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GRUPO DE REFLEXIÓN SOBRE EL MUNDO HISPÁNICO

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CATALUÑA

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ANTECEDENTES

Exposición de las principales ideas que la Junta Superior del Principiado de Cataluña... (1810)

Exposición de las principales ideas que la junta Superior del Principado de Cataluña cree conveniente manifestar a los señores Diputados de la Provincia que en representación de la misma pasan al Congreso de las próximas Cortes. 1810

Es la primera: que aunque desde luego deben reconocerse las ventajas políticas que resultarían de uniformar la Legislación y los derechos de todas las Provincias de la Monarquía para que no quede ésta después de la actual crisis hecha un cuerpo compuesto de partes

heterogéneas; con todo cuando no pensase así la pluralidad, o cuando insuperables obstáculos se opusiesen a la realización de la medida saludable, en tal caso debe Cataluña no sólo conservar sus privilegios y fueros actuales, sino también recobrar los que disfrutó en el tiempo en que ocupó el Trono Español la augusta casa de Austria; puesto que los incalculables sacrificios que en defensa de la Nación está haciendo, la constituyen bien digna de recobrar sus prerrogativas; y tan extraordinarios esfuerzos de fidelidad y amor a su Soberano han de ser poderosos para borrar de la estimación y aprecio hasta la menor sombra de pasados y lejanos acontecimientos.

Fuente: F. Rahola, Los diputados por Cataluña en las Cortes de Cádiz Barcelona, 1912: 53.

La integración de Cataluña en España según un asesor de Fernando VII (1814)

La integración de Cataluña en España según un asesor de Fernando VII

Aunque ha pasado ya un siglo, desde la guerra de sucesión de Felipe V, el rencor de as provincias de Aragón, Cataluña y Valencia contra su casa, contra la Francia y aun contra los mismos castellanos, que le habían sostenido, no se ha calmado verdaderamente sino n la época de la coronación de Fernando. El aborrecimiento contra el Príncipe de la Paz, y las esperanzas de felicidad que les aseguraba el carácter del nuevo rey, han sido únicamente capaces de reunirlos con sinceridad, a los otros españoles, y de apagar su antiguo rencor contra la casa reinante. Hasta esta época no les ha faltado más que una ocasión favorable para romper.

Fuente: J. Escoiquiz, Idea sencilla de las razones que motivaron el viage del rey don Fernando VII á Bayona en el mes de abril de 1808, dada al público de España y de Europa, Barcelona, 1814, p.s.n.

La Diputación de Cataluña durante el Trienio Liberal (1822)

La Diputación de Cataluña, durante el Trienio Liberal, reivindica las antiguas libertades y las homologa con las constitucionales. 1822

¿Y dejaría esta Diputación pasar en silencio [...1 la documentada exposición que elevó a las Cortes en 16 de marzo del año anterior, en solicitud de que se le Pusiese en posesión del magnífico edificio de la antigua, que entonces ocupaba la audiencia territorial, y que en los felices tiempos de la gloria y libertad catalana servía de asiento a aquella célebre y vigorosa Diputación? La actual probó con invencibles testimonios, que el mencionado edificio cedido a la audiencia por el rey Felipe V, después de la guerra de sucesión, había pertenecido en propiedad a la Diputación antigua (la Generalitat), y por lo mismo, ya que por el restablecimiento del sistema constitucional, renacían, por decirlo así, con mucha usura y mejora los antiguos fueros y libertades de la provincia, proscritas por el antisocial derecho de conquista, era muy puesto en razón que la Diputación actual, ya que podía y debía considerarse como sucesora de la antigua, entrase a ocupar un asiento y presidir a la provincia desde de un lugar, en que nuestros mayores robustecidos por una educación liberal ofrecían a las demás naciones de la tierra el espectáculo de un pueblo regido por la sabiduría y la libertad.

Accedió el Congreso, como era de esperar, a reclamación tan justa, y la orden de 5 de mayo anterior dio un día de júbilo a la Diputación, y sin duda también a la provincia, porque jamás se ha extinguido, ni es posible que jamás se extinga en pechos catalanes, el dulce recuerdo de los testimonios brillantes de nuestra gloria. […] No pasarán muchos días sin que vuelva a ofrecerse a los ojos del público en toda su magnificencia y esplendor, y a inspirar los más gratos y patrióticos sentimientos el memorable salón de san Jorge, en que se reunían nuestros abuelos cuando peligraba la salud de la patria, y se constituían allí en baluarte inexpugnable de la independencia y seguridad interior, y consultaban al bien de sus compatriotas, por medio de leyes y reglamentos los más sabios. Sí, catalanes: esta Diputación se complace en ofreceros por última de sus tareas este salón restituido a su esplendor primero, y no teme engañarse, si asegura, que los que lo ocupen de hoy en adelante, se mostrarán siempre, impávidos defensores de la libertad, del orden y del respeto a las leyes, cual lo fueron sus primeros fundadores, y cual no lo han desmentido jamás los que con su sangre heredaron sus virtudes.

Fuente: (R. Muns Seriñà), Breve noticia de las tareas y operaciones más importantes, en que se ha ocupado la Diputación Provincial de Cataluña desde 6 de junio de 1820 hasta 28 de febrero de 1822, Barcelona, 1822: 74-75.

Bases de una constitución política o principios fundamentales de un sistema republicano (RAmón Xaudaró y Fábreg, 1832)

Bases de una constitución política o principios fundamentales de un sistema republicano (1832)

 Proyecto de Constitución 

1.º Todos los ciudadanos son libres e iguales ante la ley. También son admisibles a todos los empleos. Contribuyen proporcionalmente a su fortuna a las cargas del Estado.

2.º Todos los ciudadanos tienen derecho a dar toda clase de publicidad a sus ideas y opiniones; pero las leyes protegerán el honor y la justificación del inocente calumniado.

3.º Cada cual profesa su religión con igual libertad; pero las sugestiones y medios secretos del proselitismo serán prohibidas por la ley.

4.º Todas las propiedades son inviolables; pero el Estado puede exigir el sacrificio de alguna por causa de interés público debidamente justificada y previa indemnización.

 Forma de Gobierno

5.º El Gobierno es republicano federativo

6.º El poder ejecutivo se ejerce por un presidente efectivo y por sus ministros, sujetos a la aprobación del Senado general.

7.º El poder ejecutivo se ejerce por la nación reunida en cuerpo de representantes. El Senado aprueba o desecha, excepto el caso de soberanía real previsto por la ley.

8.º Cada provincia tiene un Senado particular, una asamblea legislativa y un jefe de la ejecución de las leyes.

9.º Las provincias se subdividen en cinco distritos, y cada uno de éstos en siete cantones: los distritos, además de sus autoridades administrativas, tienen un comité electoral llamado consejo electoral.  

lecciones municipales

10. Anualmente, en época fijada por la ley, todos los ciudadanos propietarios de inmuebles, y los no propietarios que paguen 50 pesetas de contribución, se reúnen en cada municipio para elegir un delegado de cantón y un suplente.

11. El presidente de esta reunión municipal es nombrado por el Consejo electoral del distrito, de entre los electores del municipio respectivo. Para elegir los escrutadores y los secretarios, se saca a la suerte entre todos los ciudadanos electores menores de 40 años. Para este sorteo, el presidente se sirve de dos escrutadores y un secretario provisionales.

12. El municipio de 500 a 1.000 electores se divide en dos secciones, y cada una de ellas es considerada para la elección como un municipio. Las poblaciones de mayor número de electores forman tantas secciones como veces tengan 500 electores. Los municipios de menos de 250 electores no pueden, por sí mismos, proceder a elección: dos o más municipios que, reunidos, contengan de 250 a 500 electores, se considerarán para la elección como un solo municipio.

13. Se observa en todas las elecciones el orden canónico.

14. Para la elección de alcalde y regidores se observan las mismas formalidades, orden y disposiciones; pero con esta diferencia: todo municipio de menos de 500 electores hace directamente la elección; y en los municipios de varias secciones electorales, cada sección elige el mismo número de electores delegados que han de elegir al alcalde y a los regidores.

 Ramón Xaudaró y Fábregas, Bases de una constitución política o principios fundamentales de un sistema republicano, 1832.

 {slider "La Pàtria (trobes)" ( Bonaventura Aribau, 24 de agosto de 1833)} 

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Bonaventura Carles Aribau (1798-1862)

La Pàtria
(Trobes)
 

A Déu siau, turons, per sempre á Déu siau;
O serras desiguals, que allí en la pàtria mia
Dels núvols é del cel de lluny vos distingia
Per lo repòs etern, per lo color mes blau.
 

Adéu tu, vell Montseny, que dés ton alt palau,
Com guarda vigilant cobert de boyra é neu,
Guaytats per un forat la tomba del Jueu,
E al mitg del mar immens la mallorquina nau.
 

Jo ton superbe front coneixia llavors,
Com conèixer pogués lo front de mos parents;
Coneixia també lo só de los torrents
Com la veu de ma mare, ó de mon fill los plors.
 

Mes arrancat després per fals perseguidors
Ja no conech ni sent com en millors vegadas:
Axi d’arbre migrat á terras apartadas
Son gust perden los fruits, é son perfum las flors.
 

¿ Què val que m’haja tret una enganyosa sort
A veurer de mes prop las torres de Castella,
Si l´cant dels trovadors no sent la mia orella,
Ni desperta en mon pit un generós recort ?
 

En va á mon dels país en als jo m’trasport,
E veig del Llobregat la platja serpentina;
Que fora de cantar en llengua llemosina
No m’queda mes plaher, no tinch altre conort.
 

Pláume encara parlar la llengua d’aquells sabis
Que ompliren l’univers de llurs costums é lleys,
La llengua d’aquells forts que acataren los Reys,
Defengueren llurs drets, venjaren llurs agravis.
 

Muyra, muyra l’ingrat que al sonar en sos llabis
Per estranya regió l’accent natiu, no plora;
Que al pensar en sos llars no s’consum ni s’anyora,
Ni cull del mur sabrat las liras dels seus avis.
 

En llemosí sonà lo meu primer vagit,
Quant del mugró matern la dolça llet bebia;
En llemosí al Senyor pregaba cada dia,
E cántichs llemosins somiaba cada nit.
 

Si quant me trobo sol, parl ab mon esperit,
En llemosí li parl, que llengua altra no sent,
E ma boca llavors no sap mentir, ni ment,
Puix surten mas rahons del centre de mon pit.

Bonaventura ARIBAU i FARRIOLS, "La Pàtria ( Trobes)", El Vapor, Barcelona, 24 de agosto de 1833, p.3

Valoración del embajador francés, conde de Rayneval, de las bullangas de Barcelona (1835)

Valoración del embajador francés, conde de Rayneval, de las bullangas de Barcelona. 1835

La intención de los cabecillas es obtener del Gobierno el restablecimiento de las antiguas franquicias del país, las cuales apenas dejan al soberano una sombra de autoridad, sino de declarar la independencia de cada provincia uniéndolas por un lazo federal. Si la masa del pueblo se deja impregnar por sus ideas, le será bien difícil al Gobierno de la Reina conservar lo poco que le queda de poder sobre esta parte de España y un ejemplo parecido Puede, fácilmente, acarrear el levantamiento de todo el resto.

Fuente: A. Moliner, Revolución burguesa y movimiento juntero en España, Milenio, Lleida, 1997: 163. (Traducción: P. Anguera.)

Los agravios del poder central (1836)

Los agravios del poder central. 1836

Cataluña quizás es la provincia que más provee el erario público; quizás es la primeta en que fija sus miradas el Gobierno en sus estrechos apuros; quizás es la que da el brazo a la madre patria, cuando ésta tiene que apoyarse en alguna de sus hijas. Esto no obstante, el laborioso catalán tal vez sufre los sarcasmos del ocioso castellano; es genei ralmente tenido por bárbaro, por zafio y tosco, como las montañas donde vive, y para colmo de ignominia, como si se le tratase aún a fuer de pueblo conquistado, se llenan desde Madrid todas sus oficinas públicas, mandándole tal vez verdugos y vampiros para que le martiricen y desangren. Recórranse uno por uno los destinos oficiales que corren a cargo del gobierno proveer, y por cada catalán que se halle en ellos, han de hallarse veinte oficiales nacidos en extranjero país. Y pórtanse por lo común para con los naturales, de la misma manera con que se portan los enviados a nuestras colonias, adquiri~ das también por el absurdo derecho de conquista. Su ninguna inteligencia del hermoso idioma con que nos expresamos vulgarmente, les infunde una animadversión hacia nosotros que, mal disimulada, acarrea a los del país un sentimiento igual para con ellos; resultando de aquí una prevención mutua que fomenta una guerra sorda entre el pueblo y sus empleados. Y, como si junto con el real despacho de su destino recibiesen vastos poderes para ultrajarnos, muestran generalmente una insolencia, tanto más insoportable cuanto es injusta la predilección que los secretarios del despacho dispensan casi exclusivamente a los extraños.

Las legítimas consecuencias de esta conducta del Gobierno son, por parte de los empleados, un levísimo o acaso ningún interés por los adelantos y prosperidad del Principado, a la par de una tendencia invencible a no desaprovechar las ocasiones de embolsar cantidades huérfanas para sí; y, por parte de los naturales, una disposición siniestra, contraria a todos los que contemplan con los mismos ojos con que el doliente tímido contempla las sanguijuelas que le aplican, y un tibio afecto a un Gobierno que no les consiente dirigir, o por lo menos tomar parte en sus negocios públicos, y que sólo cuenta con ellos en el triste caso de una contribución. Y Cataluña no está tan poco celosa de su nombre, de su libertad y su independencia, para que consienta pasiva tan injusto tratamiento. Harto cansada de sufrir a mandarines extranjeros, enviados por las disposiciones intrigantes que se toman en Madrid, quiere, puesto que columbra el sol naciente de su libertad, que se le tenga en más consideración.

Fuente: (Pedro Mata), "Cataluña", El Nuevo Vapor, Barcelona, 2-XI- 1836.

Alocución de la Comisión de Fábricas... (Barcelona, 29 de diciembre de 1836)

Alocución de la Comisión de Fábricas para disuadir a los trabajadores de asumir las propuestas independentistas por comportar la ruina económica. Barcelona, 29 de diciembre de 1836

Esta Comisión ha tenido noticias de que existen algunos agentes de los carlistas y de los enemigos de la patria comisionados al efecto de seduciros y engañaros y haceros viles instrumentos de sus perversos planes, conduciéndoos a la verdadera desgracia que lloraríais toda vuestra vida. Esos agentes, que pretenden turbar la tranquilidad pública valiéndose de vosotros, os hablarán de república, de hacer a la Cataluña independiente separándola del Gobierno de S. M. la reina, que habéis jurado defender; ellos os prometerán un bienestar dichoso, un aumento de salario por vuestros jornales, seguridad en el trabajo y aún cosas mayores, pues, como no han de cumplir nada de lo que prometan, les importará muy poco el prometeros mucho para hacer que caigáis en el lazo que os preparan.

[…] Sabed, pues, que si llegase el caso -lo que por otra parte no es posible- de que esos díscolos consiguiesen su intento de declarar a la Cataluña independiente y separarla del Gobierno de S. M. la reina, en el momento mismo os veríais sumergidos en la indigencia y no os quedaría otro recurso que mendigar de puerta en puerta vuestro pan o expatriaros de Barcelona y del Principado. La primera providencia que tomaría el Gobierno sería prohibir la venta de vuestras manufacturas en todas las demás provincias del reino, pues serían miradas y declaradas de contrabando. En este concepto, todas las fábricas catalanas tendrían que cerrarse y el poco trabajo que a costa de sacrificios mantienen los fabricantes, con esperanzas fundadas de aumentarlo, quedaría perdido totalmente.

Fuente: El Vapor, 1-1-1837.

La suerte de Cataluña (Jaime Balmes, 15 de marzo de 1843)

 

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Jaime Balmes (Francisco de Madrazo) 

La suerte de Cataluña
(15 de marzo de 1843)

 Ya es tiempo que Cataluña piense con seriedad y detención en la suerte que le está reservada; ya es tiempo que conociendo a fondo su verdadera situación material, intelectual, moral y política, excogite los medios a propósito para procurarse el bienestar que en lontananza le sonríe, y precaverse de los males que en el porvenir la amenazan. La suerte próspera o adversa de los individuos, de las provincias y de las naciones, está en las manos mismas de quien ha de disfrutarla o de sufrirla; cuando nos quejamos del infortunio, o nos felicitamos por nuestra dicha, no hacemos por lo común otra cosa, que inculpar o alabar nuestra conducta. Los pueblos, del propio modo que los individuos, son hijos de sus obras.

Nuestra situación es crítica, pero no desesperada; nuestros males son graves, pero no sin remedio; nuestros peligros son muchos, pero no tales, que sea imposible precaverlos. Es un error el creer que ni estos males, ni esos peligros, dimanen precisamente de las desgraciadas circunstancias políticas en que la España se encuentra. Éstas hacen más difícil, más peligrosa la crisis, pero no la producen; agravan los males, aumentan la inminencia del peligro: pero sin ellas, existieran más o menos, esa crisis, esos males y esos peligros.

El estado excepcional en que se halla Cataluña con respecto a las demás provincias, así en lo tocante a la riqueza pública, como en lo relativo a las ideas, costumbres, hábitos e índole de los habitantes; la rivalidad de una nación poderosa y astuta en grado eminente (Gran Bretaña), he aquí las dos fuentes de donde nacen nuestros males; he aquí lo que nos crea esa situación penosa, que no nos permite disfrutar el bien que poseemos, ni entregarnos a las esperanzas halagüeñas con que nos brindan mil y mil circunstancias a cual más favorables.

[…] No se crean fácilmente los hábitos de trabajo que en Cataluña poseemos, no se improvisa una actividad como la que distingue al Principado. El catalán avezado a continuas faenas, acostumbrado a ser esclavo de las tareas de su oficio desde el rayar del alba hasta horas después de entrada la noche, no concibe como puede vivirse de otro modo; no acierta a explicarse qué género de vida es esa en que un hombre no tiene quizás de qué alimentarse ni vestirse, y sin embargo no piensa en mover sus brazos, capaces de producir todo cuanto necesita para ganar su subsistencia. Para el catalán pobre, pan es sinónimo de trabajo; y la miseria es sinónima de falta de trabajo. Cuando su apurada situación le fuerza a pediros limosna; si es viejo o está enfermo, os indica la causa que le impide el procurarse el sustento; si es joven y goza de salud, se excusa con la falta de trabajo.

Pero esa manera de vivir que los catalanes no comprenden siquiera, la encuentran muy natural y muy agradable los que la disfrutan: decídselo a uno de esos hombres que envuelto en su manta y con su pañuelo en la cabeza, pasan las horas en la ociosidad; decidle que hay jóvenes, viejos, niños, mujeres, que no descansan durante el día sino algunos instantes para comer, y que sin embargo miran como la mayor de las calamidades el anuncio de que el trabajo escasea; tampoco os comprenderán, tampoco trocarán su suerte con esa otra que fuera para ellos un pesado castigo.

[…] Cabalmente tenemos en España un inconveniente gravísimo, que influye más de lo que se cree en paralizar nuestro desarrollo, y en hacer inútiles los mejores deseos. La vida de España está en las extremidades: el centro está exánime, flaco, frío, poco menos que muerto. Cataluña, las provincias Vascongadas, Galicia, varios puntos del mediodía, os ofrecen un movimiento, una animación de que no participa el corazón de España. Londres es digna capital de la Gran Bretaña, París de Francia. En la actividad, en la vida de que rebosan aquellas ciudades veis las indispensables condiciones de la cabeza de un gran cuerpo. En Madrid, y en todos sus alrededores a larguísima distancia, nada encontráis de semejante. Ni agricultura, ni industria, ni comercio: a la primera ojeada conoceréis que allí hay una corte, que allí se han amontonado inmensidad de empleados, con sus oficinas, su orgullo tradicional, su olvido del país que gobiernan; os convenceréis de que es una conquista sobre el desierto, como ha dicho un escritor ingenioso, pero que esa conquista, muy propia para lisonjear la vanidad, de nada sirve para fomentar la riqueza; os persuadiréis de que aquel es un centro sin vida, incapaz de dar impulso y dirección al movimiento de un gran pueblo; y de que a pesar de todas las teorías, de todos los proyectos, es muy probable que si esperamos de allá la vivificación y fomento, tengamos que contentarnos con amontonar y archivar volúmenes de decretos, órdenes, instrucciones, circulares. "Lo que es papel el gobierno nos envía mucho", decía con admirable buen sentido un sencillo aldeano.

 Las necesidades de un objeto se aprecian mal por necesidad, en un país donde no existen; quien resuelve las cuestiones sin tener a la vista los hechos, sólo con la ayuda de expedientes, de cuyo contenido no se ven de cerca ejemplos semejantes, andará siempre a tientas, siéndole el acierto en extremo difícil. Véase lo que a todas las naciones del mundo les sucede en el gobierno de sus colonias, y háganse las convenientes aplicaciones en la proporción debida.

 Las consideraciones que acabamos de exponer, todas fundadas en hechos de una evidencia incontestable, indican a Cataluña el camino que ha de seguir para conservar lo que posee y adquirir lo que le falta.

 Sin soñar en absurdos proyectos de independencia, injustos en sí mismos, irrealizables por la situación europea, insubsistentes por la propia razón, e infructuosos además y dañosos en sus resultados; sin ocuparse en fomentar un provincialismo ciego, que se olvide de que el Principado está unido al resto de la monarquía; sin perder de vista que los catalanes son también españoles, y que de la prosperidad o de las desgracias nacionales les ha de caber por necesidad muy notable parte; sin entregarse a vanas ilusiones de que sea posible quebrantar esa unidad nacional, comenzada en el reinado de los Reyes Católicos, continuada por Carlos V y su dinastía, llevada a cabo por la importación de la política centralizadora de Luis XIV con el advenimiento al trono de la casa de Borbón, afirmada por el inmortal levantamiento de 1808 y la guerra de la independencia, desenvuelta por el espíritu de la época, y sancionada con los principios y sistemas de las legislaciones y costumbres de las demás naciones de Europa; sin extraviarse Cataluña por ninguno de esos peligrosos caminos por los cuales sería muy posible que se procurase perderla en alguna de las complicadas crisis que según todas las apariencias estamos condenados a sufrir, puede alimentar y fomentar cierto provincialismo legítimo, prudente, juicioso, conciliable con los grandes intereses de la nación, y a propósito para salvarla de los peligros que la amenazan, de la misma manera que la familia cuida de los intereses propios sin faltar a las leyes, y sin perjudicar, antes favoreciendo el bien del Estado. 

Jaime BALMES, "La suerte de Cataluña", La Sociedad, Revista Religiosa, Filosófica, Política y Literaria, 15 marzo de 1843.

España, una realidad plurinacional (J. B. Guardiola, 1851)

España, una realidad plurinacional. 1851

Nuestro pasado nos presenta siempre descentralización, en mayor o menor escala, como origen de nuestro bienestar y poderío. Seguir, pues, con el sistema de centralización [...1 fuera renegar la causa de lo grande de nuestro pasado [ ... ], faltar a la buena tradición […]. La centralización es sistema juzgado y condenado por la experiencia. Entre nosotros comenzó la decadencia con la aplicación de la centralización. Mientras predominaron las municipalidades y los antiguos reinos fueron independientes, España creció en riqueza y poderío […]. Los elementos constitutivos de la personalidad nacional de los pueblos, son: raza, lengua, clima e historia. Que estos cuatro elementos sean los constitutivos de la naturaleza personal de las naciones es una verdad por nadie negada
Limitémosnos a sentar por ahora ese hecho por nadie desmentido y fecundo en trascendentales consecuencias, a saber: que la raza española no es una sola; que el idioma en España no es uno solo; que el clima no es uno solo, y que la historia no es una sola, esto es que en España los elementos constitutivos de su personalidad nacional, no son uniformes sino variados y que no hay en ella, un solo pueblo, una sola personalidad; sino varios pueblos, varias nacionalidades, que España no es, en el riguroso y buen sentido de la palabra una sola nación, sino un haz de naciones […], hay las diversas nacionalidades, los diversos pueblos que yacen descuartizados y ahogados hoy por el sistema de centralización vigente [ ... ]. ¿En qué forma realizar esa emancipación? ¿Cómo? Dividiendo España en tantas demarcaciones territoriales cuantas tengan elementos de personalidad nacional […]. Pero esto es la destrucción de la unidad española, se clamará […] ¡Error!
Antes bien sea este sistema el creador de la verdadera unidad española. Lo que por él se destruye, por más que parezca paradoja, no es la unidad, sino la uniformidad Unidad nacional (es) la coexistencia armónica de un conjunto de elementos.

Fuentes: J. B. Guardiola, El libro de la democracia, Barcelona, 1851. "De la descentralización", Diario de Barcelona, 14-IX-1854.

Lareivindicación progresista (1854)

La reivindicación progresista. 1854

España es un conjunto de varios reinos; sus tipos Fisiológicos, sus posiciones topográficas, sus costumbres populares, sus historias, sus leyes, sus tradiciones, sus recuerdos, sus productos, y hasta sus mismos cuentos muestran todavía la diversidad de razas, de lenguas y de pueblos que han estampado aquí su pie Todo se absorbió violentamente a las plantas de Felipe V. Nuestros abuelos conocieron a los que fueron despojados de sus libertades ¿Todo se ha podido olvidar en este periodo, corto para la vida de los pueblos? No, señores, no. Este provincialismo, es un recuerdo, es un lazo que nos liga a lo pasado, y no seréis tan poco ilustrados vosotros que vais a dar leyes […], que os hagáis sordos a estos hijos de unos padres que llenaron el mundo con su nombre […]. Los fueros nuestros no habían sido una concesión graciosa de los soberanos; no eran un pedazo de su poder, arrojado por generosidad […], eran por el contrario la expresión de los pueblos la salvaguardia contra las demasías del poder.

Fuente: "Sección política", La Corona de Aragón, 16-XI-1854.


La percepción moderada (1855)

La percepción moderada. 1855

Las complicaciones que en Barcelona han existido y que de Barcelona se han propagado á otros pueblos del Principado, han dado lugar a la prensa madrileña a proferir injusticias e insultos no pocos Es preciso resignarse ahora en 1855 a ver reproducidas las acusaciones del tiempo de Felipe IV, y a que produzcan el mismo efecto que aún ahora producen aquellas a los que tienen sangre catalana en sus venas, admirarse y entristecerse de que las que fueron dos nacionalidades distintas, no hayan sido unidas por el tiempo y la justicia [...]. Si fuera Cataluña un país extraño entregado a sus propias fuerzas y gobernado por sus propias inteligencias […], fuera alabado por los mismos que ahora le ultrajan […]. Si Cataluña fuera una nación extraña, así como es una provincia de España, los que ahora la motejan, cual se la había motejado antes, en vez de entrenarse en dicterios e injustas acusaciones, mostrarían a la admiración del mundo las obras, que poseyesen [...J. En España los papeles están trocados, porque deben estarlo. ¿Si no acusara, en que mostrara su preponderancia la nacionalidad que da lenguaje a las leyes y a la literatura? ¿Habría de hacer en menores o mayores proporciones con la localidad súbdita lo que haría con Francia, Bélgica o Inglaterra? Esto sería desacreditar su dominación: esto sería abdicarse; esto sería añadir a la injusticia la vergüenza de no saberla ejercer […]. Al decir de la prensa no catalana tiene Cataluña en el habla, en la historia, en la legislación civil […] causas de rebelión o poco apego de nacionalidad española [...]. Muy generalmente fuera de Cataluña se ha considerado que el medio más eficaz para constituir una nacionalidad robusta era uniformar la legislación, ya se entiende no bajo las bases de la catalana La sentencia contra la legislación y costumbres catalanas está dada, y para Cataluña no hay apelaciones. Es preciso que Cataluña no sea una individualidad, que se la destituya de carácter, y para esto es remedio eficaz quitar lo que ha contribuido a dárselo y se lo conserva [...]. ¿Es pues así que, a consecuencia de la falta de unidad, Cataluña tenga tendencias a considerar su suerte separada de la del resto de España, como se ha dicho? [...]. La unidad nacional es un sentimiento político fundamental común a todos y vivo en cada uno: formadlo sino existe, y no temáis del provincialismo […]. No se dirá que Cataluña tiende a una separación del Reino de Castilla, especie a la que se ha dado ahora últimamente alguna importancia […]. Son ¡dos los tiempos de la nacionalidad catalana [...]. Esto que parece a algunos deseos de la emancipación […] no es sino el grito de la indignación contra la injusticia. Si un día fuera otra cosa, no provendría ciertamente de lo que ahora existe, sino de lo que vendrá después: provendrá de que rebosará la copa del sufrimiento.

Fuente: (J. Illas Vidal), Cuestiones catalanas. Cataluña en España, Barcelona, s.a. (1855: 5-7, 12, 18 y 22-24).

La propuesta iberista federal de Víctor Balaguer (1866)

La propuesta iberista federal de Víctor Balaguer. 1866

En cada obra que publico trato de completar una idea que está dentro de mí encarnada y viva: trato de sostener en todos los terrenos, en el político, en el histórico, en el literario, la que creo alta y patriótica misión de señalar el camino, que, en mi pobre concepto, es el único que puede conducir con el tiempo a una nacionalidad ibérica; la que yo creo urgente necesidad de dar vida propia e independiente a la provincia dentro de la unidad política y constitucional de la nación; y, por fin, lo que yo creo imperioso deber de que cada agrupación de las antiguas nacionalidades ibéricas ize la bandera de sus tradiciones históricas y recuerdos políticos para, en nombre del pasado, fijar su derecho al futuro.

Puedo equivocarme, pero considero que si algún día más próximo o más lejano, ?y por ahora quizá lejano- se ha de volver a reconstituir la península ibérica, solución histórica a la cual todos debemos naturalmente aspirar, ésta sólo podrá realizarse marchando por el camino que me atrevo a señalar. Para alcanzar esta descentralización completa que deseamos conseguir, hasta donde sea compatible con la unidad política, para llegar a formar con el tiempo una nacionalidad ibérica ?que a mi juicio sólo podrá conseguirse a través de una federación por este o aquel medio, con esta o aquella forma, y nunca de otro modo que por la expresión legítima y pacífica de la voluntad nacional-, es necesario, es indispensable evocar ejemplos antiguos de provechosa enseñanza, difundir ideas de una sana descentralización, sembrar doctrinas de libertad constitucional, y contribuir con perseverantes predicaciones a que cada provincia, recordando lo que ha sido, aspire a ser lo que se merece, adoptando todas y cada una el lema de: Cada una para sí y todas para todas.

Fuente: V. Balaguer, Esperansas y recorts, Barcelona, 1866: 72-73. (Traducción: P. Anguera.)

Pacto federal de Tortosa (18 de mayo de 1869)

Pacto federal de Tortosa 

1.º Los ciudadanos aquí reunidos convienen en que las tres antiguas provincias de Aragón, Cataluña y Valencia, incluidas las Islas Baleares, estén aliadas y estén unidas para todo lo que refiera a la conducta del partido republicano y a la causa de la revolución, sin que en manera alguna se entienda por esto que pretendan separarse del resto de España.

 2.º Asimismo, manifiestan que la forma de gobierno que creen conveniente para España es la República Democrática Federal, con todas sus legítimas y naturales consecuencias.

 3.º El partido republicano democrático federal de las expresadas provincias completará su organización en la forma siguiente: habrá comités locales, de distrito judicial, provinciales y del Estado. Los comités locales se establecerán en todas las poblaciones, los de distrito judicial en las que sean cabezas de partido; los provinciales en las capitales de provincias, y los del Estado en Barcelona, Valencia y Zaragoza, que presentarán respectivamente a Cataluña, Valencia y Aragón. El comité provincial de las Islas Baleares se entenderá con el comité del Estado de Cataluña.

 4.º Los representantes aquí reunidos manifiestan que no consideran conveniente apelar a la fuerza material por el solo hecho de que las Cortes Constituyentes voten la forma monárquica, siempre que en lo sucesivo no se conculquen los principios proclamados por la Revolución de Septiembre. Pero, convencidos de los males que inevitablemente ha de producir la monarquía, declinan toda responsabilidad de los que se ocasionen con su establecimiento.

 Hermanos y correligionarios nuestros: tales son los propósitos que animan a las provincias unidas; este es el Pacto federal solemnemente contraído en medio de las azarosas, azorosísimas, circunstancias por que la nación atraviesa y al glorioso recuerdo de nuestra antigua historia popular; si algún día la libertad peligra, si la tormenta amenaza los sacrosantos derechos del pueblo, y la tiranía intenta menoscabar nuestras conquistas revolucionarias, encontrará en nuestras fuerzas confederadas la más tenaz y decisiva resistencia. ¡Viva la República Democrática Federal! Tortosa, 18 de mayo de 1869. 

(En Rodríguez Solís, Historia del partido republicano español.) 

El federalismo conservador (1869)

El federalismo conservador. 1869

¿Cree V. que los males enumerados han de curarse en España con la simple descentralización administrativa? Francamente por lo que a mí hace, no lo espero. Los antiguos reinos no tienen que cuidar de intereses simplemente económico-administrativos, sino que deben conservar dentro de la unidad su ley, su lengua, su literatura, su arte, su carácter, mientras todavía late el genius loci. Si se confían tales intereses a un Parlamento general, los veremos deshechos muy pronto, se nos impondrán condiciones completamente extrañas, seremos extranjeros en nuestra casa y se nos vestirá con ropa ajena.

Aparte de esto la descentralización no acallará el daca, daca chupador de nuestra hacienda y hasta de nuestros patrimonios. Necesitamos por consiguiente de un poder legislativo especial, que conserve y mejore nuestra vida interna, para lo cual procede practicar un trabajo de limitación de atribuciones entre la federación y los Estados, y luego cuidar de restaurar o reconstruir las antiguas autonomías españolas que han de formarse, aprovechando al efecto las condiciones de capitalidad.

Fuente: F. Romaní y Puigdengolas, El federalismo en España, Barcelona, 1869: 64-65.

El federalismo radical (1870)

El federalismo radical. 1870

Ya es hora de dejar a un lado esas hipocresías diplomáticas que a nada conducen y de dar a cada cosa su verdadero nombre. Desde que en Cataluña ha surgido un partido federalista fuerte por el número y fuerte por las inteligencias que en él militan, desde que se ha visto que este partido constituye la mayoría, la gran mayoría del país, nadie puede dudar que en esta tierra clásica de la libertad vive poderosa la idea de la independencia.
La bandera de los catalanes es independencia de Cataluña dentro de la federación de los Estados españoles, y esta bandera, variando el nombre de la comarca, es la de todos los federalistas españoles. Y no puede ser otra. Se engañan mucho los que creen que puede constituirse la federación viniendo de arriba. No puede contratar sino el que tiene libertad para ello, no pueden firmar el pacto federal sino los pueblos que son dueños de su soberanía.

[...] Así la federación ha de constituirse, convocando cada una de las comarcas que deban construir el Estado, al grito de independencia, su representación propia, sus Cortes constituyentes particulares que formen su constitución; después de esto vendrá la formación del pacto federal.

Fuentes: "Parte política. La política federal por un intransigente de tercera fila", El Estado Catalán, 10-III-1870. E Cucurull, Panorámica del nacionalisme català, II, Edicions Catalanes de París, París, 1975: 231-232.

Los dos catalanismos (J. N. Roca Farreras, La Renaxensa, 10 de abril de 1873)

Los dos catalanismos (1873)

El catalanismo, que puede atraer, que debe atraer a la causa de Cataluña y de su vida propia y natural las simpatías del mayor número de catalanes, de los catalanes más activos, esto es de las clases populares y la juventud, es el catalanismo que no insiste básicamente en los hechos monárquicos, religiosos y aristocráticos de nuestra antigua historia; sino en los hechos democráticos, republicanistas y sociales. Aquel catalanismo, el conservador, no puede atraer los elementos activos y de corazón de Cataluña, sino que los repele al campo español, al europeo, al cosmopolita. No les habla sino de instituciones que ellos rehuyen, de la preponderancia de reyes, eclesiásticos, nobles, caballeros y hacendados, del exclusivismo católico, de una organización social más defectuosa que la actual para el pueblo. Nuestro catalanismo, el progresivo, se fija más en los hechos históricos que pueden ser más simpáticos al pueblo y a los jóvenes, en los hechos históricos que son precedentes de las ideas y movimientos más avanzados de nuestro tiempo […].

El catalanismo progresivo parte de tres ideas ciertas y seguras. Primera, la justicia y razón de las aspiraciones revolucionarias, reformadoras, avanzadas, como se las quiera llamar, de las clases populares de aquel tiempo y del nuestro. Segunda, la impotencia de los elementos conservadores, cobardes, egoístas, decadentes, irresolutos, para salvar la causa de Cata uña y de su vida propia del espíritu absorbente, centralista, unitario que domina a toda Europa. Tercera, la necesidad práctica de mirar hacia adelante, para el tiempo venidero.

Fuente: J. N. Roca Farreras, "El catalanisme progressiu", La Renaxensa, 10-V- 1873. (Traducción: P. Anguera.)

LA RESTAURACIÓN

Manifiesto republicano federal (28 de enero de 1881)

pimargall 
Francisco Pi y Margall (1824-1901)

Manifiesto federal republicano federal

A los demócratas históricos de Valencia

Estimados correligionarios: Siento mucho no estar entre vosotros. Fuisteis siempre y sois ahora una de las esperanzas del partido. Promesas, recriminaciones, intrigas, nada es bastante a desviaros ni de nuestras antiguas ideas ni de la línea de conducta que os trazan vuestro propio decoro y el porvenir de la patria. No os importe que os tachen de exclusivistas; los partidos que no saben conservar íntegra su personalidad caminan con paso rápido a su muerte.

Vosotros, como yo, estáis siempre dispuestos a coligaros legalmente con todos los demócratas para reivindicar los perdidos derechos, lo que ni vosotros ni yo queremos, son vergonzosas transacciones de principios. Por esas transacciones van los pueblos a la corrupción y a la ruina. Harto frecuentes son ya por desgracia en nuestra pobre España.

Hombres de la revolución de Setiembre son hoy ministros de don Alfonso. Los constitucionales, los que más hicieron y dijeron contra los Borbones, no perdonan medio para llegar a serlo. Vencidos el año 1874, se apresuraron a tomar puesto en la situación creada por sus vencedores. Tomaron de pronto por bandera la Constitución de 1869, y la abandonaron después por la de 1876, negación de sus principios. Viendo que ni así podían satisfacer su codicia de mando, han concluido por fundirse en un solo grupo con los hombres que hace seis años los vendieron. Ni por tan bajos medios han logrado que se los llame a los consejos de la Corona; ciegos de ira, han vuelto otra vez los ojos a la Constitución de 1869. Cansados de la humillante súplica, han recurrido por fin a la amenaza.

Otro tanto ha sucedido con algunos de nuestros amigos. Encontraron buenas y excelentes nuestras doctrinas para llegar a los más honrosos puestos del Estado; peligrosas e irrealizables después que los consiguieron. Desearon, no ya coligarse, sino unirse con los radicales, y entraron en esas vergonzosas transacciones de que os hablaba. Escribieron primeramente un programa, por el cual arrostraron el destierro; y cuando vieron que no había servido, sino para llevar a los dos campos la perturbación y la alarma, empezaron por condenarlo al silencio y acabaron por rasgarlo. No han tenido después inconveniente en suscribir otro programa bien distinto del primero; no lo han tenido ni aun para presentarse a los ojos del país como correligionarios, no ya tan solo de aquellos progresistas que jamás hicieron armas contra la República; sino también de los que después de haberla votado le hicieron la más innoble guerra y más o menos cobardemente fueron los autores del 24 de febrero, el 23 de abril y el 3 de enero.

Con tal deplorable espectáculo pierden la fe los pueblos, el entusiasmo las nuevas generaciones, la cohesión y la fuerza los partidos, el vigor las ideas, la seriedad la política, y el decoro la patria. ¿Qué esperar ya, dicen los hombres a quienes no mueve otra ambición que la de vivir de su trabajo, cuando los que ayer defendieron con más calor principios que creemos salvadores, los olvidan y abandonan? A nosotros toca restablecer en los pueblos la fe perdida, afirmando, cuantas veces podamos, nuestros principios y llevándolos al entendimiento y al corazón de nuestros enemigos.

Nosotros, sobradamente lo sabéis, proclamamos con todos los demócratas, la autonomía del individuo. Le queremos autónomo en su pensamiento, su trabajo y su conciencia; y para que lo sea, pedimos la libertad de reunión, la de asociación, la de prensa, la de cátedra, la de la tribuna, la de todas las profesiones y todas las industrias, y la de cultos. Los delitos que por el uso de estas libertades se cometan, deben, según nuestros principios, ser sometidos a los tribunales comunes y castigados con arreglo al Código; los títulos académicos, subsistir como garantía de capacidad, no como condición indispensable para el ejercicio de profesión alguna; las religiones todas, gozar de los mismos derechos y vivir de las limosnas de sus fieles. Trae consigo para nosotros la libertad de cultos la abolición del juramento, el matrimonio y el registro civiles, los cementerios bajo la jurisdicción y en poder de los alcaldes, la enseñanza laica y la relegación del catecismo al templo. Deben la nación, la provincia y el municipio respetar y hacer respetar todas las religiones; pero sin ver en los que la profesan sacerdotes o legos, sino ciudadanos sometidos a las leyes civiles y a los tribunales ordinarios. Nada de privilegios para ninguna iglesia; nada tampoco de leyes excepcionales. Todas las iglesias libres dentro del Estado libre.

Nosotros, los demócratas históricos, proclamamos además la autonomía política, administrativa y económica del municipio y la provincia. Todo ser humano individual o colectivo, por su carácter de racional y libre, tiene, según nosotros, derecho propio a regirse por sí mismo en todo lo que no afecte la vida de otros seres.

Queremos, por lo tanto, autónomo el municipio, en todo lo que no afecte la vida de la nación, la de la provincia ni la de otros municipios; autónoma la provincia, en todo lo que no afecte la vida de la nación, la del municipio ni la de otras provincias. A cada municipio y a cada provincia corresponde, en nuestro sistema, constituir y elegir libremente su gobierno, velar por que dentro de su territorio no se viole el derecho ni se altere el orden; armar la fuerza de que necesite; establecer sus jurados; organizar sus servicios; fijar sus presupuestos; imponer y recaudar sus tributos; procurarse el crédito que exijan sus atenciones ordinarias, sus calamidades o sus obras públicas; hacer cuanto sin menoscabo de la nación, de las demás provincias o de los demás municipios pueda contribuir a su paz, su ventura, su libertad y su progreso. Nada aquí de consultas ni solicitudes de autorización al centro; nada de esos largos y enojosos expedientes que rebajan la dignidad y dificultan cuando no paralizan, el movimiento de los municipios y de las provincias; nada de alcaldes, ni de gobernadores que no deban su cargo a la libre elección del pueblo. Solo donde se enlacen o choquen los intereses del municipio con los de la provincia, consentimos y queremos la intervención y la acción de los poderes provinciales; solo donde se enlacen o choquen los de la provincia o el municipio con los de la nación, consentimos y queremos la de los altos poderes del Estado.

Queremos, con el resto de la democracia, la autonomía de la nación; pero circunscrita, como la de las provincias y los municipios, a todo lo que no afecte a la vida particular de los demás seres. Nosotros no tenemos un criterio para la nación y otro para los municipios y las provincias, aplicamos a todos el mismo principio y reconocemos el mismo derecho. Es y debe ser autónoma la nación; pero, así como su autonomía no puede inmiscuirse en la vida de otras naciones, no puede regir tampoco la vida interior de las provincias ni la de los municipios. A la nación, los intereses y servicios nacionales, a la provincia los provinciales, y al municipio los municipales; o lo que es lo mismo, el municipio libre en la provincia libre, la provincia libre en la nación libre; tal es nuestra fórmula. Con ella corregimos y ampliamos el dogma democrático, de otra manera contradictorio y manco. Es verdaderamente contradictorio declarar anteriores y superiores al Estado los derechos del individuo y dejar a merced del Estado los del municipio y la provincia; contradictorio y manco reconocer autónomos al hombre-individuo y al hombre-nación y no al hombre-municipio y al hombre-provincia. Lo es tanto más cuando muchas provincias fueron ayer naciones y el municipio es la nación por excelencia, la que sobrevive a las provincias y a la ruina de los imperios, la que, cuna de nuestros hijos y sepulcro de nuestros padres, miramos siempre corno la primitiva patria.

