello, pero no demostrar que de él careciera. Tello, por ser esposo de la heredera de Nuño, fue propuesto por los bizkainos para el ejercicio del cargo de Señor; y habiéndole aceptado y prestado el juramento de costumbre, fue proclamado como tal por los bizkainos. De suerte que Tello y Juana eran a un tiempo Señores de Bizkaya: Juana originariamente, y originadamente Tello; pero legítimamente ambos, siendo los títulos del uno complemento de los de la otra y pudiendo reasumirlos todos uno solo de los consortes cuando Bizkaya lo ordenase, como se echa de ver en la escritura transcrita y se realizó a la muerte de Juana(15). Pero la prueba más poderosa de que Tello era verdadero Señor de los bizkainos es la que proporciona la existencia del citado documento: porque si no lo es, y los bizkainos no tienen, por consiguiente, obligación de auxiliarle con sus armas, ¿por qué decretan que, incurriendo aquél en deservicio de D. Pedro, no han de acogerlo ni protegerlo? Es patentemente que tratan, con un nuevo decreto, de eximirse de los deberes del primer pacto; es que Tello es su verdadero Señor. Pero veo estoy rebatiendo una objeción que a nadie seguramente podrá ocurrírsele, ya que absolutamente carece de razón de ser; porque en el mismo lugar que Tello se encuentra su esposa en el convenio que nos ocupa, lo que ocurrió con aquél aconteció exactamente con la segunda y cuanto queda dicho del proceder de Bizkaya respecto del uno puede, de consiguiente, aplicarse perfectamente respecto de la otra.

Tan manifiesta como la transgresión que cometió Bizkaya del pacto con su Señor y la extralimitación de los bizkainos que firmaron el convenio, es la candidez con que Tello procedió al descansar en la buena fe de su hermano y prescindir del nombramiento de un juez que decidiese la existencia del deservicio. No tardó el día en que tuvo que experimentar los efectos.

Cuando en el mismo año de 1356 D. Pedro de Castilla-León declaró la guerra a D. Pedro IV de Aragón, Tello, fiel a su promesa, acudió con las armas bizkainas en auxilio del castellano, contribuyendo notablemente al buen éxito con que la fortuna favoreció a la expedición castellana(16) Pero en mayo de 1357, el cardenal Guillermo, legado del Papa Inocencio VI, intervino en el asunto y pudo alcanzar, previa la amenaza de excomunión a quien se obstinase en proseguir la guerra, se ajustaran treguas entre ambos monarcas españoles.

No era el carácter de D. Pedro el Cruel a propósito para olvidar antiguos agravios, aunque pareciesen ya satisfechos por favores posteriormente recibidos y le plugo aprovecharse de aquella tregua para desahogar el mal oculto odio mortal que aún sentía hacia los coaligados de Toro. Alguno de ellos, como D. Enrique, estaba fuera del alcance de su furor, pero los que con él se habían aliado, habrían de pagar muy cara su confianza en el sanguinario tigre.

La primera víctima fue D. Fadrique. Llamóle el rey a su presencia, apenas llegó a Sevilla después de dejar las fronteras de Aragón; acudió el Maestre de Santiago sin sospechar de su hermano. D. Pedro, recibiéndolo afablemente, le aconsejo se retirara a descansar del vi 'e, con intento s n duda de dar las últimas órdenes para que no fallara el golpe proyectado; y llamando al infante D. Juan, que ya estaba impaciente por poseer el Señorío de Bizkaya, haciéndole jurar por los Santos Evangelios (!!!) guardaría secreto de lo que iba a revelarle y a ejecutar, le habló de esta manera: Primo, yo sé bien, e vos tambien lo sabéis, que el Maestre de Santiago, D. Fadrique, mi hermano vos quiere mal, e aun creo que assí facéis vos a él. E yo agora por algunas cosas en que yo sé que él anda contra mi servicio, quiérolo matar hoy. Por ende yo vos ruego que me ayudéis a ello, y en esto me faréis gran servicio. E luego que él sea muerto, yo entiendo partir de aquí para Vizcaya, e matar a D. Tello, e él muerto, quiero vos dar la tierra de Lara e de Vizcaya, pues vois sois casado con Dª Isabel, hija de D. Juan Núñez de Lara e de Dª María su mujer, a quien las tierras Pertenecen.

D. Juan aceptó la criminal proposición, y haciendo D. Pedro llamar nuevamente a D. Fadrique, éste volvió a entrar en palacio sin el menor recelo, para ya no salir de él, pues apenas hubo pisado la real cámara, cuatro maceros se abalanzaron, a la voz de D. Pedro, hacia el Maestre, quien, no pudiendo en su aturdimiento desenvainar la espada, cuya empuñadura se le enredara en la correa, sucumbió a los golpes de las pesadas armas. Siguióle su caballerizo mayor, D. Sancho Ruiz de Villegas, que le había acompañado a palacio, y el cual fue asesinado por el mismo D. Pedro y uno de sus caballeros. La insaciable fiera sentóse aquel día a comer en presencia del cadáver de su hermano.

Otro de los nombres que, según queda visto, formaban la fatídica lista que D. Pedro trazara en su mente, era el de su otro hermano, Tello, Señor de Bizkaya; y como D. Juan guardaba el secreto del asesinato de D. Fadrique a trueco de adquirir el Señorío de Bizkaya, urgíale al monarca castellano quitar la vida a su hermano para cumplir la palabra empeñada con su primo.

Partió pues, en 1358, acompañado del infante, con dirección a Aguilar de Campóo donde a la sazón se encontraba Tello. Éste, que, por fortuna suya, andaba de montería el día que el rey entró en el pueblo, como fuese avisado de su venida y advertido de sus sospechosos planes por un fiel escudero llamado Gurrea, interrumpiendo la batida, salió del mismo monte para Bizkaya.

D. Pedro apresó desde luego a la esposa de Tello y, con la seguridad que le concedía el contexto de la escritura otorgada por los bizkainos, salió en persecución de su hermano, y entrando en Bizkaya se dirigió, siguiéndole la pista, a la villa de Berrmeo. Mas para cuando la mar se presentó a sus ojos, ya hacía horas que sobre sus ondas avanzaba hacia el oriente la lancha pescadora en que se había embarcado Tello en dicho puerto.

Entonces pudo el bastardo, al verse así olvidado de los bizkainos, reconocer la imprudencia que había cometido al firmar el citado convenio sin designar un juez que definiera el deservicio. ¿Qué sabían los bizkainos si había levantado en armas contra D. Pedro el territorio de Lara, o incurrido en otro desacato o rebeldía cualquiera contra el rey castellano? Veíanle a éste perseguir a su hermano y no podían menos de suponer tuviese motivos para ello; y fieles a su compromiso los unos, y dejando los otros a Tello padeciese las consecuencias de un acto de su libre voluntad, cruzáronse todos de brazos y se hicieron simples espectadores de aquel acontecimiento en que, según los designios de D. Pedro, habría de enrojecerse la tierra con la sangre de Abel. Pero afortunadamente aquellos no llegaron a realizarse.

Embarcóse también D. Pedro no bien llegó a Berrmeo y surcó su lancha la superficie del Cantábrico en algunas millas, siguiendo la estela que la de su hermano dejara impresa; pero cuando pasaba por frente de la costa de Lekeitio, sorprendióle tan brusca tempestad, que se vio obligado a desistir de la persecución, y, virando a estribor, abordó a aquella villa. La lancha que conducía a Tello que, tripulada asimismo por excelentes e intrépidos remeros bizkainos, arrostrara el peligro de la tormenta en los primeros momentos, atracaba poco después en el puerto de Loitz'eko Doniban (San Juan de Luz), de donde Tello se trasladó seguidamente a Bayona, que estaba en aquella época bajo el poder del rey de Inglaterra Eduardo III.

Habíase, pues verificado en todas sus partes la cláusula condicional del repetido convenio, y era llegado el caso de poner en práctica la resolución consiguiente estipulada en el mismo: quedaban destituidos Tello y Juana, y debía ser nombrado Señor de Bizkaya D. Pedro.

Pero vuelto a Berrmeo este último, intimóle D. Juan el cumplimiento de la ratificada promesa, a lo cual contestóle el presunto Señor que tenía que contar con la voluntad de los bizkainos y que en la junta General les dirigiría la pregunta.

¡Cruel y merecido desengaño el que había de padecer D. Juan, aunque no sufrirlo pacientemente! Ignoraba el infante aragonés que, dueños los bizkainos de sus propios destinos, habían ellos mismos de nombrar su Señor, y que no eran gentes con quien se pudiese jugar tan caprichosamente: habían escogido a D. Pedro para cometerle el cargo señorial, y no se volverían atrás mientras aquél no les diese motivo u ocasión para hacerlo.

Puede juzgarse de la desilusión de D. Juan al ver que reunidos los bizkainos en junta General bajo el Árbol de Gernika, al proponérseles por D. Pedro el nombramiento del infante para Señor, contestaban, a pesar de la buena disposición del castellano, con la más rotunda negativa, y le aclamaban al último después de recibir el juramento exigido. Mas, a juicio de D. Juan, su primo debiera haber previsto esta actitud de los bizkainos, y temía por tanto hubiese sido perversamente engañado por quien en tantas ocasiones había dado pruebas manifiestas de carecer absolutamente de conciencia. No se creía pues, en el caso de ceder, y continuó requiriéndole a D. Pedro la entrega del Señorío. Respondióle el nuevo Señor alegando las mismas dificultades que en Berrmeo y prometiéndole dirigirse otra vez a los bizkainos en Bilbao, a donde pensaba trasladarse. Pero también en dicha villa contestaron los bizkainos negativamente.

Entonces D. Pedro, anticipándose al acero de D. Juan, que indignado trazara siniestros planes y por quien era consiguiente se hiciese público el violento fin de D. Fadrique, determinó matarle en la primera oportunidad, con lo cual quedaría al propio tiempo vengado de otro de los coaligados que en la ciudad de Toro habían humillado su soberbia.

D. Juan, por su parte, se propuso ejercer represalias acabando con la vida de su primo; y ocultando en el seno un agudo puñal se encaminó el 12 de junio, acompañado de tres escuderos, a la torre de Zubialdea(17) en que se hospedaba D. Pedro, y llamando a la puerta, anunció su llegada, que fue avisada al de Castilla por don Juan Fernández de Hinestrosa, su camarero mayor y tío de la Padilla. Sospechando D. Pedro el pérfido objeto de la visita del aragonés, quiso valerse de aquella proporción para quitarle la vida al mismo tiempo de atender a su defensa propia, y encendido en cólera, contraídos los puños y centelleantes los ojos, dio a Hinestrosa, Con acento entrecortado por el enojo, al par que la venia de audiencia la orden de mandar a los maceros diesen muerte al anunciado y cuando éste entró en la antecámara, después de haber dejado a sus escuderos a la puerta de la torre, viose de súbito acometido a la vez por . tres maceros. El infante echó mano al puñal para defenderse, pero apenas quiso blandirlo se lo arrancaron los de D. Pedro, y presa de azoramiento o deseando morir en lucha con su enemigo, se dirigió a la puerta de la cámara de donde el castellano contemplaba la escena, pero fue detenido por Martín López de Córdoba, otro camarero de D. Pedro, que se le echó encima, y D. Juan recibió en el mismo instante en la cabeza un terrible golpe de maza de Juan Diente, que le hizo perder el sentido y comenzar a tambalearse como un ebrio. Los maceros repitieron a mansalva sus tremendos golpes, y el infante chorreaba sangre por oídos y narices, pero sin ser todavía derribado. En esta lucha de su robusta naturaleza con la muerte da D. Juan un traspiés y va a parar a los brazos de Hinestrosa, que cerraba el paso a la cámara, quien lo recibe desenvainando la espada y dándole con la otra mano un empujón, lo pone al alcance de Gonzalo Recio, el cual, enarbolando su formidable maza y descargándola sobre el cráneo de D. Juan, le hace rodar por el suelo y exhalar el postrer aliento.

Tan infames asesinatos demuestran claramente que D. Pedro, por carecer de toda virtud y excelencia, no tenía ni valor, no obstante ser tan feroz y sanguinario: pues quien, exento de conciencia y arrebatado de la más brutal ira sin tratar de contenerla con el imperio de la razón, no desenvainaba el acero y arremetía contra el objeto de su furor, mal podía ser capaz de exponer su vida con serenidad y calma, como es condición del verdadero valor.

La noticia de lo que estaba aconteciendo en Zubialdea corrió en la villa de boca en boca con la velocidad con que se transmiten y comunican los sucesos trágicos entre el curioso pueblo, y en pocos momentos la Plaza Vieja y sus cercanías eran invadidas por la muchedumbre que se agolpaba ávida de presenciar hasta el menor detalle de lo que ocurriera. Y D. Pedro, queriendo satisfacer la curiosidad del pueblo, mandó a los bárbaros ejecutores de sus órdenes arrojaran el cadáver de D. Juan por la ventana de la antecámara en que yacía. Asomóse a la de su cámara el electo Señor de Bizkaya, y a su presencia, presintiendo algún acto extraordinario, enmudeció como por encanto el murmullo que producían los comentarios de la multitud enfrente apiñada. Una sonrisa diabólica entreabrió los labios de D. Pedro y, al aparecer en la ventana de la antecámara el ensangrentado cadáver del infante sostenido en brazos por dos maceros, de su impía boca salió, aprovechándose de aquel silencio, la siguiente "parodia grosera del Ecce Homo", como observa muy bien D. Modesto Lafuente: Catad ahí al vuestro Señor de Vizcaya que vos demandaba(18)y el cadáver de D. Juan cayó a los pies de la horrorizada muchedumbre(19).

Pero D. Pedro no había aún saciado su sed de sangre: le era preciso quitar también la vida a la madre y la esposa de D. Juan, e inmediatamente mandó a Hinestrosa partiese a Roa para apresarlas desde luego. Ya queda dicho cómo fue envenenada Dª Isabel, y doña Leonor madre de D. Juan, tuvo el mismo fin en el castillo de Castrojeriz a principios de 1359 de orden de D. Pedro.

El 13 de junio de 1358 dejó D. Pedro a Bizkaya y pasó a España.

Fue Señor de Bizkaya durante ocho años; pues, como dije, al perder en 1366 por un año la corona de Castilla-León, perdió definitivamente aquel otro título.

En 1367 ocurrió un suceso parecido al del infante D. Juan respecto al cargo señorial.

Al ver D. Pedro en marzo del año anterior penetrar en Castilla a su hermano bastardo D. Enrique que, con fuerzas numerosas de castellanos y aragoneses, y ayudado de las francesas llamadas grandes compañías, mandadas por el fornido Bertrand Duguesclin, se dirigía a arrebatarle la corona, retírase, no pudiendo mantenerla en sus sienes, de Burgos a Toledo, y de allí a Sevilla, de donde, expulsado por el pueblo, huyó por Extremadura, Portugal, Galicia y el Cantábrico a Bayona; dando con esto ocasión a que los bizkainos le reemplazaran, a principios de abril, en el oficio señorial con Tello, que, vuelto a la amistad de D. Enrique, habíale acompañado en la invasión. En dicha ciudad lapurdina celebró el destronado con el Príncipe Negro(20) de Gales, Eduardo, hijo del rey inglés, y el rey de Nabarra, Carlos II el Malo, una entrevista en la cual pidió a ambos el auxilio de sus armas para recuperar el trono de Castilla-León, prometiéndoles (!) en caso de un resultado feliz, al inglés el Señorío de Bizkaya, y al nabarro Gipuzkoa y Alaba, que ya para entonces estaban unidas por pacto a aquel reino español(21). Pero, no obstante haber los aliados derrotado a D. Enrique en Nájera el 3 de abril de 1367 y héchole soltar el cetro castellano, nunca el Príncipe de Gales se sentó so el Árbol de Gernika. Tres embajadores, a saber: por D. Pedro D. Fernán Pérez de Ayala, y por elPríncipe Negro el caballero Peña y el Juge (juez) de Burdeos, vinieron a Bizkaya a proponer la encomienda del Cargo señorial a favor del hijo del rey inglés; pero los bizkainos, no obstante encontrarse sin Señor, pues Tello se había fugado a Aragón después de la rota de Nájera, se negaron sin rodeos; porque no estaban dispuestos a tomar en consideración el parecer de quien ya no tenían por Señor, o porque, dado que lo fuese todavia, tenían bastante dignidad para no dejarse zarandear por sus caprichos(22).

Cuando D. Enrique entró de nuevo en Castilla en septiembre del mismo año de 1367, dispuesto a emprender una guerra decisiva contra D. Pedro, Tello volvía a Bizkaya bien seguro de no ser molestado por el monarca castellano, que ya no estaba en condiciones de atender a otra cosa que a la conservación de su propia vida.

Tello, después de estos sucesos, poseyó el título señorial hasta su muerte. D. Pedro murió en los campos de Montiel, el 23 de marzo de 1369,a manos de su hermano D. Enrique, que empuñó el cetro castellano.

X

Creen no pocos que al decir el Árbol de Gernika, este Gernika se refiere a la villa así llamada. No hay tal: refiérese ese nombre al lugar de la anteiglesla de Luno donde se levanta el venerando Roble; de dicho lugar le tomó la casa antiguamente en él edificada y que ya no existe, y de ésta la villa fundada por Tello en terreno de Luno y próxima a aquel lugar, el 28 de abril de 1366.

Otros, echándola de eruditos llaman capital foral a la villa de Gernika, como si el templo de las leyes bizkainas y el simbólico Árbol estuvieran en jurisdicción de la misma, y como si, aunque así fuera, sería esto motivo suficiente para aplicarle semejante denominación. En este último supuesto sería Luno, y no Gernika, la que podía apropiarse aquel título; pero bien sabido es (a pesar de que Berrmeo pretendió en cierta época tal prerrogativa y consiguió durante siglo y medio llamarse capital, gracias a la ocurrencia de un Señor que, como todos, no entendía pizca de Fueros)(23) que estas distinciones  repugnan esencialmente a las instituciones bizkainas las cuales no admiten más preeminencia que la fundamental de las anteiglesias respecto de las villas, por ser aquellas los pueblos generadores de Bizkaya, mientras las últimas son producto de la Bizkaya Señorial.

Hoy, por merced y obra del bizkainismo de ciertos bizkainos, dicha anteiglesia de Luno está anexionada a la villa de Gernika, y ambas regidas por una misma autoridad.

Si aún vive el pueblo bizkaino, esto es, si se mantiene animado por el espíritu tradicional, dura es en verdad su vida, toda vez que no se ha extinguido a los formidables golpes que le han asestado, e igualmente corta en palabras su lengua, pues que no ha despegado los labios para protestar contra tamañas iniquidades.

Corto en palabras, pero en obras largo, decían los españoles del Siglo XVI (24) que era el bizkaino…

Plegue al cielo que este silencio que ha guardado el pueblo bizkaino sea señal de que conserva su primitivo temperamento y todavía es capaz de realizar grandes hechos; y que sea en la próxima década tan largo en obras como breve en palabras ha sido en las dos últimas.

XI

En este punto, en que se divide en dos partes casi iguales la época señorial y desde el cual el Señor de Bizkaya es a la vez Rey de España, paréceme pertinente presentar la lista total de los señores de Bizkaya, que abraza desde el establecimiento de la institución señorial hasta la sumisión de nuestra patria por el extranjero.

En la columna del parentesco se expresa, cuando es posible, el que guarda cada Señor respecto de su inmediato antecesor.

La fecha inicial indicará el año en que comenzaba: o la posesión del cargo por el Señor a que se refiere, o bien el período de interrupción de la serie Señorial. En el primer caso está determinada por el año en que el pueblo bizkaino otorgaba la proclamación, la cual era: o expresa bajo condición de observar el juramento como ocurrió en la mayor parte de los casos, o expresa bajo condición de prestar el Juramento, como se efectuó con Carlos I (XXXII); 0 tácita, como aconteció con María II (XIX), hija única de la anterior Señora. En el segundo caso corresponde lafecha inicial al año en que quedaba vacante el cargo señorial, lo cual podía suceder: o por muerte del Señor; o por destitución directa del Señor por Bizkaya, como se llevó a cabo con Enrique II (XXVIII), o por destitución indirecta, o por renuncia directa del cargo por el Señor, como lo realizó Carlos I (XXXII); o por renuncia i . ndirecta o abandono del mismo.

El signo (?) expresará como de costumbre duda respecto del concepto a que se posponga.

Casa Número

de orden

Nombre

Sobrenombre

Parentesco

Fecha

Inicial

Siglo

1

Lope 1

El Blanco

hijo de Aldamira'

888

IX

     

tart--- Lope

   

11

Muño

 

hijo

909

 

Aldamira 111

Iñigo 1

El Zurdo

hermano

920

X

IV

Lope 11

 

hijo

924

 

V

Sancho

 

hijo

1011

 

VI

Iñigo II

El Zurdo

hermano

1015

XI

VII

Lope 111

El Rubio

hijo

1076

 

VIII

Diego I

El Blanco

hijo

1093

 

Haro

IX

Lope IV

 

hijo

1124

 

Nabarra X

Garcia

 

(Rey de Nabarra)

1137

 
 

LopeIV

 

»

1140

XII

 

(2ª vez)

       

XI

Diego 11

El Bueno

primo carnal

1170

 
     

paterno

   

XII

Lope V

Cabeza Brava

hijo

1214

 
 

Interrupcción

 

1239

   

XIII

Diego 111

 

hijo

1245 (?)

XIII

Haro XIV

Lope VI

 

hijo

1254

 

XV

Diego IV

 

hijo

1289

 
 

Interrupción

       

XVI

Diego V(25)

 

tio carnal

1292

 
     

paterno

   

XVII

Juan 1

 

sobrino político

1309

 

XVIII

María I

La Buena

viuda

1319

 

XIX

María II

 

hija

1332

 

Número

Casa de orden

Nombre

Sobrenombre

Parentesco

Fecha

Inicial

Siglo

XX

Juan II

 

esposo

1334

 

XXI

Nuño

 

hijo

1350

 

Lara XXII

Juana 1

 

hermana

1352

 

XXIII

Tello

El Bastardo

esposo

1353

 

XXIV

Pedro

 

hermano paterno

1358

XIV

 

Tello

   

1366

 
 

(2ª vez)

       
 

Interrupcción

 

1370

   

XXV

Juan 111

 

7º nieto de

1371

 
     

Diego 111

   
 

Interrupción

   

1390

 

XXVI

Enrique 1

El Doliente

hijo

1393

 

Castilla XXVII

Juan IV

 

hijo

1400

 
 

Interrupción

   

1454

 

XXVIII

Enrique II

El Impotente

hijo

1457

 
 

Interrupción

   

1470

XV

XXIX

Isabel

 

hermana

1473

 

XXX

Fernando 1

 

esposo

1470

 

XXXI

Juana 11

La Loca

hij a

1512

 

XXXII

Carlos 1

 

hijo

1516

 

 

Interrupción

   

1558

XVI

XXXIII

Felipe I

 

hijo

1575

 
 

Interrupción

   

1598

 

Austria XXXIV

Felipe 11

 

hijo

1602

 

XXXV

Felipe III

 

hijo

1621

XVII

 

Interrupción

   

1665

 

XXXVI

Carlos 11

 

hijo

1667

 
 

Interrupción

   

1700

 

XXXVII

Felipe IV

 

hijo

1702

 
 

Interrupción

   

1746

 

XXXVIII

Fernando 11

 

hijo

1751

XVIII

 

Interrupción

   

1759

 

XXXIX

Carlos II1

 

hijo

1760

 

Borbón

Interrupción

   

1788

 

XI-

Carlos IV

 

hijo

1789

 
 

Interrupción

   

1808

 

XLI

Fernando III

 

hijo

1814

 

XLI1

Carlos V

 

hermano

1833

XIX

 

Interrupción

   

1839

 

XLIII

Caros VI

 

nieto

1872

 
                     

Extinción de las últimas reliquias de independencia 1876

La forma Señorial nació, pues, en la victoria alcanzada contra la invasion española en 888, y murió al ser totalmente sometida Bizkaya por España en 1876. Y digo murió, porque, aun cuando aquella república recobrase su libertad debiera prescindir de dicha accidental forma de gobierno, que no le ha proporcionado, en sus diez siglos de existencia, más que disgustos, calamidades y, por último, esta esclavitud letárgica tan semejante a la muerte.

En este período de 988 años ha estado vacante el cargo Señorial de 88 a 100 años, y ha habido un gran número de conatos de contrafuero, llegando no pocos a realizarse.

De los 43 Señores que ha tenido Bizkaya: ninguno ha sido de raza puramente euskeriana, a no ser que la madre de Lope I el Blanco, hubiese sido bizkaina y no escocesa, como dice la tradición, en cual caso fueron bizkainos los 3 primeros; 38 fueron del sexo fuerte, y del débil, 5; el X fue al propio tiempo que Señor de Bizkaya rey de Nabarra; 18 poseyeron a la vez el trono de España, a saber, desde el XXIV hasta el XLI ambos inclusive; los 41 primeros ejercieron de ordinario pacíficamente su oficio, los 2 últimos lo desempeñaron en estado de guerra con la España liberal; 4 fueron Señores por razón de matrimonio, a saber: Juan I (XVII), Juan II (XX), Tello (XXIII) y Fernando I (XXX); los 7primeros fueron ciudadanos bizkainos, y los 16 siguientes, exceptuado el X, súbditos del rey de España, independientemente de su carácter de Señores de Bizkaya.

XII

Efecto de la errada creencia de la unión de Bizkaya a Castilla-León es el concepto igualmente erróneo que tienen del contrafuero la generalidad de las gentes.

Por contrafuero entienden casi todos la infracción de las libertades y leyes forales llevada a efecto por el poder central de España.

Este concepto será exacto respecto a los fueros e instituciones particulares de las distintas regiones españolas que, después de destruida España por los árabes, fueron, durante la época anormal de la reconquista, constituyéndose en otros tantos estados, los cuales, una vez restablecida la situación normal, habían de congregarse y refundirse para formar de nuevo el estado total de España. Al verificarse esta fusión, cada uno de dichos estados parciales de la nación española concurría a ella con sus leyes civiles y administrativas peculiares, en que consistía lo que puede llamarse Fuero o Fueros, cuyo quebrantamiento por el poder común o central es el Contrafuero. También puede calificarse de tal la transgresión, por el poder español, de las libertades y franquicias que se reservaban los estados extranjeros, como Gipuzkoa y Alaba, al unirse por pacto a España; entendiéndose que en este caso, por ser bilateral e igual la unión, el contrafuero podía lo mismo cometerse por Alaba o Gipuzkoa respecto a España, no significando otra cosa aquella palabra que el traspaso del otorgado pacto.

Pero nunca podrá llamarse contrafuero la imposición política, civil o económica del poder español a Bizkaya, porque este acto no se realiza ni por autoridad ni por parte contratante alguna y no significa otra cosa que una sumisión de una nación por otra, un verdadero atentado internacional.

Llamando Fueros a las instituciones bizkainas, sólo puede darse el nombre de Contrafuero en Bizkaya al acto por el cual alguno de los constituidos poderes nacionales (bizkainos) quebranta una ley fundamental, una costumbre conforme con las leyes divinas y naturales y no opuesta a ninguna de las bizkainas vigentes, o una ley o constitución cualquiera no derogada en junta General.

Como se ve, lo mismo ha podido incurrir en contrafuero la Junta General que el Señor; pero nunca un poder extraño a la nación bizkaina.

En la práctica, como es natural, por cada contrafuero cometido por la junta General han intentado o realizado veinte la Diputación (26), el Regimiento, etcétera, y ciento el Señor o su representante el Corregidor.

Los ejecutados por la Junta General han sido efecto de la falta de patriotismo de los bizkainos más influyentes; los intentados o efectuados por la Diputación General, Regimiento, etcétera, de la ignorancia, pusilanimidad o mala fe de los gobernantes; los intentados o efectuados por los Señores, del desconocimiento de las leyes bizkainas siempre, y de su ambición en la ‑época en que a la vez eran reyes españoles.

Síguese, verbigracia, que cuando Felipe III (IV de España) aplicaba a Bizkaya en 1631 el estanco de la sal, cometía en ello un contrafuero,porque no actuaba como rey de España, sino como Señor de aquella república. Pero cuando en 1876 el rey constitucional de España Alfonso XII ocupaba militarmente a Bizkaya y la sometía a su poder, no puede decirse que cometía contrafuero, sino que realizaba una verdadera conquista, porque Alfonso XII de España no era Señor de Bizkaya.

Por no entender bien estas cosas, se habla continuamente contra la centralización, los poderes centrales, absorbentes, etcétera, como si Bizkaya fuese arco de la circunferencia española o segmento de su círculo, y no un círculo aparte con sus correspondientes centro y circunferencia.

De la centralización, absorción y demás fenómenos por el estilo, quéjense enhoramala los españoles de todas las regiones, desde el cabo de Creus hasta el Finisterre y desde el de Peñas hasta la punta de Tarifa: no nosotros los bizkainos, a quienes nos han conquistado los españoles y no nos toca sino purificar nuestro círculo y fijar indeleblemente la circunferencia, tomando por centro nuestro tradicional y santo lema de JAUNGOIKUA ETA LAGIZARRA.


*Esta obra vió la luz pública en Bilbao en 1892. Se compone de cuatro artículos publicados en 1890 en la revista La Abeja. Según sus editores, es un "libro despertador de la conciencia nacional vasca y el que más inteligencias ganó para la Patria, en Bizkaya". "Fue su verdadero grito nacional, clarín de guerra y de combate."

1. Además de esta edición castellana saldrá cuando sea posible, una euskérica exactamente igual. En ambas los cuatro artículos van un tanto ampliados y corregidos.

2. Los nombres euskéricos (locales o personales) los escribo con la ortografía del Euskera. Los apellidos de autores, en la forma en que ellos los han escrito.

3. Cierto que no debe extrañarnos, pues las redacciones de los periódicos que hoy se publican en Bilbao están, algunas por completo y las otras casi totalmente, compuestas de maketos.

4. Por esta razón la primera nada recta intención de D. Alfonso de conquistar el Condado de Alaba, quedó encubierta por no haber necesitado hacer uso de las armas para someterlo. Tal se desprende del Cronicón, de SAMIPIRO, obispo de Astorga, que escribió a fines del siglo X; delCronicon Mundi, de D. LUCAS, obispo de Tuy; de De Rebus Hispaniae, de D. RODRIGO JIMÉNEZ, arzobispo de Toledo, y de la Crónica General De España; citados por el tristemente célebre LLORENTE en sus Noticias Históricas.

5. Adjetivos con que un historiador español se sirvió calificar al Euskera.

6. El Euskera que se habla en Eibar, Placencia, Bergara, Mondragón y Oñate (hoy Gipuzkoa) conserva aún la forma bizkaina, y el que se oye en Aramayona y Ayala (hoy Alaba) es también bizkaino: lo cual atestigua el bizkaino origen de las gentes que poblaron dichos lugares.

7.Versión libre de un trozo de Altabizkarr-Kan toa(I).

8.Araquistain: Tradiciones Vasco-Cántabras.

9. Padura es el nombre primitivo del lugar de la actual Arrigorriaga; Ugao, el del paraje en que Juan III fundó en 1375 la villa de Miravalles.

10. El gutural grito de guerra y desafío del bizkaino, no exactamente igual al de júbilo que se oye en las romerías, que se llama ijui, tiene el nombre peculiar de santso y el metafórico de irrintz, cuyo significado propio es relincho.

11. ALONSO DE ERCILLA Y ZÚÑIGA: La Araucana.

12. Esta frase, que cambiada en sabeletik (por el vientre) refiere Araquistain al combate verificado en Roma, según la leyenda, entre cántabros y romanos, la he oído yo atribuir a ancianos bizkainos a la batalla de Arrigorriaga. Significa: ¡en el vientre, en el vientre clavar!

13. Así cuenta la tradición. Ordoño fue enterrado en el sepulcro que aún hoy se encuentra a la entrada de la iglesia de Arrigorriaga.

14. ALONSO DE ERCILLA Y ZÚÑIGA: La Araucana. La palabra hispanos sustituye a la de christianos.

15. Supónese proviene de esto el nombre de Arrigorriaga (La Piedra Roja), que lleva desde entonces el lugar de la antigua Padura.

16. Traducción libre de otro trozo de Altabizkarr-Kantoa (III).

17. Es tradición que esta memorable victoria fue alcanzada el día de San Andrés (30 de noviembre), por cuya razón la cruz llamada de San Andrés pasó a ser símbolo de la independencia bizkaina.

18. Fue inhumado en el sepulcro que está en San Pedro de Tabira, en el cual se encuentran todavía su cadáver y el de su esposa; el del mártir de la libertad bizkaina presenta aún en su hueso frontal la enorme brecha que le abrió la lanzada.

19. JOSÉ M. DE ARRIETA-MASCARUA: Al Árbol de Guernica.

20. Comenzaron con el siglo XIII aproximadamente y terminaron en la primera mitad del XV.

21. Me refiero a lo que expuse en el artículo anterior sobre la forma señorial, sus bases y consecuencias.

22. No quiero hablar sin soltura y cohibido, sino dando a cada cosa su propio y verdadero nombre. Así, la palabra libertad que en este párrafo empleo significa lo único que rigurosamente puede significar, y no el estado de cosas de ese malhadado sistema político fundamental que se llama liberalismo, el cual nos aparta de nuestro último fin, que es Dios, y en la práctica coarta nuestro libre albedrío para lo bueno y lo indiferente. Se pretende hallar la libertad fuera de la obediencia a Dios y siguiendo los preceptos de Satanás, y no hay mayor necedad. Un pueblo será tanto más libre en su vida interna cuanto más fielmente observare los mandamientos de la religión y la moral verdaderas, porque tanto más imitará al Ser infinitamente libre, que es Dios; y tanto será más esclavo cuanto más los quebrantare, porque se asemejará tanto más al ser total y eternamente sometido, al prototipo del esclavo, que es Satanás. Y respecto a su vida exterior, entonces podrá disfrutar de perfecta independencia, cuando fuere virtuoso, pues la virtud es fuerza. Sin Dios no hay libertad. Este principio, bizkainos, esculpido lo tenéis en vuestro lemajaungoikua eta Lagizarra. No lo olvidéis.

23. Como es sabido, la palabra democracia procede de las griegas demos (pueblo) y kratos (autoridad), y significa constitución política enque el pueblo ejerce la soberanía: en este sentido ha sido Bizkaya eminentemente demócrata, pero no en el sentido de la democracia liberal o atea.

24. Cómo esta unión era, sin embargo, meramente extrínseca, se verá al final del artículo.

25. Pero de ocuparme con imparcialidad en este punto de la historia contemporánea, me vería precisado a consignar que desgraciadamente Bizkaya (ni ninguno de los estados euskerianos) no ha dado aún el primer paso hacia la restauración.

26. Debíase esto a la absoluta carencia de libros históricos. Tampoco obedece a otra causa que a la ignorancia que hay de la historia de Bizkaya, el españolismo que hoy nos tiene absorbidos en sus varios partidos políticos. Puedo afirmar con toda ingenuidad, que en todos los años de mi vida no he tropezado con media docena de bizkainos que pudieran decirme qué es Bizkaya. ¿Qué han hecho pues, los naturales que, desde Lope García de Salazar y Juan Iñíguez de Ibargüen acá, han escrito sobre cosas de Bizkaya? Una cosa muy sencilla: narrar los hechos simplemente, sin inducir el fundamento histórico ni señalar las consecuencias, antes bien examinándolos e interpretándolos por el lente extranjerista. El arratiano J. A. DE ZAMACOLA es el que, en el conjunto, aparte de ciertas ideas que le hacen poco recomendable, se ha acercado más al buen criterio en su Historia de las Naciones Bascas, pero su libro es muy poco conocido.

27. Tello murió de muerte natural al emprender la campaña contra el rey de Portugal D. Fernando, que pretendía la corona de Castilla. Su esposa Dª Juana y su cuñada Dª Isabel habían sido presas y envenenadas por orden del cruel D. Pedro, la primera en Sevilla y la segunda en Jerez de la Frontera.

28. Así llaman al sol los euskeldunes, pues la etimología del vocablo eguzki no es otra que egu (luz) y zki (cosa de), como puede verse en el 1 de mis Pliegos Euskeralógicos.

29. Canto que conmemoraba la victoria alcanzada sobre las fuerzas del de Haro, y era una imitación del siguiente:

Ésta es Simancas,
Don Oppas traidor;
Esta es Simancas,
Que no Peñaflor;

con que acompañaron en Simancas a la quema de la figura que representaba al arzobispo de Toledo, D. Alfonso Carrillo, los españoles leales a D. Enrique en represalias del destronamiento de éste y proclamación de su hermano D. Alfonso, que habían representado los rebeldes en Ávila en 1465 por iniciativa del mismo arzobispo y varios magnates.

30. Esta infanta había sido ya nombrada en Los Toros de Guisando, en 1468, heredera del trono de Castilla-León, con exclusión de Dª Juana la Beltraneja, hija adulterina de la esposa de D. Enrique Dª Juana de Portugal, y se había desposado en 1469, en Valladolid, con D. Fernando, rey de Sicilia y príncipe heredero del cetro aragonés.

31. Siendo ya reyes de toda España Dª Isabel y D. Fernando, juró éste los Fueros de Bizkaya el 30 de julio de 1476, y su esposa ratificó su juramento particular en Gernika y en las villas de Larrabetzu, Durango, Bilbao y Portugalete, en 1483. Fueron Isabel, única del nombre, y Fernando I de Bizkaya.

32. Ya lo hemos visto: después de la batalla de Arrigorriaga, hacia el año de 888.

33. No hay ley bizkaina que establezca la sucesión hereditaria en este oficio. Agregaré que no hay tampoco ninguna que excluya a las hembras; mas si tenían marido, le transferían a él el ejercicio del cargo.

34.Lo rechazó Dª Juana Manuel, proponiéndoles a los bizkainos a su hijo Juan.

35. Como ocurrió cuando Bizkaya, a la muerte de Diego IV, nombró Señor al tío de éste (Diego V) y hermano de Lope VI, con preferencia a la hija de este último, Dª María, que fue Señora, después de Diego V.

36.Leyes IV y V del Título 1 del Fuero de Vizcaya.

37.Leyes I y II del Título 1 del Fuero de Vizcaya.

38.Enrique II incurrió en perjurio y faltó al pacto al traspasar las Leyes 11 y VI del Título 1 del Fuero de Vizcaya, y el Señorío le destituyó.

39. Faltó Bizkaya al negar a Tello la fonsadera, si bien ya éste habíase resignado a no disponer de ella en determinados casos cuando el convenio que firmó con algunos bizkainos y villas. Véase la nota IX.

40. A Tello le impusieron veintitantos bizkainos y algunas villas la nueva condición de no deservir al rey castellano; y Tello se resignó pacientemente.

41. Felipe 11 pretendió estancar la sal en 1631; pero tuvo que retirar el bando, y contentarse con lo que anteriormente percibía.

42. Lope IV no cometió ningún contrafuero; pero los bizkainos le destituyeron cuando en 1137 siguió el partido de Alfonso VII de Castilla contra el rey de Navarra, García VII, a quien le nombraron en sustitución y le prestaron sus armas.

43. Fielmente se conducía Bizkaya con su Señor Carlos I; pero plúgole a éste retirarse en 1557 al monasterio de Yuste, para desembarazarse por completo en mayo del siguiente año (cuatro meses antes de morir) de todos los asuntos políticos.

44. Ni esta comparación es exacta, porque a dicho empleado puede obligarle la condición de padre a la laboriosidad y perfecto cumplimiento de sus quehaceres, y aun de esta clase de relaciones carecían los cargos de Rey de España y Señor de Bizkaya.

45. Pongo este segundo término disyuntivo porque, en efecto, cuando Bizkaya desamparó a Tello y proclamó a D. Pedro, no le movió en esta elección otra cosa que el juzgar medio eficaz para la paz que deseaba el nombrar Señor al mismo rey castellano; como cuenta la Crónica de D. Pedro contestaron los bizkainos en Gernika cuando aquél les propuso para Señor a su primo D. Juan: que nunca havría otro Señor en Vizcaya, salvo el rey de Castilla… e que non les fablasse hombre del mundo en al. Abendaño, acaso malquistado con Tello (fue asesinado de orden de éste a fines de 1356) y por las razones que en otro lugar van apuntadas, aprovechándose de la necesidad de paz que sentía Bizkaya difundió entre los naturales tan perniciosa idea, que bien mirado el caso, sin embargo, parecía imponerse en aquellas circunstancias.


1. Suple dogun: mallatu dogun (que hemos acuchillado).

2. Eran a la sazón Diputados generales en ejercicio Landetxo'tarr Iban Martin y Barroeta'tarr Mikel Iñigo. Se decretó por última vez la erección en 28 de mayo de dicho año, y el 11 de julio del siguiente la junta recibía del Síndico Villarreal la noticia de su terminación.

3 Esta es la forma de la palabra y no, como escriben todos, batzarra, que es la que toma al agregarse la nota determinativa, o llámese artículo, a, la cual, por otra parte, no siempre se le sufija directa o inmediatamente, sino que en ciertos lugares es pospuesta a una eepentética, haciendo batzarra (la asamblea) forma que, por otra ley fonética, se permuta en batzarria, la cual, a su vez, por otra distinta, se convierte en batzarrie.

4. Tal es el nombre completo de dicha anteiglesia en la forma ortográfica castellana.

5. Azpe, por su parte, se analiza en Aitz-be (bajo la peña), que es la posición topográfica de dicha anteiglesia. Siendo la forma aitz-beesencialmente ineufónica en Euskera, una ley fonética accidental la permutó en la eufónica aiz-be, que, por dos leyes arbitrarias, se cambió en az-pe: reduciéndose el diptongo a¡ a su elemento regente a, como del gipuzkoano naiz (soy) el bizkaino naz; y permutándose la b en p por precederse de sonido deslizado, como en i az-pa por i az ba, i az bada (pues tú eres). También se escribe, y muy comúnmente Axpe, pero su forma fónica es ¡legítima e impura por dos razones: 1ª por su origen próximo, que es de tal naturaleza; 2ª porque el sonido representado aquí por x, a saber la s mojada fuerte o ss x y, no puede prefijarse en Euskera sino a vocal. El origen inmediato de axpe es atx-be, cuyo primer elemento atx debe ser aitz, su primitiva forma, porque itz se permuta en tx cuando, siendo su i regida de un diptongo, se prefija a vocal, haciendo de aitz (peña) atxa (la peña); y por consiguiente esta tx fonética debe, a su vez, repermutarse en itz cuando desaparece la vocal pospuesta, cuya presencia determinaba la primera permutación, haciendo de atxa (la peña) aitz (peña)

6. A esta anteiglesia se la llamó posteriormente con el nombre castellano de San Andrés de Pedernales. (¡Gracioso ocurrente quien se lo impuso!) No debiera tener otro nombre que Sandi-Andere, y mejor Donandera, o, contraído, Donander, y su barrio central, que hoy se llamaSan-Nikolai, el de Donikolai, pues san o santo se dice en Euskera done o don, como en Don-Ostia o Donostia (San Sebastián) en Gipuzkoa,Dona-Maria o Donamaria (Santa María) en Nabarra, Don-lbane-Loitz o Donibane-Loitz (San Juan de Luz) en Lapurdi, Don-Pala¡ o Donpalai(San Pelae o Pelayo) en Naparrbea. Ya sé yo que es perder tiempo decir y proponer estas cosas en nuestra época, hoy que tan poco preocupa la cuestión de nombre, que se llega a alterar las cosas mismas y se escribe, por ejemplo: Guernica-Luno, Abando (Bilbao), aun fuera de los documentos oficiales; Deusto (Bilbao), Begoña (Bilbao), queriendo desterrar hasta el nombre de Bizkaya y refundirla toda entera en la llamada hoy capital; Las Arenas, Desierto, Zorroza, Olaveaza, Zuazo, Usánsolo, Euba, Zugastieta, etcétera, como si fuesen verdaderos pueblos, y no simples barriadas de anteiglesias; y por estereotiparlo todo en la plancha españolista se escriben con ortografía castellana los apellidos euskéricos.

7. Después lo perdió y quedó postergada a Mundaka en cierta junta en que su apoderado dejó de acudir al llamamiento a votación, por haberse dormido en su asiento. No sé si este dato constará en algún documento; yo lo he recogido de la tradición de la misma anteiglesla y créolo aceptable mientras no haya comprobación histórica en contrario, porque el no tratarse de un suceso cuyos detalles recreen la imaginación (condición de toda leyenda) y el no haber existido motivo para crearlo como falsedad, lo hacen perfectamente verosímil.

8. Historia General de Vizcaya, libro 2º capítulo II.

9. Una regular extensión de costa, situada enfrente del islote, es también jurisdicción de la misma anteiglesia de San Andrés. Para nuestros días el puente ha desaparecido por completo y no quedan de la iglesia más que algunos vestigios, pues porque amenazaba ruina, fue derruida, y trasladada la parroquia a la ermita de San Nikolai, sita en la colina central de la anteiglesia.

10. La mayor parte (y es tanto o más extensa que todo San Andrés) de la vertiente occidental del agreste Atxerre fue también terreno yermo hasta hace cinco o seis siglos cuando menos, fecha en que varias familias de San Andrés y otras de Arteaga pasaron a poblarla llamándola Legendika. Más tarde, habiéndose aumentado aquellas hasta el número de quince y las segundas hasta el de veintidós, fundarán en la primera mitad del siglo XVI una parroquia bajo la advocación de Nuestra Señora. Hoy, el mixto barrio de Legendika es más conocido con el nombre de Kanala (el Canal), nombre castellano que tomó por pasar a su pie el canal o ría que, en la bajamar, aparece atravesando los arenales que forman el lecho del citado brazo de mar en las horas de la marea. En los documentos se le designa con el nombre deLegendika de Kanala o Santa María de Legendika.

11. No temo me objete el lector que más natural era edificarla como Jaun Zuria la parroquia de San Andrés en la isla de Txatxarrmendi, que es mayor que Sandi-Andere y está enfrente de la anteiglesia; porque de tener alguna fuerza el argumento, se aprovecharía toda ella en favor de mi opinión; pues, si aquello era lo natural, es claro que para realizarse lo contrario debía de existir una razón asaz poderosa, cual es la de ser Jaun Zuria natural de Busturia, en cuyo radio está Sandi-Andere. Pero si aquella observación no destruye mi parecer, realmente tampoco puede apoyarlo; porque, sobre estar Txatxarrmendi más distante de la tierra firme y exigir, de consiguiente, un puente más costoso, es su suelo totalmente accidentado y peñascoso, al paso que el de Sandi-Andere tiene una buena capa de tierra y es completamente llano. Lo que sí conseguiría una objeción tal sería sugerirme una nueva prueba en confirmación de mi juicio: ya que el preferir, para la construcción de la parroquia, a la colina interior de San Andrés, donde está San Nikolai, la isla de Sandi-Andere, que hacía indispensable un puente de piedra de cinco arcos, debía de obedecer sin duda a algún motivo extraordinario.

12. Iturriza la llama Aldasaiz, pero este nombre parece componerse del propio de pila Alda, que se lo impusieran por su madre Dalda o Alda, y del patronímico Saíz, que, como Sainz, Sáez, Sáenz y Sanz, es equivalente a Santxiz o Santxez, y se lo pondrían por su abuelo maternoSantxo Estegiz.

13. Del nombre latino Jacob o Jacobus procedieron el francés Jacques y los castellanos Jacobo y Jago; de Jago nació Sant-Iago o Santiago, con que se llamaban los Jacobos en la época de la Edad Media en que el Juan se decía San Juan y el Martín firmaba San Martín; y directamente de Jago o bien de Santiago o Sandiago provino Diago cuya forma patronímica más común es Díaz, y Diago degeneró en Diego, cuyo patronímico es Díez. Así, nombres tan diversos a primera vista, como son Jacobo, Santiago y Diego, tienen el mismo origen morfológico. Explicado lo que antecede, no extrañará haya puesto Jago como sinónimo de Diego.

14. Sabido es que, estando casado D. Pedro con Dª Blanca de Borbón y amancebado con Dª María de Padilla, de la cual tenía familia, contrajo matrimonio con Dª Juana de Castro, viuda de D. Diego de Haro, descendiente de los Señores de Bizkaya. Pero también Dª Juana fue repudiada al día siguiente de las bodas. De dos obispos, el de Ávila y el de Salamanca, consiguió D. Pedro se anulara el primer matrimonio; pero ambos fueron juzgados por el Papa, que los llamó a Roma.

15. Afirman algunos autores que habiendo muerto la esposa de Tello, como éste temiese perder con tal ocasión los derechos para ser Señor de Bizkaya, se hizo acompañar de una dama parecida a aquella, y cohabitaba con ella diciendo que era su primera esposa Juana. Refiere el cronista que Tello, al morir reveló no era su dama la verdadera esposa, que ya era muerta, y que se había unido a ella aparentando que lo era por conservar el Señorío. Estos hechos no me parecen inverosímiles, pero sí ciertamente el que Tello realizara el primero por temor a ser destituido: más probable es que alegara, al morir, aquel motivo, por excusar su extravío a los ojos de sus compañeros, que estarían bien ciertos de la muerte de Juana y censurarían su conducta.

16. Seguían, además de Tello, al de Castilla, su hermano D. Fadrique, sus primos D. Juan y D. Fernando, hermanos del rey de Aragón, y D. Juan de la Cerda; y el aragonés estaba apoyado por el infante D. Luis de Nabarra, el Conde Gastón de Foix y D. Enrique el de Trastamara, a quien el rey ofreció las tierras de sus rebeldes hermanos. A poco de comenzada la guerra, enojado el de la Cerda al saber que D. Pedro requería de amores a su esposa y su cuñada, Dª María y Da Aldonza Coronel, abandonó las banderas de su rey y fuese a su villa de Gibraleón, con objeto de hostigar a las gentes de D. Pedro y tenerlas en jaque; pero, vencido y hecho prisionero, fue muerte de orden de D. Pedro. Terminada la guerra, también D. Fernando dejó el Partido del castellano y pasó al de su hermano D. Pedro el Ceremonioso, que lo acogió benignamente.

17 Estaba sita sobre lo que es hoy Plaza Vieja y daba también a Artekale. Fue derribada en 1865.

18. Que viene a decir: ahí tenéis al que os demandaba o solicitaba ser vuestro Señor, han concluido sus pretensiones; o bien: ahí tenéis al que os demandaba o proponía yo para Señor vuestro, ya no seré importuno.

19. Trasladado a Burgos, fue después arrojado al río Arlanzón por orden de D. Pedro.

20. Llamado así por el color de su armadura.

21. Estos dos estados euskerianos sí que se unieron por pacto a Castilla: Gipuzkoa en 1200, reinando en aquélla Alfonso VIII; Alaba en 1332, en el reinado de Alfonso XI. Pero de Nabarra y Bizkaya no puede decirse lo mismo: Nabarra fue conquistada en 1512 por Fernando V de España, llamado el católico tal vez porque entonces no tenía esta palabra la extensa significación que hoy tiene de católico-apostólico-romano, o verdadero cristiano, pudiéndosele aplicar en ese caso por haber contribuido (… su esposa) al descubrimiento de la América y por ende a la realización de la nota de catolicidad o universalidad de la Iglesia de Cristo; y Bizkaya ha sido sometida por Alfonso XII de España en 1876, cuando se hallaba postrada y extenuada a causa de la guerra carlista, si bien para esa fecha la integridad de nuestras instituciones era ya un mito, extremo a que gradualmente las fueren reduciendo, de un lado la ambición española y del otro la mala fe, la estulticia o la debilidad de los gobernantes del Señorío.

22. Y no porque “Bizkaya, dueña de sus destinos, pudo entregarse al rey de Castilla, pero nunca a Inglaterra", como ha dicho mi respetable y muy apreciado amigo D. Arístides de Artiñano en su libro El Señorío de Bizkaya; pues, cuanto a las ventajas, igualmente cristianos eran en aquella época ambos estados, y cuanto a los inconvenientes, tan extranjero era para Bizkaya el rey castellano como el príncipe inglés, concurriendo en aquél circunstancias aún más desfavorables: que si el sajón había sostenido guerra marítima contra Euskeria y tenía entonces subyugada a una gran parte de Lapurdi (Bayona, Biarritz, etc.), el español había tratado de someter por las armas al mismo Señorío; la vida particular de D. Pedro el Cruel era más innoble que la del Príncipe Negro; y, en caso de desigual engrandecimiento del estado con que Bizkaya se aliara, si éste era España exponíase más el Señorío a la esclavitud por razón de su incomparablemente mayor proximidad a la nación latina. Ya sé yo que no habría emitido el Sr. Artiñano aquella especie histórico-filosófica, si no creyera con el vulgo y la mayor parte de los autores que el pueblo bizkaino pertenece por naturaleza al pueblo español, que la Patria común del castellano y el bizkaino es España. Pero, quosque tandem abutere patientia veritatis? ¿Hasta cuándo permaneceremos en esa aberración histórica, no por cierto indiferente, sino causa única de nuestra ruina? No me detengo a demostrar estas dos proposiciones, porque resultarían las notas de mi librillo más extensas que el núcleo del texto. Pero cónstele al Sr. Artíñano y a cuantos como él piensan, que, etnológica y lingüísticamente, histórica y políticamente, y respecto al carácter y las costumbres considerándolo, hay menos fraternidad entre la nación bizkaina (que nación es, aunque pequeña) y la española, que entre ésta y (exceptuadas las demás euskerianas) cualquiera de las que habitan el continente europeo. Aún más: cónsteles también que (desde el punto de vista geográfico) el territorio que ocupa el pueblo bizkaino no está comprendido en el territorio español, si no es en los mapas, por la peculiar ligereza y el capricho de los geógrafos de todos los tiempos, que siempre publican cien veces más de lo que saben.

23. Fue Fernando I quien el 31 de julio de 1476 dio privilegio para que la villa de Berrmeo se llamase cabeza de Bizkaya. El Señorío lo toleró en un principio; pero el 29 de agosto de 1602 decretó que en adelante no se llamase así.

24. El mercedario español Fray Gabriel Téllez (Tirso de Molina), en su drama histórico La prudencia en la mujer, pone en boca de Diego V, Señor de Bizkaya, que es uno de los principales personajes de la obra, las siguientes palabras, con que reta a D. Enrique y a D. Juan Carvajal, quienes, como él, pretenden la mano de la reina viuda Dª María:

Vizcaíno es el hierro que os encargo,
Corto en palabras pero en obras largo.

25. En el pedestal de la estatua que se levanta en el centro de la Plaza Nueva de Bilbao se lee: "D. Diego López de Haro"; y a cualquiera se le ocurriría preguntar ¿qué López es éste?, si no porque a continuación dice "Señor de Vizcaya", aunque sea sin ortografía. Por lo demás, ya se sabe: estamos en Soria y no en Bizkaya, y estas inscripciones han de hacerse en castellano.

La placa denominativa de la calle Principal del Ensanche dice: «Gran Vía de López de Haro». Un amigo forastero me dijo en ocasión que pasábamos frente al letrero y se fijaba en él:

- Este López de Haro será algún respetable tratante en vinos de Rioja, ¿verdad?

- No -le contesté-, es el Señor de Bizkaya Diego V, que fundó esta villa.

- Entonces ¿por qué no pone simplemente Diego V? No parece sino que el Ayuntamiento de Bilbao comercia en tinta y papel.

- Debe de ser porque… hemos llegado ya a tomar cariño a nuestros huéspedes los López y semejantes, si bien el López de Diego V no era su apellido, sino su nombre patronímico, pero esto no entienden nuestros ediles.

26. Hablo de la Diputación General, que era autoridad e institución bizkaina, y no de la Provincial, que es de institución exótica.

Discurso de Larrazabal (Sabino Arana, 3 de junio de 1893)

El discurso de Larrazabal
(3 de junio de 1893)

DISCURSO PRIVADO

LEÍDO POR

SABINO ARANA

EN LA CENA CON QUE POR VARIOS COMPATRIOTAS FUE OBSEQUIADO

EN LA´RAZABAL (BEGOÑA)

EL DÍA 3 DE JUNIO DE 1893

Señores:

Ya que vuestro entusiasmo patrio, bizkainos que me oís, de tal suerte se encendiera al contacto de la chispa que lancé a la publicidad en mi modesto libro Bizkaya por su independencia que, velando vuestra vista con su humareda, os impidió el ver en mí lo que realmente soy, un sencillo hijo de Bizkaya, y fue capaz a moveros a hacerme este desmedido obsequio de sincero afecto, permitidme que, después de manifestaros por ello mi más profundo agradecimiento y de contestaros con el ofrecimiento a vuestro servicio de todo cuanto soy y tengo en lo que no redunde contra Dios o contra mi Patria (no toméis a indiscreción la severidad de la frase al señalar la condición), os declare francamente lo que mi opúsculo significa, explicándoos sus causas ocasional y final.

La primera la habéis visto indicada en la Advertencia, donde digo: "Del radical extravío que ha experimentado el espíritu bizkaino, merced a las exóticas ideas de los bizkainos más influyentes, testigo ha sido el presente siglo: en esta época ya no se habla una vez de independencia, y así en la adversidad como en la fortuna, Bizkaya ha de pensar y sentir como siente y piensa la nación española; y entre tantos libros como a la luz han salido de plumas bizkainas, tantos oradores que han abogado por nuestras libertades y periódicos tantos que al aparecer han protestado tanto no pretender otro fin que la defensa de los intereses euskerianos, ni una sola voz se ha levantado que haya definido y proclamado la verdadera y única política bizkaina, ni una mano que a este pueblo desventurado le haya mostrado en la historia lo que fue e indicándole en lo porvenir lo que debe ser."

Bizkaya, nuestra Patria, incurrió en el siglo IX, ya lo habéis leído, en el gravísimo yerro de establecer la forma señorial y en el más grave de estatuirla sobre bases diametralmente opuestas al espíritu de sus instituciones; el extranjerismo de los bizkainos más considerados por su ilustración o por la fuerza de su brazo, que determinara aquella evolución política, ejerció en la masa del pueblo su fatal influjo, y españolizándola progresivamente en sus ideales, la arrastró a conferir el cargo de Señor de Bizkaya primeramente a un súbdito español y más tarde al mismo monarca de la vecina nación latina; este hecho torció en tanto grado las inteligencias y los corazones de los bizkainos, que produciendo aberraciones tales como la de llamar en los documentos Rey y Señor a quien sólo era Señor y consentir firmara Yo el Rey las cartas y pragmáticas quien sólo podía hablar a Bizkaya como Señor, causó la más profunda y trascendental de llamarse a sí mismos españoles los bizkainos; y no rechazado este maldito nombre de nacionalidad por aquel pueblo que no paraba mientes en las palabras, sino en los hechos, ni en los nombres, sino en las cosas, y que no preveía que las generaciones ulteriores habían de caer en la persuasión de que aquél les correspondía por naturaleza, de tal suerte corrompióse la idea de la Patria que, si el historiador filósofo puede explicarse la adopción del citado nombre a la época del apogeo y engrandecimiento de España, encuéntrase confundido al ver que al iniciarse y desencadenarse la de su decadencia, no sólo no renació y se desarrolló el espíritu bizkaino genuinamente patrio, sino que en la misma forma paulatina y gradual fue su organismo presa de la más sustancial descomposición: y aquella Bizkaya que tuviera la dignidad de conservarse pura e intacta en medio de las inmigraciones ibérica y céltica, y la altivez de despreciar el fausto del Imperio romano; aquella Bizkaya que supo esquivar el roce con los bárbaros del septentrión y que pudo ser mermada, pero nunca sometida, por el acero del belicoso visigodo y burlara la energía y el talento del más poderoso de sus reyes, Leovigildo; aquella Bizkaya que supo guardar su independencia al precio de la sangre de sus hijos, venciendo en mil combates al musulmán, al hispano, al galo y al sajón; aquella Bizkaya intrépida por mar, fuerte por tierra y temida, aunque pequeña, por todas las naciones... hijos de Bizkaya, vedla ya en el siglo XVIII, intoxicada por el virus españolista, anémica y sin fuerzas para oponerse a un contrafuero, y por último en este nuestro siglo despedazada por la furia extranjera, y expirante, que no muerta lo cual fuera preferible, sino humillada, pisoteada y escarnecida por España, por esa nación enteca y miserable!

Si juzgara preciso encareceros la desgracia de Bizkaya, iría presentando ante vuestros ojos, punto por punto, el menoscabo que ha padecido así en lo religioso y lo moral como en lo político y lo económico, tanto en su raza como en su lengua. Pero vese claramente que este patriótico movimiento que estáis demostrando presupone en vosotros el convencimiento de que vuestra Patria es víctima de alguna penosa desventura, y no he de abusar de vuestra atención, ocupándola en puntos que, por sabidos y sentidos, es excusado tocarlos.

Ni se os oculta, seguramente, cómo el infortunio de Bizkaya sobrepuja a toda ponderación, si observamos el olvido y desamparo, mejor aún, el menosprecio y la saña de que, en medio de su desgracia, es objeto por parte de sus hijos esta nación desdichada.

En ocho partidos diferentes están principalmente divididos en la actualidad los bizkainos: tres católicos y cinco liberales. Los tres católicos son: el carlista, el integrista y el neoautonomista o fuerista simplemente. De los cinco liberales, dos son monárquicos: el conservador y el fusionista; y tres republicanos: el radical, el federal y el posibilista.

Ya lo veis: ocho distintas banderas tremolan en las cumbres de nuestros montes... ¿Distinguís tal vez entre ellas a la bizkaina?

Si se lo preguntáis a los prohombres de esos ocho partidos, y más como la respuesta ha de ser pública, todos os contestarán que son acérrimos fueristas y cada uno de ellos os dirá que su respectivo partido es el más amante de Bizkaya, el más entusiasta y sincero defensor de sus derechos e intereses.

Pero, ¡ah, infelices: cuán hartos estamos de tanta farsa!

Farsa digo y repito: farsa y no error es el vicio que caracteriza a esos partidos cuando, alardeando de amar Bizkaya, no hacen otra cosa que ultrajarla y ofenderla o cuando menos desampararla: porque, prescindiendo del punto de vista que puede decirse teórico, bajo el cual desde el primer momento del juicio quedan los ocho partidos convictos de españolistas y cinco de ellos de anticatólicos, y descendiendo a la esfera de los hechos, porque hay un refrán en el idioma que hablo que dice "obras son amores y no buenas razones", respondedme, después de hojear las historias de todos y cada uno de esos partidos: ¿las halláis limpias? ¿No encontráis acciones antibizkainas que sublevan el ánimo y omisiones no menos irritantes? Y si reapasáis las hojas de sus respectivos órganos periódicos, ¿no veis cómo están atestados de especies y frases y artículos enteros que sólo un espíritu antibizkaino (antibizkaino por malicia, por conveniencias o por lo que fuere) puede producir?

¡Pobre Bizkaya, si tu destino estuviese a merced de esos partidos españolistas que te van carcomiendo las entrañas!

¡Pobre Bizkaya, si la Divina Justicia no hubiese envainado ya la espada con que tan duramente está castigando acaso tus pasadas culpas, y no hubiese sonado en la Providencia la hora de tu restauración!

He aquí, bizkainos, la ocasión de mi opúsculo: la cruel desgracia en que a Bizkaya la ha sumido la extranjera dominación, juntamente con el daño que muchos bizkainos renegados le hacen directamente y el que los demás indirectamente la causan con un desafecto y el abandono en que la dejan.

Que si mi Patria fuera libre, o, a pesar del vil yugo que ha humillado su frente, se agitara en su seno el espíritu restaurador y en los círculos y en la prensa periódica, en los libros profanos y en los piadosos, en el templo y en los espectáculos, en la cátedra y en el taller, en el palacio y en la casería, en los cargos autoritarios y en los empleos, en el monte y en la calle y dondequiera no se respirara una molécula de infecto aire extranjerista, y se aprovecharan todos los momentos en bien de la Patria, y todas las cosas, por nimias e insignificantes que fuesen, se revistieran del tinte patrio, y los bizkainos todos, eclesiásticos y seglares, sabios e ignorantes, ricos y pobres, fuertes y débiles, ancianos y jóvenes, hombres y mujeres, todos en sus respectivas esferas de acción y relaciones trabajaran con ahínco por la libertad patria, de tal suerte que el norte de su brújula fuese el patriotismo y de patriotismo estuviese la atmósfera bizkaina saturada... si tal mis ojos vieran, ni mi opúsculo hubiese jamás aparecido a la luz pública, ni yo me habría entregado con mis cortas fuerzas al estudio de las leyes, la historia y la lengua de Bizkaya, al que nunca me sentí inclinado por natural afición.

