dialogues
En casa de Manu. Comedor. Interior día
1. Primer plano del reloj
2. Plano medio corto de Ángel
Ángel está comiendo.
Ángel
¿No te lo pones?
3. Plano medio corto de Manu
Manu está jugando con el tenedor. Le cuesta decir algo a su padre.
Manu
Es que me roza.
4. Primerísimo plano del plato
Manu sigue jugando con el tenedor.
5. Primer plano de Manu
Manu, cabizbajo, mira furtivamente a su padre.
Manu
Pues nada se ha cumplido.
6. Primer plano de Ángel
Ángel
¿El qué?
7. Primero plano de Manu.
Manu mira a su padre.
Manu
El deseo.
8. Primer plano de Ángel
Ángel, cabizbajo.
Manu
Lo que pedí el otro día.
Ángel levanta la mirada.
9. Primer plano de Manu
Manu mira a su padre.
Manu
He visto a Rafa.
10. Primer plano de Ángel Manu
Ayer.
11. Primer plano de Manu
Manu sigue mirando a su padre.
Manu
Y no sé…
12. Primer plano de Ángel
Ángel, cabizbajo, suspira.
13. Primer plano de Manu
Manu sigue mirando a su padre.
Manu
Papá.
14. Primer plano de Ángel
Ángel solloza y empieza a llorar
Manu
Papá por favor.
15. Primer plano de Manu
Durante algunos segundos, Manu se calla hasta que vuelve a hablar.
Manu
Y nada. Te manda…
16. Primer plano de Ángel
Ángel que sigue sollozando levanta la mirada.
Manu
… un beso muy fuerte. No podía venir a verte porque…
17. Primer plano de Manu
Manu
… tenía que estar esta tarde…
18. Primer plano de Ángel
Manu
… en Barcelona.
Ángel
En un congreso.
19. Primer plano de Manu
Manu
En un congreso. De no sé qué.
20. Primer plano de Ángel
Ángel está un poco más tranquilo.
21. Primer plano de Manu
Manu
Me ha dado una cosa para ti.
Manu saca de su bolsillo un sobre y se lo acerca.
22. Primerísimo plano de la mano de Manu y el sobre
Manu
Toma.
23. Primer plano de Ángel
Manu
Para que lo guardes tú.
24. Primer plano de Manu
Manu extiende el brazo con el sobre.
25. Primer plano de Ángel
26. Primerísimo plano de la mano de Ángel y del sobre
Manu le da el sobre a su padre.
27. Primer plano de Manu
Manu sigue mirando a su padre, con cierto alivio, y vuelve a comer.
document A
Dineros son calidad,
¡verdad!
Más ama quien más suspira,
¡mentira!
1
Cruzados hacen cruzados,
escudos pintan escudos,
y tahúres, muy desnudos,
con dados ganan Condados;
ducados dejan Ducados,
y coronas Majestad:
¡verdad!
2.
Pensar que uno solo es dueño
de puerta de muchas llaves,
y afirmar que penas graves
las paga un mirar risueño,
y entender que no son sueño
las promesas de Marfira:
¡mentira!
3.
Todo se vende este día,
todo el dinero lo iguala:
la Corte vende su gala,
la guerra su valentía;
hasta la sabiduría
vende la Universidad:
¡verdad! 4
En Valencia muy preñada
y muy doncella en Madrid,
cebolla en Valladolid
y en Toledo mermelada,
Puerta de Elvira en Granada
y en Sevilla doña Elvira:
¡mentira!
5
No hay persona que hablar deje
al necesitado en plaza;
todo el mundo le es mordaza
aunque él por señas se queje;
que tiene cara de hereje,
y aun fe la necesidad:
¡verdad!
6
Siendo como un algodón,
nos jura que es como un hueso,
y quiere probarnos eso
con que es su cuello almidón,
goma su copete, y son
sus bigotes alquitira:
¡mentira!
7
Cualquiera que pleitos trata,
aunque sean sin razón,
deje el río Marañón,
y entre el río de la Plata,
que hallará corriente grata
y puerto de claridad:
¡verdad!
8
Siembra en una artesa berros
la madre, y sus hijas todas
son perras de muchas bodas
y bodas de muchos perros;
y sus yernos rompen hierros
en la toma de Algecira;
¡mentira!
