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- Última actualización: 13 Febrero 2018
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dialogues
Javi
Mira, tío. Varadero, hotel, siete días, A y D. 70 000.
Manu
¿Qué es A. y D.?
Rai
Alojamiento y desayuno. Y te lo suben a la cama si quieres.
Manu
Sí. Y te la chupan, no te jode.
Javi
Que sí, gilipollas.
Rai
Y si quieres, también te la chupan.
Manu
¿Y si es un camarero?
Rai
No hay, son todas camareras. Por ley.
Javi
Mira. Marruecos, Tánger, Túnez, 48 000.
Javi
Ahí no hay tías. No ves que son moros.
Rai
En el Caribe sí que hay, todas como ésa. O mejor.
Javi
¿Qué́ dices? Esas son modelos. Que viven en Nueva York y las cogen para las fotos.
Rai
Que no, gilipollas, viven allí. Que mi hermano se fue una vez y se folló a una negra como ésa, en una playa que estaba llena de palmeras.
Javi
¿Y tú te crees todo lo que te cuenta tu hermano?
Manu
¿Pero no había ido con su novia?
Rai
Ya, pero justo salió para comprarle un regalo y se encontró con ella en la playa y se la tiró.
Javi
¿Fue a comprarle un regalo en la playa?
Rai
Te lo juro y se lo hizo con la negra. Ahí́ delante de todo el mundo con la playa llena.
Manu
¡Qué cabrón!
Javi
¿Pero tú eres gilipollas o qué te pasa? ¿Cómo se va a tirar a la negra esa con la playa llena de gente?
Rai
Pero tío que allí es lo normal. Que todo el mundo folla con todo el mundo gratis.
Javi
Eso lo ha visto tu hermano en una película. Te lo ha contado y te lo has creído.
Rai
A ti lo que te pasa es que te da envidia. Que nunca te has follado a nadie en ninguna playa ni en ningún sitio.
Javi
Y tú sí, no te jode...
Manu
Yo no he estado nunca en la playa.
Rai
Yo una vez, de pequeño. Estuve potando en una. Iba de viaje con mis padres, me mareé y tuvimos que parar.
Javi
Son muy incómodas. Están llenas de arena.
Manu
Podríamos ir a una, aunque fuera en septiembre.
Javi
Y las pelas ¿qué?
Rai
Mi hermano dice que las negras tienen un hueso de más en la columna, por eso follan tan bien.
Manu
Venga ya.
Rai
Te lo juro. Aquí abajo. La tienen más larga y pueden mover más rápido el culo. ¿Tú no has visto que bailan así a toda hostia?
Javi
Ya, pero eso es porque entrenan.
Rai
Que no, que es por el hueso ese. Si hasta tiene un nombre. ¿Tú has visto alguna vez bailar así a una blanca? ¿Tu madre baila así?
Javi
¿Qué tiene que ver?
Rai
Di. ¿Baila así o no baila así ?
Javi
No.
Rai
¿Y es negra? Tampoco. ¿Lo ves? Pues ya está.
Manu
¿En serio, sólo hay camareras?
document 2
Viaje a la Alcarria
Chapitre 1
El viajero está echado, boca arriba, sobre una chaise-longue forrada de cretona. Mira, distraídamente, para el techo y deja volar libre la imaginación, que salta, como una torpe mariposa moribunda, rozando, en leves golpes, las paredes, los muebles, la lámpara encendida. Está cansado y nota un alivio grande dejando caer las piernas, como marionetas, en la primera postura que quieran encontrar.
El viajero es un hombre joven, alto, delgado. Está en mangas de camisa fumando un cigarrillo. Lleva ya varias horas sin hablar, varias horas que tiene con quién hablar. De cuando en cuando bebe un sorbo—ni pequeño ni grande—de whisky o silba, por lo bajo, alguna cancioncilla.
En la casa todo es silencio; la familia del viajero duerme. En la calle sólo algún taxi errabundo rompe, muy de tarde en tarde, la piadosa intimidad de los serenos.
La habitación está revuelta. Sobre la mesa, cientos de cuartillas en desorden dan fe de muchas horas de trabajo. Extendidos sobre el suelo, clavados con chinchetas a las paredes, diez, doce, catorce mapas con notas y acotaciones en tinta, con fuertes trazos de lápiz rojo, con blancas banderitas sujetas con alfileres.— Después, nada de esto sirve nunca para nada. ¡Siempre pasa igual! A caballo de una silla duerme la chaqueta de dura pana. En la alfombra, al lado de un montón de novelas, descansan las remachadas botas de andar. Una cantimplora nueva espera su carga de espeso y saludable vino tinto. Suena en el noble, en el viejo reloj de nogal, la última campanada de una alta hora de la noche.