Hablan los demócratas progresistas en sus manifiestos de la autonomía de los municipios y de la provincia, pero de una autonomía meramente administrativa, otorgada y determinada como ahora por el Estado, que podrá mañana cercenarles lo que hoy generosamente les concede. Esto se llamó en todos tiempos descentralización y no autonomía; los radicales al suscribirlo no han hecho en realidad más que confirmar por un impropio cambio de palabras uno de sus más antiguos principios. Autonomía significa ley de sí mismo, y no es ley de sí mismo la que todo lo ha de esperar de la munificencia del Estado. Nosotros negamos, por lo contrario, a la nación la facultad de poner límites ni condiciones al régimen interior de las provincias y los pueblos, y reconocemos el derecho de los pueblos y las provincias a gobernarse por sí mismos, tan propio, tan sustantivo y tan inherente a su personalidad, como lo son para el individuo la libre manifestación del pensamiento, la
actividad y la conciencia. A los mismos pueblos y provincias toca determinar su vida interior y no al Estado.

Lo que no cae ya bajo la exclusiva libertad de las provincias y el municipio es la vida de relación, es decir, las relaciones de municipio y de provincia a provincia. Si estas son accidentales y pasajeras, pueden y deben ser objeto de particulares convenios; si permanentes, venir determinadas las de pueblo a pueblo en la Constitución de la provincia, las de provincia a provincia en la Constitución del Estado. Unimos así por la vida de relación lo que por la vida interior aislamos; subordinamos unas a otras las diversas entidades políticas en lo que tienen de común, y las dejamos libres e independientes en lo que tienen de propio. No se presentará a buen seguro sistema de gobierno más lógico ni más acomodado a la naturaleza del hombre.

Por este sistema resolvemos los demócratas históricos importantes cuestiones. Las provincias ayer despojadas de su fueros podrán restablecerlos sin temor de que se los arrebaten. Deberán respetar los derechos individuales y contribuir a las cargas del Estado; pero gozarán, en cambio, de absoluta libertad para regirse y gobernarse conforme a sus tradiciones y sus costumbres. Las que viven a la sombra de leyes especiales no estarán, como hoy, condenadas a tener petrificado su derecho; lo podrán corregir según lo exijan su desarrollo social y las últimas evoluciones de la idea de justicia. Cuba, autónoma en su vida interior y unida a la metrópoli por el solo vínculo de los comunes intereses, carece de razón para odiar a España y contribuirá a engrandecerla en vez de perturbarla con esas largas y terribles guerras a que no dimos término, sino a fuerza de oro y torrentes de sangre. Portugal dejará de acoger con ceño la idea de la unión ibérica y se prestará sin violencia a enlazar sus destinos con los de un pueblo al que le unen la geografía y la historia, convencido de que no por esto ha de perder ni su lengua, ni su literatura, ni sus leyes, ni su gobierno, ni esa personalidad de que lo hacen justamente orgullosos titánicos esfuerzos por ensanchar la esfera del comercio y los límites del mundo.

Facilitan nuestros principios hasta la solución del problema económico. Reducidas las funciones del Estado, reducidas han de quedar las cargas. En libertad cada provincia para cubrir por los medios que crea menos onerosos el cupo que les corresponda en el reparto de los gastos generales, no pueden menos de disminuir los de recaudación que tanto merman hoy el producto de las contribuciones y la riqueza de los contribuyentes.

Y que este problema económico sea de resolución urgentísima, ¿tengo acaso necesidad de encarecerlo? No puede la nación con el peso de las cargas públicas. Abrumada la propiedad por la contribución territorial, pasa de día en día a manos del fisco; agobiadas por la de consumos, sucumben multitud de industrias o viven miserable vida. En vano claman los pueblos contra este oneroso tributo, que, tal como está organizado, hace completamente ilusoria la inviolabilidad del domicilio, somete a irritante fiscalización el comercio y el trabajo, y se filtra y derrama en gran parte por los canales que lo llevan al Tesoro; es cada vez mayor, y seca de un modo más rápido las fuentes de la riqueza. Para colmo de mal crecen anualmente los gastos, continúa el déficit en los presupuestos, se recurre sin cesar al préstamo, y para amortizar la Deuda y pagar sus intereses se necesita más de la tercera parte de los ingresos. A más de 3.346 millones de reales ascienden ya los gastos; a más de 41.000 millones la Deuda; a más de 1.116 el importe de su amortización y sus réditos, con haberse atrevido los conservadores a reducirlos al 1 por 100, cosa a que tal vez no se hubiesen decidido jamás los revolucionarios. ¿Qué remedio proponen contra tan grave mal los demócratas de las demás escuelas?

Absolutamente ninguno. El mal, dicen, es inveterado, y su pronta curación de todo punto imposible. Están recientes los quebrantos de las guerras civiles, mal restañada la sangre de las heridas y nada ofrecemos, porque vendría pronto el desencanto. En las casas y las naciones atrasadas todo se debe esperar de la moralidad, la previsión y la constancia. Hablan de eslabonar no sabemos qué reformas, achacan a pasadas generaciones y a pasados gobiernos el vicio de gastar más de lo que se recauda, y dan por toda garantía de lo futuro lo que hicieron en sus breves períodos de mando. Olvidan y afectan olvidar que estuvieron también contaminados del vicio de gastar más de lo que se cobra; que desoyendo la voz de las oposiciones, se empeñaron constantemente en ajustar los ingresos a los gastos y no los gastos a los ingresos; que saldaron siempre con déficit sus presupuestos y hubieron de recurrir todos los años a nuevos préstamos si no quisieron desatender las más graves obligaciones del Estado, que si en otros tiempos dispusieron de grandes y extraordinarios recursos, por harta desgracia nuestra mal aprovechados, no quedan ya bienes que declarar en venta, como no se quiera nacionalizar también la propiedad privada; que dar, por lo tanto, como garantía de lo futuro lo pasado y como remedio del mal palabras, es además de cruel, manifestar pertinacia en sus viejos errores lamentables.

Lejos de corregirse esos demócratas, agravan con sus promesas de hoy las dificultades económicas de mañana. De todos los ministerios el que más gasta y devora es el de la Guerra. Su presupuesto actual asciende a poco menos de 500 millones de reales. ¡Quinientos millones, cuando juntos no llegan a consumir la mitad la Enseñanza, las Obras Públicas y la Administración de Justicia 1 Ese presupuesto resultará, sin embargo, insuficiente para el año 1881. Por la vigente ley de reemplazos quedan sometidos todos los mozos de veinte años al servicio de las armas. No se los sortea, sino para saber si han de entrar como soldados en el Ejército activo o como reclutas disponibles en la primera reserva. Lleva consigo esta innovación un excesivo aumento de gastos. De cuarenta mil pasan solo los reclutas disponibles del último sorteo. Hay que distribuirlos en batallones, darles sus cuadros de oficiales y dotarlos del correspondiente material de guerra. Teniendo como tenemos,
además, otra reserva, la que forman durante cuatro años los jóvenes que llevan otros tantos de servicio activo, se elevarán pronto los gastos del Ejército a 600 o 700 millones. Los demócratas progresistas están lejos de asustarse de este sistema; lo hacen suyo y hasta lo encuentran deficiente, ¡quieren más soldados!

Están por el servicio general obligatorio. Desean un Ejército activo tan numeroso como lo exijan las necesidades del país y lo consienta la penuria del Tesoro; cuerpos facultativos que conserven la noble tradición de su antigua historia, y como fundamento y base de todo, grandes reservas paulatinamente instruidas que, cuando ocurran supremos conflictos, sea la nación entera en armas. Las actuales reservas se componen solo de los jóvenes de veinte a veintiocho años; las de los demócratas progresistas habrán de comprender forzosamente a todos los ciudadanos que por su edad o por sus achaques no sean ineptos para el servicio. ¿A qué nos subirá el presupuesto de la Guerra? Porque o esas reservas han de ser completamente ilusorias, o han de tener también sus cuadros de oficiales, su equipo, sus armas, sus cuarteles, sus campamentos y sus parques. ¡Brava manera de aligerar las cargas de los contribuyentes!

Nosotros, fieles a los antiguos principios de la democracia, no estamos por tan irracional sistema. Creemos que, en tiempo de guerra, todos los ciudadanos deben defender la patria: no sabemos ver la necesidad de que en tiempo de paz se les arranque del taller y del aula para llevarlos a los cuarteles. Interrumpir bruscamente la educación del industrial y la carrera del hombre de letras, arrebatar la juventud a los campos cuando más en vigor están sus fuerzas, cortar hábitos de trabajo que difícilmente se adquieren, es sin disputa lo más antieconómico y antisocial que haya podido concebirse; no son para dichos los males que acarrea tanto a los individuos como a los pueblos. ¿Que razón hay luego para que, por un mero capricho de la suerte hayan de ir unos al Ejército activo y otros a la reserva?

Queremos un Ejército, pero voluntario. En tiempos normales el servicio militar constituye a nuestros ojos un servicio administrativo; debe ser una profesión para los soldados como para los jefes. Contra la posibilidad de una guerra basta para nosotros que se incluya en los cuadros de la enseñanza el manejo de las armas. Así, no estamos ni por grandes ejércitos ni por grandes reservas. Queremos en pie solo la fuerza imprescindible para asegurar el orden nacional, guardar las fronteras y servir mañana de núcleo a las milicias de las provincias y los pueblos. Somos enemigos de lo que se llama la paz armada, y, sobre todo, de que se haga soñar a la nación con aventuras que tanto contribuyeron a desangrarla y empobrecerla. Vivimos, por fortuna, alejados de los consejos y contiendas de Europa; a enaltecer la nación por el trabajo y no por una mal entendida gloria, debemos dirigir todos los esfuerzos.

Solo así podríamos conseguir, por otra parte, que disminuyese el presupuesto de la Guerra. No bastaría esta disminución para resolver el problema económico; pero contribuiría de seguro, con la sencillez y economía introducida en la administración y la Hacienda, por nuestro sistema de gobierno, a reducir grandemente las cargas del Estado. Podría reducirlas más y más la libertad y la independencia de la Iglesia, la supresión de cuerpos inútiles, la de gran parte del personal de nuestras oficinas, sostenido más para satisfacer ambiciones que para facilitar el pronto despacho de los negocios, la unificación de la Deuda sobre base de estricta igualdad y de estricta justicia, el sistema de amortización de ciertos bancos hipotecarios aplicado a los valores públicos, la firme resolución de ajustar los gastos a la fuerza contributiva de los pueblos y no recurrir a empréstitos como no fuese para aumentar en obras públicas el capital de la nación y facilitar el desarrollo de todos los elementos de riqueza. El mal es grave y exigiría tal vez remedios heroicos, ¿habíamos de vacilar en aplicarlos?

Lo he dicho en otra parte y lo repito: en todas las naciones las tres cuartas partes de los ciudadanos conocen al Estado solo por el recaudador de contribuciones. Mientras se les exige tributos superiores a sus fuerzas, se cansan de todas las instituciones y de todos los gobiernos. Así me explico yo la inestabilidad de todos los de España. Serían inútiles todas nuestras reformas políticas, si con mano firme y osada no se procurara a la vez cortar los abusos que hacen tan insoportables para los pueblos las cargas públicas.

Mas no acabaría si quisiera exponer cuanto pienso y siento sobre los males de la cosa pública. Hablando habría podido ser largo; escribiendo he de ser corto.

Oigo ya las acusaciones de vuestros adversarios. Venís a deslindar los campos cuando convenía destruir las lindes, a suscitar diferencias cuando estamos enfrente del enemigo común y era preciso olvidarlas. Los partidos, respondo yo, viven de la controversia, y no del silencio; los ciudadanos todas tienen derecho a saber lo que propone cada partido para mejorar la suerte de la patria. Si ahora que estamos en la oposición no deslindamos los campos, ¿cuándo los deslindaremos? Ante el enemigo común están siempre los bandos vencidos, y ante el enemigo común ventilaron siempre las cuestiones que los separaron.

Porque estuviéramos ante el enemigo común, ¿dejaron, por otra parte, de publicar sus manifiestos los demócratas progresistas?

Lejos de considerar el silencio un bien, lo considero mal gravísimo. Así caen los pueblos en el marasmo y la atonía. No, no por el silencio, sino por la lucha, arraigan las ideas en la muchedumbre. Tiempo queda para atacar el común enemigo; digamos todos lo que sentimos y no nos engañemos para el día de mañana. Solo así es fácil que se colmen los que hoy parecen abismos.
¿Impide esto que no nos entendamos para reivindicar juntos las libertades consignadas en el título primero de la Constitución de 1869? Basta para tanto una coalición y las coaliciones implican necesariamente diversidad de partidos y de banderas. Mantengamos enarbolada la nuestra.

Os saluda cariñosamente vuestro correligionario,

F. Pi y Margall, Madrid, 28 de enero de 1881.

Estatutos del Centre Català (1882)

Estatutos del Centre Catalá. 1882

El objeto de la Sociedad es unir y ligar a todos los que quieran bien a Cataluña; fomentar y defender todos los intereses morales y materiales de la misma […]. Los medios de que se valdrá la Sociedad para realizar su objetivo son: Las discusiones; las sesiones públicas; la enseñanza; las publicaciones; la creación de sucursales y sociedades análogas en los lugares donde convengan y sean posibles; el enlace, unión o fusión con otras Sociedades que puedan contribuir al mismo objeto; convocar, reunir y estimular a las personas que puedan realizar alguna cosa útil al país en beneficio de su prosperidad y adelantamiento; acudir a las autoridades locales, provinciales y al Gobierno para obtener de ellos la realización de las cosas importantes que al país convengan. Finalmente, podrá hacer el Centre todo lo que pueda contribuir al progreso y prosperidad de Cataluña […]. El Centre […] será una agrupación catalanista en la que tengan cabida con dignidad y se encuentren todos los que en filosofía, sociología y política profesen las ideas más diversas, desde los monárquicos más conservadores a los republicanos más avanzados.

Fuente: Estatuts del Centre Catalá, Barcelona, 1885. (Traducción: E Anguera.)

El programa del Centre Català (21 de abril de 1883)

El programa del Centre Català (21 de abril de 1883)

La Comisión nombrada el 17 del actual, por el Consejo General, cumpliendo el encargo con que éste la favoreció, tiene el honor de manifestar lo siguiente: Hace veinticinco años, algunos dignos patricios se propusieron restaurar la lengua catalana, que nunca había dejado de hablarse, y la consecuencia de tan generosa empresa ha sido no sólo regenerar la lengua, sino crear una literatura que es ya robusta y vigorosa, y rehacer y popularizar en parte nuestra historia patria. Estos resultados debían hacer nacer aspiraciones. Los recuerdos del pasado obligan dirigir la vista al porvenir y a examinar la situación presente, y este examen nos debía conducir a reconocer que en comparación con otros países estamos atrasados moral y materialmente, y que una de las principales causas y quizás la mayor de este atraso ha sido el sistema absorbente y unificador establecido por el predominio castellano. Y al considerar esto no podíamos dejar de ver que esta centralización había hasta alterado el carácter catalán, que necesita regenerarse, y que es una de las causas que más impiden la prosperidad de Cataluña, entre otras cosas porque pone estorbos a la creación de aquellos elementos que, en el estado actual de adelanto, son indispensables para extender las ideas, producir y comerciar. Conocido el mal, por fuerza debía venir el deseo del remedio, y de aquí surgieron las aspiraciones de que hemos hablado y que ha llegado la hora de condensar con el fin de que sean un lazo de unión entre todos los catalanes que las sientan en su pecho como hijas naturales y legítimas de su amor a Cataluña y que esta Comisión cree que deben formularse así.

PROGRAMA

Los catalanistas aspiran:

1.º A elevar el nivel moral e intelectual de Cataluña hasta ponerlo al menos a la altura de su actividad material.

2.º A que tenga toda la libertad de acción necesaria para aprovechar sus elementos con el fin de llevar el bienestar y el progreso a todas sus comarcas.

3.º A que la lengua catalana sea declarada oficial española al igual y al nivel de las demás que se hablan en la nación.

4.º A conservar nuestra legislación civil, a depurarla de los elementos extraños que se ha logrado introducir en ella y a obtener el medio de poderle dar la movilidad de que cualquier legislación tiene precisión absoluta, a fin de que esté siempre acomodada al estado social del país y a las nuevas necesidades que se crean, y en consecuencia a tener un Tribunal Supremo catalán encargado de la recta interpretación de sus leyes y de formar jurisprudencia con arreglo a las mismas.

5.º A formar dentro de la nación una unidad, cuyos representantes puedan cuidar de los intereses del antiguo Principado, puesto que así lo demandan la naturaleza y la historia, teniendo presente para la división administrativa interior los distintos intereses de las agrupaciones o comarcas naturales e históricas.

6.º A tener administración catalana.

7.º A que el poder proteja sus intereses, partiendo del principio de que esta protección es el primer y principal deber de cualquier poder, y que si bien cree eficaz la protección arancelaria, ésta sola no basta, puesto que la producción nacional necesita muchísimos otros medios que no sólo no se han empleado hasta ahora, sino que se los ha olvidado y contrariado poniéndonos en el caso de no poder competir con ninguna nación regularmente administrada.

8.º A ser como país mediterráneo eminentemente mercantil y a apartar todos los obstáculos que lo impiden.

9.º A perfeccionar el modo de vivir, físicamente considerado, de sus miembros, partiendo del conocimiento de la fisiología especial de éstos.

La Comisión cree que estas nueve aspiraciones comprenden lo más fundamental que conviene a Cataluña para regenerarla y ponerla en estado de influir de una manera útil en la marcha general de la nación española.

No tienen estas aspiraciones miras estrechas, y pueden ser aceptadas por todos los catalanes, por cuya razón son dignas de ser propuestas a la deliberación del Congreso que ha de aprobar y sancionar el programa del catalanismo.

Proyecto de Constitución para el Estado Catalá... (2 de mayo de 1883)

Proyecto de Constitución para el Estado Catalán aprobado por el Congreso Regional de Cataluña el 2 de Mayo de 1883"

El pueblo catalán, y en su nombre los infraescritos Diputados, perfectamente cercionados de que los Municipios comprendidos en las circunscripciones que respectivamente representan, quieren continuar formando parte de la Región Catalana, acuerdan la siguiente Constitución o Pacto político fundamental del Estado Catalán

Artículo primero. El Estado Catalán es soberano y autónomo, sin otras limitaciones que las derivadas del Pacto federal que lo une a las demás Regiones españolas. Todas las atribuciones o facultades no delegadas expresamente a la Federación en virtud de dicho pacto, se entienden comprendidas dentro de la soberanía de Cataluña.

Art. 2.0 Ningún poder tiene la facultad de romper la unidad de la región catalana que queda constituida en virtud del presente Pacto, ni de enajenar por ningún concepto todo o parte de su territorio, ni de mermar en lo más mínimo los atributos constitutivos de su soberanía.

Art. 48. La forma de gobierno del Estado catalán es la república democrática representativa.

Art. 50. La soberanía originaria reside en todos los ciudadanos de Cataluña […].

Fuente: Reunióy trevalls del Congrés Regional Republicá-Democrátich Federal de Catalunya Reunión y trabajos del Congreso Regional Republicano - Democrático Federal de Cataluña, Barcelona, 1883: 81-82 y 94.

Programa del Centre Català (12 de abril de 1890)

Programa del "Centre Català"

Toda Cataluña formará una sola región autónoma dentro de la nación española, tanto si esta está constituida por varias regiones como si, exceptuada Cataluña, sigue el régimen unitario el resto de la nación y cualquiera que sea la forma de gobierno que tenga, mientras se garantice a la región sus derechos.

En la Constitución nacional constarán los extremos de la autonomía regional de Cataluña y no podrán ser alterados, sino con el consentimiento de ambas partes.

Cataluña contribuirá a los gastos generales de la nación con la parte que le corresponda, sin que el gobierno central pueda intervenir en el modo de recaudarlos.

Igualmente aportará su contingente al ejército en caso de guerra, pero una vez este fijado por la nación, la región es libre de adoptar la forma de reunirlo.

En tiempo de paz, la fuerza pública que se fije en el convenio servirá en la región tan solo y será destinada a sostener el orden público, las leyes, la seguridad de los ciudadanos y a dar guarnición en las plazas fuertes, costas y fronteras.

La región tendrá poder legislativo, ejecutivo y judicial.

El primero será elegido del modo que se determine al constituirse autónoma la región y hará todas las leyes y códigos regionales en los órdenes civil, político, administrativo y, orgánico.

El segundo hará cumplirlas y se compondrá de un Consejo nombrado por el poder legislativo, cuyo presidente revestirá el cargo de gobernador de la región.

El tercero estará organizado según las necesidades de la época, nombrando el cuerpo legislativo el Tribunal Supremo, para entender dentro de la región, en todos los ramos de justicia, basado en la perfecta igualdad ante la ley.

Cuando se trate de puntos que afecten al mismo tiempo que a Cataluña al resto de España o del extranjero, regirán las leyes generales de la nación en cuanto no se oponga a la autonomía de Cataluña.

La administración pública dentro de la región será, en todos los ramos, servida por catalanes, tanto si se trata de asuntos nacionales como regionales.

Para ser catalán, a todo español le basta naturalizarse en Cataluña si está en el pleno uso de sus derechos civiles, mas para desempeñar cargo público necesitará poseer el habla de la tierra.

La lengua catalana será oficial en toda la región, así como en todos los establecimientos de enseñanza mas en los colegios sostenidos por Cataluña, será reglamentario enseñar todas las lenguas que sean oficiales en España.

Al establecerse la región catalana deberán organizarse inmediatamente y con toda la perfección posible los siguientes ramos:

La división territorial en comarcas y municipios, dando a todos las facultades administrativas que sean necesarias para la prosperidad de sus intereses.

El fomento de la agricultura, comercio, industria, marina, instrucción pública, ciencias, artes y literatura.

La higiene o salud pública.

La construcción de vías de comunicación y canalización de ríos y rieras.

El establecimiento de una Academia de la lengua catalana, sostenida por la región, y lo demás que pueda dar vida y vigor a todos los intereses morales y materiales de nuestra amada patria.

12 de abril de 1890.

Traducción al castellano en Julio Milego, El problema catalán.

"Errores catalanistas" (Sabino Arana, 31 de octubre de 1894)

Errores catalanistas

La Veu de Catalunya, uno de los periódicos más autorizados del regionalismo en aquel condado español, al hablar en su sección Lo regionalisme en la prempsa de su número 41, de tres artículos (1) de sabor nacionalista o separatista publicados últimamente en El Fuerista de San Sebastián bajo el epígrafe A "Un castellano viejo por don Engracio de Aranzadi, dice, después de alabar el patriotismo del escritor guipuzkoano: "Siéndonos esto imposible (la traducción íntegra de dichos artículos) habremos de contentarnos con hacer constar el sentimiento de ver confundidos a los catalanes entre los que desean la muerte de la lengua euskeriana, ya que ha de saber el señor Aranzadi que nosotros, y con nosotros todos los catalanistas, no solamente no deseamos en manera alguna la desaparición del idioma euskeriano, sino que, trabajando por la pureza del catalán trabajamos al mismo tiempo por todos los demás que se hablan en España. Hermanos somos de desgracia de los euskerianos, de los valencianos, de los baleares y de los gallegos; hermanos queremos ser en la acción, a fin de que, unidos todos, podamos algún día entonar el venturoso himno triunfal, cada cual en su lengua madre, y unidos todos con el noble espíritu de la grandeza de nuestra Patria natural y de la grandeza de una España de pueblos hermanados por el interés común y por el mutuo respeto a la manera de ser de cada uno."

Ignoramos si el señor Aranzadi ha contestado o no a La Veu. No salimos nosotros en su defensa, pues no necesita de nuestro apoyo; pero siendo nuestro periódico el único nacionalista o separatista que ve la luz en Euskeria toda, y habiéndose tocado este punto de comparación de Cataluña con nuestra Patria, creémonos en el caso de decir siquiera sean dos palabras, a fin de desvanecer un trascendental error, arraigado profundamente entre euskerianos y catalanes.

Hace tiempo que teníamos pensado el escribir un Pliego Histórico-Político, que comparara los Fueros de Bizkaya con los Fueros españoles, para de ahí deducir la esencial diferencia que existe entre la política catalanista y la bizkainista. Pero el hombre propone y Dios dispone, dicen con razón los españoles, o gixonak ekin Jaungoikuak egin, que diríamos los euskeldunes, y por esto el Pliego no ha aparecido. Más tarde renovamos nuestros propósitos, cuando, habiendo acudido a Nabarra el mes de Febrero para unir nuestro corazón y nuestra voz a los vítores y aclamaciones con que los nabarros habían de recibir a su digna Diputación, tuvimos ocasión de conversar con los representantes de la Lliga de Catalunya, y pudimos ver que aun los personajes más conspicous del regionalismo catalán desconocen aquella disparidad; pero acumuláronse en nuestra pluma otros temas más urgentes, y aquel punto quedó de nuevo en el tintero.

Hoy tampoco podemos tratarlo detalladamente, sino que, contestando a La Veu de Catalunya, sentaremos las principales proposiciones, que a algunos catalanes y bizkainos podrán bastarles, y serán desarrolladas a su tiempo para los poco instruidos en esta materia histórico-política.

***

No creemos nosotros que los catalanistas deseen (así concretamente) la muerte del Euskera, por la sencilla razón de que es de suponer que aquellos trabajan por la restauración de su casa sin pretender la destrucción de las ajenas. Pero al señalar al destructor de nuestras libertades y nuestras cosas, al dominador de nuestra raza, al opresor de nuestra Patria, no podemos fijarnos en una región determinada, con exclusión de las demás, sino en el conjunto de todas ellas, en ese todo que se llama pueblo español, estado español, nación española, en ese todo que se llama España. No es precisamente Castilla, ni Andalucía, ni Galicia, ni Catalunya, ni ninguna otra región española, la que nos ha sometido; sino el poder de la nación que, unidas todas ellas constituyen, y a la cual en lenguaje vulgar llamamos Maketania o Maketerria.

Está en un error La Veu de Catalunya si cree que el Euskera se habla en España. El Euskera se habla en ciertos estados dominados por España, pero en España, absolutamente. No es el Euskera uno de tantos idiomas españoles como lo son el gallego, el catalán, el castellano, etc.: lingüística o internamente considerados, hay mucha más diferencia entre el Euskera y cualquiera de los idiomas españoles, que entre éstos y la lengua que hablan los naturales de la India asiática; políticamente considerándolo, hay en derecho entre el idioma euskeriano y los españoles tanta diferencia como la que hoy existe entre el francés y estos últimos, porque el Euskera es lengua de un pueblo que jamás ha estado dominado por España, de una nación que nunca ha sido española, mientras que los idiomas españoles pertenecen a regiones que, si es cierto que en situación política anormal se han gobernado independientemente las unas de las otras, pero nunca han dejado de ser reinos o condados españoles. Los idiomas españoles son lenguas regionales de la nación de España; el Euskera es lengua nacional de Euskelerria. El enemigo del catalán, del gallego, etc., es el centralismo, porque una región, la castellana, es la que ha preponderado sobre las demás de España; el enemigo del Euskera es el extranjerismo, porque es una nación extranjera la que domina a Euskeria. La restauración de los idiomas regionales de España puede decretarse y ejecutarse desde Madrid; la del Euskera, lengua extranjera para España, sólo podrá iniciarse, desarrollarse y cumplirse aquí en Euskeria. La restauración oficial de los idiomas españoles conseguirán los regionalistas, de fuera a dentro, recibiéndola del poder central; la del Euskera sólo podríamos obtener de dentro a fuera, rechazando el poder extranjero. Poco le importaría a España el restablecer oficialmente los idiomas regionales, pues que esto no causaría más que una diferenciación regional, pero la restauración del Euskera produciría una diferenciación nacional, y sería para España un constante peligro.

Hay además otros varios aspectos bajo los cuales puede compararse el interés que los catalanes y los demás regionalistas españoles tienen por sus respectivos idiomas con el que nos cabe tener a los bizkainos y demás euskerianos por nuestro Euskera.

La política catalana, por ejemplo, consiste en atraer a sí a los demás españoles; la bizkaina, Y. gr., en rechazar de sí a los españoles, como extranjeros. En Cataluña todo elemento procedente del resto de España lo catalanizan, y les place a sus naturales que hasta los municipales aragoneses y castellanos de Barcelona hablen catalán; aquí padecemos muy mucho cuando vemos la firma de un Pérez al pie de unos versos euskéricos, oímos hablar nuestra lengua a un cochero riojano, a un liencero pasiego o a un gitano, o al leer la lista de marineros náufragos de Bizkaya tropezamos con un apellido maketo. Los catalanes quisieran que no sólo ellos sino también todos los demás españoles establecidos en su región hablasen catalán; para nosotros sería la ruina el que los maketos residentes en nuestro territorio hablasen Euskera. ¿Por qué? Porque la pureza de raza es, como la lengua, uno de los fundamentos del lema bizkaino, y mientras la lengua, siempre que haya una buena gramática y un buen diccionario, puede restaurarse aunque nadie la hable; la raza, en cambio, no puede resucitarse una vez perdida.

Si nos dieran a elegir entre una Bizkaya poblada de maketos que sólo hablasen el Euskera y una Bizkaya poblada de bizkainos que sólo hablasen el castellano, escogeríamos sin dubitar esta segunda, porque es preferible la sustancia bizkaina con accidentes exóticos que pueden eliminarse y sustituirse por los naturales, a una sustancia exótica con propiedades bizkainas que nunca podrían cambiarla. Asimismo: si nos pusieran de un lado la muerte total y absoluta de Bizkaya, esto es, la extinción de su raza y su lengua y la desaparición de todo escrito y toda memoria referente a sus leyes e historia y hasta su mismo nombre, y del otro una Bizkaya maketa, independiente y regida por las leyes de nuestros padres, poseedora de nuestra lengua y heredera de nuestra historia, optaríamos por lo primero; y aun entre esta segunda Bizkaya y una Bizkaya esclava, pero euskeriana de raza y amante de su independencia y del restablecimiento íntegro de sus leyes y su lengua, nos quedaríamos con esta última: porque si es preferible la muerte a la esclavitud, lo es también la esclavitud a la vida aparente. Tanto están obligados los bizkainos a hablar su lengua nacional, como a no enseñársela a los maketos o españoles. No el hablar éste o el otro idioma, sino la diferencia del lenguaje es el gran medio de preservarnos del contagio de los españoles y evitar el cruzamiento de las dos razas. Si nuestros invasores aprendieran el Euskera, tendríamos que abandonar éste, archivando cuidadosamente su gramática y su diccionario, y dedicarnos a hablar el ruso, el noruego o cualquier otro idioma desconocido para ellos, mientras estuviésemos sujetos a su dominio. Para los catalanes seria una gran gloria el que el gobierno español designase al idioma catalán para lengua oficial de toda España; al paso que si eso hiciera con el Euskera sería para nosotros el golpe de inevitable muerte asestado por la diplomacia más refinada.

No es comprensible, pues, cómo los catalanes, al trabajar por la pureza de su idioma, vienen a trabajar al mismo tiempo por el Euskera.

Dice La Veu de Catalunya que los catalanes son hermanos nuestros de desgracia, y que también somos hermanos, en el mismo concepto, de los valencianos, de los baleares y de los gallegos. Ha tenido muy buen cuidado de especificar esa fraternidad diciendo que es de desgracia; porque, en efecto, fraternidad de raza no la hay ninguna entre aquellos españoles y nosotros, como no seamos también hermanos de los coreanos; fraternidad de lengua, la misma; fraternidad de historia, ídem; fraternidad política, idéntica, pues que nunca hemos formado estado con esas regiones españolas ni con otra alguna; fraternidad de legislación, tampoco, ya que nuestras leyes nacieron en nuestras costumbres, y las de aquéllos en las leyes romanas y de sus propios gobiernos; fraternidad de constitución, absolutamente ninguna, porque la organización política interna de Bizkaya, en nada se parece a las regionales de España; fraternidad de derechos, lo mismo pues los nuestros son nacionales, y los de aquellos países españoles, regionales; y fraternidad de aspiraciones, tan nula como las anteriores, por cuanto las de Cataluña, Galicia, etc., son regionalistas, mientras que las de Bizkaya son nacionalistas, aunque hoy por hoy, merced a los partidos españolistas que nos tienen desunidos, sea difícil conocerlo, y mucho más si a este pueblo se le estudia por lo que dicen los maketófilos periódicos de por acá.

Pero tampoco somos hermanos de desgracia, como quiere La Veu; simplemente porque la desgracia de los catalanes, por ejemplo, y la nuestra no se parecen en lo más mínimo. Los catalanes perdieron las leyes privativas de su región, nosotros hemos perdido nuestra nacionalidad e independencia absoluta.

Cataluña puede ver el término de su desgracia en el cambio del gobierno centralista de España por otro que sea regionalista; para Bizkaya lo mismo monta que el poder español se llame Juan que Pedro, pues no puede darse un gobierno (ni el pueblo español se lo consentiría) que retirase totalmente su dominio del territorio bizkaino y dejase a Bizkaya disfrutar de la absoluta independencia que constituye su derecho.

Ni es uno mismo el enemigo de los catalanes y el de los bizkainos. El enemigo de Cataluña es el poder central de la nación a que naturalmente pertenece, influido por una región hermana, Castilla, que ha sabido imponerse a las demás; el enemigo de Bizkaya es la nación extranjera que la ha avasallado.

Supongamos que la corte y el poder central de España se trasladasen de Madrid a Barcelona, que el idioma catalán se declarase oficial y que la preponderancia del derecho catalán sustituyese a la del castellano; la felicidad de Cataluña sería indudablemente un hecho. Supongamos, por el contrario, que el traslado se verificase a Bilbao, que esta villa fuese la capital de España, que el euskera llegase a ser la lengua oficial de todos los dominios españoles y que el derecho bizkaino fuese el favorito y general: el resultado sería un completo desastre para Bizkaya, pues que de nación aparte que debe ser, pasaba a constituirse en provincia española, perecería su raza y con ella sus caracteres, llegaría a ser, no una Bizkaya bizkaina, sino una Bizkaya española, se llamarían hijos de nuestros padres los que fueron sus constantes enemigos, y caería Bizkaya para no levantarse más. No: este pueblo ni quiere gobernar a otros, ni tampoco ser gobernado por el extranjero. Los bizkainos no queremos otra cosa sino que la nación española retire de nuestro territorio su dominación; para que Bizkaya sea de los bizkainos y éstos la gobiernen libremente sin estar sometidos a más poder superior que el del Señor de todo el universo. Nuestra pretensión es bien sencilla; y, pues la asiste el derecho, es igualmente justa. Así lo declaramos y declararemos siempre ante las naciones todas; pero nos guardaremos bien de pedirlo en ninguna forma a España: conocemos perfectamente el corazón español, incapaz de acciones nobles, y no es digno tampoco pidamos lo que se nos debe en justicia.

Ya ve, pues, La Veu de Catalunya cómo su Patria es muy distinta de la nuestra; cómo Cataluña padece por la ingratitud de su propia madre España, mientras que Bizkaya es presa de una nación extraña, que es precisamente la Patria común de los catalanes, baleares, gallegos, valencianos, etc. Ya ve cómo no es razonable la alianza de los catalanes y los bizkainos: pues no son semejantes los sujetos, Bizkaya y Cataluña; ni se parecen por su desgracia; ni tienen un enemigo común; ni son las mismas sus aspiraciones.

Por que a nadie le quepa duda sobre este cuarto y último punto, véase lo que dice la misma revista semanal en su número 42 correspondiente al 21 de los que hoy terminan:

"El diario de esta ciudad La Dinastía publica en su número del 13 de los corrientes un pequeño suelto del cual se deduce que la Lliga de Catalunya es separatista.

Si bien no acostumbramos hacer caso de la gente política, haremos notar que esta afirmación revela que en la redacción de La Dinastía, o hay muy mala fe o mucha ignorancia.

Si es lo primero, compadecemos a sus redactores, pues sólo digno de lástima es el adversario que esgrime arma de tan mal temple; pero si es ignorancia, nos apresuramos a ofrecerles algunos ejemplares de la Doctrina Catalanista publicada por el Centre Catalá de Sabadell, a fin de que puedan ilustrar su inteligencia."

La política de los catalanistas es, por consiguiente, regionalista. Esto mismo pudimos ver en los años que vivimos entre catalanes: hay algunos que quisieran la emancipación radical de Cataluña, pero no forman partido separatista.

Mas aun cuando los catalanes fuesen separatistas, no sería ésta razón suficiente para que los bizkainos nos uniésemos a ellos en la acción restauradora; porque equiparar nuestro derecho a constituir nación aparte, con el derecho que le sirviera de base al separatismo catalán, sería rebajar el nuestro, pues el extranjero calificaría a nuestro partido de separatista, siendo así que no es sino nacionalista.

No obstante, nosotros nunca discutiremos si las regiones españolas como Cataluña tienen o no derecho al regionalismo que defienden; porque nos preocupan muy poco, nada por mejor decir, los asuntos internos de España. Hablando de política extranjera, pudiéramos indicar que a nuestro modo de ver es el regionalismo la forma política más conveniente para España y que a algunas regiones les asiste ese derecho; pero no escribimos nuestro periódico para hablar de política extranjera, sino para instruir a los bizkainos en nuestra política patria, en nuestra política nacional, y estimular al propio tiempo a nuestros hermanos de aquende y allende el Bidasoa para que se decidan a emprender con paso decidido, pero plan bien madurado, este mismo camino que nosotros comenzamos a andar a principios del pasado año.

Jamás confundiremos nuestros derechos con los derechos de región extranjera alguna; jamás equipararemos nuestras viejas leyes nacionales, mal llamadas Fueros, con los Fueros de las regiones españolas; jamás haremos causa común con los regionalistas españoles.

Entendernos en la acción definitiva: esto es lo único que cabe y admitiríamos con cualquier pueblo de la tierra.

También acá tenemos regionalismo: pero es el regionalismo dentro de Euskeria, es el regionalismo que habría de resultar de la confederación de los estados euskerianos, ya libres del yugo extranjero. Pero aun este regionalismo en que se constituirían los estados euskerianos dentro de la nación de Euskeria, sería más autonómico que el que persiguen las regiones españolas dentro de la nación de España.

Bizkaitarra, Bilbao, 31 de octubre de 1894


1. Cuya lectura recomendamos a nuestros lectores.

Memorial de Greuges (1885)


Valentí Almirall
(1841-1904)

Memorial de Greuges (1885)

"Señor : Jamás Comisión alguna ha debido presentarse ante V. M. más conmovida que la que en este momento, y bien inmerecidamente por cierto, tengo la honra de presidir. A excepción mía, compónenla, Señor, los hijos más preclaros de Cataluña, aquellos que, así en literatura como en ciencias políticas y morales, así en industria como en el mero trabajo obrero, ocupan el primer lugar en Cataluña, y se acercan a las gradas del trono en súplica de que V. M. se digne fijar su atención en las desgracias que sobre nuestro país viene acumulando la política centralista y unificadora de los partidos.

"Al efecto, tengo la honra de suplicar que acepte esta exposición y esta Memoria, reflejo fiel, en nuestro sentir, de los dolores y aspiraciones de Cataluña.

" Conocemos perfectamente, Señor, las obligaciones que a la regia prerrogativa impone el sistema constitucional y por que lo conocemos, no formulamos en la exposición y Memoria petición alguna que pueda contrariar los preceptos constitucionales. Pero, por lo mismo, conocemos lo que a la iniciativa de V. M. deja la Constitución, nos permitimos rogarle que fije la atención en estos documentos.

"No tenemos, Señor, la pretensión de debilitar, ni mucho menos atacar la gloriosa unidad de la patria española ; antes por el contrario, deseamos fortificarla y consolidarla : pero entendemos que para lograrlo no es buen camino ahogar y destruir la vida regional para substituirla por la del centro, sino que creemos que lo conveniente al par que justo, es dar expansión, desarrollo y vida espontánea y libre a las diversas provincias de España para que de todas partes de la península salga la gloria y la grandeza de la nación española.

" Lo que nosotros deseamos, Señor, es que en España se implante un sistema regional adecuado a las condiciones actuales de ella y parecido a alguno de los que se siguen en los gloriosísimos Imperios de Austria-Hungría y Alemania, y en el Reino Unido de la Gran Bretaña, sistema ya seguido en España en los días de nuestra grandeza.

"Lo deseamos no sólo para Cataluña, sino para todas las provincias de España ; y si en nombre de Cataluña hablamos, es porque somos catalanes y porque en estos momentos sentimos como nunca los males que el centralismo nos causa.

"Señor . se nos arrebató nuestro sistema administrativo, que hoy encuentran bueno e imitan naciones cultas de Europa, para ser substituido, primero por el sistema castellano, y hoy por una copia imperfecta y viciosa del sistema francés.

"No podemos usar nuestra lengua más que en nuestros hogares y en conversaciones familiares : desterrada de las escuelas, lo ha sido mas tarde de la contratación pública y también de los tribunales, en los cuales muchas veces, y por muy ilustrados que sean, ni los jueces entienden a los testigos y procesados, ni éstos entienden a los jueces.

" Y como si todo esto no fuera bastante, hace tiempo que viene amenazándose, y hoy se intenta con empeño destruir, o cuando menos adulterar, nuestro derecho civil, base indeleble de la robusta y moral organización de la familia catalana y de nuestra propiedad, que va aumentando y creciendo a medida que unas generaciones suceden a otras generaciones.

A fuerza de trabajo y privaciones sin cuento, nuestros industriales han creado una industria española que en cuarenta años ha progresado y alcanzado altísimo nivel. Esta industria viene siendo atacada de raíz de algunos años a esta parte, y últimamente lo ha sido y lo es por medio del tratado con Francia y del proyecto de modus vivendi con Inglaterra.

"Señor : sólo la poderosa iniciativa de V. M., su alta sabiduría y el amor que profesa a nuestro país, puede poner remedio a nuestros males. Rogamos, pues, a V. M. que lo haga, seguro de que no han de faltarle las bendiciones del cielo, y la inmensa, la inmensísima gratitud de los hijos de Cataluña."

Discurso de Marià Maspons al presentar al rey el "Memorial de greuges" (11 de enero de 1885)

Discurso de Mariá Maspons al presentar al rey el "Memorial de greuges". 1885

No tenemos, Señor, la pretensión de debilitar, ni mucho menos atacar la gloriosa unidad de la patria española; antes al contrario, deseamos fortificarla y consolidarla: pero entendemos que para lograrlo no es buen camino ahogar y destruir la vida regional para substituirla por la del centro, sino que creemos que lo conveniente al par de lo justo, es dar expansión, desarrollo y vida espontánea y libre a las diversas provincias de España para que de todas partes de la península salga la gloria y la grandeza de la nación española.
Lo que nosotros deseamos, Señor, es que en España se implante un sistema regional adecuado a las condiciones actuales de ella y parecido a alguno de los que se siguen en los gloriosísimos imperios de Austria-Hungría y Alemania, y en el Reino Unido de la Gran Bretaña, sistema ya seguido en España en los días de nuestra grandeza.
Lo deseamos no sólo para Cataluña, sino para todas las provincias de España; y si en nombre de Cataluña hablamos, es porque somos catalanes y porque en estos momentos sentimos como nunca los males que el centralismo nos causa.

Fuente: Memoria en defensa dels interessos morals y materials de Cataluña presentada á S. M lo Rey, en virtut d'acort prés en la reunió celebrada en la Llotja de Barcelona, lo día 11 dejaner del any 1885. Segona edició completada ab tots los documents quefan referencia á dita reunióy á la presentació de la memoria, Barcelona, 1885: 205-206.

Respuesta de Alfonso XII a la comisión que le presenta el Memorial de Greuges (1885)

Respuesta de Alfonso Alfons XII à la comisión que le presenta el"Memorial de Greuges" (1885)

"Que recibía satisfecho a los representantes de Cataluña y una comisión tan notable en ciencias, literatura, artes e industrias. Que comprende perfectamente estas reclamaciones, porque Cataluña cumplía mejor, con su laboriosidad, la ley del trabajo impuesta por Dios a todos, mientras dura nuestro breve tránsito por la tierra. Que gracias a lo expresado, España no era una nación exclusivamente agrícola, y por lo tanto, pobre, de modo que si España tiene industria lo debe a Cataluña. Que España sin industria, y sólo con sus recursos naturales, no podía alimentar a sus habitantes, y si, desgraciadamente, se llegase a perder lo que tiene, abriga el triste presentimiento de que si Dios le concedía largos años de vida, al final de su reinado España tendría menos habitantes que ahora. Que por su carácter de rey constitucional, tenía que atemperarse a las Cortes y a los ministerios, y que en el caso particular del actual tratado, cuando se hizo el de Francia, fué de prever que fatalmente venía el de Inglaterra. Dijo que de todos modos Cataluña podría llevarse la seguridad de que sería su abogado convencido, en las cuestiones de su industria y de sus leyes, porque en cuanto a la primera era proteccionista, y tan individualista como la Comisión por lo que respecta a las segundas. Dijo, finalmente, que recibía con mucho gusto la Memoria y tendría interés en estudiarla".