Mas cuando habiendo llegado a conocer a mi Patria y caído en la cuenta de los males que la aquejaban, extendí mi vista en derredor buscando ansiosamente un brazo generoso que acudiera en su auxilio, un corazón patriota, por todas partes tropecé con la invasión española que talaba nuestros montes y que, en vez de ser rechazada, era loca y frenéticamente secundada por indignos hijos de Bizkaya, y no hallé en ninguna un partido, una sociedad, un libro, un periódico, una página, una sola página, bizkainos que me escucháis, verdaderamente bizkaina.

Fui yo carlista hasta los diecisiete años, porque carlista había sido mi padre, aunque un carlista que sólo trabajo por el lema Religión y Fueros y a quien el dolor de la ruina de nuestras libertades lo llevó al sepulcro. Pero ya desde que había, a los quince de mi edad, estudiado Filosofía, distinguía mis ideas y decía que era carlista per accidens, en cuanto que el triunfo de D. Carlos de Borbón me parecía el único medio de alcanzar los Fueros: deseaba que D. Carlos se sentara en el trono español, no como fin, sino como medio de restablecer los Fueros; que Fueros llamaba yo en aquella época a nuestras instituciones y decía de mí que era fuerista, palabra que desde entonces acá nunca me la he aplicado porque su empleo por los bizkainos es en mi concepto un manifiesto atraso.

Pero el año ochenta y dos (¡bendito el día en que conocí a mi Patria, y eterna gratitud a quien me sacó de las tinieblas extranjeristas!), una mañana en que nos paseábamos en nuestro jardín mi hermano Luis y yo, entablamos una discusión política. Mi hermano era ya bizkaino nacionalista; yo defendía mi carlismo per accidens. Finalmente, después de un largo debate, en el que uno y otro nos atacábamos y nos defendíamos sólo con el objeto de hallar la verdad, tantas pruebas históricas y políticas me presentó él para convencerme de que Bizkaya no era España, y tanto se esforzó en demostrarme que el carlismo, aún como medio para obtener no ya un aislamiento absoluto y toda ruptura de relaciones con España, sino simplemente la tradición señorial, era no sólo innecesario sino inconveniente y perjudicial, que mi mente, comprendiendo que mi hermano conocía más que yo la historia y que no era capaz de engañarme, entró en la fase de la duda y concluí prometiéndole estudiar con ánimo sereno la historia de Bizkaya y adherirme firmemente a la verdad.

Aquellos de vosotros que posean la lengua patria, han podido enterarse de esta mi resurrección en la dedicatoria del libro; pero los demás ¡cuán lejos estabais de saber que a vuestro lado y no en mi silla se sienta el primer factor de ese libro que tanto os ha simpatizado y de cuanto con la mente o el corazón, con la pluma o el brazo, este bizkaino que os habla, oscuro pero entusiasta, pueda producir!

Pronto comencé a conocer a mi Patria en su historia y en sus leyes; pero no debe el hombre tomar una resolución grave sin antes esclarecer el asunto y convencerse de la justicia de la causa y la conveniencia de sus efectos.

Mas al cabo de un año de transición, disipáronse en mi inteligencia todas las sombras con que la oscurecía el desconocimiento de mi Patria, y levantando el corazón hacia Dios, de Bizkaya eterno Señor, ofrecí todo cuanto soy y tengo en apoyo de la restauración patria, y juré (y hoy ratifico mi juramento) trabajar en tal sentido con todas mis débiles fuerzas, arrostrando cuantos obstáculos se me pusieran de frente y disponiéndome, en caso necesario, al sacrificio de todos mis afectos, desde el de la familia y de amistad hasta las conveniencias sociales, la hacienda y la misma vida. Y el lema Jaungoikua eta Lagizarra iluminó mi mente y absorbió toda mi atención, y Jaungoikua eta Lagizarra se grabó en mi corazón para nunca más borrarse; y por guía de todos los actos de mi vida me tracé un lema particular cuyas iniciales van al final del opúsculo que conocéis y de todos mis escritos.

Tres trabajos se presentaron desde el primer día ante mis ojos: estudiar la lengua de mi Patria, que desgraciadamente me era en absoluto desconocida, su historia y sus leyes; y en segundo lugar, proporcionar a los compatriotas que no poseyeran el Euskera, por medio de la publicación de una Gramática, el medio de aprenderlo, e instruirlos, mediante algunos libros, y un periódico, en la historia y la política patrias; y como síntesis de todos estos trabajos, la extirpación del extranjerismo e implantación del patriotismo, uniendo a los hijos de Bizkaya bajo una sola bandera, la inmaculada bandera de la tradición, a fin de alcanzar la fuerza necesaria para sacudir el yugo de la esclavitud y digna y vigorosamente restaurar la Patria.

La obra era magna; no sé si me sentí con fuerzas para emprenderla t llevarla a término feliz, pero no me faltó el ánimo; ni jamás me faltará, si el pueblo bizkaino aún conserva su dignidad y no ha renunciado a su perfecta regeneración. Y si repetidas veces el negro espectro de la imposibilidad del fin se ha presentado a mi imaginación y tratado de disuadirme, siempre le he recibido con estas palabras: "teóricamente no has de vencerme, lucharé contra ti mismo, y sólo te cederé el campo cuando en la práctica te vea dominado; si en este terreno me viese vencido, abandonaré a mi Patria". Pero (tenedlo entendido, hijos de Bizkaya) si tan triste caso llegara, juro, al dejar el suelo patrio, dejaros también un recuerdo que jamás se borre de la memoria de los hombres. Y no atribuyáis a soberbia lo que sólo sería efecto del intenso dolor que me causaría el envilecimiento de los bizkainos y la muerte de mi Patria; yo no quiero nada para mí, todo lo quiero para Bizkaya; ahora mismo, y no una sino cien veces, daría mi cuello a la cuchilla sin pretender ni la memoria de mi nombre, si supiese que con mi muerte había de revivir mi Patria.

Por ella desde hace diez años estoy trabajando; por ella dejé la carrera, pues me parecía indigno el ocupar mi poca actividad en acopiar bienes de fortuna para la familia que andando el tiempo pudiera constituir, y si hasta ahora tan poco he producido, ha sido por la negativa pasión de la pereza, que por desdicha largas temporadas me ha tenido dominado.

Efecto de esa pasión es el que la impresión de la Gramática, cuyo original en su esqueleto o borrador ha muchos años estaba terminado, se suspendiera apenas comenzó, y el que la proyectada sociedad bizkaina, cuyos estatutos hace tres años fueron redactados, no se haya todavía constituido.

Unos cuantos folletos y el opúsculo Bizkaya por su Independencia es cuanto mi pluma hasta el presente ha dado a la publicidad.

Si han movido algún tanto los corazones bizkainos, o si, por el contrario, han sido simiente recibida por terreno estéril, vosotros debéis de saberlo, generosos compatriotas; pues que por lo dicho quedáis enterados de que la causa final de su publicación y particularmente del opúsculo es la de instruir a los bizkainos en aquella parte de la historia patria cuyo conocimiento le es necesario y despertar de esta manera en sus almas el sentimiento patrio.

Aquí debiera terminar, pues queda satisfecho el propósito que al principio me formé de exponeros las causas ocasional y final de la publicación de mi libro; pero no lo haré sin antes dirigiros una advertencia y pediros dos excusas.

La advertencia (y permitidme os la haga con toda llaneza) se refiere al carácter de esta reunión. La cual, iniciada por vosotros para darme una muestra de vuestra simpatía, no tiene, no puede tener, un carácter nacionalista. Yo debo declarar que en manera alguna acepto vuestro obsequio en este concepto, sino como merced que me hacéis por lo que en mi libro hayáis podido hallar de vuestro agrado. La sociedad nacionalista no está aún constituida, ni podrá estarlo hasta principios del próximo año; sus estatutos están redactados, su programa político perfectamente definido, y otro día, si me lo permitís, os daré una idea de unos y otro; pero nadie es aún miembro de esa sociedad, ni puede alistarse en ella hasta el día que aparezca la proclama. De consiguiente, los que, habiéndome brindado con esta cena, se encontraren aquel día con que el programa nacionalista no responde a sus deseos, no serán tachados de inconsecuentes, ni porque hayan asistido a esta reunión podrán ser inculpados por sus partidos respectivos.

Y debo pediros dos cosas: es la primera, que me perdonéis el que en este desaliñado discurso haya hablado tanto de mi persona y mis cosas. Si es censurable y odioso el ocuparse en sí mismo en una simple conversación, lo es mucho más el hacerlo en público y por escrito. Pero en este caso la necesidad de hablaros de mí mismo al exponeros la causa final de mi libro, disculpa tal vez mi indiscreción y espero indulgencia de vosotros.

Lo segundo que habéis de perdonarme es el que os haya dirigido la palabra en idioma extranjero, pues que el contarse entre vosotros bizkainos que desconocen el patrio me ha obligado a ello.

Y ahora, gritad conmigo: ¡Viva la independencia de Bizkaya!

Lista de los convidantes

ASISTENTES

AUSENTES

Aburto y Uribe, Eduardo
Alda, Santiago
Ansuátegui y Aburto, José María
Arámburu y Mendieta, Eustaquio
Arana y Goiri, Luis 
Azaola y Zabala, José 
Cortina y Arteaga, Benito
Garteizgoxeascoa y Goitisolo, Pablo
Guiard y Larrauri, Adolfo
Ibarra, Santiago
Ibarreche y Ugarte, Gregorio
Llodio, Ciriaco
Ogara, Lucas
Sota, Ramón
Ugalde y Jauregui, Santos
Urrutia, Julián
Zabala, Luis

Alday y Urquijo, Pedro
Angulo y Hormaza, Estanislao
Areilza, Enrique
Aristegui y Urtaza, Dionisio
Menchaca y Zárraga, Ramón
Zulueta, Felipe

El autor de este discurso no lo ha considerado digno de publicidad. Por esto lo llama privado, y no ha tirado más que veinticinco ejemplares, esto es, los suficientes para hacer a cuantos compatriotas le convidaron a la cena un pequeño presente, como recuerdo y en testimonio de agradecimiento por el obsequio recibido. Al propio tiempo de hacerles esta declaración, les recuerda cómo el 21 de julio es el día señalado para reunirse en Gernika en fraternal banquete, en el cual, para cumplir la palabra, expondrá los puntos principales del programa nacional y dará una idea sobre la organización de la liga en proyecto.

"¿Somos españoles?" (Bizkaitarra, Sabino Arana, 17 de diciembre de 1893)

¿Somos Españoles?

Viniendo hace unos días en el tren de Zumarraga, tuve ocasión de oír un interesantísimo diálogo que se entabló entre un francés al parecer touriste y un bizkaino de tipo industrial, que en Eibar habían entrado juntos y sentádose junto al asiento que yo ocupaba. Por la conversación averigüé que el francés se llamaba M. Hauteville, y el bizkaino Aresti. Como su diálogo era de tema muy curioso y de actualidad, voy a traducirlo y trasladarlo a esta hoja en la mejor forma que me sea posible.

Hauteville.– Me choca que tan mala suerte desee usted a las armas españolas en Melilla. Pues ¿no es usted español?

Aresti.– No señor: soy bizkaino.

Haut.– Bueno; pero ¿no es español el bizkaino?

Ar.– No.

Haut.– Pues entonces ¿que es el bizkaino?

Ar.– Bizkaino.

Haut.– No lo entiendo.

Ar.– Pronto lo comprenderá usted. Los bizkainos no somos españoles ni por la raza, ni por el idioma, ni por las leyes, ni por la historia.

Haut.– ¡Oh! Si eso me demuestra, comprendo perfectamente me diga usted que no es español.

Ar.– Se lo haré ver en pocas palabras.

No somos españoles por la raza.

A nuestra raza no se le ha encontrado todavía ni madre ni hermanas entre todas las razas del mundo, ni aún se sabe si vino por el Norte, el Sur, el Oriente o el Occidente a este rincón de la tierra. Quién le halla afinidad con los pieles rojas (Oeste); quién, con los georgianos (Oriente); éste, con los fineses (Norte); aquél, con los bereberes (Mediodía); pero nadie ha obtenido notas de afinidad suficientes para atreverse a asentar la fraternidad de nuestra raza con alguna de la comparadas con ella. Todas las demás razas se han clasificado en grupos primitivos, ramas originadas y ulteriores derivaciones; la nuestra permanece siendo una selva virgen, para la investigación científica, una verdadera isla en medio de la humanidad.

La raza española es, en cambio, un producto latino-gótico-arábigo con tenues toques de fenicio, griego y cartaginés, que no conserva ni rastro de la raza primitiva de la península, que fue la nuestra.

Y si basta el que nuestra raza haya sido la que habitara primeramente la península, para llamarnos españoles, la misma razón existe para que nos llamen franceses, ingleses, italianos o moros (lo cual a nadie se le ocurre) pues nuestra raza ocupó probablemente en los tiempos proto-históricos todo el Mediodía y el Occidente de Europa y el Norte de Africa.

Ya ve usted cómo existe tanto parentesco entre la raza española y cualquiera otra, que entre aquélla y la nuestra. Mientras, pues, los rusos y los noruegos, por ejemplo, no sean españoles por la raza, mucho menos lo podremos ser nosotros.

Haut.– Cierto es. Pero ese nosotros sólo puede referirse a los que tengan euskéricos los apellidos; porque éstos son los que acusan el origen del individuo. ¿No es verdad?

Ar.– Así es en efecto: son el sello de raza. Porque el nacer en éste o en el otro punto nada significa, como es claro, respecto a la raza. Un hijo de bizkainos nacido en Madagascar o el Dahomey será tan bizkaino de raza como el que hubiese nacido en Olakueta; al paso que un descendiente de españoles nacido en bizkaya nunca será bizkaino de raza.

Haut.– Perfectamente. Adelante.

Ar.– He dicho que tampoco somos españoles por la lengua.

Cuanto ha oído usted respecto de la raza, puedo repetirle al hablarle de la lengua. El Euskera continúa aún excluido de la clasificación general de las lenguas. En muchas lenguas antiguas y en casi todas las europeas primitivas se encuentran ya raíces, ya construcciones, que revelan alguna afinidad con el Euskera, pero que no son de importancia bastante, ni por su calidad ni por su número, para afirmar relación de fraternidad o filiación entre unas y otras. Por esta razón, nada tampoco se ha dicho de la raza euskeriana, pues que el estudio lingüístico es el mejor medio de investigación etnológica, ya que los caracteres físicos varían según los climas y la estructura y configuración de los terrenos.

Los varios idiomas españoles, a saber, el catalán, el castellano, el gallego, el portugués, etc., son, por el contrario, neo-latinos, es decir, que se derivan de una lengua clasificada y muy posterior al Euskera.

Haut.– Sí. Este es un punto ya muy conocido. Todo el mundo sabe que hay más diferencia entre el Euskera y un idioma español, que la que pueda existir entre éste y otro cualquiera. Prosiga usted si le place.

Ar.– He agregado que tampoco somos españoles por las leyes, esto es, desde el punto de vista político. En efecto: nuestro breve Código político, civil y económico es un resultado de nuestras costumbres; mejor aún: las leyes que lo constituyen son nuestros antiguos usos y costumbres trasladados al escrito.

Haut.– Siendo así, como el Código español no estará seguramente inspirado en las costumbres bizkainas, síguese que nada tiene que ver con el de ustedes. Pero yo he oído hablar de los Fueros de Bizkaya, y tendría mucho gusto en saber qué es eso de Fueros.

Ar.– Se da el nombre de Fuero o Fueros de Bizkaya precisamente al Código bizkaino. Pero ese nombre no se le aplica con propiedad, porque Fuero, si mal no recuerdo, significa, según el Diccionario de la Academia Española, "cada uno de los privilegios y exenciones que se conceden a una provincia, ciudad o persona", y nada de esto son las leyes consuetudinarias o de costumbres de Bizkaya. Únicamente pueden llamarse Fueros las leyes por que se regían las villas. Estas, en efecto, antes de serlo, eran unos caseríos o grupos de viviendas, que, como enclavados en jurisdicción de las repúblicas o pueblos originarios que constituían el Señorío, tenían las mismas leyes generales de Bizkaya hasta que, deseando un gobierno independiente, les concedía el Señor Con autorización previa del Señorío un código especial, que es lo que propiamente puede llamarse Fuero, pues era privilegio y exención que se concedía (por el Poder Bizkaino) a caseríos determinados.

También habrá usted oído hablar de privilegios concedidos a Bizkaya, y sin embargo no los ha habido en esta República Señorial más que de dos clases: unos, internos y propios del gobierno interior, como los que el Señor otorgaba a las villas, siempre con anuencia del Señorío; los otros, exteriores, dados graciosamente por el Rey de España, cuando era a la vez Señor de Bizkaya, a los bizkainos que residiesen en los dominios españoles, como el título de nobleza que en los reinos de España les era común a todos los ciudadanos bizkainos. Ya ve usted que los privilegios de la primera clase no fueron concedidos por ningún poder extraño a Bizkaya, y bien comprenderá que los segundos nos importan muy poco a los bizkainos, que no queremos otros títulos que los que en sí encierra la independencia.

Haut.– Y tienen ustedes razón: no hay condición más excelente que la libertad.

Pero creo que no me ha demostrado usted todo lo que se ha propuesto, porque falta el punto de vista histórico.

Ar.– Es verdad, y voy a tratarlo con toda la concisión que pueda. Del furioso ímpetu de la dominación romana se salvó este pequeño pedazo de Europa, bien porque César Augusto comprendiera que guerras como la cantábrica le costaban mucho más de lo que le valiera el fruto que de ellas sacase, o bien porque la posesión de estas sombrías montañas pobladas de selvas impenetrables y de estas incultas tierras le halagara muy poco a un pueblo que ya empezaba a trocar sus aficiones guerreras por la avidez de riquezas y placeres.

El resto de la península, por el contrario, conquistado por los guerreros de las siete colinas del Tíber y convertido en provincia romana, se iba ya romanizando por completo; pues el cruzamiento de las razas indígena e invasora fue tan desventajoso para la primera, que sus peculiares caracteres se extinguieron en absoluto y a su lengua natural llegó a sustituirla radicalmente la latina.

Tampoco a los primeros bárbaros del Norte, que invadieron la península en el siglo V, les agradó nuestro abrupto suelo; pues atravesando la línea pirenaica se corrieron hacia España, donde se internaron y establecieron en distintas regiones.

Algo más tarde, cuando, en decadencia el pueblo romano, fueron invadidas sus provincias por el godo, ya sabe usted, Mr. Hauteville, que a España le cupo en suerte la dominación visigoda; mientras que Euskeria, que, como usted ve, no era provincia romana, tampoco fue presa del acero germánico. Es cierto que, fundidos el pueblo hispano y el visigodo, y constituyendo una sola monarquía, varias veces intentaron sus reyes la conquista de nuestra vieja nación; pero sólo llegaron a dominar más allá de la sierra de Aralar y la peña de Gorbea, en las llanuras de Alaba y Nabarra, quedando intacta y libres Gipuzkoa y Bizkaya. También la España visigoda se encumbró a muy alto grado de poderío y riquezas, y sucediendo a la rudeza del guerrero la afeminación del cortesano, era llegada la hora de su ruina.

Así fue, en efecto: penetraron en el siglo VIII, bien lo sabe usted, los musulmanes en la península, derrocaron el trono visigodo, avasallaron el territorio español y la media luna se implantó en España para ocho siglos de dominación. Mas a esta Bizkaya, ni los belicosos hijos de Mahoma pudieron rendirla y sujetarla.

Pero me parece que usted es a quien voy a rendir con mi relato. Los siglos son largos y, por más que procuro ser breve, temo no ser lo suficiente para no hastiarle a usted.

Haut.– En manera alguna. Le estoy oyendo a usted con el mayor placer, pues la excepcional historia de Bizkaya me va interesando en sumo grado. Continúe usted sin temor de cansarme.

Ar.– Entonces adelante.

Despedazada España por los hijos de Agar, en sus distintas regiones brotaron otros tantos reinos y señoríos feudales, que emprendieron independientemente los unos de los otros la obra de la reconquista. La total expulsión del invasor coincidió, poco más o menos, con la fusión en uno solo de todos los tronos que en aquellas circunstancias anormales, habían surgido, y se mantuvieron independientes hasta que, cesando aquéllos ocho siglos después, había naturalmente de volver España entera a su antigua unidad política. Pero Bizkaya, que los ocho siglos había permanecido libre, así del alfanje morisco como de la espada española, se mantuvo también independiente cuando, en tiempo de los Reyes Católicos, se realizaron en la vecina nación latina aquella restauración. Sabemos que uno y otro acero pretendieron más de una vez domeñarla; pero también sabemos que supo rechazar siempre sus bruscas acometidas y conservar incólume la originaria libertad. Mas conociendo Bizkaya la verdad del principio "la unión hace la fuerza", se constituyeron, hacia el siglo IX, en un solo estado sus distintas repúblicas, bajo la jefatura militar de un solo caudillo, que se llamó Señor, y fue desde entonces República Señorial. He aquí el acto de nuestros antepasados que fue la causa primera, aunque inconsciente, de nuestra ruina. Porque, relacionados y emparentados nuestros Señores con la nobleza española, llegó un tiempo (siglo XIV) en que el Señor de Bizkaya (Juan III) heredó el trono de Castilla; y con esto, comunicándose de continuo los bizkainos con los españoles, habría de ir inoculándose paulatinamente en el espíritu bizkaino el mortífero virus del españolismo, como el astro más grande se atrae al más pequeño que llegue a sus alcances. Desde aquella maldita fecha, el Señor de bizkaya ha sido siempre al mismo tiempo Rey de España; cargo y título que le correspondían independientemente, y cuya unión casual en su persona no interesaba a la libertad política y gubernativa de Bizkaya, pero era ocasión de que los monarcas españoles incurriesen en la ambición de sojuzgarla. Repetidas veces, en efecto, ejerciendo de Señores, trataron de mermar su independencia, pero casi siempre quedaron frustrados sus intentos, aunque hubo caso en que el contrafuero llegó a realizarse a despecho de los bizkainos sanos que quedaran. Mas, cuando España descarándose y mostrando abiertamente la saña de su corazón hacia Bizkaya, hase aprovechado de la debilidad y el arraigado españolismo de los bizkainos más influyentes, para ir destruyendo gradualmente nuestra nacionalidad hasta dejarnos sin el menor vestigio de independencia, ha sido en este siglo XIX; el cual, o ha de ver a los bizkainos sucumbir para siempre al peso de la dominación española, o ha de ser, por el contrario, testigo de nuestra regeneración, y vado y transición del pasado a un glorioso porvenir.

Ahora usted dirá si no tenemos historia nacional ni motivos para odiar al español.

Haut.– Nunca hubiese creído que en un territorio tan pequeño como éste, se encerrase una nación tan grande como Bizkaya. Pero también observo que tan alta y noble como aparece en la historia, es bajo y humillante el abismo de esclavitud en que ha caído.

Quedo ahora plenamente convencido de que no es usted español, sino bizkaino. Los polacos nunca se dirán rusos o alemanes, sino polacos; los irlandeses jamás consentirán que se les llame ingleses, sino irlandeses: los bizkainos, pues con mayor razón deben llamarse bizkainos, y no españoles.

Comprendo, por último, que odie usted a España, ya que es la nación que ha avasallado a su Patria. ¡Cosa rara, en verdad, que esta preciosa conquista haya alcanzado España en el siglo en que más abatida y postrada se encuentra!

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

A este punto llegaba el diálogo del francés y el bizkaino, cuando, deteniéndose el tren en la estación de Atxuri, me dispuse a bajar para entrar en esta maketizada Bilbao.

Bizkaitarra, número 4, 17 de dicembre de 1893.

"Los seudo-civilizadores" (Bizkaitarra, Sabino Arana, 17 de diciembre de 1893)

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Sabino Arana (1865-1903)

Los seudo-civilizadores

A tan alto grado de intensidad llega la caridad de las naciones europeas, que ya no se contentan con ejercitarla en sí mismas, sino que las lleva al sacrificio por civilizar a los hombres de color. De ahí la conquista de las Américas por los españoles y las demás conquistas llevadas a cabo por la raza blanca.

Que hay un país cuya posesión promete, o por sus riquezas agrícolas o minerales, o por sus ventajas marítimas o estratégicas... Pues allá se mandan un par de cañoneros que planten e icen el pabellón nacional. Si el indígena protesta, se le acribilla el cuero; lo cual, como no dispone de cañones rayados ni fusiles de repetición, es fácil hacerlo.

Y se dan los invasores tal traza de buenos profesores en instruirle al natural del país en los elementos de cultura, que para cuando pueda enterarse de la manera de explotar las minas, de cultivar los campos, de construir puertos o de establecer industrias, mira en su rededor y ve extinguida su familia y usurpado su hogar, se mira a sí mismo y observa que la dignidad humana es patrimonio de la raza blanca y vese rebajado a la condición del bruto.

Si se opone a recibir ese influjo de la cacareada civilización, le expatriarán a cañonazos; si lo consiente, le pisarán como a asqueroso sapo.

Algo nos podrían decir, por ejemplo, aquellos infelices pieles rojas que vagan allá por las incultas praderas de la América del Norte, desterrados de su patria y reducida su numerosa raza a unas cuantas tribus, que viven miserablemente y son cazadas de continuo por los blancos.

Luego, tras tantas invasiones, que en los tiempos presentes, gracias a los fáciles medios de comunicación, se verifican en mayor escala y más variamente que en los antiguos, suelen ocurrir aberraciones como la de Cuba, a cuyos actuales moradores les ha dado por alzar la bandera. separatista, como si no habitaran territorio extraño y no fuesen hijos de españoles y africanos.

¡Cuánta paz habría en el mundo, si cada pueblo adoptara un non plus ultra irrevocable, no material o debido a un error geográfico, como el ibérico, sino moral y de derecho de gentes.

Pero concretémonos al caso actual. ¿Qué clase de cultura podrán llevar los españoles al Riff?

¿Les podrán instruir a los bereberes en el arte militar, para que sepan defenderse contra quien los atacare? Tal vez, pero lo cierto es que hasta ahora son los riffeños quienes pueden dar lecciones a los españoles: pues visto está que tiran mejor que sus civilizadores y que mientras ellos no tardaron más que unos días en levantar en armas 30.000 hombres (según los periódicos españoles), España empleó dos meses para enviar a Melilla 20.000.

¿Les enseñarán acaso a cultivar los campos? Para convencerse de lo contrario, no hay más que recorrer las inmensas llanuras de España, condenada a perpetuo barbecho, y recordar el principio de que nadie puede dar lo que no posee.

¿Podrán darles ejemplos de piedad o al menos de respeto a la religión? Seguramente: enseñándoles, verbigracia, a blasfemar.

Pero ¿les podrán enseñar algo siquiera de educación natural: por ejemplo, cómo al enviado extranjero se le ha de recibir con risotadas y mofas, y si a mano viene, se le ha de dar una pedrada en las narices? ¡Oh, esa cultura sí! En eso están fuertes los españoles."

Bizkaitarra, Bilbao, nº 4, 17 de diciembre de 1893.

"Fuerismo es separatismo" (Bizkaitarra, Sabino Arana, 22 de abril de 1894)

Fuerismo es separatismo

I

El nacionalismo bizkaino tiende a la constitución de Bizkaya en nación absolutamente libre e independiente de las demás.

Como esa política, a juicio de los nacionalistas, corresponde de derecho a Bizkaya, es decir, como ésta, según la historia, no es, teórica y jurídicamente considerada, una parte o región de la nación española, sino una verdadera nación, sometida actualmente y a pesar suyo por España, resulta que ese nacionalismo no dicta que haya de separarse o desmembrarse una parte de su todo, sino que expresa el restablecimiento natural y justo de un todo fundido y anexionado anormal e injustamente a otro perfectamente distinto por su naturaleza.

En consecuencia, el nacionalismo no puede llamarse propiamente separatismo, sino impropiamente y sólo en cuanto que de hecho está Bizkaya unida a España. Pero también es indudable que los españoles, o por el nulo conocimiento que de la historia y leyes de Bizkaya tienen, o por la maliciosa táctica de hacer ver a las potencias europeas (por lo que pudiera sobrevenir) que esa política bizkaina quebranta la integridad de la nación española, han de negarle su verdadero nombre de nacionalismo y de aplicarle el impropio de separatismo, basados en el supuesto de que Bizkaya es de derecho parte integrante de España.

De todas las maneras y puesto que el nombre no hace a la cosa, esa política bizkaina, objetivamente tan antigua como Bizkaya, aunque subjetivamente, o en la mente y el corazón de los bizkainos, tan nueva ante el público, que apenas cuenta un año de existencia, aspira, llámese nacionalismo o separatismo, a que Bizkaya se constituya en nación perfectamente independiente (1) sin otras relaciones con España que las internacionales que, por dictamen natural, deben existir entre todas las naciones, como sociedades humanas habitantes en una misma tierra, y por tratados particulares se establezcan en la esfera comercial.

Dada esta definición de la política separatista, vamos a demostrar que el fuerismo debe comprender en sí esta doctrina, esto es que el fuerista, para serlo en realidad de verdad, ha de ser necesariamente separatista.

Con la palabra fuerismo se significa, como es claro, el sistema político que señala para Bizkaya el restablecimiento de todo lo esencial que en su código e historia forales se contiene como indiscutible derecho.

Poco trabajo nos costará el probar que, mientras Bizkaya ha gozado de la integridad de sus Fueros, ha sido una nación completamente libre, absolutamente autónoma.

II

La revolución social más transcendental de que fueron objeto en los tiempos históricos de la antigüedad los pueblos que habitaban el continente europeo y gran parte del asiático y del africano, fue la producida por la casi universal conquista llevada a cabo por las armas de Roma.

Uno de los pocos pueblos europeos que de tan extensa y profunda metamorfosis política se libraron fue nuestra Euskeria, que no era ciertamente en aquella fecha un solo estado sólidamente constituido, ni siquiera una confederación de estados, sino un conjunto abigarrado de multitud de pequeños señoríos y repúblicas, cuyas familias, procedentes de diferentes tribus de la raza aborigen de Europa, habrían venido emigrando sucesivamente a estos agrestes y deshabilitados lugares, conforme los extensos países que sus naciones poseyeran eran invadidos y ocupados por las diversas gentes que en el transcurso de los cuarenta o cincuenta siglos anteriores al apogeo de Roma, habían inmigrado en nuestro continente.

Mientras España, pues, se convertía en provincia romana y se latinizaba por completo en su lengua y costumbres y leyes y carácter, Bizkaya (nos ceñiremos a hablar de este estado euskeriano, ya que no cupo a todos igual suerte) se mantuvo en su primitiva libertad y exenta de extrañas influencias.

Llegó en este estado de cosas el siglo V, en el cual la mano de Dios, harta ya su Justicia de la abyecta corrupción de los imperios latinos, y realizando metódicamente el plan que para la propagación de la Iglesia de Cristo se había trazado, levantó de su asiento a los rudos pueblos que cazaban y guerreaban en las selvas del norte, y los lanzó sobre la afeminada a la vez que embrutecida raza del mediodía europeo, viniendo a ser España, como todas las provincias latinas, presa del viril invasor a quien llamaron bárbaro.

Aceptada sin resistencia por los españoles la dominación visigoda, uniéronse el corazón germano y la inteligencia latina en un mismo ser, informado por el espíritu del Cristianismo; mas si la España visigoda tuvo monarcas legisladores como Alarico y Leovigildo y guerreros como Teodoredo y Vamba, nunca su acero llegó a someter ni su cetro a imponer leves a este pueblo bizkaino, más rudo tal vez que los primeros godos, pero más amante que pueblo alguno de la libertad y la unidad de su raza.

A aquella espantosa revolución del siglo V, sucedió en el VIII otra más reducida pero más tenaz, encomendada esta nueva por la Providencia a las apiñadas hordas musulmanas; las cuales, penetrando en la península ibérica, derrocaron el ya envilecido trono visigodo, invadieron el territorio hispano, derribaron la Cruz y enarbolaron en su lugar la Media Luna. A los oídos de Bizkaya llegaba el eco del ruido del combate, los hurras de victoria, los rugidos del guerrero vencido, los ayes de un pueblo expirante; pero ella, guarecida en los repliegues de sus escarpados montes permanecía libre de extranjero yugo y una en su raza.

Dios, sin embargo, ya no descarga su justiciero brazo hasta extinguir y aniquilar a la humana sociedad que haya olvidado sus preceptos y negádole acatamiento: si un pueblo siente la pesadumbre de su Justicia, es sin duda por que despierte, reavive su fe muerta, reconozca la magnitud de su Poder y se vuelva a Él, que entonces se pondrá de su lado y le restituirá la fuerza necesaria para recobrar su bienestar perdido.

Así es como, acogiéndose al auxilio del Cielo y tremolando la enseña del Cristianismo enfrente de la agarena, los guerreros españoles retirados con el pavor de la derrota hasta el septentrión de su territorio, comenzaron a crear en las diferentes regiones otros tantos reinos, condados y señoríos, que habrían de nacer y desarrollarse independientemente los unos de los otros. (2) Eran, estos nuevos estados, pedazos inorgánicos de la destrozada España visigoda, los cuales, destruida ésta, habían de adquirir aisladamente (si no se resignaban a perecer) vida propia en la anormal época de la reconquista, para luego refundirse y constituir nuevamente, una vez normalizada la situación en los siglos XV y XVI, la España de que eran naturales componentes desagregados por accidente. Mas a ese grupo de estados no pertenecía en manera alguna el de Bizkaya: el cual, mientras aquellos eran subyugados por los árabes, perseveraba libre; cuando ellos reconquistaban su territorio al musulmán, conservaba intacto el suyo; y no obedecía más leyes que sus propias costumbres, ni acataba otro poder que el de su batza'res, (3) cuando las regiones españolas, perdidos su cetro y legislación comunes, bajo cuya jurisdicción jamás estuvo Bizkaya, formaban nuevos códigos y establecían nuevas y parciales monarquías.

De esta suerte seguía disfrutando Bizkaya de su primitivo estado de perfecta independencia. Pero, amenazada de continuo del peligro de perderla, más principalmente por la ambición de los reinos españoles vecinos que por el vértigo marcial del islamismo, viose ya a fines del siglo IX en la necesidad de cambiar su constitución interna para oponer más segura resistencia a los embates del oleaje extranjero; y agrupándose a la sombra de un mismo poder y una legislación los distintos y pequeños estados en que su raza se hallaba dividida, obtuvieron preventivamente la fuerza aneja a la unión, y de un conjunto inarmónico de repúblicas separadas se formó una república nacional, y de un sinnúmero de reducidos ejércitos uno solo capitaneado por un jefe Jaun (Señor), para el cual cargo fue proclamado un bizkaino conocido en la historia por el apodo de Zuría (el Blanco).

Así el nombre de Bizkaya, que hasta esa fecha sólo puede tener significación geográfica y etnográfica, pasa ya entonces a expresar una nación y estado, que viene a ser, al constituirse, una República caracterizada accidentalmente por la forma Señorial.

(Continuará.)

Bizkaitarra, Bilbao, 22 de abril de 1894


(1) Esto no significa que Bizkaya ha de prescindir de las otras regiones de Euskeria. No: Alaba, Bizkaya, Gipuzkoa, Lapurdi, Nabarra, Naparrobera y Zuberoa son pueblos hermanados por los lazos naturales de raza, idioma, carácter y costumbres, y según la política nacionalista, están llamados a formar una Confederación. Tampoco es el separatismo todo lo que el nacionalismo abarca. En cada artículo no puede decirse todo sino solamente aquello de que en él se trata.

(2) Téngase mucho cuidado en advertir que estos señoríos y condados, por ejemplo los de Castilla, no son de la misma clase que el llamado Señorío o Condado de Bizkaya, como no son tampoco los Fueros españoles de la misma que el Fuero de esta República. Son grandes los deseos que tenemos de ocuparnos en este último punto, para desvanecer ciertas fraternidades regionales e identidades de derechos que, como artículos de fe se sientan y suponen por aquí en estos tiempos tan fecundos en desdichadas aberraciones. ¿No has oído muchas veces, lector, decir éstas o parecidas expresiones: también Cataluña, como Bizkaya, tuvo sus Fueros, y Valencia los suyos, y Aragón los suyos, etc.? Si es cierto que el nombre es signo de la cosa y no puede, por lo tanto, alterarla por ser posterior a ella, cuanto influye por la misma razón de signo, en el juicio que de aquélla haya de formarse, lo estamos viendo a cada paso.

(3) Asambleas de los cabezas de familia

"Estatutos del Euzkeldun Batzokija" (Bizkaitarra, Sabino Arana, 24 de mayo de 1894)

Estatutos del Euzkeldun Batzokija

Doctrina política

Art. 3.º Jaungoikua. Bizkaya será católica-apostólica-romana en todas las manifestaciones de su vida interna y en sus relaciones con los demás pueblos.

Art. 4.º Lagizarra. Bizkaya se reconstituirá libremente. Restablecerá en toda su integridad lo esencial de sus Leyes tradicionales llamadasFueros. Restaurará los buenos usos y las buenas costumbres de nuestros mayores. Se constituirá, si no exclusivamente, principalmente con familias de raza euskeriana. Señalará al euskera como lengua oficial.

Art. 5.º Eta. Bizkaya se establecerá sobre una perfecta armonía y conformidad entre el orden religioso y el político, entre lo divino y lo humano.

Art. 6.º Distinción de Jaungoikua y Lagizarra. Bizkaya se establecerá sobre una clara y marcada distinción entre el orden religioso y el político, entre lo eclesiástico y lo civil.

Art. 7.º Anteposición de Jaungoikua a Lagizarra. Bizkaya se establecerá sobre una completa e incondicional subordinación de lo político a lo religioso, del Estado a la Iglesia.

Art. 8.º Siendo Bizkaya, por su raza, su lengua, su fe, su carácter y sus costumbres, hermana de Alaba, Benabarre, Gipuzkoa, Lapurdi, Nabarra y Zuberoa, se ligará o confederará con estos seis pueblos para formar el todo llamado Euskelerria (Euskeria), pero sin mengua de su particular autonomía. Esta doctrina se expresa con el principio siguiente: Bizkaya libre en Euskeria libre.

Bizkaitarra, 24 de mayo de 1894.

"Recuerdo" (Bizkaitarra, Sabino Arana, 31 de agosto de 1894)

Recuerdo

El día 16 del mes que hoy termina se cumplió el primer aniversario de la San Rocada, nombre con que se conoce la primera manifestación del nacionalismo bizkaino, más comúnmente denominado separatismo.

El día de San Roque del año pasado, tres o cuatro bizkainos nacionalistas ya declarados, secundados por unos cuantos compatriotas que, aunque no del todo convencidos, sintiéranse por instinto inclinados a aquellas doctrinas, atacaron a la bandera española con ánimo de quemarla, a los gritos de ¡muera España! y dando vivas a la independencia de Bizkaya en particular y en general de Euskeria.

El suceso comenzó en Gernika y terminó en Bilbao: en Gernika se oyeron los primeros gritos llamados subversivos y quedó desgarrada la bandera española; en la calle Nueva de Bilbao, al despedir al Orfeón pamplonés, resonó el último muera a España.

Quedó aquél ya sucintamente referido en el número 9 de este periódico, y no volveremos a escribir lo que dicho queda. únicamente recordaremos su origen y algunas de las circunstancias que lo acompañaron.

Tratábase de obsequiar al Orfeón iruñense con un banquete en Gernika, a fin de demostrar de alguna manera cuán simpática y amable era para los bizkainos la causa nabarra. Los nacionalistas plenamente convencidos (no pasarían de media docena), que a nadie ceden en amor a Nabarra y aman tanto a sus hermanos como odian a sus enemigos, acudieron al banquete; mas con el firme propósito de guardar la más perfecta prudencia, de oír callando cuanto en pro del regionalismo o de cualquiera otra política españolista se dijese, y de no despegar los labios mientras no se aludiese desfavorablemente al nacionalismo o separatismo.

Una crasa torpeza de algunos carlistas que, sin saber lo que es regionalismo y sin acordarse que el carlismo se comprende dentro de esta política genérica, tomaran por separatista el grito eminentemente regionalista y anticentralista de ¡muera Castilla! proferido en un brindis, ocasionó el que desde aquel momento comenzaran a oírse los gritos del nacionalismo ya citados.

Respecto del ataque a la bandera española, fue provocado por los mismos guernikeses. Cuando entraron en Gernika los expedicionarios, fueron ya advertidos aquellos de que la presencia de la bandera española, izada en los balcones de la Sociedad Guerniquesa en honor de la manifestación, disonaba radicalmente del espíritu de ésta. Los guernikeses no accedieron a arriarla, y como aún después del banquete persistieran en su negativa, los nacionalistas decidieron encargarse ellos mismos de llevarlo a efecto, como lo habían asegurado por la mañana. Y de aquí el ataque a la gloriosa enseña de las Navas y Lepanto (salvo error histórico).

Pero es de advertir que no hubo lucha propiamente tal entre guernikeses y antiespañolistas. Los primeros no emplearon más armas que las de la amistosa disuasión; y más les valió así: de otro modo, mal probablemente habrían parado los defensores de la bandera española que merecieron ser llamados héroes en los periódicos de Madrid.

Al cabo la bandera hispana fue arriada y lanzada a la calle, donde, asida de un lado por dos aldeanos y un nacionalista y del otro por cuatro o cinco guernikeses y dos guardias civiles, fue rasgada y desgarrada a presencia de los doscientos expedicionarios nabarros y bizkainos, un buen número de guernikeses y otro no pequeño de forasteros que acudieron a Gernika con motivo de las fiestas que aquellos días celebra la villa, a más de una veintena de guardias que, a los gritos de ¡fuerzas, fuerzas!, que desaforadamente daba un guernikés, habían acudido al lugar del suceso.

Analizando imparcialmente los hechos, resulta indudable que si los guernikeses hubieran retirado por la mañana aquella tela rojaamarilla, no hubiese habido tal ataque a la inmaculada bandera española (salvo error de concepto); o que, s, por la tarde se hubiesen mostrado más condescendientes con los expedicionarios, enviando la bandera y vendiéndosela (seguramente bien pagada), guernikeses y manifestantes habrían podido bailar fraternalmente el aurresku alrededor de la bandera española entregada a las llamas, y entonces no hubiese sido asaltada la Sociedad Guerniquesa.

Es cuanto se deduce de los hechos y de las doctrinas de los nacionalistas. Porque éstos atacaron a la bandera española como tal bandera española, no como objeto propio de aquella Sociedad.

Mas, ocurriendo lo que relatado va, los guernikeses (ciertos guernikeses, y no son pocos) desmerecieron muy mucho en concepto de los nacionalistas; los cuales siempre que recuerden la San Rocada, recordarán también el españolista comportamiento de aquellos.

Sin embargo, si las cosas no hubiesen pasado del límite narrado, los guernikeses hubieran podido disculpar su proceder, alegando no estar enterados de la existencia de la doctrina nacionalista, disculpa evidentemente débil a juicio de los que profesan esta doctrina, ya que la misma había sido publicada hacía ya varios meses y estiman aquellos que quien sienta en su alma la desgracia patria busca diligentemente el eficaz remedio, pero atendible, al fin, en el temperamento de tales guernikeses, poco dados de suyo a ocuparse en cosas serias y que sólo piensan en placitas de toros, en otros festejos maketófilos y en escuchar con fruición los eruditos discursos de sabor maketo de un ídem tan amigo de la enciclopedia que lo mismo le cura la pezuña a un ternero como dirige el movimiento de una vía férrea o se dispone a empuñar las riendas de la administración bizkaina.

Pero, aunque aquella noche a algunos guernikeses les pareció prudente disculparse en aquel sentido al comentar en la Sociedad el suceso del día, como al segundo o tercero vieran que los diarios de Bilbao o censuraban ásperamente el acto de los nacionalistas o se lavaban las manos, optaron por mostrarse cuerdos y formales remitiendo a dichos diarios un escrito en el cual condenaban aquel acto y protestaban de su ardiente amor a la Madre Patria (léase España); pues no son los aludidos guernikeses gente insensata que se proponga bregar contra la corriente y abandonar la apacible influencia del sol que más alumbra.

Creen ellos que el sol del nacionalismo no ha de pasar nunca de ser una estrella de quinto o sexto orden; pero posible es llegue el día en que ese astro de vivísima luz se acerque tanto al suelo bizkaino, que el manchado sol que hoy más alumbra, que es el maketófilo, sea eclipsado y los guernikeses queden a la sombra

Bizkaitarra, Bilbao, 31 de agosto de 1894.

Cosas de los gernikeses (Bizkaitarra, Sabino Arana, 31 de agosto de 1894)

Cosas de los guernikeses

Cada cual se divierte a su manera, suele decirse.

Pero las diversiones de los guernikeses ya pasan de los límites de la decencia bizkaina.

No se sabe qué es lo que los guernikeses juzgan de sí mismos o quién los ha engañado: el caso es que presumen poco menos que de propietarios de la Casa de juntas y del Árbol que simboliza nuestras libertades. Tal vez sea ello efecto de la estupenda necedad de ciertos periódicos bilbaínos que, sin pizca de conocimiento de la historia ni aún de la geografía de Bizkaya, llaman de continuo, y como poniendo una pica fuerista en Flandes, Capital Foral a la villa de Gernika.

Y claro: con estas flores de Babia, los guernikeses se hinchan como ranas, y forman conciertos capaces de resucitar de alegría a los muertos de Maketania.

Ayer, el pretexto fue la colocación de la primera piedra de un colegio, y acudieron los panzudos homes a la Iglesia Juradera de la Antigua, donde arrellenados en los asientos de nuestros antiguos magistrados, hablaron (digámoslo así) tales cosas, que le pusieron al sufrido Árbol como no digan dueñas. Hoy... hoy, verán ustedes el acto de los ocurrentes guernikeses.

Precisaba la restauración de la iglesia de un convento. Pues bien: entendido el Capellán, que por fuerza ha de ser también guernikés, con algunos convecinos(1) acuerdan servirse de este motivo, para celebrar una fiesta magna, una fiesta foral, que dé mucha gloria y renombre a Gernika y... deje algunos cuartos en la villa. Recurren primero a los pelotaris, a pesar de que hasta ahora más se han acordado de plazas de toros que de frontones; pero los pelotaris se niegan a contratarse dando con ello una lección al Capellán, quien debiera saber que para obtener fondos con que poder dar culto a Dios, nunca es decoroso apelar a medios profanos, sino al piadoso del donativo directo.

Pero el punto principal del programa no era el partido de pelota, sino el violín de Sarasate.

Sarasate... el mejor violinista del mundo; Sarasate... nabarro; Sarasate... tocando so el Árbol de Gernika: no hay duda de que las tresProvincias Vascongadas y Navarra en masa acuden ese día a la Capital Foral.

Así pensaban los guernikeses. Pero aunque Sarasate tocó bajo el Árbol Santo, y tocó el Gernika y tocó peteneras(2) y la jota aragonesa... ni las Provincias Vascongadas y Navarra se movieron de su sitio, ni el mar se retiró para dar lugar a tanta muchedumbre esperada de los guernikeses.

Y la explicación es bien sencilla: porque la restauración de la iglesia de un convento particular no es cosa que pueda servir de motivo para hacer una manifestación foral, como neciamente han pretendido los guernikeses; porque es inaudita profanación el sentarse los concejales de Gernika en el solio que al pie del Árbol les correspondía a la Diputación General y a los Síndicos del Señorio; porque es horrible profanación el dar espectáculo ninguno so el Árbol Santo de nuestras Leyes; porque hay mucha gente que subiría a la peña del Gorbea y pagaría buen dinero por oírle a Sarasate, pero que no podría oírle bajo el Sagrado Roble, sin darle una silba estrepitosa, y le lanzaría a puntapiés a quien tocase peteneras y la jota aragonesa bajo sus ramas venerandas; porque, en una palabra, el Árbol de Gernika (lugar que no cae dentro afortunadamente de la jurisdicción de la villa de este nombre, la cual tantos méritos está haciendo para hacerse odiosa y abominable)(3), el Árbol Santo, decimos, que simboliza nuestra independencia y nuestras Leyes tradicionales, no es un objeto poético, una curiosidad, un fenómeno, para explotarlo villanamente, como lo explotan los guernikeses, autorizados por nuestra Diputación y a ciencia y paciencia de los demás bizkainos.


1 Hemos sabido que respecto de este punto de los conciertos hubo dos bandos en Gernika. Al fin, como se ve, triunfaron los que hasta la fecha siempre van triunfando.

2. Difícilmente podrá disculpársele a Sarasate. En fin, en el pecado ha hallado la penitencia: creyese que toda Bizkaya, al menos, asistiría a los conciertos, y se encontró con... una plancha fenomenal.

3. Una cosa es el lugar Gernika, que es jurisdicción de la anteiglesia de Luno y donde está el Árbol y otra muy distinta la villa Gernika, que está situada junto a aquel lugar, y que tanto abunda en guernikeses. Para que se vea lo que es esta gente, vamos a reproducir un párrafo de la reseña de los conciertos que uno que firma Tesifonte Gallego (y creemos lo sea) escribió desde Gernika el 16 al Heraldo de Madrid: "Al retirarnos de aquel lugar... dejando detrás del templete el esqueleto del árbol de la tradición, delante el flamante retoño alimentado por las brisas de la libertad… se nos ocurrió hacer constar que en aquel sitio y en este día (de la San Rocada pudo haber añadido) no se ha dado un viva a los fueros a cambio de las aclamaciones a Sarasate, que allí deja, entre los ecos del Guernikako Arbola, sublimes acentos de la jota aragonesa.¡Bien por los guernikeses!

Bizkaitarra, Bilbao, 31 de agosto de 1894.

"La ceguera de los bizkainos" (Bizkaitarra, Sabino Arana, 30 de septiembre de 1894)

La ceguera de los Bizkainos

INDOLENCIA

¡Cuán difícil y penosa es la labor que nos hemos impuesto de soltar la venda que ciega los ojos de los bizkainos!

¡Dichosos aquellos antepasados nuestros que perdieron su vida por mantener incólume la independencia de Bizkaya!

Bien presto diéramos nosotros la nuestra, no ya solamente por la libertad de la Patria, sino porque nuestros hermanos los bizkainos cayeran en la cuenta del enorme parricidio que cometen al abandonar la única bandera patria de Jaungoikua eta Lagiza´ra (Dios y Fueros) para entregarse en brazos de los partidos extranjeristas.

No es que nos arrepintamos de haber acometido empresa tan formidable como es ésta de hacerles comprender a los bizkainos, en orden a la política, que es falso todo lo que hasta ahora les han enseñado y que la verdad está en ciertas ideas o doctrinas que hasta el presente nadie les ha explanado; y que deben comenzar a andar un camino diametralmente opuesto a los distintos que hasta nuestros días han seguido, los cuales son extraviados, aunque por ellos hayan caminado y caminen hombres de virtud y hombres de inteligencia y hombres de saber. No es que nos abrume la pesada carga que hemos echado sobre nuestras espaldas y nos obligue a quejarnos de tanta pesadumbre. No: nosotros acometimos esa empresa, no por pasión momentánea, sino como resultado de muchos años de estudio y reflexión; nosotros nos cargamos sobre los hombros esa pesada labor, porque nos sentimos con ánimo firme para soportarla. Y si algún día la imposibilidad del éxito apareciese a nuestro entendimiento tan evidente como el objeto que se ponga ante los ojos a la luz del día, tal vez entonces desistiéramos de nuestros propósitos, pero sólo entonces; porque nos lanzamos a la lucha dispuestos a no entretenernos jamás en discurrir para averiguar la posibilidad o la imposibilidad de los resultados. Bástenos el ver la justicia del fin y de los medios, para emprender la obra patria con la más inquebrantable resolución. Mas a los muchos bizkainos que no se contentan con que sea justa la causa que defendemos para abrazarla, sino que exigen sea posible su realización, a esos tales debemos decirles que, así como la desunión de los bizkainos la haría imposible, así la unión de todos los compatriotas haría, no sólo posible, más segura la consecución del fin.

No nos quejamos, pues, por nuestros trabajos: nos quejamos por el dolor, por la intensísima pena que nos causa el ver transcurrir días y meses y años enteros sin que los bizkainos rompan la venda que les impide ver su extravío, sin que conozcan la esclavitud de la Patria y reconozcan su único remedio, y más especialmente el considerar que hay muchos bizkainos que, habiendo llegado a comprender la justicia y la bondad de la patria, causa que proclamamos, encógense, no obstante, de hombros y la miran con indiferencia o la examinan por mera curiosidad, si ya no demuestran su ignorancia riéndose de ella como idiotas.

NUESTRA VOZ

Por eso, mientras a nosotros nos quede una mano con qué mover la pluma sobre el papel, no dejaremos de repetir:

¡Bizkainos! Vuestra Patria perece, ya lo veis... y vosotros la estáis matando. No era posible defendierais a Bizkaya contra sus enemigos con otras políticas que la única que se contiene en su historia y en sus leyes y de ellas se desprende; y vosotros, o la habéis menospreciado totalmente para formar en las filas del extranjero, o la habéis corrompido fundiéndola en las de sus mismos dominadores. Tenía vuestra Patria la bandera nacional de Jaungoikua eta Lagiza´ra; y vosotros, ¡insensatos!, la abandonasteis al enemigo de Bizkaya para que la desgarrara y en su lugar enarbolase su propia bandera. Era feliz la familia bizkaina, porque así sus costumbres como las leyes del estado estaban informadas en los principios religioso-morales del catolicismo; y vosotros le habéis dicho que debe olvidarse ya de cosas que pasaron a la historia; que es oscurantismo, que es retroceso desear la conformidad de las leyes y las costumbres con los preceptos de Dios; que sobra en el lema tradicional de Bizkaya la palabra Dios, y debe sustituirse con otra que signifique el ateísmo o liberalismo, importado por el extranjero y corruptor de las sociedades, debiéndose contentar los bizkainos con unos Fueros sin Dios, con unos Fueros que no existen, con un poder sin autoridad, con un cuerpo sin alma, con un monstruo. Establecida estaba en Bizkaya una constitución y unas leyes nacidas en sus mismas costumbres, sancionadas libremente por ella misma y que son la admiración de historiadores y jurisconsultos; y vosotros habéis preferido aceptar una constitución y unas leyes creadas por el extranjero, por el mismo que aborrece a vuestra Patria. Libre e independiente de poder extraño, vivía Bizkaya, gobernándose y legislándose a sí misma, como nación aparte, como estado constituido; y vosotros, cansados de ser libres, habéis acatado la dominación extraña, os habéis sometido al extranjero poder, tenéis a vuestra Patria como región de país extranjero y habéis renegado de vuestra nacionalidad para aceptar la extranjera. Vuestros usos y costumbres eran dignos de la nobleza, virtud y virilidad de vuestro pueblo: y vosotros, degenerados y corrompidos por la influencia española, o los habéis adulterado por completo, o los habéis reemplazado por los usos y costumbres de un pueblo a la vez afeminado y embrutecido. Vuestra raza, singular por sus bellas cualidades, pero más singular aún por no tener ningún punto de contacto o fraternidad ni con la raza española, ni con la francesa, que son sus vecinas, ni con raza alguna del mundo, era la que constituía a vuestra Patria Bizkaya; y vosotros, sin pizca de dignidad y sin respeto a vuestros padres, habéis mezclado vuestra sangre con la española o maketa, os habéis hermanado y confundido con la raza más vil y despreciable de Europa, y estáis procurando que esta raza envilecida sustituya a la vuestra en el territorio de vuestra Patria. Poseíais una lengua más antigua que cualquiera de las conocidas, más rica que vuestros montes, más vigorosa y altiva que vuestras costas, más bella que vuestros campos, y era la lengua de vuestros padres, la lengua de vuestra raza, la lengua de vuestra nacionalidad y hoy vosotros, la despreciáis sin vergüenza y aceptáis en su lugar el idioma de unas gentes groseras y degradadas, el idioma del mismo opresor de vuestra Patria. Era antes vuestro carácter noble y altivo a la vez que sencillo, franco y generoso; y hoy vais haciéndoos tan viles y pusilánimes, tan miserables, falsos y ruines como vuestros mismos dominadores.

¡Bizkainos: Bizkaya perece... y vosotros la estáis matando!

Quizás, cuando nosotros decimos y repetimos esas cosas, no se juzguen sinceras nuestras palabras y se nos tenga por periodistas de profesión o acaso por personas que no aspiren a otra cosa que a la gloria o el lucro. Pero a quienes tal sospechasen de nosotros y de ello nos acusasen, sólo habríamos de contestarles con estas palabras: juzgadnos por nuestras obras.

EL ESPAÑOLISMO EN BIZKAYA

El niño que en 1371 había heredado de su madre el Señorío de Bizkaya, heredaba de su padre ocho años después el Reino de Castilla, viniendo a ser Juan III de Bizkaya y I de Castilla, y resultando así una misma persona revestida de los diversos títulos de Señor de Bizkaya y Rey de España. Este hecho casual, repetido constantemente desde aquella fecha de 1379, por razón del carácter hereditario de ambos títulos, ocasionó un tan continuo roce de la nación bizkaina con la española, que produjo lo que nosotros llamamos españolismo.

Como consecuencia natural de ese roce, en efecto, nuestros padres comenzaron por pensar y sentir como los españoles, alegrábanse con los españoles cuando España alcanzaba alguna gloria, apenábanse con ellos cuando España padecía alguna desgracia, y llegaron de esta suerte a juzgar que Bizkaya era, sí, una región privilegiada y de historia y legislación separadas de las de Castilla, pero región, al cabo, de la nación española.

Desarrollándose paulatinamente este españolismo en el espíritu bizkaino, llega ya en el siglo XVIII a presentarse perfectamente marcado y definido, y a dominar y borrar por completo la idea de nacionalidad a principios del presente, que hoy afortunadamente se acerca ya a su fin.

EL ESPAÑOLISMO EN LAS OTRAS TRES REGIONES

Y esto que vemos en Bizkaya, ha acontecido y acontece, y acaso en mayor escala, en las otras tres regiones de la raza euskeriana dominadas por España. Verdad es que en Alaba y Gipuzkoa han concurrido más causas de españolismo, ya que esos dos estados se agregaron a España por pacto en virtud del cual reconocían como propio de ellos el poder español, y casi venían a ser en lo político provincias españolas; y cierto es que gran parte de Nabarra pertenecía a la España visigoda antes de que ésta fuese devastada por los árabes.

Pero decidles a los alabeses y a los guipuzkoanos: "Vosotros constituíais dos estados perfectamente independientes; por vuestra libre voluntad pactasteis con España vuestra unión, pero de igual a igual de potencia a potencia; hoy España ha quebrantado ese pacto, sometiéndoos; si, pues, conseguís rechazar esa mano opresora, libres, quedáis como lo erais antes de vuestra unión, y os gobernaréis a vosotros mismos; no pidáis los Fueros a vuestro dominador, porque es indigno y cobarde el pedir mercedes a la mano opresora, y porque, esa nación que os subyuga nunca os dará de buen grado lo que os ha arrebatado con tanta saña; tampoco os debe doler la separación, porque no sois españoles por naturaleza." Decidles esas cosas a los guipuzkoanos y a los alabeses, y veréis cómo os contestan: "Nuestra madre Patria es España, a pesar de no haberlo sido antes de los pactos; no nos trata como a hijos, porque lo que era nuestro y solamente nuestro nos lo ha arrancado del corazón destrozándonos el alma; nos trata, no de igual a igual, como pactamos, sino como a esclavos; pero es nuestra Patria, decimos y por esto la amamos tanto, que sólo nos atreveremos a pedirle por favor lo que nos debe en justicia."

Y decidles a los nabarros: "Vosotros, que en gran parte pertenecéis a una raza nunca dominada por el extranjero, formasteis todos unidos un reino independiente, cuando España fue devorada por invasión agarena; el siglo XVI el rey de España os conquistó traidoramente, y desde entonces venís sometidos al cetro español; vosotros tenéis derecho a constituir un estado separado del de España, y debéis constituirlo, porque no es digno que os hagáis partidarios del que os ha esclavizado, y vayáis a mendigar rey a un país extranjero, y pidáis para rey vuestro al que se cree con derecho a serlo por descender del que destronó a los vuestros legítimos y os conquistó." Y los nabarros os hubiesen contestado el año 92, esto es, antes del Proyecto-Ley de Gamazo: "Es cierto que hace tres siglos y medio nos conquistó el español, y que ésta debiera ser razón suficiente para que fuésemos anti-españoles; pero nos gusta tanto el carácter español, nos trata tan bien, que estamos resueltos a permanecer siempre unidos a ellos para gozar de su protección y benéfica influencia; en nuestra tierra, pues, no ha brotado aún la planta separatista: todos somos españolistas, porque nos tenemos por españoles, pues no nos basta ser nabarros; y si hay entre los nabarros monárquicos, muchos que no se avienen con la dinastía actual de España, no es porque quieran algún monarca particular para Nabarra, sino el mismo rey de los legitimistas españoles, el que se cree con derecho a serlo nuestro porque es nieto del que nos conquistó en 1512; el príncipe proscrito D. Carlos de Borbón."

El españolismo está, pues, tan arraigado entre nuestros hermanos de aquende el Bidasoa como entre nosotros.

LOS PARTIDOS ESPAÑOLISTAS

Y tanto lo está hoy en Bizkaya, que no hay partido españolista que no tenga aquí sus prosélitos.

En dos grupos opuestos pueden dividirse todos ellos: el católico y el liberal.

Los principales partidos políticos comprendidos en el primer grupo son los tres siguientes: el carlista, el integrista y el regionalista. El segundo grupo se subdivide en otros dos: el republicano y el monárquico; cada uno de los cuales encierra un buen número de partidos.

EL LIBERALISMO

De los partidos liberales, esto es, del grupo propiamente llamado liberal y del republicano, no diremos muchas palabras, pues que son muy contados los bizkainos liberales o anti-católicos de verdad. Hay muchos que forman en las filas de los partidos liberales; pero la inmensa mayoría ignoran lo que se traen entre manos. Preguntadles qué es liberalismo, y no sabrán contestaros. De todos los liberales que hay en Bizkaya, sean monárquicos o republicanos, muy pocos serán los que lo sean con pleno conocimiento de esas doctrinas (que no puede llamarse convicción, pues en el error no cabe); todos los demás desconocen la política liberal, y sólo la profesan porque tampoco tienen instrucción religiosa.

Muchos de ellos son liberales, porque sus padres lo han sido; y sus padres lo fueron, porque creían que liberalismo no era más que odio a los carlistas. Otros muchos lo son por conveniencias sociales: si hubiese triunfado D. Carlos, hoy serían carlistas.

Respecto de las contadas docenas de liberales que lo son con perfecto conocimiento de los principios y fines del liberalismo, no los echamos de menos: porque quien deliberadamente va contra Dios, mal puede sentir repugnancia, si no es corto de entendimiento, para faltar a la Patria y a las leyes, mientras pueda librarse de la justicia humana.

Pero a los demás liberales, a todos los que lo son meramente de nombre, a ésos sí que los echamos de menos, de ésos sí que podemos decir que deploramos su apartamiento.

Se llamarán, a lo mejor, fueristas; y no caen en la cuenta de que mal puede ser fuerista quien esté afiliado a partido que no solamente es español, pero ni aun aparentemente puede decirse fuerista, pues que no contiene los Fueros en su credo político, ni saben que el partido liberal es esencialmente anti-bizkaino, pues acá se originó en aquella pretensión que a principios de este siglo sostuvieron algunos malos bizkainos de aplicar en nuestra Patria la Constitución española de Cádiz; ni comprenden que no se puede ser a un tiempo liberal y fuerista, porque los principios de nuestro Fuero y los del liberalismo son diametralmente antitéticos y absolutamente incompatibles; ni llegan a entender que en Bizkaya no se puede ser a la vez patriota y liberal, porque nuestro lema patrio, Jaungoikua eta Lagiza´ra, al cual no puede quitársele nada, con su primer término significa que de Dios dimana toda potestad y que las leyes católicas son base de la legislación bizkaina.

Nosotros quisiéramos hacerles ver a esos infelices bizkainos alistados en partidos políticos indignos de ellos cómo, por una parte, es en el seno de la Religión Católica donde se puede gozar de más libertad, más igualdad y más fraternidad; cómo, por otra, detestarían el liberalismo, si palparan las terribles consecuencias de su aplicación en sus padres, en sus hermanos, en sus hijos, en sus más queridos seres; y cómo, en fin, en nación alguna podrían hallar realizados los principios de libertad, igualdad y fraternidad como en esta nuestra Bizkaya, restaurada sobre su tradicional base de Jaungoikua eta Lagiza´ra.