El viajero se levanta, pasea la habitación, pone derecho un cuadro, empuja un libro, huele unas flores. Ante un mapa de la península se para, ambas manos en los bolsillos del pantalón, las cejas casi imperceptiblemente fruncidas.
El viajero habla despacio, muy despacio, consigo mismo, en voz baja y casi como si quisiera disimular.
- Sí, la Alcarria. Debe ser un buen sitio para andar, un buen país. Luego, ya veremos; a lo mejor no salgo más; depende.
El viajero enciende otro cigarrillo—a poco más se quema el dedo con el mixto—, se sirve otro whisky.
- La Alcarria de Guadalajara. La de Cuenca, ya no; por Cuenca puede que ande el pinar; o la Mancha, ¡quién sabe!, con sus lentos caminos.
El viajero hace un gesto con la boca.
- Y tampoco importa que me salga un poco, si me salgo. Después de todo, ¿qué más da? Nadie me obliga a nada; nadie me dice: métase por aquí, suba por allí, camine aquel ribazo, esta laderilla, esta otra vaguada tierna y de buen andar.
El viajero revuelve entre los papeles de la mesa buscando un doble decímetro. Lo encuentra, se acerca de nuevo a la pared y, con el pitillo en la boca y el entrecejo arrugado para que no se le llenen los ojos de humo, pasea la regla sobre el mapa.
- Etapas ni cortas ni largas, es el secreto. Una legua y una hora de descanso, otra legua y otra hora, y así hasta el final. Veinte o veinticinco kilómetros al día ya es una buena marcha; es pasarse las mañanas en el camino. Después, sobre el terreno, todos estos proyectos son papel mojado y las cosas salen, como pasa siempre, por donde pueden.
Busca unas notas, consulta un cuadernillo, hojea una vieja geografía, extiende sobre la mesa un plano de la región.
- Sí; sin duda alguna, las regiones naturales. Los ríos unen y las montañas separan, es la vieja sabiduría; no hay otra división que valga.
El viajero se distrae un instante y toma, de la estantería, el primer libro que alcanza: la Historia de Galicia, de don Manuel Murguía, encuadernado en rojo cartoné ya desvaído por el tiempo. No lo necesita para nada; en realidad, lo coge sin darse cuenta.
- Es gracioso este libro..., es un libro lleno de paciencia.
El viajero está medio dormido y da un par de cabezadas mientras pasa las hojas. Se despierta de nuevo del todo, cuando lee al pie de una lámina: Cromlech que existe en Pontes de García Rodríguez. Lo devuelve a su sitio y piensa que, realmente, tiene los libros bastante mal ordenados. La Historia de Galicia queda entre una Fisiología e Higiene, del bachillerato, y el The sun also rises, de Hemingway.
El viajero vuelve ante el mapa.
- Las ciudades las bordearé, como los buhoneros y los gitanos, igual que el jabalí y el gato garduño.
Se rasca una ceja y arruga la frente. El viajero no está muy convencido.
- O no, no las bordearé. Las ciudades hay que cruzarlas, a media tarde, cuando las señoritas salen a pasear un rato, antes del rosario.
El viajero sonríe. Tiene los ojos semicerrados, como de estar soñando.
- Bueno, ya veremos.
Se queda un rato en silencio, pensando muy confuso, muy precipitadamente. Es ya muy tarde.
- ¡Qué barbaridad!
El viajero—que se cansa de golpe, igual que un pájaro herido—piensa, al final, que ya sólo falta empezar, que quizás esté dándole demasiadas vueltas en la cabeza a un viaje que se quiere hacer un poco a rumbo, un poco como el fuego en una era: a la buena de Dios y a la que salga.
De la misma botella bebe el último trago.
-No. Estas son las cuentas de la lechera; lo mejor será coger el macuto y echarse a andar.
Se desnuda, desdobla la manta de pelo, apaga la luz y se echa a dormir sobre la chaise-longue forrada de cretona.
Camilo José Cela, Viaje a la Alcarria, 1948
document 3
CHUSA.— [..] Bueno, tenemos que prepararlo bien todo para el viaje. Hay que llevar pocos bultos para que no nos paren e ir bien vestidas. ¿Sólo tienes eso?, ¿no tienes nada que te dé más pinta de mayor?
ELENA.— En casa sí, pero aquí... La falda que tengo en la bolsa, si acaso. (La saca de la bolsa.) Me puedo poner ésta y el jersey marrón. Puedo ir a por más ropa si quieres el fin de semana, que no está mi madre; se va a la sierra.
CHUSA.— ¿El fin de semana? Si nos vamos pasado mañana o al otro como mucho.
ELENA.— ¿Así? ¿Tan pronto? CHUSA.— Ahora en Semana Santa es mejor. Hay más turistas, más lío, viaja más gente... ¿Te echas atrás? ELENA.— No, no, sí quiero ir, pero no sé si sabré así tan pronto. Como no me lo has explicado bien, a lo mejor no sé. CHUSA.— No hay nada que explicar. Vamos, llegamos, lo compramos y volvemos.
