|
Como el mismo aparato también servía para tomar películas, me di a esta tarea, entre otros saqué al famoso Gavilanes, del teatro de las señoras Moriones, aplastado por una aplanadora, que pasaba por las calles de la Alameda. Empleaba el recurso de suspender la toma de la película mientras se colocaba en lugar del actor un muñeco recortado para dar la impresión del cuerpo reducido a un plano. Luego hacía que un amigo le diera a fumar un cigarro del Buen Tono, de una marca entonces muy en boga y después de arrojar el humo, que aspiraba una persona por detrás del muñeco, Paco Gavilanes salía vivo, bailando, y el público prorrumpía en carcajadas. José María Sánchez García, "Historia del cine mexicano", cap. 1 "El cine y sus iniciadores", Cinema Repórter, nº 675, 23 de junio de 1904, p. 7. Reproducio en Federico Dávalos Orozco y Carlos Arturo Flores Villela (ed.), Historia del cine mexicano (1896-1929), México, UNAM, 2017, p. 7.
|