Luis de Góngora, Letrillas [XVI e -XVII e ], Madrid, Clásicos Castalia, 1980, p. 93-96
document B
Vamos a contar mentiras
Ahora que vamos despacio, (bis) vamos a contar mentiras, tralará, (bis)
Vamos a contar mentiras.
Por el mar corren las liebres, (bis)
por el monte las sardinas, tralará, (bis)
por el monte las sardinas.
Yo salí de un campamento (bis)
con hambre de tres semanas, tralará, (bis)
con hambre de tres semanas.
Me encontré con un ciruelo (bis)
cargadito de manzanas, tralará, (bis)
cargadito de manzanas.
Empecé a tirarle piedras (bis)
y caían avellanas, tralará, (bis)
y caían avellanas.
Con el ruido de las nueces (bis)
salió el amo del peral, tralará, (bis)
salió el amo del peral.
Chiquillo no tires piedras (bis)
que no es mío el melonar, tralará, (bis)
que no es mío el melonar.
Que es de una foncarralera (bis)
que vive en El Escorial, tralará, (bis)
que vive en El Escorial.
(Canción infantil)
pistes pour l'analyse
En español, destaque una problemática que le permita organizar una reflexión a partir de los documentos siguientes en relación con la noción: “L’imaginaire”.
[Introduction]
Si bien es cierto que el/lo imaginario es un concepto amplio que remite a la vez al campo de la sociología, de la filosofía, e incluso de la medicina, se suele admitir sin embargo que tiene algo que ver con la capacidad del individuo –o de un grupo social– para representarse, en la mente, un mundo virtual. Tanto la poesía como el cine o las tradiciones populares han sido medios para el ser humano de plasmar en palabras o imágenes la relación que mantiene con la realidad, vista en cierto modo como lo que escapa de lo imaginario.
Cuando Manu, este joven de alguna barriada madrileña, (Barrio, Fernando León de Aranoa, 1998) se sienta frente a su padre para cenar, ya sabe de antemano que va a tener que resolver un dilema: hacerle pedazos el universo imaginario al padre o seguirle la corriente para que no sufra. Estamos ya hacia el desenlace de la película, y esta secuencia marca así el final de una trayectoria humana que une Ángel, el padre, –de nombre tal vez predestinado–, con Manu quien no ha dejado de considerar que la vida es antes que nada una realidad.
La letrilla satírica de Luis de Góngora, Dinero son calidad (1601), a pesar de su forma dialéctica, no opone “la mentira” y la “verdad” sino que las va alternando para poner una mirada crítica sobre la sociedad de su época. Como barroco, el poeta sabe que el mundo es un “gran teatro” en el cual dominan por todas partes el dinero, los intereses creados y los potentes (“verdad”) y donde se finge y aparenta continuamente (“mentira”). Si bien puede aparecer como un moralista, Luis de Góngora, lo que hace, es más que nada denunciar la “vanidad” del mundo. Esa vanidad que no es sino una de las expresiones de un imaginario colectivo.
La canción infantil ocupa una función lúdica y sus destinatarios son los niños o los jóvenes. Vamos a contar mentiras, cuyo origen se desconoce, apuesta por un juego sobre las capacidades imaginarias de los chavales y con las asociaciones insólitas. Se trata de la típica canción de campamento, que se canta en grupo. Ya no se trata de escapar del mundo real o bien de criticarlo, tal vez, sino más bien de subvertir su funcionamiento, como en los carnavales.
Tanto Aranoa, como Góngora y el anónimo nos invitan a penetrar en el mundo de la mentira, una de las vías posibles para construir un imaginario. La mentira. que tiene su origen en la “mente” (mens, mentis), es una operación que consiste en crear un embuste que, de una forma u otra, participa de una creación imaginaria. La mentira, que es una cuestión ética, no deja sin embargo de plantear problemas y no sería ocioso preguntarse ¿en qué medida las mentiras son necesarias al funcionamiento de las sociedades analizando, como ejemplos, la película, el poema y la canción? Si bien es cierto que la mentira, en sí, es moralmente condenable –y eso ocupará la primera parte de nuestra composición–, la realidad de la existencia no siempre se lleva de forma liviana, y dedicaremos nuestra segunda parte a reflexionar sobre esas “mentiras necesarias”. Sin embargo, tanto la ausencia de mentira como la mentira continua no pueden constituir en sí una forma de organizar tanto la sociedad como nuestro imaginario.