Aspecto social y político del Renacimiento catalán (V. Almirall, 1885)

Valentí Almirall, "Aspecto social y político del Renacimiento catalán". 1885

¿Qué es el catalanismo? ¿Es lo mismo que regionalismo o particularismo? […]. Cataluña no tiene personalidad reconocida ni menos respetada, y los catalanes, en los detalles más insignificantes de la vida, hemos de sentir el estigma de la sujeción. Hoy no somos otra cosa que una pequeña parte de una nación caduca, cuyos esplendores, sin fuerza ya ni para gobernarla, conservan, no obstante, suficiente tino para estrechar cada día más las ataduras con que tienen amarradas a las regiones que se mostraron un día con personalidad propia. Nuestra vida moral y política es hoy perfectamente nula: nuestro carácter está hoy en día completamente desnaturalizado, rebajado.

[…] La sujeción que nos ha impuesto el autoritarismo absorbente castellano nos ha hundido. Conocido el mal, no es dificil saber donde se halla el remedio, y el catalanismo político, anheloso de aplicarlo, traduce su afición, su cariño y su amor a lo de la tierra, en la aspiración a romper las ataduras que tienen amarrada a Cataluña, sustituyéndolas por los suaves lazos que habían llegado a hacer de la Agrupación aragonesa?catalana uno de los Estados más poderosos de su época, acomodando su esencia y forma a las necesidades y modo de ser de los tiempos actuales.

Si esto es el catalanismo en el terreno social y político, la respuesta a la segunda pregunta se nos presenta facilísima. El catalanismo no es más que la aplicación del sistema regionalista a Cataluña, o sea la forma práctica que han de tomar nuestras aspiraciones, cuando se considera a la región catalana en relación con las demás de la Península en que se encuentra englobado su territorio. Y como el regionalismo no es otra cosa que la aplicación del principio particularista a la organización de una agrupación nacional formada por varias regiones con personalidad propia, de aquí que las tres palabras vengan a ser sinónimas, distinguiéndose solo por la mayor o menor extensión de su significado.

Fuentes: V. Almirall, "Aspecte polítich y social del renaixement catalá", La Renaixensa, 25-VI-1885. V. Almirall, Regionalisme y particularisme, Club Autonomista Catalá, Barcelona, 1901: 2?3. (Traducción: E Anguera.)

Mensaje a la Reina Regente (1888)

Mensaje a la Reina Regente. 1888

Deseamos, pues, que vuelva a poseer la nación catalana sus Cortes generales libres e independientes, abiertas por el Jefe del Estado o por su lugarteniente, en las que tengan representación directa todas las clases sociales, desde las más humildes a las más elevadas: Cortes donde se voten los presupuestos de Cataluña y la cantidad con que tiene que contribuir nuestro país a los gastos generales de España. Que sea Cataluña señora del gobierno interior de su casa, señalando ella misma el contingente del ejército para el Principado, no quintándose a sus hijos ni haciéndose en Cataluña levas forzosas, sino proveyéndose de soldados voluntarios y a sueldo, los cuales no tengan que salir jamás en tiempos de paz de nuestro territorio. Que la lengua catalana sea la lengua oficial en Cataluña para todas las manifestaciones de la vida de este pueblo. Que la enseñanza en Cataluña sea impartida en lengua catalana. Que sean catalanes los Tribunales de Justicia y todas las causas y litigios se fallen definitivamente dentro del Territorio. Que los cargos de la nación catalana los nombren los mismos catalanes, procurando que recaigan en catalanes los cargos políticos, los judiciales, los administrativos y los de la enseñanza. Que venga el Jefe del Estado de España a jurar en Cataluña sus Constituciones fundamentales, como condición indispensable de antiguo establecida para ejercer a plena ley la soberanía en el Principado. Y, por fin, que se reintegre a Cataluña todo lo que teniendo que ser letra viva se guarda como letra muerta en los archivos y en lo hondo del alma de los buenos hijos de la tierra.

Fuente: Missat¡e a S. M. Donya Maria Cristina de Habsburg-Lorena, Reyna Regent d'Espanya, Comtesa de Barcelona, Barcelona, 1888: 7. (Traducción: P. Anguera.)

Las bases de Manresa [en catalán] (27 de marzo de 1892)

manresa

Asamblea de Manresa (Jaume Pahissa,1892)

Las bases de Manresa

(27 de marzo de 1892)

Poder central

Base 1.ª Ses atribucions. Vindran a càrrec del Poder central:

a. Les relacions internacionals.

b. L'exèrcit de mar i terra, les obres de defensa i l'ensenyança militar.

c. Les relacions econòmiques d'Espanya ab los demés països, i, en conseqüència, la fixació dels aranzels i lo ram d'Aduanes.

d. La construcció i conservació de carreteres, ferrocarrils, canals i ports que sien d'interès general. En les d'interès interregional podran posar-se d'acord lliurement les regions interessades, intervenint lo Poder central, sols en cas de desavinença. Les vies de comunicació d'interès regional, seran d'exclusiva competència de les regions. Igual criteri se seguirà en los serveis de correus i telègrafos.

e. La resolució de totes les qüestions i conflictes interregionals.

f. La formació del pressupost anyal de gastos que, en lo que no arribin les rendes d'Aduanes, deurà distribuir-se entre les regions a proporció de sa riquesa.

Sa organització. Lo Poder central s'organisarà baix lo concepte de la separació de les funcions llegislativa, executiva ¡ judicial.

Lo Poder llegislatiu central radicarà en lo Rei o Cap de l'Estat i en una Assemblea composta de representants de les regions, elegits en la forma que cada un estimi convenient; lo número de representants serà proporcional al d'habitants i a la tributació, tenint-ne tres la regió a la que n'hi corresponguin menos.

Lo Poder executiu central s'organisarà per medi de Secretaries o Ministeris, que podran ser: de Relacions exteriors, de Guerra, de Marina, d'Hisenda i de l'Interior.

Constituirà lo Poder suprem judicial, un Alt Tribunal format per magistrats de les regions, un per cada una d'elles, elegits per les mate¡xes; cuidarà de resoldre los conflictes interregionals i de les regions ab lo Poder central, i d'exigir la responsabilitat als funcionaris del Poder executiu. Aquest Tribunal no es considerarà superior jeràrquic dels Tribunals regionals que funcionaran ab completa independència.

Disposicions transitòries. Atenent a que les relacions que segons los preceptes constitucionals vigents, uneixen l'Estat ab la Iglésia, han sigut sancionades per la Potestat d'aquesta, es mantindran aquelles, mentres abdues Potestats, de cornú acord, no les modifiquin.

Lo poder central procurarà concordar ab lo Sant Pare la manera de subvenir la dotació del Cult i Clero, i de proveir les dignitats i prebendes eclesiàstiques, en harmonia ab l'organisació regional; i tant si es sosté el Real Patronat, com si es restableix la disciplina general de la Iglésia, deurà procurar-se que, respecte de Catalunya, se previngui en lo Concordat que hagin de ser catalans els que exerceixin jurisdicció eclesiàstica pròpia o delegada, com també els obtentors de dignitats i prebendes.

Lo Deute Públic avui existent vindrá a càrrec del Poder central; mes aquest no podrà crear-ne de nou, i quedarà de compte de les diverses regions lo que en l'esdevenidor contreguin per a son sosteniment i el de les cargues del Poder central.

Poder regional

Base 2.ª En la part dogmàtica de la Constitució Regional Catalana es mantindrà lo temperament expansiu de la nostra llegislació antiga, reformant per a posar-les d'acord ab les noves necessitats, les sàvies disposicions que conté respecte dels drets i llibertats dels catalans.

Base 3.ª La llengua catalana serà l'única que, ab caràcter oficial, podrà usar-se a Catalunya i en les relacions d'aquesta regió ab lo Poder central.

Base 4.ª Sols los catalans, ja ho sien de naixença, a per virtud de naturalisació, podran desempenyar a Catalunya càrrecs públics, fins tractant-se dels governatius i administratius que depenguin del Poder central. També deuran esser exercits per catalans los càrrecs militars que comportin jurisdicció.

Base 5.ª La divisió territorial sobre la que es desenrotlla la gradació jeràrquica dels Poders governatius, administratius i judicials, tindrà per fonament la comarca natural i el municipi.

Base 6.ª Catalunya será l'única soberana de son govern interior. Per lo tant, dictarà lliurement ses lleis orgàniques; cuidarà de sa llegislació civil, penal, mercantil, administrativa i processal; de l'establiment i percepció d'impostos; de l'encunyació de la moneda, i tindrà totes les demés atribucions inherentes a la soberania que no corresponguin al Poder central, segons la Base1.ª.

Base 7.ª Lo Poder llegislatiu Regional radicarà en les Cortes Catalanes, que deuran reunir-se tots los anys en època determinada, i en lloc diferent.

Les Corts es formaran per sufragi de tots los caps de casa agrupats en classes fundades en lo treball manual, en la capacitat o en les carreres professionals i en la propietat, indústria i comerç, mitjançant la corresponent organisació gremial en lo que possible sia.

Base 8.ª Lo Poder judicial s'organisarà restablint l'antiga Audiència de Catalunya. Son president i vis-presidents, nombrats per les Corts, constituiran la suprema autoritat judicial de la Regió, i s'establiran los Tribunals inferiors que sien necessaris, devent ser fallats en un período de temps determinat i en última instància, dintre de Catalunya, tots los plets i causes.

S'organisaran jurisdiccions especials com la industrial i la de comerç.

Los funcionaris de l'ordre judicial seran responsables.

Base 9.ª Exerciran lo Poder executiu cinc o set alts funcionaris nombrats per les Corts, los qui estaran al davant dels diversos rams de l'administració regional.

Base 10.ª Se regoneixerà a la comarca natural, la major latitud possible d'atribucions administratives per al govern de sos interessos i satisfacció de ses necessitats. En cada comarca s'organisarà un Consell nombrat per los municipis de la mateixa, quin exercirà les citades atribucions.

Base 11.ª Se concediran al municipi totes les atribucions que necessita per al cuidado de sos interessos propis i exclusius.

Per a l'elecció dels càrrecs municipals, se seguirà el mateix sistema de representació per classes adoptat per a la formació de les Corts.

Base 12.ª Catalunya contribuirà a la formació de l'exèrcit permanent de mar i terra per medi de voluntaris o bé d'una compensació en diners, prèviament convinguda, com abans de 1845. Lo cos d'exèrcit que a Catalunya correspongui, serà fixo, i a ells deuran pertànyer los voluntaris ab què hi contribueixi.

S'establirà ab organisació regional la reserva, a la que quedaran subjectes tots los minyons d'una edat determinada.

Base 13.ª La conservació de l'ordre públic i seguretat interiors de Catalunya estaran confiades al Sometent, i per al servei actiu permanent es crearà un cos semblat al de Mossos de l'Esquadra o de la Guàrdia Civil. Dependran en absolut, totes aquestes forces, del Poder regional.

Base 14.ª En l'encunyació de la moneda, Catalunya haurà de subjectar-se als tipus unitaris en què convinguen les regions i los tractats internacionals d'Unió monetària, essent lo curs de la moneda catalana, com lo de les demés regionals, obligatori en tota Espanya.

Base 15.ª L'ensenyança pública, en sos diferents rams i graus, deurà organisar-se d'una manera adequada a les necessitats i caràcter de la civilisació de Catalunya.

L'ensenyança primària la sostindrá el municipi, i en son defecte, la comarca; en cada comarca, segons sia son caràcter agrícola, industrial, comercial, etc., s'establiran escoles pràctiques d'agricultura, d'arts i oficis, de comerç, etc. Deurà informar los plans d'ensenyança, el principi de dividir i especialisar les carreres, evitant les ensenyances enciclopèdiques.

Base 16.ª La Constitució Catalana i los drets dels catalans, estaran baix la salvaguarda del Poder executiu català, i qualsevol ciutadà podrà deduir demanda davant dels tribunals contra els funcionaris que la infringeixin.

Base 17.ª Disposicions transitòries. Continuaran aplicantse el Codi penal i el Codi de comerç, però en l'esdevenidor serà de competència exclusiva de Catalunya reformar-los.

Es reformarà la llegislació civil de Catalunya, prenent per base son estat anterior al Decret de Nova Planta i les noves necessitats de la civilisació catalana.

Se procurarà immediatament acomodar les lleis processals a la nova organisació judicial establerta, i mentrestant s'aplicaran les lleis d'Enjudiciament civil i criminal.

Manresa, 27 març 1892— Lo President, Lluís Domènech i Montaner.— Los secretaris, Enric Prat de la Riba.— Josep Soler i Palet

Las bases de Manresa [en catellano] (27 de marzo de 1892)

manresa

Asamblea de Manresa (Jaume Pahissa,1892)

Las bases de Manresa

(27 de marzo de 1892)

BASES DE MANRESA

PODER CENTRAL

Base 1.a Sus atribuciones.—Estarán a cargo del poder central:

a) Las relaciones internacionales.

b) El ejército de mar y tierra, las obras de defensa y la enseñanza militar.

c) Las relaciones económicas de España con los demás países y, por consiguiente, la fijación de los aranceles y el ramo de aduanas.

d) La construcción y conservación de carreteras, ferrocarriles, canales y puertos que sean de interés general. En las de interés interregional podrán ponerse de acuerdo libremente las regiones interesadas, interviniendo el poder central en caso de desavenencia. Las vías de comunicación de interés regional serán de la exclusiva competencia de las regiones. Igual procedimiento se seguirá en los servicios de correos y telégrafos.

e) La resolución de todas las cuestiones y conflictos interregionales.

f) La formación del presupuesto anual de gastos que, en aquella cantidad a que no alcancen los productos de las aduanas, se distribuirá entre las regiones en proporción a su riqueza.

Su organización.—El poder central se organizará sobre el concepto de la separación de las funciones legislativa, ejecutiva y judicial.

El poder legislativo central radicará en el rey o jefe del Estado y en una asamblea compuesta de representantes de las regiones, elegidos en la forma que cada uno estime conveniente; el número de representantes será proporcional al de habitantes y a la tributación, debiendo tener tres como mínimo.

El poder ejecutivo se organizará por medio de secretarías o ministerios que podrán ser: de relaciones exteriores, de guerra, de marina, de hacienda y del interior.

Constituirá el poder supremo judicial un alto Tribunal formado por magistrados de las regiones, uno por cada una de ellas, elegidos por las mismas. Cuidará de resolver los conflictos interregionales y los de las regiones con el poder central y de exigir la responsabilidad a los funcionarios del poder ejecutivo. Este Tribunal no se considerará superior jerárquico de los tribunales regionales, que funcionarán con entera independencia.

Disposiciones transitorias.—Teniendo en cuenta que las relaciones que, según los preceptos constitucionales vigentes unen al Estado con la Iglesia han sido sancionadas por la potestad de esta, se mantendrán aquellas mientras las dos potestades, de común acuerdo, no las modifiquen.

El poder central procurará concordar con el santo Padre la manera de subvenir a la dotación del culto y clero y de proveer las dignidades y prebendas eclesiásticas en armonía con la organización regional, y tanto si se conserva el real patronato, como si se establece la disciplina general de la Iglesia, deberá procurarse que respecto de Cataluña se prevenga en el concordato que habrán de ser catalanes los que ejerzan la jurisdicción eclesiástica, propia o delegada, lo mismo que los que obtengan dignidades y prebendas.

La Deuda pública hoy existente quedará a cargo del poder central, pero este no podrá crear más, quedando a cargo de las regiones la que en lo futuro contraigan para su sostenimiento y el de las cargas del poder central.

PODER REGIONAL

Base 2.ª En la parte dogmática de la Constitución Regional catalana se mantendrá el temperamento expansivo de nuestra antigua legislación, reformado, para ponerla de acuerdo con las necesidades modernas, las sabias disposiciones que contiene en relación a los derechos y libertades de los catalanes.

Base 3.ª La lengua catalana será la única que con carácter oficial podrá usarse en Cataluña y en las relaciones de esta región con el poder central.

Base 4.ª Solo los catalanes, ya lo sean por nacimiento o en virtud de naturalización, podrán desempeñar en Cataluña cargos públicos, incluyéndose en estos los gubernativos y administrativos que dependan del poder central. También deberán ser desempeñados por catalanes los cargos militares que impliquen jurisdicción.

Base 5.ª La división territorial sobre la que se desarrolla la gradación jerárquica de los poderes gubernativo, administrativo y judicial, tendrá por fundamento la comarca natural y el municipio.

Base 6.ª Cataluña será la única soberana en su gobierno interior; por lo tanto, dictará libremente sus leyes orgánicas, cuidará de su legislación civil, penal, mercantil, administrativa, y procesal; del establecimiento y percepción de los impuestos, de la acuñación de la moneda y tendrá todas las demás atribuciones inherentes a la soberanía que no correspondan al poder central según la Base 1.ª

Base 7.ª El poder legislativo regional radicará en las Cortes catalanas, que deberán reunirse todos los años en época determinada y en lugar diferente.

Las Cortes se formarán por sufragio de todos los cabezas de familia, agrupados en clases basadas en el trabajo manual, en la capacidad o en las carreras profesionales, en la propiedad, industria y comercio, mediante la correspondiente organización gremial en la medida que sea posible.

Base 8.ª El poder judicial se organizará restableciendo la antigua audiencia de Cataluña, su presidente y vicepresidente, nombradas las Cortes, constituirán la suprema autoridad judicial de la región y se establecerán los tribunales inferiores que sean necesarios, debiendo fallarse en un período de tiempo determinado, y en última instancia dentro de Cataluña todos los pleitos y causas. Se organizarán jurisdicciones especiales, corno la de industria y la de comercio. Los funcionarios del orden judicial serán responsables.

Base 9.ª Ejercerán el poder ejecutivo cinco o seis altos funcionarios nombrados por las Cortes que estarán al frente de los diversos ramos de la administración regional.

Base 10. Se reconocerá a la comarca natural la mayor latitud posible de atribuciones administrativas para el gobierno de sus intereses y satisfacción de sus necesidades. En cada comarca se organizará un consejo nombrado por los municipios de la misma que ejercerá las atribuciones citadas.

Base 11. Se concederán al municipio todas las atribuciones que necesita para el cuidado de sus intereses propios y exclusivos. Para la elección de los cargos municipales se seguirá el mismo sistema de representación por clases adoptado para la formación de las Cortes.

Base 12. Cataluña contribuirá a la formación del ejército permanente de mar y tierra por medio de voluntarios o por una compensación en dinero previamente convenida, como antes de 1845. El cuerpo de ejército que corresponda a Cataluña será fijo y a él deberán pertenecer los voluntarios con que se contribuya. Se establecerá con organización regional la reserva, a la que quedarán sujeta todos los mozos de una edad determinada.

Base 13. La conservación del orden público y seguridad interior de Cataluña estarán confiadas al somatén, y para el servicio activo permanente se creará un cuerpo semejante al de los mozos de escuadra o de la guardia civil. Todas estas fuerzas dependerán enteramente del poder regional.

Base 14. En la acuñación de la moneda, Cataluña deberá sujetarse a los tipos unitarios en que convengan las regiones y los tratados internacionales de la Unión monetaria, siendo el curso de la moneda catalana, como el de las demás regiones, obligatorio en España.

Base 15. La enseñanza pública, en sus diferentes ramos y grados, deberá organizarse de una manera adecuada a las necesidades y carácter de la civilización de
Cataluña. La enseñanza primaria la sostendrá el municipio y, en su defecto, la comarca; en cada comarca, según sea su carácter, agrícola, comercial, industrial,
etcétera, se establecerán escuelas prácticas de agricultura, de artes y oficios, de comercio, etc. Deberá de informar los planes de enseñanza el principio de dividir y especializar las carreras evitando la instrucción enciclopédica.

Base 16. Continuarán aplicándose el Código penal y el Código de comercio; pero en lo futuro será de competencia exclusiva de Cataluña el reformarlos. Se reformará la legislación civil de Cataluña tomando por base su estado anterior al decreto de Nueva Planta y las modernas necesidades de la civilización catalana. Se procurará inmediatamente acomodar las leyes procesales a la nueva organización judicial establecida, y entre tanto se aplicarán las leyes de enjuiciamiento civil y criminal.

La rabassa morta ( Francesc Pi y Margall, 18 noviembre 1893)

La rabassa morta (18 noviembre 1893)

La rabassa morta es un contrato desconocido en Castilla, antiguo en Cataluña. Por él se transfiere el dominio útil de una tierra a condición de que se la convierta en viña. El propietario se reserva el dominio directo, y cede el útil para mientras duren las primeras vides.

A pesar del carácter temporal de esta enfiteusis, se la creyó por mucho tiempo perpetua. No se la dejó de creer tal sino cuando aumentó de valor la tierra. Se despertó entonces la codicia de los señores directos, y los indujo a lanzar a los enfiteutas de las tierras más lozanas y de mayores frutos. Resistiéronse los labradores, pero inútilmente. La Audiencia.

de Cataluña, ateniéndose a la letra del contrato, y oído el parecer de personas peritas, declaró que las cepas no vivían más de cincuenta años, y a los cincuenta años, por consecuencia perdía el dueño útil todo derecho a la tierra.

Vino la cuestión al Tribunal Supremo, y éste, y no sólo dio fuerza y valor a los fallos de la Audiencia de Cataluña, sino que también consideró la rabassa morta como simple contrato de arrendamiento. Han sido inútiles los informes de los más eminentes letrados; ninguno ha conseguido quebrantar la ya establecida jurisprudencia.

Los enfiteutas, con todo, no se han dado nunca por vencidos. Han clamado uno y otro día contra lo que miran como un despojo, y ya se han dirigido a las Cortes, ya han celebrado ruidosos mítines, ya han recurrido a la amenaza y la guerra. La cuestión es de orden público, según lo grande que es la exaltación de los ánimos.

Defendimos, hace poco menos de treinta años, a los enfiteutas, y sostuvimos la necesidad de hacer con la rabassa morta lo que se hizo con los foros de Galicia. También los foros eran temporales, y los propietarios quisieron arrojar de sus tierras a los foreros. Hubo gritos, tumultos, desórdenes, y se orilló el conflicto dictándose un auto acordado por el que se mandó suspender el curso de toda demanda dirigida a la reivindicación del dominio útil por los propietarios. Se dictó el auto hace un siglo, y la suspensión aún continúa. El foro ha venido, por este medio, a convertirse, de temporal, en perpetuo.

Debió procederse de igual manera con la rabassa morta. Tierras así concedidas habían pasado por una serie de generaciones. Muchas habían sido vendidas a personas extrañas por no haber querido ejercer el propietario el derecho de retracto. Los dueños útiles de tal modo creían perpetua la enfiteusis, que en sus escrituras de venta calificaban frecuentemente de perpetua la cesión que de su dominio hacían. Aún en escrituras de constitución de rabassa morta hemos visto por nuestros propios ojos que el propietario, contradiciéndose, decía que daba la tierra en perpetua enfiteusis. No era extraño que tal se creyera: la enfiteusis ha llevado siempre la idea de perpetuidad consigo.

El enfiteuta, por otra parte, tenía por la escritura de constitución el derecho de hacer en su viña acodos y mugrones, medios por los que podía prolongar, ya que no perpetuar la existencia de las vides. De labios de hombres imparciales y peritos en la viticultura hemos oído repetidas veces que no es cierto que las vides duren sólo cincuenta años donde por sus mugrones y acodos se permita renovarlas.

Nosotros, sin embargo, no hemos defendido nunca el derecho de los enfitutas por razones meramente jurídicas. Somos de los que creen que sólo el trabajo legitima la propiedad de la tierra, y es de toda justicia justo que la tierra esté siempre en poder del que la trabaje. Por la rabassa morta se ha reducido a cultivo mucha tierra inculta. El trabajo ha sido sólo del enfiteuta, y al enfiteuta debería corresponder por lo tanto la tierra.

En hora buena que mitigándose el rigor de este principio se siguiese satisfaciendo al propietario el canon y el laudemio. No han pretendido nunca ni pretenden hoy los enfiteutas que se los exima del pago de esos tributos. Quieren la continuación, no la modificación del contrato, por más que algunos hayan pagado nada insignificantes sumas, así por canon como por derechos de entrada. ¿ Es racional, dentro de los principios de la eterna justicia, que se lance al enfiteuta, como si fuera un simple arrendatario de la tierra que él y sólo él descuajó e hizo fecunda?.

El interés mismo de la sociedad exige la prohibición de tan inhumano lanzamiento. El que sabe que la labranza de sus viñas ha de ser beneficiosa para sí y para sus hijos, mira la tierra con amor, la abona y no excusa medio de hacerla fructífera; el que sabe que la ha de perder pronto, la descuida, la esquilma y la hace estéril. Definitivamente establecida la identidad entre la rabassa morta y el arrendamiento, ajustará el enfiteuta a los cincuenta años sus labores y sus miras. En bien general de la República y en bien especial de la agricultura, urge que se corrija por el Poder legislativo la jurisprudencia de los tribunales.

Nosotros llegaríamos a más: haríamos perpetua la rabassa morta y permitiríamos su redención a par de los demás censos por partes y por más o menos durables plazos.

Catecismo nacionalista de E. Prat de la Riba y P. Muntanyola (1894)

Catecismo nacionalista de E. Prat de la Riba y R Muntanyola. 1894

Pregunta: ¿Cuál es la Patria de los Catalanes?
Respuesta: Cataluña.
[…]. P.: ¿España no es, pues, la Patria de los Catalanes?
R.: No es más que el Estado y agrupación política a que pertenecen.
P.: ¿Qué diferencia hay entre Estado y Patria?
R.: El Estado es una entidad política, artificial, voluntaria; la Patria es una Comunidad histórica, natural, necesaria. El primero es obra de los hombres, la segunda es fruto de las leyes, a las cuales ha sujetado Dios la vida de las generaciones humanas. 1 P.: ¿Qué es, pues, la Patria?
R.: La comunidad de gente que habla una misma lengua, tienen una historia común y viven hermanados por el mismo espíritu que imprime algo de original y característico a todas las manifestaciones de su vida.
[...] P.: ¿Qué célebre frase resume nuestras aspiraciones y viene a constituir el lema de nuestra bandera?
R.: Cataluña para los catalanes.
[...] P.: ¿Cómo pueden armonizarse estas justísimas reivindicaciones con la unidad política de España?
R.: Por medio de la organización regionalista, que consiste en la unión federativa de las antiguas nacionalidades españolas.

Fuente: Compendi de la Doctrina Catalanista, Sabadell, 1894. Fuente de la versión castellana: Martos y Amado, Peligro nacional, cit., "Apéndices", pp. 9-10 y 26-27.

El patriotismo ( Pi y Margall, 1896)

pimargall

El Patriotismo
(28 noviembre 1896)

Tan ciego suele andar el patriotismo, que frecuentemente denigra la patria. Tenemos hoy dos guerras coloniales, y así en Filipinas como en Cuba presenta débiles y mal organizados a los insurrectos. Nada valen para él los generales que los acaudillan, menos aún los acaudillados. A los filipinos les niega hasta el carácter y la figura de hombres. ¿ No ve que si tales son los enemigos y no los vencemos en el Archipiélago con diez ni doce mil soldados, ni en Cuba con doscientos mil, la que sale mal parada es nuestra pobre España? ¿Son soldados de papel los que tenéis en Cuba?, podrán preguntarnos. ¿ Carecen de estrategia y táctica vuestros generales? Cuando vencéis, pobre es vuestra victoria; cuando salís vencidos, vergonzosa es vuestra derrota. No ve ni acierta a ver nunca el patriotismo, que cuanto más se ensalza al enemigo, mayor es para la patria la victoria, menos deshonroso el vencimiento.

Ciego anda aún el patriotismo empeñándose en ocultar nuestras derrotas. Trascienden, y las abulta, por una parte, la imaginación del pueblo, por otra el enemigo. Públicas, producirían tal vez ardimiento; calladas, producen desmayo. Si se las supiese a par de las victorias, ni se concebiría, por otra parte, locas esperanzas, ni se sentiría infudados temores. Conociendo los ciudadanos todos el verdadero estado de la guerra, habría opinión pública, y el Gobierno tendría norma a que ajustar su conducta. Hoy, gracias a los errores del patriotismo, Gobierno y opinión andan discordes y sin rumbo. Resulta así el patriotismo más el enemigo que el amigo de la patria.

No sólo calla el patriotismo nuestras derrotas, sino que también exagera las pérdidas de los insurrectos y disminuye exageradamente las nuestras. Llega en esto a lo ridículo. De sus partes podría muy bien inferirse que el enemigo se bate con cañas y el amigo con lanzas; el enemigo dispara sus fusiles al aire, y el amigo al corazón de sus adversarios; el enemigo pelea siempre en campo abierto, y el amigo atrincherado. Ya hoy no es la guerra entre cristianos y moros, para que podamos atribuir a la ayuda de Dios tales milagros. A la célebre batalla de las Navas asistió el arzobispo de Toledo. La relató en su Crónica, y dijo después de haberla escrito: “no queriendo los cristianos poner término a la gracia de Dios, por todas partes persiguieron infatigablemente hasta la noche a los fugitivos agarenos.” Según cálculo se cree que murieron cerca de doscientos mil moros: de los nuestros apenas si faltaron veinticinco. “De nostris autem vix defuere viginti quinque”. Explicábase aquí por la fe tan enorme diferencia. En Cuba y Filipinas hay la misma fe o la misma falta de fe en uno y otro campo.

Va también el patriotismo contra la patria aquí ponderando la incultura de nuestros colonos, allí quejándose de la falta de puentes y de caminos. ¡ Que mayor censura para nosotros ! En cuatro siglos, ¿ no hemos sabido los españoles civilizar a los filipinos, ni abrir vías, ni levantar puentes que permitan recorrer en todas direcciones nuestros dominios? La insurrección es entonces para nosotros justo castigo, y la victoria de los insurrectos una necesidad suprema. A dejar al patriotismo libre la rienda, capaz seria de hacernos aborrecer la patria.

Pi y Margall, Francesc: El Patriotismo. A: VALENTI, Ignasi [ et. al.].España 1898.Francesc Pi y Margall.Madrid: Edición Materiales.1968. 23-24 pp.

"El Catalanismo" (Sabino Arana, Baserritarra, 29 de agosto de 1897)

El catalanismo

Sabido es que con este nombre se intitula el moderno partido autonomista de Cataluña, región nordestal de España.

Cataluña padeció, como todos los demás países de España, todas las invasiones que sobre esta nuestra vecina nación cayeron en los tiempos antiguos y en los primeros siglos medioevales. Con el resto de España constituyó la monarquía visigótica, con un solo gobierno y unas leyes, y como parte de España sucumbió bajo la dominación agarena.

Cataluña es, pues, española por su origen, por su naturaleza política, por su raza, por su lengua, por su carácter, por sus costumbres. Si hay diferencias antropológicas, de carácter y de costumbres entre los catalanes y los demás españoles, no son mayores diferencias que las que existen entre los hijos de unos mismos padres. Su idioma es como el castellano, el gallego, el valenciano, etcétera, hijo inmediato del latín, aunque más antiguo que el primero por la forma por no haber sido tan cultivado.

Destruida España por los árabes, en sus regiones septentrionales germinaron otros tantos estados especiales. Uno de éstos fue Cataluña. Desde fines del siglo IX, Cataluña, ora anexionada a la Provenza, ora a Aragón, ora aislada de los países vecinos, puede decirse que constituyó estado independiente hasta que Felipe IV la sometió en 1652. De todas suertes, su independencia había sido anormal y sólo ocasionada por la dominación árabe, y, reconquistada España, era lo natural volviese Cataluña a agregarse a los demás estados españoles para constituir un solo estado bajo un solo poder, bien que conservando sus leyes privativas, creadas en aquella época, si bien anormal, suficientemente prolongada para sancionarlas.

Así lo entienden los catalanes, y por eso ellos no reclaman otra cosa que la terminación de la preponderancia de Castilla sobre las demás regiones españolas, y la fundación de un regionalismo que permita a cada una de ellas regirse por sus leyes especiales dentro de la legislación general del estado español, y por ciertas libertades dentro de la sumisión al poder común y central.

Y porque no se crea que carezcamos de fundamentos para hablar así, véase lo que en un artículo publicado en el número 24 del año VII de La Veu de Catalunya (13 de junio de este año) se dice bajo el epígrafe Misión del Regionalismo:

"Sí, somos una reacción social, política y religiosa: una reacción social que trata de equilibrar la balanza desnivelada de la sociedad moderna; una reacción política que aspira a derrocar este centralismo que absorbe y enerva las energías individuales y colectivas de los pueblos; una reacción religiosa que venga a restaurar la doctrina cristiana, única y verdadera fuente de civilización."

Se ve, pues, que el catalanismo combate al centralismo: luego es regionalismo. Así lo declaran continuamente sus órganos en la prensa, de tal suerte que nadie que los conozca siquiera sea medianamente puede dudar de ello y confundir su doctrina con el separatismo, y, por tanto, con el nacionalismo euskeriano, el cual aspira a la independencia absoluta que los diferentes estados de nuestra raza han gozado respecto de las extrañas desde los tiempos que se ocultan en la noche de la protohistoria.

Sin embargo, muchos confunden las especies y equiparan los derechos de Cataluña con los derechos de Euskeria y las aspiraciones de los catalanistas con las de los euskerianos nacionalistas o patriotas. Semejantes confusiones han podido ser muy excusables mientras los euskerianos, adulterada la historia de su raza por quienes estaban en el deber de mostrársela tal cual es, la han ignorado y han creído que los códigos nacionales de Euskeria que se llaman Fueros se designan así con propiedad y, por consiguiente, nuestras libertades y leyes son leyes y libertades regionales o autonómicas y un mito nuestra independencia, y no han sabido que Euskeria tiene derecho a que la separen de España fronteras igualmente definidas que las que separan de Francia a esta segunda nación. Pero desde el día que la voz del nacionalismo se propagó por Euskeria, el confundir los derechos de ésta con los de Cataluña, sólo puede obedecer comúnmente a la vergonzosa renuncia de los que asisten a nuestra antiquísima raza, antes siempre libre y hoy esclava del extranjero.

Sabino Arana, Baserritarra. Bilbao, 29 de agosto de 1897.

Integridad de la patria ( Pi y Margall, 1897)

La integridad de la Patria 
(1º de mayo de 1897)

Sobre todo la patria. ¿ No es eso lo que frecuentemente oís de boca de nuestros políticos ? Les preguntáis ¿qué es la patria?, y se quedan perplejos o mudos. La patria es la nación a que pertenecemos, os dirán tal vez para salir del paso. Y ¿ por qué la nación? , les volvéis a preguntar, y tampoco saben qué responderos.

La nación, podríais decirles, no siempre fue lo que ahora. Ya se unieron ya se regresaron sus distintos miembros, y la España de hoy dista de ser, por desgracia, la de Felipe II. Ha perdido a Portugal, ahora reino independiente; a Gibraltar, que continúa en poder de Inglaterra; el Rosellón, hoy parte de Francia. Esto, circunscribiéndonos a tierras contiguas. ¿ Es para vosotros la nación susceptible de crecimiento y mengua?

Si os contestan negativamente, seguid preguntándoles y decidles : ¿cuál es entonces la verdadera España? La de Felipe II, la más extensa, resultado era de un continuo crecimiento, de la sucesiva agregación de varias naciones. La de Pelayo era resultado de una terrible mengua, de la conquista por los árabes, que en tres años hicieron suya casi toda la Península. Si os contestan afirmativamente, ¿a qué invocáis continuamente, decidles, la integridad de la patria ? Como perdimos el Rosellón, Gibraltar y el reino lusitano, ¿ por qué no podríamos perder cualquiera otra región de la Península y reducir la patria a la nación de los condes de Castilla o a la del mismo Pelayo?

Buscarán probablemente nuevas explicaciones y os contestarán que la nación-patria viene determinada, ya por la naturaleza, ya por la historia, ya por la lengua, ya por las leyes y las costumbres. Acosadlos y replicadles: "Si es por la naturaleza y halláis en los Pirineos el límite natural de la nación al Norte, debéis disgregar de España parte de Galicia, de Asturias y de las provincias vascas. Otras cordilleras que las de los Pirineos cruzan de Levante a Poniente la tierra de España: ¿qué razón hay para que no la dividan en otras tantas naciones?

"Si es por la historia, os llevamos ya indicadas las muchas agregaciones y disgregaciones por que España pasó de Pelayo a Felipe II, de Felipe II a Felipe IV.

"Si es por la lengua, harto sabéis que además del dialecto de Castilla se habla aquí el catalán, el valenciano, el mallorquín, el bable, el gallego, y además el vasco, idioma sin enlace con los demás del mundo. Vascos los hay, por otra parte, en las dos vertientes de los Pirineos: deberíamos llevar más allá de los Pirineos las fronteras de la patria.

" Las leyes y las costumbres son aquí tan varias como en las heterogénea nación de Europa."

Os replicarán aún que España es una península, jamás confundida con otras naciones. Mas si España es la Península, podéis contrarreplicarles: ¿cómo habéis renunciado a la conquista de Gibraltar y de Portugal, parte de la Península? Más de tres siglos hace que Portugal no es de España; cerca de dos siglos que no lo es Gibraltar.

¡La integridad del territorio! No parece sino que haya sido siempre uno el territorio de las naciones. ¡La patria! No parece sino que la patria tenga un sentido concreto y absoluto. !La nación! No parece sino que sea algo inmutable y divino.

Véase, después de todo, si es o no locura considerar miembros integrantes de nuestro territorio colonias separadas por vastísimos océanos, colonias a que en la primera mitad del siglo no se llegaba sino en meses, colonias todas de distinto clima y vivienda de distintas razas. ¿Cabe mayor trastorno en las ideas de nuestros políticos?.

La patria no tiene un significado concreto sino cuando se la reduce al lugar en que nacimos o se la extiende a toda la tierra.

Francesc Pi y Margall, La integridad de la Patria

La patria (Pi y Margall, 1898)

La Patria (1898)

Amad vuestra patria, conciudadanos; pero no la hagáis nunca objeto exclusivo de vuestro querer, de vuestro sentir, ni de vuestro pensar. Hay otra patria más grande: la tierra.

De la tierra vivimos los hombres todos, no de la sola nación a que pertenecemos. ¿ Cuán pobre y estrechamente no viviríamos nosotros sin los productos del resto de Europa y los del Africa, la América y el Asia!.

La idea de la patria parcial es bajo muchos conceptos funesta. Excita y mantiene celos y rivalidades entre las naciones, provoca conflictos, enciende guerras. Obliga a mantener grandes ejércitos y armadas, y a fortificar las fronteras. Ha creado las aduanas e imposibilita el libre cambio de productos.

Sólo para el deslinde de tierras contiguas ¡a qué de luchas no ha dado margen! Recientemente han estado a punto de destrozarse por cuestiones de límites la Gran Bretaña y Venezuela; Chile y la República Argentina, Colombia y Nicaragua.

Se refiere la idea de la patria parcial sólo a la tierra, no a los habitantes, Al paso que las naciones todas están dispuestas a destrozarse por un palmo de tierra que se les usurpe o crean habérseles usurpado, miran con indiferencia que sus gentes emigran.

¡Si la idea de la patria parcial hiciese siquiera que se respetase la de otros pueblos! En nombre y en interés de la patria parcial se invade la ajena, y se reduce a colonias, islas, y aun costas de lejanos continentes. Allí está mi patria donde está mi bandera, dicen ahora las naciones.

¡Qué de sentimientos feroces no despierta, por fin, la idea de la patria reducida! Ni hay crueldad ni barbarie que no engendre ni legitime el patriotismo. Es la patria el altar en que más víctimas se inmola. Puros son los sacrificios que en él se hace; nada importan ni nada significan los que se hizo al dios Moloch y a las divinidades aztecas.

Trabajemos, pues, y suspiremos sin cesar por la patria grande. Sólo cuando la tengamos en la tierra toda, dejará de rociar la sangre el altar de ese Moloch moderno y se reconocerán los hombres todos miembros de una sola familia.

Francesc Pi y Margall, La Patria. A: VALENTI, Ignasi [ et. al.].España 1898.Francesc Pi y Margall.Madrid: Edición Materiales.1968.180 p.

El tancament de caixes (1899)

El Tancament de Caixes (1899): "Als Contribuyents de Barcelona y los seus encontorns"

Al constituhirse la Junta Sindical Permanent, elegida per la representació de mes de cinquanta gremis de Barcelona y los seus encontrons, creu cumplir un dever dirigint sa veu á tots los contribuyens en general, fent pública y solemne manifestació de sa protesta contra lo Projecte de Presuposits presentat á las Corts per l’actual Senyor Ministre d’Hicienda y declarant que desde are comensa la verdadera tasca qual encarrech li feren los seus comitents, qual tasca procurará portar á terme ab tota la decesió y fermesa que´s fassi precis.

Los contribuyents no som pas los caixers del Govern que hajim de pagar tot quant porti sa fierma. Los Contribuyens devem subvenir á las cargas del Estat sols en quan aquestas sian justas y equitativas. No es just ni equitatiu que, sobre tot despres de la sotregada terrible que ha sofert nostre nacionalitat, lluny de castigarse de una manera ferma tants gastos inútils com ve soportant lo pays, s´aumentin d’un modo tant coniderable; no ho es, entre moltes altres coses, aquell impost anomenat d’utilitats procedents del capital y del trevall, que sobre esser deficil quant no d’impossible realisació, nos convertirá ab Agents executius fentnos respondrer de tributs d’altres y arrivant á amenassarnos ab la presó en cas de no pagarse; no ho es l´impost de cédulas personals ab tipos molt mes alts pera Barcelona que pera Madrid.

Si las contribucions cada vegada creixents, han vingut dificultant fins al extrem lo desenrotllo de nostras industrias, es ya de tot imposible que puguem satisfer los impostos projectats.

Mes com l’acort pres per altres gremis de seguir exercint la seva industria sense pagar la contribució, l’estimem nosaltres de resultats molt duptosos, ja que aixó ó no significa res ó col-loca logicament als tals agremiats en la situació d’arrastar totas las conseqüencias que naixiu del fet de trovarse fora de la Lley, actitut que no veyem , cridem la atenció de tots los nostres companys de tributació respecte al únich, encara que radical recurs que´ns queda dins lo legal, ó sia donarnos de baixa de la contribució y tancar los nostres establiments.

Aquest es lo nostre camí; aquest lo camí que’ns atrevim á aconsellar á tots los nostres conciutadans que no’s vulguin veura atropellats per haver faltat á la Lley; aquest es l’acort pres per las agrupacions que varen allegirnos.

Tots quants vulguin adherirse á nostre acort, tots quants prefereixint lo nostre procediment, ja sian agrupacions més o menys nombroses, ja individualitats diversas, poden dirigirse á la Plaseta del Pi núm.3, ahont se los hi facilitará tots los datos necesaris pera d’eixar d’esser tributari.

Barcelona, 13 Juriol 1899

LA JUNTA

Exposición dirigida per la "Unió Catalanista" a S.M. La Reina Regent d´Espanya (1899)

Exposición dirigida por la "Unió Catalanista" a S.M. La Reina Regent d'Espanya (1899)

SEÑORA:

Las " Unió Catalanista" reverentemente acude á V.M. para exponer su amarga queja por la comisión de un atropello incalificable y para reclamar una satisfacción debida al reciente agravio inferido a Cataluña.

El día 1 del corriente mes se verificó en Bordils (provincia de Gerona) un mitin al que concurrieron numerosísimas personas respondiendo á los fines patrióticos que la "Unió Catalanista" persigue.

Estos fines, Señora, claros como la luz del día, son bien conocidos ya de todo el mundo. Expuestos en parte á S.M. el Rey don Alfonso XII y en presencia de vuestra, en el año de 1885, por comisión que manifestó la necesidad de dotar a Cataluña del régimen jurídico autonómico junto con otras disposiciones que de momento aseguraran el desarrollo franco y libre de su genio industrial y mercantil merecieron de Vuestro Augusto Esposo palabras tan lisonjeras que alcanzaron el privilegio de ser para nosotros inolvidables y de llevar la turbación y el asombro al ánimo de los constantes monopolizadores de la gobernación del Estado español, poco afectos á un lenguaje tan expansivo y tan sincero.

Reproducidos más tarde dichos fines y ya con mayor amplitud ante V.M. en Vuestra visita á Barcelona con motivo de las fiestas de la Exposición Universal de 1888, la "Lliga de Catalunya", hoy uno de los miembros de la corporación recurrente, tuvo la honra de hacerlos de nuevo presentes á V.M. esperando verlos en no lejano día felizmente realizados. Y la esperanza no podía ser más justa, porque recordando la época en que los catalanes peleaban por sus libertades bajo la protección de la Imperial Casa de Austria, reconocía en V.M. su descendiente ilustre escogida por la Providencia para encaminar los destinos de la España actual; y porque, educada en una Corte que reúne en lazo federativo las distintas naciones constitutivas del Imperio, bien podía confiar que, en cuanto de V.M. dependiera sería acogido con simpatía el ideal catalanista aplicable á España, que es análogo al austriaco y el único medio ya posible de libertar nuestro país de un centralismo absorbente y atrofiador, padre de un enjambre de especuladores políticos de oficio que, al repartirse los distritos cuyas necesidades desconocen por completo, dejan desnaturalizada y desvirtuada la verdadera representación de la tierra y causa original, sin duda, de nuestras cada día crecientes desventuras.