Y ciertamente que no les hará falta el estudiar a ningún autor para conocer la naturaleza del liberalismo: bastaríales con abrir los ojos y dirigir la vista en derredor para formarse un juicio exacto acerca de sus enseñanzas.

¿Queréis conocer la moral del liberalismo? Revistad las cárceles, los garitos y los lupanares: siempre los hallaréis concurridos de liberales; la mayor parte os dirán que son republicanos, porque así comienzan a llamarse cuando ya les va hastiando el liberalismo moderado.

¿Queréis comprender el fuerismo de los liberales, sean monárquicos o republicanos? Contad y examinad a los maketos que invaden el territorio bizkaino: el noventa por ciento son con seguridad liberales; de esos noventa, unos sesenta serán antes de un mes republicanos; los demás, o monárquicos o socialistas, o anarquistas.

¡He ahí la gente que nos viene a predicar a los bizkainos libertad y política republicana!

EL CARLISMO

Pasando a tratar de los tres partidos católicos, los tomaremos por separado y diremos dos palabras sobre cada uno de ellos.

Cuando la nación española, aleccionada en las ideas revolucionarias o liberales, estuvo a punto de olvidar hasta el nombre de su tradición, el español legitimista y tradicionalista, acercando sus labios fementidos al oído del euskeriano, que ya estaba españolizado y no tenía conciencia de su nacionalidad, pronunció estas solas palabras: Religión y Fueros; el trono ilegítimo y los gobiernos liberales, te los han mermado y bastardeado; sólo el rey legítimo y la tradición española podrán restaurártelos. Y el euskeriano entonces se propuso defender una causa extranjera como medio para alcanzar su patria tradición, y dando el brazo al español carlista, lanzóse al monte coreando con el grito de Dios, Patria y Rey, y la gente más sana de Bizkaya se agrupó en torno de esa bandera extranjera, haciendo traición inconscientemente a la suya nacional de Jaungoikua eta Foruak.

Bien pudo el bizkaino haberse desengañado, al ver el falso fuerismo de Carlos V y Carlos VII durante las dos guerras que por su causa mantuvo y al contemplar la manera como ambas terminaron. Pero el carlismo, a fin de no perder el más firme apoyo de sus ideales, confeccionó un solo lema con el legitimista de España y el tradicional de Bizkaya, y estampó en su bandera estas palabras: Dios, Fueros, Patria y Rey; horrible amalgama de las aspiraciones de dos naciones enemigas, de los intereses del esclavo y de su tirano.

Y ¡aún hay bizkainos que no hayan comprendido el burdo engaño!

¿No saben que Bizkaya ha sido siempre independiente de España, que ha constituido siempre nación aparte, y que por consiguiente la política tradicional de Bizkaya no tiene más lema que el bizkaino de Jaungoikua eta Foruak? ¿Que los bizkainos no tienen más Patria que Bizkaya, y ésta se halla sobreentendida en la palabra Foruak o Lagiza´ra, que expresa su independencia e instituciones tradicionales? ¿Que de extender más el concepto de su Patria sólo deben extenderlo a comprender a los estados que como Bizkaya hablan el Euskera, son de nuestra misma raza e idénticos al nuestro en carácter y en costumbres? ¿Que Bizkaya nunca ha tenido Reyes? ¿Que aun los reyes muy católicos de España que a un tiempo han sido Señores de Bizkaya, o han intentado cometer o han consumado casi todos, inicuos contrafueros?

¿No saben que Bizkaya nunca ha estado políticamente unida a España, y que por lo tanto la política tradicional de Bizkaya es muy distinta y muy diferente de la española? ¿Que si los títulos de Rey de España y Señor de Bizkaya concurrieron en una misma persona, fue simplemente porque un Señor de Bizkaya heredó el trono de España, y porque eran hereditarios ambos títulos, si bien el segundo no lo era por ley escrita? ¿Que si esos dos cargos fueron desde entonces desempeñados por una sola persona, nunca por esto llegaron a confundirse, pues correspondían a dos diversas naciones?

¿No saben que la institución señorial puede Bizkaya suprimirla cuando quiera, pues que libremente la creó por conveniencias anejas a determinada época? ¿Que el cargo señorial sólo habría de costar a Bizkaya sangre y dinero? ¿Que el cargo de Señor es ni más ni menos que un empleo del Estado Bizkaino y que sus funciones podrían ser desempeñadas por tribunales elegidos por los pueblos de Bizkaya? ¿Que la institución señorial no es más que una forma de gobierno, y una forma de gobierno simplemente secundaria? ¿Que, por esta razón, no se significa en el lema bizkaino a otro Señor que al que lo es de todas las naciones, al que está en los cielos, a Jaungoikua?

¿No saben, en fin, que Bizkaya, como nación aparte que ha sido siempre tiene su propia política tradicional, expresada en su lema Jaungoikua eta Foruak o Lagiza´ra, y sería indignidad y vileza el solicitar del extranjero otra política? Y ¿no le bastan a Bizkaya para ser feliz la religión expresada en Jaungoikua, y la independencia, instituciones, costumbres, raza y lengua significadas por Lagiza´ra?

Nosotros creemos que, así como los bizkainos liberales se llaman liberales en su mayor parte sin comprender lo que es liberalismo, así también los bizkainos carlistas están casi todos afiliados al carlismo por no conocer que no es ésa la política tradicional, la política patria de Bizkaya. Pero hay sin duda unos cuantos que no son carlistas por fines patrióticos, sino por propias conveniencias; y esos son los que sujetan la venda españolista en los ojos de tantos bizkainos de espíritu recto y corazón patriota.

EL INTEGRISMO

No pasa otra cosa en el integrismo español de Bizkaya. El partido integrista de España es una desmembración del carlismo: dicen sus afiliados que ellos, y no los carlistas, son los que están donde antes estaban, pues que D. Carlos se declaró liberal y ni la persona de D. Carlos, ni su dinastía, ni la forma monárquica estaban comprendidas en lo fundamental y esencial de su credo tradicional; pero nosotros dejémosles a los españoles la resolución del asunto. El caso es que el partido integrista se emancipó de D. Carlos esto nos basta y sobra para demostrar cómo la ceguera de los bizkainos integristas es más grave aún que la de los carlistas: cómo el integrismo español en el bizkaino es menos disculpable que el carlismo.

En efecto: la única razón que pudieran tener los bizkainos para coaligarse con los españoles tradicionalistas, es el ser uno mismo el heredero de los Señores de Bizkaya y de los Reyes de España D. Carlos era, según ellos, el legítimo heredero del trono español D. Carlos, el del cargo señorial de Bizkaya: para hacer triunfar la tradición española y la tradición bizkaina, debían, pues, unirse españoles y bizkainos en defensa del que representaba por sí solo ambas causas: en defensa de D. Carlos. Luego en caso de prescindir de la legitimidad dinástica, desaparecería la razón únicamente alegable para realizar la unión de los bizkainos y españoles tradicionalistas, puesto que a la tradición de los unos ya no le quedaba ningún punto de contacto con la tradición de los otros. Luego cuando los integristas bizkainos se emanciparon de D. Carlos, debieron también emanciparse de los españoles, y resultar puramente tradicionalistas bizkainos, que es lo que son los separatistas o nacionalistas. Tanta razón tienen para unirse a los católicos españoles como a los franceses o alemanes.

Véase, pues, cuánta es la ceguera de los bizkainos.

EL REGIONALISMO

Hay otro partido católico españolista en Bizkaya, si bien se ha ocupado muy poco en definir la base religiosa, a pesar de que se dice fuerista y de que aquélla es esencialísima en los Fueros de Bizkaya.

Él se llama a sí mismo fuerista; pero, como el nombre no hace a la cosa, hemos de decir que no es sino regionalista o autonomista. Aunque autonomía significa independencia, sin embargo, sabido es que la autonomía que en estos tiempos tanto se cacarea, es la autonomía relativa y parcial, la autonomía regional; no la independencia absoluta y total, la independencia nacional. Por eso el partido regionalista a que nos referimos no se llama con propiedad fuerista; porque, respecto de Bizkaya, fuerismo es nacionalismo o separatismo y los Fueros de Bizkaya no son leyes regionales, sino instituciones nacionales.

Originóse ese partido político en la protesta que en Bizkaya motivó la infausta ley del 76. En un principio no hizo más que negar; nada afirmaba. Más tarde, y a medida que en las regiones forales de España iba tomando incremento el regionalismo moderno, que hace bastante caso omiso de los principios religiosos y de la tradición política, fue también él desarrollándose y planteando afirmaciones, que nunca pasaron de ser simplemente regionalistas.

Y para este viaje no hacían falta ningunas alforjas: es decir, para aspirar a un mero regionalismo; para querer que Bizkaya gozase sí de ciertas libertades, pero formando parte integrante de la nación española y obedeciendo al poder común de las regiones de España; para enseñar esto a los bizkainos: no hacía falta ningún nuevo partido, pues que ya el carlista contenía en su política esa menguada clase de fuerismo.

Comprendemos que tal vez se quisiera reunir bajo una misma bandera a los carlistas que no eran propiamente más que amantes del país, con los liberales que no lo eran más que por su odio a los carlistas; y que quizás estorbaban algún tanto las ideas religiosas y se deseara pasarlas por alto para aumentar el número de afiliados. Pero ni es lógico apartar a los bizkainos de unos partidos españolistas para llevarlos a otros; ni los principios religiosos son en el Fuero de Bizkaya cosa de menor cuantía, sino base fundamental y esencialísima.

Afortunadamente, ese partido españolista que nos ocupa está poco extendido en Bizkaya, a pesar de contar ya dieciocho años de existencia; pues casi se reduce a la sociedad que en Bilbao tiene con el nombre de Euskalerria.

Tales son los principales partidos españolistas a los cuales están afiliados los bizkainos, olvidándose de su política patria, de su política nacional, expresada en el tradicional lema de Jaungoikua eta Lagiza´ra, y ayudando de esta suerte a la mano criminal que ha hundido ya el puñal en el seno de nuestra Patria y está despedazándole las entrañas.

LA POLiTICA BIZKAINA

Enfrente de todas estas políticas extranjeristas, está la política bizkaina, el partido nacionalista; el cual despertó hace poco más de un año por la publicación de un humilde opúsculo y aún no cuenta más que con una sociedad en Bilbao y un periódico mensual.

Según esa política bizkaina, habiendo sido siempre Bizkaya nación separada, tiene derecho a reconstituirse libremente conforme a su tradición. Su lema tradicional es Jaungoikua eta Lagiza´ra, significando con la primera palabra el católico fundamento de la legislación bizkaina, y con la tercera la independencia, las instituciones tradicionales esenciales, los buenos usos y las buenas costumbres de nuestros mayores, la raza euskeriana y el Euskera como lengua nacional. A este lema no puede añadírsele ni quitársele nada.

Dado el asentimiento de los demás pueblos euskerianos, a saber, Alaba, Gipuzkoa, Lapurdi, Benabarra, Nabarra y Zuberoa, Bizkaya se confederaría con ellos pues que son hermanos suyos por la raza, la lengua, el carácter y las costumbres.

* * *

¡Bizkainos!

¿Llegaréis al fin a conocer a vuestra Patria? ¿Siempre habréis de rechazar y de pisotear la bandera de vuestros padres que en sus pliegues tiene grabadas estas palabras: Jaungoikua eta Lagiza´ra?

¿Morirá en vuestros días el noble Pueblo que vuestros padres mantuvieron libre y feliz a costa de su sangre?

¿No habéis llegado a comprender aún cuán perniciosa y mortífera es para Bizkaya la política españolista?

¿No os habéis desengañado aún de los partidos españolistas?

Ved al carlista coaligándose en las elecciones con el partido liberal; y decidnos si es capaz de amar a Bizkaya. Ved al partido euskalerriaco fraternizando en las elecciones con el liberal; y decidnos si puede llamarse fuerista. Ved a los partidos anti-fueristas y a esos otros caciques particulares, que quieren enseñorearse de nuestra Bizkaya para prosperar y engrandecerse; y decidnos si es buen bizkaino el que ve estas cosas con indiferencia o aún favorece su nefanda obra.

¡Bizkainos! Aún es hora de despertar; aún es hora de soltar la venda españolista que os ciega, y de reconocer a vuestra Patria...

Pero, si no queréis abandonar esos caminos por donde os llevan los enemigos de Bizkaya; si os obstináis en ayudar al verdugo de Bizkaya; si Bizkaya perece por vuestra indolencia; si vosotros mismos dais la muerte a vuestra Patria... que vuestros nietos os maldigan y os execren."

Bizkaitarra, Bilbao, nº 15, 30 de septiembre de 1894

"El 25 de octubre de 1839" (Bizkaitarra, Sabino Arana, 31 de octubre de 1894)

El 25 de octubre de 1839

Otra fecha nefasta en la historia de Bizkaya. Otra fecha digna de esculpirse en letras de sangre. Otra fecha que jamás se borrará de la mente del buen bizkaino y cuyo recuerdo debe desarrollar en nuestro corazón el odio más implacable a España.

Siendo aún niño el gran Aníbal, juró ante los lares de su patria, mandado por su padre Amílcar, odio eterno a los romanos. Nosotros odiamos a España con toda nuestra alma, mientras tenga oprimida a nuestra Patria con las cadenas de esta vitanda esclavitud. No hay odio que sea proporcionado a la enorme injusticia que con nosotros ha consumado el hijo del romano. No hay odio con que puedan pagarse los innumerables daños que nos causan los largos años de su dominación.

¡Ah, Bizkaya! No te conquistaron las águilas romanas, que sólo sabían vencer; hoy te ha conquistado un pueblo que hacía muchos lustros no conocía la victoria. ¡En este siglo en que tantas colonias españolas se emanciparon de su metrópoli, corrompida en sus entrañas y vencida y humillada por potencias extranjeras, habías de ser sometida por esa misma nación, tú, Bizkaya, que nunca sufriste yugo extraño, que siempre te mantuviste nación libérrima!

***

Corría el año 1839. Habían transcurrido seis desde que los euskerianos, pervertida la idea de su nacionalidad por la españolista voz de sus mismos compatricios, y engañados por los españoles partidarios de la ley sálica, que excluía del trono de España a las hembras, se alzaban en armas, a la muerte de Fernando VII de España y III de Bizkaya, pretendiendo le sucediera su hermano Carlos en vez de su hija Isabel.

Si los bizkainos no querían a Isabel, ¿qué otra cosa tenían que hacer sino quedarse en su territorio sin ocuparse en nombrar Señor, que ninguna falta les hacía?

Pero los Fueros de Bizkaya habían sido ya notablemente mermados; y los bizkainos, sin comprender que las fronteras de su Patria estaban en el límite de Bizkaya, y juzgando que los contrafueros realizados debían atribuirse al gobierno español, que no tenía ningún poder sobre Bizkaya, y no a su Señor, olvidáronse de que los débiles lazos que ligaban a los bizkainos con los españoles se habrían roto desde el momento que al Rey de España le hubiesen retirado el título de Señor, y cegados por este concepto erróneo de sus Fueros, sólo creyeron poder salvarlos mediante la entronización en España de un Rey que jurase respetarlos y la formación de un gobierno adicto a las tradiciones españolas, y haciendo causa común con los españoles, olvidada la suya nacional, se alzaron en armas en defensa de la Religión y los Fueros.

Terminó la guerra en el Convenio de Bergara, celebrado el 31 de Agosto del treinta y nueve, y cuya primera cláusula demuestra bien a las claras tanto el fuerismo del fin que les movió a los euskerianos para levantarse en armas por D. Carlos, como el errado concepto que tenían de sus Fueros.

Dice, en efecto, el artículo primero del Convenio:

"El capitán general don Baldomero Espartero recomendara con interés al Gobierno el cumplimiento de su oferta de comprometerse formalmente a proponer a las Cortes la concesión o modificación de los Fueros."

Lo mismo se deduce de la nota que el jefe de Estado Mayor le había presentado a D. Carlos el 25 de Agosto, y que dice así:

"En la noche de ayer se me presentó un parlamentario del ejército enemigo, haciéndome las proposiciones siguientes de parte del gobierno de Madrid:
Reconocimiento del Sr. D. Carlos María Isidro de Borbón, mi rey y señor, como infante de España.
Reconocimiento de los fueros de las Provincias en toda su extensión."

Y la misma consecuencia que se saca del primer artículo del Convenio y de estas proposiciones que tanto disgustaron a D. Carlos, se desprende de la contestación dada por Espartero a la aceptación del convenio hecha por Maroto el 28 de Agosto. Dice uno de sus párrafos:

"3º Recordaré con eficacia a mi gobierno el cumplimiento de su oferta de comprometerse formalmente a proponer a las Cortes la concesión o modificación de los fueros de Vizcaya y Guipúzcoa, por ser las fuerzas de estas provincias las que parecen estar dispuestas a la capitulación."

Esto le hace decir a un escritor bizkaino que tan lejos está del carlismo como del nacionalismo:

"Los Fueros fue la causa que los llevó a la guerra, y los Fueros fueron medio para obtener la paz."

Pero nosotros hemos de decir:

Un falso fuerismo les hizo empuñar las armas; un falso fuerismo los volvió a sus hogares.

Su intención era recta: querían el restablecimiento íntegro de los Fueros. Pero los Fueros a que aspiraban no eran íntegros: su fuerismo era erróneo; no sabían qué eran Fueros.

La prueba es clara: unos Fueros en los que había de entender el poder español, no eran Fueros.

Si el Señor de Bizkaya, por ser a la vez Rey de España, cometía contrafueros, el remedio era éste solamente: destituirle, y buscar fuera de España quien lo sustituyera, o mejor, abolir la forma señorial. Si el gobierno español, creyendo como artículos de fe las obras del masón Llorente y sus congéneres, suponía que Bizkaya era una provincia española y sus Fueros fueron regionales, y pretendía ingerirse en los asuntos de Bizkaya, el camino era el de las armas, luchando Bizkaya y Euskeria toda contra España, en vez de hacer causa común con el español y desunirse los euskerianos.

Por esto hemos calificado en otra ocasión de internacionales e intestinas a un mismo tiempo las dos últimas guerras llamadas civiles.

Atoxicado de españolismo el espíritu de esta vieja nación euskeriana, no conocian ya en aquella época sus hijos más que partidos españolistas: de un lado estaban los carlistas, o sea, los que se aliaban con los católicos tradicionalistas de España para reconquistar totalmente los falsos Fueros mencionados, suponiéndolos genuinamente bizkainos; del otro los liberales, o partidarios de que se aplicaran en Bizkaya los principios de la constitución de Cádiz, amalgamándola los moderados con los Fueros, y prescindiendo de ellos completamente los radicales.

Perdido el espíritu de nacionalidad y olvidando a su única Patria los bizkainos todos tenían fija su mirada en la corte de España, como si una nación independiente pudiese esperar del enemigo extranjero el remedio de los males que su influencia misma le cause.

Así llegó el 39 y quedó terminada la guerra en el Convenio de Vergara: quedando contentos los liberales, porque había triunfado el gobierno español y de su acción esperaban el desarrollo de sus ideales; y satisfechos también los carlistas, porque el gobierno liberal se comprometía a proponer a las Cortes la concesión o modificación de los Fueros.

***

La malhadada Ley española del 25 de Octubre del mismo año 39 no fue más que una transcripción exacta de lo estipulado en el Convenio.

Dice así su primer artículo:

"Se confirman los fueros de las Provincias Vascongadas y Navarra, sin perjuicio de la unidad constitucional de la Monarquía."

¡Unidad constitucional! Pero ¿qué unidad constitucional, si Bizkaya tiene su constitución propia y es otra muy distinta la española?

¡La Monarquía! Pero ¿qué Monarquía, si Bizkaya jamás ha pertenecido a Monarquía alguna?

Y ¿quién es el poder español para legislar sobre Bizkaya? ¿ quiénes son las Cortes españolas, quién el Senado español; quién el Monarca de España para confirmar los Fueros de Bizkaya, las instituciones de esta nación aparte, siempre libre cuando España ha estado dominada y sometida por cien gentes extrañas?

¿Es que los españoles han instituido el Parlamento y han privado a su Rey del poder legislativo? Y ¿qué, si ese Rey o Reina de España no gobierna en Bizkaya como tal, sino como Señor nombrado libremente por los bizkainos? ¿Qué tiene que ver el Rey de España con la República de Bizkaya?

Ni las Cortes, ni el Senado, ni el Monarca de España, ni España entera pueden confirmar los Fueros de Bizkaya, sino respetar a esta nación extranjera para ellos, con el respeto que prescribe el derecho internacional.

Dice el segundo artículo de dicha ley:

"El Gobierno, tan pronto como la oportunidad lo permita, y oyendo antes a las Provincias Vascongadas y Navarra, propondrá a las Cortes la modificación indispensable que en los mencionados fueros reclame el interés de las mismas, conciliado con el general de la Nación y de la Constitución de la Monarquía, resolviendo entretanto provisionalmente, y en la forma y sentido expresados, las dudas y dificultades que puedan ofrecerse, dando de ello cuenta a las Cortes."

Y ¡con qué cinismo, con qué criminal cinismo se arroga el gobierno español el derecho de entrometerse en los asuntos de una nación extraña para él como es Bizkaya! ¡Oh, sangre de nuestros padres!

En esa fecha, como se ve, el año 39 cayó Bizkaya definitivamente bajo el poder de España. Nuestra Patria Bizkaya, de nación independiente que era, con poder y derecho propios, pasó a ser en esa fecha una provincia española, una parte de la nación más degradada y abyecta de Europa.

Antes de ese año, desde fines del pasado siglo, había llevado una vida saturada de azares y calamidades, ora cayendo, ora levantándose para volver a caer.

Vean, pues, cuán errados están los bizkainos que creen no haber perdido Bizkaya sus Fueros hasta el año 76.

¿Qué es lo que perdió con la ley del 21 de Julio? Sangre y dinero. Y ¿qué es sangre y dinero, qué valen las quintas y las contribuciones comparadas con la pérdida de la nacionalidad e independencia? ¿No se gasta el dinero, no se derrama la sangre por mantener la independencia?

La ley del 21 de julio del 76 es consecuencia natural de la del 25 de Octubre del 39. España no aguardaba más que la oportunidad de hallarnos de nuevo debilitados por otra guerra para dar remate a la obra de la sumisión y destrucción de nuestra Patria.

Esto, ya lo indicamos en el número del 21 de julio; pero hoy parece que no se sabe leer mas que gacetillas, y lo que un día se lee, se olvida para el siguiente. ¿Hay tal vez algún bizkaino en Bilbao que haya comprendido por qué Euske1dun Batzoki¡a guardó luto el día 25?

Bizkaitarra, Bilbao, 31 de octubre de 1894

{"Errores catalanistas" (Bizkaitarra, Sabino Arana, 31 de octubre de 1894)}

Errores catalanistas


La Veu de Catalunya, uno de los periódicos más autorizados del regionalismo en aquel condado español, al hablar en su sección Lo regionalisme en la prempsa de su número 41, de tres artículos (1) de sabor nacionalista o separatista publicados últimamente en El Fuerista de San Sebastián bajo el epígrafe A "Un castellano viejo por don Engracio de Aranzadi, dice, después de alabar el patriotismo del escritor guipuzkoano: "Siéndonos esto imposible (la traducción íntegra de dichos artículos) habremos de contentarnos con hacer constar el sentimiento de ver confundidos a los catalanes entre los que desean la muerte de la lengua euskeriana, ya que ha de saber el señor Aranzadi que nosotros, y con nosotros todos los catalanistas, no solamente no deseamos en manera alguna la desaparición del idioma euskeriano, sino que, trabajando por la pureza del catalán trabajamos al mismo tiempo por todos los demás que se hablan en España. Hermanos somos de desgracia de los euskerianos, de los valencianos, de los baleares y de los gallegos; hermanos queremos ser en la acción, a fin de que, unidos todos, podamos algún día entonar el venturoso himno triunfal, cada cual en su lengua madre, y unidos todos con el noble espíritu de la grandeza de nuestra Patria natural y de la grandeza de una España de pueblos hermanados por el interés común y por el mutuo respeto a la manera de ser de cada uno."

Ignoramos si el señor Aranzadi ha contestado o no a La Veu. No salimos nosotros en su defensa, pues no necesita de nuestro apoyo; pero siendo nuestro periódico el único nacionalista o separatista que ve la luz en Euskeria toda, y habiéndose tocado este punto de comparación de Cataluña con nuestra Patria, creémonos en el caso de decir siquiera sean dos palabras, a fin de desvanecer un trascendental error, arraigado profundamente entre euskerianos y catalanes.

Hace tiempo que teníamos pensado el escribir un Pliego Histórico-Político, que comparara los Fueros de Bizkaya con los Fueros españoles, para de ahí deducir la esencial diferencia que existe entre la política catalanista y la bizkainista. Pero el hombre propone y Dios dispone, dicen con razón los españoles, o gixonak ekin Jaungoikuak egin, que diríamos los euskeldunes, y por esto el Pliego no ha aparecido. Más tarde renovamos nuestros propósitos, cuando, habiendo acudido a Nabarra el mes de Febrero para unir nuestro corazón y nuestra voz a los vítores y aclamaciones con que los nabarros habían de recibir a su digna Diputación, tuvimos ocasión de conversar con los representantes de la Lliga de Catalunya, y pudimos ver que aun los personajes más conspicous del regionalismo catalán desconocen aquella disparidad; pero acumuláronse en nuestra pluma otros temas más urgentes, y aquel punto quedó de nuevo en el tintero.

Hoy tampoco podemos tratarlo detalladamente, sino que, contestando a La Veu de Catalunya, sentaremos las principales proposiciones, que a algunos catalanes y bizkainos podrán bastarles, y serán desarrolladas a su tiempo para los poco instruidos en esta materia histórico-política.

***

No creemos nosotros que los catalanistas deseen (así concretamente) la muerte del Euskera, por la sencilla razón de que es de suponer que aquellos trabajan por la restauración de su casa sin pretender la destrucción de las ajenas. Pero al señalar al destructor de nuestras libertades y nuestras cosas, al dominador de nuestra raza, al opresor de nuestra Patria, no podemos fijarnos en una región determinada, con exclusión de las demás, sino en el conjunto de todas ellas, en ese todo que se llama pueblo español, estado español, nación española, en ese todo que se llama España. No es precisamente Castilla, ni Andalucía, ni Galicia, ni Catalunya, ni ninguna otra región española, la que nos ha sometido; sino el poder de la nación que, unidas todas ellas constituyen, y a la cual en lenguaje vulgar llamamos Maketania o Maketerria.

Está en un error La Veu de Catalunya si cree que el Euskera se habla en España. El Euskera se habla en ciertos estados dominados por España, pero en España, absolutamente. No es el Euskera uno de tantos idiomas españoles como lo son el gallego, el catalán, el castellano, etc.: lingüística o internamente considerados, hay mucha más diferencia entre el Euskera y cualquiera de los idiomas españoles, que entre éstos y la lengua que hablan los naturales de la India asiática; políticamente considerándolo, hay en derecho entre el idioma euskeriano y los españoles tanta diferencia como la que hoy existe entre el francés y estos últimos, porque el Euskera es lengua de un pueblo que jamás ha estado dominado por España, de una nación que nunca ha sido española, mientras que los idiomas españoles pertenecen a regiones que, si es cierto que en situación política anormal se han gobernado independientemente las unas de las otras, pero nunca han dejado de ser reinos o condados españoles. Los idiomas españoles son lenguas regionales de la nación de España; el Euskera es lengua nacional de Euskelerria. El enemigo del catalán, del gallego, etc., es el centralismo, porque una región, la castellana, es la que ha preponderado sobre las demás de España; el enemigo del Euskera es el extranjerismo, porque es una nación extranjera la que domina a Euskeria. La restauración de los idiomas regionales de España puede decretarse y ejecutarse desde Madrid; la del Euskera, lengua extranjera para España, sólo podrá iniciarse, desarrollarse y cumplirse aquí en Euskeria. La restauración oficial de los idiomas españoles conseguirán los regionalistas, de fuera a dentro, recibiéndola del poder central; la del Euskera sólo podríamos obtener de dentro a fuera, rechazando el poder extranjero. Poco le importaría a España el restablecer oficialmente los idiomas regionales, pues que esto no causaría más que una diferenciación regional, pero la restauración del Euskera produciría una diferenciación nacional, y sería para España un constante peligro.

Hay además otros varios aspectos bajo los cuales puede compararse el interés que los catalanes y los demás regionalistas españoles tienen por sus respectivos idiomas con el que nos cabe tener a los bizkainos y demás euskerianos por nuestro Euskera.

La política catalana, por ejemplo, consiste en atraer a sí a los demás españoles; la bizkaina, Y. gr., en rechazar de sí a los españoles, como extranjeros. En Cataluña todo elemento procedente del resto de España lo catalanizan, y les place a sus naturales que hasta los municipales aragoneses y castellanos de Barcelona hablen catalán; aquí padecemos muy mucho cuando vemos la firma de un Pérez al pie de unos versos euskéricos, oímos hablar nuestra lengua a un cochero riojano, a un liencero pasiego o a un gitano, o al leer la lista de marineros náufragos de Bizkaya tropezamos con un apellido maketo. Los catalanes quisieran que no sólo ellos sino también todos los demás españoles establecidos en su región hablasen catalán; para nosotros sería la ruina el que los maketos residentes en nuestro territorio hablasen Euskera. ¿Por qué? Porque la pureza de raza es, como la lengua, uno de los fundamentos del lema bizkaino, y mientras la lengua, siempre que haya una buena gramática y un buen diccionario, puede restaurarse aunque nadie la hable; la raza, en cambio, no puede resucitarse una vez perdida.

Si nos dieran a elegir entre una Bizkaya poblada de maketos que sólo hablasen el Euskera y una Bizkaya poblada de bizkainos que sólo hablasen el castellano, escogeríamos sin dubitar esta segunda, porque es preferible la sustancia bizkaina con accidentes exóticos que pueden eliminarse y sustituirse por los naturales, a una sustancia exótica con propiedades bizkainas que nunca podrían cambiarla. Asimismo: si nos pusieran de un lado la muerte total y absoluta de Bizkaya, esto es, la extinción de su raza y su lengua y la desaparición de todo escrito y toda memoria referente a sus leyes e historia y hasta su mismo nombre, y del otro una Bizkaya maketa, independiente y regida por las leyes de nuestros padres, poseedora de nuestra lengua y heredera de nuestra historia, optaríamos por lo primero; y aun entre esta segunda Bizkaya y una Bizkaya esclava, pero euskeriana de raza y amante de su independencia y del restablecimiento íntegro de sus leyes y su lengua, nos quedaríamos con esta última: porque si es preferible la muerte a la esclavitud, lo es también la esclavitud a la vida aparente. Tanto están obligados los bizkainos a hablar su lengua nacional, como a no enseñársela a los maketos o españoles. No el hablar éste o el otro idioma, sino la diferencia del lenguaje es el gran medio de preservarnos del contagio de los españoles y evitar el cruzamiento de las dos razas. Si nuestros invasores aprendieran el Euskera, tendríamos que abandonar éste, archivando cuidadosamente su gramática y su diccionario, y dedicarnos a hablar el ruso, el noruego o cualquier otro idioma desconocido para ellos, mientras estuviésemos sujetos a su dominio. Para los catalanes seria una gran gloria el que el gobierno español designase al idioma catalán para lengua oficial de toda España; al paso que si eso hiciera con el Euskera sería para nosotros el golpe de inevitable muerte asestado por la diplomacia más refinada.

No es comprensible, pues, cómo los catalanes, al trabajar por la pureza de su idioma, vienen a trabajar al mismo tiempo por el Euskera.

Dice La Veu de Catalunya que los catalanes son hermanos nuestros de desgracia, y que también somos hermanos, en el mismo concepto, de los valencianos, de los baleares y de los gallegos. Ha tenido muy buen cuidado de especificar esa fraternidad diciendo que es de desgracia; porque, en efecto, fraternidad de raza no la hay ninguna entre aquellos españoles y nosotros, como no seamos también hermanos de los coreanos; fraternidad de lengua, la misma; fraternidad de historia, ídem; fraternidad política, idéntica, pues que nunca hemos formado estado con esas regiones españolas ni con otra alguna; fraternidad de legislación, tampoco, ya que nuestras leyes nacieron en nuestras costumbres, y las de aquéllos en las leyes romanas y de sus propios gobiernos; fraternidad de constitución, absolutamente ninguna, porque la organización política interna de Bizkaya, en nada se parece a las regionales de España; fraternidad de derechos, lo mismo pues los nuestros son nacionales, y los de aquellos países españoles, regionales; y fraternidad de aspiraciones, tan nula como las anteriores, por cuanto las de Cataluña, Galicia, etc., son regionalistas, mientras que las de Bizkaya son nacionalistas, aunque hoy por hoy, merced a los partidos españolistas que nos tienen desunidos, sea difícil conocerlo, y mucho más si a este pueblo se le estudia por lo que dicen los maketófilos periódicos de por acá.

Pero tampoco somos hermanos de desgracia, como quiere La Veu; simplemente porque la desgracia de los catalanes, por ejemplo, y la nuestra no se parecen en lo más mínimo. Los catalanes perdieron las leyes privativas de su región, nosotros hemos perdido nuestra nacionalidad e independencia absoluta.

Cataluña puede ver el término de su desgracia en el cambio del gobierno centralista de España por otro que sea regionalista; para Bizkaya lo mismo monta que el poder español se llame Juan que Pedro, pues no puede darse un gobierno (ni el pueblo español se lo consentiría) que retirase totalmente su dominio del territorio bizkaino y dejase a Bizkaya disfrutar de la absoluta independencia que constituye su derecho.

Ni es uno mismo el enemigo de los catalanes y el de los bizkainos. El enemigo de Cataluña es el poder central de la nación a que naturalmente pertenece, influido por una región hermana, Castilla, que ha sabido imponerse a las demás; el enemigo de Bizkaya es la nación extranjera que la ha avasallado.

Supongamos que la corte y el poder central de España se trasladasen de Madrid a Barcelona, que el idioma catalán se declarase oficial y que la preponderancia del derecho catalán sustituyese a la del castellano; la felicidad de Cataluña sería indudablemente un hecho. Supongamos, por el contrario, que el traslado se verificase a Bilbao, que esta villa fuese la capital de España, que el euskera llegase a ser la lengua oficial de todos los dominios españoles y que el derecho bizkaino fuese el favorito y general: el resultado sería un completo desastre para Bizkaya, pues que de nación aparte que debe ser, pasaba a constituirse en provincia española, perecería su raza y con ella sus caracteres, llegaría a ser, no una Bizkaya bizkaina, sino una Bizkaya española, se llamarían hijos de nuestros padres los que fueron sus constantes enemigos, y caería Bizkaya para no levantarse más. No: este pueblo ni quiere gobernar a otros, ni tampoco ser gobernado por el extranjero. Los bizkainos no queremos otra cosa sino que la nación española retire de nuestro territorio su dominación; para que Bizkaya sea de los bizkainos y éstos la gobiernen libremente sin estar sometidos a más poder superior que el del Señor de todo el universo. Nuestra pretensión es bien sencilla; y, pues la asiste el derecho, es igualmente justa. Así lo declaramos y declararemos siempre ante las naciones todas; pero nos guardaremos bien de pedirlo en ninguna forma a España: conocemos perfectamente el corazón español, incapaz de acciones nobles, y no es digno tampoco pidamos lo que se nos debe en justicia.

Ya ve, pues, La Veu de Catalunya cómo su Patria es muy distinta de la nuestra; cómo Cataluña padece por la ingratitud de su propia madre España, mientras que Bizkaya es presa de una nación extraña, que es precisamente la Patria común de los catalanes, baleares, gallegos, valencianos, etc. Ya ve cómo no es razonable la alianza de los catalanes y los bizkainos: pues no son semejantes los sujetos, Bizkaya y Cataluña; ni se parecen por su desgracia; ni tienen un enemigo común; ni son las mismas sus aspiraciones.

Por que a nadie le quepa duda sobre este cuarto y último punto, véase lo que dice la misma revista semanal en su número 42 correspondiente al 21 de los que hoy terminan:

"El diario de esta ciudad La Dinastía publica en su número del 13 de los corrientes un pequeño suelto del cual se deduce que la Lliga de Catalunya es separatista.

Si bien no acostumbramos hacer caso de la gente política, haremos notar que esta afirmación revela que en la redacción de La Dinastía, o hay muy mala fe o mucha ignorancia.

Si es lo primero, compadecemos a sus redactores, pues sólo digno de lástima es el adversario que esgrime arma de tan mal temple; pero si es ignorancia, nos apresuramos a ofrecerles algunos ejemplares de la Doctrina Catalanista publicada por el Centre Catalá de Sabadell, a fin de que puedan ilustrar su inteligencia."

La política de los catalanistas es, por consiguiente, regionalista. Esto mismo pudimos ver en los años que vivimos entre catalanes: hay algunos que quisieran la emancipación radical de Cataluña, pero no forman partido separatista.

Mas aun cuando los catalanes fuesen separatistas, no sería ésta razón suficiente para que los bizkainos nos uniésemos a ellos en la acción restauradora; porque equiparar nuestro derecho a constituir nación aparte, con el derecho que le sirviera de base al separatismo catalán, sería rebajar el nuestro, pues el extranjero calificaría a nuestro partido de separatista, siendo así que no es sino nacionalista.

No obstante, nosotros nunca discutiremos si las regiones españolas como Cataluña tienen o no derecho al regionalismo que defienden; porque nos preocupan muy poco, nada por mejor decir, los asuntos internos de España. Hablando de política extranjera, pudiéramos indicar que a nuestro modo de ver es el regionalismo la forma política más conveniente para España y que a algunas regiones les asiste ese derecho; pero no escribimos nuestro periódico para hablar de política extranjera, sino para instruir a los bizkainos en nuestra política patria, en nuestra política nacional, y estimular al propio tiempo a nuestros hermanos de aquende y allende el Bidasoa para que se decidan a emprender con paso decidido, pero plan bien madurado, este mismo camino que nosotros comenzamos a andar a principios del pasado año.

Jamás confundiremos nuestros derechos con los derechos de región extranjera alguna; jamás equipararemos nuestras viejas leyes nacionales, mal llamadas Fueros, con los Fueros de las regiones españolas; jamás haremos causa común con los regionalistas españoles.

Entendernos en la acción definitiva: esto es lo único que cabe y admitiríamos con cualquier pueblo de la tierra.

También acá tenemos regionalismo: pero es el regionalismo dentro de Euskeria, es el regionalismo que habría de resultar de la confederación de los estados euskerianos, ya libres del yugo extranjero. Pero aun este regionalismo en que se constituirían los estados euskerianos dentro de la nación de Euskeria, sería más autonómico que el que persiguen las regiones españolas dentro de la nación de España.

Bizkaitarra, Bilbao, 31 de octubre de 1894


1. Cuya lectura recomendamos a nuestros lectores.

"Nabarra" (Bizkaitarra, Sabino Arana, 2 de febrero de 1895)

Nabarra

I

Hemos recibido (y agradecemos la atención) un ejemplar de un libro cuyo título es: La cuestión Foral. Reseña de los Principales Acontecimientos ocurridos desde Mayo de 1893 a julio de 1894. Su autor es el Cronista de Nabarra D. Hermilio de Olóriz, que lo terminó el 10 de Octubre del 94. Ha sido impreso en la Imprenta Provincial de Pamplona, dándose fin a su impresión el 9 de Enero de este año.

Es una relación bastante detallada de los sucesos indicados en el subtítulo, y por esta razón digna de ser adquirida por cuantos deseen tener presente la historia contemporánea de los pueblos euskerianos.

Aquí haríamos punto, si la citada memoria no pasase de ser una narración simple y escueta de aquellos hechos. Mas como quiera que su autor es el Cronista de Nabarra, el mismo que escribió la Cartilla Foral de aquel reino euskeriano y es tenido por uno de los escritores nabarros más autorizados, y pues que en dicho libro no solamente se definen los derechos de Nabarra, sino que se señala el ideal político a que debe ésta tender, pudiera creerse que las ideas emitidas por el Sr. Olóriz constituyen el desiderátum, el perfecto cumplimiento de las aspiraciones más patrióticas de aquel pueblo; y tal es la razón por que creemos oportuno tratar un tanto detenidamente de dicha cuestión foral, asentando los derechos de Nabarra y comentando su actitud actual y la opinión del Sr. Olóriz.

No se tema, sin embargo, que nosotros habremos de traspasar los límites de la prudencia bien entendida que las presentes circunstancias reclaman, ni menos que podamos censurar jamás la actitud de los nabarros mientras revelen patrióticas intenciones. No lo primero, porque la prudencia no está reñida con la verdad ni quita lo cortés a lo valiente; tampoco lo segundo, porque (ya otras veces lo hemos dicho) los bizkainos no tenemos voto en los asuntos de Nabarra, y la voz de consejo, única que en justicia nos compete, sólo nos permite decirles a nuestros hermanos cuáles son sus derechos y encarecerles no se queden a la mitad del camino de la restauración patria, y es seguro que de aquí no pasaremos.

Por más nacionalistas que hubiese en Nabarra, es para nosotros indudable que no habrían de ser ellos los que rompieran la hermosa unión en que hoy se mantienen; y prueba de ello es la prudencia que siempre han guardado los nacionalistas bizkainos y de la cual dieron testimonio en la misma ciudad iruñense el año pasado.

Con nosotros, por el contrario, no siempre observan la misma los regionalistas de todas clases. Muchas veces hemos callado, sin embargo; otras nos quedaremos como quien se siente ofendido por un hermano; pero alguna vez solemos presentir que va a llegar la hora de volver por el honor de nuestra causa, por el honor de Bizkaya nuestra Patria.

Hechas estas advertencias a guisa de preámbulo, entraremos en materia, trasladando en primer término el capítulo que sirve de epílogo al libro del Sr. Olóriz y la Cartilla Foral de Nabarra.

II

La cuestión Foral: Capítulo XII

"REFLEXIONES"

"De cuanto dejamos mencionado y más principalmente de cuanto se ha escrito acerca de nuestro estado de derecho, dedúcese con evidente claridad la existencia legal de nuestra ley, primero sin restricción reconocida, y luego, aunque restringida, solemnemente pactada (1). Defenderla en toda su pureza juran los Diputados forales al tomar posesión de sus altos cargos, juramento que de modo imperativo les marca la línea de conducta que deben seguir en sus relaciones con el Gobierno, sean cuales fueren las circunstancias porque la provincia atraviese, sean cuales fueren las responsabilidades en que incurran, los conflictos que se provoquen y los daños que se sigan.

Tan grave compromiso adquiérese voluntariamente, porque el cargo no es irrenunciable, y en él basaron los Diputados forales su conducta: así lo expusieron al Sr. Ministro de Hacienda y así lo manifestaron también, en ocasión solemne, al pueblo congregado para la defensa de sus amenazados derechos. Obraron como patriotas, dando muestras de incondicional amor al país donde nacieron y obraron como cristianos y como caballeros, manteniendo con loable energía y escrupulosidad intachable la santidad del juramento. Pero no basta el oponerse a las nuevas ilegalidades; ya que la ley del 41 es hoy nuestro estado de derecho, precisa que esa ley sea en todas sus partes respetada. ¿Con qué razones habíamos de defender determinados artículos de ese pacto, si dejamos que otros a voluntad e impunemente se vulneren? ¿Cómo hemos de oponernos a las intentadas infracciones si no protestamos de manera enérgica contra las que anteriormente se consumaron? El derecho foral jamás prescribe mientras esté viva la protesta, y la protesta subsiste y subsistirá mientras aliente un pecho navarro.

Importa, pues, que el pueblo se convenza de que la ley del 41, aunque vulnerada, existe íntegra en la alta esfera del derecho: sepa, por ejemplo, que toda contribución que exceda de la cifra consignada en la ley-pacto, es antiforal; que el establecimiento de las cédulas personales, el uso de todo papel sellado, el monopolio de las cerillas, la venta del monte Franco-Andia, la suscripción de la Gaceta Agrícola impuesta a determinados municipios, y en una palabra, cuantos tributos no estén fijados en el pacto foral, son otros tantos abusos indebidamente consentidos.

En su esfera entra también la disposición dictada por D. Germán Gamazo, cuando fue Ministro de Fomento, en virtud de la cual se nombran por la Universidad de Zaragoza los Profesores de primera enseñanza, que sólo debieran ser designados por nuestros municipios, y sobre asunto tan trascendental conviene llamar la atención no sólo de los dignísimos miembros de la Diputación Foral, sino también de los Ayuntamientos. Al objeto de reivindicar derecho tan preciado, los Diputados forales podrían practicar las reclamaciones que estimasen oportunas, y los municipios, si preciso fuere, negarse a abonar la asignación anual a los Profesores que nombre el rectorado de Zaragoza; y podrían negarse, en virtud del derecho que poseen a administrar sus fondos con absoluta independencia de los Gobiernos, con los cuales no han contraído obligación alguna, digan lo que dijeren los enemigos de Navarra.

Mediten los encargados de administrar nuestra amada provincia en la excepcional importancia de este contrafuero, llamado a producir honda perturbación en las costumbres y en el amor Foral de los navarros. Vean que es de todo punto necesario alejar de nuestra patria cuanto puede ser hostil a sus instituciones; y que es en alto grado peligroso abandonar la educación de los niños, en manos de quienes desconociendo nuestra historia, ven sin amor nuestras leyes y no sienten apego a nuestros intereses mas sagrados. El golpe quizá más rudo, dirigido a nuestras leyes, ése ha sido; consintiéndolo, dentro de tres generaciones la idea santa que forma nuestro carácter y enaltece nuestras costumbres, habría desaparecido, incurriendo todos los navarros y principalmente los llamados a velar por la integridad del régimen foral, en gravísima y estrecha responsabilidad ante el porvenir de la patria.

Pero ni soy llamado a marcar líneas de conducta en tan gravísimos asuntos, ni yo debo juzgar de la oportunidad de llevar hoy a efecto las protestas y reclamaciones dirigidas a aquellos fines. Saturado, por decirlo así, del espíritu que informa nuestras leyes, no hago sino indicar el camino que hay que seguir para salvarlas de su ruina. Por lo demás, todo cuanto de nuestra humilde reseña se deduce, ya lo insinuaron nuestros Diputados en uno de sus patrióticos escritos. Sería verdaderamente lamentable que este grandioso despertar de un pueblo, que este admirable movimiento de unión que esta unisona concordia no produjera sus naturales resultados. No: no podemos contentarnos con que no se destruyan las mermadas reliquias de nuestras libertades; hay que procurar, siquiera, que subsista íntegramente la ley pactada. Nuestra unión salvará, como ha salvado hasta ahora, nuestras leyes y con ellas el honor de Navarra.

Sólo así se reivindicarán los derechos hollados por los Gobiernos centralizadores, que utilizaron en daño nuestro nuestras rencillas.

Mantengamos enhiesta nuestra bandera y acaso muy pronto el pacto de 1841 volverá a regir en toda su integridad. Seamos patriotas primero que hombres de partido; no se encienda jamás entre nosotros la tea de la discordia, y nuestros descendientes bendecirán nuestros esfuerzos y nuestros sacrificios, porque ellos
lograrán conservar la sagrada ley, que a su vez nos legaron nuestros mayores."

La cuestión Foral: Apéndice 1

"CARTILLA FORAL"

"-¿Navarra formó siempre parte de la Nación Española?

-No, señor ...

-¿Qué era antiguamente Navarra?

-Un reino independiente.

-¿Cuándo se unió a España?

-El año 1512.

-¿De qué manera tuvo lugar la unión?

-Por medio de un Pacto.

-¿Y qué se estableció en él?

-Que España respetaría siempre y sin empeorarlos los Fueros del Reino de Navarra.

-¿A qué da V. el nombre de Fueros?

-A las leyes por que nuestro país se regía.

-¿Y esas leyes le reportaban algún beneficio?

-Sí, señor; el de mantener viva su independencia.

-No comprendo cómo podía ser independiente formando parte de España.

-El Reino de Navarra era independiente, porque no tenla de común con España más que la unidad del Rey.

-¿De modo que España nunca imperó en Navarra?

-Nunca; Navarra sólo debía obediencia a los acuerdos emanados de sus Cortes.

-¿En qué asuntos entendían las Cortes de Navarra?

-En todos los que interesaban al Reino; y especialmente en hacer leyes y establecer tributos.

-¿Según esto la legislación española no tenía fuerza de obligar en Navarra?

-No, señor.

-¿Qué contribuciones pagaba a España el Reino de Navarra?

-Ninguna.

-¿Y al Rey?

-Una tan sólo: el donativo voluntario.

¿Por qué llama V. voluntario a ese tributo?

-Porque su pago y cuantía quedaban a disposición de nuestras Cortes.

-¿De modo que en épocas de penuria sería menor el donativo?

-Ciertamente.

-¿Cuándo votaban las Cortes el donativo voluntario?

-Después de haber ventilado todos los asuntos que interesaban a Navarra, porque en Navarra antes que el Rey era la Patria.

-¿Y podía el Rey alterar los acuerdos de las Cortes?

-De ninguna manera; esto hubiera constituido un grave contrafuero, y el Rey juraba mantener sin quebranto los Fueros del Reino de Navarra en el acto de la Coronación.

-¿Era condición indispensable el jurar los Fueros para ser Rey de Navarra?

-Absolutamente indispensable.

-¿Y si el Rey hubiera faltado al Juramento?

-En tal caso Navarra no estaba obligada a obedecerle.

-¿Qué otro Fuero importante tenía este Reino?

-El de poseer Tribunales de justicia propios.

-¿Pero habría fuera de Navarra un Tribunal Supremo, al que recurrir en alzada?

-No, señor; todas las causas fenecían en los Tribunales navarros: ahorrábase de este modo gastos a los litigantes, y se les daba al propio tiempo la seguridad de ser juzgados con arreglo a la legislación del país.

-¿Recuerda V alguna otra ley digna de ser mencionada?

-Sí, señor: la del servicio militar.

-¿Qué disponía esa ley?

-Que Navarra no diera soldados en tiempo de paz.

-¿Y en tiempo de guerra?

-Sólo cuando el enemigo hubiese invadido el territorio navarro.

-Llegado este caso, ¿quiénes estaban obligados a tomar las armas?

-Todos los hombres útiles del Reino, hasta la edad de 60 años.

-¿Y servían en la milicia fuera de Navarra?

-Nunca; a menos que el Reino lo acordase.

-¿Recuerda Y si la ley del servicio militar tuvo alguna vez exacto cumplimiento?

-En el año de 1793, cuando la guerra con Francia. Durante ella armó Navarra más de 30.000 hombres.

-Hecho semejante no lo llevó a cabo ningún otro país de España.

-Y sin embargo, tampoco lo consignó España en sus historias.

-¿Los Fueros de Navarra alcanzaron siempre el respeto de los Monarcas?

-Casi siempre.

-¿De modo que actualmente continuarán rigiendo?

-No, señor; el Pacto de 1512 fue reformado por otro nuevo Pacto.

-¿Y la reforma resultó ventajosa para Navarra?

-Para España fue muy ventajosa; para Navarra muy perjudicial.

-¿Cuándo tuvo lugar ese nuevo tratado?

-El 16 de Agosto de 1841.

-¿Y qué sacrificios hizo Navarra en beneficio de España?

-En primer lugar cedió sus Cortes, y con ellas la facultad legislativa.

-Grande fue el sacrificio, porque de hacer buenas o malas leyes se sigue la felicidad o desgracia de los pueblos. ¿Y qué más hizo Navarra en obsequio de España?

-Cedió sus Tribunales de justicia.

-¿Cedió más todavía?

-Sí, señor; las aduanas y el estanco del tabaco, con cuyos rendimientos pudiera HOY vivir el pueblo navarro LIBRE DE TODA CONTRIBUCIÓN.

-Supongo que ya no le quedarían a Navarra derechos que renunciar.

-Aún le quedaban, y en lugar de mantener su ley del servicio militar, aceptó la dura carga de las quintas; y en vez de dar al Rey un donativo voluntario, se comprometió a entregar anualmente a España un millón y quinientos mil reales de contribución.

-¿Vivamente habría agradecido España tales sacrificios?

-Ignoro hasta dónde llegó su gratitud: sólo sé que desde aquella fecha no ha cesado de cercenar nuestros mermados Fueros, tachándonos de egoístas.

-¿Pero continuará vigente la ley del 41 ?

-De derecho sí, señor; pero no de hecho.

-¿Qué contrafueros han tenido lugar desde el nuevo Pacto?

-Son indecibles.

-Indíqueme Y alguno de ellos.

-Uno, es el haber aumentado nuestra contribución anual próximamente en tres millones.

-¿Y se paga ese aumento?

-Aunque es ilegal y aunque el Gobierno debe a Navarra más de treinta millones, se paga.

-¿Qué otros contrafueros recuerda V.?

-El impuesto de las cédulas personales, los sellos del timbre, el papel de multas, el papel sellado exigido en todos los expedientes cuando se cursan fuera de Navarra, las licencias de caza y pesca, el descuento del veinte por ciento sobre propios, el estanco de las cerillas, el impuesto sobre viajeros, el de minas, la venta del monte Franco-Andia, y la suscripción forzosa a la Gaceta Agrícola, impuesta a determinados municipios.

-Muchos son tantos contrafueros para realizados en tan breve tiempo.

-Pues aún queda por mencionar uno de suma importancia: el que se refiere al nombramiento de maestros, antes derecho exclusivo de nuestros Municipios.

-¿Y quién los nombra ahora?

-El Rector de Zaragoza, un alto empleado del Gobierno.

-¿Sabe Y qué objeto se propone el Gobierno al infringir la ley en este punto?

-Lo ignoro; tal vez sea el de tener sin gasto suyo personas que le secunden, transformando el carácter de los navarros.

-¿Y en qué derecho se escuda el Gobierno para cometer semejantes arbitrariedades?

-Ya nos lo tiene dicho; en el derecho del número, en el de la fuerza.

Pues si el Gobierno ha roto la Ley del 41, Navarra puede dar por rescindida esa Ley y tendrá derecho a gozar de los Fueros consignados en el Pacto de 1512.

-Bien dice V.; y revivirán nuestras Cortes, tendremos Tribunales de justicia propios, serán nuestros los rendimientos de las aduanas y del estanco del tabaco, nombraremos Maestros amantes de Navarra, no daremos quintas ni contribuciones y sólo entregaremos al Rey de España, como donativo voluntario, la cantidad que juzguemos equitativa."

Hasta aquí los dos escritos más patrióticos del cronista de Nabarra. Ellos nos bastan para formarnos un concepto cabal de la actitud general de los nabarros y de la opinión particular de aquel escritor.

Bizkaitarra, Bilbao, 2 de febrero de 1895


1. Los que deseen conocer los fundamentos de nuestra existencia legal, deben leer los artículos de D. Gregorio Iribas publicados en el Diario de Avisos de Tudela, artículos que, reimpresos por acuerdo de la Excma. Diputación, forman un folleto en 4º titulado Los derechos de Navarra.

La protesta pedagógico-maketil" (Bizkaitarra, Sabino Arana, 17 de febrero de 1895)

La protesta pedagógico-maketil

Pluma en ristre y caladas las antiparras, va un maestro maketo y escribe:

"El presbítero D. Resurrección María de Azcue (no es así, magister: es Azkue) ha escrito una zarzuela que se ha presentado en el Salón-Teatro de la sociedad de esta villa (mal ferida por los maketos) "Patronato de Obreros", en la cual zarzuela (era conveniente distinguir la cual, por si acaso) según la reseña que del argumento de ella (¡Castella!) hacen los periódicos El Basco y La Enseñanza (dirá el primero, porqué el segundo empleó más tijera de sastre que pluma de pedagogo), a fin de que resulte la belleza y aún la sublimidad (¡mucho de dinámica!, ¡hola!) que envuelve (usted sí que anda envuelto en esta parrafada) el hecho heroico de que el mismo padre (¿el padre de quién? ¿Del Patronato, de El Basco, del argumento, de La Enseñanza? Aquí sí que era preciso distinguir la paternidad) sea quien busque y ponga en manos de la autoridad, para que expire su maldad (pues, mire usted, la verdaz, - en sus manos es la pluma - una gran calamidaz), al hijo que comete la acción infame (infame, sí; pero maketil también) de hurtar en la casa del cura, se vale, para contraste, de hacer (éste de que lo entienda Núñez) figurar como instigador a hecho tan reprobable (y tan maketable) del Maestro de escuela (que no era del pueblo del padre y del hijo, ni de sus alrededores, sino de tierra de Toro).

(Filosofemos.) Toda representación teatral parte siempre, o de un hecho cierto, o de un hecho posible (y va a parar si se descuida, a ser el blanco de las iras maketas, de que Dios no la libre). Hasta ahora no ha habido un Maestro de escuela castellano o no castellano (¡crasa ignorancia, buen hombre, si usted cree que erdeldun significa solo castellano), en ésta ni en otra región de España (eso no: no hay que confundir las especies, y a Bizkaya con Valladolid y la tierra de Toro) que haya inducido a un discípulo a que robe (mucho asegurar es; pues mire, nosotros creemos que en Maketania en todas las profesiones hay ladrones) para adquirir dinero (¡canastos!, ¡habráse visto cosa más rara!, ¡robar para adquirir dinero!); y si se tiene presente que cuando un individuo se consagra a la enseñanza (y ¿cuándo se consagra a adquirir dinero?), él mismo se educa y moraliza (¡buena falta les hace a los africanos de esta península!) al educar a otros (maketamente), tampoco podrá haberle en lo sucesivo (¡diablo, qué brinco! Castelar sabe saltar del código civil a la constelación de Andrómeda, pero éste salta más aún; pues deduce lo que es de lo que debe ser. Renunciamos a seguirle).

Seguiremos filosofando. El Sr. Azcue (¡dale con la ortografía maketa!) no ha podido, pues, tomar de la realidad el tipo de Maestro que hace intervenir en su obra (¿ustedes han visto osadía como la de afirmar esto?); tampoco de la posibilidad (¿recribástropos? ¿Ustedes conocen algún Maestro maketo que sea incapaz de imitar a Vives? Yo tampoco. ¿Ustedes han visto más peregrina manera de discurrir? Tampoco yo). Porque sería no ver que si el padre es como el Maestro del organismo, el Maestro es como el padre del alma (¡alma de cántaro! Y ¿quién es el padre de los hijos del Zebedeo?); luego (venga, venga la consecuencia, que ya nos vamos haciendo a todo), o el tal personaje es el aborto (y quedo corto - puede añadir) de una imaginación extraviada (usted sí que descarrila), o le ha inventado con el deliberado (ya me ha cansado) propósito de calumniar (¡txut!) y difamar (¡poca cosa!) a la modesta (¿no hay abuela?) pero siempre digna clase (eso, además) del Magisterio (¿lo dice en serio?).

Por esta razón (toque el violón), como individuos pertenecientes a ella (muy dignos y muy modestos señores míos) protestamos enérgicamente (¡si pudiera usted clavarle el diente!) de que el señor Azcue (¡kállese, hombre) haga figurar en su zarzuela (que por lo que pincha llega a ser una zarzota) un personaje tan inverosímil (del Maestro maketo fiel facsímil) como denigrante (ahora va a hablar el pedante), y a la vez le recordaremos (por no perder la costumbre de enseñar lo que no se sabe) que el ministerio que desempeña le exige que sus producciones literarias deben ir (le exige que deben ir... ¡bien maestro, bien!) impregnadas del suave y dulce aroma que exhala la caridad aconsejada y practicada por el Crucificado (esto de Crucificado es más poético que cristiano; y eso de erigirse de buenas a primeras en doctores intérpretes del Evangelio es tan pedantesco como digno de protestantes).

Y siguen las firmas. ¡Atención!

José Aragón. León de Uruñuela.

Aniceto Gil. Lorenzo de Mújica.

Leonardo Pradera. Santiago de Luzuriaga.

Pablo Martínez de Salinas. Tomás de Mocoroa.

Juan Jiménez. Julián de Iturbe.

Gabriel Miguel. María de Berasátegui.

Antonio Fuentes. Juliana de Aguirrezabala.

Manuel Agustino. Josefa de Gordejuela.

Nicolás Fernández. Francisca de Igarza.

Fermín Lara. Victoria de Lasala.

Melquíades Andrés.

Mariano López.

Marcos Grijalvo.

Inocencia García.

De apellido maketo: 13 Maestros y 1 Maestra, total 14.

De apellido euskérico: 5 Maestros y 5 Maestras, total 10.

Que los primeros hayan protestado con bilis, nada de particular tiene. Maestros maketos son, y a esta clase se refiere la zarzuela bizkaina.

Pero... tampoco. Vamos a cuentas.

¿Quién les ha dado a esos señores riojanos, burgaleses, manchegos, andaluces y demás ejusdem furfuris voto en los asuntos de Bizkaya? ¿Con qué derecho se ponen a legislar en este país que les es extraño? ¿Quién los ha llamado a nuestro hogar para que compartan con nosotros el gobierno doméstico? ¿Quién les ha dado vela en este entierro?

Callen la boca maketa y recogiendo los trastos váyanse con la música pedagógico maketil a cualquiera región de España, a aquella, por ejemplo, que llaman la tierra de María Santísima, donde el cielo es de un azul purísimo y las huertas y campiñas de un delicioso verde, donde se habla el español con gracia y salero, pero donde los Maestros no ven un perro chico en su vida y tienen que hacerse a vivir como el camaleón, bicho indígena de aquel paraíso y antesala de Jauja ( !!! ). Allá podrán protestar cuanto se les antoje.

Pero esto de venirse acá, donde nadie los ha llamado, del jardín o cabinet de Andalucía o de la terrosa y árida Castilla, o de cualquiera otra región más o menos incivil y africana de España, y que luego de ser tratados a pan y manteles, de percibir sueldos como no los prometen en parte alguna de su patria y de cobrarlos con la puntualidad más rigurosa, se atrevan a levantar la voz contra la dada por bizkainos, por hijos de este país, que hablan así en el uso de su derecho porque ven la ruina de su Patria amada, la desaparición del último vestigio del hogar de sus padres... eso es inaudito cinismo y desvergüenza propia sólo de españoles.

¿De quién, si no de los pueblos bizkainos, reciben sus sueldos? Y ese dinero ¿quién lo hace si no es el sudor de las familias bizkainas? ¿No tienen, pues, éstas derecho a intervenir en la enseñanza que se dé a sus hijos?

El bizkaino, bizkaino es. Tiene su religión, tiene sus costumbres, tiene su historia, tiene su lengua, tiene su Patria. . . ¿Quiénes son los maestros españoles para arrancarles religión y costumbres e historia y lengua y nacionalidad, e imponerles las extrañas?

Los padres de los niños euskeldunes, padres son de sus hijos, y ellos, cultivando a fuerza de penalidades y trabajos, la ingrata y dura tierra de este suelo, son los que visten y alimentan a los mentores de sus hijos, a los maestros maketos, sustentando, ¡desgraciados!, al brazo que moral y físicamente destruye a su prole.

¡Oh, perfidia sin ejemplo, pagar con la muerte la generosidad de quien se recibe la vida!

Y ¿qué diremos del repugnante suicidio de los maestros euskerianos que han firmado la protesta de los maketos?

De las maestras no nos extraña hayan caído incautamente en el lazo: al fin la debilidad es innata en la mujer.

Pero, y esos hombres barbados y alguno de los cuales peina ya canas, ¿qué podrán alegar en su defensa? ¡Extravío inconcebible... dar el brazo el maestro euskeriano a quien le arrebata el pan que a él de derecho le pertenece!".

Bizkaitarra, Bilbao, nº21, 17 de febrero de 1895

"Ir por lana y volver trasquilado" (Bizkaitarra, Sabino Arana, 24 de marzo de 1895)

Ir por lana y volver trasquilado

SUPUESTOS

1.º La única política bizkaina, la política nacionalista, el patriotismo defendido por BIZKAITARRA, cunde por dondequiera. Prospera en las villas, se desarrolla con lozanía en las anteiglesias, se extiende en los valles, traspone los montes y va llegando a las caserías más apartadas.

2.º El 2 de Febrero se estrenó la zarzuela del Sr. Azkue intitulada Vizcay’tik Bizkai’ra, obra netamente bizkaina. Su resonancia fue grande. El espíritu bizkaino se agitó en el seno de los partidos españolistas.