[Développement]
La mentira puede adoptar formas muy diversas según las sociedades y las personas y sería erróneo limitarla a una única definición. No obstante, la mentira es, generalmente considerada como una forma de no reconocer la realidad que está directamente relacionada con el deseo de disimular o de manipular al otro. Las sociedades y la ética suelen condenar las mentiras, sobre todo, cuando se trata de mentiras que tienden a beneficiar al que las emite. Un falso documento (o testimonio) puede así llegar a que se condene al que lo redacta o utiliza.
Tal vez sea en la Letrilla de Luis de Góngora donde se manifieste de forma más radical la “mentira” formulada como un procedimiento condenable y condenado. La forma popular de la letrilla (octosílabos), con su estribillo –“verdad” o “mentira”– no significa sin embargo que el destinatario sea el pueblo sino la sociedad en general. Como buen barroco, el poeta satiriza sobre el comportamiento humano con una finalidad moralizadora, y hace de su letrilla una condena de la vanidad. Así como también lo hace Francisco de Quevedo, Luis de Góngora echa una mirada satírica sobre nuestro mundo y sobre su hipocresía. La estructura binaria del poema facilita, en cierto modo, su lectura. Las estrofas dedicadas a enunciar “verdades” están directamente relacionadas con el poder de los grandes, del dinero… Lo que podríamos llamar, con la requerida prudencia, su “compromiso social”, no es más que la expresión de las vanidades del mundo, como en el cuadro de Antonio de Pereda, El Sueño del caballero (1649) donde la gloria, el poder e incluso la sabiduría no son más que trampantojos que nos apartan de lo esencial. La primera estrofa muestra de qué forma las riquezas se autoalimentan y marcan las estructuras sociales: El “Hace mucho el dinero” de El Libro de buen amor encuentra aquí un eco y –los tiempos no cambian– permite medrar en la sociedad (“Condados”, “Ducados”, “Majestad”). La tercera estrofa se inscribe en la continuidad de la primera y la amplia al hablar de la “Universidad” dispuesta a vender la “sabiduría”. La pobreza (5ª estrofa) como la justicia (7ª estrofa) sufren a su vez del todopoderoso dinero que convierte el río Marañón –que evoca las marañas de los pleitos y sus complicaciones– en un río de la Plata, clara alusión a los juicios ganados por dinero. Si Luis de Góngora condena así las vanidades del mundo –siendo la corrupción una de sus armas favoritas–, las proclama como “verdades”, insinuando probablemente una dosis de pesimismo.
A lo largo de Barrio, el personaje de Manu aparece como el adolescente más responsable y más consciente de las dificultades de la existencia. Frente a la fantasía de Rai y al “poeta” Javi, se hace cargo de su situación familiar: una madre y un hermano ausentes y un padre desconectado de la realidad.
Está fraguando su personalidad al contacto directo de lo real, y en muy pocas ocasiones se inventa mundos fantasiosos. Manu no practica la mentira, no tanto porque adopte una postura ética o moral, sino porque al ser un componente de lo imaginario, no lo entiende realmente. Cuando esa noche, mientras está cenando con su padre, se dispone a decirle que ha visto a Rafa, tiene conciencia de que esta revelación puede descolocar a su padre. La multiplicación de primeros planos del plato, de Ángel, de Manu… indica la vacilación del adolescente. Romper la mentira paterna no se presenta entonces como una voluntad “ética” del joven, sino como la expresión de su capacidad a analizar y a asumir la realidad. No deja de ser singular que Manu pase sin embargo por un elemento “mágico” –el deseo formulado el día de su cumpleaños– e irracional para confesar: “he visto a Rafa”. Tal vez, el uso de esta estratagema tenga ya que ver con una posible anticipación de la reacción de su padre.