Finalmente, desarrollados los mismos propósitos con entera plenitud en las memorables Bases aprobadas por la Asamblea de Manresa del año 1892 en las que explícitamente se declara el alcance de la autonomía pedida para Cataluña, la " Unió Catalanista" no ha cesado de propagarlos y de verlos admitidos con sin igual entusiasmo por un pueblo que reconoce en su aplicación los recursos naturales para recobrar los alientos necesarios con que salirse del actual estado de postración y abatimiento generales.

Pues bien, Señora; en una de esas patrióticas manifestaciones organizadas en Bordils por la Agrupación de este pueblo, adherida á la "Unió Catalanista", cometióse por parte de los agentes de Vuestro gobierno, sin respeto ni miramiento alguno á su alta representación, el inaudito abuso de prohibir la pública exhibición de toda enseña, atributo ó bandera de Cataluña, sin que tan arbitraria medida haya alcanzado hasta ahora la reparación ó correctivo que merece.

No hay que ponderar lo que para nosotros esta vejación y desafuero significan. Empeño inútil y al mismo tiempo contraproducente es el de pretender ahogar las expansiones legítimas de un pueblo que tiene confianza en sus destinos, y cuyas aspiraciones responden á los latidos de su conciencia y á las tradiciones de su historia, humillando los símbolos de su pasada grandeza y condenando los timbres de sus preclaras hazañas, cuyo recuerdo se conserva todavía con orgullo.

Pero si ante este injusto menosprecio á duras penas es creíble que haya un pueblo en el mundo capaz de resistir tamaña ofensa sin protesta, en el caso presente, cuando se considera que los blasones y escudos perseguidos constituyen como una sagrada herencia de aquellos condes soberanos que cimentaron las bases de nuestra historia, y de cuyas inmortales empresas proceden vuestros títulos de Reina y condesa del Principado, y que las banderas y trofeos ultrajados son aquellos mismos que con tanta gloria y concurso de naciones aportaron nuestros antepasados al Estado español, el ánimo apenado no sabe ni remotamente hacerse cargo de las causas á que ha podido obedecer una disposición tan absurda , y la "Unió Catalanista" que ha sabido devorar en silencio otros agravios recibidos de vuestros gobernantes, no puede callar el ahora sufrido, y aunque no fuera más que por lo que afecta a la dignidad de vuestra soberanía en nuestro territorio, entiende que no debiera alguna manera tolerarse.

Bien podría la "Unió Catalanista" quejarse de la influencia que en vuestro gobierno ejerce el espíritu de injuria y de calumnia de determinadas personalidades y de ciertos periódicos, cuyas agentes son más capaces de soportar los más rudos ataques á los fundamentos de la sociedad y á las leyes del orden moral, que el tributo que la gente catalana sabe rendir á los símbolos de sus antiguas libertades . Aquella misma prensa que tanto ha colaborado en la pérdida de nuestras posesiones de Ultramar es la que se dedica con fruición diabólica y por medio de acusaciones gratuitas é irritantes insultos á desnaturalizar el movimiento salvador del catalanismo.

Pero el catalanismo, Señora, no ha de cejar en su noble empeño de librar á la patria catalana del yugo del centralismo dispertando sus energías y que, sin menoscabo que las iniciativas de las demás regiones españolas, lograrán sobreponerse al monopolio de los gobernantes ejercen en la representación del país por medios reprobables.

La "Unió Catalanista", Señora, cree servir con su conducta á la robustez y dignidad de la patria catalana, mejorando con ello los títulos de su unión al Estado español que en V.M. tienen actualmente su más firme arraigo. Confía en la sabiduría y recto sentido que en V.M. resplandecen, para salvarnos de la opresión de los partidos políticos centralistas, cuyo núcleo radica en el Parlamento, de donde proceden los Gobiernos hostiles á nuestras legítimas reivindicaciones.

Por esta razón la "Unió Catalanista" se dirige a V.M. confiada en Vuestro supremo é imparcial juicio para hacerle clara manifestación de nuestros sentimientos y aspiraciones y para que os dignéis encomendar á Vuestro Gobierno que haga respetar por sus agentes la funciones legales de esta Corporación y la libre ostentación de los escudos y trofeos peculiares de Cataluña. Guarde Dios la vida de V.M. muchos años.

Barcelona, 14 de octubre de 1899.- A. L.R.P. de V.M..- El presidente de la "Unió Catalanista", Francisco Romaní y Puigdengolas.

ROMANI PUIGDENGOLAS, Francisco:Exposició dirigida per la "Unió Catalanista" a S.M. La Reina Regent d´Espanya. Arxiu Històric de la Ciutat de Barcelona."Fulls volanters"; vol.1898-1902; n.48. 1p.

Ultraje a la bandera española (El Imparcial, 5 de mayo de 1902)

Ultrajes a la bandera española

Los juegos florales. —La bandera española impuesta por la Autoridad. — Silba a la enseña de la Patria.

Barcelona, 4.— Aunque los organizadores de los juegos florales habían asegurado a las autoridades que nada incorrecto sucedería, pues se habían tomado las medidas necesarias para evitar los desplantes que desde hace algunos días vienen quitando a la fiesta su genuino carácter para darle tono político, a todas luces peligroso, antes de dar comienzo al reparto de premios ya ha ocurrido un grave incidente.

Poco antes de reunirse en la Lonja el consistorio, el inspector de policía señor Iñíguez, que asistía al acto como delegado del capitán general, hizo notar la conveniencia de que se colorara en la presidencia la bandera española, ya que en el local no se veía otra enseña que la catalana.

La comisión organizadora, después de larga deliberación, se decidió al fin a acceder a tan justa demanda y la bandera nacional ondeó al fin en la presidencia. Pero al mismo momento se dio un espectáculo que sólo con indignación y vergüenza puede ser referido. Del concurso salió no uno, sino nutridos silbidos y reiterados mueras y fueras a la bandera española.

La confusión se hizo de tal modo espantosa, que el obispo y otras importantes personalidades se vieron obligadas a abandonar sus asientos, saliendo muchas señoras azoradas y sufriendo otras síncopes y desmayos.

La Policía, viendo las proporciones que el tumulto tomaba, quiso despejar el local, pero como lejos  de conseguirlo lo que lograba era que los silbidos y las voces arreciaran, tuvo que recurrir al auxilio de la Guardia Civil, haciendo salir a todos.

De los alborotadores han sido detenidos Enrique,, y Juan Mariné Santaló, de veintiuno y veintitrés años de edad respectivamente, y Ramón Saba, de veintiséis. Los tres fueron conducidos al Gobierno y desde allí han pasado a la cárcel. Las autoridades parecen dispuestas a castigar severamente a cuantos resulten culpables del vergonzoso espectáculo que han dado unos cuantos malos patriotas, y en la parte digna de esta población ha causado impresión dolorosísima. El gobernador ha conferenciado reservadamente con el presidente de la Audiencia provincial.

Barcelona, 4 (8 noche).— Al salir de la Lonja los dispersados por la Policía, muchos de ellos se daban la consigna de acudir al teatro Romea. Allí se pone en escena una comedia satírica de don Santiago Rusiñol, titulada El jochs florals de Camprosa, en que censura las exageraciones catalanistas, y el propósito de los que se daban cita para el teatro, era silbar la obra e impedir con sus protestas la representación. Es de advertir que don Santiago Rusiñol, pintor y escritor .bien conocido, es hermano, del diputado catalanista don Alberto Rusiñol y Prats. La obra de que se trata es una protesta contra las doctrinas que defiende su señor hermano.

Varios agentes de la autoridad rodean el coliseo para impedir que los revoltosos intervengan. El alcalde y algunos otros barceloneses que ocupan cargos públicos han visitado al capitán general para protestar del incidente ocurrido en la Lonja.

Barcelona, 4 (11,50 noche).—En el teatro Romea sólo ocurrieron incidentes sin importancia. La obra burlesca de don Santiago Rusiñol motivó siseos y palabrotas gruesas de los muy escasos espectadores.

Barcelona, 4.— Los concejales catalanistas han ido al Gobierno civil para pedir la libertad de los detenidos por el escándalo de los juegos florales. Asegúrase que el gobernador, señor Manzano, contestó a los que pedían benignidad contra los que habían silbado a la bandera española y dado mueras a España: "¿ No dicen esos exaltados catalanistas que no son españoles? Pues si es así, si son extranjeros, que acudan a sus cónsules respectivos." Y con estas palabras, según la referencia que no sé si es exacta, despidió el señor Manzano a los que solicitaban perdón para los que habían ultrajado a la bandera de la Patria y no habían protestado en la sala de los juegos florales contra esos ultrajes.

El señor Guimerá, autor dramático que tantas veces ha ido a Madrid para que los escritores y el público de la Corte den él visto bueno a sus obras, ha dicho "Puesto que han sido suspendidos los juegos florales de Barcelona, éstos deben celebrarse en el Rosellón (Francia)."

Barcelona, 4 (10,14 noche).— El coronel Sarga ha sido nombrado juez del sumario instruido contra los causantes del alboroto en la Lonja. He oído asegurar que el juicio será sumarísimo. No he podido confirmar la noticia y sólo la transmito como rumor.

Barcelona, 5 (2,30 madrugada).— Juicios de la Prensa: El Noticiero Universal comenta el suceso en términos correspondientes a la dignidad de la Patria. La Publicidad limítase a narrar lo ocurrido, añadiendo que se trata de una fiesta puramente poética que ha perdido toda significación social. La Veu de Catalunya culpa a las autoridades de lo ocurrido y dice al terminar: "Es un crimen contra la vida de los pueblos jugar con fuego." La Reinaxensa, achaca lo sucedido a los que creyeron ver una imposición en que se ostentase la bandera española. El Liberal, de Barcelona, califica lo acontecido de mera imprudencia, diciendo que la poesía catalana se ha subido a la cabeza de unos cuantos. El Diario Mercantil consigna frases patrióticas de la mayor energía y de la más elocuente protesta.

Lo que dice el capitán general. — Atribuyéndose al general Bergés las siguientes declaraciones:

“Ignoro de un modo exacto lo ocurrido. En previsión de ello había adoptado algunas medidas, no porque temiese actos que revistiesen grandes proporciones, sino para que se velase por la tranquilidad de los espíritus. En mi despacho estaba el presidente de los juegos florales. Hícele algunas advertencias confiando en la sensatez de todos y para que no echase en olvido la responsabilidad en que podía incurrir; mi encargo al inspector fue que si en el local de la fiesta no había banderas, nada tenía que hacer; que si se exponía la catalana en unión de la española, no procedía ninguna orden coercitiva, y que si se exponía la catalana y se prescindía de la española, debía de colocar la de la nación en lugar preferente.

Caso de protestarse, aunque fuera del modo más tenue, el acto debía de suspenderse en seguida, procediéndose a lo que hubiere lugar. Han dicho que todo se ha reducido a murmullos de parte del público porque se demoraba el comienzo de la fiesta. Si sólo esto hubiera ocurrido, no tendría ninguna importancia. Pero el inspector me ha dicho que al aparecer la bandera española se han producido fuertes silbidos. Eso no lo puedo tolerar. El nombre de España debe de ser y tiene que ser en todas partes reverenciado.

Ya sé que el acto de protesta es de algunos, no de todos. El alcalde acaba de estar aquí para testimoniar su adhesión inquebrantable a la Patria. No por este acto, que aplaudo, ha de menguarse la severidad de mi conducta. La intolerancia no cabe en los delitos la Patria. Puede estar segura la opinión de que exigiré responsabilidades, sean quienes sean los culpables, y sentaré la mano con dureza sobre quien lo merezca.

El fuego sobre la pólvora

Los anteriores. telegramas dan noticias de un conflicto grave que ya, anoche, había provocado enérgicas protestas de la opinión. El Correo, periódico de criterio templado y mesuradísimo, dice "que no podrá menos de leerse con indignación lo sucedido en los juegos florales de Barcelona. Los detalles de este suceso habrán de aumentar los enojos del público, porque prueba, no sólo que la bandera nacional es objeto de silbidos y de mueras en una localidad de España, sino, además, y esto es lo mas grave, que entre la numerosa concurrencia que llenaba la Lonja de Barcelona no había nadie que diera un viva a España.

Ante tal estado de cosas y desde el momento que ha ,sido profanada la insignia de la Patria, no hay para qué decir que estimamos necesario un correctivo.

Ni tendrá El Imparcial que hacer demostraciones de españolismo, ya que nuestra historia de escritores y periodistas no es otra cosa que la defensa constante, ferviente, apasionada, de la nacionalidad y de su enseña.

Acaso el capitán general de Cataluña, señor Bergés, ha dado una prueba más de que las cualidades estimables de su condición no se halla en la del mando en momentos y en comarcas donde hay que hacer pródigo despilfarro de discreción y de buen sentido. Los sucesos de la huelga general, la prolongación de esa huelga y las víctimas innecesarias que la huelga causó, habían hecho conocer que el capitán general de Cataluña, hombre indudablemente bien intencionado, carecía de los dones que son precisos para el Gobierno Su dictadura no ha sido otro resultado, que se conozca, que la prolongación de estas huelgas y los sucesos de ayer.

Es presumible que si las equivocaciones pasadas afianzaron a ese general en el mando de Cataluña, los errores últimos vincularán en su persona tan importante jefatura nacional. Pero dejemos aparte la oportunidad de las medidas por grande que sea el error; es mayor el crimen de los que se enfrentan a la Patria, silban a la bandera nacional y dan mueras a la nación española. La Lonja de Barcelona estaba ayer llena de gente: ¿quién ha protestado allí contra el atropello y contra la injuria? ¿Dónde estaban los es pañoles? ¿ Se habían declarado ausentes en la fiesta de la poesía catalana? El hecho ocurrido ayer en la Lonja catalana es de indudable gravedad. Es de. Su poner que el Gobierno hará ahora lo que hace siempre, remediar de cualquier modo el caso y añadir nuevos oprobios a los muchos que ha buscado ya allí para la autoridad nacional. Es de suponer también que el ministro de la Guerra y el dé la Gobernación se mantendrán en su habitual y beneficioso silencio, situación ventajosa y agradable. Las imprudencias? y los descuidos y las torpezas de las autoridades encuentran en ese silencio el mejor amparo. Nadie trata de obligar a los señores Moret y Weyler a que salgan de su actitud estática. ¿ Se hace ondear sin necesidad la bandera española? Nadie es responsable de ello. ¿Es atropellada esa bandera? Nadie es responsable de ese atropello.

Y ahora una pregunta: ¿Cuándo y dónde podrá celebrarse en Barcelona una fiesta regional bajo la insignia de la nación española?

El Imperial, 5 de mayo de 1902.

"Alma catalana" (Juan Maragall, 24 de enero de 1904)

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Agustín Querol, La nueva Cataluña

Alma catalana 

El alma de un pueblo es el alma universal que brota al través de un suelo. El alma catalana es pirenaica- mediterránea: los adustos Pirineos descienden en pétreo oleaje apaciguándose a medida que se aproximan al dulce mar latino, de claro horizonte: en el horizonte del mar hay las claridades de Italia, de Grecia. El alma catalana es adusta y clara.

La tierra catalana es dura, pero agradecida: así sus hijos aprenden a trabajarla por necesidad, y son estimulados por la recompensa: son acostumbrados al triunfo por el trabajo. Así su trabajo es alegre; trabajan cantando, y trabajando y cantando descienden al mar que les atrae con la promesa de nuevos triunfos y el eco de nuevos cantos. Así los catalanes son rudos y expansivos a un tiempo, porque aman la tierra y el mar; y hábiles para enriquecer el producto de la tierra propia y lo que el mar les trae de las aguas, y no saben servir ni mandar porque todos se sienten iguales para el triunfo por el trabajo directo; y cada uno se siente libre y siente libres a los demás, y todos orgullosos de su libertad, y tan celosos de ella, que repugnan cederla aun para la organización social, porque creyendo bastarse cada uno a sí mismo, no la sienten necesaria. Satisfacen mejor su sociabilidad donde menos atados se sienten por ella. Dentro de cada catalán hay un anarquista.

Son trabajadores esperanzados, y por esto poco contemplativos: si descansando miran al cielo, ven en el cielo un bello descanso extendido sobre el trabajo de la tierra, y no suelen preguntar qué hay más allá de las estrellas. Así su piedad es serena y confiada: confían en ese algo bueno que resplandece claramente en la tierra como en el cielo, y lo aman en proporción del bienestar íntimo que les procura; gustan de comprender hasta donde pueden comprender claramente, pero lo incomprensible no les atormenta: no son ambiciosos de lo absoluto. Suelen reír de lo que no entienden.

El catalán siente su alma, pero no siente el peso de su alma: y por esto le interesa más su historia que su filosofía, y ama su lengua más aún que su historia. De las artes goza sobre todas la música y el teatro, porque son directas, y no cabe engaño en ellas.

En todo es franco, y quiere franqueza. Es pronto en sus afectos, no los extrema: ni traidor, ni mártir. Su amor más constante es el de su libertad. La ha aprendido del mar y de las cimas de los montes.

He aquí el alma catalana: libertad.

Juan Maragall, Alma Española, Madrid, 24 de enero de 1904 Año II, número 12, página 6

Los catalanistas de Barcelona son atacados por los grupos del Partido Radical (La Veu de Catalunya, 20 de noviembre de 1905)

Los catalanistas de Barcelona son atacados por los grupos del Partido Radical.

"Salvaje agresión de los lerrouxistas.

Ya se tenían noticias de que Lerroux y sus súbditos no querían dejar acabar sin escándalo, o cosa peor, si podía ser, la fiesta del Banquete de la Victoria con que los catalanistas festejaban el triunfo de sus candidatos en Barcelona y demás pueblos catalanes en las últimas elecciones municipales. No obstante, no' ocurrió nada en el acto de la fiesta.

... Como la mayoría de los concurrentes vivían en la. ciudad vieja se formó espontáneamente en la Rambla de Cataluña un enorme grupo de personas que seguían todas el mismo camino, pero, sin que nadie hubiese intentado organizar manifestación de ninguna clase.

No obstante, el hecho de salir de una fiesta repleta de entusiasmo y el coincidir la manera de pensar de muchos de los allí reunidos fue causa muy lógica de que se dieran vivas a la autonomía y a Cataluña y, de vez en cuando, se cantara Els Segadors.

... al estar ante el chaflán de la "Unió", chaflán de la calle de Balmes y Ronda de la Universidad, los catalanistas cantaronEls Segadors y el presidente del "Aplec" (catalanista) se disponía a decir unas palabras de despedida cuando se vieron sorprendidos por gritos surgidos del lado donde está la "Fraternidad Republicana", gritos que eran insultos asquerosos propios de personas sin maneras ni vergüenza. Al mismo tiempo que los gritos cayeron sobre los catalanistas una lluvia de piedras y poco después se oyeron del mismo lado cinco o seis tiros de revólver.

Los jóvenes catalanistas, al verse acometidos de aquella manera tan salvaje y brutal, se arremolinaron en dirección a la calle de Pelayo, siguiendo la vía del ferrocarril. Los salvajes agresores huyeron también calle de Balmes arriba... satisfechos de la bárbara acción cometida, mostrándose indignos de formar parte de una ciudad civilizada."

La Veu de Catalunya, 20 de noviembre de 1905, página 2, col. 6.

Tensión entre el Ejército y los regionalistas vascos y catalanes (El Ejército Español, 23 de noviembre de 1905)

Tensión entre el Ejército y los regionalistas vascos y catalanes

"Bon cop de fals."

La sesión celebrada ayer en el Congreso, y en la que sé trató de los vergonzosos sucesos provocados por los separatistas catalanes, no correspondió a lo que de ella debía esperarse, y mucho, menos a la importancia de los hechos. Un diputado republicano, el señor Junoy, y un diputado carlista, el señor Lloréns, hablaron poniendo en sus discursos toda la indignación que, el espectáculo de la Patria herida en su dignidad santísima, amenazada, en su integridad intangible, produce a todos, los buenos españoles. El ministro de la Gobernación estuvo mal, débil, cómo si no. sintiera el patriotismo. Dos diputados regionalistas catalanes, sin llegar a los extremos de los separatistas, no hallaron tampoco la frase que convenía al momento para poner a la madre España, sobre sus pasiones¡ sobre sus ideas, sobre sus intereses. El señor Junoy y el señor Lloréns: ellos y sólo ellos fueron .ayer en el Congreso los defensores de los prestigios, de la Patria.

Y cuando el incidente, se dio por terminado, la impresión no pudo ser más desastrosa. Los que de patriotas se. precian esperaban algo más, mucho más, esperaban que del banco azul salieran acentos viriles proclamando castigos para los que se atrevan a insultar a España; esperaban que en plena sesión fuera destituido el alcalde de Barcelona, que cometió la imprudencia criminal de asistir al banquete del, domingo, cuya significación antipatriótica era perfectamente conocida. Esperaban también que de labios de ,los diputados regionalistas saliera enérgica la protesta condenatoria de los vergonzosos sucesos, la anatema lanzada contra los hijos espúreos de España que reniegan dé, su madre ?al eco de ese himno de odio imponente que se llama "Los Segadores". Y como nada de esto vieron, preguntábanse al salir de la sesión qué intereses pueden tener los partidos gubernamentales de la Monarquía en que cuando se trata de defender la Patria insultada y escarnecida no haya en las calles de Barcelona más que los republicanos, y un republicano y un carlista en el recinto del Congreso.

Por lo demás, nuestra opinión es conocida: Nosotros no hemos sido defraudados en esperanzas; porque jamás esperamos nada de las Cortes. El remedio contra las canallas separatistas está en el Ejército. A la debilidad de los Gobiernos que contemporizan con ellas debe oponerse la voluntad firmísima de los militares, que no pueden ni deben consentir esos, ultrajes a España.

Lícitas son todas las opiniones, aun las más absurdas, aun las que se presentan en la apariencia más perturbadora. Pero no la que va contra la Patria. La, Patria no puede ser atacada. La Patria es intangible, porque la Patria es todo: el aire que respiramos, la cuna de nuestros hijos, el sepulcro de nuestros padres. Ofender a la Patria es ofender a nuestra propia madre. El que deje insultar a España dejaría insultar a la mujer que le llevó en sus entrañas, y los militares, que por razón de su carrera están más obligados que los demás a tener el sentimiento de la Patria, no pueden ni deben tolerar que se la ofenda. Contra el extranjero que a ello se atreva está la guerra; contra el indigno español que cometa el crimen, la Ley. Si la Ley, por no haber previsto el caso no lo castiga, la iniciativa individual.

¿Quieren las Cortes suplir las deficiencias de las leyes? Pues que las reformen, pero no en seguida, en una sola sesión, por aclamación y sin debate. No se trata de ideas políticas ni de opiniones particulares, sino de algo que a todos es común, que es patrimonio de todos, que está bajo la salvaguardia de todos.

¿No lo hacen las Cortes? Pues entonces los militares solos.

Que todos se penetren de este deber en que están, y aislados, sin ponerse de acuerdo, o en grupo, como quiera que se encuentren, en dondequiera que oigan gritar muera España, ahoguen el grito criminal en la garganta que lo pronuncie, sin pensar en las consecuencias le pueda tener ese acto suyo. ¿Es que mueren? Pues habrán muerto por la Patria, cumpliendo el juramento que prestaron a su ingreso en el servicio. ¿Es que un Gobierno débil los castiga? Pues el castigo, en este caso sufrido por la Patria, será un honor para ellos y un laurel para sus banderas. Todo, todo, menos tolerar lo que. se está tolerando. Todo, todo menos permitir que la turba canallesca de hijos sin madre vocifere contra la que es madre, de todos los españoles.

Así lo entendieron hace algunos años unos cuantos militares de la guarnición de Bilbao. El hecho no puede haberse olvidado, porque nosotros lo recordamos con frecuencia.

Celebrábase la procesión cívica del Dos de Mayo en la invicta villa y los "biscaitarras" habían enarbolado su bandera a media asta en el círculo que tienen en aquella ciudad. Al pasar la procesión por delante del Círculo, un dignísimo coronel, hoy general, vio flotar la bandera insultadora y sintió como un latigazo en el rostro. "Arriba", dijo, y todos los jefes y oficiales que iban a su lado le entendieron. Arrebatados en un mismo sentimiento, salieron de la fila, subieron al Círculo "bizcaitarra", atropellaron a los socios que querían oponerse a su paso, se apoderaron de la bandera, la hicieron pedazos, que arrojaron por el balcón, y, bajando tranquilamente, después de vengada la injuria a España, volvieron a unirse el cortejo y la procesión siguió su marcha. Allí quedaron los pedazos de la bandera y los "bizcaitarras" aterrados. Sin atreverse ni a quejarse para evitar que volvieran los militares.

Desde entonces no se ha repetido la manifestación separatista en Bilbao.

Pues bien: la Patria en Barcelona es la misma que en Bilbao. Los militares de. una graduación son los mismos que los de otra; los separatistas catalanes están continuamente proclamando el "Bon cop, de fals" de sus segadores.

Muy bien. Aceptado. Que empiecen a segar los militares.

El Ejército Español, Madrid, 23 de noviembre de 1905, 1.ª pág., 1.ª col.

En plena anarquía militar (La Veu de Catalunya, Barcelona, 25 de noviembre de 1905)

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La Veu de Catalunya (1905)

En plena anarquía militar

Tenemos que dar cuenta a nuestros lectores, con la brevedad que nos permite el tiempo, de un acto inconcebible de salvajismo, sólo comparable a los que acaban de ocurrir en la derrota anarquista de Rusia,

Y este acto ha ocurrido, aunque parezca mentira en una ciudad civilizada.

A eso de las nueve de la noche se reunieron en la Plaza Real unos trescientos oficiales y jefes, todos de uniforme. La mayoría eran de, caballería. Por la calle de la Leona fueron a la imprenta del Cu-cut, calle de Aviñón. Armados de hachas, hundieron la puerta y una vez dentro destrozaron máquinas, cajas, papel, todo lo que quisieron.

Entonces se presentó el gobernador civil, al que los militares vitorearon.

El grupo, conjuntamente con el gobernador, se fue calle de Fernando abajo y Rambla arriba, dirigiéndose a la redacción del Cu-cut. Allí, a golpes de hacha, hundieron la puerta y entraron en su interior, repitiéndose en mayor escala los actos inauditos de vandalismo.

El gobernador civil hacia apartar a la gente e imponía silencio a los que protestaban. "Hemos de castigar con mano fuerte a los catalanistas", decía.

Una vez listos de allí los oficiales so dirigieron a la redacción de La Veu.

Como la puerta estaba cerrada, saltaron por el balcón y, a hachazos, rompieron los vidrios, entraron dentro al grito de " ¡Muera Cataluña! " y tiraron a la calle, muebles, libros, diarios y otros objetos, prendiéndoles fuego. También lo contemplaba el gobernador civil.

...Los oficiales, siempre acompañados del gobernador, fueron Rambla abajo y se metieron por la calle de Escudillers con intención de ir a la imprenta de La Veu. Pero los vecinos ya tenían conocimiento de los sucesos y se pusieron en actitud de defensa. Esto bastó para que los militares se retiraran, dirigiéndose al Gobierno Militar, donde dieron por terminada su "heroica" tarea.

Cada cincuenta años les llega a los pueblos días en que se necesita de la solidaridad nacional. Y esta ofensa a nuestro país la recordaremos y no la olvidaremos jamás. Veremos llegar los días en que se necesitará el amor de todos; veremos esos días en esta nación débil y ruinosa.

Entonces volverán a brillar las llamas de hoy y sentiremos el ardor de la sangre derramada.

Hoy hace falta serenidad.

Ya hablaremos. Vendrá el día en que el hecho de hoy caiga pesadamente sobre quienes lo han atizado y consentido.

La Veu de Catalunya, Barcelona, 25 de noviembre de 1905 (original en catalán), 1ª pág., 5.ª col.

Bien por el Ejército (El Ejército Español, Madrid, 27 de noviembre de 1905)

¡Bien por el Ejército!

No nos ha sorprendido lo ocurrido en Barcelona; lo esperábamos: es más, lo deseábamos, y los artículos que hemos publicado en estos últimos días, contestando a las provocaciones insensatas de la canalla catalanista, prueban fundadamente que teníamos confianza en la digna, en la caballerosa oficialidad que guarnece la capital de Cataluña.

Habían llegado ya las cosas al límite extremo de, lo imposible. No era posible tolerar más tiempo la vergonzosa actitud de aquella gentuza, ni el lenguaje de sus periódicos, libelos asquerosos que  deshonran la Prensa. Había que ahogar en las gargantas que los pronunciaban esos gritos de “¡Muera España!” con que la turba catalana escandalizaba los oídos de todos los buenos patriotas.

Las autoridades, que debieron poner coto a la vergonzosa propaganda, no lo hacían. Su pasividad  era criminal; era como una especie de complicidad con los malvados. Era preciso cortar de raíz la planta maldita. Y para ello nadie más obligado que el Ejército; el Ejército, que es la encarnación sublime y augusta de la Patria.

Y el Ejército ha respondido al fin. Ahora que las cosas han pasado como han pasado, y que todas las guarniciones laten al unísono de, la guarnición de Barcelona, podemos decir la verdad a nuestros compañeros: había ya quien se lamentaba de su pasividad, achacándola a indiferencia.

Nuestros artículos no eran sólo expresión de nuestros sentimientos, sino que en ellos recogíamos la opinión de, cuantos visten el uniformo, como la recogemos hoy para aplaudir el acto por ellos realizado, y que ha venido a decir una: vez más que la Patria no puede morir mientras cuente con el Ejército.

No importa que los resortes del mando se aflojen; no importa que los Gobiernos sean débiles y las autoridades, hechura de ellos, estén por bajo de su misión. Para sustituir a unos y a otros siempre que sea preciso salvar o proteger la Patria estará el Ejército dispuesto a dar su vida por el honor de la bandera.

¿A dar su vida? No. En este caso el riesgo no es grande Como mujerzuelas cobardes corrieron a esconderse ante la manifestación de los oficiales, todos esos de que en la impunidad escriben letreros que no responden y escriben mensajes asquerosos, en eso consumen todas sus energías. ¿Dónde estaban anteanoche todos esos segadores formidables y terribles, que no hacen más que amenazar ahuecando la voz cuando ven que no hay alrededor nadie dispuesto a hacerles tragar la letra y la música de su himno? "¡Bon cop de fals!", dicen, pero ahora las hoces han estado en poder de los oficiales, que no han necesitado usarlas.

Al solo resplandor de ellos desaparecieron los terribles segadores, y sólo quedó en su lugar, clavado en la punta de un sable, con la mueca insolente dibujada en sus muertos labios, el pelele representación del Cu-cut, símbolo de las aspiraciones separatistas en la ridícula bacanal a que han dado el pomposo título de "Banquete de la Victoria".

En nuestro último artículo lo decíamos: hay que aceptar las provocaciones. ¿Quieren siega los segadores? Pues aceptado. Que empiecen a segar los militares. Y han empezado, y al primer "cop de fals" se encuentran con que no tienen enemigo. Las altas mieses, no eran más que una ilusión. Allí no había más que el pobre pelele del Cu-cut.

La unanimidad con que todas las clases, todos los periódicos, aplauden el acto realizado por la oficialidad de Barcelona es su mayor elogio; es también el pleno reconocimiento de su necesidad. "¡Gracias a Dios!", dijeron las gentes al leer las primeras noticias.

Y los patriotas, que son todos los españoles, exhalaron un suspiro de satisfacción. La Patria había sido vengada. No habían quedado sin una digna respuesta las provocaciones catalanistas.

El acto es trascendentalísimo, como que marca el principio de una nueva era en la capital de Cataluña.

A los separatistas catalanes les dice que ya se ha acabado la época de las contemplaciones; que de hoy en adelante no se. podrá gritar "¡Muera España!" sin que el que lo grite sepa que es peligrosísimo el gritarlo.

A los Gobiernos les dice también que ha pasado la época en que puedan mostrarse débiles; que es preciso arrancar de raíz la semilla separatista que es preciso cueste lo que cueste.

Y a las Cortes les dice asimismo que si por imprevisión de los legisladores no hay leyes contra el separatismo, las hagan pronto, porque mientras tanto el Ejército aplicará la ley suprema, la que le dicta su inquebrantable amor a España, a España una e intangible.

El Ejército Español, Madrid, 27 noviembre 1905, 1ª pág., 1ª col.

Grupos de militares asaltan las redacciones del Cu-Cut y La Veu de Catalunya (El Imparcial, 27 de noviembre de 1905)

Grupos de militares asaltan las redacciones del Cu-cut, y La Veu de Catalunya.

Barcelona, 25 (5 tarde).- Anoche, a primera hora, gran numero de oficiales del Ejército, molestados por las caricaturas y artículos que publicaba la Prensa catalana, se reunieron en número de más de 200 en la Plaza Real; comenzaron a dar vivas a España Y desde allí marcharon a la imprenta del semanario catalanista Cu-cut. Sacaron todos los trastos y enseres que encontraron y gran cantidad de periódicos y les prendieron fuego formando una gran hoguera.

Desde allí marcharon a la calle del Cardenal Casañas, donde se encuentra la redacción del mismo periódico, y renovaron la escena sacando los muebles y prendiéndoles fuego, apaleando a los que encontraban dentro y obligándoles a gritar: " ¡Viva España! "

Los oficiales marcharon después a la Rambla de las Flores donde se encuentra el periódico La Veu. Entraron también en la redacción, sacaron gran cantidad de muebles y de Prensa, prendiéndoles fuego igualmente. En la redacción dieron varios sablazos, obligando a los que allí estaban a gritar " ¡Viva España!" Todo lo destrozaron, respetando sólo el escudo de Cataluña, diciendo que Cataluña era una provincia española.

De resultas de los sablazos que repartieron hay varios heridos. Uno de ellos grave. El gobernador militar, capitán general interino, acudió ante la redacción de La Veu, dirigiéndose a los oficiales y les obligó a que se retirasen al Gobierno militar. Se ha mandado instruir sumario, habiendo nombrado juez, especial al comandante señor Gotarredona.-Mencheta.

El Imparcial, 27 de noviembre de 1905.

Ley de jurisdicciones (23 marzo 1906)

1905cucut

¡Cu-Cut! (28 septiembre 1905)

La Ley de Jurisdicciones

(23 de Marzo de 1906)

Don Alfonso XIII, por la gracia de Dios y la Constitución Rey de España ;

A todos los que la presente vieren y entendieren sabed, que las Cortes han decretado y Nos sancionado lo siguiente :

Artículo 1.º El español que tomara las armas contra la Patria bajo banderas enemigas o bajo las de quienes pugnaran por la independencia de una parte del territorio español, será castigado con la pena de cadena temporal en su grado máximo a muerte.

Art. 2.º Los que de palabra, por escrito, por medio de la imprenta, grabado, estampas, alegorías, caricaturas, signos, gritos o alusiones, ultrajaren a la Nación, a su bandera, himno nacional u otro emblema de su representación, serán castigados con la pena de prisión correccional.

En la misma pena incurrirán los que cometan iguales delitos contra las regiones, provincias, ciudades y pueblos de España y sus banderas o escudos.

Art. 3.º Los que de palabra o por escrito, por medio de la imprenta, grabado u otro medio mecánico de publicación, en estampas, alegorías, caricaturas, emblemas o alusiones injurien u ofendan clara o encubiertamente al Ejército o a la Armada o a instituciones, armas, clases o cuerpos determinados del mismo, serán castigados con la pena de prisión correccional.

Y con la de arresto mayor en sus grados medio y máximo a prisión correccional en su grado mínimo, los que de palabra, por escrito, por la imprenta, el grabado u otro medio de publicación instigaren directamente a la insubordinación en institutos armados o a apartarse del cumplimiento de sus deberes militares a personas que sirvan o están llamadas a servir en las fuerzas nacionales de tierra o de mar.

Art. 4.º La apología de los delitos comprendidos en esta ley, y la de los delincuentes, se castigarán con la pena de arresto mayor.

Art. 5.º Los tribunales ordinarios de derecho conocer n de las causas que se instruyan por cualquiera de los delitos a que se refieren los artículos 1.º, 2.º y 4.º de esta ley, siempre que los encausados no pertenezcan al ejército de mar o de tierra y no incurrieren por el acto ejecutado en delito militar. De las causas a que se refiere el art. 3.º conocerán los tribunales del fuero de Guerra y Marina.

Cuando se cometieren al mismo tiempo dos o más delitos previstos en esta ley, pero sujetos a distintas jurisdicciones, cada una de éstas conocer del que le sea respectivo.

El párrafo 1.º del caso 7 º del art. 7 º del Código de Justicia militar y el número 10 del art. 7 º de la ley de organización y atribuciones de los tribunales de Marina quedan modificados en la siguiente forma :

a) Código de Justicia militar.

Art. 7 º Por razón del delito la jurisdicción de guerra conoce de las causas que contra cualquier persona se instruyan por...

Séptimo : los de atentado o desacato a las autoridades militares, los de injuria y calumnia a éstas y a las corporaciones o colectividades del Ejército, cualquiera que sea el medio empleado para cometer el delito, con inclusión de la imprenta, el grabado u otro medio mecánico de publicación, siempre que dicho delito se refiera al ejercicio de destino o mando militar, tienda a menoscabar su prestigio o a relajar los vínculos de disciplina y subordinación en los organismos armados, y los de instigación a apartarse de sus deberes militares a quienes sirvan o están llamados a servir en aquella institución>>.

b) Ley de organización y atribución de los tribunales de Marina :

Art. 7.º Por razón del delito conocer la jurisdicción de Marina en las causas que contra cualquier persona se instruyan por los siguientes :

Art. 10. Los de atentado y desacato a las autoridades de Marina, los de injuria y calumnia a éstas o a las corporaciones o colectividades de la Armada, cualquiera que sea el medio empleado para cometer el delito con inclusión de la imprenta, el grabado u otro medio mecánico de publicación que dicho delito se refiera al ejercicio del destino o mando militar, tienda a menoscabar su prestigio o a relajar los vínculos de disciplina y subordinación en los organismos armados. y en los de instigación a apartarse de sus deberes militares a quienes sirvan o están llamados a servir en las fuerzas navales.

Art. 6.º En las causas que según esta ley corresponda instruir y fallar a los tribunales ordinarios de derecho el fiscal no podrá pedir el sobreseimiento sin previa consulta y autorización del fiscal del Tribunal Supremo. Tampoco podrá retirar la acusación en el juicio oral sino en escrito fundado, previa consulta y autorización ( si no asistiese al acto) del fiscal de la Audiencia respectiva. En los casos en que habiendo sostenido la acusación la sentencia sea absolutoria, deber preparar el recurso de casación.

Art. 7º Practicadas las diligencias precisas para comprobar la existencia del delito, sus circunstancias y responsabilidad de los culpables, se declarará concluso el sumario, aunque no hubiese terminado la instrucción de las piezas de prisión y de aseguramiento de responsabilidades pecuniarias, elevándose la causa a la Audiencia, con emplazamiento de las partes por término de cinco días.

La Sala continuará la tramitación de dichas piezas si no estuvieren terminadas.

Art. 8º Confirmado, si así procede, el auto de terminación de sumario, se comunicará la causa inmediatamente por tres días al fiscal, y después por igual plazo al acusador privado si hubiere comparecido.

Una y otro solicitarán por escrito el sobreseimiento, la inhibición o la apertura del juicio. En este último caso formularán además las conclusiones provisionales y articularán la prueba de que intenten valerse. El plazo de tres días concedido al ministerio fiscal sólo se suspenderá a instancia de éste, cuando se eleve consulta al fiscal del Tribunal Supremo sobre la procedencia de la pretensión de sobreseimiento y hasta que la consulta sea resuelta.

Art. 9º El término para preparar el recurso de casación por infracción de ley será el de tres días, contados desde el siguiente al de la notificación de la sentencia.

El recurso de quebrantamiento de forma se interpondrá en el mismo plazo, y en su caso, a la vez que se anuncie el de infracción de ley.

Dentro del término de emplazamiento, que será de diez días, se interpondrá el recurso por infracción de ley si estuviera anunciado o preparado. Ambos recursos, si se hubieran interpuesto, se sustanciarán conjuntamente en el Tribunal Supremo, y los autos se pondrán de manifiesto a las partes en dos traslados que procedan. El Tribunal Supremo sustanciará y resolverá estos recursos con preferencia a los demás, excepto los de pena de muerte, aun cuando sea en el período de vacaciones.

Art. 10º Dentro de los cinco días siguientes al de haberse puesto en ejecución la sentencia. en caso de condena, o de ser firme la sentencia absolutoria, el Tribunal remitirá los autos originales a la Inspección especial de los servicios judiciales, a fin de que ésta los examine y manifieste por escrito. dentro de cinco días, a la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo, cuanto se le ofrezca sobre regularidad en el funcionamiento de los juzgados y tribunales, que hayan intervenido en cada proceso, observancia de los términos y conducta del personal de justicia. En su vista, dicha sala tomará las determinaciones que estime convenientes dentro de sus facultades, provocará la acción de los presidentes de los tribunales y de sus salas de gobierno para el ejercicio de sus respectivas atribuciones y expondrá al gobierno lo que además estime procedente.

Art. 11º Los procesos sobre delitos definidos en esta ley para cuya perpetración se haya utilizado la imprenta, el grabado u otro medio mecánico de publicidad, se dirigirán, cualquiera que sea la jurisdicción que de ellos conozca, contra la persona responsable, guardando el orden que establece el artículo 1.º del Código Penal.

Para este efecto y los del art. 14 del Código Penal, los senadores o diputados mientras el respectivo cuerpo colegislador no haya dejado expedita la acción judicial, serán equiparados a los exentos de responsabilidad criminal.

Los procedimientos para la persecución de los delitos a que se refieren los arts. 2.º, 3.º y 4.º de esta ley sólo podrán incoarse dentro de los tres meses después de la fecha de su comisión.

Se entenderán sujetos a esta ley los impresos comprendidos en los artículos 2.0 y 3.0 de la ley de Policía de imprenta con excepción de los libros.

Art. 12. Cuando se hubiesen dictado tres autos de procesamiento por delitos de los definidos en esta ley y cometidos por medio de la imprenta, el grabado o cualquiera otra forma de publicación o en asociaciones. por medio de discursos o emblemas, podrá la Sala Segunda del Tribunal Supremo, a instancia del fiscal del mismo, y sea cualquiera la jurisdicción que haya conocido de los procesos, decretará la suspensión de las publicaciones o asociaciones por un plazo menor de sesenta días, sin que sea obstáculo al ejercicio de esta facultad el que se promueva cuestión de competencia después de dictado el tercer procesamiento.

Si se hubieren dictado tres condenas por los expresados delitos, cometidos en una misma asociación o publicación, la propia Sala Segunda del Tribunal Supremo, a instancia del fiscal del mismo, y sea cualquiera la jurisdicción que haya conocido de los procesos, podrá decretar la disolución o la supresión, respectivamente, de aquéllas.

La sustanciación para acordar la suspensión y supresión a que se refieren los dos párrafos precedentes se sujetará a la forma establecida para el recurso de revisión en el art. 959 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.

Art. 13. En todo lo que no sea objeto de disposición especial de esta ley se estará respectivamente a lo preceptuado en el Código Penal, en la ley de Enjuiciamiento Criminal del fuero ordinario y en las leyes penales y de procedimientos del fuero de Guerra y del de Marina.

Art. 14. Quedan derogadas todas las disposiciones penales y de procedimiento en cuanto se opongan a lo preceptuado expresamente en la presente ley.

Art. 15. La presente ley se aplicará en todas sus partes desde el día siguiente de su inserción en la Gaceta.

Por tanto:

Mandamos a todos los tribunales, justicias, jefes, gobernadores y demás autoridades, así civiles como militares y eclesiásticas de cualquier clase y dignidad, que guarden y hagan guardar, cumplirá y ejecutará la presente ley en todas sus partes.

Dado en Palacio a veintitrés de marzo de mil novecientos seis. Yo el REY.

El Presidente del Consejo de Ministros, Segismundo Moret.