3.º El 3, Euskeldun Batzokija obsequió con un banquete en el Amparo al Sr. Azkue y a los actores de la zarzuela bizkaina.

4.º El Basco, órgano del partido carlista en Bizkaya, aprovechando los días que BIZKAITARRA había de tardar para salir, procuró hacer ver en diferentes números que el fondo de Vizcay’tik Bizkai’ra era carlista, que esta zarzuela se identificaba con las ideas carlistas.

5.º El 17, apareció BIZKAITARRA demostrando que la obra del Sr. Azkue era esencialmente nacionalista, y que por lo mismo estaba reñida con toda clase de españolismo, dentro del cual se comprende la política carlista.

6.º El 18, el Gobernador español en Bizkaya multó al Euskeldun Batzokija por haber celebrado el citado banquete.

7.º Hecho público el acto del Gobernador, la indignación fue general entre la gente sana, y muchos particulares extraños al Euskeldun pensaron en publicar una protesta, la cual fracasó y se desvaneció por una maketófila intriga que procedió de un socio de la Euskalerría e hizo desistir a los iniciadores, entre los que no se contaban ni Echevarría ni Oleaga ni Gondra.

8.º El 24, salió el número de BIZKAITARRA que contestaba a cuanto la prensa local había dicho con motivo de aquella zarzuela. La política carlista en Bizkaya quedaba en él mal parada, pues caía por tierra su fundamento y base, esto es, el supuesto pacto de Bizkaya con la Corona española. BIZKAITARRA dijo que el periódico y los caciques carlistas estaban engañando al pueblo bizkaino.

9.º La parte sana del carlismo en Bizkaya, el pueblo que está afiliado a ese partido españolista, va poco a poco comprendiendo su error y conociendo a su Patria. Muchos brazos de acción abandonan la bandera extranjerista y pasan a cobijarse bajo la únicamente bizkaina. Muchos más carlistas están con un pie dentro del carlismo, con otro fuera: y con la vista fija en el lema Jaungoikua eta Lagizara. Un pequeño empujón de dentro, o un tirón de afuera... y el que hoy está con el alma en el nacionalismo bizkaino y con el cuerpo en el carlismo, se entregará en cuerpo y alma al servicio de la Patria.

10. Al número de BIZKAITARRA del 24 contestó El Basco primeramente con un artículo en que, asiéndose de un pelo, sacaba a colación nada menos que una cuestión teológica y nos llamaba herejes, y después con muchos artículos en los que llamaba amigo a BIZKAITARRA se hacía de nacionalista bizkaino y aseguraba que en la política carlista Bizkaya no era España, ni ésta tiene que ver nada con aquélla.

11. El 20 de Marzo el elemento carlista fue derrotado en el Ayuntamiento por el liberal en la votación habida con motivo de la petición de apoyo que hizo El Sitio, para celebrar este año un certamen en memoria del 2 de Mayo.

12. Las ideas defendidas en BIZKAITARRA obtienen muchas simpatías entre la población euskeriana de Bilbao y son defendidas con calor aun por muchos que no pertenecen al Euskeldun.

13. En Mayo próximo se han de verificar las elecciones de concejales.

DIPLOMACIA CARLISTA

El viernes 15 de los corrientes, a eso de las ocho de la noche, llamó a la puerta de Euskeldun Batzokija, preguntando por su Presidente, el caracterizado carlista D. Mariano de Echevarría, oficial en la última guerra, y hoy uno de los colaboradores de punta de El Basco, y médico de profesión.

El que esto escribe, presidente del Euskeldun y Director de BIZKAITARRA, que estaba presente en el Batzoki, salió enseguida a la puerta, y después de saludarse con aquél, se entabló entre ambos en el mismo descansillo de la escalera, el siguiente diálogo:

Echevarría.– Vengo con una comisión, que por lo patriótica que es y obsequiosa para ustedes, espero será aceptada en el momento.

Arana.– Veamos qué es ello.

E.– Se trata de celebrar el domingo un banquete en obsequio del Sr. Azkue autor de la preciosa zarzuela Vizcay’tik Bizkai’ra, para protestar contra la multa que el Gobernador impuso a esta sociedad por llevar a efecto un acto análogo. El Sr. Azkue ha aceptado ya la invitación. Pero el banquete se ha de realizar con representaciones de los cuatro partidos católicos que hay en Bilbao. Hemos contado ya con integristas y euskalerriacos y vengo a invitar a ustedes. Como, le he dicho el objeto es obsequiar nuevamente al Sr. Azkue, para protestar de este modo contra la multa del Gobernador.

A.– Entonces ¿el banquete piensan ustedes tenerle en... ?

E.– En el Amparo.

A.– Eso es: en el mismo sitio en que se celebró el de la multa. Y ¿le avisarían ustedes previamente al Gobernador, a fin de guardar la retirada?

E.– Precisamente.

A.– Muy bien. Y ¿tendría que pasar de veinte el número de comensales?

E.– Justo.

A.– Perfectamente. Y ¿tanto mejor, si el Gobernador enviaba su delega al banquete?

E.– Es claro: le haríamos oír cosas muy poco gratas a oídos de maketos.

A.– Buena idea, ja, ja: No rabiaría poco. Haga usted el favor de pasar.

(Y entramos en el batzoki.)

A.– Tome usted asiento.

E.– Gracias.

(Nos sentamos. Varios socios entonan en aquel momento, acompañados al piano, el clásico cantar bizkaino de las hilanderas.)

A.– Quedo enterado. Pero, como usted comprenderá Echevarría, no puedo contestarle aún. Soy uno de tantos socios en este, asunto...

E.– Ya ve usted que es bien patriótico. Es preciso contestar con una manifestación de este género a las injurias que el Sr. Azkue en su persona o en su obra ha recibido del elemento liberal y maketo. Para ello debemos tomar parte en la manifestación los cuatro partidos católicos: el de ustedes, el euskalerriaco, el integrista y el carlista. Es preciso hacer ver al Gobernador los maketos todos la fuerza con que contamos y cómo nos unimos todos los vascongados contra el maketo. Este odio a los maketos nos identifica a todos. Tanto como ustedes los odiamos nosotros.

A.– ¡Hum! No es bastante ni mucho menos.

E.– El acto es bien patriótico. Esta sociedad podrá enviar una representación compuesta de siete u ocho de sus miembros y...

A.– Está bien; sólo puedo contestarle a usted lo siguiente: respecto a la sociedad, nada puedo decirle. Estas cosas transcendentales, las resuelve aquí la Junta General, pero el Reglamento establece que, en los casos urgentes, las decida la Junta Directiva por votación secreta como acostumbramos siempre. Debiendo ser pasado mañana el banquete, no hay tiempo para convocar a Junta General: lo resolverá, pues, la Junta Directiva; para mañana mismo la convocaré. Esto, por lo que a la sociedad se refiere. Por lo que toca a mi opinión particular en el asunto, tampoco puedo dársela, porque cosa seria es ésta que no debe contestarse en el momento.

E.– Yo le ruego a usted, Arana, influya para que esta sociedad acepte la invitación y envíe sus representantes a un acto tan patriótico.

A.– Le repito que mañana mismo convocaré a la Junta Directiva, y ella resolverá y le comunicaré a usted lo que determine.

E.– Entonces ¿podré pasar por aquí mañana a las... ?

A.– No, no debe usted molestarse en venir. Yo le remitiré la respuesta por escrito. ¿Para qué hora la necesita usted?

E.– Pues nosotros iremos al Amparo a la noche.

A.– Está bien. Para el anochecer, espero poner en sus manos la resolución de la Junta. (Nos levantamos.)

E.– Muy bien, muchas gracias.

A.– Y a usted también por habernos traído el aviso. (Al llegar a la puerta:) Echevarría: es usted bizkaino, y acaba de pisar una sociedad a la que podrá usted pertenecer cuando deje de ser españolista.

E.– Ya sabe usted, Arana, que en lo sustancial estamos conformes.

A.– Nada de eso: es un error. Adiós. En particular, puede mandar a su servidor.

De la puerta volví a una sala en que estaban dos miembros de la Junta Directiva y les referí la entrevista. Supe entonces que el Sr. Azkue había ya efectivamente aceptado la invitación, cosa que nos pareció muy natural, porque el autor de Vizcay’tik Bizkai’ra puede como tal y en particular aceptar en obsequio, venga de donde viniere, un banquete con el que quiera demostrársele simpatía por el contenido de su obra, que es precisamente patriótico, sin ápice de españolismo.

Recomendé a los Junteros la mayor reserva hasta la sesión, a fin de que no llegara antes de tiempo a oídos de los carlistas nuestra actitud.

DIPLOMACIA BIZKAINA

A las dos y media de la tarde del día siguiente, 16, se reunió en sesión extraordinaria la Junta Directiva, asistiendo nueve de sus individuos. De los otros cuatro, tres estaban ausentes de Bilbao.

Abierta la sesión, di cuenta del objeto de la misma, relatando detalladamente mi entrevista con el Sr. Echevarría, y dando mi parecer acerca del motivo que pudieran tener los carlistas para hacernos aquella proposición, y del fin que pudieran perseguir. El motivo me pareció el de las conquistas que realiza nuestra bandera: fuera de nuestro partido tiene la política nacionalista muchas simpatías; del carlismo van desertando sujetos de gran valer para pasarse a nuestro campo, y muchos hay en su seno que van insensiblemente adhiriéndose a nuestras doctrinas, y a medida de esto enfriándose en carlismo. El fin inmediato supuse sería el de hacer ver que en el fondo son idénticas la política carlista y la nacionalista, y que sólo se diferencian en los procedimientos, para evitar inminentes decisiones. También hablé del fin remoto; pero éste lo adivinará el lector.

Inmediatamente, concedí la palabra a los demás Junteros. Todos hablaron, y todos, sin excepción, para rechazar la invitación carlista. Citaré algunas de las frases que recuerdo:

– Reunirnos en un banquete político con partidos españolistas, sería nuestra muerte. Para este viaje...

– ¿Para qué es el partido nacionalista, sino para luchar con el españolismo? Luchar políticamente contra los mismos con quienes nos unimos en un banquete político, no puede ser.

– Antes la muerte que confundirnos con los españolistas.

– No es posible acepte esta sociedad la proposición que se nos hace. Pero suponiéndolo posible, ahora mismo dejaría de ser socio como fuese aceptada.

– Son enemigos de nuestra Patria. Nada de alianzas con ellos, si hemos de ser patriotas.

– ¿Cómo hemos de celebrar banquete, en tiempo de paz, a una misma mesa, con quienes, si son consecuentes con sus ideas, estarán en tiempo de guerra enfrente de nosotros?

– ¡Creerán los carlistas que somos como ellos, que por un plato de lentejas son capaces de vender su misma doctrina política, como hicieron Ampuero y Zubiaga!

– Sepan hoy los españolistas que nuestro partido sólo quiere o vencer solo o morir honrosamente. Y sepan a qué atenerse en lo sucesivo y no nos vengan más con peticiones de unión o alianza.

– La mejor diplomacia es la línea recta, porque es la que mejor se entiende la que gana más corazones y la de adeptos más firmes.

– Sólo cuando perdamos la razón y seamos locos como nos llaman, podrán esperar nuestro apoyo los españolistas. Mientras estemos cuerdos, nada pretendan de nosotros.

Visto el unánime parecer de los Junteros, les dije:

– Ahora voy a hablar a ustedes como Calificador. Ya alguno de los Junteros ha indicado que en el Reglamento debe de estar previsto este caso. Concretamente no puede estarlo; pero yo, como Calificador, declaro a la Junta que lo encuentro en el siguiente articulo: "La Sociedad podrá coaligarse con elementos extraños, sean colectivos o individuales, únicamente para llevar a cabo: manifestaciones de simpatía por alguno de los puntos de doctrina que se contienen en el Lema bizcaino explanado en el Capítulo II, y cuando no se siga menoscabo de ninguno de ellos, ni redunde el acto en prestigio de algún partido anticatólico o españolista a expensas de las doctrinas que profesa la misma Sociedad. En caso contrario, no sólo no podrá hacerlo, sino que prohíbe, bajo pena de expulsión, lo hagan los socios individualmente." Este artículo es, como saben ustedes, uno de los irrevocables. Ahora bien: el acto de estar representada esta sociedad en el banquete proyectado ¿redunda en prestigio de algún partido españolista a expensas de las doctrinas nacionalistas? Sí: porque uniéndonos en ese banquete con los carlistas (prescindamos de los otros) haríamos ver que hay algo patriótico (todo lo que se contiene en la zarzuela) que los une con nosotros; que en el fondo somos los mismos; que las diferencias son accidentales y de forma. Esto le convendría al partido carlista, y sería nuestra ruina. Luego el asunto de que tratamos está ya previsto en el Reglamento. Este, pues, nos impone la obligación de rechazar el ofrecimiento de los carlistas. Y después de esta sesión, al divulgar entre los socios como conviene, lo que en ella se ha tratado y resuelto adviértanles ustedes también que les está prohibido, bajo la pena de expulsión, el asistir a ese banquete. Si les he dejado a ustedes hablar, como Presidente, antes de interpretar el Reglamento, ha sido por ver lo que espontáneamente sienten ustedes acerca del asunto. Ahora veo que ustedes y el Reglamento sienten y juzgan de la misma manera, y puedo asegurarles que he gozado realmente al oírles emitir con tanto entusiasmo su patriótico parecer, si bien es cierto que no esperaba otra cosa. Mas para ver más claramente, por vía de prueba, cuál es la espontánea opinión de la Junta, prescindamos por un instante del Reglamento, y emitamos libremente nuestros votos en secreto.

En la urna de la votación no aparecieron más que bolas negras (las nueve; pues el Presidente no tiene más votos que los demás), y quedó por consiguiente rechazada por unanimidad (por si no bastaba el Reglamento) la proposición hecha al Euskeldun por el Sr. Echevarría.

A las ocho de la noche se le remitía a éste la contestación, que fue la siguiente:

"Sr. D. Mariano de Echevarría.

E. P. M.

Bilbao, 16 Marzo 1895.

Muy Sr. mío: Reunida en Sesión extraordinaria, como anoche se lo prometí a V., la Junta Directiva de Euskeldun Batzokija, ha quedado enterada de la proposición que V., comisionado por la Sociedad Tradicionalista y en inteligencia y conformidad con el Círculo Católico Vascongado y el llamado Euskalerría, presenta a nuestro partido, de unirse con los tres españolistas que esas Sociedades representan, para celebrar, en obsequio del Sr. Azkue, un banquete que constituya una verdadera protesta contra la multa impuesta hace poco por el Gobernador español a nuestro Batzoki.

Deliberado convenientemente el asunto, y puesto luego a votación secreta, ha sido rechazada por unanimidad la invitación presentada por V., acordándose contestar en la siguiente forma:

1.º Los partidos carlista, integrista y euskalerriaco son españolistas, y, por lo tanto, enemigos de Bizkaya. El partido nacionalista bizkaino no debe aliarse o coaligarse, ni se aliará ni coaligará jamás con los que son enemigos de Bizkaya los cuales son, por lo mismo, enemigos declarados suyos. Este partido nacionalista sólo ha nacido y vive para la Patria, que es Bizkaya libre en Euskeria libre: y en el punto y hora en que se aliara con los partidos españolistas, dejaría de ser bizkaino patriota.

2.º Ese favor y obsequio que los tres partidos españolistas citados quieren hacer al nacionalista bizkaino, lo rechaza éste, sin agradecérselo en lo más mínimo, porque de manos enemigas de Bizkaya no quiere nuestro partido recibir obsequios cuya aceptación en vez de honrarle sólo podría redundar en grave mengua de su honor.

Es cuanto, en cumplimiento del cargo que me está conferido en el Euskeldun, debo comunicar a V.

B. S. M.

El Presidente, SABINO DE ARANA Y GOIRI"

(Sello de Euskeldun Batzokija. Bilbao)

FUGA QUE NO SALVA

– No tiene más escapatoria que negar viniera en representación de la sociedad carlista -se decía en la nuestra al mandar la carta- y lo hará seguramente.

En efecto, de once a once y media de la noche recibí en casa la siguiente carta. Es copia exacta del original.

"Sr. D. Sabino de Arana y Goiri.

Bilbao.

Mi estimado amigo: En este momento llego a casa y leo su carta que me asombra sobremanera el giro que quiere V. dar a la invitación puramente amistosa que hice a V. ayer para que unidos unos cuantos amigos defensores de Jaungoikua eta Foruak y que militamos en diferentes partidos, obsequiáramos con una comida al virtuoso sacerdote D. Resurrección Mª de Azkue.

Yo no fui a hablar a V. en representación de ningún partido político ni de ninguna sociedad de recreo, yo no llevaba más representación que la mía propia, y lo mismo que a V. hablé a algunos amigos de la Euskalerría y de los integristas y puedo asegurarle que ninguno ha interpretado en el sentido de V.

Le ruego a V. rectifique esa interpretación que ha dado a nuestra entrevista de ayer; pues vuelvo a repetirle que mi proposición fue simplemente la de un amigo que deseaba ver reunidos en una mesa a diferentes amigos de diversas opiniones para aplaudir juntos y alabar como se merece la preciosa zarzuela bascongada Vizcaytic-Bizkaira por lo mismo que tanto interés pone el liberalismo para desprestigiarla.

Dispénseme V. que a esta hora le moleste en gracia a mi deseo de que aparezca la verdad tal cual es.

Se reitera de V. affmo. amigo

y B. S. M.

MARIANO DE ECHEVARRIA

Bilbao, a 16 de Marzo de 1895."

Echevarría quería negar con esta carta lo que, no una, sino muchas veces, manifestó en su entrevista: porque a nosotros nada nos importa que no dijera venía en representación de la Sociedad Tradicionalista; lo que hace al caso es lo siguiente:

1.º Dijo Echevarría que el objeto del banquete era el obsequiar al Sr. Azkue, para protestar contra la arbitrariedad que el Gobernador llevó a cabo contra nosotros.

2.º Dijo que los cuatro partidos citados (el carlista, el integrista el euskalerriaco y el nacionalista), o lo que es lo mismo, que las sociedades que respectivamente tienen en Bilbao, enviarían su representación al banquete, y que va estaban ellos (los carlistas) convenidos con los euskalerriacos y los integristas, y que sólo faltaba nuestra conformidad. Luego el banquete hubiese sido de carácter oficial, y no particular.

3.º Dijo que el banquete sería una manifestación anti-liberal y anti-maketa a la vez: luego era una manifestación política, y una comida de amigos.

El primero de estos puntos, se lo calla Echevarría, en su carta, porque no le conviene aparezca que vino a ofrecernos un favor a los nacionalistas, pues fue rechazado sin miramientos e hizo una plancha tan colosal.

El segundo y el tercero, los niega en la carta; pero el segundo queda confirmado con las palabras "lo mismo que a V. hablé algunos amigos de la Euskal-erría y de los integristas", y el tercero con éstas: "para aplaudir juntos y alabar como se merece la preciosa zarzuela... por lo mismo que tanto interés pone el liberalismo para desprestigiarla". Quiso negar Echevarría lo que había dicho y lo que hizo es ratificarse.

De lo que Echevarría escribió en esa carta y dijo en su primera entrevista, y en la que luego referiré, y de todo lo ocurrido, se infiere palpablemente que vino al Euskeldun comisionado por la plana mayor de la Sociedad Tradicionalista; así como también parece deducirse que es falso que el Círculo integrista y la sociedad Euskalerría pensaban enviar sus representantes al banquete, sin embargo de que así me lo aseguró el embajador carlista.

Pero antes de comentar el suceso, voy a trasladar la segunda entrevista. No insertaré ni más ni menos de la que se dijo; y habrá frases enteras materialmente exactas.

LA EMBAJADA

Serían las cuatro y media de la tarde del domingo, 17 (día señalado para el banquete), cuando del Euskeldun bajaron unos cuantos socios para dar un paseo. Salía el último el que esto escribe.

En la puerta me encontré con el Sr. Echevarría. Fracasó el banquete -dije para mis adentros. Mis amigos se alejaron, y yo me quedé a aguantar al importuno diplomático. A unos pasos de nosotros estaban D. Simón de Oleaga, jefe de los carlistas en el Municipio bilbaino, y D. Guillermo de Gondra, Presidente de la Sociedad Tradicionalista, los cuales no entraron en escena desde el principio.

En la misma puerta entablamos el siguiente diálogo:

Arana.– Hola, Echevarría.

Echevarría.– Buenas tardes, Arana. ¿Recibió V. mi carta anoche?

A.– Sí.

E.– Me extraña mucho haya dado V. un giro que no tenía el asunto, y creo habrá rectificado ya su errónea interpretación.

A.– Dígame usted. ¿No me dijo anteanoche que el banquete había de darse por representaciones de los cuatro partidos?

E.– Eso sí, pero...

A.– Pues eso me basta.

E.– Pero yo no...

A.– Y ¿no me dijo V. que el fin principal del banquete era el de protestar contra la multa del Gobernador?

E.– Eso también, pero ...

A.– Pues con eso y lo otro tengo de sobra.

E.– Pero yo no dije que venía en representación del partido carlista.

A.– Ni lo dijo usted, ni hacía falta que lo dijera. Tampoco en nuestra carta consta semejante cosa; ni yo haré más que consignar sus mismas palabras de usted, los mismos hechos..., de éstos y de aquéllas deducirá el lector lo que le parezca.

E.– Pero ¿va usted a publicarlo?

A.– Absolutamente todo: la entrevista que tuvimos anteayer, la contestación de la Junta Directiva, su carta de usted; todo, con todos los pelos y señales.

E.– Pero mi nombre no aparecerá.

A.– También su nombre y apellido, y los míos.

E.– Pero no dirá usted que yo dije era comisionado por el partido carlista.

A.– Yo no diré más ni menos que lo que ha ocurrido y hemos hablado todo, sin dejar nada, y con la más escrupulosa exactitud.

E.– Pues debe usted saber que yo no vine comisionado por ningún partido ni sociedad; que la idea fue mía propia y particular, y que como tal se la expuse a varios amigos míos que militan en los cuatro diferentes partidos...

A.– Pero, vamos a ver. Y ¿quién le ha dicho a usted que es amigo mío? ¿De cuándo acá nosotros amigos? ¿Cree usted que la amistad se labra y establece con tanta facilidad como la establecen los periódicos que a cualquiera llaman amigo? ¡Ca, hombre, ca!

E.– Pues yo en esa forma vine...

A.– Pues no debía haber venido.

E.– En esa forma vine, y no como representante del partido carlista.

A.– Le he dicho a usted que todo aparecerá según resulte de sus palabras y su carta, de las mías y de los hechos todos. Y debo advertirle que esa carta de usted estaba prevista por nosotros aun antes de la sesión de la Junta Directiva. Pero, mal que les pese a ustedes, esa carta viene a confirmar la exactitud de la interpretación que nosotros dimos a sus palabras, y que usted dice ser errónea.

E.– Pero no dije que venía en representación de ningún partido.

A.– Nada importa. Con lo que se dijo y se ha hecho basta. El lector sabrá interpretarlo. Y hemos concluido... Adiós, porque se me van los amigos de paseo.

E.– Espere usted aún. No quiero que aparezca mi nombre en el periódico. Esto cuando menos.

A.– Pues aparecerá. Comprendo que queda usted en muy mal lugar para con el partido carlista. Pero usted sabrá lo que ha hecho. Eso no es cosa que me importe a mí.

E.– Y yo le aseguro a usted que el banquete se ha de realizar.

A.– Y ¿a nosotros qué?

E.– Que asistirán a él individuos de esta sociedad de ustedes.

A.– Difícilmente, porque el Reglamento se lo prohíbe bajo pena de expulsión.

E.– Pues asistirán.

A.– Y serán expulsados al día siguiente, y en paz.

E.– Pues asistirán, porque son amigos míos y me tienen dada su palabra.

A.– Poco nos conocen ustedes. Para nosotros, antes que cualquiera amistad está la Patria. De manera que ¿no han celebrado ustedes el banquete?

E.– No.

A.– Y ¿cómo le dejan ustedes así al Sr. Azkue? ¡Qué feo le han hecho!

E.– Ya le hemos avisado la suspensión del banquete. (En aquel momento llegamos a la acera del Arenal, y se nos acerca Oleaga.)

Oleaga.– Buenas tardes.

E.– Mire usted, Arana: Aquí tiene uno de los que venían al banquete; él le podrá a usted decir en qué forma invité yo...

O.– A mí vino aquí Echevarría hablándome del banquete como idea suya particular, e invitándome como a amigo.

E.– Ni más ni menos, y aquí Arana se empeña en interpretarlo de otro modo y en dar publicidad a lo ocurrido.

A.– Efectivamente: publicaré en BIZKAITARRA todo cuanto se ha dicho y hecho, sin ocultar nombre alguno; y mi interpretación será la que dará el lector.

E.– Pero ¿por qué publicarlo?

A.– Eso yo me lo sé.

O.– (A Echevarría.) Dejarle que escriba. Ya se le contestará.

A.– Pues es claro.

E.– Pero oiga usted, Arana. Lo único que nosotros pensamos fue el reunirnos unos cuantos individuos de los cuatro partidos católicos para obsequiar con un banquete al Sr. Azkue y protestar de este modo contra la multa del Gobernador: en una palabra, para hacer una manifestación antiliberal y antimaketa.

A.– Ya: y los comensales serían católicos para lo primero y euskerianos para lo segundo. ¡Sí, todo eso lo entiendo perfectamente! Pero nosotros no podemos ir a ninguna parte del brazo de los españolistas.

E.– De todas maneras, ya sabe usted, Arana, que en lo sustancial coincidimos, somos los mismos.

A.– ¡Gravísimo error!

E.– ¿No quieren ustedes Dios y Fueros? Pues también en nuestro lema...

A.– ¡No, hombre, no! Ese Dios y Fueros es lo mismo que Dios y Patria, y el lema Dios y Patria cabe igualmente entre bizkainos, como entre españoles, entre franceses o entre americanos. Ha dicho usted un disparate, y se lo voy a demostrar. Ni en lo sustancial ni en pizca de lo accidental se identifican nuestras políticas. La política, es el gobierno o régimen del pueblo; para que haya política, es preciso contar primero con un pueblo. Luego éste, el pueblo, es lo más sustancial de la política. La política carlista tiene un pueblo, otro distinto la nuestra; ustedes son españolistas, nosotros bizkainos nacionalistas; no hay, pues, afinidad ni paridad alguna entre nuestras políticas; nos separa una frontera.

O.– Eso, en la opinión de usted.

A.– (A Oleaga.) Está bien. (A Echevarría.) ¿A esto me ha llamado usted? ¿A discutir? Pues yo no he venido a discutir, porque sería inútil.

O.– Tampoco hemos venido a sentar dogmas.

A.– (A Echevarría.) Adiós.

(Me separo de ellos. Pero Echevarría me llama de nuevo, y cogiéndome amigablemente del brazo vuelve a la carga. Hasta entonces a mi derecha iba Oleaga, y a mi izquierda Echevarría; pero de allí, Oleaga pasa a la izquierda de Echevarría, y a la suya se coloca Gondra, que llega en aquel momento. Tal vez por estar tan lejos, no habló conmigo el último en toda la tarde. Con Oleaga habla de vez en cuando. Este nuevo refuerzo le llegó a Echevarría al entrar en el tercer salón del Arenal.)

E.– Vamos a ver. Es necesario que se convenza usted de que yo no invité a ustedes comisionado por el partido carlista.

A.– ¡Dale bola! No lo afirmó usted, mas tampoco lo negó. Pero ¿y qué significa todo lo demás? Y ¿qué es lo que entendió usted cuando le dije que el asunto era muy transcendental, que lo tenía que resolver la Junta General, pero que, como no había tiempo, lo decidiría la Junta Directiva, y que ni aun mi particular parecer podía exponerle, porque la cosa era muy seria para ser contestada en el momento?

O.– Pues a mí me parece que no revestía tanta importancia: porque el reunirse en un banquete elementos de opiniones distintas es lo más natural del mundo, tanto como esto de venir ahora de paseo.

(Entre Gondra y Oleaga se cruzan algunas palabras desarrollando esta argumentación con la conformidad más completa: lo cual revela que ambos señores han estado muy metiditos en el asunto.)

A.– Pues... no lo crea usted. Y lo que tampoco es muy natural y correcto es lo que han hecho con Azkue... ese desaire!...

E.– Pero, Arana. ¿No ve usted que eso de publicar mi nombre no es necesario ni oportuno? ¡Si puede usted relatar perfectamente lo acaecido sin citarme!...

A.– Pero ¿qué quiere usted? Mi BIZKAITARRA es claro y al relatar un hecho histórico o un suceso que merezca la pena, no tengo más remedio (y es mi costumbre) que sacar a relucir los nombres de los sujetos que en el suceso hayan intervenido.

E.– Ustedes han creído tal vez que íbamos a utilizar este banquete como arma de partido, en provecho del carlista. Pero nuestro objeto...

A.– No sé de dónde saca usted eso. En la carta que anoche le dirigí a usted se los trata por igual a los tres partidos españolistas católicos. A ninguno se le diferencia en nada de los otros.

(Media un breve silencio. Enfrente del Ayuntamiento distingo a mis amigos que me están esperando para subir a Begoña.)

A.– Lo que le han hecho ustedes a Azkue ¡sí que es vergonzoso! (les dije por tercera vez ).

O.– De eso usted no debe hablar, porque no aceptó la invitación.

A.– Pero sí diré que es por demás extraño que porque nosotros no hayamos aceptado la invitación, haya fracasado el banquete. ¿Eramos nosotros más que la cuarta parte de los comensales? ¿No eran bastantes los tres partidos que quedaban, para que fuese lucido el banquete? ¿Tal vez el partido nacionalista él solo, daba más importancia al banquete, que los otros tres sumados? ¿Es éste el partido que se compone de cuatro locos?

(Gondra se sonrió.)

E.– Nunca hubiese creído que habían ustedes de rechazar una proposición tan razonable. Y ¿no me dijo usted, Arana, que la idea le parecía buena?

A.– Felicísima, efectivamente, me pareció la idea de que fuese el Amparo el lugar elegido para el banquete, de que se le avisase al Gobernador con veinticuatro horas de anticipación, de que el número de los comensales pasase de veinte y de que el Gobernador enviase allá su delegado. Todo esto me pareció muy oportuno acordasen ustedes, dado que el fin del banquete era el protestar contra la multa impuesta por el Gobernador a nuestro batzoki, por haber celebrado un acto idéntico en el mismo sitio, etc. Pero parecerme buena la idea de celebrar el banquete y digno éste de ser aceptado por nosotros,.. (Sonriendo.) No lo diga usted, porque no lo creerá nadie.

E.– Pues yo así lo pensé.

A.– Es claro. Ustedes me tienen por intratable y cuando vio que le recibía a usted sonriendo, le pasaba al Batzoki, le hacía tomar asiento y le convidaba a mojar el gaznate, se dijo usted para su gabán: ¡ya ha caído, ya es nuestro! ¡Ja, ja, ja, ja!

E.– Pero al menos, Arana, por amistad, no me cite usted en el periódico.

A.– Le repito a usted que no hay que yo sepa ninguna amistad entre nosotros. Sé, por otra parte, que colabora usted en El Basco, cómo o en qué forma colabora usted, y...

E.– ¿Se ha sentido usted acaso alguna vez herido por mis escritos?

A.– ¿Yo herido por usted? No es fácil herirme a mí. Pero que las ganas de herirme no le han faltado, eso es muy posible, probable y aun seguro.

E.– (Hablando consigo mismo.) Pero ¡señor!... rechazar una proposición tan aceptable... obstinarse tanto...

(Llegábamos entonces cerca del puente de San Agustín.)

A.– Creo, señores, que se han enterado ya de nuestra actitud y de lo que pienso hacer. Buenas tardes.

(Oleaga y Gondra siguen adelante sin volverse para saludar; Echevarría se vuelve y me alarga la mano.)

E.– Pero, Arana...

A.– Lo dicho, y nada más. En particular, puede usted, Echevarría, disponer de este servidor. Pero ya saben ustedes: en política, nada de alianzas, fusiones, ni confusiones. Adiós.

NOTAS

El partido carlista, tenido por fuerte y altivo y disciplinado e intransigente y puro ¡llamando hoy, humillada la frente, a la puerta del nacionalista, para hacerle un obsequio, a trueque de parecer bizkaino!

Verdad es que mediante esto hubiese hecho algún negocio político en época más o menos cercana... y habría conseguido desprestigiar al partido nacionalista, llamado loco por los labios, pero temido por los corazones españolistas, porque es lo único que convence en Bizkaya a toda mente sana, lo único que satisface a todo pecho noble.

Y cierto es que aquél ya en otras muchas ocasiones ha dado pruebas más de vileza que de dignidad. Y si no, ahí está el distrito de Durango, en el cual, capitaneado por D. José María Ampuero, estuvo a punto de elevar sobre el escudo a don Víctor I, Viseñor de Vizcaya; y más al norte el de Gernika, donde D. Román de Zubiaga le puso al servicio del liberalismo, a cambio de unas pesetas; y por todos lados, distritos y ayuntamientos que han sido teatros de infames contubernios realizados entre ese partido y sus mismos enemigos. No le bastaba al carlismo bizkaino ser una aberración, y ha llegado a caer en la más despreciable indignidad!

De esta suerte ha tenido hoy el cinismo de ofrecerse obsequioso y pedir el brazo al partido que le considera traidor a la Patria, para tenderle así, cual fementido español, las redes de la deslealtad e infundir en su espíritu el pútrido soplo del suyo corrompido... pero el partido nacionalista es bizkaino... y el fiasco del carlista ha sido grandemente bochornoso.

Según nuestras noticias, no son solamente los señores Echevarría, Oleaga y Gondra los promotores del frustrado banquete y sus consecuencias, sino también el español o maketo D. José Liñan, Director de El Basco, y algún otro euskeriano cuyo nombre no citamos por lo respetable que es para nosotros el carácter de que está investido.

Dedúcese que el carlista del pueblo, sobre estar engañado desde el momento que le hacen creer que la política carlista es bizkaina, está también vendido por sus mismos jefes, que le ponen al servicio de causas extrañas a la de D. Carlos.

Siempre diremos que la política carlista es la que más daño hace a Bizkaya, y por consiguiente su mayor enemiga, pues que es entre los españolistas la que tiene extraviado a mayor número de gentes honradas y animadas de sanas aspiraciones.

* * *

En caja ya el número, hemos sabido que el señor Echevarría se había acercado a un distinguido miembro de la Euskalerría, invitándole al banquete; pero que el euskalerriaco le contestó:

– Para ir en representación de la Euskalerría, carezco de atribuciones. Pero asistiré como particular.

– Podría usted comunicar el asunto a otros consocios (le dijo Echevarría).

– Es tarde para eso, pues que el banquete será pasado mañana (observó el euskalerriaco).

De los integristas, nada sabemos."

Bizkaitarra, Bilbao, nº 23, 24 de marzo de 1895

"La pureza de raza" (Bizkaitarra, Sabino Arana, 31 de marzo de 1895)

La pureza de raza

La pureza de raza más comúnmente conocida con el nombre de limpieza de sangre, y desde que en Bizkaya comenzó a usarse la terminología de España, con el de hidalguía originaria, nobleza originaria, etc., es uno de los fundamentos políticos contenidos en el término segundo de nuestro lema, Lagi zarra (Ley Vieja) (1).

Creen no pocos, al oírnos hablar de pureza de raza, que de un modo tan absoluto la establecemos en la política nacionalista, que en el momento en que Bizkaya consiguiera su independencia perdida, sería expulsado de su territorio todo el que en sus venas tuviera sangre extranjera, aunque sólo fuese una gota.

Es semejante esta creencia a la de suponer que queremos restablecer tan detalladamente el antiguo Fuero, que no había de exportarse de Bizkaya ni un kilo de mineral, como se hiciera independiente.

Y es que están los bizkainos tan poco educados en política patria, que confunden lo esencial con lo accidental, y no saben que cada una de las leyes escritas contenidas en el Fuero y cada una de las leyes de costumbre que se descubren en la historia de Bizkaya puede ser totalmente esencial o totalmente accidental, o en parte esencial y accidental en parte; ni saben que lo esencial es irrevocable, necesario y que no puede variar con el transcurso del tiempo, mientras que lo accidental es mudable, contingente y puede modificarse, ampliarse, reducirse o totalmente suprimirse según las circunstancias por que atraviese la nación.

De no comprender esta distinción de leyes nace también el considerar como institución esencial en Bizkaya la forma señorial (error común a todos los partidos españolistas) la cual es de lo más accidental y, por consiguiente, derogable que hay en el Fuero.

¿Qué es, pues, lo que respecto de la pureza de raza se contiene en el programa nacionalista?

Puede reducirse a los puntos siguientes:

1º Los extranjeros podrían establecerse en Bizkaya bajo la tutela de sus respectivos cónsules; pero no podrían naturalizarse en la misma. Respecto de los españoles, las Juntas Generales acordarían si habrían de ser expulsados, no autorizándoles en los primeros años de independencia la entrada en territorio bizkaino, a fin de borrar más fácilmente toda huella que en el carácter, en las costumbres y en el idioma hubiera dejado su dominación.

2º La ciudadanía bizkaina pertenecería por derecho natural y tradicional a las familias originarias de Bizkaya, y en general a las de raza euskeriana, por efecto de la confederación; y, por concesión del poder (juntas Generales) constituido por aquéllas y éstas, y con las restricciones jurídicas y territoriales que señalaran, a las familias mestizas o euskeriano-extranjeras.

He ahí la doctrina nacionalista que a muchos bizkainos extranjerizados en las ideas o en la sangre, o emparentados con familias de raza extraña, los aterra como espantoso fantasma; porque no comprenden que es una simple y fiel copia de una de las bases políticas contenidas en el Fuero y en la historia de Bizkaya, o porque no quieren acomodarse ellos a las instituciones patrias, sino que éstas se adapten y amolden a su capricho. Y es el caso que una Bizkaya cimentada sobre otras bases fundamentales que las determinadas en su Fuero e historia, simbolizadas por el Roble de Gernika y proclamadas por el partido nacionalista, no seria una Bizkaya bizkaina, sino una Bizkaya maketa.

Pues ¿qué? ¿Es acaso la tierra que pisamos lo que constituye la Patria? ¿Qué más nos da tener una Bizkaya libre aquí entre estas montañas, como tenerla en otra parte? Solamente nos importaría esto lo que a aquel que, al trasladarse de domicilio, se ve precisado a dejar la casa en que naciera y se criara; y tan poco nos importaría a nosotros aquello como a éste le importara su traslado, con tal que lo hiciese acompañado de su familia.

Por el contrario: si se diera una Bizkaya, libre sí, pero constituida por la raza española, ¿sería en verdad Bizkaya? Sólo en los mapas; y de éstos en los políticos, que no en los etnográficos o de razas; y sería Bizkaya en aquellos solamente como estado independiente, no como estado constituido y legislado bizkainamente, pues la raza maketa no podría vivir con las leyes tradicionales de nuestra raza. De manera que no quedaría más que el nombre de Bizkaya, por causa de quedar el territorio que en otras épocas ocupaba la nación bizkaina. Verdad es que en ese caso valiera más le hundiera un terremoto a este último, para que así desapareciese también el nombre.

Pero vamos extendiéndonos más de lo que nos proponíamos en este artículo, en el cual no pensamos exponer detenidamente lo que hay acerca de esta base política de las doctrinas patrias.

Nuestro único objeto ha sido el trasladar, por vía de testimonio fidedigno, un fragmento de una escritura del siglo XVI, española por su lengua y bizkaina por el asunto que en ella se ventila.

La escritura es original, y está manuscrita en fino pergamino y encuadernada con elegante pasta. Lleva el fello de plomo de Felipe 11 (I de Bizkaya) pendiente en filos de feda A colores, y en cada folio de los cincuenta y cinco de que consta, la rrubrica del escribano Martin de Ybarra.

Es la escritura de un pleito entablado ante la Audiencia de Valladolid (que entendía en los asuntos bizkainos en que el Señor, Por sus ocupaciones de Rey de España, no podía entender y fallar personalmente) contra los hermanos Esteban y Sant Juan de Albinogorta, naturales de Murelaga y domiciliados a la sazón en Murcia (España), a quienes delataba el lekeitiano Nicolás de Arteyta porque, decía, que aquellos aparecían y se mostraban en todo como hijosdalgo, sabiendo él que eran verdaderos pecheros del Señor. Perdió el pleito el demandante, pues quedó demostrado que los hermanos Albinogorta eran bizkainos originarios y por tanto hijosdalgo y nobles por naturaleza, y que ni sus antecesores pagaron, ni pagaban ellos, ni debían pagar nunca pecho o tributo ninguno al Señor de Bizkaya. Comenzó el pleito en 1587 y terminó en 1590. Declararon en él muchos testigos lekeitianos y murelaganos y aún algunos murcianos. De los bizkainos, todos pasaban de los sesenta años y había varios de setentaitantos y ochentaitantos años.

El fragmento que para nuestro objeto vamos a trasladar de la escritura original, es la declaración de un testigo que, por su profesión de escribano de Lekeitio y estar por ende versado en las leyes que en Bizkaya regían, es el de más valor jurídico. Sin embargo, advertiremos que todos los demás testigos bizkainos, originarios de raza e hijosdalgo declararon en idéntica forma.

El testigo que escogemos es Hernando de Barrena, de sesenta y tantos años de edad.

He aquí el fragmento de su declaración:

"E otrosí dijo: que de más de Cuarenta y cinco años aquella parte; de que este testigo se acordaba, e tenía buena noticia e memoria, avía visto que en la anteyglesia de Sant Juan de Murelaga y en las anteyglesias de Sant Pedro de Berriatu e Bolívar.

Nabarniz, Arbastegui y Hereno y en otras anteyglesias de su comarca que estaban en el Señorío de Vizcaya e tierra llana della, avía avido e avía ciertas casas labradoriegas que avían pagado y pagaban cierto pecho y tributo a nos cada un año, como casas labradoriegas, como tales labradores e hombres llanos, conocidos e diferenciados de los otros que avían vivido y vivian en las casas infanzonadas, que eran libres de dicho pecho e tributo; y era público e notorio e pública boz e fama en el dicho Señorío de Vizcaya, y este testigo avía oydo dezir después de aquella parte que se acordaba a sus mayores e más ancianos, que avían oydo dezir a otros más viejos, que los Señores que avían sido del Señorío de Vizcaya avían traido e trujeron al dicho Señorío hombres pecheros de fuera de dicho Señorío, de tierra de Alaba e su comarca, para que poblasen en dicho Señorío de Vizcaya, a los cuales era público y notorio que dieron las casas que al presente eran e avían sido tributarias e labradoriegas, e de hombres llanos que pagaban el dicho pecho e tributo, para que las tubiesen e poseyesen e gozasen con el dicho cargo, pecho e tributo, el cual impusieron e cargaron sobre las tales casas e tierras, que les dieron para que lo pagasen ellos e sus subcesores e descendientes a nos e cada un año, como al presente se pagaba en el dicho Señorío de Vizcaya por los que tenían e poseían las dichas casas tributarlas e labradorlegas: y esto avía sido y era público e notorio e dello tal la pública boz e fama e común opinión en el dicho Señorío de Vizcaya."

"Otrosí dijo este dicho testigo: que después aquella parte que este testigo se acordaba, avía visto que los hijosdalgo de la dicha anteyglesia de Sant Juan de Murelaga e Señorío de Vizcaya, avían procurado e procuraban con mucha instancia e cuydado de no entrar ni vivir e morar, por casamiento ni de otra manera, en las dichas casas labradoriegas, por no pagar los pechos señoriales que las dichas casas pagaban a los Reyes de Castilla (como Senores de Bizkaya); e no embargante, que algunos hijosdalgo fuesen a vibir e morar a las dichas casas labradoriegas, teniendo la descendencia por línea de varón de las casas e solares infanzonadas de hijosdalgo, en el entretanto que duraba la memoria de los hombres, eran avidos e tenidos e reputados por hijosdalgo, no embargante que pagaban los dichos pechos señoriales que devían las dichas casas; y por el consiguiente, los descendientes dellos (de los labradores o pecheros), aunque fuesen a vivir e morar a las dichas casas infanzonadas de hijosdalgo eran avidos e tenidos por labradores pecheros: por manera que conforme a las descendencias de cada uno, eran conocidos e diferenciados los unos de los otros, y esto que tenía dicho e declarado lo savía este testigo como vezino de la dicha villa de Lequeitio, que estaba a dos leguas poco más o menos de la dicha anteyglesia de Murelaga, e que avía tenido e tenía mucha notizia de lo suso dicho, por aver andado e tratado, después aquella parte que se acordaba, en muchas de las dichas casas labradorlegas y en las que no lo eran, e tener, como tenía, mucha notizia dellas e de cada una dellas, e lo había visto ansi ser e pasar como dicho tenia, sin aver visto ni oydo dezir lo contrario: lo qual todo, era la verdad, público e notorio, e la pública boz e fama, e la común opinión."

"Otrosí dijo: que savia y era verdad que los pleytos e causas de los que vivían y moraban en las casas labradoriegas de las anteyglesias que tenía de suso declaradas, y otras del Señorío de Vizcaya, se juzgaban e determinaban por las pragmáticas destos Reynos (de España), no embargante que las dichas casas estaban sitas e fundadas en la tierra llana (2) del Señorío de Vizcaya, y eran juzgadas por los Alcaldes hordinarios de las villas donde eran avecindados, y no se juzgaban por leyes del Fuero del Señorío de Vizcaya, por donde se juzgaban e determinaban todos los pleytos e causas de los cavalleros hijosdalgo de la tierra llana e Señorío de Vizcaya: y esto que dicho tenía de suso, lo savía este testigo como vezino e natural que era del Señorío de Vizcaya y escribano del número de la dicha villa de Lequeytio que había sido y era de muchos años aquella parte, e que avía tenido e tenía mucha notizia de lo suso dicho, e lo avía ansí visto ser e pasar: lo qual todo, era verdad, público e notorio."

"Otrosí dijo: que sabía y era verdad que los que vivían e moraban en las dichas casas labradorlegas avían tenido e tenían Merino aparte, que se nombraba Merino Chico, para hazer hejecuciones y entregas, el qual dicho ofixio hazían al presente los Prestameros de las villas del dicho Señorío de Vizcaya donde eran avecindadas las tales tributarias e labradoriegas; los quales (dichos Prestameros) no avían podido entrar ni entraban en las cassas e solares infanzonados de hijosdalgo, aunque estubiesen juntas unas con otras, ni hazer hejecución ni entrega en los hijosdalgo ni en sus bienes, e solamente las hazía el Prestamero Mayor de Vizcaya e sus Tenientes e Merinos; e los dueños de las dichas cassas labradoriegas daban al dicho Merino Chico una cassa labradoriega en que viviese y gozase sus frutos por su salario, e porque fuese su juez; y el conocimiento de las causas y negocios de los hijosdalgo del dicho Señorío de Vizcaya avía sido y era (incumbencia) de el Teniente General e Alcaldes del Fuero del dicho Señorío de Vizcaya e Corregidor, ni de otra justicia alguna: y esto savía este testigo por se aver allado presente muchas vezes en las Juntas que en el dicho Señorío de Vizcaya se avían hecho y hazían, ansí Generales como Particulares, e avia tenido e tenía mucha notizia de lo suso dicho, e lo avía visto ansi ser e passar despues aquella parte que se acordaba, sin aver visto ni oydo decir lo contrario, y era ansí la verdad, público e notorio, e pública boz e fama, e comun opinión."

"Otrosí dijo: que los dueños de las dichas casas labradoriegas e tributarias de las dichas anteyglesias del dicho Señorío de Vizcaya no avían sido ni eran admitidos a los ofizios que se avian dado e daban a los hijosdalgo del dicho Señorío, ni a sus Ayuntamientos (o juntas), ni avían sido ni eran admitidos a los dichos ofizlos de la dicha anteyglesia de Murelaga, ni a las juntas de los otros hijosdalgo della; y esto que tenía dicho lo avía visto ansí ser e passar este testigo después aquella parte que se acordaba, sin aver visto ni oydo dezir lo contrario, y era ansí la verdad, público e notorio, e pública boz e fama, e común opinión."

De todo lo dicho se deduce lo siguiente:

Bizkaya era en un principio una agrupación más o menos orgánica de Repúblicas constituidas por familias originarias o de pura raza bizkaina.

Cuando Bizkaya adoptó la forma señorial y nombró Señor, desagregó voluntariamente parte de su territorio, para cedérselo a aquél en concepto de moneda o retribución por el oficio que iba a desempeñar.

El Señor, para hacer producir a esas propiedades, trajo de tierra de Alaba y su comarca familias que habían de habitarlas y labrarlas, mediante el pago de la renta anual que les fijara. Esas tierras, desprendidas de las Anteigleslas, venían a entrar en la jurisdicción de las Villas más próximas, y tal es uno de los orígenes de los uriosos o porciones de tierra que las Villas tienen dentro de los límites de las Anteiglesias. Los labradores que las habitaban no eran, pues, bizkainos, y sí pecheros y vasallos del Señor de Bizkaya. Estos regíanse no por las leyes delFuero de Bizkaya, que era el código nacional y pertenecía a las anteiglesias, sino por las que el Señor de Bizkaya, a su capricho, les señalase; las cuales eran unas veces las del exótico Fuero de la Villa más cercana, y después cuando el Señor heredó el trono de Castilla, fueron siempre y de todos los labradores en general, las extranjeras leyes del vecino reino. Su autoridad ejecutiva era primeramente el Merino Chico, impuesto por el Señor de Bizkaya y a quien pagaban su cargo con una moneda y un yantar correspondientes al mismo; después lo fue el Prestamero de la Villa en cuya Jurisdicción se comprendieran; y su primera autoridad y verdadero Rey era el Señor.

Los ciudadanos bizkainos, por el contrario, eran originarios y de raza pura, y habitaban por lo general las Anteiglesias, sin intervenir en el régimen de las Villas y de las Casas censuarias o labradoriegas, y sin caer bajo su jurisdicción. Regíanse libremente por sus leyes de costumbre escritas y no escritas, libremente y por sufragio de las Anteiglesias (y en éstas a su vez, por sufragio de los cabezas de familia) elegían sus autoridades ejecutivas; y libremente legislaban en sus juntas generales. El Señor era un verdadero empleado suyo.

La suprema autoridad de Bizkaya eran las Juntas o asambleas generales (batzarrak) de los representantes o poder-habientes de los bizkainos originarios: a ellas exclusivamente pertenecían los poderes constituyente, deliberativo y legislativo, y ellas encomendaban el poder ejecutivo y el gobierno a quien la elección le favoreciese; ellas daban a los bizkainos propiamente tales u originarios las leyes por que habían de regirse; y ellas tenían derecho para otorgar o denegar a los extranjeros autorización para establecerse en territorio bizkaino, puesto que ellas voluntaria y libremente cedieron las tierras para las Villas y para el censo o moneda del Señor, que en muchos casos hubo de poblarlas con gente extraña.

Los bizkainos de entonces se cuidaban muy mucho de no emparentarse con los labradores (3), los cuales eran extranjeros, y de no avecindarse en las Villas, las cuales se poblaban en parte con gente advenediza, y no se regían por las leyes de la Nación, sino por el Fuero (comúnmente español) que el Señor, al fundarlas, les otorgaba.

En Bizkaya, pues, había dos razas: la originaria, que era incomparablemente la más extensa; y la mestiza o extranjera, que era entonces muy limitada. Pero no se confundían una con otra, sino que se mantenían separadas materialmente, y se diferenciaban por sus leyes y sus autoridades; ni ambas tenían los mismos derechos, puesto que la segunda estaba supeditada a la primera y recibía de ella como GRACIA (entiéndase bien) el derecho de establecerse en territorio bizkaino.

En estos fundamentos del derecho bizkaino se basa la doctrina nacionalista; y en ellos está basado el Reglamento de Euskeldun Batzokija, que tan estrecho les parece a algunos bizkainos que no respiran más que esta atmósfera de hoy saturada de españolismo.

Bizkaitarra, Bilbao, 31 de marzo de 1895


1. Varias veces hemos dicho ya que este término Lagi-zara comprende cuatro cosas, a saber: las leyes tradicionales esenciales, que constituyen el Código fundamental de Bizkaya, y se encuentran en el Fuero y en la historia patria; la raza tradicional, que es en esencia la euskeriana por la cual se constituye el pueblo bizkaino, único depositario en principio de los poderes constituyente, legislativo y ejecutivo, las costumbres y los usos tradicionales y característicos, que constituyen uno de los elementos diferenciales de la nacionalidad; y la lengua tradicional, que es el Euskera bizkaino, como idioma nacional.

2. Tierra llana de Bizkaya era llamada la de las anteiglesias, que pertenecía a las familias originarias, que eran todas infanzonas y nobles. Se llamaba llana no porque lo fuese físicamente (pues es la más montuosa) ni porque no fuese noble (pues era la de los hijosdalgo), sino porque estaba libre de tributos y pechos para el Señor.

3. Alaba a la sazón, como hoy, se componía en su mayor parte de raza mestiza o puramente extranjera, y de raza procedente de Bizkaya, en el resto. Tenemos por más verosímil fuesen de la primera los alabeses que vinieron acá de labradores, pues los de raza bizkaina tendrían bastante dignidad para no convertirse en siervos del Señor de Bizkaya. De todas maneras, para Bizkaya eran extranjeros políticamente todos los que no podían estar representados en las juntas Generales. Alaba, Gipuzkoa y Bizkaya no se han tenido desgraciadamente por hermanas hasta estos tiempos de españolismo y esclavitud. A Nabarra, todavía la tienen por prima. A Lapurdi, Zuberoa y Benabarra... por extranjeras. Solamente en nuestra política nacionalista se considera como hermanas de Bizkaya a las otras seis regiones de Euskeria: Alaba, Lapurdi, Gipuzkoa, Zuberoa, Nabarra y Benabarra.

"España" (Bizkaitarra, Sabino Arana, 31 de marzo de 1895)

España
(Ramillete escogido)

HIDALGUÍA ESPAÑOLA

Terminada la payasada del Riff como todos sabemos, arribó a Marruecos e internóse hasta su capital el general embajador de España D. Arsenio Martínez Campos, el César de la España contemporánea, siendo cortésmente recibido en todas partes y aun finamente agasajado por aquellas gentes que, a sentir de los españoles, están faltas de cultura y de nobleza.

Le tocó el turno al embajador de Marruecos, esto es, vino el día en que había de pasar a Europa y llegarse a la corte española... y los españoles, ¡nobles, hospitalarios, cultos y caballeros!, le saludan con estrepitosas silbas desde la costa a Madrid, y en esta villa, un general, todo un general, no un sargento o un soldado, le planta un par de bofetadas al inerme embajador.

Y el general Fuentes, que éste es su nombre, sigue sin novedad en su importante salud.

Y los periódicos españoles, tanto católicos como liberales, salen en su defensa, aplaudiendo su fazaña y ultrajando al marroquí. Lo cual demuestra que el general Fuentes, al hacer lo que hizo, se portó como buen español.

DIGNIDAD ESPAÑOLA

Quedó rebajada España, por el inaudito atentado, a los ojos de todas las naciones. Pero el remedio que adoptó fue peor que la enfermedad.

Para desagraviar al embajador extranjero, la nobleza española organizó una brillante soirée en los salones de la marquesa de Squilache, invitando a Sidi-Brisha y su séquito.

Decía un periódico de Madrid:

" ... hasta la Cruz del Redentor tuvo que inclinarse anoche, en desenojo de los moros ante la gloriosa y soberbia Media Luna."

"Sobre el pecho de la marquesa de Squilache brillaba con resplandores deslumbrantes el símbolo de la fe mahometana; y es muy probable que en la lucida asamblea de damas y caballeros de gran linaje que rodeaban a los moros, tocase a cualquier descendiente de los que regaron con su sangre las cubiertas de las galeras españolas en la jornada de Lepanto, el honor envidiable de ofrecer el-ma a los capitanes o al poeta de la embajada."

Y añadía otro:

" ... los distinguidos súbditos de S. M. sheriffiana han podido penetrar en la vida interior de nuestra alta sociedad."

" ... han visto... en los aristocráticos salones la digna libertad de la mujer cristiana, cuyo pudor y virtud no se marchitan por exponer su belleza."

De suerte que hasta el pudor de sus damas sacrificaron los españoles por desagraviar al ofendido moro, llevando su humillación hasta el punto que sobre la Cruz colocaron la Media Luna y le rindieron culto.

MORAL ESPAÑOLA

También en Europa hay antropófagos.

Verdad que España está unida a Europa sólo por una ocurrencia de la naturaleza.

Hace poco participaban los periódicos de Madrid que en la misma villa había sido sorprendida in fraganti una familia o sociedad de antropófagos. En el momento en que la autoridad los detenía, estaban saboreando una lengua humana albardada: era el último trozo que les quedaba del que había sido su dueño.

MARINA ESPAÑOLA

El crucero Reina Regente, que condujo a Tánger a la embajada marroquí, volvía a Cádiz cuando sorprendido por un temporal desapareció.

Era, en importancia, el segundo barco de la armada española, lo tripulaban más de cuatrocientos hombres, y el trayecto que tenla que recorrer no pasaba de cinco horas.

Varios son los buques que han naufragado en aquellos mares por causa del mismo temporal; pero las tripulaciones se han salvado. De los cuatrocientos hombres del Reina Regente, ni uno solo ha quedado con vida para poder contar la impericia de su oficialidad (1).

Es posible que los que componían ésta se marearan desde el primer momento del temporal, y no acertaran a dirigir las maniobras.

Los buques de guerra españoles recorren las costas en busca de los restos del crucero perdido, pero no han sabido todavía, después de tanto tiempo, dar con el lugar del naufragio.

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Es muy fácil poner sobre la humilde Cruz la soberbia Media Luna. Pero cuenta que a disposición de la Cruz están todos los elementos.

MILICIA ESPAÑOLA

Para conocerla, pueden leerse los mismos periódicos españoles de hace algunos días.

COLONIAS ESPAÑOLAS

Cuba, harta ya del poder de la Península, se alza nuevamente en armas contra su metrópoli.

Los periódicos españoles nos hablan de partidas de bandoleros. Pero es el caso que España va enviando allá muchos miles de hombres para sofocar el alzamiento, y ahora le manda nada menos que al invicto Martínez Campos. ¿Le auguramos un descalabro? Todo puede ser, por más millones que le acompañen.

Sin embargo de esto, aseguran los españoles que las partidas de insurrectos rinden ya las armas, una tras otra... por entregas. Es fácil las amedrente la marcialidad de la milicia española.

Partiditas de bandoleros, ¿eh?

Esto nos recuerda lo que un periodista madrileño dijo hablando con un amigo bilbaino, a raíz de la última guerra carlista. Contábale el bilbaino las calamidades de la guerra, los sustos, las privaciones durante el sitio, etc., cuando interrumpiéndole el español, le dijo, indignado contra las fechorías de los carlistas:

-¿Cómo? Pero ¿no tenían ustedes parejas de la guardia civil?

En Filipinas se ha librado últimamente un combate de seis horas entre españoles e indígenas.

Según el telégrafo español, la victoria fue para los conquistadores, que quedaron dueños del campo. Las bajas las siguientes:

Españoles: muertos, 17 (2 oficiales y 15 soldados); heridos, 203 (3 jefes, 18 oficiales y 182 soldados).

Filipinos: muertos, 133 (el jefe, su hijo, 23 oficiales y 108 soldados).

Cotejando estos telegramas del general Blanco con las noticias que publicaba la Gaceta Nacional de España en la guerra carlista, resulta que deben entenderse al revés para saber la verdad.

Y aun suponiendo que los españoles hayan ganado esa batalla, es preciso comprender: 1º que dado su sistema de guerra, aun en las victorias perderán más gente que los naturales; 2º que para cuando aquéllos causen en batalla campal al enemigo 20 bajas, ya los filipinos, en escaramuzas y sorpresas, les han causado a ellos más de 100; 3º en el número de los muertos del ejército indígena hay que contar todos los heridos que dejen en el campo de batalla, los cuales es posible sean cosidos al suelo por las bayonetas y espadas españolas, pues al moro no le tiene el español por semejante.

PREDICCIÓN BIZKAINA

¡España!…

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Eso se va... a Dios gracias.

Bizkaitarra, Bilbao, 31 de marzo de 1895


1. Lo más sensible para nosotros es que entre ellos se contaban siete euskerianos. ¡Triste suerte, morir al servicio de la nación dominadora de la Patria!- R. 1. P.

"Ellos y nosotros" (Bizkaitarra, Sabino Arana, 24 de abril y 12 de mayo de 1895)

Ellos y nosotrosI

No somos nosotros solos los que estamos en esta nuestra desgraciada Patria. También están ellos.

Y no sólo están, sino que hoy son ellos los que dominan, y Bizkaya no es de los bizkainos dignos de este nombre.

¿Quiénes son ellos? ¿Son los maketos? No, ciertamente: poco daño podría causarnos la invasión maketa, si los bizkainos no abandonaran la causa de su Patria, para alistarse en los partidos políticos de los maketos poco cuidado nos diera la dominación actual de España, si en Euskeria hubiese cien mil patriotas.

Pues ¿quiénes son ellos aquí en Bizkaya? Los malos bizkainos, los que forman en los distintos partidos de España y fraternizan con los maketos, los que han olvidado la tradición bizkaina y hacen causa común con los enemigos de nuestros antepasados; los que han despreciado, en todo o en parte, la Ley Vieja de nuestra raza, para adoptar la extranjera; los que reniegan de la nacionalidad bizkaina, para hacerse españoles, ciudadanos precisamente de la nación más abyecta de Europa; los que prefieren, ¡insensatos!, ser esclavos del español a ser bizkainos libres; los miserables que no aprecian en nada la sangre derramada por nuestros antepasados para legarnos una Bizkaya libre, y han degenerado hasta el punto de parecer gallegos; los que no solamente no sienten vergüenza en vivir en este siglo de la esclavitud de nuestra Patria, que nunca jamás, desde que el Euskera fue Euskera, había sido sometida por extranjero alguno, sino que coadyuvan a la obra inicua del dominador y le prestan sus brazos en su acción devastadora; los que han apostatado de la fe de nuestros padres y han trocado sus costumbres por las extrañas; los que deshonran su apellido y la sangre de sus venas, y se enlazan con el extranjero que vertió la de nuestros padres, los que, no contentos con extranjerizarse ellos mismos y ser desleales hijos de su Patria, embaucan con mentido fuerismo a sus paisanos, haciéndoles enemigos de sus propios hogares y familias; en una palabra, los bizkainos espurios que nosotros llamamos maketófilos o españolistas; esto es, amigos de los españoles; ésos son ellos.

Esos son con quienes nosotros tenemos que luchar principalmente; no los maketos. Esos son los que, llevando indignamente hermosos apellidos de nuestra lengua dignos de mejor suerte, y aparentando fuerismo, u honradez administrativa, o protección para la industria y el comercio, engañan a los bizkainos sanos, y compran por unas pesetas a los que están ya maketizados y envilecidos, y suman votos para ascender a los puestos de autoridad... ¿para hacer qué? Nada, absolutamente nada por los intereses verdaderamente bizkainos; todo, absolutamente todo por el españolista partido a que pertenezcan, o por los intereses particulares de su amo y cacique, al mismo tiempo que por los suyos propios. Y esto, cuando por españolismo refinado no combatan activa y descaradamente a todo lo que trascienda a bizkaino, o por mala índole no ensucien sus manos al administrar lo que se les haya confiado. Lo menos malo que pueden hacer (y también de esta clase los ha habido) es ejercer el cargo como pudiera hacerlo un maniquí vestido de persona, esto es, sin hacer ni deshacer jamás nada ni decir jamás la más mínima cosa. Sin embargo: el voto se emite la mayor parte de las veces, y hay además omisiones tan transcendentales como el acto de más importancia.

Tal es la clase de representantes y administradores que Bizkaya y sus pueblos todos han tenido desde la última guerra.

Y es el caso que de ahí, de las autoridades, depende de que el pueblo bizkaino vaya precipitándose con movimiento acelerado en la desgracia y a la muerte, o bien consiga la mayor felicidad posible dentro de esta gran desdicha de la esclavitud que hoy padece.

¡Cuántos males no hemos señalado desde que empezó a ver la luz nuestro periódico! ¡Cuántos más ha padecido Bizkaya desde el 76 y sigue padeciendo todavía!

Innumerables.