Cuando Góngora se convierte en moralista de la sociedad del Siglo de Oro y Manu en “revelador” de la dureza de la existencia, el autor anónimo de Vamos a contar mentiras parece encaminarse hacia un mundo ilógico, tal vez absurdo. Esta sensación la produce al construir unos como pareados sin rima donde va enunciar “mentiras” como “Me encontré con un ciruelo/cargadito de manzanas”. El destinatario, principalmente infantil, de la canción puede encontrar en ésta una forma “pedagógica” para que el niño llegue a distinguir no únicamente la “verdad” de la “mentira”, pero tal vez más aún la “realidad” del “imaginario”. En efecto, si a Pinocho le crece la nariz cada vez que dice una mentira –Geppetto adopta así una postura ética–, en el caso de la canción, la “mentira” no aparece como la expresión de una intención malévola o manipuladora, sino como una “fantasía”. Decir así que “Por el mar corren las liebres/por el monte las sardinas”, no está relacionado con una postura moral, y participa más de una advertencia que marca el límite entre dos territorios. Tal vez se trate de avisar al niño de la necesidad de distinguir el mundo que nos rodea y la fantasía que produce nuestro espíritu.
Aunque se parta de puntos de vista diferentes –social con Góngora, humano con Manu y, en cierto modo, sicológico, con Vamos a contar mentiras–, tanto el poema, como el fragmento de película como la canción infantil tienden a valorar la “verdad” frente a la mentira”, una de las expresiones de lo
imaginario. Pero profundizando en la lectura de las tres obras, conviene introducir matices, ver que la condena triple de la “mentira” no es radical y que frente a ella tenemos lo que podríamos llamar una “valoración” del embuste.
Hasta que Manu descubre que su hermano, en el fondo de túnel, es un drogadicto, su padre, Ángel había mantenido una forma de mentira entorno a Rafa. Esta mentira aparecía, desde un principio, como una forma de proteger a Manu y seguir con la ilusión de que Rafa había salido adelante y que tenía un buen trabajo. La forma de hablarle a Manu –considerándolo todavía como un niño, cuando ya es un adolescente– podía dejar pensar que el embuste era hacia los demás. Sin embargo, a partir del momento en que Manu le dice “He visto a Rafa”, esta revelación hace inútil la mentira. Todo podía haberse resuelto en aquel momento. Las lágrimas de Ángel juegan de nuevo con la inversión –ya presente en las secuencias anteriores en las que se reúnen Manu y su padre– de los papeles entre el protector y el protegido. La madurez de Manu –perfectamente consciente de la situación– hace que comprenda en un instante –allí están los planos/contraplanos en primer plano– que la mentira montada por su padre está más destinada hacia él mismo que hacia los demás. Ángel prefiere seguir viviendo en la mentira… lo cual entiende su hijo que va a asumir el embuste, haciéndose partícipe de la mentira de su padre… para protegerlo. Este momento esencial en la vida de Manu es una etapa de formación, y eso hace que asuma que a veces las mentiras pueden ser necesarias para sobrevivir a las asperidades de la existencia. En poquísimos planos, el director sintetiza lo que llamaremos la “nueva madurez” de Manu.