La nacionalidad catalana (Enric Prat de la Riba, 1906)

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Enric Prat de la Riba

La Nacionalidad catalana
(1906)

Nación y nación catalana

[...] Pero nosotros no dudábamos, no. Nosotros veíamos el espíritu nacional, el carácter nacional, el pensamiento... nacional; veíamos el Derecho, veíamos la lengua; y de lengua, Derecho y organismo, de pensamiento y carácter y espíritus nacionales, extraíamos la Nación, esto es, una sociedad de gente que hablan una lengua propia y tienen un mismo espíritu que se manifiesta desnudo y característico por debajo de la variedad de toda la vida colectiva.

Y veíamos más: veíamos que Cataluña tenía lengua, Derecho, arte propios; que tenía un espíritu nacional, un carácter nacional, un pensamiento nacional; así pues Cataluña era una nación. Y el sentimiento de patria, vivo en todos los catalanes, nos hacían sentir que patria y nación eran una misma cosa, y que Cataluña era nuestra nación como también nuestra patria.

Si ser patria, si ser nación era tener una lengua, una concepción jurídica, un sentido propio del arte, si era tener espíritu, carácter, pensamiento nacionales, la existencia de la nación o de la patria era un hecho natural como la existencia de un hombre, independientemente de los derechos que le fueran reconocidos. [ ...]

La nación era nación aunque las leyes la sujetaran, como al esclavo romano, a otra nación, a la nación oficial, la nación privilegiada. El hombre era hombre aunque por ley no lo fuera; la nación es nación aunque por ley no lo sea. [...]

La Nación y el Estado

De esta manera, desaparecían en nuestro espíritu las confusiones que la imprecisión del lenguaje utilizado por todo el mundo hacían nacer en él.

El Estado quedaba en su fundamento diferenciado de la Nación, porque el Estado era una organización política, un poder independiente en el exterior, supremo en lo interior, con abundancia material de hombres y dinero para mantener su independencia y su autoridad. No podía identificarse uno y otro como se hacía casi siempre, incluso por los mismos patriotas catalanes que hablaban o escribían nación catalana con el sentido de Estado catalán independiente.

Polonia, Hungría, Grecia eran ejemplos contemporáneos que nos lo confirmaban. Polonia, al ser desmembrada, había perdido la organización política independiente, había dejado de ser un Estado; pero no había perdido la lengua, no había perdido el espíritu nacional, fuente fecunda de su individualidad. Grecia, antes de emprender la lucha heroica contra los turcos que la esclavizaban, tenía la misma lengua, el mismo espíritu nacional que pudo manifestar más libremente, cuando se constituyó en Estado. Y en nuestra casa nos encontrábamos con lo mismo. Cataluña siguió siendo Cataluña tras siglos de haber perdido el gobierno de sí misma.

Así llegamos a la idea clara y límpida de nacionalidad, a la concepción de esta unidad social, primaria, fundamental, destinada a ser en la sociedad mundial, en la Humanidad, lo que es el hombre para la sociedad civil.

Las relaciones de la Nación con el Estado, la tendencia de cada nación a tener un Estado propio que traduzca su criterio, su sentimiento, su voluntad colectiva; la anormalidad morbosa de vivir sujeta al Estado, organizado, inspirado, dirigido por otra nación; el derecho de toda nación a constituirse en Estado; la determinación del dominio propio del Estado nacional y del propio del Estado federal en las federaciones o Estados compuestos, todo manaba naturalmente: sólo hacía falta relacionar la nueva concepción con los principios de la ciencia política. […]

El espíritu nacional

Todas las escuelas y todas las corrientes científicas que, abandonando abstracciones artificiosas, volvían los ojos a la realidad y estudiaban directamente las sociedades tropezaban en seguida con lo mismo: todas encontraban finalmente una fuerza desconocida y poderosa que era la misma fuerza que aparecía engendrando el Derecho, la que hacía nacer las lenguas y las marcaba con un sello característico, la que creaba un arte original, la que hacía circular calor de vida por los tejidos del organismo social. Unos la llamaban "el alma del pueblo" otros " conciencia pública", muchos " espíritu nacional".

Los discípulos de Herbart, fundador de la psicología moderna, se encargaron de la bella tarea de estudiar el espíritu de las naciones y fundaron la Volkerpsychologie, o psicología de los pueblos, ciencia dirigida a estudiar el alma de las razas.

Los pueblos, según esta gran escuela, son principios espirituales. En vano se querrá dar una definición geográfica etnográfica o filológica.

El ser y la esencia del pueblo están, no en las razas ni en las lenguas, sino en las almas. La nacionalidad es, por lo tanto, un Volkgeist, un espíritu social o público.

ENRIC PRAT DE LA RIBA: La nacionalitat catalana. Ed. 62 i "la Caixa" págs.48-50, 80-81. (Traducción: Alegría Roig).

"Genesis del nacionalismo" (La Nacionalidad catalana, Enric Prat de la Riba, 1906)

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Enric Prat de la Riva

Genesis del nacionalismo

En medio de la revuelta incoherencia del movimiento catalán, marchaba siempre con paso firme y orientación segura un grupo de catalanes, pequeño al principio, como hilo de agua al iniciarse el deshielo, que murmuraba palabras extrañas, incomprendidas en el tráfago de nuestra sociedad. Eran los románticos, los sentimentales, los que reían y lloraban, eran los que amaban. Y el amor no se engaña nunca; por eso no se engañaron. En torno de ellos, políticos y abogados decían, que si provincialismo, que si descentralización, que si federalismo o regionalismo; ellos repetían humildemente la palabra del día, pero dentro de esa palabra ponían siempre lo mismo, ponían Cataluña.

Eran los enamorados de la lengua catalana, que lloraban humillada y maltrecha, de aquella lengua que buscaban amorosamente por valles y montañas, escudriñando la memoria del pueblo y las obras de las generaciones pasadas; eran los pacientes deletreadores de pergaminos, orientados siempre hacia el pasado, donde veían una Cataluña libre, fuerte, grande; eran los copiadores de canciones, los registradores de piedras viejas, los fervientes adoradores de catedrales y monasterios, buscadores del oro puro de la tradición catalana.

Los unos decían que la lengua era la Patria y la proclamaban reina, y nos la mostraban cubierta con un manto de pueblos, cortados por la espada del gran rey Jaime I; otros decían que lo que hace a los pueblos es la historia y nos recordaban los buenos tiempos de la nación catalana; otros querían que fuese la literatura, el arte, las costumbres... Y todos tenían razón, y todos a la vez.

De sus cantos y pergaminos, infolios, colecciones y fotografías iba surgiendo la afirmación del ser de Cataluña. Pero no era bastante. La obra era incompleta. El ser de Cataluña seguía pegado como los pólipos del coral al ser castellano. Era una unidad, pero no se percataban de que estuviese separada de las demás. No veían la separación, no la sentían. La fuerza del hábito, del ambiente y de la educación, formaban en el espíritu de muchos de ellos un sedimento extraño, una segunda naturaleza, superpuesta, de elementos exóticos, que les privaba de ver, con toda claridad, la obra propia, los propios sentimientos. Lloraban los males de la lengua catalana y en su casa hablaban el castellano; enviaban a los Juegos Florales hermosas composiciones maldiciendo trágicamente los males de Cataluña, y fuera del recinto de los Juegos ya no se acordaban de Cataluña y se ligaban con sus enemigos, con los que la dominaban; el Estado existía en su alma, como existía en la de los políticos regionalistas del mismo tiempo, no como un Estado, sino como una realidad social o étnica viva, cuya verdadera sustancia era la modalidad étnica castellana.

Había que acabar de una vez con esa monstruosa bifurcación de nuestra alma, había que saber que éramos catalanes y que no éramos más que catalanes, sentir lo que no éramos para saber claramente, hondamente, lo que éramos, lo que era Cataluña. Esta obra, esta segunda fase del proceso de nacionalización catalana, no la hizo el amor, como la primera, sino el odio.

Ya muchas veces, desde los primeros movimientos del alma catalana renaciente, los transportes de adoración iban acompañados de reproches a los causantes de las desgracias de la Patria, de cargos embozados, de inocentes amenazas, y con los años fue predominando esta nota. La obra de reconstrucción tropezaba siempre con el mismo obstáculo, los males de Cataluña venían siempre del mismo sitio; se tocaron y repasaron todas las paredes de la prisión y estalló potente, exaltada, vibrante la protesta. La fuerza del amor a Cataluña, al chocar contra el obstáculo, se transformo en odio, y dejándose de odas y elegías a las cosas de la tierra, la musa catalana, con trágico vuelo, maldijo, imprecó, amenazó (1). La reacción fue violenta: con esa justicia sumaria de los movimientos colectivos, el espíritu catalán quiso resarcirse de la esclavitud pasada, y no nos contentamos con reprobar y condenar la dominación y los dominadores, sino que, tanto como exageramos la apología de lo nuestro, rebajamos y menospreciamos todo lo castellano, a tuertas y a derechas, sin medida.

Pero de esta afirmación y de esta negación surgió bien definida Cataluña, no en sus contornos físicos como entidad territorial, pero sí en su fisonomía moral, en su ser psicológico. La obra de aquellos hombres no fue una teoría, ni una doctrina, ni siquiera un programa; fue un sentimiento de Patria, el catalanismo, que contenía, como la semilla contiene el árbol, el programa y la doctrina y la teoría. Sólo faltaba nueva tierra para plantarla, y nosotros vinimos a darle nuestros corazones, vírgenes de todo otro sentimiento y nuestros cerebros sedientos de nueva luz.

Esta es la filiación de nuestra doctrina. No son los equilibrios más o menos ingeniosos del federalismo; no son vagas descentralizaciones de que tanto se nos da; no son la bondad y la belleza de nuestras costumbres, ni las ventajas de nuestro derecho, ni las virtudes y el valor de nuestra lengua; no son los anhelos de buen gobierno y de administración civilizada. Es Cataluña, es el sentimiento de Patria catalana. Ser nosotros, ésta era la cuestión. Ser catalanes.

Es claro que hay un nexo íntimo entre el catalanismo y esas tendencias y doctrinas que le han acompañado y con las que tantas veces se han confundido y disimulado. Cuando sube un hombre, suben con él familia, amigos, pueblo; cuando se remueven las entrañas de la tierra para parir una montaña, crujen y se dislocan las capas geológicas que la cubren, y con la nueva montaña suben y se elevan hacia las nieves perpetuas. Así, una verdad, una gran verdad, y ésta lo es étnica, moral, social, jurídica, económica, arrastra con ella todo un sistema de verdades secundarias, satélites del nuevo astro, que le acompañan en su revolución.

Descentralización, self-government, federalismo, Estado compuesto, autonomismo, particularismo, suben con el astro nuevo, pero no lo son. Una Cataluña libre podría ser uniformista, centralizadora, democrática, absolutista, católica, librepensadora, unitaria, federal, individualista, estatista, autonomista, imperialista, sin dejar de ser catalana. Son problemas interiores que se revuelven en la conciencia y en la voluntad del pueblo, como sus equivalentes se resuelven en el alma del hombre, sin que hombre ni pueblo dejen de ser el mismo pueblo por el hecho de atravesar esos estados diferentes.

No es cuestión de buen gobierno ni de administración; no es cuestión de libertad ni de igualdad; no es cuestión de progreso ni de tradición: es cuestión de Patria. Esta es la gran enseñanza que sacamos de aquellos hombres, la piedra angular del edificio que íbamos a levantar.

Por eso, ahora que tremolamos al viento la bandera desplegada, en este momento de plena definición del ideal antes borroso, me complazco en declarar muy alto desde estas páginas, que sus poesías, sus obras, sus sueños y fantasías nos han formado; me complazco en bajar la cabeza ante los videntes, los poetas, los escudriñadores de archivos e investigadores de ruinas, que nos han dado a nosotros, los sociólogos y los políticos, todo lo que necesitábamos y lo único que necesitábamos: el alma de Cataluña.

Paralelamente a esta corriente había ido creciendo otra: la adhesión a nuestro derecho civil. Las invasiones del derecho castellano promovieron una reacción, cada vez mas vigorosa, a favor de nuestras leyes. Se exponían sus excelencias, se anotaban las apologías de la escuela positivista de Le Play sobre nuestra organización familiar, se vindicaba el hereu, se ponía de relieve la misión económica y el valor social de la enfiteusis, se exaltaba con entusiasmo la libertad de testar...

Y al defender el derecho catalán, había que estudiar y defender el derecho romano que lo íntegra, y la consideración e investigación de la obra jurídica de aquel gran pueblo, llevó a nuestros jurísconsultos insensiblemente, naturalmente, suavemente, a la escuela de los romanistas alemanes, a la famosa escuela histórica.

Al calor de esta escuela, en la forma característica catalana que recibió de Permanyer y Tuyets y de Durán y Bas, se hizo nuestra educación jurídica. Nos hablaban del derecho como de una cosa viva, que va produciendo la conciencia nacional, espontáneamente, por una evolución constante; nos decían que el derecho como la lengua, son manifestaciones del mismo espíritu nacional. No sabíamos, no nos explicábamos qué era ni Como era ese espíritu nacional, pero lo adivinábamos. El derecho de Cataluña, aquel derecho vivo, la Historia nos enseñaba que solo era una rama del derecho total de Cataluña; Cataluña tenía un derecho propio; Cataluña tenía una lengua propia; Cataluña, pues, tenía ese espíritu nacional misterioso que al correr de los siglos va engendrando y renovando el derecho y la lengua.

Y entonces ahondaban en nuestro espíritu, para encontrarse, las dos ideas madres de nuestra formación intelectual y sentimental. Ese espíritu nacional sacado de la escuela, se juntaba con el sentimiento de Patria despertado por los historiadores y los poetas. Los historiadores nos hablaban de la Nación catalana, los poetas de Patria, los juristas de espíritu nacional y todos querían decir lo mismo: Cataluña, Patria, Nación, Cataluña...

Pero ¿qué era el espíritu nacional, qué era la Nación? Sentíamos la Patria pero no nos explicábamos su fórmula intelectual, Nación. Leíamos que era un organismo, y esta metáfora que, por todas partes nos encontrábamos, precisaba nuestras ideas, nos marcaba fuertemente la personalidad de la Nación, como entidad absolutamente separada y diferente, pero no nos decía lo que buscábamos.

Los historiadores del arte nos hablaban del carácter nacional como de una gran fuerza moldeadora de las obras de los artistas, del carácter nacional que buscaban en las capas más hondas, más fuertes, más permanentes de las formaciones humanas, por debajo de las modas que pasan, de la historia que muda, de las civilizadores que caen... Y nosotros recordábamos las frases de nuestros arqueólogos sobre el arte de Cataluña y sentíamos que también esa fuerza misteriosa actuaba desde las raíces de nuestra tierra, al lado de aquel espíritu nacional de los juristas y nos preguntábamos si serían la misma fuerza.

Y viene, entonces, un gran pensador y nos enseña que Cataluña no solamente tiene una lengua, un derecho, un espíritu y un carácter nacionales, sino que tiene también un pensamiento nacional, y va pasando por delante de nuestros ojos un rosario de grandes hombres de nuestra tierra y en cada uno nos hace ver cómo traduce y actúa algo común permanente, desconocido, semejante al espíritu nacional que engendra el derecho y la lengua, semejante al carácter nacional que transpira en las obras de los artistas (2).

Bien claramente dibujaba todo esto en nuestra alma la concepción nueva. Pero nos extrañaba que el conjunto, la síntesis que veíamos hecha no la viesen también los mismos que nos la presentaban. Y no la veían. En todos ellos, al lado del pensamiento capital que recogíamos como oro fino, encontrábamos la tierra que le cubría, resto de las construcciones que ellos mismos derribaban. Probábamos, a veces, ponerlos ante el espejo de nuestra lógica que reflejaba el conjunto de la obra realizada, y no la reconocían.

Pero nosotros no dudábamos, no. Nosotros veíamos el espíritu ,nacional, el carácter nacional, el pensamiento nacional; veíamos el derecho, veíamos la lengua; y de lengua, derecho y organismo, de pensamiento y carácter y espíritu nacionales sacábamos la Nación, es decir, una sociedad de gentes que hablan una lengua propia y tienen un mismo espíritu que se manifiesta uno y característico bajo la variedad de toda la vida colectiva.

Y veíamos más: veíamos que Cataluña tenía lengua, derecho, arte propios; que tenía un espíritu nacional, un carácter nacional, un pensamiento nacional: Cataluña era, pues, una Nación. Y el sentimiento de Patria, vivo en todos los catalanes, nos hacía sentir que Patria y Nación eran una misma cosa y que Cataluña era nuestra Nación, igual que nuestra Patria,

Si ser Patria, sí ser Nación era tener una lengua, una concepción jurídica, un sentido del arte propio, si era tener espíritu, carácter, pensamiento nacionales, la existencia de la Nación o de la Patria era un hecho natural, como la existencia de un hombre, independiente de los derechos que le fuesen, de hecho, reconocidos. El esclavo romano era hombre, aunque por las leyes de su tiempo fuese una cosa en manos de otro hombre, del hombre oficial que las leyes reconocían. La Nación era Nación aunque las leyes la tuvieran subyugada, como el esclavo romano, a otra Nación, a la Nación oficial, la Nación privilegiada. El hombre era hombre, aunque para la ley no lo fuese; la Nación es Nación aunque para la ley no lo sea.

De esta manera se disipaban en nuestro espíritu las confusiones que la imprecisión del lenguaje usado generalmente por todos, hacía nacer.

El Estado quedaba fundamentalmente diferenciado de la Nación, porque el Estado era una organización política, un poder independiente en el exterior, supremo en el interior, con fuerza material de hombres y de dinero para mantener su independencia y su autoridad. No podía identificarse el uno con la otra como se hacía casi siempre, hasta por los mismos patriotas catalanes que decían o escribían Nación catalana en el sentido de Estado catalán independiente. Polonia, Hungría, Grecia, eran ejemplos contemporáneos que nos lo confirmaban. Polonia, al ser descuartizada, había perdido la organización política independiente; había dejado de ser un Estado, pero no había perdido la lengua, no había perdido el espíritu nacional, germen fecundo de su individualidad. Grecia, antes de emprender la lucha heroica contra los turcos que la esclavizaban, tenía la misma lengua, el mismo espíritu nacional que pudo más libremente manifestar, una vez conseguida su independencia, una vez constituida en Estado. Y en nuestra misma casa nos lo encontrábamos: Cataluña siguió siendo Cataluña siglos después de haber perdido el gobierno de sí misma.

Así llegamos a la idea clara y neta de nacionalidad, a la concepción de esa unidad social, primaria, fundamental, destinada a ser en la sociedad mundial, en la humanidad, lo que es el hombre para la sociedad civil.

Las relaciones de la Nación con el Estado, la tendencia de cada Nación a tener un Estado propio que traduzca su criterio, su sentimiento, su voluntad colectiva; la anormalidad morbosa de vivir sujeta al Estado, organizado, inspirado, dirigido por otra Nación;. el derecho de cada Nación a constituirse en Estado; la determinación del dominio propio del Estado nacional y del propio Estado federal en las federaciones o Estados compuestos, todo brotaba naturalmente: sólo faltaba relacionar la nueva concepción con los principios de la ciencia política.

¿Cómo fue surgiendo esta concepción, cómo, de que manera fue manifestándose y desarrollándose?

1 El discurso de Guimerá en los Juegos Florales de 1889, señala el momento culminante de esta fase

2 La Tradició Catalana. Estudio del valor ético y racional del regionalismo catalán, por Joseph Torras y Bages, presbítero, 1892. En 1896 se hizo una segunda edición adicionada con un notable prólogo del propio autor.

Enric Prat de la Riva, La Nacionalidad catalana (1906) [trad. de Antonio Royo Villanueva, Alianza Editorial, 1987]

"La Idea de la nacionalidad" (La Nacionalidad catalana, Enric Prat de la Riba, 1906)

La Idea de la Nacionalidad

Las diferentes teorías sobre la nacionalidad, vistas de lejos, observando su conjunto de una sola mirada, pierden la aspereza del aislamiento; su individualidad se borra para dar vida a un sistema orgánico de grandes corrientes ideológicas, que empalman con las de la ciencia y dan vida y relieve a la fórmula o noción más exacta de la nacionalidad.

El materialismo del siglo XVIII, preparado por el escepticismo lleno de bonhomie de los grandes escritores de los siglos XVI y XVII, es la fuente de la primera de estas grandes corrientes de ideas. Cuando imperaba en filosofía el sensualismo de Locke y Condillac y en el derecho el legalismo cesarista de los romanistas y el utilitarismo de Bentham, y comenzaba el ciclo grandioso de las invenciones mecánicas y crecían, a paso de gigante, las ciencias de observación de la naturaleza física, era lógico y natural que la vieja idea de la influencia del ambiente material sobre el hombre, sostenida siempre desde Aristóteles a Egidio Romano y a Ben Jaldum, desde Huarte a Montesquieu, fuese elevada al extremo a que la elevó Herder cuando decía: dadme la estructura de un país y yo os diré su historia. "Antes de que en el mundo hubiese pasado nada —añadía— las cadenas de las montañas, los pliegues del terreno, las corrientes de los ríos y de los arroyos marcaban ya con líneas imborrables la fisonomía futura de la historia. Que una de estas comarcas cambie de forma, que aquí avance un estrecho, que mas allá se abra un canal: los progresos y la ruina del mundo, la suerte de los pueblos y de los Estados, en el transcurso de los siglos recorrerán muy diferentes trayectorias." La acción del clima sobre el hombre, atraía también los entendimientos, y la veían tan poderosa que, según unos, penetra y modifica la naturaleza orgánica, según otros, transforma la configuración del cuerpo, los modos de vivir, los placeres, las ocupaciones, hasta el alma misma de los pueblos. Una vez dado el impulso, la influencia del ambiente físico fue la causa de todo: de la libertad y de la tiranía, del valor y de la cobardía, del espíritu. de conquista y dominación, de la organización de la familia y demás instituciones jurídicas, del espíritu progresivo o el de rutina, de los caracteres y especialidades de las lenguas, de la fisonomía característica del arte, de la orientación de la literatura, en una palabra, de la vida social entera.

Con esta gran corriente se enlazan todas las utopías de los límites o fronteras naturales, de las unidades geográficas circunscritas a veces por el curso de los ríos, otras, por cadenas de montañas, según convenía a la concupiscencia de los conquistadores o de los tiranos: vieja concepción nacida en las tradiciones de la administración romana, resucitada en la época moderna con tantas otras cosas de la civilización pagana, por los aprendices de Cesar que ocupaban los tronos de Europa y por los estadistas y escritores que les ayudaban. Todos buscaban los límites naturales de los pueblos en las lindes de las grandes provincias o prefecturas romanas, las unidades territoriales por excelencia: Galicia, Italia, Britania, Hispania.

Pero los adelantos de las investigaciones geográficas, bien pronto evidenciaron que a todos esos territorios les faltaba en absoluto la unidad de terreno, de estructura, de clima, y demás condiciones de esta índole, indispensables para constituir lo que alguien ha llamado nacionalidad geográfica. Por eso la crítica se apartó de esas falsas concepciones y, buscando la unidad geográfica verdadera, fue a parar a la conclusión radical de Odyseo Berot: la nacionalidad es una cuenca hidrográfica, fórmula postrera y más científica de este movimiento ideológico que afirma la existencia de numerosas nacionalidades dentro de los Estados modernos de Europa.

Al mismo tiempo que esta corriente materialista hacía al hombre esclavo del fatalismo de la naturaleza física, el idealismo abstracto y generalizador que en el siglo XVIII y principios del XIX llegó a la cima de su esplendor con el triunfo del doctrinarismo apriorista de la Revolución francesa, verdadero apogeo del renacimiento del cesarismo latino, provoco una reacción vigorosa, que iniciada ya tiempo atrás por los estudios de algunos insignes pensadores, recibió el impulso decisivo con la gran revolución romántica, poderoso cambio de ideas y sentimientos, admirable por su fecundidad, por la universalidad de su influencia y por la gran variedad de matices que la formaban. La gente de Europa se sintió, de pronto, fatigada de pasear el espíritu por los pórticos de la civilización grecolatina; el peso del convencionalismo clásico le oprimía el alma, la frialdad del artificio le Regaba al corazón: como mujer histérica, tan pronto sentía grandes ansias de reír, como deseo invencible de llorar, y de este estado de espíritu, de este sentimentalismo enfermizo en que le sorprendió la conmoción de 1790, nació la añoranza del pasado, la nostalgia de la vida de las primeras centurias, la sed de sumergir otra vez su espíritu en la misteriosa idealidad de los templos góticos, en que se paseaba de niña, de transitar por los patios y las salas de los castillos señoriales, de hablar las lenguas populares que entonces se hablaban, de tratarse con gentes como los rústicos soldados de entonces, toscos pero sencillos, duros pero espontáneos, ignorantes pero hombres, no figuras de salón montadas para hacer genuflexiones y cortesías, como los huéspedes de la Corte de Versalles.

La sociedad sentía la nostalgia de la fuerza, de la vida que vuelve y rebosa, y como la vida es realidad, detrás de los poetas del romanticismo vinieron los hombres de ciencia, detrás de Chateaubriand que se complace en pintar la Francia de Clodoveo, Thierry, el historiador artista que se siente de momento herido por la intuición del papel de las razas en la vida de los pueblos, y se eleva a la concepción etnológica de la historia, detrás de Herder, la pléyade de los folkloristas, y después los jurisconsultos y los gramáticos y los filólogos.

Al principio se miró el hombre exterior: el traje, el color de los ojos y del cabello, el tono de la piel, la ferocidad o dulzura de la mirada, todos los detalles etnográficos que dan la visión exacta, pero externa no más, de los hombres y de las razas. Por aquí se empezó, pero en seguida se quiso saber algo más íntimo: cuando la fisiología hacía tan admirables progresos y el estudio del organismo había engendrado los extremos del sistema de Gay y de los frenólogos, era imposible que no se dedicasen los investigadores a medir las dimensiones del cráneo y a fijar su configuración, a precisar el ángulo encefálico, a determinar la alzada y demás circunstancias del esqueleto de las razas, consideradas como variedades fisiológicas de la especie humana.

He aquí la gran corriente antropológica, por tantos tropiezos retrasada y por tantos prejuicios y errores desnaturalizada. Hoy comienza a entrar en su círculo propio, después de haber querido invadir tierras que no le pertenecían y de haber sido rechazada. Al principio, raza se hacía sinónimo de nacionalidad: era usual y común traducir etnos y natio o gens por raza; de esta ampliación del sentido propio de la última palabra nació la confusión de la raza histórica o variedad de la especie de las sociedades, con la raza antropológica o variedad de los individuos de la especie humana, considerados aisladamente, uno por uno, desligados de todo vínculo de sociedad. La fórmula de esta confusión, es la afirmación de que la nacionalidad es una raza.

El vuelo inmenso de los estudios históricos se manifestó en algo más que en las investigaciones antropológicas, y al mismo tiempo que las variedades fisiológicas, observaron los pensadores e historiadores las variedades sociales y de civilización o cultura, las razas históricas, las grandes individualidades colectivas o nacionalidades.

El hecho de las nacionalidades sugestionó poderosamente a los grandes escritores alemanes del siglo XVIII a la hora misma en que más se llenaban la boca de humanidad, y más se cubrían exteriormente de un falso barniz de cosmopolitismo. Estaban en pleno renacimiento nacionalista: todos trabajaban, cada uno en su esfera, para desterrar la influencia extranjera: los unos, para regenerar la humilde y arrinconada lengua alemana, los otros para quitar a la literatura germánica el carácter de sucursal de las literaturas francesas e inglesa: los jurisconsultos, para mantener la integridad del derecho germánico, amenazada por el fantasioso uniformismo de la codificación a prior¡, vehículo de la introducción de la influencia francesa en el sistema de la vida jurídica nacional; los filósofos para crear una metafísica tan original y característica, tan impregnada del espíritu germánico, que es el más claro y más fiel espejo del genio de Alemania. Se encontraban con un país al que el renacimiento clásico y el predominio de la cultura francesa habían convertido en yermo, en tierra estéril, hecha a propósito para que en ella creciesen infecundos imitadores, entendimientos dislocados de nacimiento, de ésos que surgen expresamente para renegar de las cosas de la tierra y hacer de tornavoz de las modas forasteras; y por eso, todos, con más o menos clarividencia, todos sintieron la nostalgia de una Germania germánica y volvieron con respeto y amor la mirada hacia la Edad Media, donde la vieron grande y pura tal como ellos la deseaban. Fenómeno curiosísimo, propio de todos los renacimientos, que se ha repetido entre nosotros con la misma intensidad y persistencia.

La individualidad de las naciones surge con vivísimo relieve en las obras de los pensadores de aquel siglo, sobre todo en las del hombre de las grandes intuiciones, Herder.

La humanidad se presentó a su mirada como una familia de pueblos o naciones cada una singularizada por un carácter determinado, cada una en posesión de un temperamento y una fisonomía especialísimos. Todas las escuelas realistas posteriores recogen esta idea, la reproducen, la bordan y trabajan, dando relieve a sus detalles, uno tras otro.

La escuela histórica, presentida por Cuyás y Vico y fundada por Hugo, Niebhur y Savigny, fue la reacción del derecho vivo de los germánicos contra la invasión de una legislación extranjera, la francesa, que llamaba a las puertas de todas las naciones, como portavoz de la justicia universal y absoluta, del derecho abstracto, recogido en los alambiques de la razón dialéctica. El derecho es un fruto de la conciencia del pueblo, que lo hace a su semejanza y según sus necesidades; es un producto del espíritu nacional, fuente de la vida entera del pueblo, principio y razón de sus manifestaciones. No es obra arbitraria de la razón abstracta, sino sustancia viva del organismo social, sujeta al proceso del desarrollo orgánico o de la evolución natural. Cada pueblo tiene su derecho, que es el único que se amolda a sus necesidades y responde a la idiosincrasia de su temperamento. La consecuencia lógica e indeclinable de estas premisas, se sacó en seguida: allí donde hay sistemas jurídicos diferentes, hay también diferentes pueblos, diferentes nacionalidades. La nacionalidad es, pues, también un criterio o sentimiento jurídico original.

La conexión de la lengua con el derecho fue uno de los leitmotiv más constantes de la escuela histórica; son elementos de la misma individualidad social concreta; producto de aquella misma fuerza misteriosa. La lengua es también un producto natural, no el resultado de una convención o del artificio de un hombre. "Una lengua —decía Herder— es un todo orgánico que vive, se desarrolla y muere como un ser viviente; la lengua de un pueblo es, por decirlo así, el alma misma de este pueblo hecha visible y plástica."

Para conocer un pueblo hay que poseer su lengua, para apreciar su literatura hay que conocer la lengua en que esta escrita. Cada nación piensa como habla y habla como piensa. Querer reformar una lengua como se cambia una ley, es una empresa ridícula; quitarle los idiotismos es quitarle su fisonomía original, es desfigurarla, en vez de ennoblecerla. Cuando se habla de dar más dulzura a lengua alemana, lo único que se demuestra es el desconocimiento de lo que es una lengua. El alemán no es áspero ni bárbaro; esta reputación la han fabricado las gentes que no lo hablan. Tal como lo han hecho las generaciones, es el molde que se ha construido el pensamiento alemán y el único que le cuadra. El que atente a la lengua de un pueblo, atenta a su alma y la hiere en la fuente misma de su vida. Hay que buscar la riqueza de la literatura medieval; allí se encuentra el genio alemán antes de ser deformado por la influencia latina y la francesa.

Esta convicción sobre la naturaleza de las lenguas tan distante de la que dominaba en los tiempos del renacimiento clásico, reaparece siempre, en una u otra forma , en los pensadores alemanes y en los que les siguieron. Se inicia, como consecuencia, el estudio científico de las lenguas, nace la filología comparada, se sacan del polvo de los archivos las obras de los poetas, tanto de los que hacían resonar con serventesios y endechas de amor las cortes señoriales del Languedoc y la Provenza, como de los rústicos pastores de la Finlandia, tanto de los que paseaban la lengua de Suebia por los empinados castillos de la tierra germánica, como de los que, con la gaita al cuello, recorrían las tribus de Escocia recreando a los montañeses del Highland, con las gestas de sus héroes legendarios.

Todas las lenguas que una larga sujeción política mantenía aletargadas, sintieron acercarse un vigoroso vendaval que les llevaba oleadas de aire respirable y se estremecieron con el profundo espasmo de la vida que vuelve: "despierta, dios dormido —había gritado una voz poderosa—, despierta pueblo alemán, no te dejes arrebatar tu palladium", y esa imprecación que el miedo de ser destruida por una lengua extranjera había arrancado al alma germánica, resonó por toda Europa, y los pueblos esclavos se alzaron enardecidos y se aferraron con creciente energía a sus lenguas propias. Estalla entonces en Europa un grandioso renacimiento literario en el cual toman parte todas las lenguas; y conducidas por la gran revolución romántica, todas las arrinconadas hasta entonces, se hacen oír en el concierto universal de las letras. Provenzales, checos, húngaros, flamencos, finlandeses, polacos y tantos y tantos otros volvieron a honrar y cultivar las lenguas respectivas. En todas partes la lengua era instrumento de la resurrección del pueblo. No hay que decir, por lo tanto, si fue poderosa la corriente ideológica que nutrida por fuentes tan fecundas hace de lenguas y nacionalidades una misma cosa. Ya Leibniz observaba al principio del siglo XVIII que "los mapas dan a conocer los límites de los Estados, pero no los de las naciones, que surgen, al contrario, de la armonía de las lenguas", y después de él lo han dicho y repetido innumerables pensadores y lo dicen y vuelven a decir todavía. Los pueblos mismos así lo declaran, y tanto y tanto valor reconocen a la lengua que, según uno, el flamenco, la lengua es toda la nación; y según otro, el magyar, la lengua es la misma nacionalidad.

Otra rama derivada del mismo tronco que las dos de que acabamos de hacer mención, es la corriente de la estética sociológica. En vez de ver en la obra de arte un producto aislado, fruto arbitrario del artista, la crítica moderna se dio cuenta de que es un producto natural de un sistema de causas sociológicas; quiso averiguar por dónde penetraban sus raíces, de qué tierra se nutrían, y hurgando, encontró el granito durísimo y permanente de los caracteres nacionales. Y comparando las obras de arte unas con otras, descubrió que hay algo de común en las obras de un país que lo mismo se encuentra en los lienzos de los pintores que en los templos y palacios, en las estatuas y en las obras literarias, lo mismo en las de hoy, que en las de ayer y que en las de siempre: ese nexo común es el sello del carácter nacional.

Las tres grandes corrientes anteriores tienen por postulado imprescindible la creencia en el carácter orgánico de la sociedad: por ellas, el derecho y la lengua, lo mismo que el arte, son sustancia viva sujeta a las leyes de la evolución orgánica; la individualidad social, de la cual son partes esencialísimas, ha de ser también, en consecuencia, un organismo. Pero esta idea era demasiado transcendental para contentarse con estudios hechos de pasada: tenía que formar también escuela, y la formó.

Schelling fue el hombre que generalizó el concepto introducido por De Maistre de la evolución orgánica, de que la sociedad es un organismo y de que la evolución social es esencialmente orgánica. Y esta idea fue acentuándose, como reacción natural e inevitable contra el individualismo atómico que iba invadiendo las instituciones y las leyes, después de haber dominado y dominar todavía en la ciencia. Krause la recogió e hizo de ella continuas aplicaciones, la reproduce a cada instante, se apoya en ella a cada paso, a cada momento recoge el paralelismo entre el organismo individual del hombre y el organismo social, de tal modo, que viene a constituir, respecto de Krause, una idea fija, una obsesión constante. Transmitida después a la pléyade de pensadores posteriores la equiparación de sociedad y organismo, ya no puede ir más allá: Comte, y sobre todo Spencer, Lilienfield y Schäfle, la aceptan y trabajan con tanto amor y constancia, que se forma una ciencia nueva, la ciencia de moda en el siglo xix: la Sociología.

Los métodos positivistas trastornando las ciencias sociales, sembrando en ellas de todo, trigo y cizaña, semilla buena y mala, las han sacado del dominio de las falsas concepciones de las escuelas abstractas, las han limpiado del estéril individualismo que las desnaturalizaba. Del individuo-dios, del subjetivismo de Fichte, fórmula suprema de la exaltación del hombre, se ha pasado al individuo-cero, al individuo-nada, y así como para los aprioristas del siglo XVIII todo salía del hombre, todo era producto de su voluntad soberana: la sociedad, el derecho, las instituciones, las costumbres, las artes, para los ultrarradicales de la ciencia contemporánea, el hombre es un producto de la sociedad, la fuerza de la comunidad es la que ha hecho la especie humana.

Dentro de estas escuelas orgánicas se hizo en seguida una distinción fundamental entre el Estado y la sociedad, es decir, entre el organismo social entero considerado en su unidad y una parte del mismo, el apartado de las funciones políticas, e hicieron de la palabra Nación la denominación propia de la unidad social concreta de la totalidad del organismo social.

Todas las escuelas y corrientes científicas que, dejando a un lado la abstracción artificiosa , volvían los ojos a la realidad y estudiaban directamente las sociedades, tropezaban en seguida con lo mismo: todas encontraban en definitiva una fuerza desconocida y poderosa que era la fuerza inmensa que aparecía engendrando el derecho, la que alumbraba las lenguas y las marcaba con un sello característico, la que creaba un arte original, la que hacía circular calor de vida por los tejidos del organismo social. Los unos la llamaban el alma del pueblo, los otros conciencia pública, muchos espíritu nacional.

Los discípulos de Herbart, fundador de la psicología moderna, se encargaron de la hermosa tarea de estudiar el espíritu de las naciones, fundando la Völkerpsychologie o psicología de los pueblos, ciencia encaminada a estudiar el alma de las razas.

Los pueblos, según esta gran escuela, son principios espirituales. En vano se querrá dar de ellos una definición geográfica, etnográfica o filológica. El ser y esencia del pueblo están, no en las razas ni en las lenguas, sino en las almas. La nacionalidad es, pues, un Volkgeist, un espíritu social o público.

Todas estas grandes corrientes ideológicas, movidas muchas veces por una tendencia exclusivista y parcial, acaban por encontrarse y formar una sola, que resuelve sus antinomias en una unidad superior.

La idea de la nacionalidad viene a ser la flor de toda esta elaboración científica. Cada una de las grandes corrientes examinadas aporta un elemento: con sólo agruparlas en unidad sistemática, tendremos la fórmula ideológica de la nacionalidad.

La una nos aporta el territorio, la otra pone las razas, viene después la que pone en boca de éstas una sola lengua, la que les infunde un solo criterio jurídico, la que les da el mismo sentimiento del arte y de la vida; llega entonces la que comunica estructura al conjunto; en último término comparece la escuela psicológica y le transmite la fuente de la vida, le da el alma colectiva. ¿Pero es igual el valor de todos estos elementos? ¿Es idéntica la importancia de su aportación?

El primero de estos elementos es la tierra. En la juventud de los pueblos, la tierra obra sobre los hombres y los amasa a semejanza suya; representa una acción continua ejercida por las impresiones que entran por los ojos, por los productos que restauran las fuerzas físicas, por las plagas que forma, por los esfuerzos que exige, por las necesidades que engendra, por el temple que da al cuerpo y al espíritu, por los portillos naturales que abre a las civilizaciones y razas forasteras o por los obstáculos con que estorba la introducción de su influencia.

Pero no basta esto para formar los pueblos. Los turcos viven hace cien años en la misma tierra que los griegos y no han perdido su carácter étnico. El habitar en la llanura o en las montañas no borra las líneas fundamentales de la fisonomía nacional. El mar no hace siempre marítimos a los pueblos que viven en las costas. Bajo la acción de las mismas llanuras y del mismo clima, se forman pueblos tan diferentes como el polaco y el prusiano, símbolo el primero del individualismo enérgico, apóstol el segundo del autoritarismo despótico; aquél, padre de una república coronada, de una monarquía electiva, el último, autor de la divinización del Estado, de la fórmula del Estado-Dios. Desde hace siglos, en los inmensos valles de Hungría viven sometidos a las mismas influencias magyares, eslavos y rumanos, y las diferencias que separan a los tres pueblos son tan vivas hoy como el primer día.

Y es que el hombre nace miembro de una raza, recibe por herencia los caracteres que un trabajo de siglos ha acumulado. No es cera dúctil que espera el molde, sino metal ya forjado que resiste la presión de los agentes naturales. La raza es, pues, otro elemento importantísimo. Ser de una raza quiere decir tanto como tener el cráneo más o menos largo o amplio, alto o achatado, poseer un ángulo encefálico más grande o más pequeño, ser de complexión orgánica fuerte o débil, ágil o pesada, delicada o grosera, estar inclinado a tales pasiones o vicios o a tales cualidades o virtudes.

Pero la raza no es la nacionalidad, por más que sea un factor importantísimo. La estatuaria griega demuestra hasta la evidencia que en el pueblo griego había gentes de todas clases: dolicocéfalos y braquicéfalos. Sócrates, Platón, Lysias, Eurípides, entre otros, pertenecían, evidentemente, a una raza distinta de la de Pericles, Milciades y Sófocles; la Psiquis del museo de Nápoles, Ares y Palas Atenea de la Gliptoteca de Munich, no tienen nada de común con el Axiokersos y Kasnillos del Vaticano, ni con el Apolus Dídimiano de Kanacos de Sicione. En las obras de Homero y de Píndaro, lo mismo que en las de los historiadores, se transparenta también la existencia de una raza de ojos azules y cabellos rubios, y una raza de cabellos negros y piel morena. La misma variedad declaran los monumentos egipcios: la misma se encuentra en todas las nacionalidades, por antiguas que sean. Y en todas las nacionalidades de ahora poco observador se ha de ser para no enterarse de que hay de todo: cabezas semíticas, cabezas de bola, tipos germánicos, cráneos alargados, matices de los ojos, de la piel y de los cabellos de todas clases.

Y el organismo, la lengua, el derecho, el arte, ¿son la nacionalidad No. Cuando observéis al hombre visible, buscad al hombre invisible. Las palabras, los gestos, el vestir, la manera como dispone su casa, sus escritos, sus obras de arte, sus empresas industriales o mercantiles, "todas estas exterioridades no son más que las avenidas que se reúnen en un mismo centro y sólo con seguirlas llegaréis a él: allí está el hombre verdadero, es decir el grupo de facultades y de sentimientos que produce todo lo demás". Asimismo el arte, el derecho, la lengua, son las grandes avenidas que van a parar al alma de la sociedad, al conjunto de facultades y sentimientos que ha hecho, tal y cuales son, el derecho, el arte y la lengua.

El derecho, sobre todo, tal como lo entienden los aprioristas, es hijo de un acto de voluntad del que tiene la fuerza, va de arriba a abajo, el soberano lo impone al pueblo. Si Napoleón hubiese dominado a Europa, su Código civil regiría en toda ella, como rige en Francia indistintamente sobre los dos grandes grupos de población que la constituyen, aun poseyendo tradiciones jurídicas tan opuestas. Pero si el derecho ha nacido espontáneamente, por la costumbre, libre de toda presión extraña o externa, entonces la unidad del sistema jurídico es una demostración de la existencia de la nacionalidad. Por otra parte, en manos de un Estado nacional, el derecho es un arma poderosa de nacionalización, porque informándose en las aspiraciones de la nacionalidad, crea un sistema de vínculos jurídicos que sujeta a la sociedad a una disciplina vigorosa, anudándola más y más al genio del espíritu nacional y reaccionando sobre éste a la vez.

La nacionalidad que ha sabido producir un arte original, ha dado una de las más hermosas fes de vida que puede dar un pueblo. Pero lo mismo que el derecho, cuando no es hijo de ninguna imposición, no hace la nacionalidad, sino que es hecho por ella; lo mismo que el derecho es una de las obras principales del alma del pueblo.

El pueblo que no ha sabido construir una lengua propia, es un pueblo mutilado, porque la lengua es la manifestación mas perfecta del espíritu nacional y el instrumento más poderoso de la nacionalización y por lo tanto de la conservación y vida de la nacionalidad.

El pueblo es, pues, un principio espiritual, una unidad fundamental de los espíritus, una especie de ambiente moral, que se apodera de los hombres y los penetra y los moldea y trabaja desde que nacen hasta que mueren. Poned bajo la acción del espíritu nacional gente extraña, gente de otras naciones y razas, y veréis cómo, suavemente, poco a poco, va revistiéndolas de ligeras pero sucesivas capas de barniz nacional , va modificando sus maneras, sus instintos, sus aficiones, infunde ideas nuevas en su inteligencia y hasta llega a torcer poco o mucho sus sentimientos. Y si en vez de hombres ya hechos, le dais niños recién nacidos, la asimilación será radical y perfecta.