Y no se diga (como suelen argumentar no pocos en defensa de las autoridades) que la Diputación Provincial y los Ayuntamientos sólo entienden y deben entender en administrar los bienes de sus representados, y no en otro género de intereses.

Falso, rematadamente falso.

Hay mil asuntos que caen bajo la incumbencia de la Diputación Provincial y los Ayuntamientos de Bizkaya; unos, porque la ley española expresamente les concede jurisdicción sobre ellos, otros porque no se la prohíbe ni son de la competencia de otra autoridad. Y asuntos son esos a que aludimos, cuya acertada resolución puede hacer mucho bien a Bizkaya, y que, no obstante, o están desatendidos en absoluto, o son tratados y ventilados en forma muy desfavorable para nuestro pueblo. A nadie se le oculta, por ejemplo, que la Diputación y los Ayuntamientos tienen atribuciones para nombrar sus empleados y fijar el reglamento de los mismos: y a pesar de esto, en aquélla y en el Ayuntamiento de Bilbao hay mayoría de empleados españoles; y cuanto a los otros pueblos, sólo citaremos la villa de Gernika, la cual, cuando creó dos plazas de sereno, nombró para proveerlas a un andaluz y un gallego.

Ahora bien: si hay tantos asuntos de esa clase y si entre ellos, por otra parte, se cuentan muchos de carácter moral, ¿no están obligadas aquellas corporaciones a atenderlos diligentemente? La Diputación Provincial y los Ayuntamientos deben ser para sus representados como un padre para con sus hijos; y así como un buen padre de familia mira en el gobierno de la misma, preferentemente por la parte moral respecto de la económica, así aquellas autoridades deben con preferencia cuidar del orden moral cuya realización siempre es compatible con la recta administración de los intereses materiales, y por decirlo mejor, señal infalible de ella.

Y tanto más evidente resulta esto, cuanto que Bizkaya no tiene, en rigor, por qué contar con otras autoridades. Diputados a Cortes y Senadores, en efecto, no le hacen falta ninguna, como no sea para proteger intereses y capitales individuales a expensas ordinariamente del bien común de Bizkaya. Y por lo que al Gobierno español se refiere y a su representante en ésta el llamado Gobierno Civil, ¿qué otra cosa podrá esperar de ellos nuestra Patria, más que actos propios de quienes nos gobiernan por la fuerza? Si, pues, Bizkaya no tiene propiamente más autoridades que la Diputación Provincial y los Ayuntamientos, ¿quién, sino estas corporaciones, mirará por sus intereses morales?

Por eso es errónea la opinión que muchos tienen de que, para ser digno miembro de aquéllas, basta con ser honrado, entendiendo esta honradez solamente respecto de la acción administrativa. No: no basta con ser honrado en ese sentido estricto, para ser buen Diputado o Concejal. Es preciso además ser patriota, es decir, amar con amor entrañable al pueblo que se rige.

Un verdadero patriota no puede menos de ser honrado en la administración de su pueblo, pero un hombre honrado puede no ser patriota y faltar a sus representados en la esfera de los intereses morales. Y hechos comprobantes de esto que decimos, nos los suministra el tiempo que ha transcurrido desde la guerra a la actualidad: la mayor parte de los Diputados y Concejales que en Bizkaya hemos tenido en esta época, han sido honrados (nadie podrá negarlo) en el orden administrativo; pero ¿ha habido entre ellos algún patriota?

Tres condiciones se requieren para ser digno candidato a Diputado o Concejal: verdadero patriotismo, un criterio regular y alguna más actividad para el desempeño del cargo.

La primera condición, que es la más esencial, les ha faltado a cuantos del 76 a la fecha han resultado electos. No hay excusas, explicaciones ni protestas de patriotismo que valgan. Obras son amores. Al hombre no se le conoce por sus palabras, sino por sus hechos.

Y esa misma condición de patriotismo les falta a cuantos candidatos se presentan en las próximas elecciones.

Carlistas, integristas, euskalerriacos, liberales, sagastinos, chavarristas, republicanos..., de toda casta de españoles y españolistas; pero buen bizkaino ninguno.

El partido nacionalista, que es el de los bizkainos patriotas, continuará por hoy absteniéndose de la lucha electoral.

Pero día llegará en que tendrá que habérselas con todos aquellos maketófilos partidos. No sonará mucho el dinero; pero contará con corazones viriles y generosos.

Contra la unión de voluntades, no hay dinero en el mundo que pueda luchar.

Y venceremos, con el favor de Jaungoikua que nos protege, e iremos ganando paulatinamente las posiciones de que se han apoderado los maketófilos en Bizkaya."

II

Ellos; los maketófilos; los que han renegado de su bizkainía para pasarse a los bandos exóticos; los que profanan el suelo que sus antepasados regaron con su sangre por legarles una Patria feliz; los que olvidan y menosprecian su lema patrio Jaun-Goikua eta Lagizarray ni quieren entender ni acatar la religión y la moral santas y tradicionales, ni procuran el restablecimiento radical de sus antiguas, genuinas y por todo pueblo libre admiradas instituciones, ni estiman en nada su raza, noble, singular y primitiva, ni aman la lengua de sus padres, ni prefieren su carácter y costumbres a los importados por gentes extrañas, los que no sólo no procuran dentro de las vías de la licitud y la legalidad el restablecimiento íntegro del derecho político de su Patria, sino que fraternizan con los enemigos de ella y los apoyan en su obra asoladora; los que, en una palabra, directa o indirectamente, franca o encubiertamente, cooperan al horrible crimen de dar muerte a su misma Patria, pueblo el más noble y antes el más libre de los pueblos de la tierra, y con sarcástica carcajada contestan a los ayes que en su agonía, lenta y espantosa, le arranca el suplicio a este pueblo desventurado: esos parricidas son, tales son los únicos bizkainos que hoy en esta infeliz Bizkaya de nuestros días, levantan cabeza, se imponen al extraviado y debilitado pueblo y rigen sus destinos.

Nosotros; los bizkaitarras, según nos llama el vulgo, los que no queremos más Patria que la de nuestros padres; los que con profunda veneración recogemos la sangre que por ella derramaron, y quisiéramos inoculárnosla en las venas para ser dignos hijos suyos; los que estamos dispuestos no sólo a dar nuestras vidas y haciendas, sino a sacrificar por nuestra Patria la paz, el sosiego, la tranquilidad individual de que en la sociedad disfrutan los traidores, y a vivir muriendo; los que proclamamos y a costa de ese sacrificio nos hemos propuesto defender en todos sus extremos el sacrosanto lema Jaun-Goikua eta Lagi-zarra y acatamos y procuramos cumplir la religión y la moral que nuestros antepasados acataron y cumplieron, y al alcance de nuestras fuerzas trabajamos por la total restauración de las tradicionales instituciones, y amamos a nuestra raza y querernos que nuestros hijos lleven la sangre de nuestros padres, y veneramos al Euskera, no como hermosa y rica lengua que es (la más rica y hermosa de todas las conocidas), sino como lengua de nuestra raza, y aspiramos a desterrar de nuestro pueblo el carácter y las costumbres del maketo para rehabilitar los peculiares de nuestra nacionalidad; los que queremos para nuestra Patria la perfecta realización de su derecho político, y tanto como a ella amamos, odiamos a sus opresores; los que noblemente damos cara al enemigo de Bizkaya, y jamás habremos de aliarnos con él, porque en tanto hemos iniciado la lucha, en cuanto que nuestra Patria no es libre y feliz; los que a los lamentos de este pueblo moribundo respondemos prestándole nuestros brazos y entregándole nuestro corazón; los que, finalmente, ciframos todas nuestras aspiraciones en ser dignos hijos de la Patria y hacer que lo sean todos nuestros hermanos para salvarla: nosotros, nosotros somos los únicos bizkainos condenados a que no se escuche nuestra voz, a que se desprecien nuestros consejos y sean objeto de mofa nuestros ideales, y a que este pueblo degradado nos vuelva la espalda, llamándonoslocos.

Ellos, los maketófilos, los traidores a la Patria, llevan sí la palabra Fueros en la lengua; pero sondeadles el corazon, examinad sus obras (que por las obras se conoce al hombre) y no hallaréis más que desafecto para su Patria; y no obstante, el pueblo bizkaino oye sus mandatos y sus consejos y se guía por ellos. Nosotros, habiendo consagrado nuestra existencia y actos al servicio de la Patria, todo lo que hablamos, escribimos y obramos es en defensa de nuestro pueblo desdichado, pero débil expresión nada más del amor patrio que sienten nuestros pechos; y sin embargo ¿cuántos bizkainos creen nuestras palabras? ¿Cuántos llegan a comprendernos? ¿Cuántos entienden los males que padece la Patria y el único medio de salvación? ¿Cuántos acuden a alistarse en las filas de los patriotas?

¡Espantosa ceguera!

En la Diputación, en los Ayuntamientos, en todas partes donde, ejerciendo autoridad o valiéndose del influjo anejo al puesto que se ocupa, se demuestran necesariamente los sentimientos que se abrigan por la Patria, hemos visto desde la guerra última carlista, integristas, euskalerriacos y toda clase de maketófilos que se llaman fueristas... Pues decidme: ¿quién de ellos ha ascendido a esos puestos por servir exclusivamente a la Patria? ¿Quién ha desempeñado su cargo desviviéndose por conservar y desarrollar todo lo que dentro de la legalidad española podemos mantener y perfeccionar, y por combatir y atajar todo lo que directa o indirectamente atente contra el pueblo bizkaino? ¿Quién ha tratado de sostener y de afianzar más aún la fe religiosa de nuestro pueblo? ¿Quién se ha acordado de enseñar al Bizkaino la historia y las leyes de su Patria? ¿Quién ha parado mientes en nuestra raza, y ha acudido diligente a evitar su extinción, y con ésta la de la misma Patria? ¿Quién ha tratado de vigorizar el carácter genuino del bizkaino y de fomentar sus sanas costumbres peculiares, impidiendo la aclimatación y desenvolvimiento del carácter y las costumbres del extraño? ¿Quién se ha ocupado en perfeccionar y extender la lengua de nuestra Patria? ¿Quién es, en fin, el patriota, el buen bizkaino que hemos tenido en nuestras corporaciones?

Nadie, absolutamente nadie.

Ved en un extremo a aquellos que, no sólo no han hecho nada por Bizkaya, sino que toda su acción la han empleado en daño de la Patria; ved al otro lado aquellos que, si alguna vez han propuesto o realizado algún pequeño bien para Bizkaya, lo han destruido después por completo y demostrado su antibizkainismo con incontables acciones u omisiones gravemente perniciosas para el pueblo que representaban; y entre unos y otros, todos los que, sin sentir ni amor ni odio por las cosas Patrias, no han hecho más que omitir todo bien y cooperar a todo mal.

Así han sido cuantos en estos diecinueve años han enviado los bizkainos a la Diputación y a los Ayuntamientos. Así son los que hoy continúan eligiendo para que los representen y administren en esas corporaciones.

¿Es que ya no hay electores bizkainos en Bizkaya? ¿Es que todos han renegado de su Patria? ¿Es que Bizkaya ha de ser ya maketa y maketófila para siempre? Desearíamos saberlo.

Pero si aún hay bizkainos dignos de este nombre, ¿por que no abandonan los partidos maketófilos, para alistarse en el único verdaderamente bizkaino?

Son muy sanas las ideas de BIZKAITARRA... verdades son las que dice... no hay más salvación que ésa para Bizkaya... ésa es nuestra verdadera política patria, suelen decir casi todos. Mas, ¡qué contados son los que han acudido al llamamiento y siguen la bandera patria! Los demás, sin ánimos para servir a la más santa y justa y noble de las causas, que es la causa de la Patria, o sin comprender que sólo una unión apretada puede darnos la victoria, se retraen en absoluto, cual vanas y cobardes mujerzuelas, y reducen su fatuo y mentido fuerismo a comentar los palos de BIZKAITARRA.

Los resultados son patentes: el único partido que todavía no se siente con fuerzas para presentar sus candidatos en las elecciones, es el partido patriota, el partido... bizkaitarra, para que se nos entienda mejor. Todos los demás, todos los partidos maketófilos cuentan con elementos para la lucha electoral.

¿Cuáles son los partidos maketófilos? Cien veces los hemos nombrado: el carlista, el integrista, el euskalerriaco o regionalista, el liberal monárquico con todas sus fracciones, el liberal republicano con todas las suyas, y no queremos citar otros recientemente importados de España, porque no hay quien no los tenga por extraños.

Si los bizkainos sanos (si es que los hay todavía) no se deciden a abandonar esos partidos y a ingresar en la unión bizkaitarra, este partido nunca podrá contar con fuerzas suficientes para pelear en las elecciones contra la acción maketófila, nunca habrá en la Diputación y en los Ayuntamientos representantes patriotas que ocupen sus puestos para trabajar solamente por la Patria: y Bizkaya jamás podrá restaurarse.

***

Veamos qué es lo que han hecho los partidos maketófilos en orden a estas elecciones de concejales para el municipio bilbaino.

El carlista. A este partido ¡cualquiera lo conoce!

El partido carlista de hace veinticinco años era rudo, entero y franco y no pedía favores a nadie, el de hoy se codea con el liberalismo, y a nadie cede en cortesía y diplomacia. El carlista de antes vivía oculto y despreciado, y aguardaba sufrido la hora de empuñar las armas para hacer triunfar sus ideales; el de hoy es considerado en la sociedad, porque prefiere ensuciarse con campanil aceite de máquinas o brea, a ennegrecerse el rostro con el humo de la pólvora. El carlismo de antes era soldado y labriego; el de hoy es diplomático y cortesano. En el de antes no había más que carlistas; en el de hoy, se cuentan capitalistas, zapateros, comerciantes y caballeros de industria. El carlista de antes debía de tener cara de pocos amigos; el de hoy es bienquisto, obsequiado y agasajado por los que se dicen enemigos suyos.

Si, pues, el partido carlista ha ganado en extensión, ha perdido en intensidad. Así, en intensidad, todos aquellos principios de Dios, Patria,etc., y sobre todo el de Fueros en Euskeria los ha reducido a una muy pequeña expresión, mientras que ha robustecido el culto personal de don Carlos; y, en extensión, podrá verse que de los quinientos individuos de la Sociedad Tradicionalista, solamente doscientos son carlistas, pero también se notará que los otros trescientos, aunque no lo sean, apoyan al carlismo ya en el mero hecho de pertenecer a aquélla.

Así se comprende que en el Ayuntamiento de Bilbao le queden hoy a ese partido nueve concejales, y que ose presentar nueve candidatos nada menos en estas elecciones.

He aquí sus nombres:

Mercado: Prudencio de Iturrino.

San Nicolás: Ángel de Iturralde.

Hospital: Alfredo Acebal.

Cortes: Cayo de Luisa.

San Francisco: Pedro Mª de Azcarreta.

Ensanche: Luis Villanueva.

Santiago: Hilario Bilbao.

Bilbao la Vieja: Manuel Allende y Francisco de Elorduy.

Se pueden clasificar en esta forma: gente de dinero, beatos y negociantes.

Los primeros, para comprometerlos más, dentro del carlismo, y al propio tiempo para que contribuyan a los gastos... y compras electorales; los segundos, para arrastrar consigo a los miembros del Patronato, de las Conferencias y a los maketos socorridos por las mismas, y los últimos, para llevarse tras sí a la gente obrera.

Sin duda ninguna que los carlistas han entendido el asunto electoral a las mil maravillas.

No hay más que fijarse en los que son actualmente concejales, para ver en seguida que también a ellos les cuadra esta clasificación. Pero hay casos en que los carlistas, cuando van a caza de candidatos, resultan cazados y convictos de falsía y de cinismo, y es cuando ofrecen el nombramiento de candidato a alguno que no sea carlista y a quien quieran catequizar, y reciben esta o parecida respuesta:

"Agradezco su fina atención, pero no puedo aceptar ese ofrecimiento porque yo no soy carlista."

Y ejemplos de esto han ocurrido con motivo de las presentes elecciones.

No es, por tanto, extraño que entre los candidatos que hoy presentan los carlistas, haya carlistas fin de siglo, como los señores Acebal, Villanueva, etc.

A juzgar por sus apellidos, deben también ser tres de ellos de Garai o Ipiñaburu.

El integrista. Terrible, feroz se muestra esta vez el coitao partido que lleva este nombre. Si hay pechos valerosos en el mundo, seguro que los del integrismo están en primera fila. No escarmientan a la primera.

Nada menos que seis candidatos propone hoy a los electores de Bilbao.

Son los siguientes:

Mercado: Daniel Buerba.

San Nicolás: Francisco Dapousa.

Hospital: Gonzalo Caballero.

Cortes: Jesús Castet.

Santiago: José Zayas.

No crean los lectores que ésta es candidatura para concejales de Lugo. No: es para concejales de Bilbao.

Prosigamos:

San Francisco: Diógenes de Orueta.

Ensanche: Daniel de Echeverría.

Seis candidatos. Lo malo es que no todos ellos opinan lo mismo en todos los puntos políticos: porque el Sr. Dapousa, por ejemplo, hijo de gallego, es partidario de la fiesta del 2 de Mayo, como lo ha demostrado este año engalanando los balcones de su casa en dicho día.

Ni es el Sr. Dapousa el único integrista fin de siglo. Y si no, que lo diga el Sr. Zayas, y algún otro de los de apellido español.

¡Oh, la integridad del integrista partido!

El regionalista. Este partido, llamado por otro nombre euskalerriaco, porque no tiene mas afiliados que los que son socios de la sociedad intitulada Euskalerria, no presenta candidatos en estas elecciones, si bien deseos ha tenido de ello, aun a trueque de ser y parecer lo que siempre ha sido y parecido, esto es, un partido que no es fuerista, como se dice él mismo, ni cosa que a cien leguas se le parezca, sino tan exótico para Bizkaya (si no más) que el carlismo y el integrismo.

Narraremos el caso.

El 28 de Abril reunióse la junta General de dicha sociedad para tratar de las elecciones que hoy se llevan a cabo. Ocupaba la presidencia el Vicepresidente Sr. Sevilla, cuyo apellido revela a las claras su origen español. Hizo uso de la palabra el Sr. Larrucea (de la plana mayor), ex-diputado que sigue en sus trece, esto es, que cree cumplió bizkainamente su cargo, con lo cual basta y sobra para conocerle; y dijo haberse visto con ellos el Sr. Chávarri (el mismísimo de marras), y que entre frases lisonjeras para la sociedad Euskalerria (que ésta, según se manifestó el ex-diputado, debía agradecer), les propuso una coalición, en virtud de la cual dicho círculo presentaría seis candidatos, municionados con el oro del cacique. Al Sr. Larrucea le pareció aceptable la proposición. Levantóse luego un socio, el Sr. Echave, el cual combatió enérgicamente la coalición propuesta, obteniendo repetidos aplausos de la mayoría. Habló luego el Sr. Sota, no apoyando francamente el proyecto, pero sí embozadamente desde el momento que no lo ataco de frente; e indicó que si en votación general quedaba aceptada la proposición de Chávarri por uno o dos votos de mayoría solamente, él creía no debía prosperar la resolución; pero si resultaba una mayoría considerable, se atendría a la votación. La mesa se mostró, pues, inclinada en pro de Chávarri.

Cuando se anunció la votación, varios socios pidieron fuese secreta; pero el Sr. Larrucea objetó que este procedimiento requería mucho tiempo y por más que instaron los socios, la mesa hizo prevalecer su opinión y se votó en la forma que le convino, a saber, pasando los socios, uno a uno, por delante de la mesa, y diciendo sí o no, según aprobaran o rechazaran lo propuesto.

¡Curiosísima votación! ¿En qué sociedad bien constituida se resuelve por votación pública un asunto de importancia? ¿Qué junta directiva que se tenga por decente hace, después de insi recer sobre un asunto, que éste se resuelva en pública votación?

El resultado ya se adivina: fue aceptada la proposición de Chávarri por ¡60 votos contra 12! Muchos socios habían abandonado el local al comenzar la votación.

Terminada ésta, levantóse, satisfecho de ella, el Sr. Sota, y pronunció una arenga para reavivar los abatidos ánimos, anunciándoles que el día de San Ignacio lo celebraría la sociedad con una función en la Antigua en Gernika y un fraternal banquete. Y... efectivamente: le aplaudieron. ¡Cuánta farsa! Así se engaña a criaturas; pero a hombres... es increíble.

El proceder del Sr. Sota en ese asunto nos recuerda la táctica que han empleado siempre los indignos representantes de Bizkaya, cuando han hecho con el Gobierno español , por encima de la voluntad del pueblo bizkaino y contra sus intereses morales y materiales, contratos como los conciertos económicos y otras más perniciosas transacciones aunque más ocultas y veladas. Nunca han dicho con franqueza:bizkainos, esto vamos a hacer; comprendemos que es opuesto a vuestro carácter y a vuestra tradición; pero es lo que opinamos nosotros debe hacerse, y lo haremos. Siempre, por el contrario, se han expresado en esta forma: bizkainos, ved lo que nos propone el Gobierno central; pero no creáis a los que os dicen que eso atenta contra este pueblo... ¡ca!, más bien, a la larga, saldremos ganando; ya quisieran los nabarros conseguir lo que nosotros hemos alcanzado.

Esa misma diplomacia empleó el Sr. Sota cuando dijo: yo votaré con la mayoría; pero de todas maneras creo que no hay ningún reparo en este asunto, por cuanto esta sociedad no adquiere ningún compromiso al aceptar la proposición de Chávarri.

¡Lucido ha quedado el Sr. Sota! ¡Él, que antes tanto trinaba contra todo género de coaliciones!...

¿Es así como piensa reformar la sociedad Euskalerria? ¿Es ése el movimiento regenerador que le ha impreso desde que volvió a su seno? Puede aquella sociedad estar satisfecha de la acción del Sr. Sota.

Verdad es que ya debe estar acostumbrada a fusiones y amasijos por el estilo. También en las elecciones de Diputados provinciales del año pasado formó con Chávarri y los carlistas una candidatura: la de los Sres. Goyarrola, Amézola y Allende. Pero estos amasijos resultan cada vez más vergonzosos, según van cundiendo las ideas netamente bizkainas. Corno consecuencia de la actitud tornada por el círculo Euskalerria, esta vez diéronse de baja varios socios. Pero con la misma ligereza con que salieron, volvieron a entrar.Transcurridos, en efecto, algunos días, los señores Sota y Larrucea (carne y uña, como si dijéramos) debieron de pensar: ¡Buena la hemos hecho! Hemos obtenido una gran mayoría en la votación; pero el descontento va extendiéndose. Ante el público, la sociedad ha concluido de desprestigiarse si ya no lo estaba del todo. Por otra parte: los carlistas... ¡hum! Entre ellos y los nuestros sumarán mayoría en el Ayuntamiento, los nuestros no pueden votar a favor del 2 de Mayo..., vencerán los carlistas..., no habrá 2 de Mayo. Dejar triunfar a los carlistas, no puede ser. Es preciso que nos abstengamos en estas elecciones; para que en lugar de los nuestros se presenten candidatos liberales, que voten por el 2 de Mayo.La ocasión para volvernos atrás no puede ser mejor: Chávarri ha resuelto presentar un candidato suyo por Santiago, en vez del nuestro. Nos basta con esto para excusarnos.Esto o cosa parecida pensarían ambos ex diputados, y convocaron a nueva Junta General. Reunida ésta, se acordó por unanimidad rescindir el contrato electoral hecho con Chávarri, y abstenerse de tomar parte en las elecciones.¿Por qué? Porque Chávarri ya sólo les admitía cinco candidatos, en vez de los seis que primeramente les propuso.Y la sociedad Euskalerria se quedó tan satisfecha como si hubiesen coronado su frente con el laurel de la victoria y el roble del patriotismo.Pero a ninguna persona de sentido común se le oculta que lo acordado por esa segunda junta General fue una ratificación del acuerdo tomado en la primera; porque, si el motivo que tuvieron para invalidar el contrato hecho con Chávarri, fue el que éste no les permitiera presentar mas que cinco candidatos en vez de seis, es claro que si les hubiese admitido seis (como en un principio creyeron) hubieran sostenido el contrato. No lo deshicieron por ser Chávarri quien es, enemigo declarado de todo lo que huela mucho o poco a fuerismo; sino porque sólo para cinco candidatos les prometio apoyo. Un candidato más y la sociedad Euskalerria hubiese sido hoy, como otras veces, una sumisa jauría de Chávarri.

¡Menguado fuerismo el de la sociedad que se llama puramente fuerista! Lo que procedía en la segunda junta General era revocar el acuerdo de la primera, por ser antifuerista Chávarri, y nada más; y en consecuencia expulsar a los socios promotores del contubernio: Sota, Larrucea, Sevilla, etc. Pero... ¡si votaron 60 contra 12, en pro del mismo!

¡Vergonzoso, indigno, y plancha monumental!

¡Bajeza inaudita primero, asiéndose del brazo de un encarnizado enemigo de la Patria, para ascender a los puestos de autoridad y parecer algo! ¡Abrumadora humillación después, cuando Chávarri, no necesitándolos, se burló de ellos, demostrándoles que no los quería más que para lanzarlos de un puntapié cuando le diera la gana, y entregarlos de esa suerte al público escarnio!

Así merece ser humillado por fuerza, quien voluntariamente se humilla hasta besar los pies del enemigo de la Patria.

El chavarrista.‑ Este nombre lo ha tomado de su más poderoso cacique; pero cuenta en su seno a todos los elementos liberales monárquicos que se avienen a ser viles siervos de un hombre que no tiene más talento y virtud que el mineral y el lingote, y que aspira a someterlo todo a su capricho bajo el peso de su oro.

Avisado, sin duda, Chávarri, por sus amigos en política, de la inminencia de la supresión del 2 de Mayo, si por un lado triunfaban los carlistas y por otro apoyaba él a los euskalerriacos, volvió a éstos graciosamente la espalda, y ofreció el poder de su hierro a caracterizados liberales.

Son los que siguen, si no mienten los diarios:

Bilbao la Vieja: José Angel de Camiruaga y Eusebio de Careaga.

San Francisco: Ismael de Olea.

Cortes: Andrés de Isasi (hijo).

Ensanche: Pedro de Maíz.

Santiago: Emiliano de Uruñuela.

San Nicolás: Ignacio de Abaitua.

Hospital: Juan de Artiach.

Dícese que los Sres. Careaga y Olea se presentaban en un principio por la asociación de propietarios; pero que han sido desautorizados por éstos, desde el momento que han aceptado el apoyo de Chávarri.

A cualquier hijo de vecino le debe bastar el que ésa sea la candidatura de Chávarri, para saber a qué atenerse.

El republicano coaligado. Son los centralistas y zorrillistas.

Bilbao la Vieja: Andrés García y Juan Clemencot.

San Francisco: Martín López.

Cortes: Juan de Uriarte.

Ensanche: Francisco Yermo.

Mercado: Toribio Vidaña.

San Nicolás: Fernando Galina.

Santiago: Federico García.

Hospital: Anastasio de Vergara.

Todos ellos, muy conocidos en sus casas y muy dignos de los votos de los maketos.

El republicano posibilist. Los secuaces de Castelar, y amigos de los astros, los microbios, las ruedas dentadas, el éter imponderable, el océano inmenso y la calabaza.

Allá van:

San Nicolás: José Martin.

Santiago: Salustiano Mogrovejo.

Mercado: Manuel de Azcarreta.

El socialista. 0 sea el partido de los burgueses de nuevo cuño. Y si no, que lo digan los que acuden al café de Pérez el del aguardiente caro.

Sus candidatos son:

Bilbao la Vieja, San Francisco, Cortes y sus alrededores:

Facundo Pérez-Agua.

Bilbao la Vieja a secas: Cenón Ruiz.

***

Y basta de partidos maketófilos, porque dosis es ésta que puede causar náuseas al más impasible de nuestros lectores.

Bizkaitarra, Bilbao, 24 de abril de 1895 y 12 de mayo de 1895

La bandera española (Bizkaitarra, Sabino Arana, 24 de abril de 1895)

La Bandera española

El español no pierde ocasión y medio de destruir en nuestra Patria el espíritu de nacionalidad.

No se ha contentado con que nuestras escuelas sean españolas y se enseñe la Doctrina Cristiana a los niños euskeldunes en un idioma que no entienden, y se les obligue, con la salvaje tiranía del anillo a olvidar la lengua de sus padres, pretendiendo así borrar de sus tiernos corazones todo afecto a las dos partes de nuestro santo lema Jaun-Goikua y Lagi-Za´ra: ahora trata de inculcar en su pecho el patriotismo extraño con que quiere sustituir al que les es natural, y al efecto se lo define mostrándoles la bandera española y se lo impone obligándoles a venerarla y adorarla.

Cierto es que esa orden de colocar bandera española en las escuelas durante las horas de enseñanza, es general, pues a ello viose precisado el Gobierno español cuando advirtió en la guerra de Melilla que sus soldados huían ante el riffeño como alma que lleva el diablo, sin que Margallo consiguiera evitar el pánico de sus tropas por más que, lleno de vergüenza e ira, los amonestara por la integridad de su patria y por su bandera nacional; pero también tenemos por seguro que habrá cien escuelas en España donde aún no se haya cumplido la citada orden, mientras que en Bizkaya, a algunos Ayuntamientos, faltóles tiempo para ello, y ya hoy no hay un pueblo que pueda exceptuarse, antes bien pudiéramos citar escuelas donde diariamente se izan nada menos que tres banderas.

Y para que se vea el ridículo afán con que se aplica la mencionada orden, y se conozca al propio tiempo la ilustración del magisterio maketo, vamos a trasladar los versos o cosa parecida con que los niños de las escuelas bilbainas saludan y dan culto todos los días al trapo rojo-gualdo que les dicen ser la enseña de su Patria.

Cántanlos con una música tan detestable como la letra, y que es seguida de la marcha real de España.

Helos aquí:

"¡Qué grande y qué hermosa

Es nuestra bandera

Flotando a los vientos!

Sigamos en pos.

De la patria la enseña

Su historia nos cuenta:

Amémosla siempre

Con fe y vivo amor.

En Roncesvalles,

En Covadonga,

Siempre gloriosa,

Siempre quedó:

Ella condujo

A altos valles

La santa enseña

Del Redentor."

¡Aguanta!

Aquí de los ripios pedagógicos que pudieran servirle para otro libro al crítico español consabido.

Vamos que aquello de ser grande y hermosa la bandera española flotando a los vientos, es cosa que huele, y no a ámbar. Puede que así esté en carácter, porque sea de esa naturaleza la atmósfera maketa.

Sigamos en pos

Vestidos de ros

Y suelte una coz

El poeta atroz.

Los versos siguientes, que los entienda el magisterio maketo:

De la patria la enseña

Su historia nos cuenta:

¿Cuál será aquí la que cuenta, qué la cosa contada, y esa historia será de la patria, de la enseña, o de los vientos de la tercera berza?

En Roncesvalles,

En Covadonga,

Siempre gloriosa,

Siempre quedó.

No habrá patria aquí, ni entenderá de métrica el poeta pedagógico; pero lo que es, de historia... tampoco sabe una palabra. Pues cosa que está al alcance de los desgraciados discípulos a quienes les hace aprender disparates semejantes, es que en Roncesvalles, y mejor Orreaga, que está en tierra nabarra, no fueron los españoles, sino los euskerianos los que cayeron sobre las tropas de Carlomagno, y que ni entonces se conocía en España ese trapo rojo-gualdo, ni menos en la época de la legendaria batalla de Covadonga, pues no fue bandera española hasta fines del siglo VI. Será el autor de aquellas cosas, del infinito número de los que creen en las fazañas de Bernardo del Carpio y en que los huesos de buey alemán que profanamente reposan en la Catedral de Burgos son los restos del Cid.

Ella condujo

A altos valles

La santa enseña

Del Redentor.

Conducir a altos valles, conducir es: tanto como conducir a bajas montañas.

Por la segunda de estas últimas coles, se adivina además, que el pedagógico poeta debe de ser de la región más torera de España, pues de otra manera no se comprende cómo podrá evitar el hiato que hay en a altos sin dejar coja la berza: tendrá, pues, que decir a haltos o a hartos valles, con h aspirada. Pero eso, no es enseñar castellano a los niños, sino caló, y creemos que no se ha decretado aún que sea éste en Bizkaya el lenguaje oficial del dominador.

Por lo demás, eso de que España condujera a las tierras americanas (que son sin duda a las que se refiere el desdichado poeta pedagógico) la enseña del Redentor, nos parece bastante inexacto pues no creemos que la bandera española, ella por sí, condujera allende los mares más que inmoralidad, miseria y muerte: lo que sí hizo fue someter ignominiosamente a los pueblos libres, robarles sus riquezas y causar en sus ánimos muchas veces un profundo aborrecimiento a la religión del criminal conquistador. Difundir por medio de las armas la religión, será muy propio de la mahometana, pero es procedimiento vedado en la de Cristo. Para predicar esta sacrosanta religión, se va como fue al Japón San Francisco de Jabier: sin más armas que la Cruz.

Como ven los lectores, no puede ser más garrafal el himno pedagógico maketil con que en nuestras escuelas se saluda a la bandera española; pero es, por lo mismo, el más adecuado para cantar las glorias de la misma."

Bizkaitarra, Bilbao, nº 25, 24 de abril de 1895

"Corrupción" (Bizkaitarra, Sabino Arana, 31 de mayo de 1895)

Corrupción

En pueblos tan degradados como el maketo y el maketizado, resulta el universal sufragio un verdadero crimen social: un suicidio.

El carácter más noble y sagrado de la sociedad humana y que la distingue de una piara de puercos o una manada de lobos, es la autoridad.

Pero, radicando en Dios la autoridad, porque todos los hombres son iguales y porque el hombre, como ser creado, no tiene en rigor nada suyo ni puede, consiguientemente, tener por fin su propia glorificación, es destello de la Divina Esencia y producto simultáneo de la caridad y el Poder infinitos del Creador y Señor universal, que ha de ser tratado por el hombre conforme al libre albedrío de su naturaleza racional, al ser transmisora del divino carácter la sociedad y árbitra de designar la persona que ha de investirse de él. Y ese precioso don, en vez de ser administrado por una sociedad dignamente humana, es en muchas ocasiones devorado por una piara de puercos o una manada de lobos, pues tal es el pueblo cuando, al elegir las personas de autoridad, todo busca y procura menos el que sean amantes de él y de la justicia, como Dios ama y gobierna con infinito amor y justicia infinita a la humanidad entera.

Y manada de lobos o piara de puercos ha sido el pueblo de Bilbao y a su semejanza otros muchos de esta infeliz Bizkaya, al hacer uso del derecho electoral que les cabe dentro de la extranjerización de la Patria.

Esa bestialidad e inmundicia tanta, no estaban acostumbradas a encerrarlas en su seno las montañas de Bizkaya.

Cuando era libre nuestra Patria y no estaba por lo tanto españolizada en su vida interna, ¡de cuán diferente modo se ejercitaba el sufragio electoral!

No había entonces elegibles candidatos ni cándidos electores. Los cabezas de familia elegían libremente, sin coacción de ninguna clase y sin más premio que el de ver rectamente gobernado su pueblo (única aspiración de aquellos ciudadanos virtuosos) a los que habían de representarle en las Juntas Generales, los que a su vez, por elección en parte y en parte por suerte, nombraban el gobierno supremo de Bizkaya, el cual, de tal suerte elegido, quedaba legítimamente investido de ese carácter sobrehumano que llamamos autoridad.

Pero estos representantes de hoy que compran los votos cual si fueran artículos de comercio, ¿pueden tenerse por representantes legítimos de la sociedad? ¿Ese carácter santo de la autoridad, tan santo como que procede de Dios mismo, puede transmitirse acaso por medios tan bajos y groseros? ¿Concurren en el pueblo las condiciones de libertad y de prosecución de un bien justo? ¿Hay ahí ni sociedad ni autoridades?

No. En este infame modo de ser social, no vemos en los electores al pueblo bizkaino, ni tenemos a los elegidos por representantes suyos.

¿Quiénes son los electores? Miradlos bien: hay entre ellos dos tipos diferentes: el indígena y el extraño; el euskeriano y el maketo. ¿Forman dos bandos contrarios? ¡Ca! Amigos son, se aman como hermanos, sin que haya quien pueda explicar esta unión de dos caracteres tan opuestos, de dos razas tan antagónicas. Amigos son... pero es verdaderamente peregrina la amistad que los une: en el maketo no hallaréis mas que un odio terrible a la Patria del bizkaino; y en este no veréis mas que un absoluto desconocimiento de su Patria, por el cual viene a ser miserable siervo del extranjero.

Ved ahí el cuerpo electoral. Su elemento extraño es perfectamente homogéneo en el odio a Bizkaya; y pueden sus individuos satisfacer a sus anchas esta pasión, porque hoy ellos son los señores de esta tierra. Gran número de ellos parece testimonio irrecusable de la teoría de Darwin, pues más que hombres semejan simios poco menos bestias que el gorila: no busquéis en sus rostros la expresión de la inteligencia humana ni de virtud alguna; su mirada sólo revela idiotismo y brutalidad.

El elemento indígena del cuerpo electoral es también homogéneo en servilismo: siervos viles son unos de sus amos y caciques, otros lo son de causas políticas exóticas y antibizkainas, y miserables adoradores de su propio vientre los restantes. No les mostréis la desgracia de Bizkaya, no les habléis de amor patrio ni siquiera de dignidad humana, porque no os entenderán y os llamarán locos. Tales son los electores de las autoridades bizkainas: enemigos naturales de Bizkaya los unos (los maketos); bizkainos renegados los demás (los maketófilos).

Van a votar... La mayoría no conoce al pueblo de que es elector; casi ninguno tiene noticia de la calidad del candidato; ninguno de ellos ama al pueblo para el cual elige representante... Acércase a la urna y otorga su voto a cambio de unas pesetas...

¿Es ése el pueblo elector? ¿Es ésa la sociedad legítima?

No puede ser. Sociedad es que comercia con el sagrado don de la autoridad. Es una inmunda meretriz. No es Bizkaya, ahí no hay Bizkaya.

Y ¿quiénes son los elegidos por ese pueblo miserable? Unos candidatos dignos de él; ciudadanos que sólo ascienden a los puestos de autoridad, o por figurar como vanas mujercillas, o por ganar posiciones desde las cuales les sea fácil negociar para sí y sus favorecidos, o por representar a partidos alienígenas y enemigos de la Patria y ayudar a la mano opresora, o por ser mecánicos instrumentos de aborrecibles caciques que envilecen y difaman a Bizkaya. No conocen al pueblo que van a regir, porque nunca se les ha ocurrido estudiarlo en su historia; ni le aman, porque o son de raza extranjera, o están extranjerizados, y así se acuerdan de procurar su verdadera felicidad como se duelen de su desgracia. Tampoco han contado, para vencer, con voluntades libres: los electores mercenarios les han dado la victoria. Tasaron los votos, y provistos de la cantidad necesaria, tomaron parte en la subasta de los puestos de autoridad... ¡y el dinero los hizo representantes y regidores del pueblo bizkaino!

O la autoridad es una mentira, o esos tales no están en Bizkaya investidos de ella.

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Pues que los bizkainos no quieren reconocer su maketófilo error ni enmendar su yerro; pues que se obstinan en rechazar la bandera de su Patria, ya desplegada hace tiempo, y en seguir alistados bajo la extranjera; pues que el derecho electoral, cuyo uso es de los más trascendentales, lo ejercitan en daño de Bizkaya y siguen enviando españoles y españolistas a las Diputaciones y Ayuntamientos: no se quejen ya de la pérdida de nuestras nacionales libertades, de la corrupción de nuestras costumbres, del aniquilamiento de nuestra raza y de la destrucción de nuestro bello Euskera, y no se tengan por amantes de Bizkaya ni se llamen bizkainos, porque deshonran este nobilísimo nombre de nacionalidad.

Borren sus apellidos y sustitúyanlos por extranjeros, porque ultrajan el sello de nuestra raza.

Llámense maketos, y entonces consideraremos dignos de ellos sus actos electorales.

Bizkaitarra, Bilbao, 31 de mayo de 1895

"¿Qué somos?" (Bizkaitarra, Sabino Arana, 16 de junio, 30 de junio y 7 de julio de 1895)

¿Qué somos?

I

¿Somos rusos los bizkainos? A nadie se le ocurre tal pregunta.

¿Somos austriacos? Ocurrencia como la anterior.

¿Somos españoles? Aquí está la madre del cordero, y en la creencia afirmativa la causa de todas nuestras desdichas.

Vamos, pues, a contestar concisamente a pregunta de tanta trascendencia. Antes de ahora ya la hemos satisfecho; pero precisa repetir estas cosas muy a menudo, porque los bizkainos, por desgracia suya, se han hecho de oídos muy cerrados y... de españolismo muy duro.

Ya parece que está contestada la pregunta pero vamos a explicar la respuesta.

Ser español vale tanto como ser de nacionalidad española.

La nacionalidad se determina o clasifica atendiendo a cinco caracteres o elementos.

Pero antes de todo, fijaremos el supuesto necesario.

Partimos del punto de vista del derecho, y no del hecho. Es decir que, aunque hoy los bizkainos parezcan españoles, por regirse por las leyes españolas y estar gobernados por el poder español, esto nada significa, si tomando la historia en las manos, resulta que están así contra su propia naturaleza. En una palabra: vamos a demostrar que los bizkainos no son españoles por naturaleza, aunque lo sean hoy de hecho y por fuerza; pues nuestra demostración no tiene otro objeto que el de servir de fundamento para la definición de los derechos de Bizkaya.

Hemos dicho, pues, que los elementos o caracteres de la nacionalidad son cinco: Helos aquí: 1º raza; 2º lengua; 3º gobierno y leyes; 4ºcarácter y costumbres; 5º personalidad histórica.

II

Por la raza ¿es español el bizkaino?

Veamos de qué raza es el español.

Veintitantos siglos antes del nacimiento de Jesucristo llegaron a España los celtas, y se mezclaron con el pueblo que la habitara, en gran parte del territorio. La raza que antes de esa invasión la poblaba parece cierto era la que hoy habla el Euskera. Hay quien asegura que antes de los celtas, que procedían del norte, penetraron en España los iberos, que venían del oriente; pero no se sabe si los iberos constituían raza, o eran más bien así llamados los habitantes de una porción determinada del territorio peninsular.

Después de los celtas, invadieron a España los fenicios en no pocos puntos; luego, los griegos. Más tarde la conquistaron por completo los romanos, mezclándose con los naturales hasta tal punto que la raza indígena desapareció, sustituyendo a su lengua la de los latinos. Por esta razón, hoy es España una de las naciones latinas.

En el siglo V penetraron en España los suevos, los alanos y los vándalos, confundiéndose también con los naturales en muchas regiones. A ésos siguieron los visigodos, que se impusieron a toda España, convirtiéndola en reino germano.

En el siglo VIII, por último, invadieron a España los árabes, avasallándola por completo. Los españoles no se vieron completamente libres del yugo agareno hasta ocho siglos después: el siglo XVI.

De suerte que la raza española es un producto de todas las invasiones que han ocurrido en la península desde hace más de cuarenta siglos: celta, fenicia, griega, romana, germana, árabe, dominando el elemento latino.

Pasemos a ver que raza es la bizkaina.

Esta pertenece a la raza que habla la lengua llamada Euskera. Esta raza originalísima no es celta, ni fenicia, ni griega, ni latina, ni germana, ni árabe, ni se parece mas que en ser humana a ninguna de las que habitan el continente europeo, el africano, el asiático, el americano y las islas de la Oceanía. Está aislada en el universo de tal manera que no se encuentran datos para clasificarla entre las demás razas dé la Tierra.

Luego el bizkaino no es español por la raza.

Prevemos una objeción y es la siguiente: si la raza euskeriana, se nos dirá, habitó originariamente la península española, resulta que los verdaderos españoles son los euskerianos, y entre éstos se cuentan los bizkainos.

Aceptado que el euskeriano fuera el aborigen de la península; pero también lo fue del norte de Africa, de Italia, de gran parte de Francia y de las Islas Británicas. Luego, si por haber sido los aborígenes de España, se nos llama españoles, por la misma razón se nos debe llamarmarroquíes, italianos, franceses e ingleses, y muchas nacionalidades nos parecen éstas para ser de todas a un tiempo.

Queda, pues, demostrado que, etnológicamente o sea respecto de la raza, ningún español es bizkaino, ni el bizkaino es español.

III

Por la lengua ¿es español el bizkaino?

¿Cuál es la lengua española? La lengua oficial es una: la castellana. Pero las lenguas naturales son otras varias: el catalán, el valenciano, el gallego, el asturiano, el portugués, etc. Este último pertenece hoy a una porción de territorio español, disgregado del todo y constituido en reino independiente. Creen algunos que el catalán, el gallego, etc., son derivaciones del castellano, mezcla aquél de éste y del francés; pero es un error vulgar: el castellano, el catalán, el gallego, etc., todos los idiomas españoles son hijos inmediatos del latín. Si el catalán, por ejemplo, se parece al francés, al español y al italiano, es Porque ha recibido simultáneamente, por encontrarse entre ellos, las influencias que respectivamente recibieron de éstos.

Los idiomas españoles son, pues, todos hijos del latín, con algunos toques de árabe y de godo.

Y ¿cuál es la lengua bizkaina? Es un dialecto del Euskera; mejor dicho: una de las varias formas actuales en que se presenta este idioma. Ahora bien; antes que empezaran a nacer los idiomas españoles; antes de formarse el latín, aun antes de existir el sánscrito, esa lengua madre de los idiomas indoeuropeos que hoy sólo se habla en un pequeño territorio de la India, existía el Euskera tan desarrollado como al presente. A todas las lenguas que se hablan en las cinco partes del mundo les van hallando los filólogos relaciones más o menos próximas de parentesco entre sí. Sólo el Euskera permanece aislado en medio de todos los idiomas; como la raza que lo habla, entre todas las razas. Por esta razón, ofrece la particularidad de encontrarse raíces suyas, en mayor o menor número; en todas las lenguas: de suerte que lo más que se puede deducir es que tuvo íntimo parentesco con la madre o las madres de las lenguas conocidas.

Luego, si el bizkaino es español por la lengua, lo mismo es chino, zulú, groenlandés, lapón, inglés, turco y de cualquiera de las actuales nacionalidades.

IV

Por el gobierno y las leyes ¿es español el bizkaino?

España, el siglo II antes de Jesucristo, pasó del poder de los cartagineses (que eran de raza fenicia y la habían dominado algún tiempo) al de los romanos, los cuales la dividieron en provincias, gobernándolas por pretores.

Hasta el siglo V después de Jesucristo duró la dominación romana, y consiguientemente durante esos seiscientos años España obedecía al poder romano, y romanas eran las leyes por que se regia.

Desde el siglo V al VIII, dicho pueblo latino estuvo sometido a los reyes visigodos y sus leyes fueron entonces gótico-romanas.

Al ser en el siglo VIII invadida España por los árabes y quedar incomunicadas entre sí sus diferentes regiones, se inició separadamente en cada una de éstas un movimiento de reacción, que produjo el desenvolvimiento y formación de otros tantos reinos y condados, cada uno de los cuales obedeció a su soberano particular y se rigió por particulares leyes (derivadas de las romanas en su parte principal) mientras subsistió aquel estado anormal de la dominación musulmana.

Una vez sacudido este yugo, dichos pequeños estados fueron, como era natural, uniéndose paulatinamente, para reconstituir el todo nacional antes fraccionado, congregándose todos bajo un poder común.

A esta fusión concurrieron, no obstante, algunas regiones y ciudades conservando determinadas leyes especiales y ciertos privilegios (Fueros) (1) obtenidos de los que habían sido sus reyes privativos o señores feudales. Mas, ya en la edad moderna, a la unidad de poder se agregó la unidad de leyes, y España vino a ser un Estado único, como lo había sido antes de la invasión agarena.

Así, el Código de España es una combinación de leyes romanas, góticas, indígenas y francesas, como lo es de razas el pueblo español. Examinemos si han sido otros distintos el poder y las leyes de Bizkaya.

La historia bizkaina anterior al siglo IX es casi desconocida. Sólo se sabe que en ninguna época precedente había sido sometida Bizkaya por nación alguna.

En el siglo IX aparece dividida nuestra Patria en algunas confederaciones de repúblicas. La familia era un verdadero estado dentro de la república o anteiglesia, la república dentro de la confederación y la confederación dentro de Bizkaya, si bien no todas se gobernaban en común.

El poder o gobierno de Bizkaya residía, pues, en el pueblo reunido en asamblea general. Las leyes eran simplemente costumbres del mismo pueblo, esto es, resoluciones tomadas por el sentido público en la práctica de la vida social.

A fines del siglo IX Bizkaya instituyó la forma señorial, es decir, nombró libremente el primer Jaun (Señor). Este no tenía intervención en el poder legislativo, como le tienen los reyes. Era la asamblea o junta General la que seguía legislando.

En 1379, el que entonces era Señor de Bizkaya heredó la corona de Castilla-León, y como ésta era hereditaria y el cargo de Señor de Bizkaya se solía conferir también en la misma forma, desde entonces una misma persona fue a la vez Señor de Bizkaya y Rey de Castilla-León, títulos cuyas funciones no podían confundirse ni en sí mismas (porque las facultades señoriales no eran tan amplias y absolutas como las reales) ni en los pueblos en que se ejercían (porque el Reino de Castilla-León y el Señorío de Bizkaya eran dos naciones perfectamente distintas). Continuaba en posesión del poder legislativo la junta General, y así, las leyes o nacían de las costumbres bizkainas o eran dictadas y sancionadas por los mismos bizkainos (2).

Y en esta forma se ha gobernado y legislado Bizkaya hasta que en este siglo ha sido esclavizada por España.

Luego el bizkaino no es español por su gobierno y sus leyes (3).

V

Por el tipo, el carácter y las costumbres, ¿es español el bizkaino? La fisonomía del bizkaino es inteligente y noble; la del español inexpresiva y adusta.

El bizkaino es de andar apuesto y varonil; el español, o no sabe andar (ejemplo, los quintos) o si es apuesto, es de tipo femenil (ejemplo, el torero).

El bizkaino es nervudo y ágil; el español es flojo y torpe.

El bizkaino es inteligente y hábil para toda clase de trabajos; el español es corto de inteligencia y carece de maña para los trabajos más sencillos. Preguntádselo a cualquier contratista de obras, y sabréis que un bizkaino hace en igual tiempo tanto como tres maketos juntos.

El bizkaino es laborioso (ved labradas sus montañas hasta la cumbre); el español, perezoso y vago (contemplad sus inmensas llanuras desprovistas en absoluto de vegetación).

El bizkaino es emprendedor (leed la historia y miradlo hoy ocupando elevados y considerados puestos en todas partes... menos en su Patria); el español nada emprende, a nada se atreve, para nada vale (examinad el estado de sus colonias).

El bizkaino no vale para servir, ha nacido para ser señor (etxejaun); el español no ha nacido más que para ser vasallo y siervo (pulsad la empleomanía dentro de España, y si vais fuera de ella le veréis ejerciendo los oficios más humildes).

El bizkaino degenera en carácter si roza con el extraño; el español necesita de cuando en cuando una invasión extranjera que le civilice.

El bizkaino es caritativo aun para sus enemigos (que lo digan los lisiados españoles que atestan las romerías del interior y mendigan de caserío en caserío); el español es avaro aun para sus hermanos (testigo Santander cuando pidió auxilio a las ciudades españolas en la consabida catástrofe).

El bizkaino es digno, a veces con exceso, y si cae en la indigencia, capaz de dejarse morir de hambre antes de pedir limosna (preguntádselo a las Conferencias de San Vicente de Paul); el español es bajo hasta el colmo, y aunque se encuentre sano, prefiere vivir a cuenta del prójimo antes que trabajar (contad, si podéis, los millares de mendigos de profesión que hay en España y sumadlos con los que anualmente nos envía a Euskeria).

Interrogad al bizkaino qué es lo que quiere, y os dirá trabajo el día laborable e iglesia y tamboril el día festivo; haced lo mismo con los españoles y os contestarán pan y toros un día y otro también, cubierto por el manto azul de su puro cielo y calentado al ardiente sol de Marruecos y España.

Ved un baile bizkaino presidido por las autoridades eclesiástica y, civil, y sentiréis regocijarse el ánimo al son del txistu, la alboka o la dulzaina y al ver unidos en admirable consorcio el más sencillo candor y la más loca alegría; presenciad un baile español, y si no os causa náuseas el liviano, asqueroso y cínico abrazo de los dos sexos queda acreditada la robustez de vuestro estómago, pero decidnos luego si os ha divertido el espectáculo o más bien os ha producido hastío y tristeza.

En romerías de bizkainos, rara vez ocurren riñas, y si acaso se inicia alguna reyerta, oiréis sonar una media docena de puñetazos, y todo concluido; asistid a una romería española, y si no veis brillar la traidora navaja y enrojecerse el suelo, seguros podéis estar de que aquel día el sol ha salido por el oeste.

El aseo del bizkaino es proverbial (recordad que, cuando en la última guerra andaban hasta por Nabarra, ninguna semana les faltaba la muda interior completa que sus madres o hermanas les llevaban recorriendo a pie la distancia); el español apenas se lava una vez en su vida y se muda una vez al año.

La familia bizkaina atiende más a la alimentación que al vestido, que aunque limpio siempre es modesto; id a España y veréis familias cuyas hijas no comen en casa más que cebolla, pimientos y tomate crudo, pero que en la calle visten sombrero, si bien su ropa interior es peor menealla.

El bizkaino que vive en las montañas, que es el verdadero bizkaino, es, por natural carácter, religioso (asistid a una misa en aldea apartada, y quedaréis edificados); el español que habita lejos de las poblaciones, que es el verdadero español, o no sabe una palabra de religión, 0 es fanático, o es impío (ejemplos de lo primero en cualquier región española; de lo segundo entre los bandidos andaluces, que usan escapulario, y de lo tercero aquí en Bizkaya, en Sestao, donde todos los españoles, que no son pocos, son libre pensadores).

Oídle hablar a un bizkaino, y escucharéis la más eufónica, moral y culta de las lenguas; oídle a un español, y si sólo le oís rebuznar, podéis estar satisfechos, pues el asno no profiere voces indecentes ni blasfemias.

El bizkaino es amante de su familia y su hogar (cuanto a lo primero, sabido es que el adulterio es muy raro en familias no inficionadas de la influencia maketa, esto es, en las familias genuinamente bizkainas; y cuanto a lo segundo, si el bizkaino por su carácter emprendedor, se ausenta de su hogar, no le pasa día en que no suspire por volver a él); entre los españoles, el adulterio es frecuente así en las clases elevadas como en las humildes, y la afección al hogar es en estas últimas nula, porque no la tienen.

Por último, según la estadística, el noventa y cinco por ciento de los crímenes que se perpetran en Bizkaya se deben a mano española, y de cuatro de los cinco restantes son autores bizkainos españolizados.

Decid, pues, ahora si el bizkaino es español por su tipo, carácter y costumbres.

VI

Por la historia, ¿es español el bizkaino?

En el párrafo IV hemos visto que, por el gobierno y las leyes, Bizkaya nunca ha sido España: es decir, que el derecho político bizkaino nunca se ha confundido con el español.

Al demostrar, pues, aquí, la independencia de Bizkaya desde el punto de vista histórico, vamos a prescindir en absoluto de la historia del derecho bizkaino, y sólo nos fijaremos en si Bizkaya aparece en las páginas de la historia como una entidad nacional con existencia propia y actos propios. No vamos a examinar, por consiguiente, la historia del derecho de Bizkaya, sino únicamente bajo el aspecto exterior la historia de su existencia en las pasadas edades.

En la segunda mitad del siglo III antes de Jesucristo España era invadida y conquistada en su mayor parte por los hijos de Cartago; y, al comenzar el siglo 11, las legiones romanas penetraban en su territorio en son de guerra y emprendían resueltamente su conquista, para terminarla doscientos años más tarde, a saber, el año 2 antes de la Era Cristiana. Sometida de esta suerte España por Roma, hízose provincia romana y quedó tan completamente romanizada en raza, lengua, costumbres, carácter, leyes y religión, que no se puede decir fuera ya un pueblo conquistado, sino una parte de la nación romana.

Ahora bien: ¿arribaron los cartagineses alguna vez a Bizkaya para subyugarla? No sólo no vinieron por acá, sino que es probable no supieran que existían las repúblicas que luego la constituyeron. ¿Sometieron los romanos a los bizkainos? Ni los sometieron ni en rigor siquiera lo intentaron; Bizkaya se vio exenta del yugo a que estaban ya uncidos poderosos pueblos de los tres grandes continentes que rodean al Mediterráneo y se llaman Europa, Asia y África.

Cuatro siglos después de la radical romanización de España, el año de 409, los suevos, los alanos y los vándalos, llamados los bárbaros del norte, lanzáronse sobre España devastándola y acampando en sus distintas provincias. Cinco años más tarde les siguieron los visigodos, los cuales llegaron con sus armas, no sólo a imponerse a los naturales, sino también a vencer y a someter a los invasores que les precedieron.

Pero a Bizkaya, ni la tocaron los bárbaros, ni consiguieron jamás conquistarla los visigodos. Casi todos los monarcas de la España visigoda intentaron subyugar a los pueblos euskerianos: no bien se sentaba en el trono el nuevo rey, cuando ya disponía un ejército para enviarlo contra nuestra raza. Pero si es cierto que, al cabo, parece consiguieron enseñorearse en las regiones llanas y meridionales de Alaba y Nabarra, las montañas permanecieron libres, y las repúblicas bizkainas continuaron disfrutando de su absoluta independencia.

Derrocado el trono visigodo y asolada y destruida la nación española por los árabes, que cayeron sobre la península a principios del siglo VIII, los hijos de Mahoma estableciéronse en España con tanta firmeza, que a los españoles les costó una lucha de ocho siglos para librarse de la dominación musulmana. Gran parte de la nobleza gótico-española refugióse en el norte de su destrozado territorio, e inició allí las guerras de la reconquista, fundándose en primer término el reino de Asturias.

¿Qué hacía entonces el bizkaino? Su patria seguía libre de yugo extranjero: ni españoles ni árabes la habían rendido a su dominio, y si estos últimos osaron alguna vez internarse en nuestros valles, pronto viéronse rechazados por el hierro de nuestros montes. ¿Qué hacían, pues, los bizkainos? ¿Vivían tal vez tranquilos en sus hogares cultivando sus montañas y desentrañando su inquieto mar? No.

Era aquella época la época de las armas, y mientras los españoles peleaban en su patria por expulsar de ella al musulmán, los bizkainos, buscando con qué satisfacer sus ansias de guerra, armábanse a su vez y, ora cruzaban los mares en todas sus direcciones y hasta remotas costas, ora trasponían sus fronteras para medir sus armas con las musulmanas dentro del suelo español por éstas sujeto, sin tener más ilusiones que las de la espada ni más goces que el de la lid.

Ved ahí ocupado el español en reconquistar su tierra al musulmán y restaurar su hogar; vedle al bizkaino dedicado a correr aventuras por mar y por extrañas tierras: ¿no son historias diferentes? ¿No hay también ahí dos pueblos perfectamente distintos?

Pero aún hay más.

Envalentonados los españoles en sus correrías contra la Media Luna, hubo muchas ocasiones en que no se limitaron ya a reconquistar su territorio patrio, sino que, desbordándose su ardor bélico, dirigieron sus armas contra las naciones euskerianas.

No se sabe fijamente si los reyes asturianos anteriores a Alfonso III el Magno hicieron armas contra Bizkaya, aunque es más que verosímil intentaran conquistarla. Pero ya Alfonso III, en el último cuarto del siglo IX, no solamente una vez, sino muy probablemente varias, envio sendos ejércitos contra los bizkainos con ánimo de someterlos a su cetro. No lo consiguió, gracias al patriotismo de nuestros padres; y después de una victoria definitiva alcanzada contra los españoles, fue cuando las repúblicas bizkainas se confederaron, instituyéndose la forma señorial.

En esta época anterior al siglo XIV los bizkainos prosiguieron sus expediciones contra los árabes, ya por su propia cuenta, ya aliados con los españoles, y siempre a las órdenes de sus propios Señores. Pero ya entonces, además de la pasión por la guerra, llevábalos a los bizkainos a luchar fuera de su patria una cierta ley que, al elegir Señor, habían convenido con éste, y por la cual se comprometían aquéllos a servirle con las armas siempre que el Señor se lo pidiese para fines particulares suyos; y como, ocupado el suelo español por los árabes, los Señores de Bizkaya podían obtener lauros, tierras y riquezas de todo género llevando sus armas contra ellos, huelga decir que los bizkainos serían de continuo llevados por sus Señores para esos fines. Mas adviértase que cuando los bizkainos y los españoles peleaban juntos contra los árabes, iban aquéllos a las órdenes de su Señor, mientras que los segundos seguían la bandera de su Rey. Eran ejércitos de dos naciones distintas, aliados por el fin común de sus jefes: luchaban los españoles con su Rey y por su patria, y los bizkainos con su Señor y para su Señor.

Llegó un día (1093) en que, emparentándose paso a paso los Señores de Bizkaya con la aristocracia española en sus correrías por España, el título de Señor de Bizkaya, transmitiéndose de padres a hijos, fue conferido a un súbdito español; pero ni aun entonces se confundía la historia de Bizkaya con la de España. Porque, en primer lugar, era entonces, el Señor de Bizkaya, separadamente súbdito del Rey español; como Señor de Bizkaya, era jefe de una nación independiente y a nada podía ser obligado en esta esfera de sus atribuciones por el Rey de España, y como dueño y señor de tierras españolas, debía a éste vasallaje y sumisión. Y en segundo lugar, cuando un Señor de aquéllos guiaba a los bizkainos en las guerras contra los árabes, seguíanle nuestros padres como a jefe soberano, sin que en ningún caso viniesen a ser soldados del Rey español, pues éste sólo podía mandar a aquél como a individuo particular, pero no como a capitán de los bizkainos.

De suerte que en esta segunda etapa del Señorío de Bizkaya, sigue la historia distinguiendo perfectamente a Bizkaya de España: porque si los bizkainos van con los españoles unidos contra el árabe o contra otras cualesquiera gentes, no obedecen al Rey de España, sino a su propio Señor. Son dos ejércitos de dos naciones distintas, aliados por la causa común de sus respectivos jefes.

Fácil es comprender, supuesta la obligación que los bizkainos tenían de prestar sus armas al Señor en cualquier caso, que podía llegar un momento en que el Señor de Bizkaya, no como tal, sino como súbdito particular del Rey de España, se malquistase con éste, y los bizkainos tuvieran que pagar las consecuencias de esta desavenencia ajena a ellos y comprometer a su misma Patria. Así fue como Alfonso XI de España, no aviniéndose tal vez a que un súbdito suyo fuese al mismo tiempo Señor de una nación independiente de España tuvo el cinismo de intitularse Señor de Bizkaya y aun la osadía en 1334, de guiar personalmente un ejército contra esta nación. No le fue la suerte del todo adversa, pues consiguió apoderarse de varias torres de Bizkaya, aprovechándose de las guerras intestinas de oñacinos y gamboinos; pero sólo unos días le fue favorable el hado, pues viose precisado al cabo de ellos a retirarse a España.

Y así fue también que Pedro I, hijo del anterior, Profesando odio mortal a su hermano bastardo Tello, que era a la sazón Señor de Bizkaya, dirigió repetidas veces en 1355 tropas invasoras contra Bizkaya, la cual, gracias sólo al indomable valor de sus hijos, que no a la fidelidad de su Señor, pudo derrotarlas y mantenerse libre.

Más tarde, por último, en 1379 el Señor de Bizkaya heredó la corona de España, y he aquí donde comienza otra nueva fase del Señorío. Desde entonces un mismo sujeto era a la vez Señor de Bizkaya y Rey de España; mas esta simultaneidad no implicaba fusión de poderes, ni eran éstos de la misma especie, pues, que el cargo de Señor nunca tuvo, ni remotamente, las atribuciones propias de un Rey. Aquel sujeto, no por ser Rey de España era Señor de Bizkaya, ni viceversa. Ambos títulos eran hereditarios: aquél, por ley; éste, por costumbre, y ese carácter de hereditarios les hizo recaer en una misma persona. El Rey de España no gobernaba en Bizkaya; el Señor de Bizkaya no mandaba en España. De suerte, pues, que una y otra nación continúan siendo en la historia de esta época tan distintas y separadas como antes. Si a los bizkainos y los españoles se los ve unidos en todas las guerras y empresas, aquellos van al servicio de su Señor, y los segundos al de su Rey. A Carlos I Rey de España y V Emperador de Alemania, le sirvieron los españoles como a Rey y los alemanes como a Emperador. Ningún historiador confunde en aquéllos tiempos la historia de Alemania con la de España, ni a nadie jamás se le ha ocurrido decir que los alemanes fuesen entonces españoles, o los españoles fuesen alemanes.