La “mentira” gongorina presente en las estrofas pares de la letrilla Dineros son calidad ya se anuncia desde el principio con el verso “Más ama quien más suspira", ¡Mentira!”. Esta mentira se asimila inmediatamente a la idea de hipocresía. Así el poema va alternando una reflexión sobre el poder del
dinero por une parte, y, por otra parte, la “comedia humana” en la cual cada uno se representa como quisiera ser, y no como es. Un “gran teatro del mundo” que organiza la sociedad que satiriza Luis de Góngora. Si en los versos impares el poeta hacía que rimara “verdad” con conceptos abstractos como Majestad, Universidad, necesidad o claridad, en los pares, la rima remite a elementos o nombres: Marfira, Elvira, alquitira y Algezira, inscribiendo así el “embuste” en lo más concreto. En estas estrofas se revela plenamente el arte del poeta que, con gran sutileza, reproduce la hipocresía de la sociedad gracias a juegos de palabras, de dobles sentidos, encubriendo –embozando nos atreveríamos a decir– la verdad de la denuncia en la “falsedad” de la forma. Muchas expresiones remiten directamente a la moralidad/inmoralidad de las mujeres con una profusión de metáforas: “puerta de muchas llaves”, “puerta de Elvira en Granada”, “hierros” o los comportamientos de los hombres (candor, vanidad, ridiculez) que pretenden endurecer su flaqueza sexual -algodón– para convertirse en “huesos” utilizando “almidón”, “goma” y “alquitara” … o pretender conquistar la plaza de “Algecira” con sus “hierros” … cuando la plaza ya la han conquistado muchos. Muchas letrillas gongorinas, y en particular las satíricas, usan esos procedimientos metafóricos para denunciar la hipocresía como en Ya que rompí las cadenas ([1590]) donde evoca algunas hipocresías íntimas: “De donzella con maleta, /ordinario y estafera, /que quiere contra derecho, /pasando por el estrecho, /llegar entera a Colibre, Dios me libre. Y del galán perfumado, /para holocaustos guardado/que haze cara a los afeites/para dar a sus deleites/espaldas, como cobarde, Dios me guarde.” Sin embargo, no hay que confundir lo que es una sátira de la sociedad humana –más allá del Siglo de oro– con lo que sería una puesta en tela de juicio. Si bien Luis de Góngora es un moralista, no es ni mucho menos un “revolucionario”, e implícitamente considera con toda probabilidad que cualquier sociedad seguirá siendo hipócrita porque la “comedia humana” también es necesaria para mantener el funcionamiento social.
Al presuponer que lo que la canción infantil ofrece es una mentira, no por eso, deja de construir un universo de fantasía, donde lo imaginario va elaborando situaciones inverosímiles. El “ciruelo” cargando de “manzanas”, o la “foncarralera que vive en El Escorial”. Este juego de inversiones tiene que ver así con formas carnavalescas que tienden a jugar precisamente sobre la liberación de los cuerpos y de los espíritus. En efecto, anunciar que se van a contar mentiras, es precisamente, admitirlas, considerarlas posibles, y en cierto modo capaz de estimular la imaginación. Incluso, no se podría del todo descartar que la canción, en algún momento, ofreciera una forma de sátira en los versos “Yo salí de un campamento, con hambre de tres semanas”. Los campamentos de verano encuentran su origen en el siglo XIX, bajo el impulso de la Institución de Libre Enseñanza y marcaban en cierto modo una ruptura con el año escolar, donde los niños o alumnos acompañados de sus maestros aprendían formas de vida en sociedad, con un sentimiento de libertad. Así, canciones como Vamos a contar mentiras podían ser emblemáticas de la otra cara de la vida escolar, esos campamentos en los que los niños también participaban a la vida común, la alimentación, en particular.
Existen así “males necesarios” y mentiras que, de una forma u otra, forman parte de lo que es la realidad tanto colectiva en el caso de la sociedad descrita por Luis de Góngora, como individual, cuando Manu renuncia a la verdad porque la mentira se hace más liviana. Los niños que van cantando la canción expresan a su vez, a través de las “mentiras”, su deseo de libertad y de fantasía… La “mentira” ofrece así un lugar de tensión entre la realidad de la existencia y lo imaginario que sin negar la vida puede que la haga más llevadera. Probablemente lo que sería el “justo camino”.