El espíritu nacional no existiría, no se hubiera formado, si la estructura o la situación del territorio no hubiera sometido a su población a las mismas influencias, si una promiscuidad de las razas no hubiera engendrado ciertos tipos físicos medios o hecho prevalecer una raza determinada sobre las demás, si la unidad de lengua no hubiese vaciado en un molde único el pensamiento nacional. Pero una vez constituido, solo la destrucción del pueblo puede aniquilarle; caerá el derecho, enmudecerá la lengua, se borrara hasta el recuerdo de su existencia, mas por debajo de las ruinas seguirá latiendo el espíritu del pueblo, prisionero del derecho y la lengua y el poder de otro pueblo, pero luchando siempre y aguardando la hora de hacer salir otra vez a la luz del día su personalidad característica.

Enric Prat de la Riva, La Nacionalidad catalana (1906) [trad. de Antonio Royo Villanueva, Alianza Editorial,  1987]

"El Nacionalismo político" (La Nacionalidad catalana, Enric Prat de la Riba, 1906)

El Nacionalismo político

Siendo la nacionalidad una unidad de cultura, un alma colectiva, con un sentir, un pensar y un querer propios, cada nacionalidad ha de tener la facultad de acomodar su conducta colectiva, es decir, su política, a su sentimiento de las cosas, a su sentido, a su libre voluntad. Cada nacionalidad ha de tener su Estado.

El Estado extiende sus raíces en las entrañas mismas de la nacionalidad, se nutre de su savia, vive de su vida, hace suyas sus ideas, se apropia sus prejuicios, sus tendencias, hasta sus errores: adopta sus sentimientos, se inspira en sus pensamientos, se conduce en todas las esferas de la actividad, siguiendo los misteriosos e inevitables impulsos de las tradiciones que los siglos han acumulado en las regiones del espíritu colectivo en que lo inconsciente impera, en que yacen enterradas las semillas y principios de todas las sectas, de todas las determinaciones colectivas. El Estado, pues, viene a ser como un organismo, como una parte viviente de la nacionalidad: por eso no puede pertenecer a dos nacionalidades diferentes, como un mismo corazón no puede latir en dos pechos a la vez, como un mismo cerebro no puede servir de instrumento de la vida anímica de dos hombres diferentes.

Es mas: cada nacionalidad ha de tener un solo Estado que traduzca en acción y conducta las inspiraciones colectivas. En la antigüedad pre-romana, en los tiempos del Estado-ciudad, cada Nación estaba dividida en multitud de Estados. En la época de fraccionamiento del feudalismo, porciones de principado y de señorío surcaban, aquí y allá, el cuerpo vivo de la nacionalidad. No estaban las naciones sujetas al Estado de otra Nación, disfrutaban de plena autonomía. El Estado de cada ciudad o señorío era indígena, era miembro vivo de la nación, como la misma ciudad o el mismo señorío. Pero los pueblos conscientes de su unidad no se contentan con esto: quieren que las fronteras de su Estado pasen precisamente por donde pasan las divisiones milenarias de las nacionalidades. Por eso las ciudades griegas buscaban con continuos tanteos el camino de la unidad política: por eso las ciudades de la Alemania feudal suspiraban por alzar un solo Estado por encima de la multitud de Estados germánicos de entonces, y el poeta cantaba: "yo no soy de Baviera, yo no soy de Prusia. No soy de Sajonia Mi Patria es mas grande".

La aspiración de un pueblo a tener una política propia, a tener un Estado suyo, es la fórmula política del nacionalismo. La aspiración a que todos los territorios de la misma nacionalidad se agrupen bajo la dirección de un Estado único es la política o tendencia pannacionalista. Pangermanismo, panhelenismo, paneslavismo, son los nombres con que se ha bautizado la aspiración a hacer entrar dentro de las lindes del Estado alemán, del Estado griego, del Estado ruso, todos los territorios de cultura germánica, helénica o eslava.

A cada Nación, un Estado: esta es la fórmula sintética del nacionalismo político, este es el hecho jurídico que ha de corresponder al hecho social de la nacionalidad.

Una objeción se presenta aquí, que mil veces se ha hecho al movimiento catalanista, y se hace en todas partes a los movimientos semejantes: la de ir hacia atrás, de volver a los Estados pequeños, de deshacer el camino de la historia, retrocediendo al clan, a la tribu, al feudalismo. Esto proviene de que la gran mayoría de los Estados actuales gobiernan dos o mas nacionalidades; si los Estados han de ser nacionales, si para cada Nación ha de haber un Estado, se habrán de deshacer, de desmenuzar, casi todas las potencias, y la tierra se llenará de Estados pequeños, como Portugal, como Grecia, como Holanda. Y esto sería una regresión.

Pero yo no se que tenga nada que ver la tribu ni el feudalismo con las dimensiones de los Estados. La extensión del territorio de la tribu es el mas pequeño de los elementos que determinan su Estado social. Atenas, con el mismo territorio de una tribu, creó una cultura que todavía nutre las generaciones modernas. La Civitas romana, es decir, la república romana, no era mucho más grande que una tribu, y su impulso, sus obras, todavía nos gobiernan. Tampoco entiendo cómo el feudalismo pueda estar ligado con la medida de los Estados. No sé qué pueda haber de feudalismo en Bélgica más que en Rusia, ni en Suiza más que en la inmensa república Norteamericana. Decir esto, pues, no es decir nada.

Ahora que deshacer sistemáticamente las grandes unidades modernas es obra regresiva no puede ponerse en duda. La observación de las transformaciones del Estado, desde las más remotas centurias hasta hoy, demuestra que la tendencia de la civilización ha sido pasar siempre de unidades sociales rudimentarias a unidades más vastas, mas complejas: del Estado que sólo regía a la familia patriarcal al que comprendía varias familias originarias de un mismo tronco; del Estado clan al Estado que contenía varios clanes, al Estado tribu; de éste al Estado ciudad; del estado ciudad al Estado feudal que se extiende sobre una provincia o sobre varias; del Estado feudal al Estado reino, al Estado moderno que impera sobre diversas naciones.

Según esta ley de la historia, el mundo ha de encaminarse a hacer Estados más complejos, más grandes cada día, hasta llegar al Estado-Raza, al Estado Continente y después a la meta final, al Estado-Universo, al Estado-Humanidad.

Aún hay más. Hoy tocamos ya en esta etapa primera de nuevas formaciones políticas. Una nueva forma de Estado surge sobre la tierra: el Estado-Mundial, el Estado-Imperio. Ante nuestros ojos van abriéndose grandes potencias mundiales, con la planta puesta en todos los mares y todos los continentes. Unos cuantos Estados mandan en la tierra. Parece que, súbitamente, sin pasar por el Estado-Raza, ni por el Estado-Continente, el mundo se esfuerza por comenzar la gestación del Estado-Humanidad, del Imperium Mundi: utopía de soñadores ayer, hoy ya ideal entrevisto en las lejanas nebulosas del porvenir.

Pero si esto es verdad que en nada puede contradecirse, también lo es, y verdad primaria, fundamental, que la ley de la estructura natural de la sociedad humana universal es la ley de las nacionalidades: que el hecho de las nacionalidades es tan viejo como el recuerdo del mundo perpetuado por la historia: que la nacionalidad es sociedad integral, natural, espontanea, superior a la voluntad de los hombres, superior a la voluntad de los poderes públicos, resistente a todo genero de adversidades, triunfadora de todos los obstáculos por grandes, por inmensos, por invencibles que sean: que afirmándose sobre las hondas capas de granito inconmovible, ve caer y pasar por encima de ella imperios y civilizaciones, de siglo en siglo, sin perder su ser, sin mudar de sustancia, siendo siempre ella misma.

Así es como se explica un fenómeno muy significativo del crecimiento del Estado. Mientras la evolución progresiva del Estado se hizo dentro de la nacionalidad, ningún obstáculo la detuvo ni la desvió. Se pasó del Estado familiar al clan, del clan a la tribu y a la ciudad sin retrocesos: una vez conseguida la forma política superior, ya no se descendió jamas a ninguna inferior. En cambio, cuando se pasó de la ciudad al Reino o al Imperio, vienen siempre, en todos los tiempos y en todas las civilizaciones, vacilaciones y retrocesos. No vamos a buscar el Oriente, tierra de los grandes imperios, que crecen hasta tocar el cielo, como los cedros del Líbano, y que los hunde una piedrecilla, no más, rebotando sobre sus pies de barro. Ahí mismo tenemos el imperio de Roma desmenuzado en cien pedazos: ahí tenemos las pequeñas soberanías formadas con sus despojos, reinos, provincias, hasta ciudades, Estados-ciudades, como los de la Liga Hanseática, asomados a los mares brumosos del Norte, como Florencia, como Pisa, como Génova, corno Venecia, la esposa del Adriático.

Y del imperio de Roma pasamos al de Carlomagno, y del de Carlomagno al imperio germánico, más adelante al imperio mundial de Carlos V, y siempre, cuando parece conseguida la plenitud de fuerza, la inmensa construcción se disloca y cae. ¿Por qué? ¿Por que esta impotencia para consolidar y acrecentar la nueva forma de Estado? ¿Por que este continuo tejer y destejer de imperios? ¿Por qué hoy mismo en las entrañas de tantos Estados contemporáneos, a pesar de la ley imperiosa de universalidad, a pesar del impulso vigoroso a constituir potencias mundiales crecen conatos de desintegración que, aquí y allá, triunfan como en Noruega, como en Hungría?

Porque hasta la ciudad y el principado, el Estado era nacional. Tan griego era el Estado de Atenas, como el de Esparta, tan catalán el Condado de Barcelona, como el de Ampurias. Una sola nacionalidad era substractum de estos Estados: no contenían toda la Nación, pero no contenían tampoco naciones diferentes: la sociedad que estos Estados dirigían era una sociedad homogénea. Con el Estado-Imperio, no. El Estado-Imperio es integrado casi, siempre, por dos o mas nacionalidades, la sociedad es heterogénea; si sólo un Estado lo dirige, viene a ser, fatalmente, Estado de una sola nacionalidad, y entonces comienza una dominación: la de la nacionalidad favorecida sobre las demás. Tarde o temprano se darán cuenta de ello las naciones sometidas y el proceso de desintegración ira preparándose.

La imposición provoca la repulsión. La fuerza que extiende cadenas sobre los pueblos engendra la fuerza de las revoluciones que las rompen, y aunque el gobierno de una unidad política así constituida fuese ejemplo de sabia administración, sublevaría la dignidad de los Pueblos, sometidos, como menores, a perpetua tutela. Eso es lo que ha pasado siempre y siempre pasara porque se trata de sentimientos que arraigan en la conciencia misma del hombre que no cambia nunca. Toda formación política que no respete la personalidad de los pueblos que la componen esta condenada a desaparecer: durará sólo el tiempo que tarde la fuerza de los oprimidos a igualar en una u otra forma la fuerza de los opresores.

La causa, pues, de tan continuas desintegraciones, el obstáculo que detiene durante siglos el crecimiento del Estado, la rémora que estorba la evolución progresiva de las formas políticas hacia las soluciones universales, es la dominación de una nacionalidad sobre las otras, dentro de los imperios. Quitemos esta causa de disolución, hagamos que las nacionalidades vivan dentro del Estado-Imperio, con los mismos derechos, asociadas en vez de dominadas y sujetas, y acabarán los antagonismos irreductibles, las repulsiones de unas con otras, las incompatibilidades de convivencia, generadoras de todos los separatismos.

Así llegamos de una manera natural a la solución de la antinomia aparente entre el hecho de la nacionalidad que impone Estados nacionales, y el hecho de la evolución política que sugiere los Estados mundiales, entre el nacionalismo y el mundialismo. No son tendencias que se contradicen, no son aspiraciones incompatibles. Al contrario se completan, se ayudan mutuamente, la una empuja el triunfo definitivo de la otra, porque una y otra se resuelven en una fórmula suprema de armonía. La exigencia de la nacionalidad de tener un Estado propio, la exigencia del universalismo de constituir Estados mundiales, engendran, como consecuencia natural, la constitución del Estado de Estados, del Estado compuesto o Federación de Estados nacionales.

Así es como el nacionalismo, imponiendo el respeto a las personalidades nacionales y ensalzando las excelencias de la forma federativa, se convierte en elemento propulsor de universalismo. El nacionalismo quita la causa de los movimientos separatistas, seca la fuente de todas las desintegraciones. El nacionalismo, poniendo como elemento primero de las formaciones de Estados la personalidad de las naciones, realiza en la sociedad internacional una revolución fecunda; consolida, hace indestructibles los fundamentos en que definitivamente ha de constituirse.

Por su parte, el universalismo hará triunfar las aspiraciones nacionalistas. Los grandes pastores de pueblos irán viendo que no es con la fuerza como harán crecer los rebaños, sino con lazos de hermandad y de mutua conveniencia. La necesidad de consolidar los grandes imperios y de ensancharlos llevará a los hombres a aprender las lecciones de la experiencia y de la historia, les empujará hacia la organización federativa. Los nombres de Gladstone y de Chamberlain señalan ya, más o menos imperfectamente, en la historia contemporánea el advenimiento precursor de esa nueva era.

Acusar, pues, al nacionalismo de ser tendencia regresiva es no entenderlo, es no comprender su significación: es, de otra parte, vivir en la Edad de la Piedra de la ciencia política, es no saber nada de las diferencias de Estado y Nación, de Estado unitario y de Estado compuesto. Hubo un tiempo en que la confusión era posible, porque la humanidad no conocía otra forma de Estado que el Estado unitario, ni otro procedimiento de reunir pueblos que la opresión, la dominación, la esclavitud. Ahora es un anacronismo tan inexplicable confundir la Nación con el Estado, como no concebir al Estado sin la independencia, que es lo mismo que no concebir otro Estado que el unitario.

Hoy llenan la tierra los Estados compuestos; hoy existen mas Estados no independientes, mas Estados convivientes en Federación que Estados independientes. Hoy los pueblos que quieren consagrar los derechos de nacionalidad con la posesión de un Estado propio no por eso han de separarse de los otros Pueblos con que les ha unido la historia.

Ahora, pues, queda bien precisada la naturaleza del federalismo, no es una forma absoluta, universal, aplicable siempre al organismo del poder público: es el instrumento de la asociación de las naciones. Allá donde hay nacionalidades que han de hacer vida común , el régimen federativo tiene natural aplicación: el Estado federal, asociación de los Estados nacionales, es el organismo jurídico de la nueva formación política. No es de aplicar, por consiguiente, a todos los países, grandes y chicos, homogéneos y heterogéneos, a Rusia igual que a Grecia, a Portugal lo mismo que a la Gran Bretaña: sino en los imperios o reinos integrados por dos o mas nacionalidades.

Pero además de este valor absoluto de organismo jurídico de la asociación de naciones, la forma federativa ha tenido en la historia una función excelsa, que vista parcialmente por los unitaristas ha sido ocasión de un argumento contra el federalismo. Tanto como las luchas de los Estados, la forma federativa ha contribuido al crecimiento de las sociedades humanas. La tribu fue, al principio, una federación de clanes, la civitas una federación de tribus, el reino una federación de ciudades. Pero tan pronto como cada grado de estas sucesivas federaciones se hallaba ya constituido, comenzaba el proceso de absorción de los poderes de las sociedades federadas por las invasiones sucesivas del poder central de la federación hasta convertir esta en Estado unitario. Hoy mismo en Alemania, igual que en los Estados Unidos, el poder central tiende, aunque muy suavemente, a ensanchar el círculo de su acción en perjuicio del poder de los Estados federados. El federalismo aparece así como una especie de puente que conduce al Estado unitario, como una especie de escabel o andamiaje de la formación política unitaria.

Pero cuando de esto hacen un argumento en contra del federalismo los defensores del unitarismo, no se dan cuenta de que esta tendencia centralizadora que consideran contraria a las aspiraciones nacionalistas, es una manifestación de nacionalismo: se presenta cuando la federación une territorios, antes separados, de una misma nacionalidad. El federalismo germánico, como el yanqui, no asocian naciones diferentes, sino Estados de una misma nacionalidad, lo mismo que el federalismo aplicado a los clanes y a las tribus y a las ciudades. Es natural, entonces, que el espíritu nacional, que la tendencia pan-nacionalísta, con el andamiaje del federalismo, constituye el Estado nacional unitario. Porque el federalismo es una fórmula de asociación, de unión, y cuando hay una sola personalidad natural, una sola nacionalidad, falta el elemento esencial del federalismo: la pluralidad de naciones a asociar en una forma superior de solidaridad.

Consecuencia de toda la doctrina aquí expuesta es la reivindicación de un Estado catalán en unión federativa con los Estados de las otras nacionalidades de España. Del hecho de la nacionalidad catalana nace el derecho a la constitución de su Estado propio, de un Estado catalán. Del hecho de la actual unidad política de España, del hecho de la convivencia secular de varios pueblos, nace un elemento de unidad de comunidad que los pueblos unidos han de mantener y consolidar: de aquí el Estado compuesto.

Estos dos hechos primarios, fundamentales, el de la personalidad nacional de Cataluña y el de la unidad de España, fortalecidos por dos leyes correlativas, la de la libertad que implica la autonomía y espontaneidad sociales, la de la universalidad que lleva a la constitución de potencias mundiales, se resuelven en una fórmula de armonía que es la Federación Española.

Así, el nacionalismo catalán, que nunca ha sido separatista, que siempre ha sentido la unión fraternal de las nacionalidades ibéricas dentro de la organización federativa, es aspiración levantada de un pueblo, que, con conciencia de su derecho y de su fuerza, marcha con paso seguro por el camino de los grandes ideales progresivos de la humanidad.

Enric Prat de la Riva, La Nacionalidad catalana (1906) [trad. de Antonio Royo Villanueva, Alianza Editorial,  1987]

Manifiesto de la Solidaritat Catalana (marzo 1906)

Manifiesto de la Solidaritat Catalana
(Marzo 1906)

Catalanes :

Una ley, pensada para ahogar el potente ideal de libertad. que con infinita variedad de matices y colores bulle en la opinión de Cataluña y que a su calor se refuerza y prepara para transformar y redimir a toda España, ha sido votada por el Parlamento y sancionada por la Corona.

Todos hemos luchado para pararla. Vosotros, los que con la fuerza imperiosa de vuestra opinión individual habéis levantado esta irresistible ola de opinión colectiva, nervio de los pueblos vivos. Y también nosotros, los que os convocamos en Gerona para iniciar esta fuerte campaña y, depositarios de vuestra confianza, hemos seguido fomentándola con la autoridad moral que habíamos recibido de vosotros.

Pero vosotros y nosotros hubiéramos tenido que contentarnos con la condenación platónica del proyecto; no hubiéramos podido interrumpirlo, desenmascararlo, embestirlo allí donde la oposición es eficaz y la lucha susceptible de victoria, sin la acción fecunda y resuelta de hombres eminentes que han hecho llegar a las Cortes los latidos del pensamiento de Cataluña.

Ellos son los verdaderos héroes de la jornada. Por su voz y su esfuerzo, Cataluña ha dado a conocer a los poderes del Estado y a los ciudadanos de toda España el estallido presente de su voluntad ; por su voz y su esfuerzo, el proyecto de la nueva ley ha sido desnaturalizado y mutilado; por su voz y su esfuerzo, han caído deshechas las murallas de prejuicios y prevenciones que aislaban a Cataluña; y España entera ha podido contemplar, como una esperanza cierta de una redención próxima, al pueblo catalán luchando contra una ley para perseguir supuestos delitos de opinión: de la manera culta, intensa, viva. que se lucha en los grandes pueblos civilizados.

La gloria de este triunfo de Cataluña es de ellos. A dársela, pues. Estemos todos, como todos hemos estado en la campaña. Unamos ahora los donativos, del mismo modo como ayer unimos los corazones en la protesta, y esparzamos en una edición inmensa por toda España las palabras vibrantes de los luchadores. Invitemos a honrar a nuestra tierra a los diputados de fuera que con su representación y su elocuencia respondieron al llamamiento de Cataluña y juntos con nuestros diputados congreguémoslos a recibir, en manifestación grandiosa, el homenaje público de agradecimiento de todos los catalanes, de todas las ideas, partidos, escuelas y estamentos.

Es así como los pueblos crecen y se elevan ; así, poniéndose con todo su peso en las empresas superiores colectivas y sintiendo fuertemente la solidaridad en las horas de crisis y peligro. Este es el camino abierto a la vitalidad potente de Cataluña. Siguiéndolo con decisión, la voluntad catalana hará salir de las ruinas del presente una España nueva, en la que los pueblos, en viva hermandad, gozarán de prosperidad, cultura y libertad.

Por eso os llamamos de nuevo los iniciadores de Solidaridad Catalana, seguros hoy como ayer de vuestro concurso y de vuestro entusiasmo.

Barcelona, marzo de 1906.

Duque de Solferino.- José Roca y Roca.- Francisco Cambó.- José María Valls y Ribot.- Domingo Martí y Juli .- Jaime Carner -Miguel Junyent .-Amadeo Hurtado.

Carta (Nicolás Salmerón, 15 de junio de 1906)

Carta de Salmerón a Corominas

Madrid, 15 junio 1906.

Escribo a Vd. vivamente alarmado por la noticia que ha dado El Liberal, de ahí, de candidatura proyectada para las próximas elecciones generales por la Solidaridad Catalana, en la provincia de Barcelona.

Esa candidatura representaría una tremenda postergación del partido republicano, casi la anulación de la Unión Republicana, y una exaltación formidable de los catalanistas. Eso no es lo que corresponde al gran movimiento popular de Cataluña; y hay que corregirlo a todo trance, o que recabar la plena independencia electoral del partido republicano, denunciando las intolerables pretensiones de los catalanistas.

Prescindo de los nombres, entre los cuales no hay uno solo que no me parezca digno de ostentar la alta representación de Solidaridad Catalana; pero rebajar en la provincia el número de republicanos y doblar el de catalanistas, es una indignidad y una afrenta. Las masas populares nos abandonarán por ineptos, si es que no nos acusaban de traiciones tomando rumbos intransigentes y perturbadores, y la mesocracia nos despreciaría, porque dejaríamos de inspirarle temor o esperanza. Por debilidad o torpeza, desharíamos, en suma, la gran obra iniciada.

Debo recordar aquí que, previendo las dificultades que podrían oponerse a la dirección del movimiento redentor de todo un pueblo -que por tal lo presentí desde sus primeros anuncios- dije a Junoy y Cambó, cuando vinieron a invitarnos a las fiestas del homenaje, que la empresa fracasaría, y aún podría ser contraproducente, si no presidían dos condiciones con absoluto imperio: noble sinceridad en las recíprocas relaciones con los diferentes elementos que concurrían a la acción común; y justa proporción, en la distribución de candidaturas, con las respectivas fuerzas que concurrían a la Solidaridad Catalana, buscando a ese fin, para subsanar los defectos del régimen electoral, compensaciones equitativas entre todos los distritos de Cataluña. Sólo así puede prevenirse la dañina tentación de medrar unos a expensas de otros, y lograrse el trascendental empeño de afirmar en los comicios la real y positiva voluntad de Cataluña, que, bien dirigida, no tardará en transformar el régimen de España.

Insisto, por eso, en mi consejo de que se forme una Junta General, compuesta de las representaciones más autorizadas y prestigiosas de las cuatro provincias catalanas, encargada de dirigir la próxima campaña electoral. No importa que sea numerosa, con tal que sume todas las fuerzas que integran la Solidaridad Catalana y que no tengan con los partidos de turno imperantes conexiones que desvíen o adulteren la acción sana y vigorosa di movimiento redentor iniciado.

Para la ejecución de los acuerdos podría nombrarse una Comisión… de modo que se hiciera fácil y expedita la función directiva, sin temor a extralimitaciones ni a egoísmos de parcialidad, cuanto menos a preferencias o prevenciones personales arbitrarias.

Parece obligado que formen parte de la Junta General de Solidaridad Catalana los actuales Diputados -y aun Senadores- de las cuatro provincias, con la sola exclusión, justificada por lo que antes dije, de los pertenecientes a los partidos turnantes de Gobierno. Con los representantes -tres, a lo sumo- por cada Junta o Comité provincial de los elementos que constituyen la Solidaridad, resultaría una Asamblea de tal autoridad, que Cataluña entera la obedecería con entusiasmo y devoción, sin que nadie, ni partido ni persona, pudiera pretender explotar la situación en su provecho. Acabaría definitivamente toda clase de caciqueos.

Para la distribución de candidaturas de Diputados y Senadores deberá partirse, como base inalterable, de la situación actualmente adquirida por cada uno de los elementos integrantes de la Solidaridad. Toda cuestión respecto a los puestos hoy ocupados seria atentatoria del noble espíritu de Solidaridad, y provocaría su disolución. Sobre eso no cabe ni pretensión de una parte ni concesión de otra.

Nicolás Salmerón (15 junio 1906)

Programa del Tívoli (1907)

Programa del Tívoli. 1907

Es desde abajo, es del cuerpo social que el movimiento de regeneración tiene que venir y que desde abajo ha empezado. En los órganos vitales más poderosos de nuestra sociedad se ha iniciado una vigorosa renovación. Por debajo de un Estado que es artificioso instrumento de dominio oligárquico, sin comunión de pensamiento ni de vida con el país, los grandes organismos sociales en que se manifiesta rica y varia la unidad española han sentido renacer intensas energías.
Cataluña, por su temperamento y su situación, ha sentido antes que las otras regiones y con mayor fuerza que ellas esta renovación social, precursora de la renovación política. En Cataluña la vivificación del cuerpo social, la intensificación de su vivir, ha alcanzado un estado de plenitud, y por esto Cataluña ha empezado el proceso de penetración del Estado, la lucha para llevar al Estado el empuje fecundante de la vitalidad popular.

Fuente: Història d'una política. Actuacions i documents de la Lliga Regionalista. 190, 1933, Biblioteca de a Lliga Catalana, Barcelona, 1933: 104. (Traducción: P. Anguera.)

Semana trágica (1) (ABC, 27 de julio de 1909)

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Embarque de tropas catalanas en Barcelona (1909)

Semana Trágica (1)

Nuestro corresponsal en Barcelona nos comunica por correo amplios detalles de lo ocurrido anteayer y ayer en la Ciudad Condal.

Concretando esas noticias diremos que desde el sábado por la noche, comenzó a susurrarse en Barcelona que los obreros preparaban algo grave para el siguiente día, domingo.

Después se supo que la reunión convocada para el viernes por la Solidaridad Obrera, y que había suspendido el gobernador, habíase celebrado clandestinamente, acudiendo delegados de las Sociedades. de resistencia y habiéndose acordado comenzar la huelga general el lunes 26, como protesta contra la guerra de Marruecos.

Al efecto se constituyó un comité y fueron enviados delegados a los centros fabriles de pueblos. inmediatos y, además, a Zaragoza y Valencia.

También se practicaron gestiones cerca de los. empleados de tranvías, los cuales presentaban resistencia para ir a la huelga y no se hallaban organizados en sociedad.

De todo esto no se apercibieron las autoridades hasta el domingo por la mañana probándolo el hecho de que el gobernador continuase en su torre del Tibidabo y que sólo viniese a Barcelona cuando le advirtieron que se preparaban manifestaciones tumultuarias.

Ayer lunes, por la mañana,. apenas si se notaba que hubiesen sido adoptadas precauciones extraordinarias. Y, sin embargo, a la hora de comenzar el trabajo numerosos grupos, en los que predominaban las mujeres, recorrieron talleres y fábricas invitando a los obreros a declararse en huelga, y consiguiéndolo en la mayoría de los centros que visitaron, sin que apenas hubiese ni discusiones ni protestas.

En la mayoría de esos centros entraron sólo comisiones de mujeres, demostrando éstas serenidad y resolución perfectas.

Vanos grupos de obreros exhibían lacitos blancos,, cual si éstos fuesen algún acordado distintivo.

A las doce de ayer un grupo invitó a los industriales de la calle de San Pablo a que cerrasen sus tiendas. Intervino la Policía y se cruzaron algunos disparos, de los cuales resultaron heridos tres o cuatro sujetos, uno de ellos ciclista de la Policía.

También hubo tumultos en el Paralelo y en la calle del Olmo, resultando en esta última herido de bala el obrero José Durán.

Las agresiones a los tranvías fueron varias, hasta que por la tarde. dejaron de circular totalmente.

La más grave ocurrió en la calle de Bailén, donde los revoltosos incendiaron un coche. Practicáronse muchas detenciones.

En el Paralelo un policía disparó, según dijo involuntariamente, con dirección al cuartel de Artillería. Salieron varios oficiales que desarmaron al policía, reclamando éste perdón, pues se le había escapado el tiro. Los tumultos continuaron en diversas calles, siendo detenidos buen número de alborotadores.

De la Barceloneta salieron tropas de caballería e infantería tomando las calles y plazas afluentes a la plaza de Palacio, donde se halla el Gobierno civil. En dicha plaza se dieron varias cargas.

Con respecto a Sabadell y Tarrasa, súpose que también allí había huelga y tumultos y que no circulaban los trenes.

Los rieles de tranvías que conducen a pueblos cercanos, sábese que han sido levantados en algunos sitios…

A B C, Madrid, 27 de julio de 1909.

Semana trágica (2) (ABC, 28 de julio de 1909)

semanatragica2

Barricada en Barcelona (1909)

Semana trágica (2)

En Gobernación se nos facilitó ayer tarde siguiente nota oficiosa:

"En Sabadell trataron, en los días anteriores, elementos radicales y obreros de celebrar mítines para protestar contra la campaña de Melilla, y habiéndoseles prohibido, esta mañana se declararon en huelga gran número de ellos y, tumultuariamente, se dirigieron a la estación del ferrocarril, impidiendo la salida de trenes de viajeros para Barcelona, cortaron los rieles y las líneas telegráficas. La escasa Guardia Civil que había en dicha población, después de cumplir las prescripciones legales, tuvo que hacer fuego al aire para disolver los grupos.

Logrado esto, se puso en marcha un tren, que tuvo que retroceder, por encontrarse cortada la vía.

Al mismo tiempo, en Barcelona se inició huelga con carácter general, y siempre como manifestación y protesta contra la campaña de Melilla. Advertidas las autoridades de la extensión y de su evidente carácter sedicioso por las manifestaciones que los elementos anarquistas mezclados entre los obreros hicieron con respecto del carácter de dicha huelga, se reunieron para deliberar, y acordaron declarar el estado de guerra en Barcelona y su provincia, resignando el mando la autoridad civil en la militar.

El ministro da la Gobernación, que desde los primeros momentos estuvo en conferencia constante con el gobernador civil de. Barcelona, dándole instrucciones para que, sin vacilar, fuera sofocado ese movimiento, ha aprobado lo hecho por la autoridad civil y está dispuesto a proceder enérgicamente contra quienes en las presentes circunstancias no vacilan en iniciar movimientos sediciosos, incompatibles con la tranquilidad pública y los intereses nacionales."

Los corresponsales de los periódicos de Barcelona en Madrid recibieron ayer, orden de no comunicar nada telefónica ni telegráficamente, lo que parece indicar que no se publican los diarios de la Ciudad Condal.

Lo ocurrido es crimen de lesa patria, monstruosa aberración de gentes que contra la guerra en tierra extraña se alzan, promoviendo otra intestina. Para evitar pérdida de vidas españolas en África asesinan indefensos sacerdotes, agitan la tea incendiaria, provocan represiones sangrientas, comprometen más y más las vidas de nuestros soldados de Melilla, dificultando al Gobierno el envío de refuerzos, con la necesidad de combatir aquí a los forajidos, cuya sola existencia deshonra a España y ayuda a los rifeños en la tarea de matar españoles.

Harto tenemos probado, que no somos ministeriales; en diversas y repetidas ocasiones hemos criticado actos del Gobierno del señor Maura; pero ahora, ante la gravedad de las circunstancias, ante la maldad de gentes que nos avergüenza tener por compatriotas, estamos y estaremos al lado del Gobierno, como lo estaríamos aun cuando al frente de él se hallaran nuestros mayores enemigos, como lo estarán cuantas personas amen a la Patria, mediten y razonen, cuantos no sean suicidas, porque en las manos del Gobierno está hoy el honor de España, la pronta terminación del conflicto rifeño, que, por desgracia, exige como triste Y vergonzoso preámbulo aplastar a las víboras que en nuestra propia casa han levantado la cabeza…

A B C, 28 de julio de 1909.

Carta (Juan Maragall, 9 octubre 1909)

Carta de Maragall a Ossorio y Gallardo

9 octubre 1909.

Mi estimado señor: El amigo Cambó me ha dado a leer la carta de usted en que se refiere a mi articulo, y yo no sé cómo expresarle mi contento por haber merecido la aprobación de sus méritos, y mi gratitud por la efusión de sus palabras, que tienen además especial valor por venir de quien tanto ha demostrado conocer y amar a Barcelona y a Cataluña entera en una gestión que le es un título de gloria no todavía bastante reconocido.

Déjeme ahora invocar este amor suyo a todo lo nuestro, ya que otros títulos no tengo, para unir a la expresión de mi agradecimiento una expansión que a quien no fuera tal como usted para todos nosotros, podría parecer importuna. Y es que tengo sobre mi corazón estos fusilamientos ya consumados, y tantos más que son de prever en cabeza de gentes que yo no he visto acusadas de otra cosa que de haber hecho o simplemente querido hacer armas contra la fuerza pública en la revuelta. Ya sé que esto es la estricta aplicación del Código Militar en el estado de guerra. Pero en un país como el nuestro, ¿por ventura tal aplicación es, ni puede ser, en puridad, otra cosa que una medida política? ¿Ni ha sido alguna vez más que eso, en efecto? Pues si como política nadie puede dudar en conciencia de que es muy acertada y necesaria la obra de depuración que se está practicando en Cataluña por medio de extrañamientos, penas correccionales, cierre de centros de perversión, evitación de nuevas propagandas criminales, estricta vigilancia y hasta diré -aunque la muerte impuesta por la justicia humana siempre me parece un sacrilegio- aplicación explicable de tan tremenda represión a alguno que al amparo de la revuelta haya cometido crímenes abominables en personas débiles o indefensas, nadie puede ver sin horror -como no se haya apoderado de él en forma de miedo o crueldad un espíritu de egoísmo equivalente al espíritu de odio de la turba-; nadie, digo, puede ver sin dolor y sin espanto el sacrificio en frío de tantas vidas cuya única tacha haya sido tal vez la exaltación por una idea, cuya maliciosa propaganda no le ha sabido o querido evitar esta misma sociedad que ahora tan duramente le castiga en la cabeza misma por su culpa extraviada. Esto es espantoso: dejar a todas las gentes sin otra educación social que la alternativa de un terror a otro. Yo no puedo callarme esto, y no sé a quién decirlo; al público no se puede ahora; en particular a muchos es en vano, y hasta se llega al dolor de encontrarse con sentimientos muy diferentes, porque tan mal educado ha sido entre nosotros el corazón de la turba de arriba como el de la de abajo. En el poder social no tengo influencia alguna. ¿Comprende usted ahora por qué me atrevo a decírselo a usted, aunque sea una incorrección la primera vez de hablarle? Pero ¿qué representa una incorrección ante tribulación de espíritu tan grande? Si lo siente usted como yo y puede hacer algo en ello, yo creo adivinar, sé que lo hará. Si no, perdóneme. Y en todo caso reconózcame desde ahora en lo que pueda servirle como admirador y amigo afectísimo.

JUAN MARAGALL

Alfonso XII, 79, San Gervasio, Barcelona.

Carta (Ángel Ossorio, 1909)

Carta de Ossorio y Gallardo a Maragall

Sr. D. Juan Maragall.

Mi distinguido señor y amigo: Agobios de la profesión y de la política, impuestos por esta mecánica que unos cuantos nos hemos impuesto para pasarlo mal, me han impedido contestar con la oportunidad y aun con la premura debidas, su amable carta del día 9, que al confiarme una expansión de su espíritu, me confiere una honra tanto más de agradecer cuanto más inmerecida.

Llegó la misiva a mis manos en ocasión de hallarse en mi casa Luis Muntadas y Gabriel Maura, por lo que creí que lo más útil que podía hacer en servicio del designio de V., era leerles la carta misma y regalarles, con la espontaneidad de la impensada, el saboreo de aquellas delicadezas de alma. Era además éste el conducto más autorizado y seguro para que aquéllas llegasen a conocimiento del Presidente del Consejo.

Y ahora, permitiéndome yo abusar de su bondad, para entregarle mis juicios, le diré que en parte discurre V. como ciudadano y en parte como poeta, lo cual no es pecado, pero produce los dolores que V. mismo experimenta.

Estoy totalmente conforme con V. (¿qué discrepancia puede haber sobre esto?) en que sería mucho mejor que todo lo que ocurre no ocurriera. Una dura y violenta represión ejercida en la tarde del lunes 26 de julio, hubiera ahogado el movimiento en su germen; hubiera atenuado el dolor de las amputaciones, como hijas del combate; hubiera evitado, disminuido, mejor dicho, la necesidad de incoar procesos a millares; y hubiera permitido que el noble arrojo de los defensores del orden, sustituyera a la acción del verdugo.

Bien público es que esto quise hacer; que por no hacerse dimití mi cargo (y un poquillo también porque tengo la levita rebelde, todo hay que confesarlo); y que hasta predije -Luis Muntadas es testigo- que el rigor que no se emplease en los momentos de la refriega no se podría usar después porque protestarían, por reacción, hasta los mismos perjudicados. V. me acredita de profeta.

Pero, en fin, esto no se hizo y hay que tomar las cosas como se nos presentan. Se enconaron los sucesos, se multiplicaron los delincuentes, se subrayaron ferozmente los crímenes de toda especie. Y aun cuando en todo ello alcance cierta responsabilidad a los que se mostraron pasivos en los primeros momentos, ¿qué hacer ahora? ¿Cómo abdicar al Estado de su función primera? ¿A dónde nos conduciría la mansedumbre de la justicia después de la blandura en la represión? ¿Qué enseñanzas y qué alientos no tomaría de ahí el núcleo de revoltosos que habitualmente perturba en Barcelona, y qué diría mañana (ya lo han dicho hoy) de la responsabilidad de un Gobierno que con la dulzura mostraba su simpatía a los asesinos de la ciudad condal? Repase V. algunas colecciones atrasadas de la La Veu…

Además, aun cuando en todos estos casos las responsabilidades iniciales se diluyen en todo el cuerpo social, siendo los criminales tinos lógicos inflexibles que sacan la última consecuencia, nunca menos que ahora puede invocarse esa argumentación.

Dejemos la historia de errores, consagrada años atrás por el Estado y por el catalanismo. Cada cual ha roto cuantos vínculos de disciplina ha podido. Pero de tres años a esta parte, todo ha cambiado. El pueblo catalán, enseñoreándose de una honrada acción política, ha iniciado un admirable curso de civismo y emprendido una obra de educación colectiva, que es motivo de admiración entusiasta para los que la hemos presenciado. El Gobierno, por su parte, ha prodigado la ecuanimidad, la justicia, la rectitud, la diligencia en el bien obrar. Sociedad y Estado se apresuraban a lavar sus culpas. ¿Y es ahora cuando unos salvajes vienen a deshonrar toda esta obra generosa con atropellos espeluznantes? ¿Y el Gobierno y Barcelona han de ver manchada su historia en estos instantes? ¿Y bastará la decisión de unos cuantos facinerosos para trocar a una ciudad orgullo de España, en un baldón de la vida europea?

No nos ablandemos. Deplore que no se haya matado en el primer instante a algunos, para evitar lo posterior. Pero hoy… perezcan cuantos sean necesarios en justicia.

Temo el anatema de V. Dirá que tengo un criterio medieval. Pero entre el honor de Barcelona y la vida de unos cuantos amigos de Sol y Ortega, prefiero el sacrificio de éstos al peligro de aquél.

Y… ahora caigo en que le he dado a V. una lata. Perdóneme. Estoy tan interesado en las cuestiones de Cataluña, que no sé reprimir mis juicios y frecuentemente hago víctimas del desbordamiento de mi sentir a muchos de nuestros amigos comunes.

El serlo de V. me halaga en alto grado, porque me da ocasión de expresarle en la intimidad toda la admiración que me han inspirado sus escritos y la reverencia que tributo a la nobleza de sus pensamientos. Cuénteme siempre a sus órdenes y crea que si alguna vez necesita V. por aquí un eco de sus juicios, podrá contar con la buena voluntad de su amigo muy adicto,

ÁNGEL OSSORIO

Real Decreto sobre Mancomunidades (18 diciembre 1913)

Real Decreto sobre Mancomunidades

(18 de diciembre de 1913)

Facultando a las provincias para mancomunarse para fines exclusivamente administrativos que sean de la competencia de las mismas, previos los trámites que se indican.

(Gob.) "Exposición.—Señor: Motivo de constante preocupación para los Gobiernos y porfiada controversia entre los partidos viene siendo, desde hace largos años, el magno y difícil problema de la descentralización. administrativa. De que es insostenible y nocivo el statu quo, da testimonio el hecho de los sucesivos intentos de mejora, iniciados por todos y cada uno de los ministros que han desempeñado la cartera de Gobernación, y cuando tales proyectos faltaran, bastaría proclamar los vicios de que la Administración municipal y provincial adolece, lo unánime de la queja y la insistencia con que ella se produce con caracteres análogos desde las más apartadas y aun contrapuestas regiones españolas.

El partido liberal conservador tiene en este problema gloriosos antecedentes que ni desconoce ni olvida el actual Gobierno. Cuando su representación constitucional se complete e integre con el apoyo del Parlamento, si una vez consultado el país, resultasen con mayoría nuestras ideas, el Gobierno anuncia desde ahora el propósito de llevar de nuevo a las Cortes la reforma del régimen local en condiciones adecuadas para su rápido examen y su pronta aprobación, que, por fortuna, sobre sus puntos esenciales puede considerarse lograda, después de la ardua y meritoria labor que las Cortes de 1907 a 1909 realizaron, la concordia y el asentimiento de las diversas fuerzas políticas.

Uno de aquellos importantes extremos en que parece felizmente conseguida la unidad de criterio entre los hombres de gobierno de más distintas significaciones, es el que se refiere a la conveniencia de autorizar la asociación o mancomunidad. de Ayuntamientos y Diputaciones provinciales para fines exclusivamente administrativos, haciendo mediante la asociación posible para aquellos organismos, la realización de empresas en alto grado beneficiosas para los vecinos de los pueblos enclavados en la región a que la mancomunidad se extiende, sin daño, antes bien, con indudable ventaja de los intereses generales de la nación.

... El derecho a unirse y mancomunarse está explícitamente reconocido a los Ayuntamientos por su Ley Orgánica, y ningún precepto de la Provincial lo veía tampoco, directa ni indirectamente a las Diputaciones. Los textos constitucionales lo consienten de igual modo, ya que la única exigencia de la Ley Fundamental en lo que a este punto se refiere es la del artículo 82, que ordena haya, en cada provincia una Diputación provincial.

Subsistiendo estos organismos, conservando ellos todas y cada una de las facultades que la Ley les asigne, no debe inspirar recelo alguno el reconocimiento que ahora se hace de su derecho a mancomunarse, sobre todo, cuando a esta declaración acompañan resortes y garantías que ponen en todo caso en manos del Gobierno la vida y el funcionamiento de la nueva entidad. Así, por ejemplo, al par que se reconoce, el derecho a la unión, el procedimiento para establecerla está siempre vigilado y dirigido por el Poder central, y las garantías de quorumextraordinario que se exige para la validez de la votación en que la unión se acuerde, a más de la segunda aprobación a que separadamente habrá de llegar cada una de las Diputaciones dispuestas a mancomunarse, dan la seguridad de que en caso alguno podrá ello realizarse sino sirviendo la voluntad de la inmensa mayoría de los habitantes de la región.

La Junta que se crea no podrá obtener del Poder público la delegación de facultades y servicios de los que a la Administración central correspondan, sin que en cada caso voten las Cortes un Proyecto de Ley; los recursos que habrán de entablarse ante el Ministerio aseguran a todos y a cada uno de los ciudadanos la necesaria defensa contra posibles extralimitaciones. Con ello, y con la declaración terminante de ser siempre voluntaria la asociación y poder extinguirse por la iniciativa de cualquiera de las Diputaciones mancomunadas, claramente se advierte que se alejan todos los peligros y  quedan sin fundamento cualesquiera clase de recelos.

A propuesta del Ministro de la Gobernación. y de acuerdo con mi Consejo de Ministros.