Para que más claramente se comprenda esta diferencia y distinción de los dos títulos de Señor de Bizkaya y Rey de España, citaremos un caso práctico. Enrique II de Bizkaya (IV de España) accedió a duras penas a jurar las Leyes (mal llamadas Fueros) del Señorío, según se lo exigían los bizkainos a todos los Señores. Pero en 1470 supieron los bizkainos que aquél trataba de enajenar algunas tierras del Señorío, y lo destituyeron. Dejó, pues, de ser Señor de Bizkaya: ¿padecía mengua por ello la corona de España? En manera alguna: Enrique IV continuaba siendo tan Rey de España como antes. Mas no agradándole la pérdida del título de Señor de Bizkaya, declaró la guerra a esta nación, recibiendo duro escarmiento en repetidas batallas, y teniendo que contentarse con la corona española, que íntegramente mantenía y mantuvo en sus sienes. Los bizkainos, en 1473, proclamaron a la hermana del destituido Isabel I, la cual heredó al año siguiente el trono de España.

Este último período del Señorío en que el Señor de Bizkaya es a la vez Rey de España se prolonga hasta principios de este siglo, que es cuando nuestra patria pierde su independencia y se trueca de nación libre en provincia de España.

Queda, pues, demostrado, que una es la historia de Bizkaya y otra muy distinta la de España en todas y en cada una de las épocas, desde los albores de los tiempos históricos hasta la sumisión de nuestra Patria por la vecina nación latina.

Luego el bizkaino no es español por su historia.

NOTA.- Lo que queda dicho del bizkaino, lo hemos entresacado de distintos autores extranjeros (españoles algunos de ellos); lo que decimos del español es de cosecha nuestra.

Bizkaitarra, Bilbao, 16 y 30 de junio y 7 de julio de 1895


1 Estos códigos parciales españoles son los que se llaman Fueros y no las leyes de Bizkaya que son para nosotros nacionales, y extranjeras para España.

2 En esta segunda época del Señorío, plugo a Bizkaya servirse del Código Civil de Castilla-León como supletorio. Esto precisamente prueba que el poder del pueblo bizkaino era independiente y absoluto: ningún otro poder le impuso ese código, sino que él mismo lo adoptó. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que los bizkainos de entonces no eran aficionados a escribir ni redactar leyes.

3 Y esto no se crea que sólo nosotros lo decimos. Exceptuados Llorente, Navascués y algún otro de los pagados por los gobiernos españoles y las logias masónicas para destruir sofísticamente los más sólidos fundamentos de nuestra historia patria, todos los autores, así extranjeros (sin excluir a los españoles) como nacionales, están contestes en afirmar que Bizkaya ha sido siempre estado aparte con gobierno propio y leyes propias.

La bandera fenicia (Bizkaitarra, Sabino Arana, 28 de julio de 1895)

ikurrina

Proyecto de ikurriña con notas de los hermanos Arana

La Bandera fenicia

Precioso hallazgo arqueológico y datos para varias biografías de vecinos de Bilbao y para una monografía del regionalismo en Bizkaya

SAINETE HISTORICO EN DOS ACTOS

PROLOGO DEL AUTOR

Los fenicios, gentes de tez negra, aparecen en los primeros albores de la historia habitando el borde occidental de lo que es hoy Turquía asiática, en la lengua de costa que se encuentra entre el monte Líbano y el mar Mediterráneo.

Era un pueblo esencialmente comerciante e industrial; y, dedicado en consecuencia a la navegación, colonizó y fundó sucesivamente centros comerciales en distintos puntos de la costa septentrional de Africa, y especialmente en las de España, que fue para él por sus minas de plata y otros metales lo que fue la América después para los europeos. No obstante de que las costas de Euskeria son continuación de las de España, los fenicios no llegaron a establecerse en ellas.

En punto a religión eran los fenicios tan negados, que la mayor parte de sus supersticiosas creencias las recibieron de los asirios y los egipcios, adoptando los cultos más sangrientos e inmorales.

Dedicados exclusivamente a la adquisición de riquezas, carecían de la noción más rudimentaria de la religión y la moral. Envilecidos en la fiebre del comercio y la industria, no servían para pelear. Si algún extranjero caía sobre ellos para conquistarlos: o preferían la paz comercial a la libertad y se sometían vilmente al conquistador otorgándole el tributo que les exigiera, o formaban ejércitos asalariados: no había entre ellos quien voluntariamente sirviese a su Patria: no conocían el sacrificio por ideas levantadas y nobles, de que carecían en absoluto, ni menos el heroísmo.

Pueblo exclusivamente mercader en tiempo de paz, y mercenario en la guerra, no aspiraba el fenicio a otra cosa que a enriquecerse a todo trance y por encima de todo.

Una de sus colonias en España fue Sevilla.

Tal es el pueblo (si este nombre merece), cuya Bandera ha sido descubierta últimamente, con gran contento de los que queman sus pestañas desenterrando e interpretando los objetos que pertenecieron a las naciones proto-históricas.

ACTO PRIMERO

Escena I

Dompaco Sevilla, oriundo de la ciudad fenicia del mismo nombre y hermano del Vicepresidente de la Sociedad Euskalerria de Bilbao, y Donramón Sota natural de la provincia hispano-fenicia de Santander, rico minero establecido en Bilbao y Señor y Caudillo de dicha Sociedad.

La escena tiene lugar en las oficinas del segundo.

Donramón.– Nos hace falta una bandera.

Dompaco.– Pero, ¿tanto precisa?

Dr.– Sí. Los nacionalistas de BIZKAITARRA han sacado una, que va propagándose. Y ya sabes que, aunque soy maketo, soy separatista para Bizkaya; pero no puedo tragar ciertas cosas de ese periódico y ese partido, tal como aquello de Jaungoikua en el lema y la cruz blanca del escudo. Dios está muy alto para que nos ocupemos de El. (1) Sabes también que los bizkaitarras establecen la distinción de razas; para ellos, los originarios de la raza vascongada (y los distinguen por los cuatro apellidos primeros), son los únicos que tienen derecho a legislar en Bizkaya en los asuntos políticos, y los mestizos sólo tienen voto en los administrativos; y bien comprendes que tú y yo, con esta ley inaguantable, nos quedamos o a la parte de allá de la frontera bizkaina, o sin voto en las cuestiones políticas y relegados a un grado inferior, lo cual nunca lo podré yo consentir. Pues, ¡no faltaba más! Yo valgo mucho... tengo mucho dinero.

..............................................................

Hay que inventar una bandera. Yo volví a la Sociedad Euskalerria, después de la muerte de Sagarmínaga, para darle un impulso separatista... a mis órdenes se entiende..., pero dejando a un lado fanatismos religiosos y distinciones de razas: lo primero, porque no entro con ello; lo segundo, porque ello no me dejaría entrar. Si mis cuatro apellidos fueran vascongados, ya sería otra cosa. Te digo, Paco, que es preciso inventar una bandera, cueste lo que cueste: en caso contrario, no apoyo con mi dinero a la Sociedad Euskalerria, y entonces su muerte es inevitable.

Dp.– Pues, ¿no tiene ya bandera la Sociedad?

Dr.– Esa no vale. Entre nosotros mismos hay quien dice que es un gran pañuelo moquero con una incrustación grande en medio.

Dp.– Blanca es, con el escudo de Bizkaya en el centro...

Dr.– Sí. Es blanca, porque no se sabía qué color ponerle. Si pudiera ser incolora, incolora hubiese sido. Y tiene, es verdad, el escudo de Bizkaya en el centro, aunque BIZKAITARRA dice que ése no es el auténtico; pero, de todas maneras, el escudo es escudo, y no bandera.

Dp.– Pues será necesario inventar una bandera.

Dr.– Indispensable.

Dp.– Y a esa nueva bandera ¿la consideraremos como bizkaina?

Dr.– Indudablemente. Es preciso decir que la izada por Euskeldun Batzokija no es la bizkaina, sino esta que vamos a inventar; para lo cual aseguraremos haberla hallado descrita en unos antiquísimos pergaminos: hay que darle carácter de antigüedad.

Dp.– ¿Quiénes diremos que la usaban?

Dr.– Cualquier pueblo antiguo.

Dp.– Pero será mejor decir que la usaban los antepasados de los vascongados.

Dr.– Entonces... los fenicios.

Dp.– Los fe... ni... cios. Bien: ya me acordaré.

Dr.– Activa el invento, actívalo, que se acerca la fiesta del 21 de Julio.

Dp.– Ahora mismo voy a poner manos a la obra.

(Vase Dompaco repitiendo entre dientes la palabra fenicios, para no olvidarla.)

Escena II

X, aficionado al arte de la pintura, está en su estudio, apoyado en una mesa de dibujo, perfilando un croquis. Por la puerta del foro entra Dompaco.

Dp.– (Aparte.) Lo que es ya no se me olvida la dichosa palabrita de fenicios. Pero a éste no tengo que decirle nada por ahora.

X.– Buenas, Dompaco. ¿Qué le trae en hora buena por aquí?

Dp.– Un asuntillo urgente, amigo mío.

X.– Veamos: si puedo servirle ya sabe que lo haré con mil amores.

Dp.– Se trata de que me pinte usted la bandera bizkaina.

X.– ¿La bandera bizkaina? Como no sea la del círculo separatista de la calle del Correo o la de la Diputación, yo no conozco otra. (2)

Dp.– Tampoco yo; pero es igual: verá qué pronto la inventamos.

X.– Y ¿cuál es el objeto?

Dp.– Muy sencillo: Donramón De La Sota tiene una balandrita, además de los vapores mercantes en que transporta su mineral; ha hecho también un chalet en Las Arenas; yo tengo un bote; la Sociedad Euskalerria tiene una bandera que no es apropiada y ha de ser sustituida por otra... más sic... ¿me entiende?

X.– ¡Ah, ya! Se trata de inventar una bandera para el partido fuerista... de la Sociedad Euskalerria.

Dp.– Para el partido..., verá usted..., precisamente no. Se quiere una bandera que llamaremos bizkaina.

X.– Pero ¿cómo, entonces? Tendrán ustedes que adoptar la de BIZKAITARRA.

Dp.– ¡Hum! No nos satisface.

X.– En ese caso, no sé cómo lo podemos arreglar.

Dp.– (Pensativo.) Cierto es que no será fácil dar en el clavo.

X.– De todas maneras lo estudiaré, lo consultaré, y veremos si hacemos algo.

Dp.– Mire usted: por de pronto, se puede tomar como base la matrícula de Bilbao; luego, agregando algún color o signo que indique algo así como autonomía, separatismo o cosa por el estilo, creo que bastará. Signos que indiquen la religión, ya comprende usted que no hacen falta propiamente, pues todo vascongado es cristiano.

X.– Muy bien. Procuraré enterarme y adquirir datos.

Dp.– Salud, caballero.

X.– Que usted lo pase bien, Dompaco. (Vase éste.)

Escena III

X solo, paseándose en su estudio.

X.– Algo así que indique autonomía..., algo que signifique separatismo, sin que llegue a ser la bandera de BIZKAITARRA..., esto es, prescindiendo de signos religiosos y de los otros que constituyen con la independencia el lema nacionalista..., no sé..., difícil me va a ser dar con ello. Desde luego, la matrícula de Bilbao..., bien, sí, porque esta población es el emporio de Bizkaya, su capital, y centro del progreso y la cultura de toda la provincia. Pero, ¿cómo me arreglaré para lo otro? ¿Quién podrá enterarme? No tengo más remedio que preguntárselo a mi pariente J. de A., que es del Euskeldun e individuo de su Junta Directiva. No hay duda que ellos son los que están enterados de estas cosas.

Escena IV

Dicho y su pariente J. de A., bazkide del Euskeldun.

X.– ¡Hola, J.! Con más oportunidad no podías haber venido.

J. de A.– ¿Pues? ¿Qué me quieres?

X.– Quiero saber una cosa de la que tú debes de estar bien enterado. Explícame qué es lo que significa la bandera que soléis izar en vuestra sociedad.

J. de A.– La cosa más sencilla y más grande a un tiempo para nosotros: es la bandera que adoptó el nacionalismo bizkaino, es la bandera de la Nación Bizkaina.

X.– Bien; pero esa bandera no la uso nunca Bizkaya.

J. de A.– Como no usó ninguna otra. No todas las naciones han tenido bandera hasta los tiempos modernos. Todas si tuvieron escudos desde los tiempos de la Edad Media. Casi todos ellos lo han sido primitivamente de individuos particulares, de señores feudales. El de Bizkaya, en cambio, no es el escudo de sus Señores: es el de la República Bizkaina. No hay en él más que los dos lobos que representan a los Señores, y de ellos haremos caso omiso los nacionalistas cuando nos parezca oportuno, porque no somos partidarios de la forma señorial, la cual se puede abolir porque es accidental en las instituciones bizkainas, y se debe abolir porque es perjudicial para la nación.

X.– ¿A dónde vas a parar con ese discurso?

J. de A.– He querido demostrarte que el Escudo Bizkaino significa mejor las instituciones bizkainas, que el escudo de cualquier otra nación sus propias instituciones.

X.– ¿Suprimiendo los dos lobos?

J. de A.– En efecto, eliminando los dos lobos que representan a los Señores y especialmente a dos de ellos, nos quedan en el escudo el Roble con la Cruz, y en la bordura las siete cruces de San Andrés. El fondo del escudo es rojo. El Roble es verde, como es natural. La Cruz es blanca, y antes se colocaba sobre (fíjate bien) sobre el Roble; hoy, únicamente por estética, se la coloca dentro de la copa del Roble y asomando los tres brazos superiores. Las siete cruces de San Andrés, que están en la bordura, significan por su forma laindependencia bizkaina, por haberse alcanzado el día de San Andrés la memorable victoria de Arigoriaga contra los españoles; y por su número representan las siete merindades o regiones que contaba Bizkaya en aquella época.

X.– Sigue; pues me interesa.

J. de A.– El Escudo Bizkaino ya esta descrito. Ahora te voy a explicar su conformidad con el Lema, y luego hablaremos de la Bandera. No ignoras que el lema de Bizkaya ha sido Jaungoikua eta Foruak que nosotros hemos sustituido por Jaun-Goikua eta Lagi-Za´ra:, que significa lo mismo, pero es más euskérico que aquel. Traducido al castellano quiere decir Dios y Ley Vieja, esto es, Tradición Religiosa y Tradición Política. Con el primer término se significa el Derecho de Dios en Bizkaya; y con el segundo, el Derecho Nacional de Bizkaya. El término eta (y) quiere decir que en Bizkaya se deberá realizar simultáneamente lo que significan el primero y el tercer término del Lema. El ir Jaun-Goikua antes que Lagi-Za´ra:, quiere decir que la legislación bizkaina debe supeditarse en un todo a las leyes religiosas y morales. Pues bien: lo que en el Lema significa Jaun-Goikua, significa en el Escudo la Cruz blanca, en lo que en aquél expresa Lagi-Za´ra:, expresa en éste el Roble, y como las leyes e instituciones de Lagi-Za´ra: son nacionales, esta nacionalidad o independencia está representada en el Escudo por las cruces verdes de San Andrés; el eta del Lema equivale en el Escudo a la unión de la Cruz y el Roble; y, por último, así como Jaun-Goikua ocupa en el Lema el lugar preferente, así la Cruz se colocó antes sobre el Roble, y hoy se coloca en el centro del mismo. Ya ves que la relación y conformidad entre el Escudo y el Lema de Bizkaya es perfecta.

X.– Y ¿qué me dices de la Bandera?

J. de A.– La Bandera, como te he dicho, no la usó Bizkaya antiguamente; pero la que tenemos los nacionalistas no es tampoco inventada por nadie, sino expresión exacta del Lema y el Escudo como verás. El fondo de nuestra Bandera es rojo, como el fondo del Escudo. Esto, en primer lugar, así tiene que ser. Ahora verás como los signos del Escudo y los términos del Lema están perfectamente representados en la Bandera. La Cruz blanca de la Bandera es la Cruz blanca del Escudo y el Jaun-Goikua del Lema. Así comoLagi-Za´ra: significa a la vez leyes e independencia, pues ambos son elementos o caracteres políticos; así la Cruz verde de San Andrés representa a un tiempo por su color el Roble del Escudo y las leyes patrias, y por su forma las cruces de San Andrés del Escudo y la independencia patria. Unidos están la Cruz y el Roble en el Escudo unidos por el eta, el Jaun-Goikua y el Lagi-Za´ra: del Lema; y unidas por lo tanto en un centro común deben estar en la Bandera las dos Cruces, blanca y verde. Y así como en la unión de la Cruz y el Roble en el Escudo, aquélla ocupa el lugar preferente, y en la unión del Jaun-Goikua y el Lagi-Za´ra: en el Lema lo ocupa el primero: así también en la Bandera la Cruz blanca está superpuesta a la verde de San Andrés.

X.– ¿De manera que la Cruz verde de San Andrés que tenéis en vuestra Bandera dices que significa, entre otras cosas, independencia?

J. de A.– Sí.

X.– Perfectamente: con eso me basta.

J. de A.– ¿Cómo que te basta?

X.– Sí: para un trabajillo que traigo entre manos. Y dime: esa Cruz de San Andrés como símbolo de la independencia bizkaina ¿la ha usado alguien antes que vosotros?

J. de A.– En la Bandera no, porque no ha habido bandera bizkaina propiamente tal. En el Escudo sí, antiguamente, y tal como se muestra en el que tenemos en el balcón del Batzoki; pero luego, no sé cuándo ni por quién (probablemente por algún amigo de España) esas cruces de San Andrés fueron sustituidas por leones, así como el color rojo del fondo del Escudo por el blanco o plateado, lo Cual les ha hecho a algunos pintar roja la Cruz del Roble, que, como ves, no puede ser de ese color.

X.– De suerte que sois vosotros los que habéis resucitado ese símbolo de la independencia de Bizkaya.

J. de A.– El primer libro nacionalista que vio la luz lo sacó del olvido: el Bizkaya por su Independencia. Y el primer círculo de recreo que se constituyó con bases nacionalistas lo tremoló por vez primera el 14 de Julio de 1894.

ACTO SEGUNDO

Escena I

Oficinas de Donramón. Este se pasea nervioso, estrujando en la mano el número 30 de BIZKAITARRA; entra Dompaco todo sofocado.

Dp.– Ya está, hombre, ya está aquí ¡Albricias!

Dr.– ¿La bandera?

Dp.– La mismísima bandera fe... fe... fe...

Dr.– Fenicia, ¡cuneta!, fenicia. Parece mentira que no sepas quiénes fueron los antepasados de los vascongados.

Dp.– Me tiene muy sin cuidado. El caso es que ya está aquí la bandera ésa, llámese como se quiera; la gran bandera nuestra; la bandera que ha de vencer a la del casino de la calle del Correo, y ha de alzarse soberbia y pujante por encima de los montes más altos de Bizkaya, tremolada por ti, genio inmortal, gloria de Castro-Urdiales.

Dr.– Déjate de flores... ya se conoce que provienes de las orillas del Guadalquivir... Y vamos a verla.

Dp.– (Desplegando un papel-tela.) Mírala, mira qué artística y qué simpática. (Le muestra, pintada en colores, una bandera como la que representa el grabado adjunto.)

Dp.– Ya ves: la matrícula de Bilbao, blanca con su cuadrito rojo en el ángulo y sobre su fondo blanco la cruz verde de San Andrés.

Dr.– Y esto último, ¿qué significa?

Dp.– Pues la autonomía, hombre, el separatismo.

Dr.– ¿Ya lo sabes de fijo? ¿Quién te lo ha dicho?

Dp.– Un individuo de la Junta Directiva del Euskeldun se lo ha declarado al pintor. ¡Fuente más segura!...

Dr.– No se puede pedir, es cierto. Y ¿por qué has suprimido la cruz blanca de los bizkaitarras?

Dp.– ¡Toma! Porque significa la religión.

Dr.– ¡Ah! Has hecho perfectamente. Y la matrícula de Bilbao, ¿a qué se debe?

Dp.– Creí interpretar tu idea adoptando como base la matrícula de este puerto.

Dr.– También has acertado. Bilbao es la capital de Bizkaya, el centro de toda su riqueza, y es preciso mantener su preponderancia. Más todavía: esta matrícula en nuestra bandera significa hasta el título de invicta que tiene la villa y la conservación de la fiesta del 2 de Mayo. Te has portado; todo está perfectamente: la matrícula de Bilbao... con la cruz verde de San Andrés, que indica separatismo... Así, suprimiendo todo aquello de los bizkaitarras que nos hace poca gracia, como es la religión, que representan con la cruz blanca, y la raza, que está significada (aunque de ello no estoy muy seguro) por el fondo rojo de su bandera; expresando la prepotencia de Bilbao con su matrícula, y cubriéndonos el rostro con la careta del separatismo, que se indica con la cruz de San Andrés, segura es la destrucción delEuskeldun, la BIZKAITARRA y los bizkaitarras todos, y seguro nuestro triunfo.

Dp.– Alá te oiga.

Dr.– Déjale a Alá en paz. Todavía te quedan resabios de tu raza.

Dp.– Es que me cuesta persuadirme a ser bizkaino.

Dr.– ¡Ca! A todo se hace uno. Mira cómo me he persuadido yo y me tienen todos por tal... y aun por cabeza de Bizkaya.

Dp.– (Aparte.) Por campanil de Bizkaya te tendrán; que lo que es por cabeza...

Dr.– Bueno. Vamos al grano. Lleva inmediatamente este diseño de la bandera a la Sociedad Euskalerria, y di que sustituyan con ella antes de la fiesta del 21 al moquero de la incrustación.

Dp.– Y ¿qué razones les daré?

Dr.– No necesitan ninguna. Pero, en fin, diles que es la bandera fenicia, la bandera de nuestros mayores.

Dp.– ¿De los nuestros? De los bizkainos, querrás decir.

Dr.– ¿No te he dicho que los antiguos vascongados fueron los fenicios?

Dp.– Bien. Voy a escape.

(Vase Dompaco repitiendo para sí la palabra fenicios, a fin de fijarla bien en la mente.)

Escena II

Donramón solo.

Dr.– Esto va que ni a pedir de boca. ¡Magnífica bandera! Ahora es preciso izarla en la Sociedad Euskalerria; en los vapores de mi compañía; en mi balandra; en mi chalet de Las Arenas; en la nueva sociedad fuerista, si, como creo, me nombran Presidente de ella; y es preciso, ¡soberbio golpe!, llevarla a Gernika el 21... ¡Ah! Una idea feliz: izarla en Txatxa_amendi a la hora del banquete y saludarla con veintiún cañonazos... ¡Superior! Esto y que ondee los días de fiesta en la torrecilla de mi casa de Las Arenas, son los golpes mejores.

Escena III

Dicho y B., capitán mercante de su Compañía.

B.– Buenas tardes.

Dr.– Mejores de lo que te figuras.

B.– Pues, ¿qué pasa?

Dr.– Ya tenemos bandera.

B.– ¿Ande han tropesao ustedes?

Dr.– En ninguna parte: nosotros la hemos inventado, que para el caso es lo mismo.

B.– Y a ver cómo es, pues.

Dr.– La matrícula de Bilbao con una cruz verde de San Andrés en el fondo blanco.

B.– No sé qué pigura tiene la cruz de San Andrés.

Dr.– Mira. (Coge una tijera que está sobre una mesa, y la abre, formando la cruz de San Andrés, y mostrándosela a B.)

B.– ¿Tiqueras? Esa... es la bandera de los Marruecos.

Dr.– No, hombre: tijeras no. Quiero decirte que ésta es la forma de la cruz de San Andrés.

B.– ¿Y qué palta tenemos de cruses ni santos?

Dr.– Deja, no me... Ya sabrás otro día. Por de pronto te digo que esta bandera tenéis que izar en los barcos.

B.– Pero, ¿imentada que es, desir haremos?

Dr.– No: tenéis que decir que es la bandera fenicia. Bueno... tú no te acordarás de este nombre: decís que se ha encontrado en unos pergaminos antiguos...

B.– En unos libros viecos o así, ¿eh?

Dr.– Eso es... y podéis decir también que la usaban antiguamente los marinos bizkainos en Filipinas...

B.– Entonses, ninguno asertar podrá. ¿Quién te irá, pues, a tan lecos preguntar, o?

Dr.– Claro, hombre, claro. Allí está el busilis.

B.– Usté pa todo tiene idea.

Escena IV

Dichos y Dompaco, que entra cariacontecido.

Dr.– (A Dp.) ¿Qué les ha parecido?

Dp.– ¡Ca! No quieren.

Dr.– ¿Cómo que no quieren?

Dp.– Dicen que si no se les explica la significación de la bandera y se les demuestra que es la bizkaina, no la adoptan.

Dr.– Pero, ¿con quién has estado?

Dp.– Con el Secretario.

Dr.– ¡...! Pues han de llevarla a la fiesta del 21. Y ¿ya les has dicho quienes usaron esa bandera?

Dp.– Sí: los fenicios; pero no sé que conozcan esta parte de la geometría. Además les he agregado que sabemos de buena tinta que el Director de BIZKAITARRA ha reconocido esta bandera como la antigua bizkaina y ha confesado que la del Euskeldun no es la auténtica y que tendrán que reemplazarla con ésta.

Dr.– Bueno: quiere decirse que estás lleno de verdades.

Dp.– No he soltado una.

Dr.– Pero, ¡si será testaruda esa gente! Pues les aseguro que han de llevar esa bandera a Gernika: que lleven también, si quieren, el gran pañuelo moquero con su incrustación; pero también irá, pese a quien pese, esta bandera.

Dp.– Y ¿si alegan que la fiesta es de la Sociedad Euskalerria, y que ésta no puede admitir en la manifestación más banderas que la suya?

Dr.– Pasaré por encima de todos, y nuestra nueva bandera se enarbolará en Txatxa´ramendi. Yo mando.

Escena V

El escenario representa la isla Txatxa´ramendi el día 21 de Julio de 1895. Los regionalistas hormiguean dentro y fuera del nuevo establecimiento de baños.

Donramón, B. y varios manifestantes.

Dr.– (Reloj en mano, se dirige a B., quien al pie de un gran mástil despliega la Bandera Fenicia para izarla.) ¡Iza! ¡Viva Euskeria! ¡Viva Euskeria! ¡Viva Euskeria!

(Se oyen tres chupines, y la Bandera Fenicia llega al tope en medio de los hurras que lanzan entusiasmados los descendientes de Tiro, Cartago y Sevilla.)

Un manifestante.– (A Donramón.) Diga usted. ¿Esa es nuestra bandera?

Dr.– Sí: ésta es la antigua bandera bizkaina, la bandera fenicia.

El manifestante.– (Aparte.) ¿Qué será eso de fenicia?

Otro manifestante.– (A.B.) ¿Qué bandera es ésta?

B.– La que te traían los mariños biskaños en Islas Pillipiñas hase dosientos siglos sobre poco más o menos. D. Sabiño o ése, ya te ha dicho tamén que te es verdadera biskaña, y...

El primer manifestante al segundo.– ¿Qué dice?

El segundo.– Que es la bandera que usaban los marinos bizkainos en Filipinas hace doscientos o trescientos siglos.

El primero.– Entonces es muy antigua. (A.B.) Dime, B., ¿y cómo se ha descubierto?

B.– En unos libros viecos y así tropesar te ha hecho Donramón el nuestro.

Un santanderino.– ¡Que bendiga la bandera nuestro capellán el Sr. Azkue!

Un burgalés.– ¡Que la bendiga! ¡Que la bendiga! ¡Vivan los Fueros!

Todos.– ¡Viva!

(Cae el telón)"


(1) Frase auténtica

(2) La de la Diputación es toda roja, con el escudo de Bizkaya en el centro

Bizkaitarra, Bilbao, nº 31, 28 de julio de 1895

"Mártires de la patria" (Baserritarra, Sabino Arana, 23 de mayo de 1897)

Mártires de la patria

Morir por la Patria, como por patria se entienda no un pedazo de este planeta que llamamos Tierra, ni un grupo físico de estos habitantes suyos que llamamos hombres considerado sólo en orden a su bienestar material, sino la sociedad, pueblo, nación o gran familia a que por naturaleza (1) pertenezca uno, constituida y organizada en orden al santo fin de toda sociedad de hombres: no es morir por causa mundana, sino morir por Dios, Fin último de todas las cosas.

Dios, por consiguiente, Supremo juez e infinitamente justo, sabrá premiar según su Misericordia a quien por su Patria, entendida de esa manera, viva sufriendo o pierda la vida.

Y ¿a qué otro premio a su sacrificio podrá aspirar el patriota, fuera de la eterna posesión del Sumo Bien? Si al sufrir o perecer víctima del amor patrio, sufre o muere con la esperanza de ese infinito galardón ¿podrá imaginarse glorificación mundana que no sea a sus ojos despreciable? Ciertamente que no.

El patriota, el verdadero patriota, que tiene conciencia de su patriotismo y sabe que este amor no es en él una afección puramente instintiva y animal, como el cariño que el ave tiene a su nido y sus polluelos, y el león a su guarida y sus cachorros, sino que es un sentimiento producido por el concepto que de la Patria tiene, el conocimiento de cuál sea la suya y la voz de su conciencia que de continuo resuena en su espíritu estas terribles palabras cumple tu deber, comprende perfectamente que debe cumplirlo sin pedir a su Patria gratitud, porque sabe que no es en este mundo donde se debe buscar el premio al mérito; y como patriota vivirá y morirá, viviendo vida de sacrificios y ofreciéndose a la muerte si las circunstancias a los sacrificios y a la muerte le conducen, sin jamás exigir de sus compatriotas el más pequeño agradecimiento por sus sacrificios y sus obras.

Quien, por el contrario, trabaja por la Patria para adquirir celebridad, ser honrado por sus hermanos y glorificado por las generaciones venideras, no es patriota, por más bien que en realidad haga a la Patria: no trabaja por ella, pues que sólo se afana por la gloria de su propio nombre. Ofrecedle un bien mayor en contra de su Patria, y se volverá contra ella.

Mas si es cierto que el patriotismo, como esencialmente generoso que es, se siente y practica sin preocuparse por el pago que merezca ante la Patria, no es menos cierto que ésta, si no ha de trastornarse el orden moral, está en el deber de agradecer y premiar al patriota en la medida de sus méritos. Así lo han hecho siempre las naciones, perpetuando la memoria y exaltando los nombres de los héroes de su libertad y de todos sus grandes hijos.

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Sólo un pueblo hay en la tierra ingrato para aquellos que a costa de su sangre le han dado el ser, desconocido para sus glorias pasadas y olvidado de todo lo más grande que hay en su historia. No sabe quiénes fueron sus padres, ni quiénes son hoy sus hijos, ignora lo que fue, y así también ignora lo que hoy es... Conserva su nombre (¡fenómeno incomprensible el no haberlo también perdido!) y, no obstante, no tiene conciencia de su ser... no se conoce... no sabe quién es.

Ese pueblo es el euskeldun; y (ciñéndonos al objeto de nuestro artículo) ese pueblo es el bizkaino.

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Decidme, bizkainos que esto leéis.

¿Habéis visto en toda Bizkaya algo que recuerde a Ajorabide, Morga, Larrabazter, Bizkaigana, Puente? ¿Habéis leído estos nombres en el catálogo de hijos beneméritos de Bizkaya? ¿Los habéis hallado, citados con veneración, en algún escritor de nuestra Patria? ¿Los conocíais, por ventura?

Pues bien: nombres son ésos de seis bizkainos que en 1634 murieron por su Patria.

¿Sabéis si hay en el mundo algún pueblo culto que ignore quiénes son sus héroes, sus mártires?

Sólo el pueblo bizkaino.

Porque sus escritores (que los escritores son los maestros de los pueblos) se han complacido en ocultar las glorias de Bizkaya y en callar los nombres de sus héroes; tienen por gloria patria la complicidad de los bizkainos en los crímenes de conquista perpetrados por España, y sólo llaman bizkainos ilustres a quienes no hicieron otra cosa que servir en armas al Señor, disfrutar de alguna condecoración o título extraño, escribir algunos volúmenes de vulgaridades o despropósitos, o simplemente ejercer con honradez su profesión.

Y los nombres de Arrigorriaga, Gordexola, Otxandiano, Mungia... los pasan desapercibidos y quedan olvidados; y los de Estegiz, Ajorabide,Morga... no los mencionan siquiera, o si los citan en sus obras, estámpanlos con la indiferencia de quien menosprecia a la Patria; mas aun; con el encono de quien reniega de ella y la aborrece; y cítanlos para denigrarlos, para mostrarlos al pueblo bizkaino como figuras odiosas de la historia patria, o todo lo más, como entes ridículos y dignos de compasión que, en su exagerado, fanático y loco amor a los derechos del pueblo y a las instituciones de la Patria, excitaron ¡imprudentes! a la rebelión a sus compatriotas, pagando su locura con la vida, en vez de dirigirse respetuosamente al Señor y hacerle ver la injusticia de la orden que había dado y su representante quería ejecutar!!!

A Sagarmínaga (2), por ejemplo, no le merecieron otro concepto que el de imprudentes y locos los seis bizkainos que el día de mañana hará 263 años perdieron su vida en el vigor de su juventud por haberse alzado noblemente en defensa de su Patria (3) y el Escudo de la Más Constante Fe y Lealtad, que mejor debiera llamarse Testimonio del Más Bajo Servilismo, se calla los nombres de los héroes y los llamajóvenes que trascendieron la línea de la inculpada defensa de los Fueros (4).

¿Hay maldición cumplida contra los escritores bizkainos de este siglo, que así han continuado y consumado la obra de los traidores de otros tiempos?

Era Señor de Bizkaya Felipe III, el undécimo Señor, desde la infausta fecha de 1379, que a un tiempo empuñara el cetro de España, pueblo enemigo de Bizkaya en todos los siglos pasados y que nunca tal vez, como en el reinado de ese su Rey Felipe IV, demostrara su envidia y su sana para con nuestra patria, siempre hasta hoy, sin embargo, pobre pero feliz, siempre amenazada pero libre.

El 18 de Enero de 1631 celebróse Regimiento en Bizkaya. El Regimiento era en nuestra constitución patria el Gobierno Supremo.

Los Síndicos, custodios de las instituciones, dieron cuenta al Regimiento de haber sabido que el Corregidor (Delegado y Representante del Señor, desde que éste por ser a un tiempo Rey de España residiera en dicho vecino reino) tenía orden de Felipe III para embargar la sal que hubiese en la República y estancarla, de suerte que en adelante no se vendiese sino por cuenta de la Hacienda Señorial; y añadieron que con este impuesto pretendía el Señor sustituir la contribución llamada de los millones, que antes había intentado establecer y que fue enérgicamente rechazada (5). Y notificaron al Regimiento haber requerido al corregidor que se abstuviese de ejecutar la orden que de su representado había recibido, hasta que la República hiciera ver a su Señor la injusticia de semejante pretensión; y que el Corregidor se avino a ello haciendo remitir la causa a Felipe III, para que decidiese lo que fuera justo. La República envió además ante el Señor a dos comisionados para que le representasen los derechos que tenía a no ser gravada con impuesto alguno.

***

Mas, como no había pretensión del Señor que viniese sola, porque viniendo varias a la vez era probable prevaleciese alguna, en junio de aquel mismo año entregó a la junta General D. Jerónimo de Avellaneda Manrique, Alcalde de Casa y Corte de España, una carta del Señor de Bizkaya y Rey suyo en la que pedía a la República doscientos hombres para que acompañasen a Flandes al Cardenal Don Fernando, Infante de España.

Por lo demás, estas exigencias relativas a la milicia, que tanto se repetían, las tenían los bizkainos bien merecidas, pues que aún consentían se mantuviese vigente la inicua ley que ellos mismos habían creado y por la cual se obligaban a servir en armas a su Señor siempre que los llamase.

Exhausta de recursos estaba Bizkaya y ya, por las guerras, muy escasa de hombres (y así se lo significó a Avellaneda), pero la junta General cedió a esta nueva petición de servicios de Felipe III, sin duda porque no persistiera en la del estanco de la sal; y acordó la leva de doscientos y cincuenta hombres con su capitán y alférez.

Mas la noticia del impuesto sobre la sal habíase extendido por todo el territorio; no había ya familia bizkaina que no conociese la pretensión de Felipe III; de un momento a otro se temía llegase nuevamente la orden y fuese ejecutada; ya se había susurrado que el mismo Avellaneda se la había entregado al Corregidor... El pueblo bizkaino, corto en palabras pero en obras largo, agitábase, pues, silenciosamente. Era ya insufrible tan continuo amagar contra sus libertades, tan incesante amenazar a su independencia nacional. Y digo independencia nacional porque, si bien las partes que contendían en estos litigios eran la República y el Señor, como éste, no obstante, era ya en aquella época Rey de España, imponerse el Senor a la República y mermarle sus libertades o franquicias era, en los resultados prácticos, tanto como imponerse España a Bizkaya y atropellar su libertad o independencia (6). Por eso, siempre que algún Señor se proponía realizar algún acto contrario a ley vigente bizkaina o que no caía dentro de sus atribuciones, proponíaselo, no tal vez movido espontáneamente y por su propia individual conveniencia, sino impulsado por el pueblo español, por el Real Consejo, y buscando el bienestar de España (7). Y por eso Bizkaya, siempre que estaba a punto de ser víctima del despotismo de su Señor, estaba también expuesta a caer bajo el yugo de otra nación: de España: que tras el tiránico brazo de aquél se ocultaban siempre la insaciable ambición y el espíritu de rapiña que a ésta caracterizaban en los pasados siglos.

Protegidos así los Señores por el poder de España, no hay desde 1379 una sola página en nuestra historia patria en que no resalte vigorosamente sobre el fondo ordinario algún osado intento antipatriótico del Señor. Las actas de Juntas Generales no son más que una colección de imposiciones de los Señores. Desde 1379 hasta la sumisión de Bizkaya por España, nuestra historia patria es un continuo batallar con el Señor, un sufrimiento no interrumpido, y es verdaderamente admirable que a pesar de las sangrienta guerras de los bandos y a través de esa constante lucha con el Señor, Bizkaya alcanzara un grado de cultura material tan notable, como el que suponen su marina, sus ferrerías y sus vías de comunicación.

Pero entre todas las pretensiones despóticas de los Señores, ninguna acaso es de tanta importancia en nuestra historia, como ésta del estanco de la sal por razón de los lúgubres sucesos que fueron consecuencia suya.

***

Habíase convocado Junta General para el 23 de Septiembre de dicho año 1631. Acudieron los Apoderados de los pueblos en gran número. Pero habiendo notado los Síndicos la mal reprimida excitación de los bizkainos, advirtieron al Corregidor que sería prudente aplazar la junta para el siguiente día, y así se acordó.

El día 24, Bizkaya presenció uno de los acontecimientos de su historia que más significación encierran y que mejor explican las principales fases políticas de la misma.

Dada la hora de la junta General, el Secretario empezó a hacer el llamamiento de los Apoderados. Mas apenas hubieron entregado sus poderes los de Mundaka y Pedernales (que tenían los primeros asientos), se desencadenó con furia la indignación que hasta entonces habían contenido en sus pechos los bizkainos, y todos a una voz se opusieron al llamamiento de costumbre, diciendo que era innecesario, pues que ya estaba allí, en ellos, la representación de toda la República. No obstante, los poderes, aunque sin el orden acostumbrado, se fueron entregando. Presentáronse los de 73 Anteiglesias, 17 Villas, Duranguesado y las Encartaciones.

El único asunto de que trató la junta fue el del estanco de la sal, y declaró: que su introducción era contrafuero; que Bizkaya tiene su Fuero, por el cual toda orden del Señor contraria a sus leyes será obedecida, pero no cumplida; que ellos, en representación de toda la República, protestan contra dicha orden de Felipe III, y decretan sea obedecida, pero no cumplida; que suplican al Corregidor se abstenga de ejecutarla, hasta que el Señor la alce y quite, y guarde y haga guardar el Fuero; que de los daños, escándalos y costas que se siguieren de lo contrario, no será responsable la República, y que ésta toda unida, arrostrará las consecuencias que de su propia defensa resultaren.

Morales, el Corregidor, que no esperaba que los bizkainos hubiesen de adoptar tan enérgica actitud (pues acostumbrados estaban los Señores, si no a cometer contrafueros, sí, cuando menos, a hacer creer a los bizkainos, por medio de los caballeros de la República, que nunca habían abrigado propósitos hostiles a sus instituciones), estaba asombrado de lo que veía. Quería tomar la palabra para decir "que en todo se guardase lo que S. M. mandaba, y que el Señorío acudiese a S. M., que estaba con muchos deseos de hacer merced a Vizcaya"; pero apenas empezaba a hablar, se alzaba la voz unánime de los Junteros, diciendo que se hablara en Euskera para que todos entendiesen lo que se decía, y prorrumpían en amenazadoras frases contra el Representante de Felipe III y los traidores caballeros bizkainos que vendían a su Patria. Y allí entonces, en aquella asamblea en que Bizkaya desahogaba, al fin, su contristado pecho y dejaba oír su voz por tanto tiempo ahogada por algunos de sus hijos; allí entonces, ante el Representante del Señor y ante los mismos bizkainos contemporizadores, se oyó (¡Junta digna de perpetua recordación!), se oyó un grito; grito lanzado desde lo más hondo del alma de Bizkaya; grito terrible para los juzgados en él por traidores a la Patria; grito salvador, si la República lo hubiese adoptado y puesto en ejecución; grito inspirado que todo lo prueba, todo lo explica y es clave necesaria para comprender cómo el pueblo bizkaino aparece, en la historia, a un tiempo débil y fuerte; cómo, cegado por causas desconocidas, degeneró hasta extranjerizarse; cómo, finalmente, ha caído nuestra Patria.

¡No tengamos Diputados de calzas negras!' (8)

Este fue el grito que resonó en la Antigua de Gernika, en medio de aquella numerosa Asamblea de representantes de pueblos bizkainos. Grito que no hubiera chocado siglo y medio después y como fuese lanzado por un pueblo latino; pero que era verdaderamente extraordinario entonces y en un pueblo que, como el bizkaino, fue siempre tan sumiso a sus autoridades. Es que sólo el hijo de esta raza ha conocido la libertad y la igualdad bien entendidas, desde el origen de su nación.

Pero la institución de la forma señorial creó en torno del Señor un núcleo de Caballeros favoritos; la República, por efecto de la misma institución, dio en la rutina de nombrar para Diputados a esos bizkainos de viso y elevada posición; y ellos, malos o mentecatos, fueron quienes la vendieron arteramente, aparentando patriotismo la mayor parte de las veces.

A veinte o treinta caballeros señalaba el pueblo como sospechosos de traición, y todos ellos habrían de pagar con su vida, juntamente con el Corregidor, el inicuo atropello. Mas parece que, como el Delegado Señorial firmase con los Diputados y los Síndicos el acuerdo de la junta, los ánimos se aquietaron.

El Corregidor, no obstante, como buen español, tan pronto como observó que se calmaba la gente (unas mil quinientas personas), pretendió, terminada la junta, dar un mandamiento anulando lo decretado en ella. Pero no halló quien quisiera encargarse de comunicárselo a los pueblos.

***

El Señor, empero, sentía una sed de servicios insaciable, y el siguiente año de 1632 vino el Juez Mayor de Bizkaya, D. Alonso Enríquez, a la República, con el encargo de representar a sus naturales la necesidad en que Felipe III, como Rey de otros Estados, se hallaba falto de medios para defenderlos de sus enemigos. Proponíase Enríquez recorrer los pueblos de Bizkaya recogiendo cuanto en calidad de gracioso donativo se le diese para el Señor, y sin hacer a nadie extorsión de ninguna clase para obtener de él por la fuerza lo que de buen grado no hubiese conseguido. Y fue tan bien recibido el tal Enríquez por el Gobierno de la República (pues no ha habido momento histórico en Bizkaya en que a buenas y con palabras atentas y corteses no hayan podido obtener de los bizkainos sus enemigos cuanto quisieran), que a los Síndicos se les encargó facilitasen al enviado del Señor lo que creyese necesario para llevar a cabo la colecta, y recomendasen a los pueblos le recibieran como tan alto funcionario se merecía, y se apresurasen a contribuir con su hacienda al sostenimiento de la Señorial.

Enríquez, como buen español, se aprovechó solícito de cuanto el Gobierno de la República, por mediación de los Síndicos, pusiera a su disposición para que sin obstáculo alguno llevase a feliz término su cometido.

Pero mientras esto hacían los de calzas-negras, el pueblo colocaba a las puertas de las casas de Enríquez, el Corregidor y el Alcalde de Bilbao, amenazadores pasquines en los que se acusaba a ciertas personas de complicidad con los exactores, "con el propósito (dice Sagarmínaga) de enfriar la voluntad que siempre han tenido los vizcainos de acudir al servicio de S. M.".

En un decreto del Regimiento General se mandó a los Síndicos averiguar quienes eran los autores de los pasquines, para castigarles severamente; y al mismo tiempo se acordó obsequiar al juez Mayor con una comida en la Torre de Luxana, en atención a su empleo " y por otros justos respetos 33 , y en aquel punto tener dispuestos los barcos que habrían de conducirle a Portugalete, adonde se dirigía a continuar la colecta. ¡Qué semejanza más grande entre los calzas-negras de antaño y los levitas de hogaño! Ni a Sagarmínaga se le pasa desapercibida; pues dice: "De antiguo han sido por lo visto las orillas del Nervión lugar destinado a festejos de esta clase, donde tuviesen que dar testimonios de abnegación y cortesía los magistrados de Vizcaya a los magnates que venían a favorecerla con su presencia."

El mismo Gobierno de la República, temiendo que en algún pueblo le ocurriese a Enríquez algún serio contratiempo, mandó suspender la muestra de armas que, según acuerdo tomado antes, había de hacerse en aquellos días en todos los pueblos.

El Juez Mayor, por su parte, no bien se encontró en Zamudio con bizkainos que se excusaban de contribuir al donativo (porque demostraban haber tenido antes muchos gastos con los repetidos servicios al Señor), pero que a su juicio no ofrecerían gran resistencia a una imposición, cambió, como buen español, su carácter de postulante por el de cobrador de contribuciones, y quiso obligarles a ello, y de tal suerte fue esto así, que se trató del asunto en junta de los Diputados, los Síndicos y el Corregidor, notificándose que Enríquez había hecho comparecer ante sí a más de treinta vecinos de aquella Anteiglesia, para exigirles lo que pretendía, y que era de temer hiciese lo mismo en otros pueblos; por lo cual el Corregidor fue instado para que hablase con el Juez Mayor y le hiciese desistir de emplear semejantes procedimientos.

Los bizkainos eran, pues, por centésima vez víctimas de extrañas imposiciones, y no obstante seguían callando.

A la Diputación no le bastó el caso de Zamudio Para sacarle fuera de Bizkaya al enviado particular del Señor, sino que encargó al Corregidor, al mismo representante de éste, le rogase (!) respetara el Fuero.

***

En la Junta General de 29 de Septiembre de 1632 resultaron electos Diputados Generales don Gonzalo de Ugarte y don Diego de Irusta; y Síndicos, don Juan de Mendiola y don Juan de Zalbidea.

Dos de los Regidores y el Tesorero renunciaron los cargos, y estimadas justas las excusas, fueron sustituidos.

En Regimiento celebrado el 16 de Octubre, los Síndicos notificaron que el Corregidor había puesto ya a la sal el precio de 25 reales, los 11 de ellos como impuesto para la Hacienda Señorial, y que lo había ya hecho pregonar en Bilbao. Y advirtieron que de no tomar providencia, cundiría el pregón por todos los pueblos, y que era de temer algún alboroto como el ocurrido en la junta del año anterior por la misma causa del estanco de la sal.

El Regimiento vio que la orden recibida por el Corregidor era posterior a la apelación de la República ante el Señor, y debió de comprender toda la gravedad del caso, pues Felipe III y su Consejo parecían obstinarse en la ejecución del impuesto; vio también la magnitud del contrafuero, y el peligro de que el pueblo nuevamente se amotinase e hiciese justicia por su mano, mientras que muchas familias emigrarían a otras tierras por no verse en su Patria sin las libertades de sus antepasados (9); y deliberado detenidamente el asunto, decreto: que se hiciera caso omiso del pregón del Corregidor, y continuase siendo absolutamente libre el comercio de la sal en toda la República; que el servicio voluntario de los dos galeones, acordado en junta anterior, fuera retenido y suspenso, hasta que se cumpliese el Fuero por el Señor; que se requiriera al Corregidor no intentase conculcar los derechos de la República y dejase sin efecto el pregón; que si aun así se obstinase en ejecutarlo y prendiese a alguno, convocaran los Síndicos en seguida a junta General, para que en ella se resolviese lo que fuera oportuno; que se suplicara al Corregidor diese al Señor cuenta de este decreto; y que a los pueblos se enviaran traslados auténticos del mismo, para "que se tranquilizase la gente y se detuviesen los que trataran de extrañarse".

A lo cual el Corregidor contesta diciendo que manda al Gobierno de la República cumpla el pregón, bajo las penas publicadas; que no se use el decreto del Regimiento, bajo las mismas penas y 1.000 ducados para la Cámara Señorial; que los Secretarios no den traslado del decreto a nadie, sino a él mismo únicamente; y que el Gobierno se cuide de dar lugar a algún motín, porque él será el responsable.

El Gobierno, a la despótica actitud del Representante del Señor, da cara dignamente diciéndole: que para evitar tumultos lo que precisa es que retire el pregón, por el cual está excitadísimo el pueblo; que el único responsable de cuanto ocurra será el Corregidor que no se aviene a suspenderlo hasta que decida el Señor; y que no impida la promulgación y ejecución del decreto del Regimiento, porque está dado según Fuero y por el Fuero. Y dirigiéndose a los Secretarios, les dice: "sois Secretarios de Bizkaya, y sólo a Bizkaya debéis servir".

El Secretario electo por el bando oñacino era Martín Otxoa de Ajorabide, uno de los bizkainos que después subieron al patíbulo por haber servido a su Patria.

***

Mas como en Bilbao, entonces como hoy y siempre desde su fundación, vivía un puñado de malos bizkainos que gobernaban a su antojo la villa y la mantenían en continua lucha contra el aldeano, el baserritarra, el natural de las Anteiglesias y único verdadero bizkaino (10) había a la sazón un Alcalde y un Regimiento (o Ayuntamiento) perfectamente enemigos de la República y amigos del Señor y España.

No es, pues, extraño se ofrecieran las autoridades de Bilbao a ayudar al Corregidor para que continuase rigiendo el pregón e impedir la publicación del decreto de la República.

Los bizkainos estaban pues, divididos en dos bandos: los unos, la inmensa mayoría, es decir, los aldeanos o naturales de las Anteiglesias y la mayor parte de la clase media de las villas, se sostenía del lado del patriotismo, en defensa de las leyes de la República y enfrente del contrafuero que se empezaba a ejecutar; media docena de personas de calidad y mayorazgos fuertes de las Anteiglesias y algunos más bilbainos de la mala casta cuyo origen se desconoce, apoyaban, renegando de su Patria, los planes del Corregidor, pero siempre ¡cobardes! embozadamente y con apariencias de amor a los intereses del país.

El primer bando se encontraba sin dirección, sin jefes. Eso mismo ha sucedido siempre en los siglos pasados: nadie ha querido ponerse a la cabeza de los patriotas y presentar noble y valerosamente su pecho al enemigo (11). Y, sin embargo, ¡qué protestas de patriotismo no suelen hacerse, qué resoluciones tan valerosas no se suelen tomar en esas ocasiones! Pero en cuanto arrecia el peligro ¡qué decepción, cuántas deserciones!

No faltaron, sin embargo, unos cuantos jóvenes de estudio que se distinguieron en el bando patriota y a quienes tuviera ya tildados el despotismo del Corregidor.

***

Uno de ellos, el escribano Juan de Larrabazter fue quien se puso al frente de los patriotas, cuando el 20 de Octubre, conocida la resolución del Alcalde y el Regimiento de Bilbao, se reunieron en gran tropel y asaltaron la Casa Consistorial, haciendo huir precipitadamente a los concejales y obligando al Alcalde, que era aquel año D. Aparicio de Uribe, a mandar se publicase el decreto del Regimiento General que anulaba el bando del Corregidor. Desarrollóse, no obstante esto, el motín; y un grupo entraba en la casa del Veedor de comercio acusándole de judío y de ejercer un oficio opuesto a las leyes, y arrebatándole los libros de la Veeduría los quemaban en la plazuela de Santiago; otro asaltaba la morada del licenciado Echávarri, que era consultor de la Diputación; otro, la de Urasandi, que había sido Diputado el año precedente y que, por cierto, aparece en la historia con todas las señales del traidor... Y así fue desbordándose la ira del Pueblo, quien vio llegado el momento de vengarse.

Habíase iniciado la machinada en el momento en que el Regimiento General estaba reunido en Bilbao; y avisado el Corregidor de ello, levantóse de su asiento con ánimo de presentarse ante los amotinados para calmarlos. Los del Gobierno, entonces, mandaron a los Síndicos y al Secretario Zubiaur fuesen a la plaza a publicar el decreto, a fin de que el público se aquietase.

Pero el imponente tropel llegó en esto frente a la casa donde estaba el Corregidor, pregonando el decreto de Bizkaya. Cerráronse las puertas, y los Regidores que estaban con el Delegado Señorial, trataron nuevamente de disuadirle de su propósito de mantener firme el pregón; hiciéronle ver que nunca Señor alguno de Bizkaya había sido tan generosamente servido por la República como Felipe III; protestaron que él, el Corregidor, sería el único culpable de las consecuencias de su negativa, y rogáronle diese cuenta al Señor de los decretos de la República.

El Corregidor, por fin, protestando a su vez lo que es corriente en semejantes casos, firmó el decreto.

Tal fue el alboroto más importante que causó el intento del estanco de la sal.

Si en él hubo saqueos, incendios y aún derramamiento de sangre tal vez fuera justo. No hay que asombrarse: cuando el Gobierno de la República se ha extraviado y no hay gobierno ni se hace justicia, y más principalmente, cuando los mismos encargados de gobernar y administrar justicia se vuelven en contra de la nación que tan alto oficio les ha confiado, entonces sólo el pueblo es el que tiene derecho a gobernarse, a juzgar, sentenciar y ejecutar, bajo la dirección de un Larrabazter o de cualquiera que, interpretando sus sentimientos, dignamente y conforme a moral le capitanee. Y si alguno de aquellos actos no fue lícito y justo, no se culpe a los patriotas, sino a la chusma ignota que en semejantes revueltas suele lanzarse a la calle sin que se sepa su procedencia: cúlpese al Representante del Señor y a los malos bizkainos que se obstinaron en ejecutar una orden señorial destructora de la patria constitución.

***

El Señor mandó a Bizkaya al duque de Ciudad Real, D. Juan Alonso de Idiakez, dueño de las casas de Butron y Muxika, a fin de que calmase a los amotinados. Los cuales, con la candidez que siempre ha distinguido a nuestros compatriotas, creyeron ver en Idiakez, como oriundo de Bizkaya que era y más cuando les manifestó venía a apoyar sus pretensiones, al verdadero salvador de la República en aquellas aflictivas circunstancias: hoy también hay muchísimos que, para suponerle a uno amante de las cosas de Euskeria, conténtanse con saber que esbaskongado.

Idiakez, Duque español, enviado del Señor, y amigo, por lo tanto, del Corregidor, del Alcalde y Ayuntamiento de Bilbao y de la gente principal, que veía con malos ojos todo lo que fuese alteración del orden e interrupción de la pacífica y próspera vida del que tiene repletas las arcas y no se preocupa del bien público, pudo, con este natural apoyo y con la confianza de los mismos alterados, venir a ser Alcalde de Bilbao al siguiente año. Y ¡él precisamente, habría de ser el verdugo de los patriotas bizkainos! ¡Inconcebibles anomalías que se encuentran en la historia con harta frecuencia! ¡Funesta ceguedad de nuestros padres!

Cediendo paulatinamente el espíritu patriótico desde la llegada de Idiakez, el Gobierno de la República, reunido en casa del Corregidor el 19 de Diciembre, llegó a decretar se publicase un bando calificando con la nota de desleales al Señor y a la República a los perturbadores que no guardaran el debido respeto a la justicia y los ministros señoriales, y acordó notificar al Señor cuanto con motivo del estanco de la sal ocurrió en la República, y suplicarle guardase los Fueros.

***

Pero, como tras Idiakez llegase a Bizkaya Morales en calidad de delegado por el Señor para juzgar de lo ocurrido, los ánimos volvieron a alterarse, pues era muy poco grata la memoria que el tal Morales había dejado de cuando fue Corregidor. Y creció el descontento cuando de allí a poco vino también un tercer personaje: el licenciado Vallejo de Santa Cruz; el cual traía el nombramiento de Corregidor, que no quisieron reconocérselo los bizkainos hasta que, según ley, diese información de hidalguía.

Idiakez, sin embargo, valiéndose de las simpatías que tenía en Bizkaya, pudo persuadir a muchos pueblos y particulares de la conveniencia de celebrar la junta General Para recibir al nuevo Corregidor, y disipar los temores que el Gobierno tenía por las consecuencias de su celebración.

Precisábale a Idiakez, para evitar todo pretexto, llegase el testimonio de nobleza de Vallejo a fin de presentarlo en la Junta, y al efecto trató de que ésta se aplazase. Pero el escribano Martín de Arauko y el clérigo Armona consiguieron arrastrar consigo a los Apoderados de los pueblos, a pesar de los esfuerzos de Idiakez, el cual, no poseyendo el Euskera, no podía hacerse entender sino de algunos pocos. Los Junteros obligaron a Morales a presidir la junta, pues que Calderón había ya cesado; y reunidos tomaron los acuerdos ya de antemano redactados por los caudillos de los patriotas.

El Síndico Mendiola huyó atemorizado y fue reemplazado con D. Lope de Aulestia, uno de los jefes del bando patriota. Hoy también habría muchos Mendiolas.

Reunida, pues, la junta General de patriotas el 15 de Febrero de 1633, decreta: que pues Idiakez y Morales han venido a componer las diferencias de la República con el Señor, quede Morales de Corregidor mientras el Señor se decida a guardar y hacer guardar todos los Fueros; que Vallejo no tome posesión del cargo de Corregidor, en tanto que, según Fuero, no acredite su hidalguía; que se apruebe y ejecute lo mandado por los Regimientos Generales respecto del estanco de la sal; que se suspenda el pago del sueldo al Señor y la entrega del donativo de los galeones, hasta que venga cédula Señorial respetando los decretos de la República y mandando cumplir sus leyes; que se proceda contra los que han quebrantado los Fueros de Bizkaya; y que se anule el nombramiento del Síndico Mendiola por no haber asistido a la junta.

Nada más justo que lo decretado por esta asamblea; nada más noble que la forma en que lo consiguieron los buenos hijos de Bizkaya. Y ello, no obstante, reunido el Regimiento General el 23 de Mayo bajo la presidencia del Corregidor Morales, expusieron los Síndicos cómo la Junta General de Febrero, a pesar de haber sido convocada según ley y de la concurrencia de los Apoderados, no se celebró con el sosiego de costumbre por no haberse divulgado convenientemente los propósitos del Gobierno de la República, y que lo que procedía en primer término era nombrar persona que en representación de Bizkaya recurriese al Señor en súplica de la íntegra guarda de los Fueros. Trama era, ésta, urdida indudablemente por Idiakez y que no fue advertida por Aulestia y Ajorabide, dignísimos bizkainos.

Idiakez había pasado ya a España en representación de la villa de Bilbao de la que era Alcalde y pudo conseguir que le siguiera el Diputado Ugarte (que luego se manifestó execrable traidor) en representación de toda la República. Con Ugarte fue el Síndico Zalbidea, que también, por tanto, debía de estar vendido.

Ugarte llevaba escritas las instrucciones que le había dado la República, pero en ellas nada se decía referente a castigo para los culpables.

***

Y llegó el año 1634, en que Bizkaya había de presenciar aterrorizada, pero inmóvil, la ejecución de sus más nobles hijos.

El 6 de Abril de 1634 se reunió el Regimiento General y en él dio cuenta el Síndico Aulestia de la llegada de un propio urgente enviado de España por Ugarte, y dijo que el propio traía despachos y cartas de D. Cristóbal de Ibarra, D. Francisco de Gernika y D. Pedro de Lezama, tres bizkainos que estaban en la Corte española, que fueron suplicados de la República para que ejercitaran toda su influencia por que el Señor retirase el estanco de la sal y guardase los Fueros, y que indudablemente serían cómplices de la ejecución de los patriotas.

De los despachos resultaba que Felipe III accedía a dejar sin efecto el estanco de la sal; y en vista de ello, el mismo Aulestia pidió, y acordó el Regimiento, que se pasase aviso de ello a los pueblos para que lo celebrasen como correspondía.

¡Pobre Bizkaya, siempre vendida por tus mismos hijos, siempre engañada! Cierto era que el Fuero quedaba respetado en cuanto que se retiraba el pregón referente al impuesto sobre la sal; pero ¿era respetar el Fuero, respetar a Bizkaya, el condenar a muerte a quienes no tenían más delito que el haberse alzado en defensa de ese mismo Fuero y de esa misma Bizkaya?

***

El 12 de Mayo firmó, en efecto, el Señor la cédula por la cual anulaba y revocaba la orden relativa al estanco de la sal.

Y el 13 de Mayo firmaba el indulto a favor de todos los bizkainos que hubiesen cometido algún delito en los sucesos que tuvieron lugar desde Septiembre del 31.

A doce solamente exceptuaba: a los que más se habían distinguido en la resistencia a las órdenes del Corregidor; a los que habían aparecido como cabezas de la patriótica agitación; a los generosos jóvenes que pusieron en juego todas sus energías por que no prevaleciese la despótica voluntad del Señor sobre los derechos de la República, sobre el bien de la Patria.

Si hubo algún mal nacido, sin patria, sin ideas, sin aspiraciones, que, aprovechándose del tumulto, cometiera algún crimen que sólo le sirviese para satisfacer sus odios personales o su espíritu de bandidaje, ése fue indultado. Los patriotas, los nobles hijos de Bizkaya, que sólo se rebelaron porque aspiraban a salvar a su Patria de un atropello inaudito, tal vez de una vergonzosa esclavitud: ésos... ¡al patíbulo

¿Sus nombres? Idiakez y Ugarte los llevaron ante el Señor, y éste los excluyó del indulto secretamente.

Helos aquí:

Aulestia, Síndico del Gobierno de Bizkaya;
Ajorabide, Secretario del Gobierno de Bizkaya;
Morga, licenciado;
Belendiz, licenciado;
Larrabazter, escribano;
Arauko, escribano;
Arrmona, clérigo;
Bizkaigana, dos hermanos;
Txarta, sastre;
Puente, dos hermanos.

***

Idiakez había vuelto de España, y ya en Bilbao, estudiaba sigilosamente, ayudado del Corregidor Morales y del que luego había de suceder a éste, D. Alonso de Uria, la manera de sorprender a los doce caudillos y de ajusticiarlos, sin que el pueblo se amotinara de nuevo.

En la madrugada del 24 pudo prender en sus casas a Ajorabide, Morga, Larrabazter, los dos Bizkaiganas y Juan Puente, quienes estaban muy lejos de imaginarse que contra ellos se maquinara tal persecución.

Aquel mismo día, Morales dictó su sentencia de muerte, y a la caída de la tarde y en la cárcel, Ajorabide, Morga y Puente dieron su cuello al garrote por haber servido a su Patria.

La noticia debió de cundir pronto por el pueblo; pero los patriotas se encontraban sin jefes: seis de ellos estaban presos; los otros seis se habían fugado, gracias al apoyo de la gente aldeana, que era la patriota. El pueblo en vez de sublevarse, quedó sobrecogido de temor, y al día siguiente, en medio de la Plaza Vieja (ya no temían los ejecutores las iras del pueblo), Larrabazter y los dos Bizkaiganas dieron también su vida por Bizkaya, a la vista de gran muchedumbre que, aterrada y silenciosa, presenció la horrible escena.

***

¡Salve, Mártires de la Patria!

No os diremos nosotros con las estultas musas de la poesía pagánica: ¡reposad bajo la losa del sepulcro y no despertéis, que es ya esclava vuestra Patria!

