Conforme estaba anunciado, hoy, en el expreso, ha llegado de Madrid el Nuncio de S. S., monseñor Rinaldini, quien, como dijimos,viene á imponer la insignia del Palio á su eminencia ilustrísima el Cardenal Casañas.
Mucho antes de la llegada del tren, numerosas comisiones llenaban el andén del apeadero, figurando, además, las autoridades locales, diputados y senadores, clero parroquial, Cabildo Catedral y distinguidas personalidades.
Al detenerse el tren resonó un nutrido aplauso, y al descender monseñor Rinaldini del coche, fue saludado en nombre de Barcelona por el alcalde señor Lluch.
Hechas las presentaciones de rúbrica, el Nuncio de S. S., en unión del cardenal Casañas y acompañado por el alcalde,sBe dirigió al carruaje.
El público, que aguardaba en las inmediaciones de la estación y en las calles que debía recorrer el cortejo, saludaba respetuosamente.
Muchos balcones ostentaban colgaduras.
La comitiva, en la que formaron buen número de carruajes, se dirigió al Palacio Episcopal.
Abrían la marcha batidores de la guardia municipal á caballo, de gran gala; seguían el coche del cardenal, el del obispo,los de las primeras autoridades: capitán general, gobernador civil, Audiencia, Ayuntamiento, Diputación y demás entidades y corporaciones.
Una vez llegado el ilustre huésped al Palacio Episcopal, recibió el saludo de bienvenida de la mayor parte de las autoridades y de cuantos formaron en la comitiva.
Durante el trayecto no hubo que lamentar incidente alguno desagradable.
La Vanguardia, 11 de febrero de 1905, p. 2