Manu ha tenido que salir del dilema inicial: aceptar la mentira de su padre o asumir frente a él la realidad y la situación lamentable en la que se encuentra Rafa. Su “humanidad” ha triunfado finalmente, pero eso tiene un precio. Ángel, su padre, es un ser que está fuera de la sociedad. En secuencias anteriores, nos hemos enterado de que su mujer ha desaparecido –tal vez haya muerto, aunque eso no queda del todo claro–, de que lo han despedido de su trabajo y de que es alcohólico. Probablemente para protegerse, se ha ido encerrando en un mundo paralelo, fuera de la realidad. En cierto modo, vive casi totalmente en lo imaginario, está descarriado, y considera todavía a Manu como a un niño, pretendiendo contarle cuentos. Si bien se entiende perfectamente que Manu quiera proteger a su padre –invirtiendo los papeles del padre y del hijo–, esta “protección” no hace sino sumir a Ángel todavía más en su mundo ilusorio, lo cual tal vez no sea saludable… Pero también hay que decirlo, el padre es consciente de lo que está pasando. ¿Hasta qué punto la denuncia gongorina es efectiva? De hecho, el poeta participa de una corriente de pensamiento que está poniendo en tela de juicio una serie de valores que constituyen las bases sobre las cuales funciona la sociedad del siglo de oro: el poder de la monarquía y de los aristócratas, la riqueza y el dinero como “motor” único de la sociedad, la hipocresía humana… La tercera estrofa es así emblemática de la postura adoptada por Luis de Góngora que lo que condena es el “poderoso caballero don Dinero”, pero que no pone en tela de juicio la organización social: la Corte, la guerra y la Universidad. La denuncia de las “Vanidades” parte de una postura más bien “conservadora”, aparece como una necesidad de volver a lo espiritual frente a lo material. Su punto de vista moralizador se sitúa en línea directa de la Contrarreforma que emprendió, durante el siglo XV, la iglesia católica para responder a la Reforma protestante. La canción infantil de pura distracción combina valores educativos con juegos sobre el imaginario, pero también se podría leer como una forma de sátira, si bien alejada en apariencia de la letrilla gongorina, compartiendo con ella ciertos valores. Aunque el origen de Vamos a contar mentiras sea incierto, el verso inicial no deja de tener algunas resonancias: “Ahora que vamos despacio”. Su sentido, algo enigmático podría tener que ver, de nuevo con Luis de Góngora y su famoso Romance (1588) que empieza así:
Ahora que estoy despacio
Cantar quiero en mi bandurria
Lo que en más grave instrumento
Cantara, mas no me escuchan.
Arrímense ya las veras,
Y celébrense las burlas,
Pues da el mundo en niñerías,
Al fin con quien caduca.
Existen indudables correspondencias entre la canción y el romance, y tal vez una de las más curiosas, que puede abrir algún sentido nuevo, sea la que encontramos entre “mentiras” y “burlas”. La burla, es una acción o una palabra con las que se procura poner en ridículo a alguien o algo. Vamos a contar mentira podría así llegar a ser leída como una sátira y no sólo como la expresión de un imaginario. En este caso se podría hablar de canción burlesca donde la condena estaría en filigrana, como cuando se evoca la “foncarralera que vive en El Escorial”. Fuencarral, hoy integrado a Madrid, era un municipio muy popular ya en el siglo XIX y en las antípodas de El Escorial que seguía siendo una sede real y una ciudad de otro nivel económico. Lo cual se podría leer como una crítica social. Burla o sátira, Vamos a contar mentiras, tal vez no solo sea una canción puramente infantil.
[Conclusion]
Barrio, Dineros son calidad y Vamos a contar mentiras son tres obras que, de una forma u otra, construyen formas de entelequias, esos mundos imaginarios del que la mentira es una de las expresiones. En los tres casos, sin embargo, no se puede hacer caso omiso de la relación que la mentira establece con la verdad por una parte y la realidad del mundo por otra parte. Existe así una forma de tensión constante entre dos polos que las creaciones pretenden resolver.
No obstante, siempre sigue presente una dimensión histórica de la cual surgen las obras. Con Luis de Góngora es la visión de un hombre del siglo de Oro con sus valores y “sus circunstancias”: la conquista de América fue un revelador para Europa y España en particular. Las fortunas que llegaban del otro lado del charco de los atunes desestabilizaron no sólo las economías europeas sino también los valores. El surgimiento de los campamentos a finales del siglo XIX, impulsados por la Institución Libre de Enseñanza, participaba de la puesta en marcha de nuevos valores educativos al margen de cualquier dogma oficial de tipo religioso, político o moral. Barrio, a pesar del tratamiento que hacer Fernando
León de Aranoa de la cuestión social, no deja de ser una reflexión sobre las barriadas y la clase media baja de los años 1990 en Madrid, en un momento en que las situaciones se van mundializando, como lo muestra, de una forma bastante diferente, la película francesa La Haine (1995) de Mathieu Kassovitz. La historia, en estos casos como en otros, construye sus propios imaginarios que van cambiando de una época a otra, y delata cualquier vanidad que pretendiera que los valores son eternos.