ELENA.— ¿Dónde cogemos el tren? ¿En Atocha? CHUSA.— Pues sí, en Atocha. ¿Y eso qué mismo da, si es en Atocha o no es en Atocha? ELENA.— Nada, mujer, es por saber. En Atocha. Este pantalón es muy bonito, me lo tienes que dejar algún día. (Saca del armario y se prueba un pantalón de Chusa.) En Atocha.
CHUSA.— Sí, en Atocha. Montamos en el tren, una detrás de la otra. Antes hay que sacar los billetes. (Elena la mira sin entender por qué le dice esa tontería. Chusa le ayuda a hacer un hueco en su armario y a colocar sus ropas, probándose algunas que le gustan.) Bueno, mira: vamos primero a Algeciras, y para eso cogemos el tren en Atocha. Y luego allí, un barco nos cruza en dos horas. ELENA.— En el barco me mareo. Yo enseguida lo echo todo. CHUSA.— Mientras no te dé colitis a la vuelta, te puedes marear y vomitar lo que quieras. Está la barandilla del barco puesta a una altura a propósito, y el mar ni se entera. Te pones en la cola, y hala.
ELENA.— Yo me pongo malísima. CHUSA.— Si no es nada. Dos horas. No te das ni cuenta. Es peor el tren, que es un latazo. Tarda como doce horas.
ELENA.— ¿Tanto? CHUSA.— Es un mogollón de tren; está lleno de moros, huele mal... Seguro que nos encontramos a alguien conocido en él, basquilla. Pero tampoco hay que dar mucho cante, que están los trenes últimamente fatal; a la mínima de cambio, como te fumes un canuto, ya la has hecho. Por eso nosotros, suavito. Nos compramos unos bocatas para comer algo en el viaje, y a las diez o así de la mañana llegamos. Sale de aquí a las diez de la noche y llega allí a las diez de la mañana. Doce horas, lo que te digo. Luego, en Algeciras vamos rápido, a ver si podemos pillar el barco de las diez y media o el de las doce, como mucho. Llegamos a Ceuta y nos vamos directamente a la estación de autobuses y a Tetuán. Allí cogemos otro autobús, y a Chagüe, que es un pueblecito rodeado de tres montañas, muy bonito, como esos que salen en las películas, con los techos así redondos, todo blanco, precioso. "
José Luis Alonso de Santos, Bajarse al moro, 1994
pistes pour l'analyse
El dossier propuesto se vincula con la noción “viajes, recorridos iniciáticos”. Se apoya en la primera secuencia de la película barrio, en un fragmento del famoso relato de viaje publicado en 1948 por Camilo José Cela, Viaje a la Alcarria y en un fragmento de la exitosa obra teatral de José Luis Alonso de Santos, Bajarse al moro (1994).
Aunque no tratan de un viaje efectivo sino de los preparativos de un viaje (en los documentos 2 y 3) o de un viaje más que hipotético (en la secuencia fílmica), los tres documentos sugieren tres modalidades complementarias del viaje :
- el viaje como forma de huir de un cotidiano feo et de buscar refugio en lo imaginario (Doc. 1)
- el viaje como manera de ir hacia los demás y de encontrarse a sí mismo (Doc. 2)
- el viaje como aventura (Doc. 3)
En Bajarse al moro, una obra que sitúa a sus personajes en el Madrid de los 80, el lugar que se preparan a descubrir los viajeros es a la vez atrayente y misterioso. Chusa le cuenta a Elena el plan e itinerario del próximo viaje con destino a Marruecos, con el objetivo de pasar drogas. A través de las palabras de su guía, Chusa, Elena, se embarca en la aventura rumbo a un mundo desconocido y maravilloso. El viaje cobra el aspecto de un rito iniciático en esta escena que, a través del encuentro de una neófita y de una iniciada, reanuda con los modelos narrativos de la epopeya clásica. En el fragmento sacado del incipit del relato de Cela, no importa tanto el viaje como sus preparativos materiales y mentales. Rodeado de mapas y de instrumentos propios del viajante, el viajero trata de planear su próxima salida. La realidad de las regiones visitadas parece importarle menos que el viaje por si mismo. En Barrio, el viaje al lugar exótico que describe el escaparate de la agencia resulta improbable dadas las condiciones sociales de los protagonistas. Sin embargo las palabras de los tres protagonistas logran dar vida a un mundo irreal al mismo tiempo que mantienen intacto el sueño de evasión.
La reflexión podría desarrollarse en torno a los siguientes ejes:
- El viaje como recorrido fantaseado;
- El viaje como forma de escaparse de un “aquí” feo o insípido y de proyectarse hacia un “allí” fabuloso;
- El viaje como rito iniciático y como experiencia trascendente.