Vengo en decretar lo siguiente :

ARTÍCULO 1.º. Para fines exclusivamente administrativos que sean de la competencia de las provincias, podrán éstas mancomunarse. La iniciativa para procurarlo podrá partir del Gobierno, de cualquiera de las Diputaciones Provinciales o de uno o de varios Ayuntamientos que reúnan el 10 por 100 cuando menos de los habitantes de las respectivas provincias. Las Corporaciones solicitadas o requeridas por la entidad iniciadora de la constitución de la mancomunidad, cuando estén dispuestas a concertarse, designarán sus representantes y una vez reunidos procederán éstos a la redacción del oportuno proyecto. Para examinarlo se reunirán las Diputaciones interesadas convocadas por el Presidente de la entidad iniciadora, y siempre presididas por el Gobernador civil de la provincia en que la reunión se celebre, y que para ser válida necesitará de la asistencia de las dos terceras partes, cuando menos del número total de los diputados. Las Diputaciones acordarán luego separadamente si aprueban o no las bases que resultasen aprobadas en la reunión general. Una vez aceptado el acuerdo o proyecto por el voto de la mayoría absoluta de cada una de las Diputaciones interesadas, se elevará y someterá a la aprobación del Gobierno, que habrá de examinarlo minuciosamente y detenidamente hasta estar seguro de que no hay en él nada que directa ni indirectamente contradiga la legalidad constitucional y administrativa del Reino, sino que, por el contrario, todas sus cláusulas se ajustan estrictamente a ellas. Si el Gobierno concede la autorización, la mancomunidad se constituirá con plena y absoluta capacidad y personalidad jurídicas para cumplir los fines taxativamente consignados en el acuerdo o propuesta.

Con exclusiva relación a los mismos, representados por su Presidente y por medio de una Junta general de los diputados de las provincias asociadas y de un Consejo permanente nombrado por éstas, podrá ejercer las facultades y realizar los servicios que puedan concedérsele, de entre los que por ley correspondan exclusivamente a las Diputaciones Provinciales.

Contra los actos y acuerdos de la Junta general y el Consejo permanente existirán los mismos derechos y procederán iguales recursos que los que la Ley provincial reconoce contra los acuerdos de las Diputaciones, si bien deberán siempre interponerse ante el Ministro de la Gobernación los que dicha ley atribuye al conocimiento y competencia del Gobernador de la Provincia.

Las mancomunidades serán siempre y constantemente voluntarias, pudiendo concretarse a plazo fijo o por tiempo indefinido. Para su disolución o para la separación de alguna o algunas de las Diputaciones asociadas, se observarán las disposiciones que deberán estar previstas y establecidas en el acuerdo de constitución de aquella.

El Gobierno, por Real decreto acordado en Consejo de Ministros, a propuesta del de la Gobernación, podrá ordenar la disolución de la mancomunidad, siempre que en sus acuerdos y propuestas resulte infringida alguna ley del Reino, o, cuando de aquéllos pueda inferirse algún peligro para el orden público o los altos intereses de la Nación. En estos casos el Gobierno estará obligado a dar cuenta a las Cortes de su resolución y de los fundamentos en que la apoye. Se fijará en todo caso la norma a que habrán de ajustarse las responsabilidades de carácter económico o financiero y el momento en que ellas quedarán extinguidas para la Diputación o Diputaciones que se aparten de la mancomunidad. En el mismo acuerdo, las Diputaciones determinarán y fijarán concretamente los recursos con que habrán de contar en sus presupuestos. Los tales recursos podrá ser rentas de bienes propios y productos de explotaciones, donativos o cuotas voluntarias. subvenciones voluntarias de Ayuntamientos y Diputaciones, arbitrios y recursos cedidos por las Diputaciones después de cubiertas sus atenciones legales independientes de la mancomunidad, arbitrios y recursos que cedan los Ayuntamientos en iguales condiciones y circunstancias que los anteriores, arbitrios que por servicios o aprovechamiento puedan adquirir la mancomunidad y arbitrios o expensas de particulares por obras o servicios costeados con fondos de la mancomunidad en las mismas condiciones que para las Diputaciones Provinciales establece la Ley.

Cuando en este primer acuerdo no puedan, por cualquier clase de motivos, detallarse todos los recursos, podrán éstos adicionarse por acuerdos sucesivos, que habrán de adoptarse con iguales garantías que las establecidas para el primero.

Las mancomunidades, una vez constituidas, podrán solicitar delegación de servicios determinados y facultades propias de la Administración Central.

La propuesta será elevada al Gobierno, y en ningún caso podrá éste resolverse sin obtener antes de las Cortes una ley especial de concesión.

ARTÍCULO 2.º. El Gobierno dará cuenta de este decreto a las Cortes en la primera sesión que celebren.

Dado en Palacio a dieciocho de diciembre de mil novecientos trece.

Alfonso XIII.

El Ministro de la Gobernación. José Sánchez Guerra.

Manifiesto "Per Cataluña i l'Espanya gran" (1916)

Manifiesto "Per Cataluña i l'Espanya gran". 1916

Nosotros, desde esta Cataluña […] eliminada s is temáticamente de toda intervención activa en el gobierno de España, nosotros, tratados de separatistas y localistas, nosotros a los otros españoles de buena fe, a los que sienten el alma oprimida por la impotencia actual y desean elevar su tierra a una mayor dignidad interior e internacional, les señalamos el obstáculo: esta lucha enervante, agotadora, inconsciente a veces, bien consciente ahora, entre una nacionalidad predominante y otras que no se resignan a desaparecer; y les invitamos a cerrar este periodo, a unir armónicamente unas con otras las nacionalidades españolas y a todas con el Estado, de tal forma que cada una rija libremente su vida interior y todas tengan la participación que por su importancia les corresponda en la dirección de la comunidad, haciendo de esta manera de España, no la suma de un pueblo y los despojos muertos de los otros pueblos, sino la resultante viva, poderosa, de todos los pueblos españoles, enteros, tal como Dios los ha hecho, sin mutilarlos antes, arrancándoles la lengua, la cultura, la personalidad, que son la raíz vital de su fuerza.
[…] No se hagan en Madrid ilusiones; la cuestión de Cataluña no se resolverá con violencias, ni con KulturKampf, ni con traiciones de antiguos patriotas, ni con habilidades políticas de gobernantes maestros en ganar elecciones encarcelando a los electores contrarios y distribuyendo con violación de todas las leyes favores y amenazas. La única solución es una franca y completa autonomía. Establecerla, ir a la consagración federativa de la libertad de todos los pueblos peninsulares, es empezar la España grande. Seguir el camino emprendido es trabajar por una España más débil, más dividida, más disminuida cada día.

Fuente: Historia d'una política, cit., 1933: 180-181 y 185. (Traducción: P Anguera.)

Manifiesto de 14 de junio de 1917, dirigido por los parlamentarios regionalistas al país

Manifiesto de 14 de junio de 1917, dirigido por los parlamentarios regionalistas al país

Cumpliendo un deber

Sólo un año ha transcurrido desde que en las últimas horas de un Parlamento cerrado o huero de iniciativas gubernamentales, en los instantes más febrilmente activos de la vida pública europea, dirigimos nuestra voz a todos los pueblos de España, llamándolos para que sintieran juntos la vibración de esta hora heroica del mundo en que se revisan todos los valores y se prepara una Europa nueva; queriendo despertar en las muchedumbres ibéricas, dormidas hace siglos, un ideal colectivo de fraternidad, de libertad y de grandeza.

Sólo un año ha transcurrido y volvemos a hallamos en las postrimerías de unas Cortes tan efímeras y estériles como aquéllas, habiéndose sustraído al Parlamento gravísimas cuestiones; habiéndose efectuado cambios de Gobierno y de partido, elaborados y resueltos entre sombras y oscuridades, en conversaciones secretas, ignoradas por las Cortes y por el país, y hallándose todos los problemas capitales de la vida pública sin resolver, ni siquiera plantear, indefinidamente aplazados, como de costumbre, para un mañana que nunca llega.

Por ello, ahora, como entonces, nosotros, elegidos en libre sufragio por los ciudadanos de Cataluña, debemos a nuestros electores, y como miembros del Parlamento a los ciudadanos de España entera, nuestra clara y leal palabra sobre los gravísimos acontecimientos actuales; palabra hoy más autorizada y fuerte que entonces, pues ha sido consagrada por un plebiscito excepcionalmente valioso de los ciudadanos de Cataluña y los entusiásticos ánimos venidos de todos los pueblos hispánicos, y recibe en esta misma oportunidad, gracias a los hechos ocurridos y a los que, a los ojos de todos, se preparan, una nueva consagración, la del pronóstico acertado.

Por Cataluña y la España grande.

Tan actuales son hoy como entonces nuestras palabras, y aún más actuales hoy, por la violenta agudización de nuestros problemas constitucionales. Por ello, antes de ocuparnos de las modalidades presentes de estos problemas, mantenemos y reproducimos cuanto por Cataluña y la España grande firmamos; lo mantenemos y reproducimos, y fervorosamente reiteramos el llamamiento a todas las nacionalidades ibéricas para constituir, en un ambiente de libertad individual y libertad colectiva, o sea, de holgada y plena autonomía, una España verdaderamente fuerte y grande.

Las crisis de antes

Hasta el presente las crisis políticas en España podían ser totalmente sustraídas al conocimiento de la opinión pública, porque eran crisis de familia. No existen en España partidos, en la acepción democrática de la palabra; no existen, por lo tanto, elecciones más que en algunos sectores del territorio español. Diputados y senadores son fabricados a la sombra del poder real por los hombres a quienes el Rey elige para gobernar, y mediante los organismos de gobierno que el Rey pone en sus manos. En vez de unas Cortes verdaderamente populares, que levanten enfrente del poder regio el otro factor esencial de un Gobierno libre, la representación de los ciudadanos, ahí está el encasillado que perpetúa esas Cortes de Real orden, que convierten el régimen constitucional español en verdadera autocracia.

Dentro de este sistema, que es el tradicional en España, es imposible que las crisis nazcan de los movimientos de opinión. Nacen, como en la Monarquía pura, de los malos humores, rencillas o desacuerdos entre los hombres de la pequeña oligarquía bifurcada que recibió el embargo de las ceremonias constitucionales, y se resuelven, naturalmente, en la Cámara regia, mediante conversaciones al oído con los presidentes del Consejo y de las Cámaras, que constituyen la gerencia alternativa de la comunidad gobernante.

De este modo, como en las acostumbradas y ordinarias crisis, se ha tramitado y resuelto la crisis de Constitución, de régimen, planteada por el Ejército, como si los ojos, avezados a las minucias de las pequeñas luchas de bastidores, no acertasen a comprender las grandes realidades de la vida colectiva.

La cuestión militar.

Y eso que los hechos son de magnitud imponderable. El Ejército, que tiene por ley esencial la disciplina, cansado de esperar inútilmente, por espacio de veinte años, disposiciones legislativas y ministeriales que le constituyan en ejército de veras por su organización, su armamento, su preparación técnica; cansado de esperar mejoras en esa miseria dosificada que, en general, los sueldos del Estado constituyen; cansado de soportar el favoritismo de algunas familias y clientelas de Madrid, constituyó Juntas de Defensa de cada Arma; las oficialidades de todas las Armas se sindicaron, y al ser ordenada la disolución de todas las Juntas y encarcelados sus miembros, en vez de obedecer presentaron un ultimátum exigiendo la libertad de los detenidos, la reposición de los destituidos y el reconocimiento de las Juntas de Defensa. Y el Gobierno volvióse atrás de sus acuerdos, y refrendó los que le fueron dictados por la Junta de Defensa de Barcelona.

Tal ha sido el violentísimo golpe de maza que abrió la crisis actual. Y esta crisis no se resuelve llamando a los ministros de anteayer. Las peticiones fundamentales planteadas permanecen como interrogante preñado de peligros y amenazas; la suprema dirección de la autoridad militar no reside en el Ministerio de la Guerra, ocupado por uno de los acusados; ni en el Gobierno, ejercido por los hombres responsables del estado de cosas denunciado. Y por todo ello la soberanía, que es el derecho acompañado de la fuerza para hacerse eficaz, no se sabe a punto fijo dónde para.

Subvertidos los poderes; descentrada la autoridad; rodeados los hechos de un ambiente de tolerancia y simpatía; sacudida toda la economía española por las repercusiones de la guerra; aumentada la excitabilidad popular por la carestía y el ejemplo de revoluciones y grandes acontecimientos en otros países; abierta en todo el mundo una etapa constituyente alrededor de la universalización del sufragio y la autonomía de las nacionalidades, nunca vivió España desde la Restauración acá un momento parecido al actual.

La cuestión militar y la opinión.

Agrava notoriamente la trascendencia de la cuestión militar la forma en que la acogió la opinión pública. La actuación de las Juntas de Defensa en estas últimas semanas constituye manifiesta transgresión de las leyes constitucionales, un verdadero pronunciamiento pacífico. En un país normal, en un país constituido, el hecho de la sindicación de las oficialidades de todas las Armas para imponer determinadas soluciones al Gobierno, es una anormalidad tan extraordinaria, una tergiversación tan monstruosa del orden establecido, que provocaría en todo el cuerpo social reacción formidable y un irrespirable ambiente de hostilidad y repulsión.

¿Será esto lo que ha ocurrido en España? No. Con toda sinceridad hay que declararlo: no hubo repulsión, ni hostilidad, ni siquiera sorpresa. Muy al contrario: un ambiente de simpatía circundó la actuación de las Juntas de Defensa. ¿Por qué? Porque al lado de tantas sombras y ficciones constituían ellas un grito de sinceridad, una realidad viviente; porque el problema que plantea es el problema constitucional, el de ser cada cual lo que debe ser, que es el problema de todas las categorías, de todos los organismos públicos, en los países no constituidos como España.

La Junta de Defensa de Barcelona declara en su nota que el Ejército está desorganizado, despreciado y desatendido; que los anhelos de reforma no fueron acogidos con amor, ni se les llevó más allá del proyecto; y que, en cambio, favoritismos e injusticias fueron realizando selecciones al revés, con desprestigio de la colectividad.

Pues bien; para vergüenza de los que rigen de muchos años acá el Estado español en todos los órdenes de la vida pública española, en todos, absolutamente en todos, pueden ser pronunciadas estas palabras con la misma verdad terriblemente acusadora. Nuestros gobernantes nada supieron organizar: ni el Ejército, ni la Marina, ni la Administración, ni los Municipios, ni las Diputaciones, ni las haciendas locales, ni la enseñanza, ni la justicia, ni la economía nacional, ni las instituciones sociales. Ni siquiera supieron organizarse a sí mismos -poseedores del Gobierno supremo-, conquistando la dignidad, la fuerza social, la representación verdaderamente nacional de un Estado a la moderna, con libres ciudadanos y libres electores y asambleas verdaderamente electivas.

De aquí que al caer la espada de las Juntas de Defensa sobre la mesa del Gobierno, la acompañasen las simpatías de cuantos al fin esperan ver abierta, y abierta anchurosamente, la vía de las grandes reformas constitucionales.

Ineptitud del Estado.

La primera de tales reformas, la reforma prevista, es la del Estado, que es instrumento de todas las demás. Harto proclaman los hechos su ineptitud. Hace veinte años que el Ejército espera reformas que no llegan. Treinta años hace que periódicamente se anuncian leyes de Administración local que no se aprueban. Hace años, muchos años, que se habla de la autonomía universitaria, y de la enseñanza técnica, y de la escuela y el maestro, sin que jamás se pase de la retórica ministerial. Y los organismos locales esperan una hacienda propia, prometida en grandes proyectos, mientras andan menguándola Reales órdenes muy efectivas. Y los productores tienen siempre el alcance de la mano, pendientes del estudio inmediato del ministro, las instituciones fundamentales, del outillage económico, antiguas ya en los grandes pueblos de Europa; y los ministros van pasando y las generaciones de productores sucediéndose. Y los obreros sienten la ausencia de los seguros que den estabilidad a su vivir, e instituciones para su formación técnica. Y lo propio ocurre en todas las categorías.

En tanto, con rotación de ejemplar regularidad, parecida a la sucesión de las estaciones, van alternando los dos juegos de ministros, y de funcionarios, y de Cortes de Su Majestad. Hoy, declaraciones; después, mensajes; más allá, proyectos de ley, y después, crisis; y toda la vida española sigue igual, como si nada hubiese que realizar, mudar, corregir e inaugurar en ella.

A organismo de tan extraordinaria incapacidad para la tarea eficaz, efectiva, en primer término, hay que descongestionarle, dejar en sus manos las funciones esenciales, las características del poder central, y llevar otros organismos todas las demás funciones. Cuando sólo le incumbiese cuidar del Ejército y de la diplomacia y de la economía general, acaso tendría más espacio para escuchar y atender las aspiraciones justas, y lo que es más, para estimular los progresos y despertar las ansias de perfeccionamiento, y aun para imponerlas donde fuese menester, según hacen los Estados dignos de serlo.

El régimen federativo

Dar al Estado tina constitución federativa: tal es la gran solución renovadora.

Mediante una organización interna de estructura federativa, los pueblos ibéricos tendrían el ambiente de fraternidad, de intimidad amorosa que forma las grandes unidades indivisibles. Las ciudades vivas que acá y acullá de España guardan recuerdos de antiguas grandezas y sienten en sus entrañas simientes de capitalidad, serían centro de intensa propulsión de una vida renovada, y darían, como ocurrió en las ciudades italianas, nuevos matices y facetas a la civilización. Aligerándosele al Estado la actual labor abrumadora, y creándosele con tales corrientes de renovación, iría él adaptándose a las funciones encumbradas de una suprema dirección.

Esta organización federativa es, por otra parte, la que corresponde a la estructura de la sociedad política española, dividida en nacionalidades, en pueblos de personalidad harto definida. Establecerla es someterse a la exigencia de las fuerzas naturales e históricas que nos hicieron a todos lo que somos, y no otra cosa, fuerzas formidables que no se detienen con leyes ni Reales decretos ni hojas de Constitución; es obedecer a un imperativo de justicia, único posible fundamento de vínculos jurídicos sólidos y duraderos; es fortalecer al Estado (harto lo necesita), incorporándole fuerzas vigorosas que se pierden para él o lo perturban, como las de toda la periferia española, y especialmente de Cataluña y de Vasconia.

También la técnica impone esta forma de Estado. El Estado compuesto o federal constituye una perfección en la organización política, porque establece una división del trabajo con la consiguiente mayor adaptación a la función; porque articula más vigorosamente en la cosa pública a todos los centros vitales del país; porque levanta en todos los ámbitos del país escuelas de vida pública donde se aprovecha toda la fuerza motriz de los grandes amores a la tierra, y se preparan los verdaderos estadistas, esto es, los hombres que unen a la fuerza de la técnica política la fuerza de un ideal.

Y nadie crea que la adopción de este camino sea un experimento excepcional, un salto a un mundo desconocido. No; todo lo contrario. La forma federativa es la constitución normal del Estado moderno, la más generalizada, la de los pueblos directores. La inmensa mayoría de los hombres civilizados del mundo viven en Estados de esta clase; y las corrientes de la opinión universal, desde las que remueven las masas de la democracia socialista hasta las que dirigen a las muchedumbres fieles a las voces de la tierra y la Historia, dibujan en el horizonte nuevas extensiones del federalismo. El triunfo de la forma federativa en la guerra actual ha sido ruidoso; cruzó las pruebas del fuego, y de un fuego tal, que la Historia no recuerda otro que se le acierte a parangonar; y salió victoriosa en todos los órdenes. Después de la guerra, la forma unitaria irá desapareciendo, haciéndose más rara cada día; quedará a modo de antigualla, de forma de excepción para los pueblos chicos, homogéneos, como el gobierno directo, la Asamblea en la plaza pública, como tantas fosilizaciones de instituciones caídas, supervivientes en una que otra comarca oscura y retirada.

Al Parlamento.

Éste es nuestro sentir, claro, sincero y totalmente expuesto, sobre los problemas presentes y el problema siempre actual, porque es el de hoy, el de ayer y el de siempre: constituir a España.

Conscientes de nuestra responsabilidad y de la de todos los ciudadanos, lo propio que de las responsabilidades gravísimas de los hombres, ministros o no, que tienen parte en la dirección suprema del país cumplimos la obligación sagrada de dirigir a todos nuestra palabra; pidiendo a unos que salgan de la pasividad, de la rutina, de la sujeción social y política, y asciendan a ciudadanos verdaderos, árbitros de su voluntad, a miembros vivos del cuerpo social, uniéndose alrededor de un ideal colectivo, de una sentimentalidad generosa que los conduzca a la lucha penosa y heroica con los abusos, las violencias y las ilegalidades de los hombres que disfrutan los beneficios del Poder. Y a los otros, a los gobernantes, reclamándoles que dejen franca la vía legal abierta a la opinión, que abran en seguida el Parlamento, para que los partidos populares, los que tienen raigambre en masas de electores verdaderos, puedan en la tribuna parlamentaria iluminar sombras, exigir responsabilidades y dar satisfacción a las ansias renovadoras cansadas de perpetuas esperas, iniciando y propulsando una actuación ampliamente constituyente.

Barcelona, 14 de junio de 1917.

Senadores: Raimundo de Abadal, Juan Garriga y Massó, Pedro Rahola Molinas, Federico Rahola Tremols, Luis A. Sedó, Leoncio Soler y March, Juan Vallés y Pujals.

Diputados: Antonio Albafuls y Vidal, José Bertrán y Musitu, Eusebio Bertrand y Serrá, Francisco Cambó y Valle, marqués de Camps, José Claret y Assols, Manuel Farguel y de Magarola, Luis Ferrer-Vidal, Antonio Janzana y Llopart, Magín Morera y Galicia, Buenaventura M. Plaja y Tapis, Alberto Rusiñol y Prats, Juan Ventosa y Calvell.

Independencia y autonomía (Solidaridad obrera, Barcelona, 19 de Noviembre de 1918)

Independencia y autonomía

Nuevamente se agita en Cataluña el fantasma de la independencia y de la autonomía de la región.

Es este un pleito viejo que estaba adormecido por muchas y diferentes causas y que despierta hoy con una virulencia y agresividad comparable a la que tuvo en los tiempos de su esplendor, y cuando su apogeo y su pujanza eran incontestables.

La autonomía administrativa que solicitan, por boca de Cambó y de sus secuaces, secundados por los elementos republicanos, que ven en la concesión de esa medida nuevas sinecuras para satisfacer las ambiciones de cuantos desean comer .... de los tesoros públicos, y la independencia que para las cuatro provincias catalanas reclaman los elementos que de los principios nacionalistas han hecho un credo que los libra del sacrificio de las ideas, nos parecen concepciones que no están a la altura de los momentos que vivimos y que se desprenden de las realidades objetivas que hoy determinan las características de los pueblos.

Bien es verdad que de la guerra, actualmente terminada, surgen nacionalidades, se crean Estados, se alzan fronteras que la bota militarista, el imperio brutal de la fuerza había suprimido en apariencia, puesto que idealmente existían; pero ello no viene a sentar el principio de la necesidad de una lucha, de una guerra civil, de la efusión de sangre entre los habitantes de países que pueden considerarse y son hermanos, para conseguir la independencia, para llegar a ser nacionalidad.

Los tópicos que se lanzan para hacer creer en la realidad del nacionalismo, para inducir al pueblo a que se interese por estos problemas, no son ya, a las alturas que nos encontramos, suficiente acicate para que el pueblo se lance a la lucha.

Las cuestiones de lenguas, sentimientos maternales o de terruño, religiones o costumbres, que ocupaban el primer plano en las libertades políticas de los pueblos, y que por llegar a la realización de estos principios de libertad se han derramado ríos de sangre, han pasado hoy a segundo lugar, no interesando ya a nadie más que a aquellos retardatarios que se engolfan en el estudio de un punto determinado de los múltiples aspectos de la vida y que se alejan de las corrientes del progreso, sin darse cuenta de que todo evoluciona, permaneciendo aferrados a ideas que van quedando relegadas a segundo o tercer lugar.

Las lenguas se van fundiendo paulatinamente, hasta que lleguen a formar un idioma único, sin que nos ocupemos de los idiomas auxiliares como el Esperanto y otros que son los mejores y más activos colaboradores de esta obra.

Los sentimientos maternales creemos que pueden expresarse con igual fuerza y con igual ternura en todos los idiomas o dialectos; y en cuanto a las religiones y costumbres, las primeras desaparecen y las segundas se transforman, sin contar con que el individuo es un ser adaptable, tiene un organismo tan flexible, que se aclimata y se acostumbra a todo.

De la autonomía no hablaremos, pues tiene un marcadísimo sabor comercial y mercantil; es cuestión de números y de prebendas; queda reducida a una fórmula matemática.

Por eso el pueblo, que tiene ya otras realidades, que puede oponer a estos viejos principios concepciones nuevas y normas que están más en armonía con el progreso de las clases populares y con la satisfacción de aquellas necesidades más perentorias, y que a pesar de su prosaísmo nos vemos obligados a aceptar y a resolver, no presta a las manifestaciones que en Barcelona se realizan en pro de la autonomía y de la independencia de Cataluña, el calor de su entusiasmo y la fuerza de sus convicciones.

Y es que el pueblo, convencido ya por nuestras propagandas, por el apostolado a que consagramos lo poco que valemos, mira más allá , busca m s lejos y en campo m s ancho los ideales a que ha de consagrar su existencia.

Es que el pueblo sabe ya. aunque bastante indeterminado, pero no por ello menos cierto, que frente al problema de las nacionalidades que le cantan los poetas de sentimientos ya casi muertos, se alza el problema internacional, el principio de que los hombres no han de reconocer fronteras, que los límites que se han de oponer al desenvolvimiento de su personalidad, no pueden ser los límites convencionales que las minorías constituidas en mandatarias quieran marcar, sino que han de ser los que la humanidad entera fije, y ésta fijará como límite el mundo, por no serle posible al hombre, al habitante de este planeta, ir más allá

Sabe también el pueblo que si no procura crear un medio único que lo ponga en relación con todos los demás habitantes del planeta Tierra; si no trabaja por formar un idioma que sirva para todos, se hallar siempre frente a dificultades que podrán ocasionarle conflictos que le lleven a luchar contra sus hermanos.

Sabe, por último, el pueblo, que mientras exista un palmo de tierra en la que el individuo que la habite considere a los de más allá como extranjeros, no habrá paz sobre la tierra y la guerra ser el continuo y perpetuo estado de los pueblos.

Estas realidades que el pueblo conoce son las que pone en frente de las que quieren hacerle defender los que hoy se agitan en torno a la independencia y a la autonomía.

Se vive hoy de realidades prácticas y no de subjetividades; se piensa en lo inmediato para resolverlo, rápidamente, con miras a lo futuro. Y a estas realidades que palpitan con intensidad marcada hay que buscarles solución.

El pueblo quiere libertad, quiere autonomía, quiere independencia; pero seguramente que no quiere una libertad escrita en los códigos, ni quiere una autonomía que sólo permita desenvolver libremente al comercio y a la industria, ni una independencia que separe a una región de otras para que constituya un Gobierno y un Estado aparte. Una libertad así, una autonomía de esta clase, una independencia análoga no pueden interesarle, porque aunque lleguen a ser una realidad, el individuo siempre será esclavo, tendrá que obedecer a alguien, habrá cambiado de tiranos; pero no de tiranía.

Y como la tendencia general y predominante en el pueblo se inclina a que el hombre sea libre dentro de la colectividad en que vive, a que la libertad sea una cosa interna que irradie del interior al exterior, de aquí que no le interesen estas convulsiones que agitan a los partidos políticos que, antes que perecer, se agarran a cuantas probabilidades tengan que les permitan prolongar su existencia.

La realidad, no obstante, es muy otra.

Los pueblos y sobre todo las clases trabajadoras, orientadas ya por los principios sindicalistas para lograr su emancipación económica y por los anarquistas para la emancipación total, se separan de estas normas políticas para conseguir su objetivo.

Así, pues, todos cuantos de buena fe se interesen y quieran prestar su concurso a la obra de manumisión que es necesario realizar, vengan a nosotros, que en nuestras filas caben todos los soñadores, todos los entusiastas de lo que de más bello y más noble existe : trabajar por la liberación total de la humanidad.

Todo lo que no sea obrar así lo reputamos esterilizar esfuerzos y energías.

Autonomía, sí; independencia, también; pero la del individuo primero, que como consecuencia de ello y automáticamente se producirá todo lo demás.

Solidaridad obrera, Barcelona, 19 noviembre 1918

Cambó reclama la autonomía catalana (20 de noviembre de 1918)

1918cambo

Francesc Cambó (1875-1947)

Cambó reclama la autonomía catalana

...Y voy, señores, a tratar del segundo punto: de las reivindaciones autonomistas de Cataluña, que se han puesto a debate con motivo de actos celebrados, últimamente en Barcelona, en virtud de reuniones de cuales hemos empezado a preparar la implantación de un régimen autonómico, que creemos muy cercano, y que creemos muy cercano porque creemos en la vida y en el porvenir de España y en el sentido común de los directores de la política española. Porque la solución del problema de la autonomía es actual, ha de ser inmediata, y no porque haya tenido lugar el plebiscito de los Ayuntamientos. Pero, ¿no os habéis enterado de que ese plebiscito es fruto del acuerdo de la Cuarta Semana Municipal que ha sido adoptado cuatro años consecutivos, y la única diferencia, hoy, últimamente, es que después de acordarlo los representantes de todos los Ayuntamientos de Cataluña, acordaron también coleccionar esos acuerdos de todos los Ayuntamientos para hacer de ellos una ofrenda a la Mancomunidad?

Es la hora de la autonomía de Cataluña por la situación del mundo y por la situación de España, porque es la hora de la solución de todos los problemas vivos y de las expansiones de todas las grandes idealidades. Y el problema de Cataluña está en sazón para resolverse, y así como es un grave daño resolver un problema antes de estar en sazón, es, más que un daño, un. crimen retrasar la solución cuando su hora ha llegado, y la hora de la solución ha llegado para el problema de Cataluña. Y ha llegado por la unanimidad de la voluntad, porque supongo no consideraréis motivo para retrasar la solución la expresión de que .hay un grupo, una minoría, separatista en Cataluña; eso nunca puede ser un motivo para negar acatamiento a la razón y a la justicia.

No son justos y nos ofenden sin razón los que dicen que Cataluña no está preparada, no está capacitada para la autonomía. Sin falsa modestia y sin pretenciosas jactancias, digo que nos conocemos todos; os digo, señores diputados, que los que hemos sido gobernantes catalanes no nos consideramos superiores, pero tampoco inferiores al promedio de los gobernantes españoles, y si no creemos que Cataluña sea un país de promisión, que haya llegado a la cumbre del progreso cívico, sin injusticia notoria nadie puede decir que el grado de ciudadanía del conjunto del pueblo de Cataluña sea inferior al del conjunto del pueblo español.

El argumento que se ha lanzado aquí de que hay que aplazar la solución porque tiene tantos problemas planteados España, porque estamos en días de inquietudes, es un grandísimo error. Hay momentos solemnes, solemnemente fecundos en la vida de los pueblos, y estamos en uno de ellos, en que pueden resolverse en días problemas que en años, en épocas de normalidad no pueden solucionarse. Precisamente las grandes crisis se resuelven con grandes audacias y planteando muchos problemas; que la vida política, que la psicología de los pueblos no se rige por leyes, mecánicas, ni las horas de la Historia tienen todas sesenta minutos; que hay horas que tienen un siglo y hay siglos que casi pasan sin dejar rastro de su curso, y estamos hoy en uno de los momentos culminantes de la Historia.

¿No os dice nada el que los pueblos en guerra, los pueblos beligerantes, en medio de la inmensa preocupación que les ocasiona la lucha, tuviesen más tiempo para preocuparse de su reconstitución interior, de su preparación para después de la guerra, que los pueblos neutrales, que nosotros, por ejemplo? Y es que en esos pueblos había una vibración de ideal intensísima y un espíritu de abnegación, y no hablaba como en España, únicamente el egoísmo; allí podían hacerlo todo, y aquí casi no podíamos vivir siquiera. ¡Pero si ocurre en todo, ocurre en nuestra vida cotidiana! ¡Si los hombres más ocupados son únicamente los que tienen tiempo para hacerlo todo, y en los días de gran tensión, de gran preocupación, es cuando tenemos facilidad para resolver los más arduos problemas!

Yo os digo que el nacionalismo catalán es un hecho biológico , que la autonomía es una fórmula jurídica para resolverlo, y que frente a un hecho biológico caben, por partes del Poder Público, tres actitudes y tres posiciones: la de desconocerlo, la de combatirlo hasta intentar estirparlo y la de resolverlo mediante una solución jurídica. Y añado: en estos momentos, ¿creerá alguien que sirve al interés de España, que tiene derecho a gobernar en estos instantes que vive el mundo si su fórmula política ante un hecho biológico de esa trascendencia fuese la abstención, fuese el desconocimiento? Si éste fuese el criterio del Gobierno de España, del Parlamento español, yo me sentiría deshonrado de formar parte de este Parlamento y de estar, como español, representado por un Gobierno que así pensase.

Otra solución: extirparlo combatirlo por el camino de la violencia, i por camino más indigno de la intriga, de la cizaña, de la discordia interior. ¿Olvidáis la Historia? ¿Puede nadie olvidar que cuando España ha aplicado ese tratamiento a algún hecho biológico semejante, la liquidación del tratamiento ha sido bajar un peldaño más en el camino de su decadencia? Y si esto ha ocurrido siempre, ¿no os parece que ocurriría con más razón en un momento en que se está engendrando un derecho de gentes más extenso y más intenso, en que se está preparando el imperio del derecho en el mundo, en que se están revisando todos los valores, en que se está dando satisfacción a todas las aspiraciones vivas y nobles?

No queda, pues, señores, más solución que afrontarlo para resolverlo, y en esta posición, que es la única noble, la única digna, la única provechosa para España, yo os digo que hay que resolver rápida y radicalmente; rápidamente, porque todo retraso dificultará la solución, todo retraso la hará más compleja, más difícil, y sus efectos salvadores serán anulados o serán menos eficaces; y radicalmente, porque la única solución digna para todos es aquella a la que todos podamos ir sin reservas mentales. Y ello exige una solución definitiva, y no debemos ilusionarnos creyendo que el problema biológico del nacionalismo catalán es un problema de autonomía administrativa, que si nosotros aceptáramos que así se planteara cometeríamos la mayor de las farsas y la mayor de las indignidades.

No es esto. El problema biológico del nacionalismo catalán, como de todos los nacionalismo, como de todas las afirmaciones de una personalidad viva, es un problema de soberanía (rumores); un problema, repito, de soberanía, y un problema de soberanía tienen dos aspectos y dos manifestaciones. Uno de ellos es su extensión, y otro su intensidad.

Ya os dije, aquí, en el año 1916, en un discurso en que os hablé como si hablara a solas con mi conciencia, que con respecto a la extensión de la soberanía se puede deliberar, se debe deliberar y tengo la seguridad de que llegaríamos a fecundas transacciones, y nosotros entraríamos en la deliberación con el decidido propósito de llegar a ella; pero que en cuanto a la intensidad no hay transacción posible, porque la transacción es una farsa, porque una transacción en la intensidad de soberanía quiere decir una confusión, una trabazón de soberanías, que contiene el germen de mil conflictos para el porvenir.

Entiendo, señores diputados, que dentro del límite a discutir, que se fije a la soberanía del Poder catalán ha de ser absolutamente soberano para legislar, para regir, para hacer mantener el respeto a sus decisiones por sus Tribunales y por la fuerza pública, que dice Wilson en un gran Tratado de Derecho político que un Poder, por modesto que sea, que no pueda corregir las extralimitaciones, mantener el cumplimiento de sus acuerdos está investido de un cetro caña, de Poder no merece el nombre.

Por tanto, para que no se pueda decir que hay equívocos, que los que sepan leer nunca los habrán encontrado en mis palabras, yo os digo que para mantener el límite que se fije a la soberanía del Poder catalán que pedimos, para evitar toda transgresión, admitiremos nosotros todas las garantías, todas las fuerzas del Poder central; pero, dentro del campo acotado de la soberanía que se otorgue a Cataluña no admitiremos otras sanción que la sanción de nuestros conciudadanos, que la sanción del sufragio universal, única sanción posible en las democracias. (Muy bien.)

Respecto a esa delimitación de funciones, en el año 1916 yo di una fórmula: la del Estado alemán que la tuviera menor, y un año después, la Asamblea de parlamentarios concentraba, en una relación de funciones que estimábamos todos que indiscutiblemente pertenecen al Poder central, una fórmula que era la traducción concreta de lo que yo había dicho el año 1916; porque eso es la autonomía, son las facultades atribuidas al imperio alemán para todos los territorios excepto para aquellos que gozan de mayores facultades. Y eso coincide casi exactamente con el Poder federal suizo y con el Poder federal norteamericano, porque en estas materias hay poco que inventar. Es tan claro, tan preciso, tan evidente lo que es la soberanía inherente al Poder central y todas aquellas otras materias que al Poder central no hacen más que estorbarle cuando hay órganos vivos capaces de ejercitarlo, que el deslinde se encuentra hecho en las Constituciones federales más diversas, siguiendo casi siempre los mismo senderos.

Yo os digo, señores diputados, que con el mediano ejercicio de las funciones que aquí asignábamos, nosotros al Poder central (respecto a cuya extensión discutiremos, y discutiremos cordialmente, porque acerca de la extensión de soberanía caben transacciones), yo os digo que un mediano ejercicio de esas facultades haría al Poder central español algo mil veces más recio y formidable que lo haya sido nunca.

Aquí se habla de las relaciones internacionales y de la representación diplomática y consular. ¿Cuándo ha tenido política internacional España? Os diré que casi no la ha tenido desde que está constituida la unidad española, porque lo que hemos llamado política internacional casi siempre ha sido política familiar de las dinastías reinantes. ¿No os parece, señores diputados, los que estáis en el Gobierno, los que habéis pasado por él desde que estalló la guerra, que la política internacional va a adquirir para España una importancia enorme; que si se constituye la sociedad de las Naciones, la relación de España con la sociedad de las Naciones, potestad exclusiva, única del Poder central, es un campo de acción que ojalá encontremos hombres aptos en el Gobierno de España para desempeñar cual cumpla el inmenso cometido que ello supone?

Y el Ejército, y la Marina, y las condiciones para ser español, y el ejercicio de los derechos establecidos en la Constitución; porque hemos entendido, como han entendido todos los países federales, que los derechos del ciudadano, el individuo, han de ser iguales, idénticos para todo el Estado; que no puede admitirse que haya un trozo del territorio español en que una minoría imponga un quebranto, una limitación al ejercicio de los derechos individuales que la Constitución a todos reconoce.

Y el régimen: arancelario, y los Tratados de Comercio, y las Aduanas, y todos los problemas del comercio exterior y de expansión económica. ¿Cuándo en España nos hemos ocupado de esos problemas? El que los afronte, yo os digo que tiene un cometido. superior al de tres de los actuales Ministerios.

Y toda la Marina mercante, y los ferrocarriles y canales de interés general, con la nacionalización indispensable de los ferrocarriles, y todo el régimen monetario y de pesas y medidas, y la eficacia de documentos públicos, y la legislación social. Y permitidme que aquí conteste una observación del señor Besteiro atribuyendo a poco amor a los problemas sociales la inclusión de este extremo entre las facultades reservadas al Poder central. No, señor Besteiro, entendemos que la legislación social en España, como en todas partes, han de ser obra del Poder central y su inclusión en esta relación fue hecha a petición de don Pablo Iglesias, la cual suscribimos todos inmediatamente. (Rumores.)

Vamos a hablar de Hacienda, y voy a contestar una observación elocuentísima del señor Alcalá Zamora, que yo suscribo fundamentalmente. (El señor Alcalá Zamora: Lo celebro.)

Yo nunca pediré al Gobierno aquello que si yo ocupase el Gobierno no daría, porque entendiera que sería faltar a mi deber darlo; y yo nunca desde el Gobierno, autorizaría con mi voto que se quebrantase la elasticidad de la Hacienda del Estado, que se limitase la capacidad del Estado para, con recursos propios, atender a todos los gastos que un porvenir incierto puede implicar para los servicios, hoy insospechados, que puede tener a su cargo el Poder central. Tengo aquí el presupuesto de ingresos y gastos del señor González Besada. Pues yo os digo que de los 1.600 millones que figuran aquí como ingresos, tres cuartas partes, 1.200 millones, por lo menos, son indiscutiblemente recursos del Poder central y yo nunca pediré que respecto de ellos que el Poder central haga dejación, porque si ocupase el Gobierno no lo consentiría. Pero os digo más; esos ingresos son los más elásticos, y estamos en momentos en que es de esperar que los gastos del Poder central, algunos de ellos, los militares, por ejemplo, de Marruecos, puedan ser reducidos; pues yo he de decir al señor Alcalá Zamora que admito la posibilidad, aun con una Hacienda de Estado central así dotada, de que hubiese un déficit, una insuficiencia un día añado que nunca pediré, porque nunca lo concedería, que para cubrir ese déficit se estableciese una cuota fija, que se hipotecara el porvenir, sino que entiendo que Cataluña tendría el deber de concurrir a cubrir ese déficit en la proporcionalidad que le correspondiese según su población, según su riqueza, en la medida del esfuerzo que el interés general demandara. (El señor Alcalá Zamora: De acuerdo.)

Yo os digo, señores diputados, que he ocupado el Gobierno, que he sido compañero de muchos de los que se sientan en el Banco azul, y tendrán que reconocer todos que si alguna característica tenía yo dentro del Gobierno era un sentido de intenso estatismo de intervencionismo del Estado muy acentuado, por lo que he recibido censuras; y. es que yo siento intensamente, quizá como nadie sienta en esta Cámara la misión del Poder central y, la misión del Estado y la cantidad enorme de funciones que hay tiene atribuidas como un índice, y que tiene abandonadas y que tiene el deber de ejercer. Yo afirmo que en el período que ocupé el Gobierno, ni en lo más recóndito de mi espíritu, nunca mis tendencias estatistas, mi sentido de intervencionismo de Estado, rozó con lo más íntimo de mis convicciones nacionalistas, de nacionalismo catalán, nunca. Y os digo más: si en el momento de implantar un régimen de autonomía tuviese yo que participar del Gobierno que lo implantara, yo lo aceptaría, porque sé que en mi conciencia en ningún momento se produciría un rozamiento entre mis ideales, como nacionalista catalán, y el cumplimento de mis deberes como ministro del Estado español; porque en mi concepción, otorgada la autonomía a Cataluña, extendida, si pudiera extenderse, a todas las regiones de España, yo veo clarísimamente un Estado español saliendo de ese espurgo de facultades cien veces más fuertes en su soberanía, cien veces más brillante en la situación de su Hacienda.

Yo os digo, señores, que la hora de la implantación de la autonomía de Cataluña ha llegado y os llamo la atención sobre ello o invito, al Gobierno y a los representantes de todas las fuerzas parlamentarias a que lleguemos a un acuerdo para plantear y resolver un problema sustantivo, que no es una etiqueta, que es una realidad compuesta de piezas que podemos discutir y analizar, y tengo la seguridad de que en su discusión. podrán chocar, los pareceres, pero no chocarán los sentimientos, si vamos todos, como espero iremos, con plena. lealtad a discutir.

Respecto a la manifestación separatista que empieza a aparecer en Cataluña, yo no tengo nada que decir aquí; mi deber era mostrar mi disconformidad allí, y allí la expresé públicamente. Aquí digo que los únicos que sin peligro para nada y para nadie tenemos el deber que de mostrar nuestra disconformidad y hacer que no prevalezca, somos nosotros, los catalanes. (Muy bien.)

Diario de las Sesiones de las Cortes, n.º 97, páginas de la 3194 a la 3197. Sesión 20 de noviembre de 1918.

{slider Maura contesta a Cambó sobre la autonomía catalana (Diario de sesiones, 11 de diciembre de 1918)}

maura

Caricatura de Maura

Maura contesta a Cambó sobre la autonomía catalana

El señor Cambó decía ayer, con una claridad, con un conocimiento de la vida parlamentaria, que en su señoría no me causa extrañeza, pero que tampoco ha de ser ¡lícito alabar, los dos párrafos que voy a leer, porque, son la esencia de su discurso, el punto culminante de él y de toda la actuación de su señoría; porque esto lo ha dicho su señoría otras veces, no lo ha dicho ayer solamente: "Y voy, señores, examinando el punto capital, el punto único y fundamental que nos divide respecto a la apreciación de la petición de autonomía que ha formulado Cataluña; punto de tal trascendencia, que si en él llegamos a un acuerdo, el problema será facilísimo; punto respecto al cual, si no llegamos a un acuerdo, si respecto de él chocan nuestras convicciones, y aun más que eso, nuestros sentimientos, perderemos el tiempo en buscar solución al problema. Y al decir esto, comprenderéis que me refiero al problema de la intensidad de soberanía que nosotros reclamamos para Cataluña en nuestra petición."

Y sigue en otro párrafo. "Entendemos nosotros, señores diputados, que en aquellas materias que en el estatuto de autonomía que vote el Parlamento se reserven al cuidado de los Poderes regionales, su soberanía ha de ser total, completa, absoluta; que sobre esas materias, el Poder central no se reserve función ni facultad alguna; que si los Poderes regionales cometen una extralimitación, hay que impedirla y corregirla, pero que dentro de los límites de actuación que se les haya reservado, los Poderes regionales han de ser soberanos, y en el ejercicio de sus facultades, no han de tener más sanción que la que establezca su jerarquía y la potestad suprema legislativa —llamadla Asamblea, Parlamento, o como queráis— no ha de tener más sanción que la sanción del pueblo, expresada por el sufragio universal."