No. Somos cristianos como vosotros; y a través de la venda de la fe, que cubre nuestros ojos como la azul atmósfera separa del espacio inmenso a nuestro mundo, os contemplamos en lo alto del celeste empíreo glorificados en radiantes tronos y ceñidas las frentes de laurel inmarcesible en premio a vuestras cívicas virtudes.

Mas también vosotros mirad a vuestra Patria. Si ella, ingrata y degenerada, ha olvidado vuestros nombres, de suerte que no conserva en sus valles ni montañas nada que recuerde vuestro sacrificio, vosotros, que en su seno habéis sido con ella generosos hasta dar la vida por sustentarla, mostrad el mismo patriotismo desde la mansión eterna, y rogad por Bizkaya al Ser Supremo.

Decid al Eterno Señor de lo alto que su Nombre hemos grabado en nuestra Bandera santa, y pues que ha prometido escuchar al que ferviente orare y socorrer a quien pidiere su protección, acuda en nuestro auxilio y guíe nuestros pasos e infunda aliento a nuestros espíritus. Porque si Dios está con nosotros ¿quien podrá vencernos.

¡Salve, Mártires de la Patria, salve!

Baserritarra, Bilbao, 23 de mayo de 1897


1. Aquí, en naturaleza no se lea nacimiento.

2. Este mismo Sagarmínaga fue el que en 1876, con su falsa protesta contra la Ley del mismo año, fundó en Bizkaya el partido autonomista o simplemente fuerista, en él dignamente personificado, y localizado en la sociedad Euskalerria, cuyo órgano en la prensa fue antes La Unión Vasco-Navarra y es hoy Euskalduna. íntimo amigo de Cánovas, diríase que no anduvo este político español muy ajeno de los planes de Sagarmínaga en hacer consistir todo lo más grande de las instituciones bizkainas en la exención de quintas y contribuciones, es decir, en lo derogado por la Ley del 76; para que todo el movimiento fuerista que entonces se acentuaba se encauzara en esa simple aspiración y quedase disipado el temor de que los bizkainos volvieran a acordarse de su independencia. Quedaban, a la vez, fijados hasta los procedimientos que, para obtener ambas exenciones, deberían seguir los bizkainos, y consisten en el mismo iniciado por Sagarmínaga, esto es, en dirigirse ante el Gobierno central, y en respetuosa protesta reclamar lo perdido, y en correcta representación y súplica exponer las aspiraciones de los fueristas. Afortunadamente el partido de este nombre no ha salido de puertas de Bilbao afuera. Pero el daño que ha causado a Bizkaya no es ciertamente despreciable.

3. El Gobierno y Régimen Foral del Señorío de Vizcaya, tomo 11, página 30.

4. Página 199.

5. En el número anterior de este periódico se da cuenta de este suceso, copiando la carta que
los bizkainos dirigieron a Felipe II (III de España) y la que éste les contestó revocando su
acuerdo. El relato del mismo acontecimiento y la publicación de ambas cartas fue el objeto
exclusivo del primer número de Bizkaitarra, que apareció el 8 de junio de 1893, es decir, en
la época en que los pueblos euskerianos se vieron amenazados por la mano de... Gamazo.

6. Por libertades (plural) se entienden los derechos o franquicias de un pueblo respecto de su poder o gobierno: por ejemplo, los de Bizkaya respecto de su Señor. Por libertad (singular) en la esfera política exterior o internacional, se entiende lo mismo que por independencia absoluta de una nación o estadio respecto de los demás. Bizkaya, rigurosamente hablando, no ha perdido sus libertades, sino su libertad. El historiador bizkaino que sólo habla de los derechos, franquicias, libertades, etc., que se llaman Fueros, se calla, pues, lo principal: laindependencia nacional. Y el bizkaino que sólo se queja de la pérdida de esas libertades, es extranjerista: no quiere la independencianacional.

7. En tiempo de Felipe I (II de España) el Consejo Real de la entonces vecina nación, con malicia propia de latinos, intentó, por sí solo haciéndose el mal enterado y con el único objeto de por si cuajaba hacer extensivo a Bizkaya un cierto impuesto sobre la sal establecido ya en España. Felipe I, que a la sazón estaba en Portugal, tan pronto como tuvo conocimiento de ello mandó anular la orden.

8. Es decir, Diputados ricos y amigos de figurar en la nobleza extranjera y de títulos, condecoraciones y mercedes. La casta no ha desaparecido. Con la diferencia de que hoy, en vez de títulos y mercedes nobiliarias, hay minas, fábricas, propiedades, cargos de autoridad, etc.,

9. Entonces Bizkaya tenía una población muy reducida, muy escaso número de hombres (pues era considerable el de los que habían perecido sirviendo en las guerras del Señor), y muy poca riqueza, y además se encontraba aislada, pues nunca todos los diferentes estados euskerianos se han unido en la historia, como parece que era lo natural, dada su identidad de raza, de religión, de carácter, de costumbres; así es que, cuando los bizkainos se veían amenazados de contrafueros como el que nos ocupa, tomaban muchos de ellos la resolución de emigrar a Francia u otros países, trasladándose a ellos con sus familias.

10. El daño que Bilbao, terrible enemiga de su Patria Bizkaya desde su origen, la ha causado es
incalculable: tal vez, si a Diego V no se le hubiera ocurrido fundar la villa, hoy fuera feliz 
Bizkaya. No se ofendan los bilbainos: esto es lo cierto, este es el hecho: Bilbao siempre se ha 
colocado enfrente de los intereses generales de la República. No es ciertamente porque los verdaderos bilbainos hayan sido antibizkainos; no, sino porque han sido tan cándidos como los demás euskerianos, y se han dejado dominar por una o dos docenas de encubiertos enemigos de la 
Patria.

11. En ocasión posterior, hubo jefes y faltaron bizkainos que les siguieran. ¡Ah, si en este siglo los patriotas hubiesen contado con un pueblo aldeano como el de 1632!

"Las pasadas elecciones" (Baserritarra, Sabino Arana, 30 de mayo 1897)

Las pasadas elecciones

El socialismo es el único partido que se ha portado decentemente en las elecciones respecto de la compra de votos, porque no los ha comprado.

¿Será porque este proceder sea aplicación de sus doctrinas?

Claro es que no. Si tuviera dinero, compraría a todos los burgueses que pudiera. Si no los compra, es porque no lo tiene.

Pero lo que sí es de admirar y de alabar en los socialistas es la fe en sus ideas o al menos, en su aspiración de las 8 horas de trabajo. Porque no se venden como los burgueses.

¿No es hermoso ver que, mientras tantos hombres (al menos, figura de tales tienen), y entre ellos muchos que están acomodados, venden su voto por unos cuantos duros, haya padre de familia necesitado que tenga fortaleza de privarse de este dinero que a él pudiera servirle para pagar alguna deuda, atender alguna otra necesidad de la familia o brindarles aquel día a sus hijos con algún extraordinario?

Pues esta conducta, que, siguiendo así las cosas, nos ha de parecer con el tiempo verdaderamente heroica, pero que en realidad es simple cumplimiento de un deber social, sólo se ha observado, desde que empezó a correr el dinero en las elecciones de Bizkaya hasta el presente, en el partido socialista: en todos los otros partidos liberales y aún en todos los católicos se ha quebrantado escandalosamente aquel sagrado deber, demostrándose así que ya no hay fe, convicción y arraigo en sus prosélitos. […]

¿Que el socialismo ha venido del extranjero a Bizkaya?

Pues la misma procedencia tienen todos aquellos otros partidos.

Si hoy todavía cuenta aquí con corto número de partidarios, es porque hace poco que ha llegado; mientras que los demás partidos liberales tienen ya un siglo de existencia, y los católicos, varios, pues las raíces de unos y de otros arrancan de la época en que aún estos cuatro estados euskerianos eran independientes.

El número de socialistas, no obstante, va aumentando. Verdad es que no se puede considerar como socialistas a todos los que votan a candidatos de estas ideas. Muchos obreros, sólo se les otorgan su voto por vengarse de sus amos o porque esperan evitar en parte con el triunfo electoral de los socialistas las vejaciones de que son objeto en el taller o en la mina. Y no les falta razón para quejarse: todos sabemos que hoy el pobre es inhumanamente explotado y tratado como bestia por industriales y comerciantes, mineros y propietarios.

Por lo demás el partido socialista se compone, aún hoy todavía, casi exclusivamente de maketos. Apenas habrá aquí una docena de euskerianos que sean socialistas de verdad, con conocimiento de las ideas y plena convicción.

Y ¡cómo podría ser de otra manera! Los baserritarres, los euskerianos de blusa, los verdaderos hijos de nuestra raza, aquellos de quienes nuestra Patria puede únicamente esperar la salvación, ¿habían de unirse con la hez del pueblo maketo, si corrompido en sus ciudades, más degradado en sus campos?

Lo que es extraño es que haya un solo obrero euskeriano entre los socialistas. Porque si realmente aspira a destruir la tiranía burguesa y a reconquistar sus derechos de hombre y de ciudadano, que hoy se le niegan o, cuando menos, se le merman notablemente ¿dónde mejor que en la realización del nacionalismo, que es la doctrina de sus antepasados, la doctrina de su sangre, podrá conseguirlo? Y si aún del partido nacionalista se recela, y se teme que haya en su seno diferencias entre burgueses y proletarios, entre capitalistas y obreros, ¿por qué los obreros euskerianos no se asocian entre sí separándose completamente de los maketos y excluyéndolos en absoluto, para combatir contra esa despótica opresión burguesa de que tan justamente se quejan? ¿No comprenden tal vez que, rechazada la dominación burguesa, aún quedaríamos los euskerianos, con el socialismo, sujetos a la dominación maketa, mientras que salvados de ésta, Euskeria o al menos Bizkaya, sería también salva de la dominación burguesa, que está esencialmente reñida con la constitución social de los siglos de su libertad?

Sepárense de los maketos, asóciense entre sí enfrente del despotismo burgués, y así trabajarán a un tiempo por derrocar a una y otra dominación.

Pero déjense de ideas socialistas, que son anticristianas y antivaskongadas. Que para que la justicia e igualdad se realicen en la sociedad bizkaina no es preciso recurrir al socialismo, que no podría conseguirlas. Esos sagrados nombres están indeleblemente esculpidos en la historia de nuestra raza, en las doctrinas de nuestros padres, en la bandera nacionalista.


Baserritarra, Bilbao, 30 de mayo de 1897.

"Efectos de la invasión" (Baserritarra, Sabino Arana, 11 de julio de 1897)

Efectos de la invasión

Entre el cúmulo de terribles desgracias que afligen hoy a nuestra amada Patria, ninguna tan terrible y aflictiva, juzgada en sí misma cada una de ellas, como el roce de sus hijos con los hijos de la nación española. (1)

Ni la extinción de su lengua, ni el olvido de su historia, ni la pérdida de sus propias y santas instituciones e imposición de otras extrañas y liberales, ni la misma esclavitud política que hace más de once lustros padece, la equiparan en gravedad y trascendencia.

¿Qué es el idioma patrio, en sí mismo considerado, más que un simple signo con que los miembros de una nación se comunican entre sí sus ideas y sus afectos? Suprimido él y reemplazado por otro, puede en absoluto esa nación encaminarse a su fin.

¿Qué es la historia patria, en sí misma apreciada, sino un cuadro en el cual a un pueblo se le muestra su pasada vida y se le enseña la manera de evitar el mal y obtener el bien en su esfera interna y en sus relaciones con los otros pueblos, y un testimonio de los derechos que ya ha disfrutado? Olvidada por completo, puede muy bien ese pueblo conocer por otros medios la norma de su felicidad y los derechos que le asisten para obtenerla.

¿Qué vale el que determinadas instituciones sean las tradicionales y propias de una nación, si ésta no sabe si son ellas las que más le convienen para su fin y, sin preocuparse por esto, aspira a realizarlas? El solo hecho de haberlas gozado tradicional y aun originariamente no le da derecho a poseerlas: éste se anula desde el momento que su ejercicio dificulta la acción del pueblo en orden a su fin.

Y aun dado que las instituciones tradicionales de un pueblo sean las que más le convengan para cumplir sus fines, ¿qué importancia tiene el que se pierdan y se sustituyan por otras que le sean perniciosas, comparado con las causas que inmediatamente extravían de su fin a las familias y los individuos de que la sociedad es mero compuesto? El gobierno y las leyes de un estado, sobre todo desde el punto de vista moral, muy a la larga influyen en la vida social del pueblo que lo constituye: las relaciones sociales, en cambio, inmediatamente ejercen su influencia. Familias hay aún, afortunadamente, en Euskeria que, a pesar del gobierno y legislación liberales a que, por su esclavitud política están sujetas desde hace más de medio siglo, todavía no han sentido sus efectos y conservan la prístina pureza en su carácter y sus costumbres. De la misma manera el pueblo español, no obstante los largos siglos en que ha gozado de gobierno y legislación católicos, siempre se ha resistido a su benéfica influencia, siempre ha permanecido irreligioso e inmoral, de suerte que este su actual carácter no puede atribuirse en manera alguna al gobierno y legislación liberales que al presente le rigen, sino que éstos así le encontraron. En España la virtud caminaba, pues, de arriba abajo, del gobierno al gobernado, de la ley a la costumbre, del poder al súbdito; en Euskeria, por el contrario, se transmitió de abajo arriba, del pueblo al gobierno, de la costumbre a la ley, del ciudadano al poder del estado. Por eso allá no debe buscarse la religiosidad y la moralidad en el campo, sino en las ciudades, y ordinariamente en tanto mayor grado carecerá de ambas virtudes una familia cuanto más apartada de aquéllas se encuentre; por eso acá id a buscar la probidad en las montañas, en los extraviados caseríos, que cuanto vías de comunicación más fáciles toméis y más os acerquéis a las poblaciones, tanto más cargada de miasmas habréis de hallar la atmósfera social.

Ni ¿qué valor tiene, por último, la independencia política, aisladamente mirada, si ella en sí misma no es indispensable a la felicidad de los pueblos, antes bien su pérdida es, no sólo compatible, sino necesaria muchas veces a su consecución? Cierto es que así como los pueblos virtuosos pueden, y aun deben muchas veces, adoptar las formas más democráticas y libres en su constitución; así también hay naciones que pueden, y aun deben en muchos casos, mantener o alcanzar su independencia para ordenarse a su fin. Pero no es menos cierto que así como hay pueblos que, exentos de virtudes suficientes, deben someterse a un poder tanto más absoluto cuanto mayor sea su ineptitud para regirse; así también hay estados que, incapaces de proporcionar a sus miembros los medios necesarios para dirigirse a su fin, sólo sometidos a poder extraño podrían procurárselos. (2)

Nada importa, pues, la extinción de nuestra lengua; nada, el olvido de nuestra historia; nada, la pérdida de nuestras propias y santas instituciones y la imposición de las extrañas y liberales; nada, esta misma esclavitud política de nuestra patria; (3) nada, absolutamente nada, importa todo eso, en sí considerado, al lado del roce de nuestro pueblo con el español, que causa inmediata y necesariamente en nuestra raza ignorancia y extravío de inteligencia, debilidad y corrupción de corazón, apartamiento total, en una palabra, del fin de toda humana sociedad.

Las virtudes católicas de los gobiernos y legislaciones que ha tenido España en los pasados siglos no consiguieron llegar al pueblo antes de trocarse por los vicios liberales; las virtudes de la familia euskeriana pudieron comunicarse a sus gobiernos y sus leyes antes del día de su esclavitud: pero ya hoy, perdida su independencia, y con ella sus leyes y gobierno propios, borradas han quedado las fronteras que la apartaban de la familia española, rota y deshecha la barrera que a una de otra separaba y establecida la íntima comunicación de ambos hogares; y en el solar de la familia euskeriana penetra la española a título de amiga, y de amiga pasa luego a pariente, y con la confianza que la amistad y el parentesco inspiran se hablan sin recelos sus inteligencias, se comunican sus corazones, se compenetran sus espíritus; y el criterio extraviado vence y ahoga al buen sentido moral la malicia a la bondad, a la verdad el error, la corrupción a la pureza la vileza a la dignidad, el vicio a la virtud, el mal al bien; y el mal sienta sus reales en nuestras poblaciones y desde ellas extiende sin tropiezos sus conquistas, y transpone los ríos y se extiende por los valles y penetra en los barrancos y trepa las laderas, y ya la familia euskeriana, acosada y estrechada por la impetuosa invasión, va viendo perecer, arrollados en el inmundo torbellino, a todos sus hijos, no quedándole ya libre del general naufragio más que la cumbre de sus más altas montañas, cuna de nuestra raza.

Y muerto y descompuesto así el carácter moral de nuestro pueblo, ¿qué le importa ya de sus caracteres físicos y políticos? Si hoy con la invasión española coexistieran éstos, y nuestra lengua, en vez de desaparecer rechazada por la extranjera, fuese adquirida y usada por el invasor, y no hubiese euskeriano que no conociera la historia de su Patria, y Euskeria gozase de sus instituciones tradicionales y estuviera cristianamente legislada, y no padeciese infamante yugo sino disfrutase de la independencia política más absoluta, pero el hijo de España fuera cual hoy considerado como hijo de una misma sociedad y hermano, y como hermano y conciudadano fuese recibido en el hogar de Euskeria, ¿qué valor tendría todo aquello al lado del carácter social naturalmente religioso y moral del euskeriano, que, a pesar de todo, habría de corromperse, realizada la simultaneidad que suponemos, al contagio del carácter social del español, naturalmente impío e inmoral? ¿Qué le importaría de todo ello a Euskeria, si a pesar de su lengua nacional, y del general conocimiento de su historia, y de sus propias instituciones, y de su libertad política, y aun del catolicismo de su gobierno y legislación, sucumbía en la esfera social, viciándose sus costumbres y pervirtiéndose sus hijos? ¿De qué le aprovecharía su antigua y bella lengua, ni el recuerdo de su historia, ni sus sabias instituciones, ni su independencia política, ni su católica legislación siquiera, si ya, antes de sentirse los resultados de ésta, el roce íntimo y fraternal dé la sociedad española descarriaba las inteligencias de sus hijos, podría sus corazones y mataba sus almas?

Para el hombre, sólo una cosa hay importante: la salvación de su alma; la cual principia en la Sangre de Cristo, se confirma por los actos de la voluntad libre y se integra y complementa perpetuándose en la eternidad. Si de ella se le aparta y se le priva ¿qué le queda, si no es la eterna desesperación por no haber llegado al Sumo Bien que era su fin, al cual eterna y fatalmente estará tendiendo con ímpetu insufrible e invariable y con la certidumbre de nunca jamás poder alcanzarlo? En tanto, pues se perfeccionará el hombre en este mundo, en cuanto procure llegar a la consecución de su fin: luego la perfección de la inteligencia humana consiste en el claro y completo conocimiento de los deberes en orden a ese fin; la perfección de su libre voluntad, en cumplirlos. Tras el sepulcro, de nada vale el talento, de nada valen los conocimientos científicos que se hayan adquirido en este mundo: sólo vale el conocimiento que se haya tenido de los propios deberes: el temor de Dios, dijo el Sabio, es el principio de la sabiduría; y el perfecto conocimiento de su Voluntad, se puede añadir, es su complemento. Asimismo, después del tiempo, el haber obedecido en él a las viciadas inclinaciones de la caída naturaleza humana, sólo le servirá a la voluntad de motivo de aflicción y tortura y de un arrepentimiento ya extemporáneo e inútil, mientras que tanto más será glorificada cuanto más energía haya tenido que emplear en el cumplimiento de los deberes. Aquí abajo quedan las ciencias, las artes y las letras; aquí se dejan los objetos de la concupiscencia. ¿Qué más le da al hombre vivir un solo día como cien años, si los años se componen de días, y al fin todo perece y se extingue? Cierto es que si los hombres mueren, la sociedad permanece, porque nacen otros que los sustituyen; pero también es cierto que ni aun esta sociedad tiene carácter de permanente y estable y podrá perpetuarse, pues la misma razón nos dice que lo que empieza acaba, y las mismas ciencias físicas nos enseñan que en la naturaleza, mientras el Creador no la deje de su mano conservadora para que vuelva a la nada, nada nuevo aparece ni nada se pierde, pero todo está sujeto a una no interrumpida transformación, y que, en virtud de ésta, la tierra que habitamos ha de verse un día privada de los agentes que sostienen la vida de los seres que la pueblan. Si, por otra parte, el hombre, ser inteligente y libre y que, por esta razón, concibe la existencia de un bien sumo y eterno, de un bien perfecto, y necesariamente se siente inclinado a poseerlo, no pudiera alcanzarlo, no habría orden en el universo, no habría providencia, no habría Dios. Luego el hombre nace, para llegar a esa perfecta felicidad; y vive acá abajo, para conocer lo que debe cumplir en orden a ella y para cumplirlo.

Si, pues, la sociedad política no es más que un compuesto de familias, y la familia un compuesto de hombres, es claro que ni la sociedad política ni la familia pueden tener más fin que el de facilitar al hombre la consecución del suyo; y si además el fin por sí mismo implica esencia y necesidad, nada que no sea procurarle al hombre el conocimiento y el cumplimiento de sus deberes podrá constituir fin de la sociedad o de la familia, y todo lo que a ello no tienda deberá ser mirado como mero accidente, aditamento y añadidura si no lo dificulta, y evidentemente como extravío y desorden si lo entorpece.

La sociedad euskeriana, hermanada y confundida con el pueblo español, que malea las inteligencias y los corazones de sus hijos y mata sus almas, está, pues, apartada de su fin, está perdiendo a sus hijos, está pecando contra Dios.

No insultamos al pueblo español, no intentamos ofender a nadie: sólo queremos salvar a nuestra Patria. Somos hijos de una raza desgraciada, somos miembros de una extraviada sociedad, y estamos en el deber de encaminar a su fin a la sociedad en que vivimos y de procurar la felicidad de la raza a que pertenecemos: y para encaminar a su fin a nuestro pueblo, hemos de enseñarle el único camino, y para que pueda conseguir su felicidad, hemos de mostrarle su actual desgracia y señalarle la causa. Y si publicamos la degradación del carácter español, es porque el euskeriano vea en su roce con ese pueblo la causa de su rebajamiento moral, y si afirmamos la independencia de nuestra raza, la afirmamos como necesaria e ineludible para evitar el mortal contagio y salvar a nuestros hermanos, a nuestra familia, a nuestra Patria.

La material inmigración del pueblo español en Euskeria ningún daño moral o muy poco considerable acarrearía, en efecto, si el español no fuera recibido acá como conciudadano y hermano sino como extranjero. Fuese independiente Euskeria, y, aparte de que el número de españoles que aquí inmigrasen sería muy contado, los que vinieran vendrían como extranjeros y, como extranjeros, estarían siempre aislados de los naturales en aquella clase de relaciones sociales que más influyen en la transmisión del carácter moral, cuales son el culto, las asociaciones, la enseñanza, las costumbres y la amistad y trato: y entonces esa separación sería tan marcada como la que ordinariamente existe entre los naturales y ciudadanos de un país y los extranjeros, cuando, ya independiente Euskeria, legislase en los primeros tiempos de su libertad y restauración como fuese necesario para borrar de raíz los desastrosos efectos sociales de la pasada dominación española y aun aquellas influencias de la misma tan sólo indiferentes.

Es, pues, de todas suertes innegable que el euskeriano no puede, sino muy difícilmente, alcanzar su último fin, ni puede la sociedad euskeriana cumplir el suyo, ni puede salvarse nuestra raza, mientras se encuentre sometida por España. Así lo dijo Bizkaitarra respecto de Bizkaya y debe entenderse lo mismo de los demás antiguos estados de nuestra raza: Bizkaya, dependiente de España, no puede dirigirse a Dios, no puede ser católica en la práctica.

No es, no, el liberalismo del gobierno y las leyes actuales de la nación dominadora la causa inmediata y principal de la perversión de nuestro pueblo. No, y mil veces no. Multitud de españoles, repetimos, llegan a nuestra Patria sin haber sentido los efectos de aquel gobierno y aquella legislación, y sin embargo, multitud de euskerianos que tampoco aún los han sentido, pierden sus más bellas cualidades y se pervierten al contacto con los invasores. Los españoles que acá inmigraron pocos años después de la liberalización del estado español, nos trajeron el mismo carácter y las mismas costumbres que los que inmigran ahora. El mal no es, pues, reciente. El liberalismo teórico o doctrinal se aprende, porque es sistema moral y político; pero el práctico está en la misma naturaleza humana, empezó con el pecado original y está expreso en muchos, latente en todos: manifiesto está en el carácter y en las costumbres del español, y al contacto del hijo de España con el euskeriano, se enciende y manifiesta en éste y altera su carácter y sus costumbres.

Yerran, pues, los euskerianos católicos que piensan salvar a Euskeria uniéndola a España. La sociedad euskeriana se pierde en su roce con la española, y es preciso aislarla hoy en lo posible, para salvar a sus miembros, y para salvar a los venideros, aislarla mañana en absoluto por medio de la independencia política. El carlismo, el integrismo y el moderno regionalismo católico no podrán jamás salvar a Euskeria, porque desde el momento que establecen la íntima unión social del pueblo euskeriano con el español, se oponen a que aquél cumpla su fin, sirvan sus hijos a Dios y salven sus almas.

Pero es evidente que no sería bastante la independencia de Euskeria para que pudiese realizar el fin de facilitar a sus hijos la consecución del suyo propio: sino que además sería preciso que en su constitución interna se amoldase al mismo objeto, organizándose con gobierno, instituciones y leyes que al mismo fin tendieran, y basándose al efecto en lo fundamental de su tradición, la cual, como informada en los principios religiosos y morales de la Iglesia Romana, es ya verdaderamente santa, y además, por lo mismo que es tradición y producto del carácter en nuestra raza, la constitución que más entre todas se le acomoda. Y es oportuno prefijar desde luego cuáles son la Religión y la Moral en cuyos preceptos hubiesen de informarse nuestras instituciones, porque si actualmente no hay más que un partido nacionalista, que es por fortuna íntegramente católico y el único que puede derivarse de nuestra tradición política, no sería imposible, sino muy fácil, dado el actual relajamiento, que el día que la idea de la separación material de España se propagase en nuestro pueblo, surgiera, inspirado por las infames logias, algún partido que, con capa de patriotismo, pretendiese liberalizar nuestra constitución y el carácter social de nuestra raza, y fuese por lo tanto no ya nacionalista, pues carecería de derecho su bandera, sino verdaderamente separatista y más enemigo de Euskeria que la misma España.

Salvar a nuestros hermanos, proporcionándoles los medios adecuados para alcanzar su último fin: he ahí el único y verdadero del nacionalismo. Si, pues, éste trabaja por desarrollar nuestra lengua nacional y por difundir el conocimiento de nuestra historia patria, sólo para ese fin trabaja: y aun la misma independencia, con la realización del mismo santo lema Jaun-Goikua eta Lagi-Za´ra (que para Bizkaya proclama, pero que ha de ser en sustancia el de todos los estados hermanos), no tiene más valor que el de simple medio, si bien ya último y necesario, para el mismo fin. Y respecto de los procedimientos, ningunos más sencillos y lícitos que los suyos: propaganda y asociación hoy; mañana, lo que a la actitud de España corresponda.

¿Hay otra causa tan noble y santa como la nuestra? ¿Hay otra a cuyo triunfo en Euskeria le sea permitido al católico aspirar? ¿No es ella la digna causa que a todo euskeriano obliga reclamándole el concurso de que sea capaz? Y no cabe alegar razones de imposibilidad: si la causa es justa, y sobre justa, necesaria, como único remedio de un gravísimo mal moral, Dios nos manda servirla, y lo que Dios manda no es nunca inútil o imposible: queramos todos los euskerianos, traduzcamos en obras nuestros deseos y Dios nos protegerá y nuestra Patria será libre y dichosa.

Mas no contrarresten e inutilicen nuestro esfuerzo y nuestra acción, ¡por Dios se lo rogamos!, nuestro Clero y las Ordenes Religiosas que en nuestra tierra se hallan establecidas. Medítenlo seriamente y habrán de comprender cómo el roce del pueblo euskeriano con el español corrompe a aquél, y cómo, por tanto, están uno y otras en el ineludible deber de trabajar en todos los órdenes por evitarlo en lo posible. No pretendemos que apoyen la política nacionalista; que nuestro partido ni aún recibe como afiliados a sacerdotes: únicamente les pedimos respetuosamente no nos combatan; les suplicamos prediquen sólo el Evangelio, no prediquen la sumisión a España; y limitámonos a señalarles el roce con el pueblo español como causa de una gran desgracia moral por todos conocida y a pedirles procuren atajar la perniciosa infección. Se trata de salvar almas: perecen las de nuestros hermanos... ¡Ay de aquel que de obra, de palabra o por omisión coopere a ello!

Y entendedlo bien: si en las montañas de Euskeria, antes morada de la libertad, hoy despojo del extranjero, ha resonado al fin en estos tiempos de esclavitud el grito de independencia, SOLO POR DIOS HA RESONADO.

Un hijo del estado euskeriano hoy más azotado por la invasión, y natural del más invadido pueblo de él, un oscuro bizkaino, fue quien dio el grito: cierto. Mas no miréis si el que lo dio era seglar o autoridad eclesiástica, ignorante o sabio, pobre o rico, joven o de edad madura.

No preguntéis quién ha dado la voz. Es la voz de la razón y la justicia, y esto debe bastaros.

***

Si los pocos avisados quieren formarse idea de la impiedad y la relajación moral que, por efecto de la influencia social de España van cundiendo en nuestro pueblo, paren su atención en los dos sucesos que a continuación narramos.

Nos cuenta El Aralar que en Pamplona fue hace poco públicamente apedreado un Santo Cristo. Sentimos no conocer los detalles de la sacrílega infamia y los nombres de sus autores.

Y de El Fuerista, de San Sebastián, del sábado 3 de los corrientes (número 2.797), copiamos la siguiente horrorosa relación:

(Escrito y compuesto ya el artículo que como primer editorial publicamos en el número de ayer, tuvimos ocasión de enterarnos de los sucesos de Vergara que en el mismo comentamos).

Según nuestros informes, encontrábase en dicha villa el R. P. Ibarguren, de la Compañía de Jesús, celosísimo religioso cuyo espíritu de penitencia y mortificación son admirados de cuantos lo conocen. Baste decir que en sus sobrias conversaciones, no habla más que de Dios y de la salvación eterna de las almas. Su frugalidad es extraordinaria; durante los días que ha estado en Vergara se alojaba en el Hospital o Casa de Beneficencia, y no consentía que se le dispensara otro trato que el mismo de los asilados, de los que no ha querido diferenciarse absolutamente en nada. (4) Sus sermones, a pesar de hallarse desprovistos de las galas de la oratoria humana, producen admirables efectos de conversión y de santificación; llevan consigo la mejor de las elocuencias: la que les comunica, por modo extraordinario, la gracia divina.

No es, pues, de extrañar que los católicos de Vergara estuvieran admirados de los frutos obtenidos por la labor apostólica del joven jesuita, cuya sola presencia revela un espíritu de mortificación y de penitencia, que de buen grado ensalzaríamos, si no temiéramos ofender su modestia; y era también muy puesto en razón que el Apostolado de la Oración, a cuya iniciativa se debían los actos religiosos dirigidos por el P. Ibarguren, viendo la proximidad de las fiestas de San Pedro, procurase que no se dieran en ellas los escándalos que son frecuentes en tales casos.

De aquí que las piadosas señoras que constituyen dicha Asociación elevaran al Ayuntamiento una instancia en súplica de que la Autoridad local impidiera, por los medios que la ley le confiere, los desórdenes del baile en la vía pública; siendo de advertir, y lo consignamos con profunda pena, que según se dice, invocándose el testimonio de personas nada escrupulosas, en ningún pueblo de la provincia se ve en los bailes tan poca corrección –no queremos emplear frase más expresiva– como en los que entre ciertas gentes se presencian en aquella villa.

El Alcalde de Vergara, atendiendo al noble deseo de lo más selecto y distinguido de la villa, publicó un bando encaminado a evitar y reprimir los aludidos excesos. Pero una parte de la gente joven, contrariada con aquella determinación, tomó la de no presentarse en la plaza y se fue con la música a otra parte, al Espolón, donde bailó a sus anchas, durante toda la tarde; hasta que al anochecer se le ocurrió invadir el baile público, por el gusto de infringir el bando municipal y armar un escándalo. En efecto: sus actos dieron lugar a que se suspendiera el tamboril, conforme estaba prevenido, para el caso, en aquella disposición. Los perturbadores empezaron a silbar y alborotar profiriendo gritos contra la inquisición (¡!) y a favor de la libertad y de algo más que las autoridades podrán esclarecer. En su demagógico arrebato no respetaron tampoco a las señoras, que en gran número salieron a los balcones a oír el alboroto, insultándolas en términos groseros e impropios de gentes bien nacidas.

Pero, sobre la infracción del bando, en desprecio a la autoridad y la incorrección de los manifestantes, había algo más grave todavía: el quebrantamiento del orden moral, la infracción de la ley cristiana, en una palabra, la perpetración pública del pecado. Y el celosísimo misionero, que no podía mirar con indiferencia aquellos excesos, que se creía obligado a predicar no sólo con la palabra sino con el ejemplo, que deseaba ofrecer pública penitencia en reparación de los públicos ultrajes, y satisfacer culpas ajenas con propio castigo, se presentó súbitamente ante la multitud, y con un heroísmo verdaderamente admirable, hincó sus rodillas en tierra, y azotó sus carnes, desnudas las espaldas, recia y despiadadamente, hasta brotar sangre, pidiendo A Dios perdón e implorando su misericordia para los que le habían ofendido. Tan edificante rasgo de celo apostólico, movió a compasión a muchas personas, arrodillándose algunas y llorando a lágrima viva ante aquel cuadro que recordaba y reproducía la virtud sobrehumana de los Apóstoles, de los Confesores y de los Mártires.

Los endurecidos corazones de los del grupo perturbador, lejos de inmutarse en presencia de aquel acto heroico, lo tomaron de él y se dieron a recorrer las calles vociferando con creciente furia. Hicieron más; ausente el Padre a instancia de algunos sacerdotes que le obligaron a retirararse, (5) temiendo alguna agresión más bárbara todavía, volvieron los manifestantes al lugar mismo en que se había dado aquel sublime ejemplo de edificación, y haciendo corro a quien les capitaneaba, celebraron la osadía y la irreverencia de éste, que quitándose la chaqueta, hacía la farsa de que se azotaba también las espaldas.) (6)

***

Entre la vergüenza y la indignación que nos ha causado la lectura de este relato, imposible nos es precisar cuál de las dos impresiones se ha ahondado más en nuestra alma.

¡Vergüenza para Bergara! ¡Vergüenza para Gipuzkoa! ¡Vergüenza para Euskeria toda!

¡Nunca hubiésemos creído que en el corazón de nuestra tierra se hubiesen de consumar ya en nuestros días hechos tan horrendos y vitandos que sólo en los anales de ciertos vandálicos pueblos suelen hallarse!

Pero ¿no hay católicos en Bergara? ¿No hay fe en sus hijos? ¿No hay ya siquiera dignidad? ¿No halló su Alcalde un grupo de vecinos que lo acompañara a reprimir el escándalo, mantener el honor del pueblo, defender la moral atropellada y proteger la virtud escarnecida, sujetando a aquellos salvajes y aplicándoles el condigno castigo? ¿No hubo en Bergara un solo cristiano, un solo hombre, que se atreviese a demostrar ser hombre y ser cristiano?

¿Quién dice caridad? Caridad es amar a Dios, y no ama a Dios quien no defiende su Ley y no da frente a los embates del infierno.

¿Prudencia? No somos nosotros, los seglares, soldados rasos del ejército de Cristo, los que debemos entender de prudencias y tenemos facultades para dar tregua al enemigo. Esto compete a los Jefes de la Iglesia: a nosotros, sólo nos toca combatir en todo momento y lugar en que la Cruz sea ultrajada.

Debemos perdonar cuantos agravios personales se nos infieran; pero los agravios a Cristo, no somos nosotros quién para perdonarlos: sólo en el confesionario se perdonan.

Si tal siguen las cosas aún en nuestra Patria, los cristianos tendremos que abrir nuevas catacumbas y encerrarnos en ellas, no ya por la persecución del enemigo y para custodiar los cuerpos de los mártires, sino por nuestra propia cobardía y para guardar nuestras inútiles personas.

***

Apenas llegada a la capital de España la noticia de lo ocurrido en Bergara, desatóse la prensa de allá en improperios y denuestos al Alcalde de esta Villa euskeriana, por su honrosísimo bando, desahogándose en prosa y en verso, y en forma de chistes de mal gusto, chistes impíos e inmorales, chistes, en fin, maketos.

Que unos periódicos que entienden de religión y de moral no más que el eunuco del Sultán de Turquía, crean que es religioso y pío el mofarse del heroísmo cristiano y honesto y decente el bailar abrazado con la pareja, nada absolutamente tiene de particular. Y de que a tal altura (permítaseme la perspectiva) llega su instrucción, bien pudiera certificarnos cualquiera de ellos, por ejemplo El Imparcial, el cual en uno de sus números de la última Semana Santa demostró que ni sabe que los cristianos no adoramos propiamente a símbolo ni imagen alguna, ni sabe que la Hostia consagrada no representa a Cristo, sino que es el mismo Cristo.

Pero que los tales papelones juzguen la cosa más natural del mundo que en un pueblo euskeriano se dance abrazado a la pareja, eso ya indica hasta desconocimiento de la geografía, cosa que aun en las escuelas laicas o librepensadoras, más o menos mal, se enseña. Porque si hubieran estudiado una miaja de geografía política y hubiesen tenido al estudiarla una pizca de sentido común, sabrían que al norte de Marruecos hay un pueblo cuyos bailes peculiares son indecentes hasta la fetidez; y que al norte de este segundo pueblo hay otro cuyas danzas nacionales son honestas y decorosas hasta la perfección; y entonces no les chocaría que el alcalde de un pueblo euskeriano prohibiese el bailar al uso maketo, como es el hacerlo abrazado asquerosamente a la pareja, para restaurar en su lugar el uso nacional de Euskeria.

Ya que los periódicos maketos no quieren, pues, aprender el catecismo, estudien al menos un poco de geografía, que buena falta les hace, y así no desbarrarán con tanto desenfado y cinismo.

Verdad es que aún entonces quedaría en pie aquello de su lenguaje de que la cabra siempre tira al monte, como el maketo tira siempre al verde."

  Baserritarra, Bilbao, nº 11, 11 de julio de 1897.


1. Conste que el adjetivo español empleamos en el sentido etnográfico, no en el político actual. Políticamente, todos sabemos que hoy y de hecho la mayor parte de los euskerianos somos españoles, para gran desgracia nuestra. Precisamente porque en lo político somos hoy y de hecho españoles, hay en Euskeria unas doctrinas políticas que se llaman nacionalismo y un partido nacionalista, es decir, que aspira (sin salirse de lo lícito) a que lo político se adapte a lo nacional y lo positivo a lo natural, y a que como España y Euskeria son dos naciones tan distintas y diferentes entre sí como Euskeria y Alemania y más distintas y diferentes que lo es Alemania de España, así sean también independientes entre sí en lo político. Etnográficamente, hay diferencia sustancial entre ser español y ser euskeriano, porque la raza euskeriana es sustancialmente distinta de la raza española (lo cual no lo decimos sólo nosotros, sino todos los etnólogos), y el conceptoétnico no es jurídico, sino físico y natural, como relativo a la raza; de suerte que etnográficamente, los euskerianos no pueden ser españoles aunque quieran, pues para ser españoles tendrían que dejar de ser euskerianos: por eso, al decir pueblo español, nación española, no podemos comprender dentro de esta dicción al euskeriano, a no ser por supina ignorancia de lo más conocido en etnología, porque pueblo ynación son vocablos que se refieren a la raza, y no al derecho. Decir, pues, que el euskeriano pertenece al pueblo o a la nación española sería tan solemne disparate científico como desconocimiento de los hechos revelaría el afirmar que en el estado español no está hoy comprendido de hecho el pueblo euskeriano de aquende el Bidasoa: y es de creer no se nos obligue a prohijar un error científico tan craso, pues que sería querer coartar la natural e inevitable libertad de la razón y entorpecer el adelantamiento de las ciencias.

2. La dificultad está en señalar en la práctica esos estados, y sobre todo estaría en designar un tribunal humano que decidiese. Sin duda que en este punto que incidentalmente aquí tocamos se padecen muy graves errores. Así, por ejemplo: suele afirmarse con bastante frecuencia y con mucha serenidad que la dominación española en América fue necesaria para cristianizar aquellas naciones, y nada hay más falso: lo que hicieron allá las turbas militarescas y aventureras que siguieron a Colón, fue robar impunemente, asesinar sin piedad a tribus que vivían libres y tranquilas, corromper a otras, destruir a casi todas, y hacer odiosa la Religión Cristiana a las que dejaran con vida, en vez de predicarles con el ejemplo. La conquista de las tres Américas de norte a sur y de oriente a poniente no ha sido, en resumidas cuentas, más que un asesinato por robo. En las praderas centrales de los Estados Unidos vagan errantes y diezmadas las tribus que han sobrevivido a la general ruina del Norte y antes habitaran las regiones de la costa: esas tribus reciben gozosas a los misioneros, y en cambio se irritan por la presencia de otro blanco. Este fenómeno es casi universal. Donde nosotros señalaríamos alguna nación que no puede civilizarse ni con misioneros y necesita una invasión extranjera y un poder de hierro para enderezarse, es en la parte meridional de Europa.

3. No cabe decir lo mismo de la raza, porque es evidente que, extinguida ésta, queda extinguida su sociedad para ser reemplazada por otra. Si desapareciese nuestra raza de estas montañas, y en éstas y con el nombre de Euskeria se constituyese la confederación de sus seis estados parciales, y cada uno de éstos se estableciese con la respectiva tradición de nuestra raza, con nuestra lengua y hasta con nuestras costumbres y carácter, esta Euskeria no sería nuestra Patria, sino otra Euskeria diferente: extinguidos los miembros de una familia, extinguida queda la familia misma. Hablamos, pues, de nuestra Patria, y no de otra alguna.

4. El santo Jesuita había ido a pie desde Loyola a Bergara por el monte de Elosua, llevándose a cuestas su modesto equipaje y vestido con un pobre manteo de riguroso invierno. (Adición de BASERRITARRA.)

5. Ya en el hospital, donde se hospedaba, parece que le sintieron que siguió disciplinándose hasta las once.

6. No sabemos el nombre de este valiente: lo demás, lo daríamos con mucho gusto a conocer al público. Los principales alborotadores eran padres de familia.

"La Unión (Baserritarra, Sabino Arana, 8 de agosto de 1897)

La Unión

Dos clases de unión deben realizarse en Euskeria, si este desdichado pueblo ha de tornar a ser dueño de sus destinos sobre la base de su santa tradición: la unión de sus hijos dentro de cada uno de los antiguos estados de la raza; la unión de estos seis estados en orden a la salvación de la Patria común, es decir, de la raza misma.

La primera, para trabajar directamente por el retorno de cada estado al goce de su tradición religioso-política mediante la reconquista de su independencia, e indirectamente por la libertad de todo el pueblo euskeriano; la segunda, para procurar directamente la independencia de éste, e indirectamente la felicidad de cada uno de los estados que lo componen.

Ambas uniones son igualmente necesarias: si se prescinde de cualquiera de ellas, la salvación de la Patria se hace imposible.

¿Qué vale que los hijos de cada estado euskeriano se unan dentro de su seno bajo su bandera tradicional, si entre él y los estados de la misma raza no se establece una alianza tan robusta que pueda contrarrestar a la fuerza exterior que los subyuga a todos? Así aislado, no podría jamás, por falta de poder material, conseguir su independencia, y nunca, por consiguiente, podría restaurar su tradición.

Y ¿qué vale que los diferentes estados se unan entre sí para recobrar su libertad, si dentro de cada uno de ellos no se ha realizado la unión suficientemente extensa y vigorosa para darle consistencia y estabilidad? La confederación es un compuesto de estados, y todo compuesto es según la naturaleza de sus componentes: con estados euskerianos débiles por falta de unión, o no sería posible alcanzar la libertad, o una vez conseguida, la confederación se haría insostenible y pasajera su independencia.

Pero es verdad trivial que allí empieza la unión donde se inicia la unidad de pensamiento o doctrina, y que aquélla se completa donde esta unidad doctrinal es perfecta en lo que tiene de fundamental y necesaria.

Ahora bien: como quiera que los estados euskerianos se han regido en la historia independientemente, es claro que cada uno de ellos debe fijar con la misma independencia su doctrina política fundamental. Pero ésta es una en cada estado: aquella que se contiene en lo bueno de su tradición: porque la constitución que mas le conviene a todo pueblo es aquella que le es tradicional y al propio tiempo se conforma con el fin de la humana sociedad; la cual obligada está a servirse de los medios más conducentes al mismo.

La constitución de un pueblo que ha vivido independiente y en los tiempos de su libertad ha sido feliz, no se inventa, pues, sino que se busca en su historia y de ella se la desprende. Mas no se olvide que sólo debe fijarse la de carácter fundamental e invariable: después, el poder legislativo que, según la misma tradición, resulte, es el único que tiene facultades para modificar, quitar o añadir lo que sea puramente contingente, accidental y variable según las circunstancias, pero sin atribuciones para tocar a lo que es esencial y necesario para que se realice una restauración y no una creación de un nuevo estado, en cuyo caso ya no serían los mismos los fundamentos de su derecho a la independencia.

Fijada así la constitución radical de cada estado, ella debe ser la bandera que una a los hijos de éste: quien de ella se aparte, no cumple el deber patrio; quien se la oponga, es traidor a la Patria.

***

Para fijar las bases de la confederación nacional, en cambio, de nada podría servirnos la tradición, puesto que no ha existido aquélla en la historia.

Pero es indudable que dos lazos confederativos son necesarios para que la unión nacional sea sólida y duradera: la raza y la religión. La primera es la materia nacional; la segunda, el espíritu que la informa. La diversidad de razas determina diversidad de caracteres, de hábitos y de costumbres; la diversidad religiosa separa a los hombres en aquello que más debe importarles y que es de manifestaciones más trascendentales.

Respecto de la raza, nada tenemos que decir por lo que a la confederación euskeriana se refiere: precisamente por el amor a la raza aspiramos a la realización de ésta.

Cuanto a la religión, afortunadamente también todos los estados euskerianos basaron su legislación en la misma fe religiosa: en la única verdadera.

He ahí, pues, las dos bases fundamentales de la unión de los estados euskerianos para constituir la confederación nacional: unidad de raza en lo posible; unidad católica.

Y como todos los estados concurrirían con la misma libertad y por tanto con las mismas facultades a la unión, despréndense de aquí otras dos bases esenciales: libertad para separarse (1); igualdad de deberes y derechos en la confederación.

***

Tales son las dos uniones que el partido nacionalista bizkaino señaló desde un principio como necesarias para la salvación de nuestra Patria.

La bandera nacionalista ondeó por vez primera en Bizkaya. El lema en ella esculpido era el tradicional, Jaun-Goikua eta Lagi-Zarra, restituido a su verdadera significación, adulterada sustancialmente por las políticas españolas. Debiendo ser la nacionalista la más antigua en nuestra Patria, era la más nueva en todo lo que llevábamos de siglo y, como sistema político sujetivo, aun en nueve siglos atrás: tan nueva, que es ímproba labor la de hacérsela comprender a nuestros compatriotas, con ser tan sencilla, y mas ímproba, si cabe, la de borrar de sus corazones todo resabio de españolismo, con ser tan grande y santa y noble la doctrina que les exponemos.

A nadie, pues, rechaza el partido nacionalista, al proclamar la unión de los bizkainos: para él lo mismo es el carlismo, como el integrismo, como el regionalismo moderno Y liberal, como el liberalismo monárquico o republicano, como cualquier otro partido liberal, españolista o hispano-liberal a la vez. Cualquiera que sea la procedencia política del bizkaino o del euskeriano establecido en Bizkaya, es admitido con júbilo, como su conversión sea sincera. Todos somos conversos. Asimismo, tan pronto como un afiliado falte a sus deberes de nacionalista, que son públicos y muy sencillos y solamente los fundamentales, es expulsado del partido: no hay unión sin unidad de doctrina.

Y por lo que toca a la unión de los estados euskerianos en caso de libertad, y de sus respectivas asociaciones o partidos mientras se camine hacia ella, sólo el partido nacionalista lo ha afirmado con las bases susodichas. Para el partido nacionalista bizkaino tan hermana de Bizkaya es Nabarra como Gipuzkoa y Araba, y tanto como éstas lo son Laburdi y Zuberoa (2). A ninguna da preferencia: guíase sólo por el amor a la raza.

Basarritarra, Bilbao, 8 de agosto de 1897.


1. Esta libertad, que hoy parecerá a muchos platónica, ha existido en la República Bizkaina, confederación libre de pueblos. Mas había casos que el pueblo desagregado volvía a pedir inmediatamente voz y voto en las Juntas Generales, pues, como fácilmente se comprende, no podía convenirle el aislamiento, ni en lo político ni en lo económico.

2. Acerca de lo que cabe aspirar para nuestras hermanas de allende el Pirineo, véase la nota de la primera plana de El Partido Carlista y los Fueros Vasko Nabarros, por A. eta G.'tar  S.

"Los maketos pintados por sí mismos (Baserritarra, Sabino Arana, 22 de agosto de 1897)

Los maketos pintados por sí mismos

Miguel Servet, famoso heresiarca aragonés (maketo por lo tanto) del siglo XVI, descubridor (según quieren muchos) de la circulación de la sangre, quemado vivo en Ginebra (Suiza) el día 27 de Octubre de 1553, y no ciertamente por ser buen o mal hispano, sino por intolerancia de secta, legó a la posteridad el siguiente retrato de sus propios paisanos que si no es el más fiel y exacto posible, por cuanto que el autor, como español que era, omitió en el lienzo colores que un artista extranjero no hubiera de darlos y trasladó en cambio otros por mera ficción de pintor, se acerca algún tanto a la realidad, cuyo último detalle es precisamente el que nos estimula a darlo a conocer a los lectores, ávidos, como nosotros, de saber la fisonomía típica, los vicios y las virtudes del pueblo latino que arrebató su preciosa libertad al euskeriano. He aquí el retrato a pluma, que nosotros lo transcribimos de un hispanófilo escritor:

"Son (los españoles, dice Servet) de buena disposición para las ciencias, pero que estudian poco y mal, y cuando son semidoctos se creen ya doctísimos (¡petulantes! ), por lo cual es mucho más fácil encontrar un español sabio fuera de su tierra que en España. Forman grandes proyectos, pero no los realizan, y en la conversación se deleitan en sutilezas y sofisterías. Tienen poco gusto para las letras, imprimen pocos libros, y suelen valerse de los que vienen de Francia. El pueblo tiene muchas costumbres bárbaras, heredadas de los moros (sus postreros ascendientes, debió haber añadido). Las mujeres se pintan la cara con albayalde y minio, y no beben vino. Es gente muy templada y sobria la española, pero la más supersticiosa de la tierra. Son muy valientes en el campo, sufridores de trabajos, y por sus viajes y descubrimientos han extendido su nombre por toda la superficie de la tierra."

Tal es la pintura trazada por Miguel Servet de sus paisanos los españoles; incompleta e inexacta, como lo hemos apuntado arriba. Incompleta, por no haber trasladado al cuadro su autor sino una pequeñísima parte de los muchos y abyectos vicios de que los hijos de la pedantesca y tenebrosa Maketania adolecen; e inexacta, más que por falta de exactitud en referir a aquellos no más que en cierto grado los vicios o defectos que les imputa, debiendo haberles atribuido en grado más eminente, por concederles bondades que no poseen, o bien en absoluto, o bien en la proporción por él supuesta.

No se crea que el maketo se halla exento de buenas prendas, no. No hay pueblo, por abominable que sea, indotado de toda buena calidad.

En números posteriores aparecerán nuevos y curiosos retratos tomados de artistas extraños a Euskeria.

Baserritarra, Bilbao, 22 de agosto de 1897.

"El Catalanismo" (Baserritarra, Sabino Arana, 29 de agosto de 1897)

El catalanismo

Sabido es que con este nombre se intitula el moderno partido autonomista de Cataluña, región nordestal de España.

Cataluña padeció, como todos los demás países de España, todas las invasiones que sobre esta nuestra vecina nación cayeron en los tiempos antiguos y en los primeros siglos medioevales. Con el resto de España constituyó la monarquía visigótica, con un solo gobierno y unas leyes, y como parte de España sucumbió bajo la dominación agarena.

Cataluña es, pues, española por su origen, por su naturaleza política, por su raza, por su lengua, por su carácter, por sus costumbres. Si hay diferencias antropológicas, de carácter y de costumbres entre los catalanes y los demás españoles, no son mayores diferencias que las que existen entre los hijos de unos mismos padres. Su idioma es como el castellano, el gallego, el valenciano, etcétera, hijo inmediato del latín, aunque más antiguo que el primero por la forma por no haber sido tan cultivado.

Destruida España por los árabes, en sus regiones septentrionales germinaron otros tantos estados especiales. Uno de éstos fue Cataluña. Desde fines del siglo IX, Cataluña, ora anexionada a la Provenza, ora a Aragón, ora aislada de los países vecinos, puede decirse que constituyó estado independiente hasta que Felipe IV la sometió en 1652. De todas suertes, su independencia había sido anormal y sólo ocasionada por la dominación árabe, y, reconquistada España, era lo natural volviese Cataluña a agregarse a los demás estados españoles para constituir un solo estado bajo un solo poder, bien que conservando sus leyes privativas, creadas en aquella época, si bien anormal, suficientemente prolongada para sancionarlas.

Así lo entienden los catalanes, y por eso ellos no reclaman otra cosa que la terminación de la preponderancia de Castilla sobre las demás regiones españolas, y la fundación de un regionalismo que permita a cada una de ellas regirse por sus leyes especiales dentro de la legislación general del estado español, y por ciertas libertades dentro de la sumisión al poder común y central.

Y porque no se crea que carezcamos de fundamentos para hablar así, véase lo que en un artículo publicado en el número 24 del año VII de La Veu de Catalunya (13 de junio de este año) se dice bajo el epígrafe Misión del Regionalismo:

"Sí, somos una reacción social, política y religiosa: una reacción social que trata de equilibrar la balanza desnivelada de la sociedad moderna; una reacción política que aspira a derrocar este centralismo que absorbe y enerva las energías individuales y colectivas de los pueblos; una reacción religiosa que venga a restaurar la doctrina cristiana, única y verdadera fuente de civilización."

Se ve, pues, que el catalanismo combate al centralismo: luego es regionalismo. Así lo declaran continuamente sus órganos en la prensa, de tal suerte que nadie que los conozca siquiera sea medianamente puede dudar de ello y confundir su doctrina con el separatismo, y, por tanto, con el nacionalismo euskeriano, el cual aspira a la independencia absoluta que los diferentes estados de nuestra raza han gozado respecto de las extrañas desde los tiempos que se ocultan en la noche de la protohistoria.

Sin embargo, muchos confunden las especies y equiparan los derechos de Cataluña con los derechos de Euskeria y las aspiraciones de los catalanistas con las de los euskerianos nacionalistas o patriotas. Semejantes confusiones han podido ser muy excusables mientras los euskerianos, adulterada la historia de su raza por quienes estaban en el deber de mostrársela tal cual es, la han ignorado y han creído que los códigos nacionales de Euskeria que se llaman Fueros se designan así con propiedad y, por consiguiente, nuestras libertades y leyes son leyes y libertades regionales o autonómicas y un mito nuestra independencia, y no han sabido que Euskeria tiene derecho a que la separen de España fronteras igualmente definidas que las que separan de Francia a esta segunda nación. Pero desde el día que la voz del nacionalismo se propagó por Euskeria, el confundir los derechos de ésta con los de Cataluña, sólo puede obedecer comúnmente a la vergonzosa renuncia de los que asisten a nuestra antiquísima raza, antes siempre libre y hoy esclava del extranjero.

Sabino Arana, Baserritarra. Bilbao, 29 de agosto de 1897.

Proposición del diputado provincial Sabino Arana a la Diputación de Vizcaya ((Bilbao, 24 de noviembre de 1898)

Proposición del diputado provincia¡ Sabino Arana a la Diputación de Vizcaya.
(Bilbao, 24 de noviembre de 1898 )

CONSEJO REGIONAL

Artículo 1.º Con el nombre de Consejo Regional se crea una Junta superior de representantes de Álava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya, cuyos fines serán: a) Guiar con voz de consejo, a las Diputaciones de dichas cuatro provincias en las relaciones de las mismas con el Poder Central, ora se trate de cuestiones de aplicación temporal, ora de las que tiendan a resultados estables, ya conciernan al interés particular de sólo algunas de las provincias hermanas, ya al general de todas ellas. b) Proponer a las citadas Diputaciones, para su ejecución por las mismas, todo lo que sea de notable interés para el bien común, moral o material de las cuatro provincias.

Art. 2.º El Consejo se compondrá de dos representantes por cada provincia, elegidos precisamente entre los Diputados que no ejerzan los cargos de Presidente y Vicepresidente de la Corporación ni de la Comisión Provincial, a fin de que el Consejo goce de más independencia respecto de los Cuerpos provinciales.

Fuente: S. Arana, Obras Completas, Sendoa, Donostia, 1980, 2.a edición, tomo III: 2396-1 a 3.

"Regeneración" (El Correo Vasco, Sabino Arana, 11 de junio de 1899)

Regeneración

El pueblo vasco ayer libre y feliz, hoy despojado de cuanto constituye su felicidad, es el que con mayor motivo debe pensar en su regeneración.

Y así como otros pueblos, para regenerarse necesitan enterrar su carácter frívolo, que les hace soñar en fiestas y jolgorios cuando debieran entonar fúnebres cantos a su desgracia; olvidar su historia llena de fábulas y visiones inverosímiles, y reformar sus costumbres, opuestas a todo lo que signifique amor al orden y al trabajo; y después de enterrado, olvidado y reformado todo lo dicho, crear un buen sistema de educación e instrucción y aguardar a que la juventud, por el nuevo sistema educada, se halle en edad de regenerar a su país, el pueblo vasco no necesita ni enterrar su carácter, por ser serio y formal el que tiene; ni olvidar su historia, siendo como es ella ejemplar; ni reformar unas costumbres que, por lo ordenadas, son admiración de propios y extraños.

No, el pueblo vasco, el verdadero, el genuino pueblo vasco, no necesita esas regeneraciones, punto menos que imposible de conseguir, con que sueñan hoy otros pueblos; sólo necesita regenerarse en un punto, en punto al conocimiento de lo que fue antes y de lo que hoy es; sólo necesita penetrarse de aquellas palabras que el oráculo de Delfos escribió para que sirvieran de enseñanza al hombre:

Nosce te ipsum

Cuando todo esto suceda, cuando aprenda su historia propia y sepa quiénes son sus enemigos y cuáles las armas que emplean para dominarle, el divide y vencerás no dará aquí ningún resultado. Entonces no se frotarán las manos de gusto los asesinos de nuestra dicha ante el cuadro terrorífico de luchas encarnizadas sostenidas por extrañas políticas, ni ante los reconcentrados odios creados bajo los pliegues del pendón casero de un cacique; pues inflamados todos por el amor santo a las seculares instituciones de este pueblo tan ejemplar en su historia, poco nos importarán políticas que en nada nos atañen, y penetrados del verdadero carácter del vasco, poco maleable y demasiado duro de espinazo, difícil les sería a esos novísimos dioses del campanil servirse de los hombres cual si fueran mansos borregos obedientes a la voz del gañán que los guía.

Así como Napoleón el Grande pedía para dominar al mundo dinero, dinero y dinero, el Pueblo Vasco necesita para recuperar lo perdido unión, unión y unión. No dirija los ojos a otros pueblos en demanda de auxilio, ni espere de nadie favores. Su felicidad está en la unión de sus hijos. No importa que esta unión sea por el pronto deficiente; con ella vendrá más tarde o más temprano, la unión de las inteligencias y de los corazones. Aislados nos destrozarán, unidos nos tendrán cuando menos respeto. No olvidemos aquellas tan repetidas palabras: la cola de un caballo se arranca con facilidad tirando sucesivamente de cada uno de sus pelos, mas no hay hombre que la arranque de un tirón.

Agrupémonos todos bajo una misma bandera, fundemos sociedades puramente vascongadas, escribamos periódicos vascongados, creemos teatros vascongados, escuelas vascongadas y hasta instituciones benéficas vascongadas. Que todo cuanto vean nuestros ojos, oigan nuestros oídos, hable nuestra boca, escriban nuestras manos, piensen nuestras inteligencias y sientan nuestros corazones sea vascongado. A un concepto antivascongado contestemos con cien vascongados y alcemos nuestra voz con objeto de ahogar la que pregone el enemigo concepto. Hagamos por despejar la atmósfera insana, que ahora respiramos y saturarla después de vascongadismo para que nuestros hijos al venir al mundo respiren ambiente vascongado y nosotros, al abandonarlo, nos llevemos, en nuestro postrero aliento, la fragancia de ese puro ambiente, que será el beso maternal con que nos despida Euskeria agradecida.

El Correo Vasco, Bilbao, nº 8, 11 de junio de 1899

"¿Quién vencerá?" (El Correo Vasco, Sabina Arana, 15 de junio de 1899)

¿Quién vencerá?

Dos elementos completamente opuestos sostienen lucha y se disputan la victoria en el País Vasco y especialmente en Bizkaya: el dinero y la idea. El dinero, es decir, el caciquismo, con sus bolsones de oro y su influencia oficial, y los nobles ideales vascos con su pureza y su legalidad; el egoísta interés particular de unos cuantos, que tienen por único norte de sus acciones el negocio y el lucro, y el interés colectivo de un pueblo que suspira por su libertad y por la continuación de una historia inmaculada. ¿Quién vencerá?

El dinero, el caciquismo, el interés particular, está mantenido por varias personas que, ya independientemente unas de otras, cuando juzgaron empresa facilísima la destrucción de la idea que estorbaba sus manejos, ya unidos en apretado haz, cuando vieron que la tal idea suponía algo más de lo que en un principio creyeran, se proponen ahogar todo pensamiento levantado y toda aspiración noble, para así determinar a su gusto; quieren que el vasco, olvidado de su Patria, de su fe y hasta de su dignidad, ponga los ojos sólo en el negocio, en la dádiva o en la momentánea e ilusoria conveniencia particular.

Para conseguirlo, echan mano de todos los medios, por injustos que sean: unas veces llenan de oro los bolsillos de los aldeanos, los compran, cual si se tratase de bestias puestas a la venta en una feria y llevándolos conducidos por un capataz a los colegios electorales, otras les amenazan con el presidio; ahora insultan, por boca de los periódicos a su servicio, a los mantenedores de la política genuina del Pueblo Vasco; más tarde descienden a la degradante delación... Luego no sabemos a qué acudirán, al ver que todos los medios por ellos empleados son como acicates del verdadero patriotismo; al notar que el patriota responde a tales indignidades con nuevas energías y mayores entusiasmos.

¿Han visto jamás acaso (si es que la codicia les permite ver ni pensar en nada noble) triunfar el egoísmo personal cuando lucha contra una idea? ¿No saben que ese egoísmo dura, a lo sumo, lo que dura la persona que lo sustenta, mientras que la idea, si es noble y legítima, se propaga cada vez más y más?

El negocio particular a nadie interesa, si no es al mismo negociante, y a todos cuantos le sirven, en tanto lo hacen en cuanto sus servicios son liberalmente recompensados. La idea, por el contrario, encuentra, no interesados servidores, encuentra apóstoles que la propaguen y difundan por todas partes; y, estos apóstoles, y los nuevos convencidos, la graban en los corazones de sus hijos, para que, a su vez, se conviertan en apóstoles y aun mártires de ella, si preciso fuere.

Esto ha ocurrido con todo noble ideal desde que el mundo es mundo, y esto ocurre hoy, y lo mismo ocurrirá hasta la consumación de los siglos. El triunfo de los ideales del Pueblo Vasco tardará más o menos, pero llegará indefectiblemente; y esos egoísmos fomentados por los caciques desaparecerán; y se derrumbaran para siempre esos ídolos de barro, propios para ser adorados en pueblos serviles que hayan perdido hasta la última noción de dignidad, pero no en el que, como el Pueblo Vasco, conserva todavía, siquiera sea tan sólo vestigios de aquel carácter de sus antepasados, más firme que el hierro encerrado en las entrañas de su tierra.