Ésa es la esencia del problema y ésa es la actitud. Por eso, señor Cambó, decía yo antes que no es que su señoría contradiga nada, pero lo relega a término subalterno, lo coloca en la categoría de las cosas que son a examinar y a juzgar, para dejar culminante este concepto. Yo le recuerdo a su señoría (aunque ayer no lo añadía expresamente, lo había dicho en la Academia de Jurisprudencia hace cuatro días, y si no lo hubiese dicho nunca, yo aseguraría que lo piensa), que lo que aquí se dice en términos absolutos no excluye aquel recurso, aquella defensa ante los tribunales de justicia, que se debe a todo súbdito agraviado por cualquier Poder. (El señor Combó: Eso es elemental.)

¡Claro! Su señoría dice que es elemental. Pues bien, como yo voy a hacer respecto de todo eso una manifestación, quiero que conste que añado al párrafo que he leído lo que, aun cuando su señoría no lo expresó, está fuera de duda y viene como envolviendo al párrafo mismo, además de estar expresado en otro discurso. Con esta aclaración, yo digo que estoy absolutamente conforme con esto; que yo suscribo esto; pero no lo suscribo ahora, porque hace quince años que vengo diciéndolo y, naturalmente, lo digo después de tenerlo muy pensado; y significa lo que digo que el organismo regional y toda la estructura y su enlace con los demás organismos tiene que hacer efectivo todo esto, y si no, es una farsa la autonomía. Así he tratado yo la autonomía municipal, cuando he querido establecerla; porque, en efecto, otra cosa no es autonomía, sino simplemente embrollo, trampantojo y farsa. De modo que en lo esencial estamos conformes si no existiera más que el discurso del señor Cambó.

Pero se habla de autonomía integral, se habla de soberanía.

¿Autonomía integral? Que me perdonen los señores que han usado la locución en documentos parlamentarios, y excusen mi torpeza; yo no sé desenredar la madeja. Autonomía integral, no sé lo que es, porque o integral está en autonomía, o integral es independencia; y ya sabemos que no quiere serlo, acabamos de oírlo de labios del señor Albert, y. aunque no lo hubiera dicho yo no lo dudaba. De modo que para mí ésas son dos palabras que tienen la. Virtud de entrecruzar sus destellos en forma tal, que no se ven.

¿Soberanía? Entendámonos; porque el uso de los vocablos en un tratado doctrinal, tiene la ventaja de que se entra en el tratado explicando lo que significan los vocablos, y una vez hecha la definición, sucede lo que sucede en una mesa de tresillo: que tal rica vale cinco y tal otra veinticinco, porque se ha convenido así; de igual modo en el uso de los vocablos del tratado no hay confusión, porque está dada de antemano la clave; como en los contratos es costumbre poner un artículo con la significación de los vocablos, y ya está todo entendido, porque se ha derogado la virtualidad léxica de la voz y se ha remplazado con un signo convencional. Pero cuando se trata de política candente y de actuación política sobre muchedumbre, ¡ah!, entonces las palabras que arrastran conceptos diversos, las voces anfibológicas, los equívocos son temeridades y quizá crímenes; y cuando. hay que pactar o establecer o fijar situaciones y actitudes se compromete hasta la reputación de la lealtal, que es lo último que un hombre puede comprometer, porque puede creerse que ha consentido lo contrario de lo que piensa. Por eso, hemos de explicarnos bien sobre lo de la soberanía. Porque, en efecto, yo en mi casa soy soberano; lo es cada uno de vosotros en la suya. No solemos llamar soberanía el libre albedrío de cada uno; pero es una potestad que francamente actúa y libremente se despliega. ¿Que hay que convenir en que lo llamemos soberanía? Pues cuando el Municipio acuerde que la acera tenga dos metros o que el farol esté a cinco, ejercita un acto en el cual nadie le debe ir a la mano. Si queréis, lo llamaremos soberanía, pero no lo solemos llamar soberanía. Y de aquí para abajo o para arriba, todo. Pero notad una cosa, que no vamos a poderos resignar al convenio de que eso se llame soberanía; por una razón: porque si gastamos ahí la palabra, nos va a faltar para otra cosa que no podemos suprimir, que es ponerle nombre al Poder independiente y supremo de la Nación; y claro es que una palabra que en la política tiene que jugar para dos cosas, no puede pasar para significar a la vez las dos. (Aplausos.)

No hemos de ponernos de acuerdo, porque lo estamos, en que son cosas diversas, cosas, inconfundibles, como que están jerárquicamente colocadas, y no hay, mayor distinción; la soberanía del Estado y la autonomía regional, la autonomía municipal y todas las autonomías que las leyes deben amparar y reconocer. El señor Cambó en ese párrafo que he leído,. dice, y si no lo dijera todos sabríamos también que lo pensaba, que esa autonomía regional no se puede extralimitar, no se le puede consentir que se extralimite; lo cual. supone que hay una soberanía que la mantiene dentro de la órbita que le está trazada; luego está subordinada, no en su función interna, pero sí en la policía de sus fronteras, en la guarda de sus hitos y en la moderación de sus expansiones. El señor Cambó decía ayer, en otro párrafo, que no he, de leer porque es innecesario y está en la memoria de todos, una cosa que también es elemental, y es que sin que sea cosa llana, ni cosa. obvia, ni cotidiana, andar removiendo estatutos como aquel de cuya concesión se trata en el debate, la facultad de  deshacer lo que hace la ley, por consiguiente la potestad en el Parlamento nacional con el rey para deshacer la ley, para modificarla, era establecer una diferencia que me parece que es notoria, entre el Poder de donde la ley emana y aquel que recibe la ley con todos los derechos o todas las justicias que la ley implica. Porque además la región autónoma, como el Municipio, es una entidad, un sujeto político de derecho que coexiste con otras entidades análogas, acaso idénticas, en los Municipios más idénticas, sustancialmente idénticas las regiones, cualesquiera que sean las diversidades a que haya de adaptarse; de manera que hay un problema de coexistencia, de recíproco respeto, de limitación mutua bajo una soberanía y una ley; y en eso también difiere del Poder autónomo e independiente del Estado, porque éste vive atenido al respeto voluntario de los demás, mejor o peor favorecido con la gestión diplomática, y, por última razón al amparo de la guerra y de la fuerza, amparo de la guerra y de la fuerza que nadie puede soñar que se admita entre entidades regionales de una nación.

Pero eso nos trae a otra consecuencia, mejor dicho, eso ya nos da averiguado que. es fundamentalmente inaceptable, inadmisible, casi incomprensible, hablarnos en ese memorándum de un Tribunal mixto y de una Comisión mixta, porque eso supone, no sólo la paridad, no sólo la igualdad, no sólo la identidad de la autonomía regional y del Poder del Estado, la derogación de Poder del Estado; porque no hay más soberano entonces que el Tribunal mixto, porque es suya la última palabra, porque a él quedaría sometido el Estado nacional. ¿Por qué? Porque hay esa diferencia: que la persona independiente y soberana, que es la entidad nacional entre las demás naciones, está en el desamparo de los órganos del derecho y tiene que valerse en último término de la fuerza para hacerse respetar; y las autonomías internas de órganos integrantes de la nación, lo mismo sí es el ciudadano que el Municipio, de la región, con los excesos y las injusticias de la ley, no tienen más que un recurso digno, que es la ciudadanía; un recurso interior. Las leyes injustas se remedian pugnando por las leyes justas, no soportándolas, no cejando en el empeño de enmendarlas, y ésa es la función de la ciudadanía. Naturalmente, la diferencia entre ambas cosas hace que, todo concepto de reciprocidad sea un concepto herético en la vida interior, sea un concepto que no se admite sino en el derecho internacional, que es el sucedáneo de la justicia, es el vendaje de la rotura del derecho, que no tiene quien la componga. Y todo eso que el memorándum trae, inspirado en la idea de reciprocidad entre el estatuto que sea abusivo en el Poder central y la extralimitación que comete el Poder autónomo proviene de un dislocamiento, de una tergiversación esencial del concepto de la autonomía regional, en la cual estamos conformes; que es la misma que expone el señor Cambó

....Dice el señor Cambó: yo distingo (lo ha dicho siempre) la intensidad y la extensión de la autonomía. Sobre intensidad ha resultado que estábamos totalmente conformes, y he necesitado tan sólo comentar el uso de la palabra soberanía y el inconveniente que ese uso anfibológico, ocasionado a confusiones, trae al debate y al emplazamiento político de la cuestión. Vamos ahora a lo de la extensión.

Pero yo he de hacer una salvedad para ser leal, y es que, en eso de la extensión de la autonomía también hay que detenerse un poco; porque claro es que el concepto extensión se aísla y se separa de la intensidad cuando piensa uno en las materias que se van a confiar al Poder regional, o en las que se va a inhibir el Poder central, para dejar sólo frente al ciudadano al Poder regional; pero hay en la cuestión de extensión, capítulos esenciales, y numerosos capítulos, que sin que lo podamos remediar, tienen que ver con la intensidad, porque son atributos del Estado, y dárselos o no dárselos es intensidad de soberanía. Lo digo para que no parezca que ya no se habla de la intensidad se han de referir, porque, aunque parecen como mojones de un deslinde, tienen dentro el fuego sagrado de la autoridad pública y de la unidad del Poder.

Dice el señor Cambó que es fácil llegar a un acuerdo en cuanto a la extensión, y aunque no lo explicó en el discurso de ayer, a él mismo creo, y a muchos, tenemos oído que es fácil esto, porque prefieren una reducida autonomía regional, sincera y firme, a una autonomía regional, al parecer más extensa, con injerencias perturbadoras y derogatorias del Poder central. ¡Ah!, pero yo he de advertir una cosa: para mí, la extensión de la autonomía regional no es potestativa, sino que es una realidad objetiva; que podremos equivocarnos o no, pero la realidad —aunque en ella, como en todas las cosas reales, caben conceptos erróneos—, la realidad es inflexible, inexorable, importando poco que la realidad venga a la ley de una vez, o venga por etapas; eso es subalterno, porque lo que es regional, lo es y lo será siempre y no puede dejar de serlo. Y no hay más que eso.

Pues bien, en esa realidad objetiva, la región tiene dos confines que no se remplazan; como que son contrapuestos: el Municipio, por un lado; el Estado, por otro. Porque el Municipio tiene, no tanto derecho, sino un derecho más notorio e incontestable que la región a su autonomía, y la nación necesita de la autonomía municipal muchísimo más y muchísimo antes que de la autonomía regional (Muy bien, muy bien); y claro es que todo lo que corresponda a la autonomía municipal, si no se le reserva, y lo absorbiera la región, sería usurpado, y sería usurpado con no menor daño que la usurpación del Estado pueda causar. (Muy bien.)

Pues bien, ha sido un error, en el cual se ha reincidido (yo me lo explico, porque no era ésa la bandera de combate; ésa es una de las ofuscaciones de la lucha de que yo hablaba antes, que los colores de la bandera lo absorben todo; pero, en fin, es una alucinación que nosotros hemos de advertir), el que se nota al ver cómo en la Asamblea de parlamentarios, y ahora otra vez, la región pide todo lo que no reserva al Estado, y no hay una hijuela para el pobre Municipio. (Muy bien, muy bien.)

El Municipio, mancillado, extenuado, saqueado, pisoteado, envilecido convertido en vil instrumento de las caciquerías electorales y de las últimas miserias de nuestra vida, ha sobrevivido, y está ahí, en toda España. Pero yo no tengo que inventarlo ahora; yo he considerado siempre que la piedra angular de la reforma profundamente política de que estamos tratando de la nación española tenía por cimientos el Municipio, y ahí están ilustres parlamentarios, que son testigos de que hace diez o doce años, cuando aquella campaña, se me brindó muchas veces con darme una parte, aun la municipalidad, y yo dije siempre que eso no lo podía aceptar, porque era un todo orgánico, porque era sistemático, porque es imposible desligar la vida municipal de, la vida provincial o regional, Porque yo creo que el daño no sería sólo del Municipio; la región misma sería un fantasma; sería una alegría transitoria y fugaz la de su éxito si no llevaba consigo la autonomía municipal. De donde se infiere que no se puede hacer una ley de autonomía regional que, no lleve consigo o vaya precedida, porque eso es igual del establecimiento, con igual cuidado y con igual solicitud de la autonomía municipal para toda España. (Muy bien, muy bien.) Conste que no es ésta una excusa dilatoria que está bien preparada por mi parte de largo tiempo.

El otro confín de la región. El sistema arranca de la Asamblea de parlamentarios. El mensaje entregado al Gobierno dice, comentando la materia de que estoy ahora hablando: "las facultades del Gobierno regional de Cataluña"; y, en vez de decir cuáles son las facultades del Gobierno de Cataluña, dice: "él Gobierno regional, integrado por los elementos arriba expresados, tendrá plena soberanía para regir los asuntos interiores de Cataluña en cuanto no se refiera a los siguientes, respecto de los cuales subsiste íntegramente y sin limitación alguna la soberanía del Estado". De modo que se ha delimitado la región amojonando al Estado. Pues antes de poner la mirada en la enumeración de las facultades del Estado, el sistema ya requiere una observación capital o una serie da capitales observaciones. Porque lo que pasa es que al escribir de este modo la petición se vuelve la espalda a la realidad y se lanza el pensamiento por las holgadas vías de la fantasía, porque ahora no vamos a constituir el Estado español; lo que vamos a constituir es la región. (Muy bien.)

... Como la lista está escrita, impresa, publicada, divulgada y comentada, la lista hace daño. Yo sé que en eso no discuto con el señor Cambó; tengo la seguridad, digo, me prometo la seguridad de que en lo que voy a decir discreparemos poco el señor Cambó y yo, y me hago la ilusión de no discrepar en nada, pero no extrañen sus señorías que yo tenga que decir a mi país, porque a la Cámara sería innecesario, que esa lista no tiene posibilidad alguna de servir de norma para ninguna ley que se haga en España, por las razones que voy a dar.

En la enumeración, que no leo porque la conocéis todos, de las facultades que se asignan al Estado, para decir luego que todo el as hereditario que no esté en ese legado pertenece a la región, no se habla una palabra de la materia constitucional; toda la materia constitucional está preterida, y ésa es de aquellas que notoriamente no ha pensado nadie atribuírsela a la región; está ausente y la gente ve que eso no está ahí. ¡Y no es nada! Pues, la Monarquía, o la forma de Gobierno que la nación llegara a establecer, y las prerrogativas soberanas del Poder moderador y de gracia y honor, y las Cámaras, su estructura, sus facultades, sus procedimientos, su formación, el mismo establecimiento de la vida local, de su régimen y el reconocimiento y el estatuto para las personalidades colectivas, Municipio, región, si ha de haber provincias, provincias. Todo eso no se asigna al Poder central. Cuidado, que en eso, para que las gentes se confundan más, noto un descuido alarmante, porque la primera preocupación del documento es el ensanche de la región catalana, de lo cual dijo discretas cosas, como de tanto otro, el señor Alcalá Zamora, y por eso no las repito, en que aparece una eventual anexión de territorios a la región catalana, en que no parece el Estado por ninguna parte ni se cuenta para nada con él. Sin duda se pensaba que se contaría, pero como no se dice y toda la materia está fuera, la alarma está justificada, y eso no podría ser la ley.

Pues todos los sistemas electorales, con sus sanciones, todas las divisiones territoriales que demarcan las jurisdicciones y funciones en todos los órdenes, todo esto que es, en suma, de índole constitucional, y que es también inseparable del Poder central, está omitido. De las posesiones españolas en África y del Protectorado en Marruecos, de las colonias, ni una palabra. Claro que, ¿quién ha de pensar que se ha querido atribuir a la región? Pero, como se ha querido definir lo que es el Estado la omisión se nota. Y la gobernación del reino, todo lo que es la gobernación del reino, cosa que tiene tanta relación como los desmedidos conceptos de la autonomía regional, se omite. Pero, en fin, supongo que dentro de esta casa, entre nosotros, será incontestable que el Estado tiene por misión, no digo la primera, porque hay que reservar siempre el primer puesto, que corresponde a la urgencia de la mayor necesidad, pero en primera línea estará el cuidado del orden público, la vigilancia, la seguridad en todos los estados graduales de perturbación del orden público, que son otros tantos órdenes de avance de la potestad del Estado en el terreno principalmente acotado por las leyes para la autonomía individual o colectiva, o para sociedades o para cualesquiera gentes que vivan bajo la soberanía del Estado. Y notad bien que ésta es una función individual, que es indivisible y que no admite cotos exentos porque en cuanto hubiese cotos exentos habría acabado la función y la autoridad y el Poder del Estado.

Pues de la extranjería, de la sanidad exterior e interior de la beneficencia general y el protectorado de la particular, del censo y de las estadísticas, funciones todas esencialísimas, no hay una palabra en la enumeración de los atributos del Estado.

Pues, ¿y la justicia? La justicia habíamos creído siempre que era tan consustancial con el Poder soberano que formaba como el primer tejido, como la urdimbre del concepto mismo de la soberanía y del Estado. Pues la Administración de Justicia no aparece con nada de lo que le atañe, ni la Magistratura, ni el Ministerio Fiscal, que es el Poder público actuando en los Tribunales, que se llama Procurador de la República, donde no hay rey, porque es inseparable del concepto del Estado. Eso no está. No están los auxiliares de los Tribunales, no está el Notariado, no está el Registro Civil, no está el Registro de la Propiedad, no están todos los estatutos, todas las organizaciones que forman un sistema y que todas tienen por denominación colectiva y sintética justicia.

¿Y la instrucción pública? Preterida también totalmente; y caro es que en lo que yo diga no se ha de entender que, yo le iría a la mano, ni le iré nunca a la mano, ni al Municipio, ni a la región en aquella colaboración que necesitan aportar para la obra de cultura nacional en todos los órdenes. ¡Ah!, pero todas las colaboraciones sociales y oficiales para la instrucción pública y para la cultura son pocas y ninguna exonera al Estado, en lo que a él le incumbe, de subvenir a la acción social, de alentarla, en cierto modo de dirigirla hasta donde ella, sin mengua de su vitalidad, pueda ser dirigida. ¿Y a la autonomía universitaria, que es una institución que le corresponde al Estado establecer y proteger? Al Estado le toca exigir que no haya una región española donde no sea obligatorio el conocimiento y estudia de la lengua castellana, de la lengua oficial (Muy bien, muy bien), sin perjuicio de admitir con grandísima amplitud y sin regateos mezquinos, el uso local de un idioma. (Muy bien, muy bien.)

Yo creo, además, y me excusan numerosas personas que saben que de antiguo me preocupan y que todavía no he podido realizarlo, pero, si vivo en la política, lo realizaré, que el Estado tiene un deber superior a todos ésos, que es aprovechar, poner en producción el íntegro patrimonio mental de la nación española, costeando el Estado las carreras al último mendigo que tenga aptitudes para una vocación científica (Muy bien, muy bien), organizando las cosas de modo que por la situación social de los que tienen este don del cielo, no se pierda ni se malogre una brizna de la energía espiritual que la providencia ha derramado sobre los españoles. (Muy bien, muy bien.) Eso lo ha de hacer el Estado; no puede hacerlo más que el Estado, como otras muchas impulsiones y direcciones para las cuales es preciso el esfuerzo del Poder central.

¿Y a la legislación? ¿Excluida de la enumeración de las facultades del Estado la legislación civil, la legislación procesal, la legislación hipotecaria? ¿Porqué? ¿Porque hay instituciones de Derecho regional arraigadas y respetadas? ¡Qué duda tiene! Yo he sido siempre, siempre, enemigo acérrimo de toda hostilidad contra esas instituciones; pero tampoco he desconocido nunca los inconvenientes de la diversidad legislativa en aquello en que no es necesario la especialidad. De modo que yo encontraré siempre bien cualesquiera procedimientos de amparo para las instituciones castizas, arraigadas en la vida familiar y en la estructura de la propiedad de las regiones; que fuera de eso son muy contadas, si hay alguna, las instituciones que pueden existir.

 Pero yo no concibo que, respecto de las demás materias, se quiera ir a sustituir el Derecho positivo por las normas cósmicas del Derecho internacional privado, porque en la vida actual; en el barajarse y mezclarse las gentes de una región y de otra (las gentes y los actos jurídicos y las determinaciones de vida), sería el Derecho internacional, el Derecho español, porque más habría que fallar por él que por cuerpos especiales diversos, y si no fueran diversos, para copiar los textos de las leyes del país vecino no valía la pena de recabar facultades tan extremas que deroguen, que mutilen, que cercenen nada menos que la potestad de hacer las leyes que es el alcaloide de la soberanía, que es la fórmula suprema del ejercicio de la soberanía.

¿Y la ordenación y el fomento de la economía nacional? Ved las indicaciones que en esa materia hay en el documento entregado por la Mancomunidad catalana y observaréis qué escasas y qué laterales son; porque yo no desconozco la importancia de la influencia que las Aduanas tengan sobre esto, pero en Obras Públicas, cuántas faltan que no son ferrocarriles de interés general, ni puertos de interés general; pero todo el aliento a las industrias y toda la ordenación de defensa para las primeras materias, y todo el sistema de metodización de las energías económicas del país para una acción defensiva de acciones nacionalistas exteriores que nos asedien, que nos cerquen, que nos acosen y nos amenacen, todo eso, ¿quién lo va a hacer sino el Poder central? Ya sé que el señor Cambó tiene mucho más en su espíritu, ya sé que no discuto con su señoría, que va, no más lejos que yo, pero tan lejos como yo pueda ir: pero el contenido de este documento demuestra que no perdemos nada, que no pierde nada la causa de Cataluña con que hayamos establecido la distinción entre lo que es esencial, y supongo que nadie le negará al señor Cambó personalidad para definirlo, entre lo que es esencial, entre lo que es decisivo y todas esas otras cosas que resultan, unas directas y otras indirectamente, el cosido y el zurcido, el modo de presentarlas, la exposición literal de un documento que ha sido entregado al señor presidente del Consejo de Ministros, no están en la esencia del pensamiento ni son necesarias para el caso; porque todo lo que estoy diciendo (y ya he acabado la crítica de la definición del Estado que contiene el documento), todo eso no tiene nada que ver ni estorba para nada a la autonomía regional.

No hay que definir las facultades del Estado, no hay que tocar, no hay que enmendar nada; hay que sustituir la definición incompleta e imposible de las facultades del Estado por una definición inédita, nonnata, pero fácil; yo reconozco que fácil y clara, que lo que es la materia regional, de lo que hemos entendido todo por vida interior de Cataluña, y eso lo definiremos seguramente sin hostilidad, y, por m¡ parte, sin regateos que no sean archijustificadísimos. ¿Por qué? Porque yo, en esa materia, como tengo acreditado hace muchos años, no soy de los que proceden, como haciendo concesiones, no; yo llevo el ansia de conquista, yo lo considero una adquisición, yo lo anhelo, yo lo considero el bien y la vigorización de la vida de mi país y la grandeza de mi Patria; por tanto, yo no he de regatear nada, como no sea que me convenza que se le quita algo a ese señor que se llama España, a quien no podemos ni debemos despojar. (Muy bien.)

Y aun a riesgo de fatigaros (denegaciones), yo os he de hablar de la Hacienda. Si no se dotara de recursos económicos a la región, cuanto se hiciese sería un sarcasmo y cuanto en el papel se fingiese y en la realidad no resultase, sería una afrenta para la estructura del estatuto; sinceramente lo reconozco; pero ya comprenderéis que habiendo el documento, el memorándum de la Mancomunidad catalana, preterido los Municipios, tampoco se ha ocupado de la Hacienda municipal ¡Ah! Y la Hacienda municipal tiene que estar mucho más adherida a la carne del común de vecinos que cualquiera otra Hacienda, hasta que la del Estado, la Hacienda municipal es la más sagrada de las Haciendas, sobre todo, incluyendo el patrimonio, porque en los Municipios rurales y en los Municipios ganaderos, la tierra es, no el presupuesto ni el modo económico de vida, es la vida misma; es la familia y el hogar, y la esperanza, y el recuerdo y todo lo que puede merecer solicitud y amparo de las leyes. Esa Hacienda municipal hay que dejarla a salvo lo primero, y luego queda en presencia la necesidad notoria de dotar a la región y de dejar al Estado, con los recursos que corresponde, a cumplimiento de. su ministerio....

Yo, señores, he creído siempre lo mismo que voy a decir ahora, y es que no falta más que "voluntad", "voluntad" y "voluntad" para resolver el problema regional y todos los problemas relativos a la organización de España; que no hay para eso ningún obstáculo insuperable; que son los apasionamientos, las ceguedades de la pasión, lo que finge esos obstáculos, porque, en suma, hace diez o quince años, cuando aquella campaña de la ley del Régimen local, eran muy pocos los partidarios de lo que estoy diciendo; acaso dentro del propio Consejo de Ministros, mis queridísimos, lealísimos compañeros, cedían más bien a la deferencia hacia mi persona que a sus convicciones para llegar a la unanimidad.

Ahora ha andado mucho terreno todo eso, ahora es inmensa la zona de opinión española que se ha convencido de que, en efecto, hay que ir a la autonomía regional y resucitar y tonificar la vida local. Por eso no hay mas inconvenientes que los que susciten la pasión o la obstinación.

Lo que Cataluña quiere, aquello en que Cataluña tiene unanimidad, es eso mismo en que estamos conformes el señor Cambó y yo. Las demás cosas, los textos, los incisos, la retórica, el olvido, las habilidades, eso es una labor de unos centenares, de unas docenas, si queréis de unos millares, ignorado de la masa de la nación española para quien hemos de legislar y de cuya opinión nos hemos de preocupar.

Y yo digo que, tomado el asunto de esta manera sintética, nobilísima, como lo tomaba ayer el señor Cambó, no hay dificultad alguna, no hay más dificultad que la que susciten nuestros apasionamientos o nuestra ineptitud, a lo cual no tenemos derecho; porque la hora presente, no hace muchos días que lo dije —pongo el pretérito en haberlo dicho, porque está el presente creciendo en sentirlo—, la situación que rodea a España y la interior de España nos manda a todos —no nos lo pide, nos manda a todos— que, nos acordemos de ella, ante todo ella, y que nos apiñemos y nos ayudemos, y no tenemos el derecho de crear antagonismos, que no existen, ni de inventar dificultades donde se pueden dominar. (Muy bien, muy bien.)

Cuando ayer oí decir al señor Cambó, al comienzo de su discurso, que este debate decidiría si sus señorías quedaban eliminados o definitivamente incorporados a la política general, yo me maravillaba que pudiese llevar a la excelsitud de la mente de su señoría una idea semejante; porque su señoría no puede ignorar que esa disyuntiva no se puede plantear, que esa disyuntiva no puede existir, que no tiene su señoría opción, ni se eligen los hermanos, ni la casa paterna, ni la Patria en que se nace. (Grandes, prolongados y repetidos aplausos y aclamaciones. Gran número de señores diputados de distintos lados de la Cámara, felicitan calurosamente al orador.)

Diario de las sesiones de Cortes, n.º 106, páginas 3503 a 3511. 11 de diciembre de 1918.

Las minorías catalanas se retiran del Congreso (Diario de sesiones, 12 de diciembre de 1918)

Las minorías catalanas se retiran del Congreso de los Diputados al no conseguir la autonomía

El señor Cambó: Señores diputados, el debate que tuve la honra de iniciar anteayer respecto de la petición de autonomía formulado por la representación de Cataluña, para nosotros ha terminado. Tenía por misión, por objetivo, el único que podía tener: realizar una exploración en la Cámara y saber, si no la voluntad del Gobierno, que en este punto era decisiva,' sí la voluntad de la mayoría de la Cámara era propicia a nuestra petición.

En el momento actual conocemos ya la opinión de la Cámara, porque los que no hablaron ayer con la palabra, subrayando con sus aplausos palabras ajenas, habían hablado antes. Antes habían hablado las fuerzas que acaudilla el señor Alba en este salón, en la reunión de las Diputaciones en Burgos y en la manifestación del último lunes. Conocíamos y conocemos la opinión del partido tradicionalista, simpática a nuestras aspiraciones Sobre ollas habló también, con claridad insuperable, don Melquiades Álvarez en el "Palace Hotel" pocos días antes. Conocemos también la opinión de los republicanos y socialistas, manifestada recientemente, de simpatía a nuestros ideales.

¿Cuál es el resultado de esta exploración? El resultado evidente, tangible, señores diputados, es que una mayoría enorme, aplastante de esta Cámara, en la cual quedan integradas todas las grandes fuerzas gubernamentales del Régimen, se opone a nuestra petición. Sus convicciones chocan con nuestras convicciones y sus sentimientos con nuestros sentimientos. (El señor presidente del Consejo de Ministros pide la palabra.) Yo reconozco, señores Diputados, que el motor que hacía vibrar de manera nobilísima el verbo esplendoroso del señor Maura no era el mismo motor que movía muchas manos que le aplaudían, pero siendo distinto el motor era la misma la conclusión, era la misma la condenación de nuestras ideas.

En esta situación nosotros no podemos más asistir a este debate. Yo ruego que perdonen los que en él han intervenido, nuestra ausencia, que no implica desconsideración alguna. El pleito que Cataluña había puesto en nuestras manos no hemos tenido la fortuna de defenderlo en forma que obtuviera una acogida eficaz. Cataluña marcará nuestra conducta. Y antes de terminar, poquísimas palabras de consideración al señor Maura. Yo reconozco toda la nobleza de sus propósitos en su discurso de ayer, pero entre las convicciones del señor Maura hay dos arraigadísimas sustancias de su propio espíritu que, marcan, entre él y nosotros, una barrera casi infranqueable: es una de ellas la de querer partir del supuesto para afrontar ese problema del desconocimiento de la realidad viva, del hecho biológico del nacimiento del nacionalismo catalán; es la otra el querer cerrar la vista y el querer presidir por completo las resoluciones que en el mundo han tenido los pleitos de la libertad colectiva, y nosotros hemos citado el ejemplo del mundo, no por capricho, sino porque sabíamos que así, únicamente, nos contaríamos a lo que ha ocurrido en España; si nos limitamos a la Historia de España, debíamos llegar a la triste conclusión de que era un pleito de libertad colectiva que no tenía solución jurídica, como nunca los han tenido, por desgracia, en España. Teníamos fe nosotros en que este triste sino de la Historia no debía de ser eterno, buscamos el ejemplo de lo que pasa en el mundo (señor Maura y Montaner pide la palabra.)

Para concluir, algunas palabras a los hombres de la izquierda y de los partidos de la izquierda. Por gran fortuna, vosotros, hombres que representáis corrientes de opinión que no están limitadas a una parte del territorio español, habéis declarado que en vuestros sentimientos es compatible la más amplia autonomía política para Cataluña con la integridad, con la unidad de España. Pensad en la responsabilidad inmensa que pesa sobre vosotros al ser casi los únicos en la política general española que mantenéis en vuestras convicciones y en vuestros sentimientos esta compatibilidad. (Fuertes rumores; los señores diputados de la minoría regionalista abandonan sus escaños y se retiran del salón. Momento de gran confusión. Varios señores diputados de las minorías republicanas y socialistas dan vivas que motivan ¡a protesta de la mayor parte de la Cámara, que suscitan vivas a España y al rey. El señor presidente agita insistentemente la campanilla y reclama orden. El señor Barcia: ¡Infamia! ¡Infamia! El señor Castrovido: ¡Son los que perdieron Cuba! El señor Barcia: ¡Lo eterno para esta pobre España! Un señor diputado: ¡Eso es ridículo! El señor Barcia: ¿Ridículo? No, porque lo siento y porque lo siento lo digo. Muy bien en la izquierda.)

El señor presidente: Señor Barcia, llamo a su señoría a la serenidad.

Un señor diputado: No parece sino que los demás no sentimos lo que está ocurriendo,

El señor Barcia: Pero mi actitud será todo menos ridícula.

El señor presidente: El señor presidente del Consejo de Ministros tiene la palabra.

El señor Nogués: Señor presidente, había pedido la palabra. Por razón de su jerarquía y por toda otra clase de consideraciones, yo siempre la cedería al señor presidente del Consejo de Ministros, quien, además, según el Reglamento, puede usar de ella en todo momento, pero comprenderéis la situación violenta en que se coloca a los diputados republicanos catalanes, que tienen que estar aquí en este debate después de haberse retirado sus compañeros de Diputación.

El señor presidente: No estamos en un debate, sino en un incidente.

El señor presidente del Consejo de Ministros (conde de Romanones): Señor presidente: el momento en que el señor Nogués indica en sus palabras que va a tomar una determinación, el presidente del Consejo de Ministros se sienta y espera oír las palabras de su señoría.

El señor presidente: El señor Nogués tiene la palabra.

El señor Nogués:Primero doy las gracias al señor presidente del Consejo de Ministros por su atención, y después manifiesto que nosotros vamos a Cataluña también a decir lo que siempre hemos dicho: que la única solución del problema de la autonomía de Cataluña está en la República Federal. A eso vamos allí, y después, a cumplir lo que nuestro pueblo nos mande. En esta actitud estaremos siempre: con Cataluña y con la República Federal.

El señor Domingo: Pido la palabra.

El señor presidente: La tiene su señoría.

El señor Domingo: Señores diputados: antes de ser planteado el debate, el Directorio republicano acordó presentar una proposición de ley, que suscribieron siete diputados de esta minoría, en la cual se solicita la autonomía integral para Cataluña. El debate, que se ha dado ya por terminado en lo que a nosotros se refiere, dice ya la suerte que pudiera correr esta proposición. Los hombres de la liga regionalista, hasta ahora adictos al Régimen, han mostrado ya, en lo que se refiere a este problema, su completa desconfianza en todos los partidos que en el régimen pudieran gobernar, vienen a nosotros, ponen esperanzas en una República, nosotros retiramos esta proposición y juntos con ellos procuramos dar la República a España y la autonomía a Cataluña. (Muy bien en la minoría republicana. Se retira la minoría republicana catalana.)

Diario de las Sesiones, 12 de diciembre de 1918.

¿Monarquía? ¿República? ¡Cataluña! (Cambó, La Veu de Catalunya, 17 de diciembre de 1918)

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Francesc Cambó (Madrid, 1918)

¿Monarquía? ¿República? ¡Cataluña!"

... “Cataluña, comprendiendo que había llegado el momento formuló una petición concreta de autonomía. Redactamos un mensaje, el mensaje de la serenidad y la plenitud, mensaje en que no había chispa de odio, mensaje que era una afirmación intensamente catalana, pero que no rechazaba cualquier otro ideal de cualquier otro pueblo de España. Nuestra petición provocó la caída del Gobierno de García Prieto. Se constituyó el Gobierno Romanones y al no contar con bastante fuerza parlamentaria para asegurar el éxito de una petición que patrocinase, llevó el pleito al Parlamento. No dijo que el Parlamento fallase nuestro pleito, sino que marcase orientaciones al Gobierno, que el Gobierno seguiría. Y fuimos al Parlamento, y en el Parlamento yo inicié el debate y lo inicié en la forma que todos vosotros conocéis; no buscando fundamento, no razonando nuestras peticiones, m justificándolas; todo era inútil; afirmándolas como un hecho, como una manifestación de voluntad, tuviésemos o no tuviésemos razón, que ya sabíamos que la teníamos, pero nos daba igual. (Muy bien, aplausos.)

Y ante este hecho de voluntad yo requerí, no una discusión, no una deliberación, sino una afirmación de voluntad, favorable o adversa, de los que tenían fuerzas para sostenerla. (Muy bien, aplausos.)

Y este hecho vivo, el planteamiento de este hecho vivo en marcha, fue acogido por el Parlamento como uno de tantos debates retóricos en que quienes lo promueven buscan un éxito personal para declararse sabíamos que la teníamos. (Muy bien, aplausos.)

Cuando iba el debate por esas veredas tuvimos la suerte de que interviniese Maura. El señor Maura, señores, nos hizo el grandísimo favor de restaurar el debate en el punto en que yo lo había planteado, de plantear el debate, de desarrollar el debate en el terreno de una expresión de voluntad, no de un comentario Y de las palabras de Maura, si en parte al principio eran elogiosas,  antes de acabar el discurso resultaban dos declaraciones absolutamente incompatibles con nuestras aspiraciones. Una de ellas. era el querer resolver nuestro pleito como un pleito de autonomía administrativa, prescindiendo del hecho vivo, del hecho fuerte, de la sustancia de todo nuestro movimiento, del hecho de la afirmación nacional catalana; y era la otra rechazar para resolverlo aquellas fórmulas que en el resto del mundo ha permitido resolver con armonía los pleitos de libertad colectiva. Y ante aquellas dos afirmaciones, acogidas con entusiasmo por la inmensa mayoría de la cámara, yo, en mi espíritu, no dudé un instante. Si hubiésemos actuado únicamente como regionalistas, al sentarse el señor Maura yo me hubiese levantado para anunciar que dábamos por terminado el debate, que dábamos por acabada la exploración que queríamos hacer en el pensamiento y conciencia de los parlamentarios y que nos retirábamos del Congreso. No lo hice porque nuestra acción no era aislada, sino conjunta con otros partidos de Cataluña y con ellos quisimos ponemos de acuerdo y, por fortuna, la coincidencia fue absoluta y al día siguiente nos presentábamos en el Congreso, juntos, senadores y diputados por Cataluña y después de las palabras que yo pronuncié nos retiramos del Parlamento....

Y esto (la autonomía) viene ahora porque ha de venir ahora. Y nosotros queremos que venga con España. Y queremos que venga con España, no por interés, no porque nos convenga este lazo, que los insensatos que eso dicen no se dan cuenta de que  si pasáramos balance hallaríamos que nuestro interés es contrario. No. Nosotros queremos que sea con España por lazos de afecto, por tradición de historia y porque sentimos que España es también nuestra. Y tanto es así, que yo estoy seguro que si un día, por loca insensatez de los que nos gobiernan, se provocase la separación absoluta de Cataluña, no pasarían años, quizá no pasarían meses sin que los catalanes separados tratásemos de hacer de nuevo a España con bases que nos aseguraran para siempre que no vendrían futuros atentados a nuestra personalidad colectiva. Diré, más; creo que si llegase ese momento de procurar la reconstrucción de España no sería de España sino de Iberia. Los portugueses y nosotros nos pondríamos de acuerdo para ir a la federación de todos los pueblos de Iberia. (Aplausos.)...

Haremos, señores, todo lo posible para que venga la autonomía dentro de la más absoluta normalidad, pero a condición, hace falta que lo sepan todos, que estarnos decididos a obtener la autonomía de todas maneras... (Ovación que dura largo rato, vivas a Cambó y a Cataluña libre, ondear de banderas catalanas.)

... Un rey actúa por mediación de su Gobierno y de los partidos políticos en que se apoya. Nosotros conocemos hoy las palabras que han dicho la totalidad de los partidos que son el soporte del Régimen y de la Monarquía de España y esas palabras han sido desfavorables a las. aspiraciones de Cataluña. Si esta palabra es la última palabra, la definitiva, si los hombres y los soportes de la Monarquía se nos colocan delante deteniendo definitivamente el paso de la autonomía de Cataluña, nosotros, y con nosotros Cataluña lucharemos, hasta destruirlos, contra los gobiernos nos y los partidos de la Monarquía.

...En esta situación os digo: para nosotros: ¿Monarquía? ¿República? ¡Cataluña! (Formidable ovación y aclamaciones) ... Nosotros no hipotecaremos la autonomía a la República, no aplazaremos la petición de autonomía hasta que venga la República, pero no detendremos nuestro, paso hacia la autonomía porque pueda caer la Monarquía."

La Veu de Catalunya, 17 de diciembre de1918 páginas 8-10 (original en catalán).

Conclusiones de la Asamblea de la Mancomunidad de Cataluña (La Veu de Catalunya, 21 de diciembre de 1918)

Conclusiones de la Asamblea dala Mancomunidad de Cataluña

"Declara la Asamblea que considera inaplazable la instauración en Cataluña de una autonomía integral que reconozca la total potestad de un Parlamento y de un Gobierno catalán que rija la vida interior. Declara la Asamblea que su firme voluntad de ir resueltamente a la implantación de la autonomía de Cataluña no implica propósito de separación ni significa desamor a otras tierras de España, sino que, por el contrario, entiende que con su actuación permanente y decidida sirve a la misión que a Cataluña corresponde en este momento de despertar y señalar el camino de salvación a todos los pueblos de España.

Por ello acuerda:

1. No interrumpir sus tareas hasta que sea un hecho la implantación de la autonomía integral de Cataluña.

2. Encargar al Consejo de la Mancomunidad que prepare la redacción del primer Estatuto de Autonomía y tome todos los acuerdos necesarios para asegurar su más rápida implantación y cuide de la organización de los servicios de que se tenga que hacer cargo, en definitiva, o el Gobierno de Cataluña.

3. Que el Consejo Permanente convoque sin límite de término de convocatoria a los señores componentes de la Asamblea cuando ésta haya acabado sus tareas y en cualquier momento en que los acontecimientos lo hagan necesarios.

La Veu de Catalunya, 21 de diciembre de 1918 (original en catalán).

Conclusiones de la Conferencia Nacional Catalana (1922)

Conclusiones de la Conferencia Nacional Catalana. 1922

Ponencia 3.a Actuación del Nacionalismo sobre y dentro del Estado español

I. La Conferencia proclama el derecho del pueblo catalán a definir a través de la libre manifestación de su voluntad el régimen político de Cataluña y declara que la forma republicana sería la más conforme con las actuales características de nuestra tierra.

II. Dentro de los posibles agrupamientos de naciones ibéricas, latinas, occidentales, o de cualquiera otra unión de Estados, donde Cataluña, única patria, pudiera entrar en el futuro, la soberanía catalana no debe tener otras limitaciones que aquellas que, dentro de la convivencia internacional, partan del espontáneo consentimiento de los catalanes […].

Fuentes: Crónica de la Conferència Nacional Catalana, Barcelona, del 4 al 6 de juny de 7922. Cucurull, op. cit., IV: 215-216. (Traducción: E Anguera.)

La propuesta de A. Rovira Virgili a Acció Catalana (1922)

La propuesta de A. Rovira Virgili a Acció Catalana. 1922

Si hoy llegase a España una federación, por fuerza tendría que ser regional, y Cataluña, con plena personalidad, debería unirse federativamente, no con naciones, sino con fantasmas de regiones y con fantasmas de naciones, y yo no creo que a nosotros nos convenga la compañía de fantasmas (Muy bien. Aplausos). Me permito, pues, alterar aquel programa predicado por hombres respetabilísimos, de plena sinceridad radical en Cataluña, que dicen: conseguiremos la independencia de Cataluña, y conseguida la independencia, pactaremos la federación, es decir: formación del Estado catalán y federación con los otros pueblos ibéricos. Estos dos tiempos, yo no los veo consecutivos. Veo otra fórmula. Es la siguiente: primer tiempo, la plena soberanía; segundo tiempo ?un tiempo largo?, nos lo pensaremos... (risas); tercer tiempo, aquello que convenga, a la hora debida lo dirán los catalanes que deban resolver el problema (grandes y ruidosos aplausos).

Fuente: A. Rovira Virgili, Els camins de la llibertat de Cataluña, Publicacions d'Acció Catalana, Barcelona, 1922: 24. (Traducción: P. Anguera.)

La postura del socialismo catalán (1923)

La postura del socialismo catalán. 1923

¿Cuál debe ser la posición de los internacionalistas ante el problema de Cataluña? ¿Cuál es en todas partes la de las figuras capitales de la Internacional ante el problema de las nacionalidades? Digna y posible solo hay una: la respuesta no puede ser más sencilla. Haré un razonamiento de bachiller: Los socialistas proclaman los principios de la libertad. Es así que el nacionalismo catalán es un problema de libertad colectiva. Los socialistas de Cataluña, pues, al lado de todos los principios substantivos del programa del partido ?lucha de clases, socialización de los medios de producción, distribución y cambio, etc.- al lado mismo, ni por encima, ni por debajo, hemos de añadir un nuevo principio, substantivo también para nosotros: el de la libertad total y absoluta de Cataluña.

[...] Pero si no puede decirse que, en sí mismo, el nacionalismo sea avanzado o deje de serlo, por el contrario, el antinacionalismo, como representación de un imperialismo agresivo y dominador ?en el caso de España, el imperialismo de Castilla-, el antinacionalismo, como expresión contraria a una libertad, es siempre fatalmente antiliberal.

Fuente: R. Campalans, El socialisme i el problema de Cataluña, Barcelona, 1923: 32-33. (Traducción: P. Anguera.)

 

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