Sabino Arana, El Correo vasco, Bilbao, 15 de junio de 1899.

"Nos vamos civilizando (El Correo Vasco, Sabino Arana, 16 de junio de 1899)

Nos vamos civilizando

Los hechos mismos se encargan de demostrar la verdad de nuestra afirmación. No necesitamos torturar nuestra inteligencia en busca de argumentos: los hechos, con su elocuencia abrumadora, dicen más que todas las pruebas que pudiéramos aducir. El vasco, hasta hace poco tan comedido, se vuelve blasfemo; el que antes era respetuoso, hoy lo vemos procaz y desvergonzado; el que tuvo morigeradas costumbres, las tiene hoy desenfrenadas; el que dirimía sus cuestiones con las armas naturales y eso por causas graves, va hoy provisto de la denigrante navaja y mata a sus semejantes por un quítame allá esas pajas.

Y esto ocurre aquí, en Bilbao, y en las Encartaciones, precisamente donde el elemento extraño al país ha sentado su planta. En cambio en los distritos euskeldunes, que no han conocido todavía, por fortuna, esa inmigración, pasa cuando quiera un año entero sin que en su cárcel entre un solo preso.

Lo bueno del caso es que todavía esos mismos causantes de la pérdida de nuestras pacíficas y sanas costumbres tienen la desfachatez de decirnos que ellos nos han civilizado, que nosotros estábamos en la barbarie hasta que, atravesando el Ebro, vinieronse para acá trayendo consigo las corridas de toros, el baile y cante flamenco, la cultísima lengua tan pródiga en blasfemias y sucias expresiones, la navaja, y tantos y tantos excelentes medios de civilización.

Y sucede que, como lo malo es generalmente lo que más se pega, el vasco contaminado tiene a gala el despreciar su lengua y hablar la extraña, el cantar flamenco y bailar de modo achulapado y el usar la navaja, y con ella dirimir sus contiendas. Para convencerse de ello no hay más que echar mano de cualquier periódico y leer en él reseñas de crímenes cometidos por gentes que tienen apellidos vascos, por gentes cuyos antepasados, si despertaran, volverían al sepulcro avergonzados de haber dado existencia a seres que deshonran a su raza.

Efectivamente, los vascos aquellos de costumbres morigeradas y de proverbial hombría de bien eran unos ignorantes, estaban sin civilizar; en cambio, los que hoy viven en continuo roce con el extraño, los que usan navaja, los que blasfeman, los que cantan flamenco, ésos están civilizados...

Civilizados con la espléndida civilización que los horteras, polizontes, mineros y demás sabios del país de pan y toros nos han regalado.

Sabino Arana, El Correo vasco, Bilbao, 16 de junio de 1899

"Nuestro mal" (El Correo Vasco, Sabino Arana, 17 de junio de 1899)

Nuestro mal

La sonrisa del pasado se ha trocado en lamento para nosotros. ¿Qué hemos hecho de nuestra tierra? ¿Qué hacemos de nuestro cerebro?

En vez de hombres de nuestro país y de nuestro tiempo, con avance determinado por una cadena de hechos anteriores, somos luz reflejada, copia, calco, adaptación de todo lo extraño y de todo lo nuevo.

Nuestro mundo no ha mucho tiempo era un mundo natural y en él podía vivirse sin embarazo.

En el comercio social, nuestras ideas y nuestras costumbres, producto y consecuencia de nuestra historia, reglan nuestros movimientos y nos bastaban; con ellas era la libertad en la vida y con ellas la nitidez en los espíritus; ellas sostenían a un pueblo en sus grandes crisis y ellas acompasaban su avance en el progreso. Sobre nuestras montañas, esculpidas por Dios, radiaba con ellas la alegría y con las ideas nacidas y formadas en Euskeria, nacía y se formaba el totum de aspectos que han hecho admirable al Pueblo Vasco.

Mas llegaron las fantasías extrañas, y sin trabajo mental de depuración, sin esfuerzo de voluntad, como las olas se siguen a los reflujos, como los ecos responden a los sonidos, nos dejamos arrastrar por todos los impulsos y las ideas se fundieron; las nuevas con las añejas, las probadas con las inciertas.

Por abdicación voluntaria de nosotros mismos renunciamos a nuestro patrimonio: y sin roce de desgaste, nuestras ideas se abismaron en las nuevas y se desvanecieron en ellas.

Y hoy nuestro pensamiento es calco de los pensamientos de otros países, copia nuestras costumbres de otras lejanas, adaptación nuestro pueblo de todos los pueblos de la tierra.

Sin embargo, no carecemos de pasado. Nuestra historia, nuestra herencia, nació con el alba de los tiempos, se desenvolvió en los siglos y fiel a ella perduró inconmovible el Pueblo Vasco; sólo cuando los hechos ulteriores no fueron consecuencia de los precedentes comenzó nuestra desgracia.

Nuestro mal, pues, nuestra indiferencia, no debe buscarse en el aire que nos rodea, ni en la tierra que nos sustenta, ni en las cosas que nos cercan; nuestro mal, nuestra indiferencia, se halla en nosotros mismos.

Se halla en nuestra ignorancia de las cosas que fueron, se halla en nuestro desprecio hacia las que aún persisten, se halla en nuestra sumisión estúpida a todo lo nuevo.

Ríos del mar, los vascos se suman a todos los ideales, a todas las creencias, a todos los pueblos, y en ellos se abisman y perecen...

¿Será imposible que recuperemos nuestra personalidad perdida>

Que nuestros pensamientos cesen en su vagar incierto y basen su fundamento en nuestra historia; que el raciocinio, la obra del contraste, preceda a nuestros actos, que la voluntad afirme nuestros pasos, y la cruzada para alcanzar nuestro rescate propio, el rescate del derecho a la vida, del derecho a la lengua, del derecho a los usos, del derecho a la obra, terminará breve y necesariamente como lo deseemos.

Somos los más y somos los más fuertes.

Sabino Arana, El Correo vasco, Bilbao, 17 de junio de 1899

"Un pueblo caracterizado" (El Correo Vasco, Sabino Arana, 18 de junio de 1899)

Un pueblo caracterizado

Es el pueblo de la blasfemia y de la navaja.

Por incivilizado y salvaje que sea un pueblo no blasfema de sus dioses como el pueblo español. Podrá haber incrédulos que desprecien las creencias y prácticas religiosas del país y se burlen de los que las practican, pero no blasfeman los creyentes, ni se oyen entre ellos las obscenidades que se oyen entre los españoles, cuando comparan a la Virgen del Pilar con la de Puig, cuando ponderan a la Virgen de la Paloma o ensalzan los méritos del Santo Cristo de La Seo.

Un mahometano podrá ser descuidado en el cumplimiento de los deberes que le impone su religión; pero al oír el nombre de Alah o de Mahoma, se inclina reverentemente en señal de sumisión, adoración y acatamiento, o levanta los ojos al cielo para elevar una súplica al Profeta. Un budista, aunque por pereza deje las abluciones de ritual, jamás pronunciará una palabra grosera o sucia contra ninguna de sus divinidades; sólo, sólo el pueblo español y los que han recibido su lengua y sus costumbres lanzan esas asquerosas exclamaciones contra lo que reconocen como más santo, más respetable y más digno de adoración.

Y no se crea que solamente en casos excepcionales o cuando por efecto de la desesperación llega a su colmo el furor de un español, es cuando se pronuncian esas nauseabundas blasfemias, no; en muchos, en muchísimos es habitual el pronunciarlas y por la más insignificante contradicción, por el contratiempo más baladí, se desatan en los más repugnantes dicterios contra Dios, la Sacratísima Hostia o la Virgen Santísima, habiendo no pocos en quienes la costumbre de blasfemar llega al colmo, pues han tomado la blasfemia como estribillo y la repiten con la frecuencia con que se repite un " me entiende V."

Y juntamente con este vicio, el más repugnante, el de más malicia y el más estúpido a la vez, porque hace uso de las palabras más sucias, va directamente contra Dios (lo que no ocurre con la inmensa mayoría de los otros delitos) y, careciendo de todo atractivo, ofende al Ser más Poderoso, juntamente con este inexplicable vicio, va el uso de la navaja, de esa innoble y traidora arma, que no sirviendo para la defensa, sólo sirve para el ataque contra un hombre desarmado o descuidado.

Pocos son relativamente los que en España no usan navaja, si bien son menos los que no blasfeman. Por eso al pueblo español se le caracteriza por el chulo que blande una enorme faca de Albacete, y se considera en todo el mundo a la navaja como arma de uso exclusivo de los españoles.

¡¡¡Y pensar que esta arma innoble y la inmunda blasfemia van tomando carta de naturaleza en nuestro País ... !!!

Sabino Arana, El Correo vasco, Bilbao, 18 de junio de 1899.

"Camino de la regeneración" (El Correo Vasco, Sabino Arana, 20 de junio de 1899)

Camino de la regeneración

Hace todavía pocos años, nadie se acordaba de salvar a nuestro desventurado País de la desgracia en que le tenían sumido ambiciones extrañas y traiciones y descuidos propios. Lamentábase el mal y aún suspirábase por unos fueros perdidos, en los cuales se cifraba toda esperanza y se integraba, en el sentir de los vascos de entonces, todo el derecho de nuestro Pueblo a vivir vida propia y a regirse y gobernarse conforme a lo que su historia y tradiciones exigían. Pero la cosa no pasaba de ahí: aquellos sencillos vascos contentábanse con suspirar y lamentarse; era su programa algo así como romanticismo político que a nada práctico conducía, una especie de ternísima endecha entonada a la continua en memoria de un bien perdido.

Pero surge una idea; una idea vieja cuya novedad deslumbra y cuya valentía espanta a primera vista; una idea que muestra el verdadero derecho del Pueblo Vasco tan desconocido de sus mismos hijos; una idea que echa por tierra todo el romanticismo de los antiguos fueristas; una idea que acá, en Bizkaya, como en todo nuestro País, debiera haber sido y era en realidad tan vieja como la misma raza, pues que nacía de su historia y tradiciones, y que, sin embargo, a todos parecía cosa nueva, producto de un cerebro calenturiento y desequilibrado: y esa idea, a pesar de todos sus detractores y de innumerables persecuciones, ábrese camino, rompiendo cual impetuosa corriente todos los diques que se le oponen, y llega a las inteligencias y las sojuzga, y llama a los corazones e impera en ellos.

Su desenvolvimiento, su germinación, hubiera sido, si segura y poderosa, más o menos lenta; pero ocurre que, coetáneo con ella, aparece el caciquismo con todo su cortejo de tropelías, ¡legalidades y bajezas: y la honradez se alza en contra de lo inicuo, y la nobleza colócase enfrente de lo innoble y rastrero: y la nueva idea, si siempre hubiera brillado con el puro brillo de la verdad enfrente de tanta miseria resplandece, por la ley del contraste, con los fulgores de un sol esplendoroso.

El caciquismo, que comenzó potente, fue de escalón en escalón bajando la pendiente del descrédito; y si hoy da todavía señales de vida y aun muestras de su antiguo poder, tiene que echar mano del oro, del sempiterno corruptor, por no contar, ¡desdichado! con una sola conciencia a su favor.

Pero ese recurso mágico, el único de que se ha servido por ser el único de que podía disponer, ha de valerle ya poco: no faltan quienes, con más elevadas ideas, con sentimientos más nobles, con menos ambición y más patriotismo, justamente indignados de tanta iniquidad, se hallan dispuestos también a hacer uso del oro, pero no un mal uso, comprando conciencias y cometiendo arbitrariedades, como hace el caciquismo, sino empleándole en obras que redunden en bien de Bizkaya y contribuyan a levantar al bizkaino de la abyección en que le sumiera el odioso caciquismo, azote de los pueblos, y en obras que abran los ojos del vasco y le permitan ver claro lo que es y lo que le conviene.

Y he aquí cómo el caciquismo, ya que no sea causa del hermoso movimiento que en nuestro País se nota, porque la idea patriótica tiene en sí misma virtualidad suficiente para abrirse camino a través de todos los obstáculos, lo es sí, en verdad, de que personas de verdadero valer y arraigo en el País se hayan determinado a abrazar dicha idea, apoyándola con un desinterés digno del mayor encomio y contribuyendo poderosamente al bien de Bizkaya con la propagación de su genuina política y con la extirpación del caciquismo, de esa maldita semilla, carcoma de la sociedad, productora de frutos que llenan los graneros de unos pocos a costa de los demás.

Sabino Arana, El Correo vasco, Bilbao, 20 de junio de 1899.

"La emigración" (El Correo Vasco, Sabino Arana, 24 de junio de 1899)

La emigración

Todos los meses se abarrotan los barcos de emigrantes con carne de nuestros caseríos. Todos los meses se pierden para nuestro suelo infinidad de brazos que acaso enriquecerán a otros países.

No les impulsa el espíritu aventurero, ingénito en la raza, ni les mueve exclusivamente el cebo de las grandes fortunas adquiridas misteriosamente; su éxodo se motiva por el hambre. El hambre, que les sale al encuentro en donde hay hartura, porque somos tan estúpidos que desechamos al de casa por el de afuera.

Si nosotros, que vemos, oímos y sentimos estas cosas como si nada tuviéramos que ver en ellas, como si acontecieran a cientos de leguas de nosotros y fueran producto de un orden natural e inalterable, pensáramos en lo incierto del destino de los emigrantes, en lo espantoso de su odisea, ¿no evitaríamos en lo posible esa incesante dispersión de nuestro pueblo por todos los extremos del mundo? ¿Negaríamos el pan a nuestros hermanos, como hoy lo hacemos, para prodigárselo a los extraños?

No sentimos, no comprendemos nada por el corazón. Cuando en las oficinas se cierra la entrada a los nacidos en nuestro propio suelo para abrírselas a los recién llegados, cuando en las corporaciones se invita al disfrute de la vida a los originarios de comarcas casi antípodas de la nuestra y se rechaza al de la tierra, cuando a los nacidos y formados entre nosotros mismos se desprecia y humilla para apoyar y ofrecer la abundancia a los desconocidos, se funda y fomenta el mal de la emigración entre los vascos.

No nos avergüenza el desamparo en que dejamos a los que tienen tanto derecho a la vida como nosotros. A la vida en su suelo originario, en el mismo en donde reposan las cenizas de sus padres y donde brota el manantial de todos sus recuerdos y afecciones, en su patria, de abrojos y desdichas para ellos, de rosas y abundancias para los llegados, no importa de dónde.

La abundancia es grande entre nosotros, enormes nuestras riquezas, y, sin embargo, nuestros hermanos ausentes son incontables; no es para ellos el disfrute de nuestras riquezas, no es para ellos nuestra hartura. La reservamos para otros a quienes nada debemos y nada pueden exigirnos, que agradecen los dones con la burla, con el mal y que acabarán tal vez, no contentos con usufructuar la parte, por arrebatarnos el todo.

Entonces descenderemos nosotros de las montañas, como hoy lo hacen muchos de nuestros hermanos, e iremos a reunirnos con ellos en los lejanos países, dejando aquí nuestros recuerdos, impulsados por el hambre, sin patria y sin pasado.

Sabino Arana, El Correo vasco, Bilbao, 24 de junio de 1899.

"Quijotismo y pancismo" (Sabino Arana, 29 de junio de 1899)

Quijotismo y pancismo

¡Dichoso el pueblo que por su corazón sea Quijote, y Sancho por su cabeza! ¿Os admira esta exclamación?

No es extraño.

En la época en que vivimos, ningún ser hay tan desgraciado como el que es Quijote, ninguna cualidad tan digna de chacota y escarnio como la quijotería, nada tan ridículo y aborrecible como el quijotismo.

¿Hay tal vez un hombre o un pueblo que se lance a una empresa extraordinaria, rompiendo la rutina, proscribiendo el egoísmo, aceptando el sacrificio del dinero, de la vida o del sosiego por cumplir con su deber? A juicio del común sentir, ese pueblo o ese hombre es un soñador, un iluso, un loco... ¡es un Quijote!

No obstante, nosotros repetimos: ¡feliz el pueblo que, como los Estados Unidos, sea por su cabeza Sancho, y contra cuatro cruceros mal artillados envíe veinte acorazados armados hasta los topes, y por su corazón sea Quijote, y pueda formar batallones de jóvenes voluntarios que, despreciando el porvenir lleno de venturas con que les brindan sus millones de dólares, pongan al servicio de su Patria el vigor de su juventud, presten su vida al sacrificio y arremeten iquijotes! a pecho descubierto a las trincheras enemigas en busca de la muerte!

Porque hallamos en Don Quijote mucho digno de imitarse por todo ánimo viril que cifre su felicidad en el cumplimiento del deber. Si así no lo entiende el sentido común de nuestro tiempo, será porque se ha arrancado el corazón y lo ha trocado por el estómago de Panza.

¡Desdichado el pueblo que al estómago de Panza reúna la cabeza de Don Quijote!

Hay en el caballero Don Quijote dos caracteres, no opuestos, mas esencialmente diversos que son los factores de sus desventuradas aventuras: la magnanimidad y la fantasía, como en su escudero hay otros dos diametralmente antitéticos a los de su amo, y entre sí, por tanto, diferentes en esencia: la ruindad y el positivismo.

El corazón de Don Quijote es todo amor al prójimo, todo desinterés y generosidad, todo sacrificio, todo heroica virtud. El corazón de Panza es puro egoísmo, pura vileza, pura miseria, pura abyección.

Mas la cabeza de Don Quijote está desequilibrada: no discurre sino que sueña; no ve lo real, sino que inventa lo imposible. La de Sancho, por el contrario, goza de perfecta salud: no admite más que lo tiene ante los ojos, lo que ve, lo que oye, lo que siente, lo que palpa, y a ello sólo se atiene.

Un pueblo, con la cabeza y el corazón de Don Quijote, podría parar en el desastre, pero nadie le tildaría de inútil y cobarde, ni por los homicidios y por el suicidio le llamaría nadie criminal. Con la cabeza y el corazón de Sancho, estaría envilecido, pero sabría vivir.

Pero unid en un sujeto el corazón de Panza a la cabeza de Don Quijote, asociad las aberraciones con el egoísmo, juntad el extravío mental con la perversidad de sentimientos, la locura con la corrupción, y os resultará un monstruo que sólo respire odio, maldad y crimen, y que, incapaz de atender siquiera a su propia conveniencia, se destruya a sí mismo.

***

¿Veis quizás a un pueblo escupir por el colmillo, erguirse flameando chinesca rabia y, al grito de ¡guerra! ¡guerra a muerte!, arrojarse a la lucha contra un gigante que habrá de recibir su ataque sonriendo?

Es que sueña como la cabeza de Don Quijote.

¿Le veis acaso luego negarse a restaurar su hogar, arruinado por obra de sus fazañas, rebelarse contra el poder que pretende reconstruirlo, y revolverse contra los que le predican el Evangelio, contra los únicos que pueden civilizarle?

Es que está corrompido como el corazón de Panza.

***

Aprenda el Pueblo Vasco.

No carece de sentido práctico: tiene la cabeza de Sancho. Pero le falta el corazón de Don Quijote.

Sin generosidad, sin sacrificios, sin heroísmo, no se restauran los pueblos caídos.

Y uno de los defectos que caracterizan al vasco es el egoísmo.
Quien le ama, le hará conocerse.

Sabino Arana, El Correo vasco, Bilbao, 29 de junio de 1899.

"Los nuevos concejales" (Sabino Arana, 1º de julio de 1899)

Los nuevos concejales

Hoy, 1º de julio, tomarán posesión de su cargo, según lo dispone la ley española, los concejales últimamente elegidos en Bilbao, y con su entrada en el Ayuntamiento se reanudará para el pueblo la eterna esperanza de una nueva era, era de rectitud y bienestar.

Entre os electos los hay de varias fracciones políticas y de diversa manera deseados. Los liberales se presentan como continuadores de una obra ya conocida y juzgada por todos; el del comercio, anulado por la insignificancia del número; los socialistas, con el estigma de sus opiniones; los nacionalistas, mirados con curiosidad por unos, con preocupación por no pocos, con enemiga por muchos, y con esperanza que es certidumbre, por los que en su elección intervinieron y son con ellos en las ideas.

Grandes y soberbias cosas esperamos, en verdad, de los concejales nacionalistas. ¿No son ellos acaso representantes y mandatarios del pueblo, de un pueblo de verdad, que no se vende, que no se entrega a la amenaza, que rinde adoración a la tierra originaria y por la cual y en su solo beneficio se sacrifica y padece en sus intereses? Con sus ideas, con las ideas nacionalistas, ¿no va acaso encarnado en ellos la rectitud y la justicia, rectitud para la administración de los bienes del pro-común, justicia para las aspiraciones de sus administrados?

Si se compara la concordancia habida entre las ideas puras y las ideas aplicadas de todas las agrupaciones políticas que actual y anteriormente han existido y existen en Bilbao; si se examina el perfecto acuerdo que entre la práctica y la teoría de partido ha dominado en otros Ayuntamientos; si a todas las tendencias se sujeta a la ley fatal de similitud entre lo que se predica y se ejecuta: el nacionalismo, que ha rechazado de sí el egoísmo, que ha huido siempre de los medios ruines, sea cualquiera la importancia del fin, y que jamás se ha negado a sí mismo, es imposible que sea desmentido en los mismos que por primera vez lo representan en el municipio.

En ellos vemos, por consiguiente, un seguro contra el cohecho, una garantía para la justicia y una barrera alzada enfrente de los seculares abusos de la casa de la villa.

En los que por primera vez son eco del pueblo en el Ayuntamiento de Bilbao, en el de Bermeo, en el de Arteaga, en el de Mundaka y otros, creemos y esperamos: creemos en su rectitud, en su honradez, en una marcha franca y decidida hacia la instauración, solidificación y perfección de lo que fue y nunca debiera haber dejado de ser; esperamos en el resultado de su obra, esto es, en la detención de la ola de miserias y pequeñeces que estaba a punto de ahogarnos.

Con los concejales nacionalistas, entra en el Ayuntamiento algo de grande: entran la verdad y la fe.

LOS CONCEJALES NACIONALISTAS

Ayer tarde a las seis, y citado por un B.L.M. del Alcalde de esta villa, señor Alonso de Celada, celebró con éste una entrevista el señor Zarauz, uno de los cinco concejales nacionalistas que han de entrar a constituir el nuevo Ayuntamiento. El señor Alcalde preguntó al señor Zarauz, si él y sus compañeros pensaban asistir a la sesión inaugural de hoy, y le manifestó que ya entre los demás concejales habían sido designados los que habían de desempeñar las tenencias de Alcalde, excepto la octava y última que quedaba reservada para los nacionalistas. El señor Zarauz, por su parte, y en nombre de sus correligionarios, le declaró al señor Alcalde: 1º, que juzgan les corresponde en justicia una vara con la presidencia de una Comisión, pero bien entendido que, aunque se la concedan, este acto no ha de obligarles a reciprocidad de ningún género; 2º, que renuncian a la octava tenencia y sólo han de aceptarla por fuerza, esto es, caso de que la votación lo decida, pero que tampoco por esto han de obligarse a reciprocidad alguna; y 3º, que asistirán hoy a la sesión inaugural, respecto de lo cual nunca han vacilado, pero que los cinco votarán en blanco.

El señor Alcalde quedó autorizado por el señor Zarauz para comunicar estas declaraciones a los demás concejales.

Por último, el concejal nacionalista manifestó al señor Alcalde que él y sus correligionarios van al Ayuntamiento sólo por obedecer la voluntad del cuerpo electoral y que en este concepto, su único propósito es el de trabajar, dentro del estado de derecho actual y de la legalidad vigente, por la recta administración del Municipio bilbaino y por contribuir con un justo régimen del mismo, al bien general de Bizkaya y de todo el Pueblo Vasco; que quienquiera que en este sentido intente algo en el Ayuntamiento, los tendrá siempre a su lado; y que por esta razón, podrá vérseles apoyar unas veces la proposición de un liberal o socialista, otras la de un carlista o integrista, otras apuntarse de todos, puesto que ellos no llevan otro fin que el de tratar las cosas y resolver los asuntos conforme a justicia, sin fijarse en quién sea la persona que presente la proposición.

Nosotros sólo hemos de añadir que esto es lo que desea y ansía, y esto lo que espera de los señores Arana (don José María), Azaola, Larrinaga, Meabe y Zarauz el pueblo de Bilbao; encareciéndoles a los demás señores concejales sigan este camino del deber y de la justicia, que es el único que dignifica a los hombres, y el que a los sujetos revestidos de autoridad les exige el pueblo que para ejercerla los ha designado.

El Correo Vasco, Bilbao, 1º de julio de 1899

"La conciencia de nosotros mismos" (Sabino Arana, 3 de julio de 1899)

La conciencia de nosotros mismos

Porque la tiene, se ha dado al elemento histórico y a la tradición una prestigiosa importancia en la vida política y social del pueblo vasco.

Se han barajado los hechos históricos; se han estudiado sus costumbres tradicionales; se han ponderado los virtuosos hábitos de la raza; se ha cantado con la lira del sentimiento y con la trompa épica de la realidad, la libertad de nuestro pueblo. En una palabra, se ha hecho que nuestro pueblo viva la vida del pasado, encerrado en la tumba de los recuerdos, desligado del legítimo ambiente moderno que sella la personalidad nacional y da fe de las existencias de las razas.

Vivir en las gloriosas tradiciones y alimentarse del espíritu de ellas, ensancha el corazón de los creyentes; poetiza la vida: hiere las cuerdas del sentimiento, pero en los prosaicos tiempos que corremos no da calor a los estómagos y puesto que con los estómagos se vive, es decir, puesto que se vive con lo que se ve y pesa, nada mejor que penetrar en el terreno de las reivindicaciones euskerianas por la puerta del modernismo, acompañadas por las doctrinas corrientes, no con el espíritu puesto en ellas en lo que tengan de falsas, sino fundamentando en ellas el derecho de petición, exigiendo para nosotros la justicia que a los demás se hace en nombre de las ideas dominantes.

Se dice que los pueblos son personas jurídicas que tienen por serlo, derecho a la vida y a la dignidad; pues exigir en nombre de las doctrinas acerca de la personalidad de los pueblos la vida y la dignidad para una raza que existe, no es sino valerse de los medios que el modernismo proporciona, para favorecer la resolución de un problema planteado. Es, como dirían los juristas, ejercitar el derecho de pedir con arreglo a los procedimientos que señala la ley internacional.

¿Dónde existe la personalidad nacional?

Como quiera que la persona, jurídicamente hablando, no sea sino el sujeto capaz de derechos y obligaciones y éstas no nacen en el individuo sino cuando demuestra capacidad de poderlas otorgar, y nadie las puede otorgar sino cuando sus facultades intelectuales, no sólo estén equilibradas, sino perfectamente desenvueltas, la persona jurídica internacional, el sujeto de derechos y obligaciones internacionales, la personalidad de un pueblo, surgirá para el derecho, y desde ese momento merecerá el respeto intersocial consiguiente, cuando el pueblo dé muestras de existir intelectiva y no litivamente, cuando trabaje por su raza y por los recuerdos de ella; por su idioma y sus riquezas; por la pureza de sus costumbres, por la santidad de las canas de sus antepasados, por la virginidad inmaculada de las risueñas esperanzas del porvenir.

Se nos dirá, y pensábamos ya en la objeción, que independientemente de ese trabajo de cultura social, la sola existencia del pueblo es la determinante de sus derechos, como la sola supervivencia de un feto durante veinticuatro o cuarenta y ocho horas, constituye para las legislaciones vigentes el hecho fecundo de donde surgen las prerrogativas que lo hacen viable en la vida jurídica.

Pero ya que se puede traer esa comparación, tráigasela también con todas las consecuencias y dígase, como el pequeñuelo y el joven tienen limitada su capacidad, limitemos también la capacidad de los pueblos: hagamos a unos más libres que a otros; sometámosles a éstos a una tutela más o menos vergonzosa, a aquéllos dejémosles que gocen de mayor libertad.

No se trata de estudiar estos estados personales imperfectos, se trata de una personalidad social, total y perfecta que ha gozado en otros tiempos de las dulzuras hermosísimas de realidades felices. No se trata de constituir: se trata de hacer palpable esa constitución.

Como en la vida de relaciones humanas inferiores, tanto se vale cuanto más uno se dé a respetar, y tanto se da uno a respetar, cuanto más se dignifique y dignifique a los demás con un trabajo honrado y constante; así también en la vida internacional, los pueblos que, aunque sometidos, trabajan honradamente y honradamente exponen sus ideales y fabrican las diferencias con los demás y se constituyen en fieles guardadores de sus tesoros nacionales, hace con su conducta que las gente vean en él un elemento de cultura en vez de un elemento de perturbación; un factor que pueda converger del brazo con los demás pueblos al punto luminoso de donde parte la civilización; un aliado: un amigo.

El pueblo vasco no necesita constituirse, tiene la esencia en su propio vivir: posee como núcleo la sangre de una raza inconfundible, como elemento aislador posible una lengua singular, como manifestación y prueba de su existencia, su propia historia.

A lo que debemos aspirar es a que ese pueblo que vive, sepa que vive, sepa que constituye una raza, que posee una lengua, tiene una historia y que todos esos elementos le son propios, peculiares, exclusivos.

Es decir, es necesario que el pueblo vasco se haga la conciencia de su propia personalidad.

Y entonces nacerá el patriotismo. Porque así como la patria en sentido objetivo no es sino la familia política y como familia el conjunto de individuos que tienen un origen común, una misma educación enseñada y transmitida por sus padres y una hacienda de bienes morales y materiales, creada y legada por ellos, el patriotismo no es sino el sentimiento consciente de la patria en cada uno de los individuos de la raza, costumbres e historia comunes que se manifiesta en los actos todos de la vida. Y de ese conocimiento reflexivo surgen los movimientos populares, como el rayo del choque de las nubes y la espuma del mar del beso de las ondas.

Entonces es cuando se siente el bofetón dado en la mejilla del compatriota, entonces es cuando se llora con sus desgracias y se ríe con sus alegrías. Entonces se cuando las avalanchas arrollan al extraño; entonces se defienden los derechos con tesón y se hacen valer las posiciones tomadas.

Y ante el espectáculo que proporciona un pueblo de tal carácter al mundo internacional, se despierta la curiosidad de los más, para convertirse en simpatía y respeto.

Y se promulgan como últimamente en las conferencias de La Haya, principios jurídicos en los cuales se contienen sancionados el derecho a la existencia y a la conservación de los pueblos.

Por aquí se echará de ver cuán importante es que cada uno, no diré despierte, pero sí avive el amor a las cosas vascas, fomentando los elementos todos que integran la distinción de nuestro pueblo, tan poco conocido hasta de nosotros mismos.

Y cuando del respeto que nos merezcamos nosotros, nazca en los demás el respeto a que nos hubiéramos hecho acreedores, entonces habremos dado el primer paso en uno de los más modernos y principalísimos aspectos de los que algunos llaman, no sin razón, cuestión vascongada."

El Correo Vasco, Bilbao, nº 30, 3 de julio de 1899

"El siglo de la ignominia" (El Correo Vasco, Sabino Arana, 7 de julio de 1899)

El siglo de la ignominia

La sociedad, como el mundo en que vive, no cesa de dar vueltas, cambiando de carácter, de costumbres, de aspiraciones y de ideas.

Vémosla a las veces sin otra preocupación que la preocupación santa de dar a Dios testimonios de su agradecimiento por las mercedes recibidas; entregarse otras a los placeres, olvidada de su Creador, y llega en sus envilecimientos a tal extremo, que Dios se ve precisado a castigar con mano dura sus nefandos crímenes; le da por guerrear y el hombre desprecia toda gloria que no esté fundada en el exterminio de sus semejantes; pónense en moda los amores y en cada esquina brota un trovador y los hombres se convierten en sensitivos y mueren porque su dama les ha lanzado una mirada de desprecio.

Y rodando el mundo y con él la sociedad alrededor del eje cuyos extremos son la ridiculez y la sublimidad, la santidad y el crimen, el honor y la bajeza, ha venido a parar a este siglo XIX, compendio y suma de todas las villanías, cinismos, miserias e ignominias de las pasadas edades.

Efectivamente, hoy moteja la sociedad de hipócrita a todo aquel que gusta de tributar al Creador los honores que le son debidos, las guerras se hacen en un gabinete particular, calculando las ventajas que se tienen sobre el adversario y lanzándose a la lucha tan sólo en el caso de que existan muchas probabilidades de triunfo; el amor verdadero, el amor del alma, ha sido desterrado por inútil y sólo se atiende a la riqueza; las ideas políticas, para cuya sustentación sean necesarios el desinterés y el valor son miradas con desprecio, y únicamente se acogen aquellas que, sin peligro alguno, conduzcan con rapidez a la prosperidad.

Mirad a vuestro alrededor y sólo veréis gentes que abrazan tal o cual partido político, casi siempre aquel que más probabilidades tenga de mandar, para dar a sus negocios una resolución en consonancia con sus deseos, sin importarles un bledo el que para ello sea necesario pisotear la ley y echar una losa sobre la conciencia. Y los que, sin alientos ni medios para entrar de lleno en la política activa, tienen, sin embargo, la misma ambición y deseo de lucro que aquéllos, ingresan en las huestes de un cacique cualquiera, convirtiéndose en instrumentos de la arbitrariedad y de la infamia.

Id a esas gentes, mejor dicho, a esta sociedad actual, con ideas nobles y os volverán la espalda con desprecio; intentad alguna empresa que no tenga por base única el interés, el lucro, y os tendrán por idiota; levantad la voz en defensa de la patria esclavizada, por ejemplo, y os tildarán de loco y de criminal, y procurarán por todos los medios reduciros al silencio.

¿Durará mucho esta fase de la sociedad?

Creemos que no. Un estado general de infamia y de ignominia no se concibe por mucho tiempo. La virtud se abrirá camino; las ideas nobles y levantadas, en lucha con el crimen, saldrán indudablemente vencedoras.

Dios quiera que esta victoria venga pronto, antes de que se enseñoree completamente de nuestra desventurada patria ese espíritu inmundo de la sociedad actual; antes de que el vasco, a cuyo envilecimiento con tanto empeño concurren agentes propios y extraños, acabe por abrazar de lleno la moral del siglo XIX y pierda para siempre el camino de su redención.

Euskeria fue en los pasados siglos el muro en que se estrelló el poderío de las grandes naciones; y en el presente, la valla infranqueable ante la cual se detuvo la impiedad.

Sea hoy la que, enfrente de una sociedad viciada, ante un materialismo grosero, empuñe una bandera de honradez, de desinterés y de sacrificio, una bandera de hombres que arrolle la bandera de bestias tremolada por la sociedad del siglo XIX.

EL CORREO Vasco. Bilbao, 7 de julio de 1899.

"¿Qué va a ser de España?" (El Correo Vasco, Sabino Arana, 11 de julio de 1899)

¿Qué va a ser de España?

Sólo un milagro puede salvarla.

Porque en la vida natural, sólo con medios adecuados y aptos se consiguen resultados, pero la tan decantada regeneración española, la salvación de esa nación ¿de donde sino del favor divino podrá esperarla?

Si al menos fuera acreedora a ese beneficio... Pero Dios, que muchas veces da su merecido premio o castigo a los individuos en esta miserable vida, sanciona también en los pueblos las eternas leyes de la justicia. Y España no está limpia de mancha.

¿Podrá esperar su salud de sus propias fuerzas? ¿Obrará briosamente su naturaleza sobre los múltiples achaques que la aquejan?

Un cuerpo vigoroso, dotado de órganos sanos y armonizados, un organismo en el cual circula la sangre con energía es capaz de continuar viviendo.

A España faltan iniciativas, está condenada siempre a vivir del socialismo del Estado; éste, con sus empleos administrativos, da de comer a los pobres ciudadanos, mientras pone a los otros en disposición de poder vivir: que en España, como en los países latinos, es el Estado padre común encargado de la instrucción, de la religión, de la economía en suma, de la educación y vida de sus individuos.

¿Éstos son los órganos en quienes fía su salvación la nación española? Pues anémica constitución se revela por doquiera; católicos por el bautismo y el nombre en su inmensa mayoría, prescindiendo en la práctica de todos sus deberes; patriotas cual ninguno mostrando apatía grandísima por las cuestiones del Gobierno abandonadas a fracciones de vividores: inteligentes y trabajadores, según demuestran aquellas obras literarias y científicas de mérito universal y el estado próspero de la agricultura.

No son, pues, los órganos los que salvarán al organismo, puesto que aquéllos lo esperan todo de éste. Aquéllos son meramente pasivos cuando no opuestos al movimiento general.

¿De quién aguardan los españoles su salvación?

A punto de caer el que quizás pueda apellidarse único ministerio digno que España ha tenido, no se vislumbra siquiera quién pueda sumir la tarea pesada de levantar las cargas causadas por las últimas guerras; vese sólo olfatear el poder a Romero Robledo, el perturbador sempiterno y ya para siempre desprestigiado; a un general que un tiempo gozó fama de militar y de político y hoy ni de lo uno ni de lo otro, y en fin a generales que empiezan por reconocer su insuficiencia por comprender lo crítico de las circunstancias y que cuentan con grandes elementos de oposición. Halagüeño porvenir cualesquiera de éstos que sea el que el tiempo depare a España. Pero sea uno u otro de los indicados, ¿su situación, podrá ser duradera?

He aquí la preocupación que comienza a agitar los espíritus. En efecto; derrotado el gobierno actual nadie hay capaz de sustituirle pacífica y ventajosamente; el movimiento que de común acuerdo han esperado los republicanos y los camaristas, y que se ha revelado en los motines de esta temporada, revela que es inminente un gran trastorno religioso y político, la anarquía más espantosa.

A acrecentarla acudían tal vez los carlistas, que en sólo el desquiciamiento de España confían para llegar al poder.

Según esto, ¿dónde está, pues, la salvación de España?".

El Correo Vasco, Bilbao, 11 de julio de 1899.

"La era del odio" (El Correo Vasco, Sabino Arana, 15 de julio de 1899)

La era del odio

Sufrimos la tiranía social del odio. Odio que restringe, niega y aniquila todo movimiento noble. Odio que se presiente en todos los momentos y se muestra en todos los actos; que existe diluido en las conversaciones, en los periódicos, en las empresas; que forma ambiente, nos ahoga y obliga a odiar a todos los demás hombres sin saber por qué, sin que podamos parar en ello y vislumbrar su causa.

Odiamos, y es justo odio, a los envilecidos y a los que sólo reaccionan con la fortuna; odiamos a los mantenedores de la injusticia y a los que niegan la santa libertad; odiamos a los embaucadores y a los confesos de hipocresía; odiamos a los fuertes que abusan de su poderío y a los que se escudan en ellos.

Mas odia también el mundo a los que se alejan de sus estúpidas convenciones, a los que se amparan en su conciencia propia en punto al orden de sus actos, a los que piden impulso a la verdad y a los que demandan consejo a la justicia; odia a los que creen en Dios y a los que esperan en su omnipotencia, odia y anatematiza a los que le confiesan y defienden.

Y en está atmósfera de aborrecimiento, todo movimiento es dirigido por la voluntad con intención de daño, toda palabra es medida y todo pensamiento rebulle y se amasa con pensamientos contradictorios antes de exteriorizarse.

Es la actual la era del odio. Del odio que es universal entre lo, hombres y trasciende a todas las cosas: que admite gradaciones hasta el infinito y no se debilita con los años; antes, por el contrario, despunta en el principio de la vida; se nutre en la adolescencia y se engrandece e irradia con la edad madura.

Sobre la tierra los continentes se comparan con los continentes y las naciones se aborrecen las unas a las otras; un trapo de colores y una línea imaginaria marca el comienzo del odio. Entre los hombres los encumbrados detestan a los débiles, los hambrientos se revuelven en ira contra los hartos, y los que inclinan su cuerpo sobre la tierra agobiados por el ininterrumpido trabajo, se yerguen, trocando su amargura en odio, para acabar con la dicha y las riquezas de los señores del mundo.

Y no hay idea grande y generosa que no se desgaste en su lucha con el odio o evite las impurezas de su ambiente. Ni hay hombre que se sustraiga a su influencia y obre sin evocar su nota. ¿Qué extraño, pues, que aun en aquellas doctrinas originadas y formadas sólo para el bien de los semejantes a quien primero las expuso y sustentadas y afirmadas con sacrificios y energías nacidas en el amor, se introduzcan y patenticen las impurezas del ambiente?


Sabino Arana, El Correo Vasco, Bilbao, 15 de julio de 1899.

"Fecha nefasta" (El Correo Vasco, Sabino Arana, 21 de julio de 1899)

Fecha nefasta

El año 39 del siglo maldito que, al fin, ha pronto de expirar, Bizkaya, Gipuzkoa y Alaba, no bien disipado aún el humo de la pólvora cuyo estampido había retumbado durante largos años en sus valles y sacudido sus verdes montañas, conmoviéndolas sobre sus férreos cimientos, y no coagulada todavía la hermosa sangre de hijos suyos que, en defensa de una causa que confundía y amalgamaba la nacional con la extranjera en perjuicio de la primera y sólo en pro de la segunda, se había con abundancia derramado tan inútil como generosamente; en aquel supremo y lúgubre momento en que, al hacer el recuento de sus hijos los hallaban diezmados, al volver la vista a sus doncellas las encontraban llorando su deshonra, y al contemplar sus valles y montañas se les mostraban devastados los campos, arrasados los bosques y arruinadas las viviendas: Bizkaya, Gipuzkoa y Alaba, abatido el espíritu y extenuado el cuerpo, ofrecieron a España, a aquella nación latina que hacía tantos siglos acariciara el propósito de reducirlas a su yugo, la coyuntura más propicia de someterlas, y España quiso no desperdiciarla y las sometió con placer: y Alaba, Gipuzkoa y Bizkaya, que desde que el hombre tiene memoria de la raza vaska habían sido independientes y libres, vinieron a ser entonces provincias españolas.

Alaba y Gipuzkoa habían antes colocado su corona en la cabeza del rey español y Bizkaya había consentido que su Señor heredara el trono de España, y ya en este siglo extranjerizaron su libertad y confundieron su dicha con la dicha del extraño: ¡qué mucho que al cabo cayeran en poder del extranjero!

***

Nabarra, el otro estado vasco de aquende el Pirineo, no fue más afortunado que sus hermanos. Usurpado en 1512 el trono de sus legítimos reyes por el de Castilla Fernando V, toleró el peso del cetro extraño, con la sola condición de que el rey invasor respetara las libertades populares que los propios habían respetado.

¡Pueblo infeliz! Había perdido la conciencia de su nacionalidad y prefirió las libertades de sus ciudadanos a la libertad del estado que constituía, la independencia de sus miembros respecto de su cabeza a la independencia de su personalidad respecto del extranjero. Consintió la dominación española, conservando sus fueros. ¡cuánto más le valiera renunciar a sus instituciones y aceptar a Fernando V por tirano, como tarde o temprano, en vida de él o después de su muerte, pudiera conseguir arrancar la Corona de Nabarra de las sienes del rey español!

Mas como los nabarros la abandonaron en ellas, llegó un día en que la nación que tenía por cetro legítimo y propio al que por el derecho de la fuerza lo era de Nabarra, hallando ocasión de satisfacer la envidia con que siglo tras siglo había mirado las libertades nabarras, pudo saciarla, y la sació, privando al antiguo reino vasco de lo bueno que tenía y ella no disfrutaba, e igualándole consigo en la desgracia que por sí misma voluntariamente padecía.

Y tras la primera guerra carlista en la que los nabarros, como los bizkainos, guipuzkoanos y alabeses, se habían hermanado con los españoles en una causa comun; entonces que la energía nabarra se hallaba agotada a consecuencia de la sangrienta y prolongada guerra pasada: el poder español, interpretando fielmente la voluntad de los españoles todos, suprimió con la ley del 41 los fueros de Nabarra, imponiéndole las quintas y la contribución, y accediendo solamente a pactar, respecto de esta segunda, el tributo anual.

Es que Nabarra, en vez de procurar restablecer su trono privativo y colocar en él a quien no fuera al propio tiempo rey de España, se consideró natural provincia de esta nación latina y pretendió sentar en el de la misma a quien una parte de los españoles juzgaba con derecho a ello: y el pueblo que aspira a extranjerizarse en parte, suele conseguirlo en todo casi siempre.

Así España, al dar el paso de conquista respecto de Bizkaya, Gipuzkoa y Alaba, dio el paso de unificación jurídica respecto de Nabarra.

***

No había de tardar de dar también este segundo paso en Gipuzkoa, Bizkaya y Alaba.

Convertidos estos tres antes estados vascos independientes en provincias de España por la ley del 39, el gobierno de la nación dominadora les permitió, no obstante, disfrutar de un grado de considerable autonomía provincial; mas ésta fue mermándose paulatinamente en los años sucesivos, hasta el de 1876, que, nuevamente exhausta de fuerzas dicha región vasca por la guerra carlista que acababa de terminar, le pareció el más a propósito al poder central para igualarla a las demás regiones de la monarquía española en los dos servicios más importantes, a saber, el militar y el contributivo.

Desde entonces Alaba, Gipuzkoa y Bizkaya, dan sus mozos al ejército del Estado al cual desde el 39 pertenecen, y contribuyen al tesoro público del mismo con la cantidad anual que el Gobierno central con sus Diputaciones Provinciales de tiempo en tiempo vienen concertando.

Véase si con razón llamamos día nefasto al 21 de julio, en el cual fue promulgada dicha ley niveladora.

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Pero ¿hemos de quejarnos nosotros de aquel acto del Gobierno de Madrid? ¿Hemos de levantar nuestra protesta siquiera contra la infausta ley que este día nos recuerda?

¿Cómo, si Bizkaya, Gipuzkoa y Alaba, sometidas ya hacía treinta y siete años por España, se hallaban por lo mismo a merced de la voluntad del Gobierno español, que ya desde entonces era el suyo propio, siquiera se le juzgue cuanto ¡legítimo parezca? ¿Cómo, si ya hacía treinta y siete años que el estar exentas Bizkaya, Gipuzkoa y Alaba de mandar sus hijos al ejército español y de concurrir al sostenimiento de la hacienda española, era verdadero privilegio tácitamente otorgado por el Gobierno mismo de España bajo el cual se regían? ¿Cómo, si nadie que goce de recta razón puede tener por justo y equitativo que unas regiones disfruten de privilegios de que carezcan otras que, lo mismo que ellas, los juzgarían beneficiosos y podrían disfrutarlos para sí?

Mas sí hemos de deplorar la ley cuya memoria hoy absorbe toda nuestra atención, y hemos de deplorarla como horrible mal social de nuestro pueblo y aborrecerla con toda nuestra alma; y no tanto, ciertamente, por lo que en su parte económica tiene de gravosa para los intereses de nuestro País, sino por lo pernicioso que es el servicio militar para la paz, sosiego y bienestar de nuestros caseríos, para la conservación de nuestra raza y lengua y para la moralidad de nuestras costumbres: que las funestas consecuencias del servicio militar en estos importantísimos órdenes de nuestra manera de ser y de vivir saltan de tal manera a los ojos, que hemos de callarlas por sabidas.

Sólo hemos de afirmar, en la seguridad de hacernos eco del sentimiento unánime de los vascos, que el mal de los males que nuestro pueblo padece y sufre dentro de la vida de muerte que empezó el año 39 y es causa de todos ellos, es este de las quintas.

¿Puede ponérsele remedio sin atentar contra la legalidad vigente? Sí, si los electores hacen digno uso de derecho del sufragio que la misma les concede; sí, si anteponen el bien moral y aun el material pero honrado, de sus hijos y familias al mezquino material que en un momento dado se les ofrezca; sí, si en las elecciones, en una palabra, no venden a su Patria por treinta dineros.

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No olvidaremos, sin embargo, lo que fuimos. No olvidaremos lo que dejamos de ser el año 39.

Sabino Arana, El Correo vasco, Bilbao, 21 de julio de 1899

"Causas del mal" (El Correo Vasco, Sabino Arana, 27 de julio de 1899)

Causas del mal

Muchas han concurrido a labrar la desdicha de nuestra Patria desgraciada, reconociendo todas como origen la desmesurada ambición del enemigo extraño que en todo tiempo y lugar se ha distinguido por su afición insana a dominar a otros pueblos, siempre que éstos fueran lo bastante débiles para no poder oponerse a sus criminales propósitos; y la traición de sus hijos, de aquellos compatriotas nuestros que, halagados por los esplendores de una nobleza convencional adquirida, no por acciones nobles, ni por rasgos de meritorio valor ni por hechos humanitarios; adquirida, en la mayoría de los casos, por la adulación que degrada o por un servilismo ciego y repugnante hacia un monarca, o seducidos por el oro, mucho más fácil de adquirir con una administración desastrosa y con unas costumbres degradadas que con la administración y las costumbres ejemplares de nuestro pueblo, halagados, decimos, por estas causas, prefirieron la patria extraña a la propia, ayudaron al enemigo en su inicua tarea de esclavizar a un pueblo libre y labraron las cadenas que más tarde habían de sujetarlo al dominio del extranjero.

E hicieron más, educaron al pueblo en el amor hacia el enemigo y consiguieron por fin que los euskerianos olvidaran completamente a su Patria guardando todos los sentimientos más fervientes de sus corazones para aquellos mismos que ahogaron entre sus brazos a nuestra madre debilitada ya por la división y el abandono de sus hijos. Los cuales miran ya como la cosa más natural el exterminio de la raza, la persecución a todo lo que lleve el sello del espíritu cristiano y el desprecio y olvido de la lengua del euskeIdun.

Aunque se crea lo contrario, no es en las grandes poblaciones de Euskeria donde se ve esto más palpablemente; es en los pueblos pequeños, en las aldeas. En ellas existe la hierba más peligrosa, por lo mismo que teniendo pocos asuntos en qué fijar los aldeanos su atención y siendo casi siempre los propagadores del mal personas influyentes, con facilidad caen aquéllos en el lazo que, ya con mentidas promesas, ya con descaradas amenazas, se les tiende a la continua; al contrario de lo que sucede en las poblaciones, en donde, por lo agitado de la vida y por el menos íntimo roce del elemento podrido con el sano, no es tan fácil ejercer la influencia decisiva y perniciosa que emplean los caciquillos de las aldeas.

A señalar el mal y a indicar su remedio va dirigido el presente articulo. Confiamos en que los buenos Ayuntamientos, pocos todavía por desgracia, trabajarán por cortar el mal allá donde exista, y esperamos asimismo que los beneficiosos resultados que tales remedios produzcan inducirán a otros pueblos a portarse como buenos euskerianos cuando del nombramiento de concejales se trate.

A dos pueden reducirse los elementos que deciden de la bondad o perversidad de los pueblos; el elemento cacique y el que pudiéramos llamar moral. Del primero se ha hablado mucho ya y mucho también se trabaja en su exterminio con la destitución de esos Secretarios, verdaderas carcomas de nuestras aldeas. Digamos algo también del segundo.

Tres entidades existen de tal importancia que en su bondad estriban la salud y prosperidad de los pueblos; son, a saber: el Sacerdote, que cuida del brillo de nuestra fe y, por lo tanto, del logro de nuestro último fin; el Maestro, ayudante del anterior por lo que dice relación con la educación moral cristiana, y depositador de las semillas que producen hombres de ciencia; y el Médico, conservador de la salud corporal, necesaria para que tanto el Maestro como el Sacerdote, llenen cumplidamente su misión en este mundo.

Y siendo éstos, como son, tres elementos de capitalísima importancia para la vida de los pueblos, no cabe transigencia de ninguna especie con ellos.

Toda compasión implica la muerte de la fe en una generación, si el Sacerdote no cumpliera con su deber; la pérdida de los beneficios de una instrucción sólida y de una educación cristiana, si el Maestro fuese abandonado; el peligro de la salud y de la vida, si el Médico no supiera o no quisiera cumplir con sus deberes. Esta lástima mal entendida es, pues, un verdadero y gravisimo crimen, que si no se purga en este mundo, debido a las leyes, no siempre justas, que lo rigen, encontrará su castigo en el otro, en donde rigen leyes impuestas por la suma Sabiduría y la suma justicia.

El primero de estos elementos, el Sacerdote, es, por regla general, bonísimo y fiel cumplidor de sus deberes, cosa que no podremos decir del Maestro, el cual, casi siempre extraño al país, procura infiltrar en los corazones de los niños el odio a nuestra Patria y el desprecio hacia el euskera. Respecto del Médico hay que tener mucho cuidado por ser generalmente el que más influencia ejerce cerca del aldeano. Hoy son muchos los médicos patriotas, pero es indispensable que lo sean todos, si se quiere quitar estorbos Para la regeneración del país.

Mediten nuestros Ayuntamientos sobre esto y obren en consecuencia como buenos euskerianos.

Sabino Arana, El Correo vasco, Bilbao, 27 de julio de 1899.

"Degeneración y regeneración" (El Correo Vasco, Sabino Arana, 28 de julio de 1899)

Degeneración y regeneración

Por momentos va cambiando el espíritu de esta raza. El carácter de los euskeldunes en nada se asemejara dentro de poco al de nuestros antepasados cuya hombría de bien, cuya sencillez y entereza le constituían en el modelo envidiado por cuantos los conocían.

¿Dónde está ya nuestra entereza? Cuatro caciques son nuestros señores, ante el dinero rendimos nuestras vidas y lo que peor es hasta nuestras honras; los pocos cuya dignidad se resiente ante el espectáculo de una degradante servidumbre, no tienen valor para manifestar siquiera sus sentimientos. Vamos perdiendo aquel temple del alma que se reflejaba fielmente en una mirada, que, como dice un escritor francés, distingue al vasco por humilde que sea su fortuna de todos los demás pueblos; mirada noble y altiva sin ser arrogante y provocativa, mirada que envuelve el concepto de la más grande posesión de la dignidad personal.

Dignidad que, con el principio de la igualdad social y política, fueron conocidos y reinaron en nuestra raza mucho antes de que las constituciones los implantaran entre nosotros; dignidad e igualdad, que estaban en el carácter y costumbre de nuestro pueblo hasta tal punto que en las romerías alternaban los ricos con los pobres y la hija de un mayorazgo no se negaba a bailar con un simple aldeano.

¿Sucede esto ya? Irrita recordar el odioso refrán que algunas veces hemos tenido que oír, no conteniendo nuestra indignación: al perro y al aldeano palo. ¿Qué idea tienen los tales de la igualdad y fraternidad, del amor a la raza y aun de su mismo ser, siempre que se trate de vascos, porque nuestra ascendencia u origen se pierde entre aldeanos y aun porque ¿cuántos bizkainos por poseídos que estén de su rango y de sus caudales podrán jactarse de no contar a lo menos uno de sus ocho bisabuelos aldeano? Todo esto es la pura verdad; pero también es muy cierto que si los bizkainos (en particular) de hoy nos vamos haciendo muy humildes con los poderosos, degeneramos al mismo tiempo, usando de una gran altivez con los humildes.

¡Cuántos vascos tienen a menos el cruzar sus manos con las de un aldeano que es tan hombre como ellos, y hasta dudarán si ese aldeano, fuera su propio hermano. Miserables! Abundan ya entre nosotros y entre los jóvenes de ambos sexos no menos, quienes intimando con Pepe López, venido lo menos de Guadalajara, le llaman familiar y dulcemente ¡Pepito! y cifran su dicha en alternar con él porque tiene una posición muy superior a la de un antiguo amigo, hoy despreciado, porque no está bien a un hombre el tratar sino con gentes de su rango o superior (principio exótico, que hay más de una etxekoama que hoy se llama mamá que inculca a sus hijos) y porque, dirá para sus adentros cualquier joven galán tan lleno de pretensiones como falto de méritos: la fulanita me tendrá por más chic, elegante o más rico si me ve con los elegantes o ricos. ¡Desgraciado! Y desgraciada la que convencida por tan poderosos argumentos como el tono y el dinero, de la conveniencia de un matrimonio se decida a contraerlo, que en el pecado llevará la penitencia.

Y he aquí que al mencionar el dinero hemos tocado con otro mal que en nuestro carácter ha impreso profundas huellas y es la raíz de la pérdida de nuestra dignidad personal, como la causa de una inconsiderada altanería: ese mal es el ansia inagotable de riquezas, la avaricia.

Por el dinero, como arriba decíamos, se rebaja el vasco a servir a un cacique y a hacer traición a su patria; por el dinero el vasco acomodado da su hija a un mal marido y el aldeano envía a su hija a donde perderá su honra; por el dinero se consienten y organizan bailes infames, criminal negocio de Ayuntamientos y de rematantes. En fin, la codicia, ese afán insaciable de riquezas que no repara en medios, que atropella la ley santa de Dios, es lo más opuesto a nuestro carácter tradicional, a nuestra existencia como pueblo.

Ahora que tanto oímos sonar la palabra regeneración, hagámonos aplicación de esta palabreja a nosotros mismos los vascos: que para lo demás no nos incumbe. Necesitamos regenerarnos, y esto sólo podemos conseguirlo con el amor de la verdadera religión y de la única política conforme con nuestras tradiciones: JAUNGOIKUA ETA LAGI-ZARRA.

Sabino Arana, El Correo vasco, Bilbao, 28 de julio de 1899.

La patria" (El Correo Vasco, Sabino Arana, 11 de agosto de 1899)

La patria

Casi son innumerables las veces y las formas en que se nos ha venido anunciando la existencia de dos patrias: una grande como . la inmensidad del espacio que cobija a todo lo existente; otra chica como un vaso de vino que se evapora al soplo de cualquier airecillo.

Y quien en frente de esa luminosa distinción, esté medianamente impuesto en nociones generales de derecho político y no se ría, en verdad, en verdad os digo, que es porque no tiene ganas.

Porque o existe la patria o no existe. Si lo segundo, no hay que hablar de ella porque a nadie interesan las cosas que viven en el reino de la nada.

Pero si existe, ha de existir como todo el mundo la admite: con las notas que, según el común sentir, la caracterizan y la distinguen de análogos conceptos.

Hemos oído en las aulas que la patria da el ser a los individuos nacionales; que éstos reconocen un origen común, una común historia, unas mismas costumbres que forman el patrimonio de los siglos y una lengua, vínculo sagrado que los une desde el principio, en la sucesión de los tiempos.

Por eso la mayoría, por no decir todos los tratadistas que admiten el concepto de patria con derecho a la vida científica lo equiparan, con las naturales diferencias, al concepto de familia y llaman a la patria la familia patriarcal: la unión moral de individuos que reconocen un mismo origen, nacimiento: un mismo padre.

Y como la familia no sea sino la unión moral de individuos nacidos de un tronco, que guardan entre sí relaciones elaboradas por la sangre en el tiempo, que se han creado su idiosincrasia y para quienes los progenitores han también constituido una hacienda que han de heredar; dicho se está que la familia patriarcal, es decir, la patria no será sino la unión de los individuos de una raza histórica para quienes el tiempo ha fabricado unas costumbres y una lengua y a favor de quienes la historia ha creado un patrimonio de libertades a cuyo goce tienen perfectísimo derecho las generaciones que se suceden.

La analogía de ambos conceptos, aunque en distintas esferas, no puede ser más palpable. Se pregunta ahora, ¿puede un individuo determinado pertenecer a dos familias naturales distintas? ¿Es decir, puede un individuo reconocer dos orígenes diversos y gozar de dos hogares y disfrutar de dos patrimonios familiares diferentes?

Claro que no. Y es porque la naturaleza de las cosas, triunfa siempre de las humanas aberraciones. Ninguno encuentra la familia que le place, sino que todos venimos a este mundo unidos a una determinada familia.

Y en el concepto de Patria sucede lo mismo. Quien más, quien menos, todos quisiéramos que nuestra patria fuera grande, dichosa, magnífica, llena de bienaventuranzas, pero todos nos encontramos al nacer indefectiblemente unidos con la sangre a una determinada raza que vive en un determinado territorio, con una determinada lengua como vínculo, una misma historia por recuerdo, unos mismos derechos por patrimonio. Y de ahí no salimos, sino para naturalizarnos civil y políticamente en el extranjero, como no salimos de una familia para entrar en otra, sino por medio de la adopción. Pero esta adopción y aquella naturalización no son sino ficciones de derecho; como modos inventados por el hombre para suplir las deficiencias de la naturaleza.

Por eso dice un autor español moderno que la denominación de Patria chica y patria grande es un formulismo que para nada sirve como no sea para encubrir un odio con un afecto. Un odio reconcentrado a lo que significa los verdaderos derechos de los pueblos históricos; a sus aspiraciones, a sus reivindicaciones: un afecto trasnochado, superficial que se traduce en el amor al medio inocente de los primeros años; en un recuerdo del hogar que fue, en una memoria de un campanario medio derruido, que toca a la oración y al alba; en un azoramiento idílico, pueril y mujeriego.

Y es que los que así piensan confunden la noción de patria con otros conceptos jurídicos, y parten por el camino del hecho consumado a sentar conclusiones de derecho. Y para ellos la patria de los bohemios es el Austria; la de los Polacos, Alemania, Rusia o el Imperio austro-húngaro; la de los irlandeses, Inglaterra, y la de los árabes, el Reino Unido de la Gran Bretaña.

Y por ese camino en verdad podían, si fueran consecuentes, no admitir la idea de patria. Si no ha de existir la historia como elaboradora de los derechos de los pueblos, dividan el mundo a cañonazos y digan: hasta aquí alcanzan mis cañones, ese terreno conquistado con la metralla y los habitantes que viven en él, son míos, me pertenecen: me llamo Inglaterra o Rusia o Francia y me declaro su madre. Y entonces ya no hay en el mundo sino hombres, dominados los unos y dominadores los otros.

Nace el Estado y desaparece la Patria.

Sabino Arana, El Correo vasco, Bilbao, 11 de agosto de 1899.

"Reaccionarios y neos" (El Correo Vasco, Sabino Arana, 22 de agosto de 1899)

Reaccionarios y neos

Desde el principio fuimos acusados del delito de reacción por algunos periódicos de la villa: su denuncia ha sido sancionada en el meeting de librepensadores celebrado el domingo último en el frontón de Zabalbide.

"Un periódico de la localidad ?decía uno de los oradores?, EL CORREO VASCO, ha amenazado con que sería perturbado el orden. El tal periódico debe ser muy neo. "

E insistía otro orador poco después sobre lo mismo y sólo a nosotros alcanzaban las gruesas palabras y el mote de reaccionarios y neos.

¿Qué se sigue de ello? Que sólo la nuestra, si alguna otra protesta se formuló por la prensa de Bilbao, fue interpretada y recibida como sincera. Y al serlo tal y declararnos como reaccionarios y neos cumple que volvamos sobre nuestras palabras y las repitamos.

Somos reaccionarios, ferozmente reaccionarios por cuanto predicamos y practicamos la reacción: la reacción de los creyentes en Cristo contra la acción de los que niegan su divinidad y blasfeman de Él, la reacción de los que aman a Euskeria porque esta es su suelo, su origen y su delicia, contra la acción de los que la combaten y ansían aniquilarla por las razones inversas.

Somos neos, neos que se declaran culpables de ese nefando crimen, en cuanto es nueva, esto es nea, la fe en Dios Todopoderoso, pues que Dios fue en el principio, es en todos los tiempos y será en la consumación de las edades, y quien mantiene su fe la siente como renacida en la sucesión de los momentos y acrecida, fortalecida y como brotada en todos ellos en forma nueva, esto es, más vigorosa y consoladora en una prosecución. Somos neos porque clamamos por doctrinas nuevas; doctrinas de sacrificio por el hermano, nuevas en el presente entre los que lo son nuestros, doctrinas de amor a la verdad y a la justicia, nuevas para los que se erigieron en guías y protectores de nuestro pueblo, doctrinas que estimamos de salvación, a las que como a tales nos ofrecemos en holocausto y que con ser secuela de nuestra historia y derivación lógica de sus enseñanzas, son sin embargo nuevas para muchos de los que con nosotros fueron en el origen, y como nuevas se aparecen a los que tal vez jamás pensaron en la disminución de su poderío.

Somos, pues, reaccionarios y neos por la bondad y certeza de nuestra reacción y neísmo se sigue de la calidad y número de los que como tales nos señalan. Enemigos de nuestra fe los que de reaccionarios nos motejan, lo son tanto, y acaso por ella, de nuestro pueblo; y bien puede admitirse como propia una palabra que algunos la creen despreciativa, si ella es sanción de lo que defendemos.

Sabino Arana, El Correo vasco, Bilbao, 22 de agosto de 1899.

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